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Manos humanas pintaron la guadalupana

Redacción , 11 mayo 2002 Archivo, Edición México

Revista # 1332

Rodrigo Vera
De acuerdo con un análisis científico realizado en 1982, la imagen de la Virgen
de Guadalupe que se venera en el Tepeyac no es producto de un milagro, es la
obra de un artista anónimo, de mediados del siglo XVI, y está pintada no en un
ayate, sino sobre tela de algodón. Los resultados del estudio fueron enviados
por Guillermo Schulenburg, entonces abad de la Basílica de Guadalupe, a las
autoridades del Vaticano, que optaron por mantenerlos ocultos. El libro La
búsqueda de Juan Diego, de Manuel Olimón Velasco, de próxima aparición con el
sello de Plaza & Janés, da a conocer estos valiosos datos, junto con la
correspondencia que sobre el tema de la aparición de la Virgen mandaron
Schulenburg y un grupo de clérigos e historiadores a los altos jerarcas de la
Iglesia católica.

La imagen de la Virgen de Guadalupe que se venera en el Tepeyac no es de


origen sobrenatural, sino una obra pictórica humana hecha sobre una tela de
algodón, así lo determinó un análisis científico realizado, en noviembre de 1982,
por los mejores técnicos en conservación de obras de arte.

En su momento —y como un signo de honestidad y de amor a la verdad—, los


resultados del estudio fueron entregados confidencialmente al Vaticano por el
entonces abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, quien tuvo
que solicitar la investigación y restauración de la imagen, pues el tiempo la había
deteriorado.

Lo anterior se desprende de la correspondencia privada que durante cuatro años,


de 1998 a 2001, Schulenburg y un grupo de clérigos e historiadores enviaron a
altos jerarcas del Vaticano para prevenirlos de los riesgos que representaba
canonizar a Juan Diego, cuya existencia histórica, argumentaban, no ha sido
probada.

Respecto de la tilma de Juan Diego, en la que supuestamente la Guadalupana


estampó su imagen, señalaron que no es de agave, es de algodón y, además, por
el análisis técnico, se trata de una pintura muy probablemente de mediados del
siglo XVI, cuya mano desconocemos.

En su correspondencia con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del


Vaticano, Schulenburg resaltó el 27 de septiembre de 1999: De hecho, cuando
transferimos la imagen de Nuestra Señora de la vieja a la nueva Basílica, y con el
deseo de darle la mejor protección posible, la examinamos perfectamente bien,
tanto algunos de nuestros mejores técnicos en conservación de obras de arte
como el arcipreste don Carlos Warnholtz y un servidor, entonces abad de la
Basílica; y nos dimos perfecta cuenta de que reunía todas las características de
una pintura hecha por mano humana, con el deterioro propio de la antigüedad de
la imagen misma, dicho examen crítico lo enviamos a esa sede apostólica como
un signo de honestidad y de amor a la verdad.

Ya en pleno proceso de canonización de Juan Diego, el 14 de mayo de 2000, el


peritaje técnico volvió a enviarse al Vaticano, esta vez a monseñor Tarcisio
Bertone, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe A él se le
comentó: Tenemos un juicio crítico serio y confiable, por la capacidad de las
personas que lo hicieron, de que nuestra imagen guadalupana es una pintura de
tipo europeo que se remonta más o menos a la mitad del siglo XVI, enviamos a
vuestra Excelencia una copia de dicho juicio, resultado de una amplia
observación directa a la pintura, observación muy reservada hecha por nosotros
(La imagen de la virgen ha sido sometida a toda clase de estudios, con las
técnicas más avanzadas, con resultados contradictorios entre unos y otros, por
lo que no se ha podido establecer una verdad científica sobre su origen y
estructura).

Ahora, a sólo dos meses de que se realice la canonización del indígena de la


tilma, programada para julio, estas cartas confidenciales son dadas a conocer en
el libro La búsqueda de Juan Diego, escrito por Manuel Olimón Nolasco bajo el
sello de la editorial Plaza & Janés, de próxima aparición.

Turbulencias y maniobras
Historiador y catedrático de la Universidad Pontificia, el sacerdote Olimón
Nolasco es uno de los firmantes de dichas cartas, junto con Carlos Warnholtz,
exarcipreste de la Basílica; Esteban Martínez de la Serna, canónigo y exdirector
de la biblioteca del santuario, y los historiadores Xavier Noguez y Stafford Poole.

Aparte de Sodano y Bertone, las misivas estuvieron dirigidas a Giovanni Battista


Re,
secretario sustituto para los asuntos generales de la Secretaría de Estado; José
Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y
Alberto Bovone, proprefecto de la misma congregación.

El objetivo de esta correspondencia reservada, reiteraban sus remitentes, era


expresar la inquietud que les causaba la canonización de un personaje cuya
existencia histórica desde hace tiempo ha sido controvertida, y la duda no se ha
disipado plenamente todavía, en esas circunstancias, decían, la canonización
pondría en tela de juicio la credibilidad y el prestigio de nuestra Iglesia, a la que
pertenecemos y amamos como católicos.

Y se preguntaban: ¿Puede resolverse por el camino de la fe lo que no se ha


podido resolver por el camino de la historia? ¿Cuál es la credibilidad y seriedad
de la Iglesia en un caso semejante? ¿Basta la jerarquía de las personas que
están insistiendo en la canonización, sin que conste la historicidad del personaje
y de los acontecimientos legendariamente atribuidos a dicho personaje?

Además, las cartas revelan las turbulencias que se produjeron en el Vaticano y


en México durante el proceso de canonización: la manera apresurada con que
éste se realizó; la tendencia a sostener, a toda costa, la historicidad de Juan
Diego; la cerrazón del Vaticano para escuchar los puntos de vista contrarios; el
clima de linchamiento y satanización que, contra los llamados antiaparicionistas,
promovió en México el cardenal Norberto Rivera Carrera.

En una carta dirigida a Battista Re, del 5 de octubre de 1998, los remitentes se
quejan de las maniobras del propio Vaticano para canonizar a Juan Diego,
relatan que el sacerdote Fidel González Fernández, consultor histórico del
Vaticano, llegó a México para investigar la historicidad de Juan Diego, a quien
supuestamente se le apareció la Virgen de Guadalupe en 1531; Mencionan que,
para organizar la Comisión Histórica que haría los trabajos, el consultor
inmediatamente se acercó a los más fuertes promotores de la canonización: el
cardenal Rivera Carrera, arzobispo primado de México; el sacerdote José Luis
Guerrero, consultor de la causa; y el doctor en historia Eduardo Chávez.

Sostiene la carta: Las personas a las que se les encomendó dicho trabajo son
totalmente partidarias de la historicidad de Juan Diego y de las apariciones de
Nuestra Señora a este vidente .

De esta situación se enteraron casualmente algunos de los muchos


conocedores, historiadores y no historiadores, del famoso acontecimiento
guadalupano, tan ampliamente discutido e impugnado, en un sentido o en otro; A
estos últimos les llamó mucho la atención el secreto de tales investigaciones y
el que ellos de ninguna manera fueran informados ni convocados.
Se prefirió consultar a personas muy devotas, algunas de ellas dirigidas por el
sacerdote jesuita Javier Escalada, que tiene como obsesión las apariciones y
quiere demostrarlas manejando argumentos con muy poca honestidad
intelectual, con una piedad muy rebuscada y de poca solidez.

El consultor histórico del Vaticano —prosigue el mensaje— ni siquiera mandó


analizar la imagen de la guadalupana para comprobar que, efectivamente, fue
hecha por un pintor del siglo XVI y no producto de un milagro; Esquivó esta
espinosa responsabilidad limitándose a organizar una visita al santuario para
contemplar devotamente la imagen.

Y continúa: Nos gustaría añadir algo de lo que aconteció en la venida del padre
Fidel González: Una noche fue invitado un grupo de guadalupanos —ya que todos
lo somos— a visitar la imagen auténtica de Nuestra Señora en la Basílica de
Guadalupe, la intención era examinar dicha imagen para dar un juicio crítico
acerca de la misma, no hubo tal investigación, sólo fue contemplada por los
asistentes a través del cristal que la cubre, sin conocerla tal y como es en el
anverso y el reverso, y, naturalmente, no se valieron del museógrafo de la
Basílica, encargado de su cuidado.

Para colmo, el consultor histórico del Vaticano, junto con los aparicionistas
Guerrero y Chávez, estuvieron escribiendo en secreto el libro, El encuentro de la
Virgen de Guadalupe y Juan Diego, el cual —se quejaban los remitentes—
adolece de las inexactitudes y errores con que se argumentó en Roma la
historicidad de Juan Diego y no sólo eso, sino que el libro fue mandado a hacer
por la Congregación para las Causas de los Santos y también a instancias del
cardenal Rivera Carrera, quien les pidió a los autores que defiendan con todo
empeño la posibilidad de dicha canonización.

En otra misiva, dirigida al cardenal Sodano, en septiembre de 1999, se refiere que


a la presentación del libro asistieron el prefecto de la Congregación para el Clero,
Darío Castrillón Hoyos, y otras personas que llegaron de Roma invitadas por
Rivera Carrera
En esa misma carta, dirigida al secretario de Estado, los inconformes se
quejaban del ninguneo que padecían por parte de Roma, que ni siquiera
respondía a sus argumentos
Jamás hemos recibido ninguna respuesta, ni oficial ni extraoficial, tanto de esa
Secretaría de Estado como de la Congregación para las Causas de los Santos Se
han enviado libros y alegatos Ésta es la última vez que escribiremos al respecto,
movidos sólo por nuestro amor a la Iglesia y a la verdad Creemos merecer una
respuesta, ya que no apelamos a nuestra jerarquía, sino sencillamente a nuestra
participación en el sacerdocio de Cristo
En otras cartas instaban a los responsables de la canonización a tomar en
cuenta a autores contemporáneos, tanto nacionales como extranjeros, serios e
imparciales, que han estudiado el tema Y mencionaban a Francisco de la Maza,
Edmundo O’Gorman, Stafford Poole, Richard Nebel, Xavier Noguez, David Brading
Satanizaciones y represalias
Estaban conscientes de que parte de la información que daban en sus cartas
confidenciales era filtrada y distorsionada, para provocar contra ellos un clima de
linchamiento en México, donde se les presentaba como enemigos de la Iglesia
Así sucedió con la carta que se filtró al periodista Andrea Tornelli, quien publicó
extractos en el Il Giornale, de Roma, en diciembre de 1999, en lo que se interpretó
como una maniobra del cardenal Rivera, para expulsar definitivamente de la
Basílica a Schulenburg, en ese entonces todavía abad emérito y miembro de su
cabildo (Proceso 1206)
En una misiva a Bertone —de mayo de 2000—, le pedían: Ojalá que esta carta
tenga la reserva indispensable, puesto que se han filtrado noticias enviadas
tanto a la Congregación para las Causas de los Santos como a autoridades
superiores, provocando una orquestación difamatoria en México y
descalificando a las personas que han querido ayudar con la mejor de las
intenciones a los responsables en Roma del proceso de canonización
Al cardenal Angelo Sodano —en carta fechada el 4 de diciembre de 2001— le
comentaban que, en los medios de comunicación, el arzobispo Rivera Carrera ha
satanizado a los que, haciendo uso de su derecho y obligación, han escrito
acerca de este tema a las altas autoridades de Roma El escándalo que en algún
momento existió se debió precisamente a esa publicidad
Y señalaban que otros muchos sacerdotes no expresan sus dudas y sus
opiniones por miedo a las represalias
Una de estas represalias fue tomada recientemente por el cardenal Rivera
Carrera contra Carlos Warnholtz, quien era arcipreste de la Basílica Pese a su
avanzada edad, Warnholtz fue expulsado de la casa sacerdotal del santuario
debido a su postura antiaparicionista y a las cartas que mandó a Roma
En una misiva que le envió al cardenal, apenas el 28 de enero, Warnholtz le
suplicaba el perdón por si sus cartas resultaban ofensivas, y le pedía un acto
magnánimo de justicia, equidad y caridad pastoral que le permitiera seguir
viviendo en la casa sacerdotal
Empezaba así el escrito que entregó a Rivera Carrera: Con mucha pena recurro a
la bondad y equidad de Su Eminencia después de que, el día 25 del presente,
monseñor Diego Monroy Ponce (rector de la Basílica) me notificó la voluntad de
Su Eminencia de que yo abandone la Casa Sacerdotal a raíz del incidente sobre
la canonización de Juan Diego Recurro para suplicarle que, después de las
consideraciones que enseguida le expongo, recapacite sobre esa decisión y me
dé otra oportunidad de permanecer en esa casa, dadas las condiciones de mi
edad y mi salud
En sus consideraciones, Warnholtz argumenta que, el 21 de enero, se filtró
tendenciosamente el contenido de una de sus cartas a Roma, violando el sigilo
que marca el derecho canónico Esto provocó que el odium plebis (odio del
pueblo) recayera sobre él y los otros firmantes
No cometimos ningún delito de rebeldía o desobediencia, de irreverencia o injuria
hacia nadie; y estábamos exclusivamente a nivel de la crítica historiográfica
científica, en una materia que no es de fe
Aunque asumía su creencia de que la imagen guadalupana no es producto de un
milagro: Tuve la suerte (mala o buena) de contemplar de cerca y directamente la
imagen original la noche del 4 de noviembre de 1982, y desde entonces dejé de
creer que se haya estampado milagrosamente en la tilma de Juan Diego Pero
me he cuidado muy bien, y me seguiré cuidando, de externar esto delante de la
gente que pudiera sufrir ruina espiritual de alguna manera
Indica que, tan pronto el Papa Juan Pablo II emitió el decreto de canonización del
indígena, he guardado y guardaré un silencio obsequioso me he rehusado a
hacer cualquier comentario a la prensa, radio o TV
Warnholtz concluye: Ahora, señor, reitero mi súplica de que, considerando todo
lo anterior, con tranquilidad y objetividad, me conceda Su Eminencia la
oportunidad de seguir viviendo en la Casa Sacerdotal de la Basílica y de seguir
ayudando en su ministerio en la medida de mis pobres fuerzas
De nada valieron sus súplicas Rivera Carrera expulsó del santuario al viejo
arcipreste, después de 24 años de laborar ahí
Tal es el contenido de algunas cartas que Olimón Nolasco recopiló en La
búsqueda de Juan Diego De 207 páginas, el libro contiene, además, las
principales tesis manejadas por quienes sostienen que la existencia del indígena
no ha sido probada
El historiador supone que el autor de la imagen guadalupana fue Marcos Cípac
de Aquino, un artista nahua formado en el colegio de San José de los Naturales,
que dirigía Fray Pedro de Gante Y que la pintura fue hecha a instancias de Alonso
de Montúfar, segundo arzobispo de México
Para Olimón Nolasco, con la canonización del mito —ya que hoy el indígena de la
tilma es más un símbolo que un ser de carne y hueso— de ninguna manera
quedará cerrada la controversia en torno de Juan Diego:
Un abundante cúmulo de sombras se cierne sobre el personaje y éstas no se han
disipado O, dicho en otros términos, continúa en pie la búsqueda de Juan Diego
Publicación de la revista: (Proceso # 1332 - 11 de Mayo de 2002)

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