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Revista # 1332
Rodrigo Vera
De acuerdo con un análisis científico realizado en 1982, la imagen de la Virgen
de Guadalupe que se venera en el Tepeyac no es producto de un milagro, es la
obra de un artista anónimo, de mediados del siglo XVI, y está pintada no en un
ayate, sino sobre tela de algodón. Los resultados del estudio fueron enviados
por Guillermo Schulenburg, entonces abad de la Basílica de Guadalupe, a las
autoridades del Vaticano, que optaron por mantenerlos ocultos. El libro La
búsqueda de Juan Diego, de Manuel Olimón Velasco, de próxima aparición con el
sello de Plaza & Janés, da a conocer estos valiosos datos, junto con la
correspondencia que sobre el tema de la aparición de la Virgen mandaron
Schulenburg y un grupo de clérigos e historiadores a los altos jerarcas de la
Iglesia católica.
Turbulencias y maniobras
Historiador y catedrático de la Universidad Pontificia, el sacerdote Olimón
Nolasco es uno de los firmantes de dichas cartas, junto con Carlos Warnholtz,
exarcipreste de la Basílica; Esteban Martínez de la Serna, canónigo y exdirector
de la biblioteca del santuario, y los historiadores Xavier Noguez y Stafford Poole.
En una carta dirigida a Battista Re, del 5 de octubre de 1998, los remitentes se
quejan de las maniobras del propio Vaticano para canonizar a Juan Diego,
relatan que el sacerdote Fidel González Fernández, consultor histórico del
Vaticano, llegó a México para investigar la historicidad de Juan Diego, a quien
supuestamente se le apareció la Virgen de Guadalupe en 1531; Mencionan que,
para organizar la Comisión Histórica que haría los trabajos, el consultor
inmediatamente se acercó a los más fuertes promotores de la canonización: el
cardenal Rivera Carrera, arzobispo primado de México; el sacerdote José Luis
Guerrero, consultor de la causa; y el doctor en historia Eduardo Chávez.
Sostiene la carta: Las personas a las que se les encomendó dicho trabajo son
totalmente partidarias de la historicidad de Juan Diego y de las apariciones de
Nuestra Señora a este vidente .
Y continúa: Nos gustaría añadir algo de lo que aconteció en la venida del padre
Fidel González: Una noche fue invitado un grupo de guadalupanos —ya que todos
lo somos— a visitar la imagen auténtica de Nuestra Señora en la Basílica de
Guadalupe, la intención era examinar dicha imagen para dar un juicio crítico
acerca de la misma, no hubo tal investigación, sólo fue contemplada por los
asistentes a través del cristal que la cubre, sin conocerla tal y como es en el
anverso y el reverso, y, naturalmente, no se valieron del museógrafo de la
Basílica, encargado de su cuidado.
Para colmo, el consultor histórico del Vaticano, junto con los aparicionistas
Guerrero y Chávez, estuvieron escribiendo en secreto el libro, El encuentro de la
Virgen de Guadalupe y Juan Diego, el cual —se quejaban los remitentes—
adolece de las inexactitudes y errores con que se argumentó en Roma la
historicidad de Juan Diego y no sólo eso, sino que el libro fue mandado a hacer
por la Congregación para las Causas de los Santos y también a instancias del
cardenal Rivera Carrera, quien les pidió a los autores que defiendan con todo
empeño la posibilidad de dicha canonización.