Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ISBN: 9781981025947
Lo anterior, dice Graeber, conlleva una característica particular del capitalismo: que es un
motor ilimitado de producción. Y que puede mantener su equilibrio solo mediante un crecimiento
continuo. Por lo tanto, indefinidos ciclos de destrucción son necesarios en el otro espacio para que
así sea. La forma de generar nuevos productos, es desechando los productos anteriores “viejos”, y
esta es la particularidad de la “sociedad de consumo”. “Es una sociedad del sacrificio y la
destrucción” (Graeber, 2011: 492).
El surgimiento de esta idea de consumo permitió que las personas vieran en los bienes de
consumo algo que se configura como “objetos del deseo” más que como objetos de necesidad, lo
cual ocurrió paralelamente al desarrollo de la teoría económica y lo que llama “colonización de las
otras disciplinas” (Graeber, 2011: 493),
Aunado a lo anterior, comenta Miller, la antropología no había sido una disciplina con un
impacto académico importante sobre otras ciencias sociales, hasta la llegada de Claude Lévi-
Strauss entre las décadas de 1960 y 1970, bajo la mirada del estructuralismo. La influencia de
Lévi-Strauss derivó en una nueva forma de estudiar el fenómeno del consumo en la antropología,
trabajos como El sistema de los objetos (Baudrillard, 1969) de corte eminentemente estructuralista
influyeron en lo que se podría llamar el nacimiento de una antropología del consumo formalmente
establecida como área de estudio e investigación.
De acuerdo con la mayoría de los autores que han revisado el tema, la antropología del
consumo hizo su aparición formal a mediados y finales de la década de 1970 con El mundo de los
bienes. Hacia una antropología del consumo de Douglas & Isherwood y Cultura y razón práctica.
Contra el utilitarismo en la teoría práctica de Marshall Sahlins, y paralelamente desde la sociología
francesa Pierre Bourdieu aportaba uno de los textos más influyentes, La Distinción. Criterio y bases
sociales del gusto.
¿Qué tenían en común estos trabajos además del tema? Principalmente una orientación
teórica inserta en el paradigma del simbolismo, enfocados en la importancia de los símbolos y los
significados socialmente compartidos para explicar la cultura.
Estos primeros trabajos han tenido una influencia particular en la teoría antropológica del
consumo y el marco establecido por estos autores todavía tiene vigencia, este marco teórico-
metodológico es “culturalista”, y se enfoca en el significado de los objetos, en última instancia, son
estos significados los que determinan el por qué las personas consumen determinados objetos y
dejan de lado otros.
Demostró que dentro del intercambio Kula, los movimientos de los artículos están
regulados y determinados por normas y convenciones tradicionales que incluían ceremonias y
rituales mágicos.
Malinowski abrió una nueva puerta para entender el papel de los objetos en las relaciones
sociales y el intercambio como vínculo cultural dentro de una comunidad 1. Aunque poco
mencionado en El mundo de los bienes, el Kula le sirve a los autores como referencia para
ejemplificar ciertas analogías entre las sociedades primitivas y las modernas en función del papel
que juegan los artículos de lujo para marcar las fronteras sociales de prestigio y estatus, y para
establecer el acceso a determinado tipo de conocimiento privilegiado.
1
Marcel Mauss hizo de esta premisa su tesis central en El Don, publicado originalmente en francés en 1925,
Mauss propuso que el hecho de donar supone tres obligaciones, la de donar, la de recibir o aceptar y la de
devolver una vez que se ha aceptado.
El ataque al paradigma del homo economicus tuvo mayor resonancia en el famoso debate
sustantivista-formalista que se dio entre las décadas de 1960 y 1970. Los sustantivistas, siguiendo
a Karl Polanyi (quien estuvo influenciado por Malinowski), pensaban que los fenómenos
económicos eran inherentes a la lógica cultural propia de cada sociedad, mientras que los
formalistas pensaban que las leyes económicas que rigen a la vida de las sociedades capitalistas,
eran las mismas para todas las sociedades con diferentes niveles de desarrollo.
Los formalistas –con Burling, Leclair, Salisbury- se basan en el hecho de que, en toda
sociedad, hay formas de rareza y competición, para afirmar que las categorías de la
economía política marginalista se aplican en todas partes en donde los hombres están
ocupados en “maximizar” algo. Los sustantivistas, por el contrario, subrayan la diversidad
de los sistemas económicos y pretenden que es imposible utilizar universalmente las
categorías de la economía política porque dichas categorías han sido elaboradas para
analizar unas economías organizadas para la producción y el intercambio de mercancías,
dominadas por el mercado (Godelier, 1976: 17).
De ambos se aprovechan los rasgos más llamativos y punzantes: todo se pasa por el tamiz
de una lectura, que reduce el aporte de Foucault a un convencional argumento relativista y
que identifica la desconstrucción de Derrida con un método crítico elemental, por ser tan
previsible y mecánicamente escéptico (Reynoso, 1996: 27).
Más allá de las críticas al modelo teórico-metodológico posmodernista, se podría decir que
en términos de consumo, impulsó una óptica micro-social, las subculturas y las identidades de
grupo, género, etc., entraron en el marco del debate. Así mismo, entró en escena el plano de la
vida emocional y psicológica vinculada al consumo “Al mismo tiempo, la cultura de consumo utiliza
imágenes, signos, y bienes simbólicos que evocan sueños, deseos y fantasías que sugieren
autenticidad romántica y satisfacción emocional en la complacencia narcisista de sí mismo, y no de
los otros” (Featherstone, 1991:60).
2
El texto de Featherstone Cultura de Consumo y posmodernismo, es un buen ejemplo de cómo en ese
momento confluyen diferentes discursos en torno al consumo, como modernidad, posmodernidad,
globalización, identidades de grupo, etc.
crítica, más que al análisis. Harvey expone las consecuencias del cambio en la vida cotidiana, de
una económica rígida, a una economía flexible y efímera, es decir, posmoderna.
Hacia finales del S.XX y principios del S.XXI, algunos autores como Susana Narotzky
(2007, 2004) y José Luis Molina y Hugo Valenzuela (2006) han revisado y re-contextualizado el
tema del consumo en el marco más amplio de la antropología económica. Uno de los aspectos
más relevantes de la revisión que hacen estos autores, es que la línea marcada por los
fundacionales, Mary Douglas y Pierre Bourdieu, sigue siendo las más relevantes y de mayor
trascendencia.
De acuerdo con Narotzky, en este modelo, el consumo explica el proceso económico sobre
la base de las leyes naturales que regulan el mercado –oferta y demanda- y sobre la naturaleza
humana del deseo, el problema con este enfoque, siguiendo a la autora es que el consumo y el
ciclo económico no se consideran como procesos sociales.
Por otro lado, apunta Narotzky, la teoría de la demanda se centra en el consumo agregado,
lo que resulta en un análisis de la demanda total para cada mercancía, es decir, en la demanda
social, sin tomar en cuenta las variaciones en la conducta individual que afectan a la demanda, en
este sentido, se deberían considerar las relaciones sociales que operan en los procesos de
producción, distribución y consumo.
Para Narotzky el problema principal de los dos enfoques anteriores es que conciben el
consumo dentro del proceso económico como cadenas autónomas de
producción/distribución/consumo, y tienden a ocultar la comprensión de la reproducción social
como una articulación necesaria de las relaciones sociales mercantilizadas y no mercantilizadas.
Los enfoques de la demanda y de los medios/fines como los expone Narotzky, representan
una línea de pensamiento más cercana a la ciencia económica, y en la historia de la antropología
fue un modelo de análisis utilizado por la corriente “formalista” en el debate frente a los
“sustantivistas” sobre el papel que juegan los individuos y la cultura material en la vida social.
Baudrillard ve esta lógica en términos evolutivos, como una -etapa ulterior- de dominación,
que sustituye a la lógica de clase definida por la propiedad de los medios de producción.
Aparece como la metamorfosis última del poder económico y político. (Narotzky, 2004:
155).
El problema con la perspectiva de Baudrillard según Narotzky, es que si bien establece un
intento de sustituir el proceso económico de diferenciación y dominación política basado en la
posición de las personas dentro de las relaciones sociales de producción por la expresión y
producción cultural de diferenciación y dominación políticas, el resultado es que la lógica
totalizadora de la economía política de los sistemas capitalistas oscurece el proceso de
construcción de códigos de significación como parte de la reproducción social, entonces la política
distributiva es tanto el resultado como la continuación de las relaciones de producción y la
dominación política se reduce a la producción y el control de un código de signos.
La ventaja de este enfoque dice la autora es que el consumo se presenta como la clave
para la transformación de los procesos de producción y de distribución, y por otro lado el énfasis en
el consumo como potencial y poder creativo para decidir sobre sus recursos y como mecanismo de
empoderamiento, es decir, el consumo permite una "moralidad de igualitarismo" basado en el
poder obtenido a través de la autoconstrucción de las personas como consumidoras.
Resulta difícil ver cómo puede ser posible hablar de -empoderamiento- a través del
consumo sin tomar debida cuenta del resto de las relaciones sociales de explotación y
dominación en una sociedad determinada…En mi opinión, la teoría de Miller adolece de
una base idealista, de un énfasis excesivo en el consumo como ámbito autónomo y de su
incapacidad para basar la capacidad de acción en la historia. (Narotzky, 2004:160).
• Las relaciones que moldean y son moldeadas por la distribución de los recursos dentro de
los hogares y entre éstos.
Al llegar al S.XXI, la sociología tomó las riendas en lo que al análisis del consumo en la
sociedad contemporánea se refiere. De principal interés son los trabajos de Gilles Lipovetsky
(2004, 2007, 2008) y Zygmunt Bauman (2007, 2010). Lipovetsky ve en el consumo de la sociedad
actual una mezcla de hedonismo individual y al mismo tiempo una etapa de decepción humana
frente a las promesas de felicidad que el modelo económico promete al individuo. A este modelo lo
llama hiperconsumismo, “El consumo se organiza cada día un poco más en función de objetivos,
gustos y criterios individuales. Y ya tenemos aquí la época del hiperconsumo, fase III de la
comercialización moderna de las necesidades, articulada por una lógica desinsitucionalizada,
subjetiva, emocional.” (Lipovetsky, 2007: 36).
De alguna forma Lipovetsky rompe con el modelo de consumo que se había moldeado
durante gran parte del S. XX, en donde consumir reflejaba necesariamente la necesidad de
competir con el otro a través de la diferencia, razonamiento que lo enfrenta directamente con la
tesis principal de Bourdieu en La Distinción.
Por su lado, Bauman, propone una reflexión más crítica, la sociedad del consumismo es
una sociedad del engaño y la enajenación subjetiva:
La subjetividad de los consumidores está hecha de elecciones de consumo, elecciones
tanto del sujeto como de potenciales compradores del sujeto en cuestión: su descripción se
parece a una lista de supermercado. Lo que supuestamente es la materialización de la
verdad interior del yo, no es otra cosa que una idealización de las huellas materiales –
cosificadas- de sus elecciones a la hora de consumir (Bauman 2007: 29).
Desde nuestra perspectiva, Lipovetsky revisa el consumo desde una óptica diacrónica y ve
los desencantos de la sociedad de consumo como una cualidad intrínseca al desarrollo del modelo
capitalista, como un desenlace inevitable de un proceso cultural marcado por la producción de
mercancías y símbolos. Por su lado, creemos que Bauman, asume el problema del desencanto
hacia el consumismo desde una sociología más reflexiva, haciendo énfasis en las contradicciones
del capitalismo y como una condición humana que no es necesariamente consecuencia de un
proceso, sino de un acuerdo hipócrita entre las diferentes partes que lo configuran.
El valor social de las mercancías es uno de los aspectos que desde mi perspectiva se
encuentra en el fondo del fenómeno de consumo y en términos generales podría decir que son tres
los grandes temas que cruzan la teoría antropológica del consumo. Sobre todo los dos primeros
puntos son los que han marcado el tono de este desarrollo teórico: