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21/12/22, 0:16 Estrategia Internacional

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21/12/22, 0:16 Estrategia Internacional

UNA REFLEXIÓN SOBRE LA PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD REVOLUCIONARIA

A propósito de una lectura de El


espinoso sujeto
01/01/2003 El centro ausente de la ontología política de Slavoj Zizek

AUTOR En El Espinoso sujeto1, Slavoj Zizek intenta dar cuenta de los avatares
CLAUDIA CINATTI de la subjetividad a través de una composición filosófica, psicoanalítica y MÁS NOTAS DE
política, rastreando sus hilos conductores en la tradición filosófica TEORÍA MARXISTA
alemana –Hegel y Heidegger- en su referencia obligada a Kant, pasando
Compartir
por las más recientes teorías de filosofía política postalthusserianas, los TEORIA
atolladeros de la “subjetividad posmoderna” (y pospolítica) y una relectura
Twittear Gramsci, Trotsky y la democracia
de las coordenadas del sujeto lacaniano en la actual situación de
capitalista
“capitalismo global”.
11.01.2016 Emilio Albamonte , Matias Maiello
Su objetivo es rescatar al “sujeto cartesiano” –moderno- maldecido y
atacado por las principales academias, las teorías posmodernas, el Estancamiento secular,
deconstruccionismo y la New Age, entre otros, para un nuevo horizonte fundamentos y dinámica de la crisis
de revolución luego de la caída del “socialismo real” y la “globalización
11.01.2016 Paula Bach
capitalista”.
A PROPÓSITO DE ROSA LUXEMBURG – VIDA Y
Su mérito consiste en tratar de reinstalar la perspectiva de subvertir el
OBRA, DE PAUL FRÖLICH
dominio capitalista contra la resignación de la mayoría de los
intelectuales. Con su particular estilo provocador desarrolla una crítica Rosa Luxemburg: una biografía a la
que por momentos es muy aguda, a la intelectualidad que con su altura de la biografiada
relativismo descarado ha justificado ideológicamente el orden existente, 11.01.2016 Gilson Dantas
incluso en sus variantes “radicales”. Gran parte del libro está dedicada a
la crítica de las teorías posmodernas que han glorificado un tipo de TEORÍA
subjetividad y de práctica social basada en la “ética de la diferencia”, La estrategia soviética en lucha por
intentando demostrar que precisamente el capitalismo se ha nutrido de la República obrera
esta “subjetividad posmoderna” y de la consiguiente despolitización de las
relaciones sociales y económicas. Este intento de Zizek se inscribe en un 09.10.2012 Emilio Albamonte , Fredy Lizarrague ,
clima más general de cuestionamiento ideológico y político al proclamado Manolo Romano
“fin de las ideologías” que acompañó la ofensiva neoliberal y el
triunfalismo capitalista luego del derrumbe del stalinismo. VER MÁS +

En el prólogo, Zizek considera que El espinoso sujeto “constituye ante


todo una intervención política comprometida, que encara la cuestión
quemante del modo en que vamos a reformular un proyecto político
izquierdista, anticapitalista, en nuestra época de capitalismo global y su
complemento ideológico, el multiculturalismo liberal-democrático”.

¿Cuáles serían los fundamentos de esta “proyecto político izquierdista” y


de la subjetividad capaz de encarnarlo? Intentar responder a esta
pregunta nos lleva al atolladero del eclecticismo de Zizek en el que se
combina una lectura particular de la obra de Jacques Lacan, con una
fuerte influencia hegeliana y ciertas referencias a la teoría marxiana. De
lo que se trataría para Zizek es de buscar, en la teoría psicoanalítica, los
fundamentos del “acto revolucionario” –un acto ético de un sujeto
marcado por el exceso, que por lo tanto nunca está “a la altura de su
acto”. Esta “mezcla” particular que tiñe toda la obra señala, en realidad, la
imposibilidad de una verdadera síntesis entre visiones teóricas
contrapuestas cuya insuficiencia se hace evidente a la hora de las
conclusiones. Al final del recorrido sigue ausente el sujeto-agente capaz
de destruir verdaderamente el orden capitalista existente y comenzar la
construcción de un nuevo orden social, donde se haya desterrado la
propiedad privada de los medios de producción, la explotación y la
servidumbre asalariada.
En esta lectura crítica intentaramos dar cuenta de esta imposibilidad
teórica y de sus consecuencias políticas. Teniendo en cuenta la extensión
y la complejidad de los temas abordados en este libro, vamos a referirnos
solamente a aquellos puntos relevantes para lo que, a nuestro juicio,
constituye el nudo de la problemática de la subjetividad propuesta por
Zizek.

EL FRACASO DEL PRIMER INTENTO “DECONSTRUCCIONISTA” DE


HEIDEGGER

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La búsqueda del “núcleo irracional” del sujeto cartesiano, comienza con
un recorrido a través de la tradición del idealismo alemán de los siglos
XVIII y XIX y la relectura emprendida en el siglo XX principalmente por los
pensadores de la escuela existencialista y de la fenomenología en su
versión heideggeriana. Zizek inicia su reflexión con lo que considera el
intento más “radical” –y fallido- de “deconstrucción de la subjetividad
metafísica” emprendido por M. Heidegger.

Para Heidegger la filosofía occidental había perdido su objeto de


reflexión, el Ser, y en lugar de permitir su compresión y develamiento, le
había dado preeminencia a la construcción de una “visión del mundo”,
ovidándose de que las distintas épocas históricas no eran más que las
manifestaciones del Ser. De allí su intento de “atravesar la metafísica”, es
decir, “deconstruir” sus conceptos para que pudiera salir a luz la verdad
ontológica.

Indudablemente el pensamiento heideggeriano ha dejado una huella


profunda tanto en los teorías filosóficas como en la teoría psicoanalítca.
Zizek intenta esclarecer en primer lugar la relación ambigua –que
combina la deuda teórica con la crítica ético-política- del “pensamiento
posmoderno progresista” representado sobre todo por Jameson y Derrida
con las polémicas formulaciones de Heidegger. La incomodidad a la hora
de reivindicar lisa y llanamente la herencia heideggeriana surge nada
menos que del horror del apoyo de Heidegger al régimen nazi en sus
primeros años, del que fue funcionario universitario2.
Contra las interpretaciones de aquellos que consideran que éste fue un
“error” o un “desliz” luego corregido con su renuncia, Zizek propone que
el apoyo al nazismo está profundamente arraigado y es una
consecuencia de su pensamiento teórico; en este caso, que el nazismo
no era una “aberración” del desarrollo “normal” del capitalismo, sino que
como exceso revelaba la verdad del sistema. La “grandeza interior” del
movimiento nazi estaba en que expresaba la realización del encuentro
entre el hombre moderno y la tecnología. Su desilusión se debió en parte
a que Heidegger consideraba que la ideología biologicista y racista
actuaba como legitimación del nazismo, opacando su capacidad de
revelar la esencia del hombre moderno.

Zizek considera que el fracaso del intento de Heidegger de “atravesar la


metafísica subjetiva” 3 encuentra su expresión en su principal obra
inconclusa Ser y Tiempo. Uno de los principales temas de análisis en este
libro son los avatares del “ser en el mundo” -el Dasein- que es arrojado a
una situación –no elegida- a la que intenta por todos sus medios darle un
sentido. Esta condición de “arrojado” y su finitud es leída como un
“defecto ontológico”, estructural del Ser, que lo hace portador de una
culpa existencial y limita su libertad de elección. Heide-gger contrapone a
la supuesta “elección libre” del hombre sumergido en la sociedad
moderna anónima, típica del individualismo liberal americano, la “elección
libre de asumir el propio destino”, es decir una elección forzada del ser en
el mundo que desmentiría la posibilidad de la libertad, limitada por el
contexto en el que se dan las decisiones del sujeto. La temporalidad
adquiere aquí una significación fundalmental, ya que todo “por venir” está
desde siempre determinado por un futuro anterior, un “haber sido” y tiene
como límite la finitud -en términos heideggerianos- el “ser para la muerte”.
Esta característica no es exclusiva de la individualidad, también los
pueblos deben “asumir su destino histórico”, como repetición de
posibilidades pasadas.

Zizek sugiere que estas formulaciones no deben entenderse como una


suerte de fatalidad religiosa, y que otros pensadores han tomado nota de
esta situación particular, por ejemplo, se reencuentran posteriormente en
la “interpelación” althusseriana en la que el sujeto “proletariado” asume su
destino revolucionario porque ya ha sido “elegido” por la historia como el
portador de la revolución. También encuentra ecos de esta particular
relación entre el pasado y el presente en las formulaciones de
W.Benjamin, donde la revolución es concebida como la repetición
realizada de las posibilidades ocultas (reprimidas) que fueron derrotadas
en el pasado y que son redimidas por la reactualización de la perspectiva
revolucionaria4.
Algunos autores plantean que el fracaso del proyecto anunciado en Ser y
Tiempo que hizo que Heidegger abandonara la obra se debía buscar en
el propio carácter del lenguaje que hacía imposible la empresa
deconstruccionista. Esta posición se fundamenta en el “giro hacia el
lenguaje” que emprende el propio Heidegger.
Zizek se inclina por los que interpretan que el abandono de Ser y Tiempo
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está en una imposibilidad intrínseca, marcada por el encuentro de
Heidegger con una subjetividad radical (trascendental) ante la cual
prefiere retroceder. Encuentra aquí uno de los nudos que guiará la
constitución subjetiva.

La “imaginación trascendental” constitutiva de la subjetividad

El fracaso de Heidegger reside para Zizek en su retroceso frente al


encuentro con un núcleo de subjetividad radical, que remitiría al concepto
de imaginación trascendental de I. Kant, como primera actividad de
síntesis “espontánea” operada por el sujeto a partir de un caos previo,
condición de posibildad tanto de la existencia de los fenómenos como del
conocimiento5. Esta “imaginación” tendría un estatuto intermedio; por un
lado, por su carácter “trascendental” correspondería a lo “a priori” del
sujeto, es decir, lo que no depende de la experiencia sino que la hace
posible. Pero por otro lado, su condición de posibilidad también se
encuentra en la intuición sensible y en la multiplicidad de la realidad con
la que se enfrenta el sujeto y que afecta sus sentidos. Esta ambigüedad
hace que la imaginación trascendental tenga un lugar intermedio entre el
orden de lo fenoménico y lo nouménico, que constituya una suerte de
mediador entre la “naturaleza” con su presentación caótica y
fragmentada, y la “cultura”, que hace legible estos fenómenos al sujeto
trascendental. Ahora bien, ¿se trataría entonces de una facultad sintética
de una jerarquía inferior al entendimiento pero de la misma naturaleza “a
priori”? Para Zizek, hay entre ambos términos una contradicción y un
antagonismo, y lo resuelve a favor del carácter “presintético”, violento de
la imaginación, como negatividad, como momento de locura inherente a
la subjetivación. Considera que éste es el abismo frente al cual retrocede
Heidegger. La imaginación constituye un “punto cero”, un vacío
constitutivo de la subjetividad enfrentada con la multiplicidad de objetos
parciales, fantasmáticos, anterior a todo proceso de simbolización.

La conclusión a la que va llegando Zizek se estructura por la siguiente


pregunta: si para el idealismo alemán la realidad no es algo dado que el
sujeto percibe, sino un “artificio” constituido por medio de la síntesis
trascendental del sujeto, ¿qué antecede a esa realidad constituida
trascendentalmente?

Aquí llegamos a un punto central que articula, desde la perspectiva


filosófica del idealismo, la concepción que sostendrá Zizek del sujeto
como negatividad abstracta, radical, “noche del mundo” o pulsión y su
relación con la realidad, suponiendo un fundamento anterior a la razón,
que ésta no podrá nunca aprehender como tal. Frente al fracaso
heideggeriano, según Zizek, será Lacan el que pondrá de relieve este
“núcleo psicótico” del sujeto cartesiano, llevando hasta el final las
consecuencias de esta “brecha ontológica” entre una realidad constituida
simbólicamente y un momento previo (supuesto), lo Real fragmentado
que la precede, mostrando que lo que resiste en el sujeto moderno a ser
incorporado completamente a su medio es el propio inconciente para el
cual el principio de realidad no cuenta. En la teoría lacaniana, es la
fantasía o el “fantasma” lo que intenta cerrar esta “brecha” entre la
realidad constituida simbólicamente (ontológica) y lo Real preontológico,
proyectando sobre éste último la imagen de la realidad constituida.

En el apartado siguiente veremos cómo este “núcleo irracional” del sujeto


se abre camino a través de la lectura de Zizek de la filosofía hegeliana
articulada con la teoría psicoanalítica en su formulación lacaniana.

TRAS LAS HUELLAS DEL IDEALISMO ALEMAN (o cómo poner


nuevamente la dialéctica al revés)

La noche del mundo

“El ser humano es esta noche, esta nada vacía, que lo contiene todo en
su simplicidad –una riqueza inagotable de muchas representaciones,
múltiples, ninguna de las cuales le pertenece- o está presente. Esta
noche, el interior de la naturaleza, que existe aquí –puro yo- en
representaciones fantasmagóricas, es noche en su totalidad, donde aquí
corre una cabeza ensangrentada –allá otra horrible aparición blanca, que
de pronto está aquí ante él, e inmediatamente desaparece. Se vislumbra
esta noche cuando uno mira a los seres humanos a lo ojos –a una noche
que se vuelve horrible”. 6

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Hemos reproducido esta cita de Hegel, ya que para Zizek –junto con la
actividad de disolución del entendimiento como una de las figuras de la
conciencia sometida a la experiencia, analizada en la Fenomenología del
Espíritu 7- tiene un valor constitutivo del sujeto en cuanto negación
radical. Esta “noche del mundo” sería un momento fundante de locura
(presimbólica), cuya superación es condición para el acceso al logos. Así,
según Zizek, Hegel rompe con la tradición subjetiva de la Ilustración: el
núcleo del sujeto ya no sería “la luz de la razón”, sino que más bien, sin
este pasaje por la locura no hay subjetividad posible.
Zizek establece un hilo que parte de la imaginación trascendental de
Kant, pasa por la noche del mundo hegeliana y por la espectralidad de
Derrida, y encuentra su expresión quizás más acabada en la pulsión de
muerte freudiana y su relación con el orden de lo Real de la formulación
lacaniana8. Este “rasgo patológico constitutivo del sujeto” tiene sus
consecuencias en la relación intersubjetiva porque, antes de que sea
posible una relación entre dos sujetos, hay algo más primario, una
relación con un otro que aún no está subjetivado. Por eso el otro aparece
en la teoría psicoanalítica como una “otredad monstruosa”, que
justamente la ley simbólica vendrá a mediar, colocándola en el “horizonte
común de la comunicación discursiva”. Las “ideas racionales” y el edificio
simbólico intentan ocultar esto Real monstruoso, fragmentado,
preontológico.

Ahora bien, ¿dónde encuentra Zizek el fundamento de este “núcleo


irracional”, esta “dimensión preontológica” en la teoría hegeliana? Según
su interpretación, la formulación hegeliana es el negativo de la definición
kantiana de la “realidad trascendental”, es decir que las insuficiencias de
nuestro conocimiento, sus visiones unilaterales, sus contradicciones, son
a la vez insuficiencias de nuestro objeto de conocimiento, de la realidad.
Este punto de falla impulsaría permanentemente el proceso dialéctico e
impediría el determinismo y el intento de reestablecer una “totalidad
orgánica” y un reencuentro armonioso del sujeto con la sustancia social.
Zizek intenta pensar las consecuencias de este supuesto previo caótico
para la constitución de la realidad social. Esta para sostener la apariencia
de consistencia dada por su constitución simbólica, supondría un
“significante vacío”, el “significante amo” lacaniano que ocultaría esta falla
de origen.

Sintéticamente podemos decir que lo que le da sentido y unidad a la


primera reflexión desde la filosofía es una relectura con categorías
lacanianas de conceptos hegelianos, sobre todo en lo que más le interesa
a Zizek, la definición de la “negación de la negación” y la tensión
permanente entre lo universal y lo particular.

La negación como pulsión

Para Zizek, la negación de la negación en Hegel implica un primer


momento de negatividad radical, que en realidad es poco radical y
necesita un segundo momento para completarse. Plantea que por
ejemplo, la primera reacción de los oprimidos es imaginarse un mundo
sin opresores: las feministas imaginan un mundo sin hombres, los
obreros un mundo sin capitalistas. ¿Por qué esta primer negación no
sería lo suficientemente radical? La explicación que nos ofrece Zizek es
que para serlo debería implicar una transformación sustancial de la
identidad propia que, en realidad, está mediada por el Otro, es decir
¿cómo ser obrero sin patrones?, la supresión del Otro (patrón) conlleva a
una reformulación radical de la propia posición (la del obrero) que no
podría sustentarse. Esquemáticamente esto significaría que la primera
negación niega un elemento pero no el espacio simbólico compartido (por
ejemplo el sistema capitalista), lo que completaría el segundo momento
de la negación.
En esta lectura particular, la negación de la negación constituiría un
movimiento en dos tiempos, una repetición que implicaría el pasaje del en
sí al para sí y que, como tal, no agregaría nada nuevo, sino que afirmaría
en su segundo movimiento lo que ya era en sí en el primero. Zizek lo
emparenta con el concepto psicoanalítico de repetición como retorno de
lo reprimido: un primer movimiento fallido que retorna en el segundo9.

Este fracaso de la primera instancia y su retorno remite nuevamente a


este “rasgo patológico” inmanente a la subjetivación, que se hace
extensivo a la realidad misma.
Zizek opone esta interpretación a la que se correspondería con una
concepción de “totalidad orgánica” que pasa por los momentos de
negación y alienación para reencontrarse consigo, es decir, una lectura
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en clave positivista del concepto de Sujeto Absoluto como unidad
reencontrada entre sujeto y sustancia.

Para Zizek este Sujeto Absoluto en realidad fracasa en su unidad-


identidad con la sustancia. Justamente, considera por ejemplo, que la
Fenomenología del Espíritu podría ser leída como “el fracaso permanente
del sujeto para realizar su proyecto en la sustancia social”, a la que no
puede imponerle su visión particular, es decir que no habría tal sujeto sino
que en el esquema teórico hegeliano, éste no sería más que un momento
de engaño unilateral, de afirmación de la propia particularidad, el
momento de engaño en que un elemento particular pretende afirmarse
como universal, cuyo destino es necesariamente volverse contra sí
mismo, autonegarse. La conclusión de esto es que la negación de la
negación constituye “la matriz lógica del fracaso necesario del proyecto
del sujeto”.

El esquema de la lógica triádica –Lógica, Naturaleza, Espíritu- con sus


tres movimientos –popularizados como tesis, antítesis y síntesis-,
corresponderían para Zizek a la visión tradicional de “la sustancia como
sujeto”, es decir, una sustancia que se externaliza en otro y después de
ponerse en su otredad, vuelve a unirse armónicamente con ella misma.

¿Cómo quedaría entonces reconfigurado el sistema lógico hegeliano


suponiendo la inclusión de este Real caótico y previo, este campo de la
pulsión que no está ni en la Naturaleza ni en la Cultura y que hace fallido
el encuentro del sujeto con la realidad?
El esquema que propone Zizek es el siguiente: 1) la Lógica objetiva que
define las categorías de la realidad presubjetiva. 2) la Lógica subjetiva
que describe la estructura del razonamiento del sujeto finito –desde el
concepto al silogismo. A partir de aquí comenzaría el aporte de Lacan que
completaría la lógica hegeliana: 3) la Lógica intersubjetiva que es la
lógica del significante, el orden simbólico que no es ni objetivo ni subjetivo
y que por lo tanto deja planteada la brecha entre la primera y la segunda
naturaleza y 4) la Lógica absoluta de lo Real, de la pulsión, del exceso.

La configuración idealista del sujeto

¿Cuál es la conclusión de este extenso recorrido filosófico a través el


idealismo alemán con respecto al sujeto?

Intentemos unir los elementos hasta ahora desarrollados para


aproximarnos a esta construcción idealista del sujeto que ya podemos ir
rastreando.
En primer lugar, la “noche del mundo” constituye el rasgo patológico
constitutivo del sujeto en su pasaje de la naturaleza a la cultura,
emparentada con el concepto de pulsión10 y negatividad abstracta.

Este rasgo patológico del sujeto es cosustancial con un rasgo patológico


en la realidad. La sustancia social no representa una reconciliación entre
la Naturaleza (lo objetivo) y el Espíritu finito (lo subjetivo). En términos
más actuales, podríamos decir que siempre subsiste una brecha entre
este pasaje de la primera a la segunda naturaleza –la cultura-, un estado
de equilibrio precario que puede ser desbaratado por cualquier
contingencia. Esto implica una posición inestable del sujeto, que no
puede sostenerse completamente en ninguna de las dos, ya que la
primera la ha perdido y en la segunda siempre encuentra una falla. Para
Zizek, El Malestar en la Cultura de Freud daría cuenta de esta frágil
posición subjetiva. La posibilidad de que este pasaje tome un curso
descarriado puede asumir formas psicopatológicas, por ejemplo la
psicosis.

Por lo tanto, hay un núcleo que resiste a la reconciliación del sujeto con la
segunda naturaleza, éste es la “noche del mundo” o la pulsión que
constituiría un núcleo irracional que por definición escapa a la
simbolización.

Para Zizek, esta negatividad constitutiva explica lo que llama los “apegos
obstinados” del sujeto, por ejemplo a su indentidad étnica, con los que
intenta cubrir el vacío. Esto remitiría a la “elección forzada” del sujeto, que
cuando se enfrenta a una toma de posición radical entre la “totalidad
orgánica” y la “locura del rasgo unilateral” que pone en peligro al todo,
elige indefectiblemente este último. En este sentido interpreta la particular
visión de Hegel del terror revolucionario en la Revolución Francesa como
una mediación necesaria, un momento de negatividad radical que

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destruye el viejo orden y deja planteadas las condiciones para que se
construya el nuevo orden racional del Estado.

En cuanto al sujeto, reafirma las principales definiciones de Lacan: el


deseo está siempre referido constitutivamente a una nada, a una falta, a
un objeto perdido para siempre como precio por la inclusión en el
lenguaje que es causa del deseo. Los “apegos obstinados” de los sujetos
actúan como sustitutos de esta nada, de este vacío, en realidad,
constitucional. Según Zizek, los “herederos políticos de Hegel” son
aquellos que parten de la lógica política del excedente constitutivo que
está presente en todo orden establecido.

El recorrido filosófico culmina en una “corrección” del idealismo alemán


con las armas del estructuralismo francés lacaniano, es decir, un “retorno”
mediado por la estructura del lenguaje, a una concepción idealista del
sujeto que niega unilateralmente su “ser natural” al que considera
irremediablemente perdido, rompiendo toda relación dialéctica entre
sujeto y objeto, o más precisamente entre sujeto y estructura.

LAS DESVENTURAS DE LA “POLITICA DE LA VERDAD” (O EL


SUJETO POLITICO PERDIDO EN LOS DESFILADEROS DEL
SIGNIFICANTE)

En la segunda parte de su libro, Zizek hace una extensa revisión de las


teorías políticas de Balibar, Rancière, Badiou y Laclau. Estos cuatro
intelectuales comparten una matriz teórica con raíces en la filosofía de
Althusser, con la que posteriormente rompen.

Leyendo atentamente los fundamentos de estos autores, lo que surge es


su adaptación a las condiciones de la “pospolítica” o el “posmarxismo” en
el sentido de que la revolución social, tal como la conocimos en el siglo
XX -sus fuerzas motrices y su estrategia- es un proyecto acabado del
pasado, ya sea porque ha llevado al “totalitarismo” (esto en el caso de
Badiou) o por afirmar la primacía de lo “político” y tomar como dado las
bases económicas del capitalismo “global”. En el caso de Laclau, el
sujeto se reduciría a un “agente que opera la hegemonía” en los límites
de la “democracia”, reduciendo la política a la lucha por hegemonizar con
un contenido particular un significante ideológico universal que en
realidad es un vacío. Esta situación surge del hecho de que para Laclau
la sociedad como tal es un imposible y que sólo puede expresarse a
través de la lucha por la hegemonía de las identidades inestables. La
tarea teórica sería “deconstruir” estas hegemonías, mostrando su
carácter provisorio, ilusorio y en última instancia ideológico.

Vamos a centrarnos sobre la revisión de Alain Badiou, ya que es el que


parece intentar teorizar sobre un cambio social fundamental, y del cual
Zizek, con algunas reservas, se siente más próximo.

El concepto de “acontecimiento” en la teoría política de Badiou juega un


rol central para desginar lo más parecido a un cambio radical del orden
establecido11. Sin embargo, estos “acontecimientos” –que para Badiou
definen procesos tan diferentes como por ejemplo el cristianismo (dedica
una parte importante de su obra a la relectura de San Pablo), la
Revolución Francesa o la Revolución Rusa-, no constituyen procesos
históricos que surgen de las correlaciones de fuerzas previas, de las
luchas políticas, ideológicas y militares de las clases antagónicas, no
puede ser explicado en los términos históricos, sino que ocurren de forma
contingente e impredescible, surgen de la nada. Es que la reflexión de
Badiou no parte de la experiencia histórica de los levantamientos de las
clases explotadas y de las revoluciones obreras (triunfantes y
derrotadas), de las fuerzas motrices que las llevaron adelante, sino que
responde a una discusión filosófico-ontológica que involucra al “ser” y la
“verdad”, en el sentido en que el acontecimiento revela la “verdad” de una
situación dada, esta verdad es a la vez contingente y única para esa
situación concreta.

El acontecimiento-verdad será aquel que irrumpa en el orden positivo del


ser y sea capaz de cambiarlo de raíz. ¿Quiénes son los sujetos de estos
acontecimientos? No son actores sociales, clases, sujetos políticos
organizados con una estrategia revolucionaria, sino un sujeto que en la
situación reconoce los signos de la verdad y se hace su agente, en este
mismo acto de subjetivación política, emerge un sujeto contingente de
decisión, que no se basa en la situación fáctica preexistente, y que su
elemento distintivo es lo que llama la “fidelidad al acontecimiento”. Por lo

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tanto, el acontecimiento sólo es legible a través de su sujeto agente (ya
que no se puede comprender a partir de las condiciones objetivas y
subjetivas previas) que es el que finalmente “nombra” al acontecimiento,
que sólo puede ser reconocido por los sujetos involucrados. Yendo a un
ejemplo histórico ¿qué le indicaría a un observador no implicado que los
sucesos acaecidos en 1789 son la “Revolución Francesa”? Desde la
perspectiva de Badiou nada hace que esta serie de hechos sea la
“Revolución Francesa” más que los sujetos que la nombran, es decir ésta
no es una categoría objetiva, sino que constituye el nombre con el que los
sujetos simbolizan su actividad, por eso la denominación es parte del
acontecimiento.

¿Qué consecuencias tiene esta estructura “novedosa” de reducir


procesos históricos a un solo acto de un sujeto contingente?

Aunque frente al cinismo posmoderno Badiou se refiera a la necesidad y


al deseo de un cambio radical, desde el punto de vista de la
interpretación histórica de procesos revolucionarios para anticipar
desarrollos futuros y aportar a una estrategia que termine
verdaderamente con el sistema capitalista, la teoría del acontecimiento-
verdad no significa un avance.

En relación al sujeto-agente, Zizek encuentra un punto importante de


coincidencia entre el sujeto del que habla Badiou y el sujeto lacaniano: se
trata, en ambos casos, de un sujeto contingente, que plantea la paradoja
de que, con su acto, le da al caos previo la apariencia de orden “objetivo”
de la realidad. Es en este sentido que Zizek afirma que toda ontología es
política y que el sujeto es su centro ausente.
Este sujeto se hace “agente de una verdad” que no ha generado ni le
pertenece. Pero previo al acto de subjetivación, es pura negatividad, es
decir no tiene un desarrollo histórico, que en su combinación dialéctica
con las condiciones objetivas, hace que se asuma como sujeto
(revolucionario). En términos lacanianos, es pura pulsión de muerte.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando ese acontecimiento se hace “ser”, es decir
cuando establece un nuevo orden “positivo”? Aquí el problema es más
grave, ya que para Badiou esto implicaría perder la radicalidad del
acontecimiento. Y a pesar de sus coincidencias la crítica de Zizek a
Badiou parece acertada: en efecto, sostiene que su práctica política –al
igual que en el caso de Rancière y su teoría de la rebelión espontánea de
los excluidos que se levantan para “hablar por sí mismos”- se caracteriza
por una posición que espera estallidos marginales espontáneos de
politización, que en sí mismos ya están condenados al fracaso porque
retroceden ante el orden existente.

El multiculturalismo como complemento ideológico de la etapa


actual del capitalismo

Quizás uno de los puntos más agudos de la crítica de Zizek a las teorías
políticas de las últimas décadas sea su evaluación del multiculturalismo,
la política de identidades y lo que denomina la “pospolítica posmoderna”
cuya expresión concreta la constituye la “Tercera vía” y su referente
teórico la “sociedad de riesgo”12. Para Zizek constituyen el complemento
ideológico de la etapa neoliberal de capitalismo.

La definición –por lo demás poco rigurosa- que hace Zizek del


“capitalismo global” toma como propios los mitos más conocidos de los
teóricos de la “globalización”. Sintéticamente, Zizek plantea que el
dominio de las multinacionales habría terminado con la diferencia entre
metrópolis y estados (semi) coloniales, por la sencilla razón de que tanto
sus territorios de origen como el resto del mundo constituirían un
mercado homogéneo a conquistar. En línea con este argumento, lo que
llama el “poder colonizador” ya no estaría en los estados nacionales (por
caso, los países imperialistas, y en particular Estados Unidos), sino en las
corporaciones globales. No podemos más que rechazar por falsa esta
mistificación. La mayor internacionalización del capital lejos de haber
borrado la jerarquía de estados que componen la situación internacional
entre estados imperialistas y estados semicoloniales, la ha exacerbado
(valga sólo como un ejemplo la ofensiva guerrerista de Bush para
reafirmar la hegemonía norteamericana).

Hecha esta aclaración la crítica de Zizek al multicultarilismo posmoderno


como forma ideológica del neoliberalismo resulta contundente: el
multiculturalismo trataría desde una posición “global vacía” a los Otros

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(las otras culturas, las otras identidades) “como el colonizador al
colonizado”, constituyendo de ese modo “una forma renegada de
racismo” (no un racismo directo) en la que el respeto a la especificidad
del Otro no es más que la manera de demostrar la propia superioridad.

Pero el punto más importante de su crítica tiene que ver con que la lucha
por la “politización de las distintas identidades” (étnicas, sexuales, etc.) se
basa en que la pospolítica posmoderna ha descartado la posibilidad de
que el capitalismo pueda ser derrotado y ha encontrado en estas luchas
identitarias, una salida alternativa que no afecta al sistema capitalista
mundial que es capaz de absorberlas. Para Zizek se trataría no sólo de
una “despolitización de la economía”, es decir la naturalización del
capitalismo, sino también de una “despolitización de la política”,
reemplazando la lucha política por la “lucha cultural por el reconocimiento
de identidades marginales” y la tolerancia de las diferencias13.

La sociedad de riesgo como ocultamiento de la explotación


capitalista

Si el multiculturalismo es funcional a las identidades fragmentadas de las


que se nutre como subjetividad el capitalismo en su etapa actual, los
teóricos de la “sociedad de riesgo” le ofrecen una máscara de
ocultamiento a las bases del dominio capitalista. Zizek se refiere sobre
todo a la concepción de “segunda modernidad” de teóricos como Beck y
Giddens, y también a las expresiones políticas, sobre todo al “nuevo
centro radical” anunciado por Tony Blair como transformación del viejo
laborismo en el New Labour.

Para Zizek, estas corrientes se basan en un hecho inobjetable desde su


punto de vista, a saber, el derrumbe de las viejas garantías, de la
“autoridad simbólica”, o en términos lacanianos, la constatación de que el
Otro no existe más que como ficción simbólica, y como tal tiene sus
efectos. Retomaremos esto en el próximo apartado.
Esta caída del Otro –que traducido a un lenguaje común podría tomarse
como el fin de las garantías, notablemente del estado garante
(benefactor), supuestamente tendría un efecto liberador para el sujeto
con respecto a antiguas coacciones “modernas”, como la tradición, y a la
vez hacen de la incertidumbre y del riesgo las características esenciales y
universales de la vida contemporánea. También lo liberarían de
discusiones ideológicas que los posmodernos consideran “pasadas de
moda”, como las oposiciones entre izquierda y derecha, socialismo y
capitalismo, con una resolución pragmática de que las “buenas ideas son
las ideas que dan resultado” (frase preferida del gobierno de T. Blair), ya
sea que provengan de la derecha neoliberal o de la izquierda
socialdemócrata.

El diagnóstico que hace Zizek de estas corrientes es que operan una


despolitización de la economía, naturalizando las leyes del mercado y del
capitalismo como instrumentos “neutros”, a los que a lo sumo hay que
contrarrestarlas con el debate público y la acción política no ya del estado
sino de los grupos de interés involucrados.
De esta forma, la supuesta libertad de elección de este “sujeto autónomo”
es falaz y oculta lo que en realidad determina las elecciones posibles, la
economía capitalista. Esto mismo está en la raíz de su fracaso político.

El segundo aspecto de la crítica de Zizek a los teóricos de la “segunda


modernidad”, es que suponen un sujeto “moderno” en una época
“posmoderna”, es decir, que por un lado no ubican a la economía
capitalista de mercado como el factor principal de generación de riesgo, y
por otro sostienen un sujeto “autónomo”, que puede tomar libremente sus
decisiones, sin reflexionar sobre el impacto subjetivo de la
mercantilización de las esferas más íntimas de la vida.

Resumiendo, podríamos decir que el elemento central que esta crítica


pone de relieve es la despolitización-naturalización de las relaciones
económicas y de mercado y el ocultamiento de las nuevas formas de
dominación subjetiva explotadas por el “capitalismo global”. Zizek lo
expresa en términos lacanianos, planteando que aceptan la lógica
anónima del mercado como un Real neutro, cada vez más despolitizado.
De lo que se trataría para salir del atolladero es de repolitizar la
economía. Para Zizek esto sólo es posible recurriendo a la combinación
de dos teorías que los posmodernos y los partidarios de la tercera vía
consideran perimidas: el marxismo como “develador”de las relaciones
económicas, entendidas por Zizek como “relaciones de mercado” y el

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psiconálisis desde el punto de vista de la subjetividad.
¿Cuál es el resultado de este intento? ¿Puede esta “combinación”
producir una nueva subjetividad revolucionaria que retome como su
horizonte la destrucción de las relaciones capitalistas de producción y la
construcción de una sociedad socialista? Como veremos en las
conclusiones del propio Zizek, esto no es así.

SUBJETIVISMO – ACTO ETICO Y POLITICA DE LOS “EXCLUIDOS”

La confusión resultante de la extensión de los conceptos lacanianos a la


explicación de la realidad, incluso al intento fallido de transformarla, se
hace crítica a la hora de pensar un proyecto para “una política de
izquierda” y por lo tanto resulta completamente impotente para explorar
las vías del surgimiento de una nueva subjetividad revolucionaria, que
niegue la fragmentación y la resginación posmoderna, ya que comparte
muchas de sus fundamentos teóricos.

Veamos cuáles son para Zizek los determinantes de lo que constituiría “el
verdadero acto político”, la revolución. En primer lugar, la época en la que
vivimos se caracterizaría por un derrumbe del modo de subjetivación
edípico, donde el padre simbólico que encarna la ley, con su prohibición
del incesto y la castración simbólica como operador, inscribe al sujeto en
el campo del Otro del lenguaje, en el del deseo. La “autoridad simbólica”,
el Otro de la garantía no existe. Esto explicaría la emergencia de lo Real
en bruto en la violencia irracional del racismo, en las luchas étnicas y en
las guerras. Las coordenadas del “acto” se definirían entonces, no por las
determinaciones históricas y materiales, sino por el encuentro con lo Real
traumático, el “acontecimiento”, que por definición es indecible. Para
Zizek, la condición indispensable para que emerja el “verdadero sujeto”
es reconocer que no hay Otro a quien responsabilizar por nuestro destino
y a quien apelar para que intervenga (por ejemplo dirigiéndole demandas
de protección de los más desposeídos al estado), y en quien justificar
nuestros actos. Acá entramos en las más extrañas paradojas que no
resisten el más mínimo análisis. Por ejemplo, para Zizek el marxismo
evitaría la emergencia de este sujeto verdadero, en la medida en que ha
pretendido presentarse como ciencia. Pero esto no le impide hacer una
extraña reivindicación de Lenin14 en los términos de que pudo tomar el
poder y comenzar a construir un estado obrero justamente porque no
creyó en el Otro. Aplicándole la formulación de Lacan de que se es
responsable por la propia posición subjetiva, sostiene que Lenin asumió
la posición de un “amo auténtico” porque era conciente de lo que
implicaba su acto y estaba dispuesto a pagar el precio por sostener el
poder soviético. Esto lo diferenciaría de Stalin y la burocracia soviética
que justificaban sus actos -como las purgas de fines de los ‘30- en un
Otro, se ubicaban como instrumento de este Otro, por ejemplo del
proceso histórico, del avance del socialismo ruso.

Su rechazo del materialismo histórico da lugar a una interpretación


ultrasubjetivista de las relaciones sociales y a una definición realmente
insostenible de lo que sería la “lucha de clases”. Zizek establece primero
una distinción que, a su juicio, existe entre el uso que hace Marx del
término “clase obrera” para referirse más bien a una categoría
sociológica, y el de “proletariado” para definir un sujeto revolucionario.
¿Qué definiría al proletariado, y al resto de las clases sociales? Ya no la
propiedad de los medios de producción y las relaciones sociales que
emergen de la estructura económica, en las que el individuo se encuentra
inmerso y no dependen de su voluntad y que con su trabajo reproduce.
Es decir, una categoría objetiva. Para Zizek, lo “novedoso” de esta época,
que para él es posmoderna -aunque critique al posmodernismo desde el
punto de vista ideológico y político-, es que las clases se definen por una
“toma de posición subjetiva”, es decir, los bandos opuestos en la lucha de
clases están separados por un línea de demarcación “radicalmente
subjetiva”. Es un proletario aquel que responde al llamado, el individuo
que asume su posición ante el acontecimiento-verdad. En este sentido,
conserva puntos de contacto con el concepto de “interpelación” de
Althusser: la lucha de clases actúa como una interpelación a los
individuos para que emerja en el acto el “sujeto proletario”.
Para Zizek, las relaciones de mercado del capitalismo “global”constituyen
la “otra escena” de las teorías pospolíticas y posmodernas, es decir, en
términos psicoanalíticos, el fantasma o la fantasía que sustenta toda su
arquitectura simbólica. De ahí su definición y la tarea que tendría una
política verdaderamente revolucionaria: “Porque la economía
despolitizada es el fantasma fundamental renegado de la política
posmoderna, el acto verdaderamente político necesariamente entraña la
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repolitización de la economía: en una situación dada, un gesto sólo
cuenta como acto si perturba (“atraviesa”) su fantasma fundamental”15.

¿Cómo se ejercería esta política de la izquierda que propone Zizek?


Primero debe definir desde dónde actuar. La propuesta de Zizek es que
una política es de izquierda si se identifica con el “sinthome”, es decir con
aquel nudo que al desatarlo derrumba el conjunto del sistema. Identificar
este síntoma es identificar lo excluido, que es inherente al orden universal
existente pero que no tiene un lugar propio en éste, por ejemplo, los
trabajadores inmigrantes, los sin techo, los desocupados. Estos
“particulares” jugarían en el sistema capitalista actual el rol que Marx
había dilucidado para la clase obrera, que emancipándose a sí misma de
la esclavitud asalariada y destruyendo la propiedad privada de los medios
de producción, emanciparía al conjunto de la humanidad. Fudamenta de
este modo una política de los “excluidos”, y aunque plantea como
solución radical al dilema ético que supone el control de la información
por corporaciones multinacionales (incluso de la información genética)
una suerte de “socialización del proceso de producción”, queda sin
responder qué sujeto social y político, que no sea la clase obrera en
alianza con las clases expoliadas por el capital, será capaz de destruir el
sistema capitalista y con él la explotación del hombre por el hombre.

¿Acto ético o revolución?

La conclusión de Zizek es que sólo un acto auténtico, es decir, el que


“atraviesa el fantasma”, es el que puede redefinir el conjunto de las
reglas, incluso las del propio sujeto. De ahí su dimensión “subversiva” o
incluso “terrorista”. El verdadero acto político entonces es el acto
revolucionario, no en el sentido que entendemos los marxistas una
revolución, sino en el sentido de un acto ético irreductible de un sujeto
que se mantiene fiel a su decisión, más allá de las consecuencias que
éste traiga.
Nuevamente este acto político auténtico tiene como paradigma el acto
auténtico formulado por Lacan (cuya ética era No retroceder frente al
deseo). Sintéticamente, Lacan diferencia esta ética de los “actos morales”
de Kant, en cuya teoría era una condición necesaria que dicho acto sea
subjetivizado, es decir, llevado adelante por un sujeto con una voluntad
libre de toda motivación o interés (de ahí que nunca se puede estar
seguro de estar realizando verdaderamente un “acto moral” que no sea
por algún motivo, por ejemplo, conseguir la estima de alguien). Para
Lacan, el “acto auténtico” en realidad nunca puede ser asumido como
propio totalmente por el sujeto, sino más bien es lo que lo divide, es algo
externo al sujeto, equivalente conceptualmente al trauma. Es decir, el
sujeto no está “a la altura” de su acto, pero paradójicamente, aunque no
lo haya decidido intencionalmente, decide asumir sus consecuencias.

¿Cómo actúa esto a nivel del acto político por excelencia, la revolución,
según Zizek?
Tiene el sentido de una “elección forzada”, de un sujeto que como
“mediador evanescente”, con su acto sienta las condiciones para un
nuevo principio absoluto, por esto implica como tal la dimensión del
“terror” y el “terrorismo” ante el cual no habría que retroceder.

Cuanto más se acerca Zizek a aplicar estos conceptos a la realidad


histórica, más podemos apreciar las mistificaciones a las que lo lleva,
incluido el diagnóstico de “histérica” o “perversa” a las posiciones
asumidas en agudas luchas políticas. En su particular interpretación de la
contrarrevolución stalinista, por ejemplo la actitud de Trotsky y sus
partidarios respondería a una “idealización de la revolución”, que luego de
la “traición inevitable” añoraban nostálgicamente las primeras épocas de
la revolución. Para Zizek, se trataría de evitar estas tentaciones
nostálgicas, del mismo modo que su error opuesto, de separar la idea
noble de la revolución de su realidad violenta. Su conclusión es que,
inevitablemente, “la revolución se come a sus propios hijos”.
Evidentemente, si para Zizek la lucha contra el stalinismo -que simboliza
en la “figura” de Trotsky- respondía a una “idealización”, por lo tanto a una
“utopía”, su supuesto “realismo” cubre una suerte de fatalismo, de destino
inevitable, al que pretende explicar por “excesos” subjetivos. Esto lo
acerca inexorablemente a aquellos mismos a los que critica, al suponer
por ejemplo, que por alguna razón oscura de las posiciones que asumen
los sujetos, estaba escrito en la dinámica de la revolución rusa el triunfo
de la contrarrevolución stalinista y no que ésta fue producto de una
combinación concreta de condiciones objetivas y subjetivas.

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Ahora bien, incluso si dejamos de lado la historia y las revoluciones
pasadas, ¿qué ejemplo nos ofrece en la actualidad de un acto auténtico?
Lamentablemente, hacia el final de la obra y de un recorrido tan extenso,
el ejemplo de un “acto auténtico” que encuentra Zizek más apropiado
para ilustrar sus formulaciones, es un caso de una maestra que mantiene
una relación amorosa con su alumno de 14 años y por esto mismo
enfrenta un juicio. Su heroísmo estaría en no ceder frente al juicio, a la
derecha religiosa que intentaba condenarla y la posición comprensiva que
intentaba “curarla”. A todas luces, es un ejemplo muy pobre a la hora de
pensar los grandes problemas teóricos, estratégicos y políticos que
supone una revolución que pueda poner fin al sistema capitalista.

UNA COMBINACION ECLECTICA

En el terreno filosófico, la búsqueda de Zizek de los nudos de la


subjetividad se limita exclusivamente al idealismo alemán y pasa, sin
solución de continuidad, de Kant y Hegel a Heidegger, tomando en el
camino conceptos de Schelling, Fichte, Kierkegaard o Nietzsche. Este
recorrido “salta” nada menos que la crítica de Marx al idealismo objetivo
de Hegel y su superación en la dialéctica materialista. Marx mostró que
quienes hacen la historia son sujetos colectivos (las clases sociales como
actores fundamentales, pero también minorías étnicas, nacionalidades,
etc.), determinados a partir de ciertas relaciones sociales. Este “salto
teórico” lleva a Zizek a la traspolación de las estructuras supuestas de un
sujeto abstracto –que desde su concepción psicoanalítica está
determinado por la estructura del lenguaje, la diferencia sexual o el goce
de la pulsión y no por sus condiciones materiales de existencia-, a los
sujetos sociales concretos y a sus acciones. Es así, entonces, que no
puede extrañar que la búsqueda de una subjetividad emancipadora se
agote en las posibilidades de un “acto ético” de un sujeto, ya sea en su
singularidad o como parte de un colectivo social.

El intento de Zizek de conciliar la teoría psicoanalítica con la realidad


social de nuestra época, parte de una aceptación acrítica de la
concepción lacaniana del sujeto y de sus relaciones con la estructura
social y tiene como resultado una combinación ecléctica que lleva a un
retorno a una suerte de irracionalismo idealista desde el punto de vista
filosófico y a un voluntarismo subjetivista como práctica política.

Los fundamentos de la teoría lacaniana llevan el sello de un idealismo


que absolutiza la estructura lingüística como determinante del sujeto, el
que por su condición de ser hablante ha perdido para siempre su relación
con el objeto. En este esquema teórico, la realidad efectiva constituye el
campo de lo imaginario, lo Real es algo inaprehensible y el sujeto, un
efecto de estructura16. Esta “exorbitancia del lenguaje” es señalada por
Perry Anderson en su libro Tras las huellas del materialismo histórico
donde traza el derrotero del estructuralismo desde Levi-Strauss,
Althusser, Lacan y su continuación en el postestructuralismo de Foucault,
Derrida, Deleuze y Guattari entre otros, a partir de la extensión de la
teoría lingüística de Ferdinand de Saussure a todos los campos de las
relaciones humanas, pero dándole una preeminencia absoluta al
significante por sobre el significado. El estructuralismo ha operado así
una independización de las estructuras tanto con respecto a los sujetos
como a la propia dinámica histórica. En este marco conceptual se inscribe
la postulación de “estructuras sin sujeto” o la sentencia derrideana de “no
hay nada fuera del texto”, lo que ha implicado un retorno a un idealismo
conservador basado en estructuras inmutables.

El pensamiento de Zizek en realidad mantiene puntos de contacto con las


mismas teorías a las que critica. Afirma que vivimos en una situación
signada por el derrumbe de la idea marxista de que el capitalismo
engendra a su propio sepulturero, el proletariado, y consecuentemente,
de la estrategia de la revolución obrera. En este punto, Zizek toma como
propio, sin sentido crítico ni fundamentación alguna, el mito de la
desaparición del proletariado como “sepulturero del capitalismo”; de aquí
en más su estrategia política apunta a buscar el punto de “exceso”
inherente a la constitución trascendental de la realidad, a la espera del
encuentro con un “Real traumático”, un “acontecimiento” que al no partir
de las condiciones concretas y materiales, resulta en un postulado
metafísico.

No es posible construir una teoría revolucionaria, que por definición es


una teoría del cambio social de las condiciones materiales e históricas
que la hacen posible, tanto objetivas como subjetivas, reactualizando

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viejas mistificaciones que abonan concepciones de “destinos trágicos”, de
núcleos irreductibles, de repeticiones monótonas y de estructuras
cosificadas. De ahí creemos el fallido intento de fundamentar desde el
lacanismo las posibilidades de emergencia de una subjetividad
revolucionaria.

Marx consideraba que en Hegel la dialéctica estaba “puesta al revés” y


que era “necesario darla vuelta, para descubrir así el núcleo racional que
se oculta bajo la envoltura mística”. El “retorno” a los aspectos más
oscuros del idealismo –a formulaciones que recuerdan a la “cosa en sí”
kantiana, ese excedente imposible de ser alcanzado por ningún saber,
ese punto oscuro que da por resultado un sujeto dividido y alienado en el
lenguaje, del cual es efecto, vuelve a engrosar la envoltura mística. Sin
embargo, éste no parecería ser el destino obligado del psicoanálisis, a
pesar de que esa fue y es su tendencia mayoritaria. Ya Trotsky,
reflexionando sobre el tema, planteaba que si bien era un hecho que “los
psicoanalistas se inclinan hacia el dualismo, el idealismo y la mistificación
(...) en sí mismo el método del psicoanálisis, tomando como punto de
partida ‘la autonomía’ de los fenómenos psíquicos, de ninguna manera
contradice al materialismo. Por el contrario, es el materialismo dialéctico
el que nos empuja a la idea de que la psique no podría siquiera formarse
a menos que juegue un rol autónomo, es decir, dentro de ciertos límites,
un rol independiente en la vida del individuo y de la especie”17. Como
marxistas creemos que por medio de una tarea crítica que permita
despejar sus elementos mistificadores, el materialismo dialéctico puede
apropiarse de los valiosos aportes científicos de Freud y la teoría
psicoanalítica, que forman parte del horizonte conceptual de nuestra
época, para un conocimiento más profundo de la subjetividad, tanto de
sus aspectos conservadores como de sus puntos de quiebre y rebeldía,
de la que podría beneficiarse la teoría y la praxis revolucionaria. Pero
esta búsqueda resulta completamente infructuosa cuando el punto de
partida es el abandono de toda determinación económica, social e
histórica de los sujetos agentes que pueden encarnar un verdadero
proyecto revolucionario que tenga como horizonte la liberación de la
humanidad.

NOTAS:

1 Salvo otra indicación, todas las citas textuales y referencias


conceptuales están tomadas de “El espinoso sujeto. El centro ausente de
la ontología política”, Slavoj Zizek, Editorial Paidos, 2001, Buenos Aires.

2 Heidegger asumió el cargo de rector de la Universidad de Friburgo en


mayo de 1933, poco después del ascenso del nazismo al poder. Se alejó
por diferencias administrativas en febrero de 1934. Posteriormente
explicaba así su adhesión al nacionalsocialismo: “Lo que me incitó en esa
época a aceptar la elección unánime como rector por parte de mis
colegas, no era solamente la esperanza en Hitler que debía ser tan
cruelmente decepcionada más tarde. Fue asimismo determinante la
perspectiva de que había que convencer al cuerpo profesoral de la
Universidad para contribuir a hacer que el nacionalsocialismo se
desarrollara en la dirección de un socialismo nacional, de modo de volver
efectivas las potencialidades espirituales que había en él”. Carta a Jean
Palmier, 10 de enero de 1969, publicada en Conmemorando a Martin
Heidegger, Letra Viva, Buenos Aires, 2002. Este posicionamiento político
le valió la crítica implacable de sus adversarios teóricos y de sus
discípulos, entre ellos Marcuse.

3 El propósito de Heidegger encuentra su antecedente más inmediato en


la filosofía de Nietzsche y su “muerte proclamada de Dios” como
expresión de que ha llegado a su fin el pensamiento que buscaba un
fundamento último de la realidad. Para Nietzsche, la metafísica occidental
se corresponde con una “voluntad de poderío débil” que lleva a postular
reiteradamente un en sí absoluto, que es su propia causa y que no
necesita de nada exterior para existir. De esta forma la filosofía se había
sostenido en una explicación última de la realidad –causa primera, motor
inmóvil, espíritu, voluntad o Dios. Heidegger retoma en otro plano este
“atravesamiento” de la metafísica ya que considera fallida la experiencia
nietzscheana. Para Heidegger, los recursos conceptuales de la filosofía
ya estaban agotados y de lo que se trataba era de salir de ella.

4 Esta obsevación de Zizek parte de la lectura de Tesis de filosofía de la


historia, donde Benjamin articula la dimensión temporal, que surge de su
interpretación del materialismo histórico, haciendo una dura crítica a la

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noción de “progreso”, contraponiendo su visión a la historiografía que
trata al pasado como algo cerrado. Para Benjamin, esta concepción
positivista ha sido adoptada por la socialdemocracia en su degeneración,
lo que se expresa en su glorificación del trabajo y la tecnología y en su
débil posición frente al ascenso del nazismo. En la tesis 2, donde quizás
se concentre su concepción del tiempo, plantea que “El pasado lleva
consigo un índice temporal mediante el cual queda remitido a la
redención. Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la
nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha
sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige
derechos. No se debe despachar esta exigencia a la ligera. Algo sabe de
ello el materialismo histórico”. W. Benjamin, Discursos interrumpidos I,
Editorial Taurus, Buenos Aires, 1989.

5 La hipótesis de que la imaginación ha sido tratada con desprecio por la


filosofía también se encuentra en otros autores. Por ejemplo Cornelius
Castoriadis reflexiona al respecto para fundamentar su definición de la
“imaginación radical” del individuo singular y el “imaginario social
instituyente”, como poder de creación inmanente a toda colectividad
humana y a los seres humanos singulares, con lo que pretende escapar
de postular un supuesto trascendente para explicar la emergencia de lo
nuevo radical en la historia. Parte del tratamiento del tema en Aristóteles,
su abandono posterior y el retroceso repetido de Kant y Heidegger frente
a este núcleo de la subjetividad. Ver por ejemplo “Imaginario e
imaginación en la encrucijada” en Figuras de lo pensable, C. Castoriadis,
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999.

6 GWF Hegel, “Jenaer Realphilosophie” citado por Zizek.

7 En la Fenomenología del Espíritu, Hegel mantiene la distinción kantiana


entre entendimiento y razón. El entendimiento respondería al primer
momento abstracto, mientras que la razón se divide en razón negativa,
que se corresponde al momento dialéctico de la negación y razón
especulativa o positiva. En el prólogo de esa obra, Hegel explica que la
función de separación, de análisis del entendimiento, remite a momentos
esenciales de lo concreto. Plantea que “La actividad del separar es la
fuerza y la labor del entendimiento, de la más grande y maravillosa de las
potencias, o mejor dicho, de la potencia absoluta”. G.W.F. Hegel,
“Fenomenología del Espíritu”, Fondo de Cultura Económica, México,
1991, pág. 23

8 Para el lector no familiarizado con la teoría de Jacques Lacan,


señalamos esquemáticamente que, postula tres registros: lo Simbólico,
que es el campo del Otro del lenguaje donde se articula el deseo en la
cadena significate, lo Imaginario, que es el campo de la realidad, del yo
(de aquí su relación con el narcisismo) y del otro especular como rival,
formulado originalmente en el estadío del espejo y lo Real que es lo
traumático imposible de simbolizar, el registro del goce de la pulsión, no
articulable por el lenguaje, pero que actúa como causa. Gráficamente,
estos registros se representan como tres círculos anudados, y en su
intersección se ubica el llamado objeto a, que es en realidad una nada,
una falta constitutiva. Para una exposición sintética de este tema, ver por
ejemplo ”Imaginario y Simbólico en Lacan”, F. Jameson, Ed. El cielo por
asalto.

9 Freud postula una primera represión originaria, constitutiva. Los


síntomas resultarían de una represión secundaria e indicarían el fracaso
de la primera represión y el retorno de lo reprimido, constituyen así una
“formación de compromiso” entre lo reprimido y la represión.

10 En la teoría freudiana el concepto de pulsión es un concepto límite


entre lo somático y lo psíquico, ya que la pulsión surge apuntalada por las
funciones biológicas de la alimentación, la excreción y la reproducción
pero en su circuito se independiza de las mismas, pierde su objeto por lo
que su satisfacción es inalcanzable y en realidad sólo se encuentra en
seguir funcionando. En su texto “Más allá del principio del placer” Freud
establece un dualismo pulsional entre pulsión de vida y pulsión de
muerte, esta última está ligada a la llamada “compulsión de la repetición”,
que surge de la observación clínica de la vuelta obstinada de los
pacientes en los sueños y otras manifestaciones del inconciente al hecho
traumático. Este giro supuso un cambio importante en cuanto a que se
puede encontrar “placer en el displacer”. Lacan ubica el concepto de
pulsión en su reinterpretación de la teoría freudiana en la intersubjetividad
en relación a un Otro, así como el deseo será en la teoría lacaniana “el

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deseo del deseo del Otro” la pulsión se sostiene también en este otro y
sus objetos privilegiados serán la voz y la mirada. La repetición está
ligada a la pulsión, al goce y al encuentro con lo traumático. Este último
sentido es relevante para el concepto de subjetividad que plantea Zizek.

11 Los fundamentos filosóficos más importantes de la teoría política de A.


Badiou se pueden encontrar en su libro “El ser y el acontecimiento”. Su
referencia permanente es a la matemática analítca, a los axiomas de la
teoría de conjuntos, de los números ordinales y cardinales, entre otros
conceptos matemáticos. Badiou parte de afirmar que asistimos al fin de
una época que se percibe en distintos planos: en la ciencia se estaría
desarrollando una reestructuración que revelaría la naturaleza de la base
matemática de la racionalidad. En relación a la doctrina del sujeto,
eataríamos a una segunda época, en la que el Sujeto “ya no es el sujeto
fundador, centrado y reflexivo, cuyo tema circula desde Descartes a
Hegel y sigue siendo todavía legible hasta Marx y Freud (y hasta Husserl
y Sartre). El Sujeto contemporáneo es vacío, escindido, a-sustancial,
irreflexivo. Además, no corresponde suponerlo sino respecto de procesos
particulares cuyas condiciones son rigurosas”. Y el último aspecto de esta
nueva época está marcado por el comienzo de una nueva doctrina de la
verdad, distinta de la veracidad, donde ésta se desprendería de la
adecuación fáctica. Posteriormente, a la luz de la reacción de las décadas
de los ‘80 y ‘90, Badiou hace un ajuste en su teoría. En el prólogo a este
libro escrito en 1999, casi diez años después de la edición original,
plantea que “es evidente que en una secuencia post-acontecimiento
surgen nuevas formas subjetivas reactivas”. Por lo tanto “un
acontecimiento abre un espacio subjetivo que se “puebla” de tres figuras
posibles (además del sujeto fiel, hay un sujeto reactivo y un sujeto
oscuro)”. “El ser y el acontecimiento”, Editorial Bordes Manantial, Buenos
Aires, 1999.

12 Las principales figuras teóricas de esta corriente son los sociólogos


Ulrich Beck, que en 1986 publicó el libro “La Sociedad de Riesgo”, y
Anthony Giddens.

13 Zizek entabla un debate en su libro con Judith Butler, que


esencialmente gira en torno a la posición desde dónde hacer efectiva la
crítica al multiculturalismo, que por razones de lo limitado de esta revisión
no vamos a desarrollar.

14 Para una exposición más extensa de los fundamentos de Zizek de su


reivindicación de Lenin ver por ejemplo Cuando el partido se suicida,
“New Left Review“, Ed. en español N* 2, o Repeating Lenin, disponible en
Lacan.com

15 El atravesamiento del fantasma que aquí constituiría el acto


revolucionario coincide con el fin de análisis, cuya meta es que el sujeto
logre “atravesar el fantasma” como forma de cambiar su posición
subjetiva.

16 Estos señalamientos no agotan ni sustituyen el desarrollo de una


crítica marxista sistemática a la teoría lacaniana que excede ampliamente
los objetivos de este artículo.

17 “Trotsy’s Notebooks, 1933-1935. Writings on Lenin, Dialectics, and


Evolutionism”, Columbia University Press, New York, 1986, pág. 106-107.
El texto continúa: “Al mismo tiempo, nos acercamos a una suerte de
punto crítico, una ruptura en la gradualidad, una transición de cantidad en
calidad; la psique, que surge de la materia, se “libera” del determinismo
de la materia, y así puede independientemente –por sus propias leyes-
influenciar la materia (...) Cuando hacemos la transición de la anatomía y
la fisiología del cerebro a la actividad intelectual, la interrelación entre
‘base’ y ‘superestructura’ es incomparablemente más laberíntica. Los
dualistas dividen al mundo en dos sustancias independientes; materia y
conciencia. Si esto es así, entonces, ¿qué hacemos con el inconciente?”.
Trotsky conoció la obra de Freud y el círculo freudiano durante su
estancia en Viena en la primera guerra mundial. En Literatura y
revolución hay otras referencias al tema. Por ejemplo considera que “el
intento por declarar al psicoanálisis ‘incompatible’ con el marxismo,
volviéndole la espalda sin ceremonia al freudismo, es demasiado
simplista”. Esta posición era sostenida por algunos intelectuales rusos
como V. Voloshinov, que intenta una crítica enfocada desde el tema

https://www.ft-ci.org/A-proposito-de-una-lectura-de-El-espinoso-sujeto?lang=es 15/16
21/12/22, 0:16 Estrategia Internacional
ideológico del freudismo, que considera primordial, desarrollado en su
libro “Freudismo. Un bosquejo crítico”, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1999.

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