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Posthumanismo - Varios Autores - Teseo - 2021
Posthumanismo - Varios Autores - Teseo - 2021
HUMANISMO
Y POSTHUMANISMO
Samuel Cabanchik
Sebastián Botticelli
(compiladores)
Humanismo y posthumanismo: crisis, restituciones y disputas /
Samuel Manuel Cabanchik… [et al.]; compilado por Samuel Manuel
Cabanchik; Sebastián Botticelli. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: Teseo, 2021. 254 p.; 20 x 13 cm.
ISBN 978-987-723-292-9
1. Filosofía. 2. Humanismo. I. Cabanchik, Samuel Manuel, comp. II.
Botticelli, Sebastián, comp.
CDD 144
7
8 • Índice
8
Introducción: senderos
que se entrecruzan
SAMUEL M. CABANCHIK Y SEBASTIÁN BOTTICELLI
9
10 • Humanismo y posthumanismo
15
16 • Humanismo y posthumanismo
II
III
IV
VI
VII
Bibliografía
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30 • Humanismo y posthumanismo
2 Diferencias con el público del teatrum mundi del barroco. Desde el siglo XVII
al siglo XVIII, la manera de considerar al público va a sufrir un desplaza-
miento relevante. En el barroco, los rasgos que definen al público son, prin-
cipalmente, los espectadores del teatro: heterogéneo, jerarquizado y educa-
do (o construido) por el espectáculo que se le ofrece para ver y, en cierto
sentido, para incorporar de manera un tanto didáctica. Recordemos que el
teatro, en el barroco, cumplía una función sobre todo moralizadora, peda-
gógica, y que tenía la aspiración de representar al mundo, por eso de los lla-
ma theatrum mundi. Ese público estaba formado por hombres y mujeres per-
tenecientes a todos los estamentos, y reunía a todos aquellos que se trata de
captar y ganar, tanto los políticos avisados como “la plebe ignorante”. Para
los críticos (por ejemplo, Naudé), es aquel al que “hay que llevar de la nariz”
o “seducir y engañar con las apariencias”. Este crítico se va a convertir en un
teórico de una política, implementada a través del teatro, que debe producir
efectos espectaculares, enmascarar las máquinas que se utilizan en el espec-
táculo y los fines que persigue la representación. Así, se trata de un público
más bien orientado, o por lo menos acrítico, y entonces los espectadores del
teatrum mundi no constituyen en absoluto una “opinión pública” tal como se
va a consolidar en la segunda mitad del siglo XVIII. De tal modo, este con-
cepto produce una doble ruptura: contra el arte del fingimiento, de la simu-
lación, del secreto; va a apelar a la transparencia que debe permitir la visibi-
lidad del fenómeno de pronunciarse acerca de un tema (el que opina tiene
que decirle al público lo que piensa). La segunda ruptura, que contrapone al
público mezclado del teatro – esté otro público tiende a cumplir con ciertos
requisitos que comienzan a homogeneizarlo: está formado por sujetos alfa-
betizados –los letrados- , es crítico y va a ir conformando una tribuna que
Humanismo y posthumanismo • 33
pastor ante sus fieles, del contribuyente que debe pagar sus
impuestos. El rechazo de todas estas acciones generaría el
desmembramiento social. Además, el ejercicio de la crítica
en el momento de desempeñar esos cargos no obstaculiza
la Ilustración, porque, dice Kant, esa misma persona pue-
de llevar a cabo esa crítica no en calidad de funcionario,
sino en su uso público de la razón. La categoría de priva-
do remite entonces a la naturaleza de la comunidad en la
que se hace uso de la razón. Una asamblea de fieles, una
iglesia, un ejército o un Estado, incluso, son todas entida-
des singulares, circunscritas, localizadas. En este sentido, se
oponen a una “sociedad civil universal” que no está, como
dijimos, inserta en un territorio y no tiene una limitación en
su composición. Para Kant, estas instituciones fragmentan
la comunidad universal y deben, por lo tanto, considerarse
bajo el orden de lo privado, en contraste con un público que
no está definido sino por su conformidad con toda la huma-
nidad. La noción de “humanidad” como un concepto que
abarca a todos los humanos sin distinción de sus particula-
ridades es una característica del humanismo moderno que
irá ampliando su campo de incumbencia hacia lo político,
lo jurídico, lo ético y lo social en general. Es una categoría
histórica de la modernidad que sustentará a, por ejemplo,
las doctrinas de los derechos humanos, que protegen al
individuo de los abusos de poder del Estado y constituyen
un conjunto de derechos que intentan aplicarse a cualquier
individuo por la exclusiva condición de “ser humano”. Kant
propone, entonces, una relación absolutamente novedosa
entre lo público y lo privado, estableciendo dos rupturas:
1. Define lo público como lo universal y lo privado como
el dominio de lo particular, aun cuando se trate de una
escuela, una iglesia o un Estado; 2. Modifica el modo en que
deben ser pensados los límites a la crítica. Estos límites no
obedecen a los temas mismos del pensamiento –como se
sostenía hasta ese momento–, sino a la posición del sujeto
que piensa, que está obligado a obedecer los reglamentos
de la institución que lo inviste cuando está en ese cargo,
38 • Humanismo y posthumanismo
Bibliografía citada
49
50 • Humanismo y posthumanismo
Bibliografía citada
1 “En el capítulo 48 de la primera parte, ¿no siente Don Quijote cómo su pro-
pia persona sufre el “encantamiento” cuando, hecho prisionero, es conduci-
do a su casa en una jaula? Sancho Panza tiene a vez a explicarle al caballero
enjaulado que en esta “desgracia” hay “más malicia que encantamiento” y
que el cura y el barbero de su pueblo natal lo acompañan en este retorno.
Don Quijote le responderá: ‘Bien podrá ser que parezca que son ellos mis-
mos; pero que lo que sean realmente y en efecto, eso no lo creas en ninguna
manera… los que me han encantado habrán tomado esa apariencia y seme-
janza, porque es fácil a los encantadores tomar la figura que se les antoja’”
(Lévinas, 2002, p. 11).
71
72 • Humanismo y posthumanismo
IV. Conclusiones
Bibliografía
87
88 • Humanismo y posthumanismo
Bibliografía
107
108 • Humanismo y posthumanismo
6 La referencia apunta a autores del siglo XVIII como Rousseau y Kant, aun-
que para este último resulte particularmente problemática la noción de
“pacto”. Ya durante el siglo XIX, la influencia humanista también promovió
una teorización de lo social que propuso reunir a los individuos a partir de
la afirmación de los atributos o predicados que estos compartieran. Desde
esas miradas, “lo común” comprendido como instancia perteneciente a
todos por igual pasó a ocupar el lugar de condición de posibilidad de “la
comunidad”, convirtiéndose esta última en el criterio que debía seguirse
para orientar un nuevo ordenamiento social. Esta característica podría veri-
ficarse, de modos diferentes, en Saint-Simón, Comte, Marx y Engels.
Humanismo y posthumanismo • 119
8 “Incluso cuando tienen una intención buena formalizada por la moral kan-
tiana, muy próxima a las Luces y que valen de modo idéntico precisamente
en cada hombre y para cada hombre, incluso entonces, a los ojos de esos bár-
baros que ‘nosotros’ también somos, su universal desborda de una ideología
que yo llamaría ‘humanista’ en el peor sentido del término, sea colonial o
poscolonial y hasta descolonial […]. Un universal producido que borre por
sí-mismo y para él mismo toda manera de advertir que lo es –he aquí, a mi
juicio, la definición más rotunda de la ideología–. De hecho, este es el uni-
versal de buena parte del Occidente filosófico, del Occidente a secas, ligado
a ese hombre-universal del que ya la mera problemática del ‘género’ nos
enseña a desconfiar. Mi universal contra el tuyo, pero voy a probarte que el
tuyo no existe y que, en todo caso, es menos universal que el mío” (Cassin,
2019, p. 35).
122 • Humanismo y posthumanismo
Las líneas con las que Michel Foucault cierra Las palabras y
las cosas han sido recuperadas en innumerables oportunida-
des, muchas de ellas desde interpretaciones que se oponían
radicalmente a las conclusiones propuestas por el autor
francés. Debieron pasar décadas para que esa cita encontra-
ra su verdadero cauce, el cual quizás ni siquiera el propio
Foucault alcanzó a imaginar efectivamente:
Bibliografía
Liminar
131
132 • Humanismo y posthumanismo
que cada quien se siente socio por el uso y del que cada
cual es asociado por un capital cognitivo empresarial. Es
así que cada uno se presenta como una “isla” que recla-
ma su derecho individual a la existencia, como si el uni-
verso humano solo sirviera para fines tácticos en tanto
conjunto o se difuminara en la inexistencia. Nada parece
detener a una cultura insular en su festejo sin fin: ni el
acabamiento de la Tierra en manos del Antropoceno ni
por virus de todo tipo que diezman a la población mun-
dial. El “hombre” como concepto histórico proveniente
de las preguntas ilustradas del siglo XVIII parece estar
atrapado entre técnicas embrutecedoras que conducen
a una minima moralia con efectos de desinhibición de
los instintos violentos. Los medios de desinhibición de
la cultura insular y del entretenimiento en red han
ganado frente a aquellos de inhibición de las sociedades
que concebían su domesticación por la lectoescritura.
Brutalidad, información y desinhibición parecen ser las
disposiciones que definen el perfil de humanidad actual,
propias de una figura de “hombre” que ha oscilado entre
tendencias amansadoras y embrutecedoras, y que sin
embargo parece presentar los albores de su caída.
Para los discursos modernos eulógicos, el humanismo
de las sociedades literarias guardaba la fuerza de un len-
guaje de tradición inhibidor. Lenguaje de tradición final-
mente expuesto a su límite y a su afuera por las técnicas
desinhibidoras de una cultura insular, forjada por una larga
tradición de discursos que modelaron a un “Yo” satisfecho
dispuesto a perdurar a cualquier precio. Estos discursos del
“Yo” han forjado sin fricción una alianza entre investiga-
ción científica y progreso de la humanidad mientras esta
consigna funcionaba. Perdida la referencia del vector del
progreso, los consorcios industriales y sus aliados cientí-
ficos ahondaron en montajes minuciosamente elaborados
en todos los niveles de la vida destinados a la fabricación
de organismos genéticamente modificados. Y en cada gesto
alimentario o farmacológico nuestros contemporáneos se
Humanismo y posthumanismo • 147
Autoalabanza del yo
Humano, Sujeto y Antropoceno son parte del mismo pos-
tulado y de una unificada trama argumentativa de génesis
moral. Esa aparición densa que fulgura a fines del siglo
XVIII, bajo la figura del “hombre” como objeto de una
demiurgia del saber, acaso no nacía vieja y a punto de des-
aparecer pivotando sobre la autoalabanza del “Yo”. ¿No fue
considerada por ello la más afinada estrategia aquella pre-
parada por Nietzsche, cuando en el interior del lenguaje
mataba a Dios y al Hombre a la vez? Una lógica ambivalente
se cuela en la modernidad por la pregunta “¿qué es el hom-
bre?”. Dios es evocado como una actitud ligada de modo
estrecho a la negación del odioso “Yo”, mientras que el “Yo”
se ha comprendido como franco rechazo de Dios. Pero en
el fondo se trata de una trama que encadena un discurso
eulógico de autoafirmación del individuo viviente. Discur-
so que parte de una autoalabanza colectiva para culminar
por constituirse en agente de una preceptiva moral indivi-
dual, como centro de autoinvención y como autopercibida
Diseño de sí
Siguiendo la lógica de Nietzsche, comprendemos que el
hecho afectivo-religioso es un modo de gratitud autorre-
ferencial. Esta actitud en épocas premodernas nos acos-
tumbró a las alabanzas por rodeo, propias de los contextos
monárquicos, que tenían por función la de sostener círculos
anímicos eufóricos. Tal vez hay que reconocer que en la
base de toda retórica estos círculos anímicos son el fin del
órgano mismo del lenguaje. Vale recordar que el habla de
los Evangelios es un discurso de celebración por el anuncio
de la salvación y por la pertenencia a una comunidad étni-
ca afectivo-religiosa. Resulta necesario comprender enton-
ces que los Evangelios versificados funcionan como una
técnica-lingüística de pertenencia étnico-narcisista, técnica
que nutrirá la trama premoderna de las alabanzas por rodeo
a los señores y a los héroes. Así resulta posible abordar la
idea de Investigaciones filosóficas (1953), cuando Wittgenstein
dice en el parágrafo 38 que el lenguaje “hace fiesta”, “cele-
bra” o “festeja”. “Y ahí podemos figurarnos ciertamente que
nombrar es algún acto mental notable, casi un bautismo
de un objeto” (Wittgenstein, 1988, p. 57). Los problemas
filosóficos surgen en ese hacer fiesta en el que se celebra
un “bautismo”, por el que la palabra le dirige la atención a
“esto” o a “aquello”. Pero “esto” se produce como un discurso
de celebración o bautismo que probablemente solo ocu-
rra al filosofar. La comunidad afectivo-religiosa o afectivo-
filosófica anuncia por igual una celebración por el lenguaje,
celebración de autoalabanza.
La función celebratoria del lenguaje parece aún más
poderosa que la función crítica. Afirmar la gratitud auto-
rreferencial resulta una génesis del lenguaje mismo. Por ello
es posible decir que las lecturas profanas de los Evangelios
nunca se desprendieron de un género sacro-eulógico de
autoalabanza colectiva, que culminará por convertirse en
autoexaltación individual moderna. Esta autoexaltación de
carácter afirmativo es la base del “diseño de sí” contempo-
Humanismo y posthumanismo • 155
Coda
Aquello que conecta el “cuidado de sí” con el “diseño de
sí” son las desventuras con las que pensamos al “sí mis-
mo”. Modo que durante la modernidad ha enaltecido a la
peligrosa figura del “yo” (ego cogito, ich denke, yo absoluto,
autoafirmación y proyección de sí), a partir de la cual se engen-
dra en su triunfo rutilante del “espíritu absoluto” como el
reverso de una antropodicea. Hegel enseña que el ser pierde
Humanismo y posthumanismo • 159
Bibliografía
163
164 • Humanismo y posthumanismo
La era de la burbuja
Bibliografía
1. Humanismo y posthumanismo
1.1. El humanismo
La expresión humanismo fue acuñada en el siglo XVI por
eruditos alemanes para referirse a quienes se consagraban
a los studia humanitatis, entendiendo por ello los autores y
lenguas clásicas. En el sentido más restringido se entiende
por humanismo la estimación de las letras y la filosofía
griegas como un modelo ideal insuperable. Por tal motivo,
185
186 • Humanismo y posthumanismo
1.2. El posthumanismo
Lo que contemporáneamente se denomina posthumanismo
puede concebirse como el fin de la lucha del hombre por
alcanzar su plena humanidad separándose y distinguiéndo-
se de la animalidad, tanto exteriormente como dentro de él
mismo. Carente ya de una forma que lo distinga ontológica-
mente de la naturaleza y de las cosas, el posthumano no tie-
ne ante sí otra tarea que la gestión y la modificación técnica
de sí mismo. El cuidado de la racionalidad es tomado a su
cargo por la cibernética y la teoría de los sistemas, reducién-
dola a la dimensión del procesamiento lógico-matemático
de inputs de información. Por su parte, la animalidad pierde
toda diferencia respecto de los objetos artificiales fabrica-
dos. Esto ya puede verse en las formas de producción actua-
les. Las vacas, los cerdos y los pollos ya no son animales
que la humanidad cría para su alimentación, sino cyborgs
conectados a máquinas para producir leche, huevos, carne y
cueros. Las plantas que el hombre cultiva son cada vez más
el resultado de la manipulación genética y el diseño tecno-
lógico. El paso siguiente que avizoran los posthumanistas
es que el hombre mismo, a través de las biotecnologías,
reduzca su animalidad a un diseño biotecnológico que la
vuelva indistinguible de los objetos artificiales.
Sin embargo, tras el abandono de toda búsqueda diri-
gida a la conquista de una esencia humana distinta de la
animalidad, el posthumanismo lleva hasta sus últimas con-
secuencias la visión técnica del mundo implicada en la reli-
gión. Como lo indica Sartre, la idea de un Dios creador
supone una visión técnica del mundo, que asimila a Dios
a un artesano superior que produce al hombre y al mun-
do, siguiendo unas técnicas y una concepción, del mismo
modo en que lo hace el artesano que fabrica un cortapapel.
El ser humano o posthumano, mediante las biotecnologías,
190 • Humanismo y posthumanismo
2. La condición posthumanista
1 El filme de Werner Herzog, El enigma de Kaspar Hauser, puede ser visto como
una reflexión en torno a este funcionamiento de la máquina antropológica.
200 • Humanismo y posthumanismo
Bibliografía
I. Comienzo
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210 • Humanismo y posthumanismo
3 Es en las Disputas tusculanas (II, 13, p. 110) donde Cicerón equipara el espíri-
tu a la tierra que necesita cultivo. Y la filosofía es, justamente, cultura autem
animi philosophia est: ‘la filosofía es el cultivo del espíritu’.
4 El autodesarrollo del Espíritu absoluto es semejante a la planta, que “en
cuanto planta real, es el continuo producirse, el producirse a sí misma”
(Hegel, 1983, p. 45).
Humanismo y posthumanismo • 221
6 “La imagen del mundo no pasa de ser medieval a ser moderna, sino que es el
propio hecho de que el mundo pueda convertirse en imagen lo que caracte-
riza la esencia de la Edad Moderna” (Heidegger, 1983, p. 74).
228 • Humanismo y posthumanismo
7 Por eso no deben ser confundidos con los cascos virtuales que proponen
escenarios distintos al entorno físico inmediato para actos de inmersión.
Humanismo y posthumanismo • 229
Bibliografía
233
234 • Humanismo y posthumanismo
Referencias