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Hacia una propuesta política de la tecnología

Los objetos en sí mismos


no tiene una dimensión moral
Bruno Latour

El desarrollo de la cibernética trajo consigo un conjunto de conocimientos que


apertura un nuevo orden mundial y un cambio en los modos de vida, me refiero a los
retos de la cuarta revolución. Tal vez, se materialice la oportunidad incumplida de la
modernidad por superar los males de la humanidad, en esa concepción del progreso o,
por el contrario, sea la condena de la misma. Lo cierto es que el proceso de la cibernética
con el actual avance de la ciencia en la sociedad NBLIC es inevitable, parece evidente el
beneficio, desde su eficiencia y eficacia, a las necesidades y problemáticas de la vida. Sin
embargo, en palabras del profesor Wilson Soto refiriéndose a las reflexiones de los
fundadores de la cibernética, extiende la preocupación de un uso negativo de esta
tecnología, de hecho, parece existir un desvío a los propósitos iniciales. Esta inquietud,
implica no sólo pensar los problemas que surgen en este nuevo contexto, sino el papel
ético y político, por una parte, de los responsables de dirigir estos avances y, por otro
lado, la relevancia moral de los artefactos tecnológicos (Moreno, 2019, p. 101).

Frente a este último, es necesario referir a la corriente de pensadores que


proponen una ética pragmática que posibilita una acción moral a la cultura tecnológica,
sin la necesidad de satanizar su presencia en el mundo social y su relación con el hombre,
sin reducir al mismo tiempo su desarrollo a meros instrumentos y, por el contrario,
reconocer en los aparatos su carácter de agente que contribuye, en la interacción con el
humano, a una regulación de los comportamientos. En este sentido, la tecnología o los
artefactos fungen como entes dotados de moral, o sea, estos “they are designed to
compensate for assumed ‘moral deficiencies’ on the part of the user 1” (Oudshoorn citado
por Keurlartz, 2004, p. 9). Esta visión se opone a lecturas pesimistas y apocalípticas que
consideran a la tecnología una influencia negativa para la sociedad. Por lo tanto, sobre la
propuesta de una ética aplicada carente de discurso, es mejor una ética de la cultura
tecnológica donde se reconozca la importancia de la interacción dinámica de la tecnología
y la sociedad.

En el mismo orden de ideas, Moreno defiende la premisa que “los artefactos


tecnológicos son moralmente relevantes (…)” (p.94). Además, plantea que, en la
interacción del artefacto con el sujeto, existe una mediación moral que posibilita una
materialidad ética a la tecnología y, por tanto, tal mediación incide en la transformación
de las percepciones y actuaciones humanas, no de forma determinista o sustancialista,
sino con un “carácter indeterminado” (p. 95). Continúa reconociendo que estos son
fuentes de moralidad, influyen en la vida humana y que los criterios morales no pueden
1
“Están diseñados para compensar las supuestas ´deficiencias morales´ por parte del usuario.
continuar siendo regidos como una política externa que restrinja el funcionamiento de la
tecnología, sino que se debe a la “configuración interna misma de los artefactos” (p. 96).
Esta tesis de la moral interna de los artefactos sostiene el argumento de su carácter de
agente y su responsabilidad en la contribución, no determinante, pero si participativa en
las decisiones y actuaciones humanas. Moreno (2019) sospecha de la postura radical
deshumanizante de la tecnología, de la independencia absoluta de la tecnología como
justificación moral hacia el avance del progreso y la concepción deontológica y
consecuencialista, quienes asumen que “los problemas éticos dependían solo de algunas
formas de la voluntad humana” (p.99), frente a estas posiciones éticas. Por eso, deja
inferir que son extremistas y que, por el contrario, los artefactos tienen un papel positivo
como agentes morales.

Con referencia a “la relevancia moral de los artefactos”, el filósofo colombiano


plantea que, a diferencia de la aceptación común que los artefactos afectan en ocasiones
los resultados de las acciones, estos, además de lo anterior, si afectan las acciones, pues
son fuentes de moralidad. El autor parte del problema sobre la injerencia de los artefactos
en la evaluación moral y desde este marco expone dos horizontes: la tesis fuerte y la tesis
moderada. Partiendo del criterio ontológico de la interacción o mediación señala con
relación a la tesis fuerte que “la agencia moral se distribuye sobre los seres humanos y los
artefactos tecnológicos” (102) pues estos últimos son agentes, mientras que la tesis
moderada reconoce la afectación que causa los artefactos sobre las “acciones disponibles”
pero como guiones de acción inscritas en los artefactos” (101). Esto indica que el artefacto
limita la mediación a lo prefigurado como “guion de acción”, imposibilitando que estos
puedan en la interacción con los agentes humanos, ir más allá de la mera inscripción dada
en el diseño. Al final del artículo, Moreno (2019) afirma que “los artefactos pueden ser
moralmente relevantes (…) al crear nuevas opciones de acciones desde las cuales pueda
juzgarse como más correcta una situación que otra” (103).

Con relación anterior, debo señalar que la ética pragmática revela algunos
problemas. El primero es el desconocimiento de la influencia ideológica del creador de la
tecnología y el influjo político que puede darse a través de los artefactos, es decir, es
dudoso que un artefacto pueda ser agente moral, sin la determinación ideológica o de
otro tipo del creador. Configurar la tecnología para ser agente determinador de acción
moral podría ser un propósito indiscutible, pero aún así es dudable. Además, lo realmente
problemático está en el supuesto desinterés del creador en la programación del artefacto.
Por ello, pienso que la tecnología debe tener un escenario publico desde la
institucionalidad política para evitar este control privado.

Por otra parte, es discutible la responsabilidad inherente de los artefactos


tecnológicos, pues se asume que la tecnología en sí misma puede ser moral por encima de
la supuesta incapacidad ética del sujeto, ejemplificada por Keulartz , en la píldora que
lleva a delegar responsabilidad a otros sujetos o a los artefactos mismos (2004, p. 9),
cuando estos obedecen a unos intereses ocultos del mercado, así como la píldora juega un
papel importante de responsabilidad social, también conocemos el uso de tecnologías en
beneficio del interés político y económico, personal y privado como la tecnología
comunicacional, específicamente, la lógica algorítmica, incluso la politización detrás de la
píldora, caso de la intensión del Bill Gates con su sentido de control de natalidad bajo la
modalidad de la vacunación.

Además, es impensable el valor que ofrecen los autores a la tecnología como una
conciencia social fiable para la superación de los problemas, ante la desconfianza de la
conciencia del sujeto, si bien incluyen en la ética pragmática el juego dialógico de la
validez de la fuerza argumentativa, que es polémico por la desigualdad del discurso de las
comunidades o naciones respecto los problemas de la tecnología, en el fondo se excluye el
papel central del individuo social e intentan darlo a una entidad superior, en este caso, a
unos supuestos criterios éticos útiles de la pragmática (que de antemano es polémico el
concepto de lo útil pues este depende de las concepciones ideologías o culturales), que en
el ejercicio cotidiano se reduce la interacción para la evaluación y construcción
permanente de nuevos criterios.

En el mismo horizonte del artefacto como agente y co-regulador, planteado por


Moreno (2019), mediante la interacción entre artefacto y hombre presento el enfoque de
Feenberg. En la reflexión sobre la tecnología, el filósofo canadiense distingue la acción
técnica de la acción humana. En apariencia parece que el autor determina en los objetos
técnicos la cualidad de agente. Una agente conlleva en su interior la necesidad de la
acción que puede determinar el modo de ser del otro (el sujeto, el contexto, la realidad).
Si bien Heidegger interpreta el objeto como potencial para la acción y ésta en el sentido
de la utilidad, Feenberg vincula la acción técnica con el sistema de dominación y sociedad
de clase. Con ello, afirma que “la tecnología puede ser o es configurada de un modo tal
que reproduce el dominio de unos pocos sobre otros” (p. 111). Esta premisa permite
deducir el carácter político e ideológico de la tecnología, no desde su naturaleza, sino a
partir de la inscripción proporcionada por el creador en el diseño de objeto técnico.

Por lo tanto, “la acción técnica es un ejercicio de poder” (p.111), o en otros


términos, las sociedades que están organizadas por la tecnología, esta ejerce una
determinación sobre los elementos del mundo, es decir, “el poder tecnológico es la
principal forma de poder social” (p. 111). Dar autonomía a la tecnología es anular la acción
humana, es subsumirla la acción técnica, para alterar la estructura de la experiencia y así
afectar de forma negativa al ser humano y la naturaleza. Sin embargo, surge resistencias
que exigen en el rediseño de los artefactos, incluir otros “intereses y preocupaciones” no
excluyentes o dominadores, es decir, existe en el seno de la producción tecnológica la idea
de una configuración ética de los artefactos, con ello limitaría el ejercicio de poder desde
una clase sobre el resto de la realidad. En esto coincide la propuesta de la ética
pragmática. En este aspecto se podría afirmar la necesidad de una mediación
interactuante entre el hombre y el artefacto, que conduzca a un sistema de
normatización, que evite el abuso de poder tecnológico a los individuos y regule la
autonomía de la tecnología, pero aún así es posible que la mediación no sea un factor de
garantía para que el hombre y los artefactos no incidan de forma negativa frente a la
sociedad y la vida.

Por otra parte, es relevante la reflexión de la des-mundanización del ser humano


por medio de la acción técnica. A pesar de una apuesta por una eticidad de la tecnología,
entendida en la inscripción moral en el momento del diseño e implementación de los
artefactos, no significa que el potencial dominador externo a la tecnología desaparezca, es
probable que lo limite. Ahora bien, una relevancia moral en la tecnología debe suponer
dos cosas: la contribución positiva en la deliberación y acción humana, pero la limitación
de su creador, o sea, que de igual forma debe existir una política o una moral externa que
determine el cumplimiento en el creador y diseñador de la tecnología. Puesto que, en una
sociedad controlada por la tecnocracia y el afán de ganancia es imposible que se garantice
la tarea moral del creador.

Toda empresa tiende a distanciarse del contenido ético siempre que afecte el
interés económico y, por lo tanto, para cumplir sus fines debe eliminar la acción humana,
incluso alienarlo o gerenciarlo. En este sentido, es válida la reflexión de Feenberg, de no
reducir la tecnología al mero campo de lo funcional y llevarlo a una mundalización de los
artefactos a través del diseño. Es en este horizonte que la tecnología puede contribuir y
revelar nuevas posibilidades en la relación del hombre con el mundo. Sin embargo, es
necesario acotar que no puede la tecnología concebirse en su mundanización en una
perspectiva universal, debe incluir las particularidades de las culturas, es decir, es
importante un dialogo entre la tecnología y la cultura para que esta, contribuya como
contenido no solo social sino cultural. Además, del seguimiento de un poder superior e
institucional que garantice el control de la tecnología y para ello, es necesario repensar
quien representaría el rol ético y político en el ámbito de lo público e institucional.

Con esta concepción filosófica de la tecnología es posible evitar la alienación y


dominación tanto en el mundo laboral como social. Permitir no sólo que el hombre
controle el hombre por medio de la tecnología ni permitir que los objetos tecnológicos
determinen y controlen la acción humana, el objetivo es facilitar, desde la inscripción de
sentidos sociales y morales en los artefactos, la interacción de estos con la acción humana,
es la relación de un sujeto consciente y libre que descubre en la tecnología las
posibilidades de solución a los problemas de la sociedad y el ser humano, solo en esta
condición se reafirma la importancia de la tecnología y la realización del individuo. Sin
embargo, esto es posible en una sociedad superada por el calculo de la ganancia, por el
clasismo social, el control del poder para el dominio, pues exige una democratización de la
tecnología, liberarla de lo privado e incrustarla en el espacio de lo público, emancipar la
tecnología del interés particular e incluirla en la decisión colectiva.
Una sociedad donde el conocimiento de la tecnología y la técnica deben ser
retroalimentadas por otras perspectivas de la sociedad. Puedo atreverme a pensar que
para no limitarnos a la perspectiva de la resistencia que enuncia Feenberg o las micro-
resistencias es imperativo salir del modelo económico y social. La resistencia es posible en
una democracia que garantiza el control de poder, diferente a un modelo social y
económico donde no es necesario la resistencia, sino la participación activa y legitima del
conjunto de la sociedad. En otras palabras, es importante pensar el componente político
no solo de la tecnología sino de la sociedad que garantice una concepción no dominadora
y destructiva de la tecnología.

Por lo recién mencionado, incluyo la perspectiva de Durbin planteada en el artículo


Ética, o cómo tratar democráticamente los problemas tecnosociales (2003). Este propone
“una postura – acción social democrática – como solución a los problemas relacionados
con nuestra sociedad tecnológica” (p. 19) En principio, los planteamientos de Durin sobre
el activismo progresista como alternativa al control de la tecnología es limitado en su
exposición. Sin embargo, se valora la inclusión de personas, no involucradas directamente
con el desarrollo de la tecnología, en el esfuerzo por contribuir y alcanzar compromisos
para limitar “los efectos nocivos” (29) del avance de la técnica desde el horizonte del
desarrollo sostenible. Pero el primer problema que surge es la indefinición del escenario
donde la reflexión y la concertación sea con una participación más amplia que los meros
activistas, pues la responsabilidad social involucra todos: creadores, intermediarios de la
aplicación de la tecnología, empresarios de la producción tecnológica y, por supuesto, los
afectados directos.

Pienso que Durin asume un papel político del activista en defensa desde un cierto
“espontaneismo” y no una formalización organizada, que incluso debe estar en relación
con la institucionalidad del Estado. Precisamente el vacío de no compromiso es por la falta
de mediación de la institucionalidad, Durin lo sitúa al orden personal y voluntarioso del
activista. En este sentido, el control de la tecnología no solo debe estipularse una ética
regulativa, sino en dos consideraciones: el agenciamiento de prácticas sociales de una
ética o más en el sentido de un ethos social y la vinculación de la acción pública a través
de la participación de las comunidades, en un sistema democrático por gobernanza.

Por otro lado, si se eligiera la creación de reglas éticas para el control de las
tecnologías, es importante contar con la voluntad del sujeto o, en términos kantianos,
“una buena voluntad”, incluso que no prescinde de una toma de conciencia. Además, de
la responsabilidad que los sujetos deben asumir frente a la minimización de los daños. Sin
embargo, ya Durin cuestiona este enfoque, pero no por el desconocimiento de una ética
práctica. La aplicación de las reglas se convierte en acción práctica para que cumpla tal fin
y esta necesita en los sujetos voluntad y conciencia, y es precisamente esta carencia la
que no prevé este enfoque por reglas. Y sin embargo, la cuestión está, no en la claridad de
la regla ni la aplicación cotidiana del trabajo profesional, sino en la garantía que impida
que la regla se anule por el interés y la falta de voluntad, dejar la ética regida a la voluntad
es un problema puesto que existen otras mediaciones o circunstancias que pueden
desconocer dichas reglas, pues el sujeto puede encontrarse en algunas tensiones que le
impiden actuar éticamente, refiero a la presión particular de intereses o el mismo
desinterés por la reflexión y auto-modelación de la conducta ética.

Por lo anterior, propondría más que reglas éticas, criterios políticos. Pero dichos
criterios políticos son considerados en la amplia participación de los sectores implicados
en el uso de la tecnología, no sólo los creadores, empresarios, gobernantes sino el
conjunto de la sociedad. Para ello, es importante y comparto con Durin “tomando en
consideración la justicia con los que más a menudo han sufrido en nombre del desarrollo
(…)” (29), en el caso colombiano, la determinación de los sectores sociales en un franco
encuentro de decisión comunitaria. Esto permitiría en una formalidad política controlar y
limitar tanto el desarrollo de la tecnología como el uso indiscriminado del mismo.

Ahora bien, aclaro. La política debe estar en una esfera superior, no privada ni
autónoma a la tecnología misma. Temor que le asiste en la actualidad al mundo por la
inquietante percepción de la libertad de autodominio de la inteligencia artificial y la
posibilidad del dominio de la vida humana. En este coincido con Winner al preocuparse
por la incidencia política en los artefactos.

La concepción común de las personas es considerar “las tecnologías como


herramientas neutrales” (5) que su expresión ética no depende de si mismas, sino de la
moral de quién las utiliza. El autor afirma que en cierta tecnología subyace previamente al
diseño una determinación política del artefacto hacia unas consecuencias previstas. Por
eso es fundamental en el estudio de la tecnología el “significado de los diseños y planes de
nuestros artefactos” (6) pues ahí se oculta la intensión política de un tercero para
condicionar el aparato y conducirlo a un fin diferente de su función “natural”, es decir, el
artefacto es creado no solo para su uso concreto, sino que posee una condición artificial
política sea para: la represión, exclusión, el privilegio, el poder, etc. En este punto,
sostengo la necesidad de un ente superior que incluya toda la comunidad, entre creadores
y los posibles afectados por el desarrollo tecnológico.

Pienso que no siempre las tecnologías tienen una intención consciente, impreso en
la forma física del artefacto, sino que la creación misma desconoce la interferencia del
mundo del creador, pues es su concepción de mundo que conduce a la producción de
artefactos, desconociendo el universo cultural, social, político, económico del otro, y sin
ningún propósito intencional condiciona de forma indirecta la tecnología hacia
consecuencias negativas, aunque Winner las llama “negligencias generales” (6), considero
que son proyecciones culturales. Un ejemplo clásico la producción de medios de
transporte en países con personal físico pequeño que desconoce hacia donde pueden
dirigirse los productos, el contexto y uso determinados por realidades distintas a su
cultura o geografía. La falta de un horizonte multicultural produce una tecnología
aniquiladora del otro, pero no por sí mismo sino por los participantes en el proceso
productivo, aspecto que en la actualidad han intentado incluir los aportes y estudios de
diversos campos disciplinarios como la psicología, la antropología, etc. Por eso afirma,
Winner que los “artefactos están (…) siendo rediseñados y reconstruidos con el fin de
atender a las necesidades de las minorías” (6).

Por otro lado, la determinante condición economicistas del diseño de la tecnología,


pues no solo el ahorro de costes en la fabricación hace desigual los artefactos, sino el
clasismo de la producción misma. Las grandes empresas privadas cuyo interés no es más
que la ganancia definen con intención no en los propósitos prácticos, pero si en la calidad
del material y la reducción de algunas funciones. Esta elección limitada del uso depende
del valor de cambio, entre más completo la funcionalidad del artefacto más alto es el
precio, luego no todos pueden adquirir la tecnología necesaria para sus necesidades, su
obtención depende del nivel adquisitivo, en fin. Esta acción al interior del proceso de
producción y distribución de la tecnología contiene una concepción política determinada
por lo económico que no permite entender lo razonable de nuevas tecnologías, caso de la
diferencia entre una tecnología a base de petróleo o energía eléctrica, en comparación a
la tecnología de energía solar, pues las primeras pueden ser más rentables y duraderas
como negocio en el tiempo.

Dos ideas centrales del Winner son fundamentales para la creación de nuevos
sistemas tecnológicos: a) la necesidad de condiciones sociales para la nueva tecnología
pero que a su vez implica la necesidad de evaluar con anticipación las consecuencias de las
mismas y segunda, la implicación de autoridad y poder en los sistemas tecnológicos pues
eso depende desde el interés y el tipo de modelo social. Si la creación y configuración de
los artefactos o la tecnología, se determina desde el capitalismo salvaje, pues es posible
que la tecnología responda a sus requerimientos de ganancia e intereses políticos y para
ello justifican que obedece a la “necesidad practica”, pero el autor considera que para
superar la idea de “necesidad practica” es necesario reemplazarla por las condiciones de
asociación humana, pues esta salvaría “la autonomía de la política” (11), ya que la política
no es condicionada por lo privado o una concepción limitada del mundo, sino es
manifiesta en su propia acción libre, es decir, la política se libera y posibilita su acción
practica a un sin número amplio de posibilidades de la realidad como por el ejemplo el
intereses general de la humanidad y la naturaleza. En este mismo sentido, comparto el
imparable avance de la cibernética, pero considero que es necesario continuar
reflexionado, en mi perspectiva filosófica, hacia la construcción de una teoría política de la
tecnología.
REFERENCIAS

Durbin, P. (2003). Ética, o cómo tratar democráticamente los problemas tecnosociales.


https://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/view/504/504.

Fenberg, A. (2005). Teoría crítica d ela tecnología. Revista Iberoamericana de Ciencia,


Tecnología y Sociedad - CTS, vol. 2, núm. 5, junio, 2005, pp. 109- 123.
https://www.redalyc.org/pdf/924/92420507.pdf

Keulartz et al. (2004). Ethics in Technological Culture. Science, Technology, & Human
Values, Vol. 29 No. 1, P. 3-29.
https://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?
doi=10.1.1.940.1240&rep=rep1&type=pdf

Moreno, J.C. (2019). Contribuciones al debate sobre la relevancia moral de los artefactos
tecnológicos. Trilogía Ciencia Tecnología Sociedad, 11(21), 91-118.
https://revistas.itm.edu.co/index.php/trilogia/article/view/1327/1375

Winner, L. (1983). ¿tienen política los artefactos? Versión castellana de Mario Francisco
Villa.
http://www.ub.edu/prometheus21/articulos/tienen.pdf

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