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Con relación anterior, debo señalar que la ética pragmática revela algunos
problemas. El primero es el desconocimiento de la influencia ideológica del creador de la
tecnología y el influjo político que puede darse a través de los artefactos, es decir, es
dudoso que un artefacto pueda ser agente moral, sin la determinación ideológica o de
otro tipo del creador. Configurar la tecnología para ser agente determinador de acción
moral podría ser un propósito indiscutible, pero aún así es dudable. Además, lo realmente
problemático está en el supuesto desinterés del creador en la programación del artefacto.
Por ello, pienso que la tecnología debe tener un escenario publico desde la
institucionalidad política para evitar este control privado.
Además, es impensable el valor que ofrecen los autores a la tecnología como una
conciencia social fiable para la superación de los problemas, ante la desconfianza de la
conciencia del sujeto, si bien incluyen en la ética pragmática el juego dialógico de la
validez de la fuerza argumentativa, que es polémico por la desigualdad del discurso de las
comunidades o naciones respecto los problemas de la tecnología, en el fondo se excluye el
papel central del individuo social e intentan darlo a una entidad superior, en este caso, a
unos supuestos criterios éticos útiles de la pragmática (que de antemano es polémico el
concepto de lo útil pues este depende de las concepciones ideologías o culturales), que en
el ejercicio cotidiano se reduce la interacción para la evaluación y construcción
permanente de nuevos criterios.
Toda empresa tiende a distanciarse del contenido ético siempre que afecte el
interés económico y, por lo tanto, para cumplir sus fines debe eliminar la acción humana,
incluso alienarlo o gerenciarlo. En este sentido, es válida la reflexión de Feenberg, de no
reducir la tecnología al mero campo de lo funcional y llevarlo a una mundalización de los
artefactos a través del diseño. Es en este horizonte que la tecnología puede contribuir y
revelar nuevas posibilidades en la relación del hombre con el mundo. Sin embargo, es
necesario acotar que no puede la tecnología concebirse en su mundanización en una
perspectiva universal, debe incluir las particularidades de las culturas, es decir, es
importante un dialogo entre la tecnología y la cultura para que esta, contribuya como
contenido no solo social sino cultural. Además, del seguimiento de un poder superior e
institucional que garantice el control de la tecnología y para ello, es necesario repensar
quien representaría el rol ético y político en el ámbito de lo público e institucional.
Pienso que Durin asume un papel político del activista en defensa desde un cierto
“espontaneismo” y no una formalización organizada, que incluso debe estar en relación
con la institucionalidad del Estado. Precisamente el vacío de no compromiso es por la falta
de mediación de la institucionalidad, Durin lo sitúa al orden personal y voluntarioso del
activista. En este sentido, el control de la tecnología no solo debe estipularse una ética
regulativa, sino en dos consideraciones: el agenciamiento de prácticas sociales de una
ética o más en el sentido de un ethos social y la vinculación de la acción pública a través
de la participación de las comunidades, en un sistema democrático por gobernanza.
Por otro lado, si se eligiera la creación de reglas éticas para el control de las
tecnologías, es importante contar con la voluntad del sujeto o, en términos kantianos,
“una buena voluntad”, incluso que no prescinde de una toma de conciencia. Además, de
la responsabilidad que los sujetos deben asumir frente a la minimización de los daños. Sin
embargo, ya Durin cuestiona este enfoque, pero no por el desconocimiento de una ética
práctica. La aplicación de las reglas se convierte en acción práctica para que cumpla tal fin
y esta necesita en los sujetos voluntad y conciencia, y es precisamente esta carencia la
que no prevé este enfoque por reglas. Y sin embargo, la cuestión está, no en la claridad de
la regla ni la aplicación cotidiana del trabajo profesional, sino en la garantía que impida
que la regla se anule por el interés y la falta de voluntad, dejar la ética regida a la voluntad
es un problema puesto que existen otras mediaciones o circunstancias que pueden
desconocer dichas reglas, pues el sujeto puede encontrarse en algunas tensiones que le
impiden actuar éticamente, refiero a la presión particular de intereses o el mismo
desinterés por la reflexión y auto-modelación de la conducta ética.
Por lo anterior, propondría más que reglas éticas, criterios políticos. Pero dichos
criterios políticos son considerados en la amplia participación de los sectores implicados
en el uso de la tecnología, no sólo los creadores, empresarios, gobernantes sino el
conjunto de la sociedad. Para ello, es importante y comparto con Durin “tomando en
consideración la justicia con los que más a menudo han sufrido en nombre del desarrollo
(…)” (29), en el caso colombiano, la determinación de los sectores sociales en un franco
encuentro de decisión comunitaria. Esto permitiría en una formalidad política controlar y
limitar tanto el desarrollo de la tecnología como el uso indiscriminado del mismo.
Ahora bien, aclaro. La política debe estar en una esfera superior, no privada ni
autónoma a la tecnología misma. Temor que le asiste en la actualidad al mundo por la
inquietante percepción de la libertad de autodominio de la inteligencia artificial y la
posibilidad del dominio de la vida humana. En este coincido con Winner al preocuparse
por la incidencia política en los artefactos.
Pienso que no siempre las tecnologías tienen una intención consciente, impreso en
la forma física del artefacto, sino que la creación misma desconoce la interferencia del
mundo del creador, pues es su concepción de mundo que conduce a la producción de
artefactos, desconociendo el universo cultural, social, político, económico del otro, y sin
ningún propósito intencional condiciona de forma indirecta la tecnología hacia
consecuencias negativas, aunque Winner las llama “negligencias generales” (6), considero
que son proyecciones culturales. Un ejemplo clásico la producción de medios de
transporte en países con personal físico pequeño que desconoce hacia donde pueden
dirigirse los productos, el contexto y uso determinados por realidades distintas a su
cultura o geografía. La falta de un horizonte multicultural produce una tecnología
aniquiladora del otro, pero no por sí mismo sino por los participantes en el proceso
productivo, aspecto que en la actualidad han intentado incluir los aportes y estudios de
diversos campos disciplinarios como la psicología, la antropología, etc. Por eso afirma,
Winner que los “artefactos están (…) siendo rediseñados y reconstruidos con el fin de
atender a las necesidades de las minorías” (6).
Dos ideas centrales del Winner son fundamentales para la creación de nuevos
sistemas tecnológicos: a) la necesidad de condiciones sociales para la nueva tecnología
pero que a su vez implica la necesidad de evaluar con anticipación las consecuencias de las
mismas y segunda, la implicación de autoridad y poder en los sistemas tecnológicos pues
eso depende desde el interés y el tipo de modelo social. Si la creación y configuración de
los artefactos o la tecnología, se determina desde el capitalismo salvaje, pues es posible
que la tecnología responda a sus requerimientos de ganancia e intereses políticos y para
ello justifican que obedece a la “necesidad practica”, pero el autor considera que para
superar la idea de “necesidad practica” es necesario reemplazarla por las condiciones de
asociación humana, pues esta salvaría “la autonomía de la política” (11), ya que la política
no es condicionada por lo privado o una concepción limitada del mundo, sino es
manifiesta en su propia acción libre, es decir, la política se libera y posibilita su acción
practica a un sin número amplio de posibilidades de la realidad como por el ejemplo el
intereses general de la humanidad y la naturaleza. En este mismo sentido, comparto el
imparable avance de la cibernética, pero considero que es necesario continuar
reflexionado, en mi perspectiva filosófica, hacia la construcción de una teoría política de la
tecnología.
REFERENCIAS
Keulartz et al. (2004). Ethics in Technological Culture. Science, Technology, & Human
Values, Vol. 29 No. 1, P. 3-29.
https://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?
doi=10.1.1.940.1240&rep=rep1&type=pdf
Moreno, J.C. (2019). Contribuciones al debate sobre la relevancia moral de los artefactos
tecnológicos. Trilogía Ciencia Tecnología Sociedad, 11(21), 91-118.
https://revistas.itm.edu.co/index.php/trilogia/article/view/1327/1375
Winner, L. (1983). ¿tienen política los artefactos? Versión castellana de Mario Francisco
Villa.
http://www.ub.edu/prometheus21/articulos/tienen.pdf