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Principios de la Fe

El siguiente apunte es un resumen general de los contenidos vistos a lo largo del semestre
de la asignatura PFC 010, Principios de la Fe Cristiana. Ten presente que este apunte no
reemplaza las clases, ni tus apuntes personales. Solo es un apoyo, de cara al Examen.
01.“Fundamentos Básicos de la Fe”
Dios es providente.
La providencia divina es parte del amor de Dios y, por lo tanto, de su revelación. Es la guía

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de Dios para que el hombre lo busque y buscándolo lo encuentre y alcance así la perfecta
alegría.
Esta idea inicial es una síntesis de lo que hemos visto en la unidad 1 de nuestro cursos
piloto Principios de la Fe. Para llegar a estas ideas es importante volver a recordar lo visto
en nuestras primeras clases.
Dios se da a conocer al hombre.
El hombre es “capaz de Dios”.
Dios ha creado todo, y al hombre le ha regalado la inteligencia para que pueda dominar la
creación. Esta inteligencia es parte de la razón humana, que hace al hombre capaz de Dios,
es decir que le permite al hombre descubrirse creatura. Esta noción le permite abrirse a
Dios, ser trascendente que ha creado todo. A la vez que Dios es trascendente es, también,
inmanente, es decir, un Dios cercano que desea acompañar a su creatura, para salvarla del
pecado y mostrarle el camino de la prefecta felicidad. Para esto, el Buen Dios en su
providencia divina decide darse a conocer al hombre, revelarse. Esta revelación tiene dos
grandes momentos:
1. LA REVELACIÓN NATURAL:
Dios decide revelarse en la creación, obra suya. Y al hombre, que lo ha creado a su imagen
y semejanza le infunde el deseo de buscarlo, haciéndolo “capaz de Dios”: infundiéndole
libertad, voluntad e inteligencia lo hace un ser racional, capacidad que le permite descubrir
a Dios como creador y como principio y fin de todo lo creado.
2. LA REVELACIÓN SOBRENATURAL:
Dios decide darse a conocer, primero en la creación y. luego nos da a conocer su naturaleza
(Él es AMOR) y su intimidad (Él es comunión de personas: LA SANTÍSIMA TRINIDAD).
No olvides:
- Dios se revela primero en la creación (Revelación natural).
- Dios se revela plenamente en Su Hijo Jesucristo.
- La naturaleza de Dios es el amor (“Dios es amor”).
- A la vez que Dios es trascendente (“el absolutamente Otro”) es inmanente (Dios se
hace cercano al hombre, es un ser personal, Alguien).
- Dios es Uno y Trino.
- Jesucristo nos revela la plenitud de Dios: es comunión de personas.
Comunión de personas.
a Santísima Trinidad es el mayor misterio de los cristianos: en Dios encontramos una
comunión de personas. En teología, esto se explica como las relaciones divinas: El Padre
engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre y el Espíritu Santo procede del Padre y
el Hijo. Por esto podemos decir que en Dios encontramos tres personas distintas y un solo
Dios verdadero.
Otra forma de reconocer a la Santísima trinidad es mediante la misión de cada persona
divina: Dios es Padre que crea todo por amor; es Hijo salvador que nos salva del pecado; es
Espíritu Santo que nos santifica. Como ya propusimos, éstas son las misiones de Dios
(crear, salvar y santificar) que nacen de su naturaleza, que es el amor.

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Dios es creador.
Dios es Padre que crea. Todo lo ha hecho por pura bondad y amor. En su infinito amor, el
Padre Dios envía a Su Hijo, para salvarnos del pecado.
Dios es salvador.
Jesucristo es el Hijo de Dios. Al encarnarse en María se hizo hombre y nació en la historia,
para salvarnos del pecado. En este punto es necesario detenernos un momento para
explicar una verdad de fe para la vida de los creyentes: María, si es la mamá de Jesús
entonces es la madre de Dios: no olvides que Jesucristo es el Hijo de Dios, la segunda
persona de la Santísima Trinidad. O sea, que es verdadero Dios y, por lo tanto, María es
madre de Dios. Si aceptamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, debemos aceptar
que María es verdaderamente Madre de Dios.
Cristo es nuestra Pascua.
El Hijo de Dios nace, crece, se hace adulto, anuncia el reino de Dios, muere en la cruz y
resucita para salvarnos del pecado. Toda la vida de Jesucristo está en orden a nuestra
salvación. Especialmente al final de su vida entre nosotros es que queda en evidencia esta
verdad, cuando Jesús vive el llamado misterio pascual: su pasión, muerte y resurrección
son la piedra angular de la fe y esperanza de los cristianos.
Las Bienaventuranzas.
El cristianismo es la invitación que hace Jesucristo a cada persona para vivir de acuerdo al
reino de los Cielos, a ser auténticamente feliz. La felicidad cristiana esta sintetizada en las
Bienaventuranzas, que nos enseñan cómo vivir de acuerdo al Reino de Dios. Así, la
vocación del cristiano es una invitación a tener un corazón dispuesto para vivir el
mandamiento del amor.
El mandamiento del amor sintetiza todo el mensaje de Jesucristo y nos enseña que
debemos “amar a Dios por sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros
mismos.” Toda la vida de Jesucristo es un testimonio del mandamiento del amor, y él es el
mayor ejemplo sobre cómo podemos ser verdaderamente felices. Todo esto nos permite
hacer una afirmación de capital importancia: Jesucristo no solamente anuncia el Reino de
Dios, los valores del Reino. No. Él es el Reino de Dios.
Ten presente un detalle no menor: Reino de Dios y Reino de los cielos son sinónimos, se
refieren a lo mismo: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre es el Reino de Dios.
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
El amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo. Es la tercera persona de la Santísima
Trinidad que nos anima a imitar a Jesucristo en el amor, ya que solo en Jesucristo la
persona humana alcanza la plena felicidad.
Comunidad de Creyente.
El Espíritu Santo anima a la Iglesia en su misión de anunciar el Reino de Dios. La Iglesia es
la comunidad de creyente en Cristo como Hijo de Dios. Esta llamada a dar a conocer a
Jesucristo en todo partes, a todos las personas. Ojo. Animada siempre por el Espíritu
Santo. Este ánimo del Espírito lo hemos identificado como la gracia divina, ya que le otorga
una fuerza especial y le da auxilio divino

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La Fe, la Esperanza y la Caridad.
Las virtudes teologales son animadas por el Espíritu Santo.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se
nos ha dado (Rm 5, 5).
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es
el amor (1Co 13, 13)
Infundidas en el creyente por Dios, a través de Su Espíritu, la fe, la esperanza y la caridad
animan la vida del cristiano cada día.
La Fe
La fe es don de Dios. Ilumina a la razón para que el hombre llegue al conocimiento
sobrenatural de Dios. En este punto le damos la palabra al Papa San Juan Pablo II, por su
claridad y profundidad:
La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano
se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre
el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo
y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo
Esto nos permite volver a afirmar algo que ya se propuso en clases: Sí, es razonable creer,
tener fe.
La Esperanza
Anima al creyente en su confianza en Dios; es la fuente de deseo “auténtico” de felicidad:
Cristo es la auténtica felicidad del hombre.
La esperanza anima al creyente a confiar en la gracia de Dios, en Su amor, que lo fortalece
en su deseo de esperar en Dios y alcanzar la verdadera alegría viviendo la caridad.
La Caridad.
De las tres virtudes teologales, la caridad es la principal de las virtudes, ya que Dios es
Caridad, es Amor; y porque mientras la fe y la esperanza se acabarán cuando el creyente
esté delante de Dios, en cambio la caridad llegará a Su plenitud, porque Dios es Amor, la
Caridad misma.
La Caridad no es ayudar al pobre, al que sufre. Es amar a Dios, amando al prójimo.
Dios es providente.
Volvemos a nuestra primera idea: El Buen Dios nos conduce cada día sin violentar nuestra
libertad, para que crezcamos en el amor y sepamos así descubrir Su presencia, que nos
anima a vivir en comunidad la verdadera felicidad, viviendo el mandamiento del amor.
02 “DIOS PERMANECE CON NOSOTROS: LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA”

El por qué y el para qué de los sacramentos

A lo largo de la segunda unidad hemos conocido los sacramentos. Su definición nos da a


conocer verdades de fe muy importantes:

1
Son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituido por Jesucristo y
confiados a la Iglesia por los cuales nos es dada la vida divina.

Por los sacramentos, Dios continúa manifestando su amor a los hombres y quiere
permanecer a nuestro lado.

Son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Confesión, Unción de los enfermos, Orden
Sagrado y Matrimonio.

Como ya vimos en clases, el Buen Dios desea estar presente a lo largo de la vida del
hombre. Por esto, Dios ha dispuesto una bellísima pedagogía en los sacramentos. El orden
de los sacramentos está dado del mismo modo en que vamos teniendo necesidades
naturales: el Bautismo para nacer en Cristo; la Eucaristía para saciar el hambre
alimentándonos de Dios; la Confirmación para asumir nuestra madurez espiritual; el
Orden Sagrado y el Matrimonio con el fin de realizar algún servicio a la comunidad; los
dos últimos, para cuando estemos enfermos del alma o físicamente, es decir, la Confesión
para cuando ofendemos a Dios y la Unción para reconfortar a los que sufren de
enfermedad.

Veamos cada sacramento en detalle.

El Bautismo:

El agua del bautismo limpia del alma el pecado original y hace al que recibe este
sacramento hijo de Dios y lo incorpora a la vida de la Iglesia, haciendo al bautizado
miembro de la comunidad de creyentes. Es el sacramento que nos abre a la vida nueva
que nos regala Dios. Así como el Pueblo de Israel tuvo que pasar por el agua del mar Rojo
para quedar libre de la esclavitud en Egipto, el agua del bautismo libera al bautizado de la
esclavitud del pecado.

La Confirmación:

Es el sacramento de la madurez cristiana, por el que el creyente asume el desafío de dar


testimonio de su fe en la vida diaria, de manera seria y sin temor. La fe que ha recibido en
el bautismo, por el sacramento de la Confirmación, la puede vivir y testimoniar cada día,
recibiendo plenamente y por propia voluntad la acción del Espíritu Santo, el que da fuerza
y valentía para continuar la obra encomendada por Jesús..
La Eucaristía:

Si los sacramentos son signos sensibles de la presencia de Jesucristo, entonces la


Eucaristía tiene una centralidad inigualable, ya que el mismo Cristo se hace alimento,
para conservar y desarrollar la vida nueva que hemos recibido en el Bautismo. Cristo se
regala de manera plena y perfecta en su Cuerpo y en Su Sangre. Por esto, podemos decir
que en cada Eucaristía se actualiza el único sacrificio de Cristo en la cruz, celebrando de
este modo el memorial de su pasión, muerte y resurrección. Así, La Eucaristía es el centro
y culmen de la vida cristiana, en donde todos los demás sacramentos tienden a él.

1
En la última cena, Jesús se ofrece Él mismo como alimento: “Este es mi cuerpo… esta es
mi sangre.” Antes de morir en la cruz, Jesús celebra esta última cena, también llamada
cena pascual1. Para los cristianos, la Eucaristía es la verdadera cena pascual, el verdadero
banquete por el que el creyente alcanza la verdadera libertad: Jesucristo se hace alimento
con su cuerpo y su sangre para que el creyente logre la libertad de los hijos de Dios.

La eficacia del sacramento de la Eucaristía

Como todo sacramento, en la Eucaristía su eficacia es consecuencia del hecho que el


mismo Jesucristo lo instituyó y se hace presente de manera real. Como ya lo propusimos,
el mismo Hijo de Dios declaró que su cuerpo y su sangre los dejaba como alimento, para
conservar la vida sobrenatural que anima al creyente a vivir el mandamiento del amor,
renovando la gracia de Dios que se vivifica en el creyente durante cada celebración.

 LA FE CELEBRADA.

Un elemento clave de la vida de fe es que ésta se celebra. Habitualmente, cada sacramento


se realiza en el marco de una celebración.

Como ya propusimos, la Eucaristía está al centro de la vida del creyente. Por esto, nos
detendremos para presentar la dimensión celebrativa de este sacramento.

Sus nombres:

Los nombres que recibe esta celebración son variados. Los más usados son EUCARISTÍA,
CENA DEL SEÑOR, LA SANTA MISA.

Tiene dos grandes momentos:

- Liturgia de la Palabra.
- Liturgia Eucarística.

En la liturgia de la Palabra, el mismo Dios le habla a la comunidad de creyentes que se ha


reunido para celebrar su fe. Escucha a Cristo, que habla y actualiza su mensaje al hombre
de hoy.
1
El adjetivo pascual hace referencia a la Pascua, palabra de origen hebreo que significa PASO: en Jesucristo es el “paso”
de la muerte a la vida. Para el cristiano, la pascua es el paso de la esclavitud del pecado a la vida de los hijos de Dios, vida
sobrenatural que se inicia con el bautismo y que cada sacramento fortalece.
Ten presente: Dios quiere acompañar al hombre. Por esto se da a conocer, se revela por
medio de la Biblia, y ésta es la que escucha el creyente en este primer gran momento.

En la Liturgia Eucarística, se actualiza el sacrificio de Jesucristo, no para sufrir


nuevamente, sino para hacerse alimento por la acción del sacerdote, quien repite las
mismas palabras y realiza los mismos gestos de Cristo en la Cena Pascual.

Los sacramentos de Sanación.

El Sacramento de la Reconciliación: Sanación para vivir la Misericordia.

1
Jesús instituyó este sacramento para que vivamos el amor misericordioso e incondicional
que Dios día a día quiere regalar al creyente.

La misericordia de Dios es la expresión del amor de Dios que cada bautizado vive de
manera excepcional en este sacramento. Expresión de esto es el efecto de este
sacramento: devolvernos la amistad y comunión con Dios.

Recuerda: el cristiano se acerca a este sacramento, luego de examinar su conciencia,


confesar sus pecados y pedir perdón por sus faltas y errores a Dios a través de un
sacerdote, y decide vivir según la voluntad de Dios. Ten presente que el sacerdote
actuando “en la persona de Cristo”, no puede revelar lo que ha escuchado en el
sacramento de la Reconciliación. El confesor está llamado a reparar el daño producido, en
la medida de lo posible.

La unción de los enfermos.

Este sacramento quiere hacer presente en la vida del creyente a Dios, ante la enfermedad
o en peligro de muerte. Al igual que los demás sacramentos, cada bautizado puede recibir
este sacramento, que lo quiso instituir Jesucristo para acompañarnos en momentos de
debilidad de salud o ante la proximidad de la muerte, para así consolar y acompañar al
creyente, a fin que éste descubra el sentido del sufrimiento y del dolor.

Los sacramento de vocación: Al servicio de la Iglesia y la Sociedad.

El sacramento del matrimonio es verdadero sacramento, ya que el mismo Jesucristo lo


elevó a esta condición. Dios, por este sacramento se hace presente en el amor esponsal
entre el hombre y la mujer, para acompañar a la pareja en la formación de la familia. De
esta manera, por el sacramento del matrimonio la familia le otorga un espacio real a
Jesucristo en su hogar: esta presencia anima a la familia para vivir el amor de manera
más plena y feliz.

La familia es el núcleo básico de la sociedad, ya que la familia es el origen y fundamento


de la sociedad humana. Esta verdad social, humana, Dios la quiere acompañar por el
sacramento del matrimonio, ya que de la familia surgen los ciudadanos. Así, la vida
familiar debe entenderse, primero desde la pareja que le da inicio y desde el servicio que la
familia da a la sociedad, al procrear y educar a los hijos.
El sacramento del orden sacerdotal permite que la Iglesia tenga varones que celebren los
sacramentos y permitan así que la comunidad de creyentes continué su misión de dar a
conocer la Palabra de Dios. Tiene tres grados: Obispos, Presbíteros y Diáconos.

Lo propio del ministerio sacerdotal es la administración de los Sacramentos. Así, el


sacramento del orden es un sacramento que está al servicio de la Iglesia y la sociedad, de
acuerdo al ejemplo de Jesús.

03.“Dios nos invita a vivir de verdad: los mandamientos y la oración”

1
Amar a Dios sobre todas las cosas.
Es el primero de los mandamientos: Dios es amor y quiere lo que amemos a Él. Ahora bien,
el amor a Dios se realiza en el amor al prójimo. Es el llamado Mandamiento del Amor:
“Amarás a Dios por sobre todas las cosas. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” La
conjunción “y” coloca en una simetría totalmente original al amor que le debemos a Dios
con el amor que debemos tener por nuestro prójimo. Tanto es así que estamos llamados a
amar a Dios, amando al prójimo. El mismo Jesucristo nos lo aclara cuando le propone a
sus discípulos que debemos amarnos “los unos a los otros como Yo los he amado”. Él
mismo da testimonio de este amor cuando proclama que “no hay amor más grande que dar
la vida por los amigos.”
Ahora bien, que el amor a Dios y al prójimo sea la norma principal del cristiano, no quiere
decir que el hombre sea igual a Dios. Tanto es así, que el segundo mandamiento de la
norma mosaica (“No tomarás el Nombre de Dios en vano”) apela juntamente a la santidad
de Dios, a su intimidad divina. Esto nos impone un doble desafío: debemos mantener una
actitud de respeto al referirnos a Dios, a la vez que debemos respeto a nuestro prójimo, en
cuanto creatura hecha a imagen y semejanza de su creador.
En la actualidad encontramos muchas personas que se declaran agnósticos 2, por lo que
muchas veces con sus actitudes y sus dichos no respetan a Dios.
El tercer mandamiento (“Santificar el día del Señor”) se relaciona con el anterior, en cuanto
debemos seguir el ejemplo de Dios que descansó luego de crear todas las cosas en seis días.
En este punto es clave detenernos un instante: muchas veces los creyentes caen en en
prácticas externas y no van más allá. Privilegian prácticas de piedad religiosa y se olvidan
que el llamado principal es el amor al prójimo, como expresión del amor a Dios. Un ejemplo
concreto lo experimentó el mismo Jesucristo: para la tradición judía, el sábado es “el día del
Señor”, es decir, el día que el Buen Dios descansó después de crearlo todo en seis días. Ten
presente que Jesús no vino a poner término a los diez mandamientos, a la norma mosaica,
sino a darle pleno cumplimiento, por medio de la práctica de la caridad. Los judíos
contemporáneos a Jesús de Nazaret le daban mucha importancia a la observación de las
leyes que Dios le entregó a su pueblo, a través de Moisés. Tanto que se quedaban en
cuestiones externas y se olvidaban de lo esencial, a saber que el decálogo se sintetiza en el
sustantivo caridad y se hace acción por el verbo Amar.
Amar la familia, la vida y la verdad.

2
Agnóstico viene de agnosis (a=sin; gnosis= conocimiento), es decir que el agnóstico es aquella persona que declara que carece del
conocimiento para afirmar la existencia o no existencia de Dios. En este punto es clave recordar que el hombre es capax Dei: es capaz de
conocer a Dios porque Él mismo se revela, primero en la creación (revelación natural) y luego su naturaleza y su intimidad (revelación
sobrenatural).
Si el amor a Dios se debe expresar, ante todo, en el amor al prójimo, entonces es la familia
el lugar privilegiado para aprender a vivir los mandamientos de Dios. Al reconocer a la
familia como la base de toda la sociedad, se le otorga la responsabilidad de educar en el
amor a su prole, para que los futuros ciudadanos trabajen por el bien de la sociedad. Tanto
es así que el cuarto mandamiento (“Honrar padre y madre”) no es para vivirlo
exclusivamente dentro del vínculo familiar: esta norma aplicara para todas las personas,
incluso para quienes ejercen responsabilidades en vista al bien común, de la sociedad en su
conjunto.
Es en la familia el primer espacio donde se aprende a vivir el respeto por la vida humana,
desde su concepción y hasta la muerte natural 3. Por lo tanto, el quinto mandamiento (“No

1
matarás”) no es solo aplicable para evitar un asesinato: impone el desafío de respetar la
vida, evitando lo que la ponga en riesgo. Ojo, que por riesgo no nos referimos solamente al
termino de la vida natural por la muerte, sino a cualquier situación que atente contra la
dignidad de la persona. Ten presente que la dignidad humana tiene su origen en el hecho
que el ser humano es creatura de Dios, hecho a su imagen y semejanza. Un ejemplo es ir
contra el octavo mandamiento (“No darás testimonio en falso contra tu prójimo”) cuando
esta falta agrede a la persona en su dignidad (Por ej.: el pelambre).
Expresión de la dignidad humana es la castidad. Ten presente que la castidad es más que
evitar tener relaciones sexuales 4. Implica vivir ordenadamente el amor y la sexualidad.
Permite vivir las relaciones desde un “nosotros” y no solamente desde un “yo” que muchas
veces puede estar encerrado en sí mismo, sin la atención al otro como una realidad distinta
que me complementa. La castidad colabora a respetar el noveno mandamiento (“No
consentirás pensamientos ni deseos impuros”), norma mosaica que también es apoyada por
el valor del pudor, en cuanto anima al respeto a uno mismo desde la sobriedad en la vida
diaria, en aspectos tales como el vestir, el hablar, el consumo moderado de bienes y
servicios.
Amar con pureza y libertad.
El séptimo mandamiento (“No robarás”) nos impone el desafío, no solo del hacerse de lo
ajeno de forma maliciosa (una lectura así, disminuiría mucho los desafíos de este mandato),
sino que une a la justicia con el amor, llevando a este mandamiento a un nivel regulador de
la vida social. Sobre esta relación debemos añadir la siguiente síntesis de ideas:
 La Justicia no es una simple convención humana, porque lo que es justo no está determinado
originariamente por las leyes, sino por la identidad profunda del ser humano: es creatura de Dios,
hecho a su imagen y semejanza, y de esta condición creatural surge su dignidad.
 La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido, que
se complementa con la solidaridad, llenándola así plenamente de sentido y elevándola a un fin más alto
a través del amor, el cual presupone y trasciende a la justicia.

Para complementar y relacionar los mandamientos de Dios, podemos decir desde esta lógica
que el décimo mandamiento (“No codiciarás los bienes ajenos”) anima a buscar y encontrar
el propio bien en el bien del prójimo.
Cualquier lector atento concluye correctamente que el amor al prójimo se aprende a vivir en
la familia. Ya hablamos de la castidad, la que anima a la fidelidad, en cuanto parte del
compromiso y de la promesa expresada en el amor conyugal, y que alimenta la experiencia
familiar. Éste es otro aspecto que nos permite reconocer a la familia como célula básica de
la sociedad.
3
Ésta es la llamada “Cultura de la Vida”.
4
Pensar así equivale a quedarse solo en una dimensión superficial de la castidad, la que es más bien una actitud de vida y no solo una
conducta específica.
 Jesús nos enseña a orar.
En este punto es clave recordar lo visto en la unidad anterior: los sacramentos de la Iglesia.
¿Te acuerdas del sentido profundo de los sacramentos? Cada sacramento quiere ser signo
de la presencia de Dios en la vida del creyente. Esta compañía sobrenatural de Dios por
medio de estos signos destaca los momentos existenciales más significativos del cristiano:
Nacer (=Bautismo), alimentarnos (Eucaristía), crecer y madurar (Confirmación), etc. Así, los
sacramentos son evidencia del deseo de Dios de estar a nuestro lado.
Otra experiencia cristiana es la oración.
Si por los sacramentos, Dios nos acompaña en los momentos más significativos de la

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persona, la oración es el dialogo con Dios, por la que nos unimos íntimamente con Él.
Favorece una relación de amor, que prepara el corazón para hacer la voluntad de Dios, y
que por los sacramentos este deseo de unión alcanza una plenitud nueva y definitiva, y que
le permite al creyente a creer plenamente en Dios y reconocerlo como Padre.
La oración cristiana por antonomasia es el Padre Nuestro, ya que el mismo Jesucristo nos
la enseña. En ella nos deja grandes enseñanzas:
- Al decir que Dios es el “Padre Nuestro”, nos revela el vinculo profundo entre las
personas: no somos solo prójimos, sino “hermanos”, ya que toda la humanidad es
rescatada del pecado por el sacrificio de Jesucristo en la cruz y por Su resurrección
- Al pedir que “Venga a Nosotros tu Reino”, estamos pidiendo la presencia real de
Cristo para que restaure todas las cosas.
- El deseo del creyente de hacer la voluntad de Dios se expresa en el Padre Nuestro
cuando dice “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
- El hombre de fe se reconoce humilde delante de Dios cuando expresa “Danos hoy
nuestro pan de cada día”.
- El demonio es un ser espiritual y personal. Odia a Dios y, especialmente, a la única
creatura a la que Dios ama por sí misma: el ser humano. Este preámbulo es
necesario para comprender la última petición de esta oración: al pedir “libramos del
mal”, en el fondo le estamos pidiendo al Padre Dios que nos libre del “malo”, del
“maligno”: el diablo.}
- Al final con “Amén” pone al creyente en la lógica del mandamiento del amor: amén
significa “así es”, “así sea”, es decir, confío plenamente en Dios, porque es mi Padre
que confía en mí, y que he descubierto que al hacer Su voluntad puedo alcanzar la
verdadera felicidad.

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