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Alejandro Dawid Ponce de León

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alejandrodawid@gmail.com

Viajar en los sesenta

Cine, rock y psicodelia

En la producción filmográfica y musical de los años sesenta y principios de los

setenta, o al menos en las obras vinculadas con el movimiento hippie, hay un tópico que

aparece recurrentemente: el viaje. Habría que distinguir dos tipos de viaje: por un lado,

el viaje literal, viaje por el espacio, realizado a través de un medio de transporte como

un auto, una moto o un bus; por otro lado, el viaje por la mente, metafórico, inducido

por el consumo de drogas. Para analizar estas dos formas del viaje trabajaremos con

algunos films, principalmente Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) y The Trip (Roger

Corman, 1967). También tomaremos las letras de una serie de canciones de gran

importancia en el período psicodélico, algunas de las cuales –no todas– forman parte de

la banda sonora de éstas u otras películas de la época.

Es conocida la estrecha relación entre el movimiento hippie y la generación beat.

Una de las mayores influencias de los beats sobre los hippies tiene que ver, justamente,

con la afición por los viajes y por el consumo de drogas. “La generación [beat], dice Jeff

Nutall, centró su vida alrededor de una tribu nómada que viajaba entre Berkeley,

Denver, y la Universidad de Columbia, con algunas incursiones en México”. Y agrega

más adelante que “en la costa Oeste, los beats hacían todo lo que han hecho las

comunidades hippies y más. Hicieron experimentos con todo tipo de drogas y

plasmaron sus experiencias en observaciones inteligentes sobre sus descubrimientos”

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(1979: 109). Daniel Samoilovich, por su parte, señala que los beatniks eran “viajeros

incansables” que buscaban alejarse del american way of life y encontrar, en las drogas y

en las religiones orientales (Oriente, otra obsesión de los hippies, como lo muestran

algunas canciones de The Beatles o The Incredible String Band), “las razones y el

misterio de ser que Norteamérica había perdido” (1972: 258).

Improvisación

Estos viajes, en sintonía con la música preferida de los beats, el jazz, suele tomar

la forma de una improvisación. El viaje es lo no planificado, el viajero viaja sin saber

con qué se va a encontrar, viaja huyendo de lo estructurado, lo opresor de la cultura de

consumo de posguerra. No casualmente, en Zabriskie Point (Michelangelo Antonioni,

1970) hay dos escenas de viaje, una en avión y una en auto, con música de The Grateful

Dead y Pink Floyd respectivamente, probablemente las dos bandas de rock que más y

más exitosamente desarrollaron la improvisación.

En la primera escena de Hair (Milos Forman, 1979), antes de que Claude se

tome el ómnibus a Nueva York, su padre le dice “You never know what’s gonna happen

between here and there”. Wyatt, en Easy Rider, antes de comenzar el viaje se saca el

reloj y lo tira al piso. Entonces comienza a sonar “Born to be Wild” de Steppenwolf:

Get your motor runnin’


Head out on the highway
Lookin’ for adventure
And whatever comes our way

Para viajar, entonces, se sale del tiempo y de la cultura. Antes de partir, antes de

consumir la droga, debe producirse un despojo, hay que viajar liviano y sin

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preocupaciones: “Nevermind, shut up and take it”, le dice Billy, el otro viajero de Easy

Rider, a las prostitutas antes de tomar LSD. En The Trip, antes de darle el ácido a Paul,

su guía John le aconseja, citando la canción “Tomorrow Never Knows” de The Beatles:

“Turn off your mind, relax and flota downstream”. Los nombres de los personajes,

evidentemente, no son inocentes. Según cuenta John Lennon, él se habría grabado a sí

mismo leyendo estos versos, adaptados de un libro de Timothy Leary sobre el Libro

Tibetano de los Muertos, para escucharlos y usarlos como guía durante sus propios

viajes de ácido. Estas instrucciones de viaje, sin embargo, son más bien anti-

instrucciones. En lugar de estar atento para no perderse, hay que relajarse y dejarse

llevar.

Identidad

En estos films, tanto el viaje por el espacio como el viaje inducido por la droga,

modifican la identidad del viajero. Como afirma Nutall, “el efecto del LSD es la

disolución de la identidad en otras identidades disueltas a su vez” (1979: 198). Una de

las formas que toma esta relación es la idea del viaje como viaje de ida. Una vez que

Claude, el protagonista de Hair, llega a Nueva York, se encuentra en Central Park con

un grupo de hippies. Jeannie, una de las chicas del grupo, le pregunta de dónde viene, y

una vez que él le contesta que es de Oklahoma, ella dice “I know how it feels. I used to

come from Kansas”. Su viaje a Nueva York, entonces, ha producido una alteración en

su identidad, una ruptura entre ella y su lugar de origen: ya no hay vuelta a Kansas,

porque ella ya no es de ahí. Se ha vuelto un lugar común afirmar que después del primer

viaje de ácido uno no es el mismo, no hay vuelta atrás. Paul, en un momento de su viaje,

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dice que nunca va a volver. De esto habla la canción “Day Tripper” de The Beatles,

donde el viaje es de un solo boleto.

Otro punto en el que el viaje se relaciona con la identidad tiene que ver con la

percepción. Así como luego de un viaje uno ve las cosas de otra manera, el viaje de las

drogas también produce un cambio en el modo de percibir. Cuando Wyatt (Easy Rider)

decide guardar lo que queda de un cigarrillo de marihuana para el día siguiente, dice que

les dará “a whole new way of looking at the day”. Barenblit y Lubchansky apuntan a

esto mismo cuando afirman que “los fumadores notan liviandad, un sentimiento de

poder y distorsión del tiempo y del espacio” (1971: 245). El viaje produce una

percepción extrañada. “Wasn’t Born to Follow” de The Byrds, una de las canciones de

Easy Rider, suena durante una secuencia de viaje, y describe una percepción alucinada

del paisaje:

Oh I’d rather go and journey where the diamond crest is flowing


And run across the valley beneath the sacred mountain
And wander through the forest
Where the trees have leaves of prisms and break the light in colors
That no one knows the names of

Y luego de la segunda estrofa un pasaje instrumental en el que el trabajo de efectos

sobre el sonido, típicamente psicodélico, produce la sensación de una percepción

auditiva extrañada. En otra canción de The Byrds, “Eight Miles High”, también se

produce esta percepción alterada por el viaje:

Eight miles high


And when you touch down
You’ll find that it’s stranger than known

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Un último ejemplo es “The Trip”, del escocés Donovan. Más allá de lo directo del

título, la letra es interesante ya que implica un desplazamiento hacia Los Ángeles, uno

de los centros del movimiento hippie. En medio de la lluvia de colores del Sunset, este

sujeto extrañado canta:

What goes on? All around me


What goes on? I really wanna know

Sin embargo, el viaje puede también aclarar la percepción, en lugar de volverla extraña.

En The Trip, Paul toma ácido con la esperanza de que le aclare los pensamientos en

relación con su divorcio: “I really think that I’ll find out something about myself”. En

este caso, el viaje aparece como revelador de aspectos desconocidos de la propia

identidad.

Tanto en estos films como en la música psicodélica se hace referencia a la

experiencia de muerte en el viaje de ácido. Barenblit y Lubchansky dicen, respecto de

los efectos del LSD, que “han producido –frente a la incapacidad del individuo de

tolerarlos–, pánico e ideas delirantes, o sea un estado análogo a la esquizofrenia. Esto es

lo que se conoce habitualmente como un «mal viaje», pero no siempre es así” (1971:

245). En el caso de que sea así, el sujeto drogado puede sentir que muere o que está

muerto. De esta manara, en The Trip, Paul dice “I’m dead”. Una de las prostitutas en

Easy Rider dice: “I’m dying! I’m going to die. I’m dead”. Según una famosa anécdota,

durante un viaje de ácido que compartieron The Beatles con miembros de The Byrds y

con Peter Fonda, actor tanto de Easy Rider como de The Trip, el actor dijo que sabía lo

que era estar muerto. A partir de esto Lennon escribió “She Said She Said”. En la ya

mencionada “Tomorrow Never Knows”, la letra instructiva previene la posibilidad de

este sentimiento de muerte y advierte: “It is not dying, it is not dying”.

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Experiencia

Al comienzo de Magical Mystery Tour (The Beatles, Bernard Knowles, 1967),

mientras vemos a Ringo comprar los boletos para el viaje, una voz en off dice “We

guarantee him the trip of a lifetime, and that’s just what he gets: the incredible magical

mystery tour”. La canción que suena lo corrobora: “satisfaction guaranteed”. El viaje

aparece así como una experiencia placentera para aquel que la vive –a pesar de que,

como ya vimos, no siempre es el caso. Las películas trabajadas buscan incluir al

espectador en esa experiencia que atraviesan los personajes. Así, en Easy Rider, en los

momentos en los que Wyatt y Billy salen a la ruta, varias tomas del paisaje filmadas con

una cámara en movimiento invitan al espectador a acompañarlos, a ser parte de la

experiencia. Leonard Quart y Albert Auster señalan que el viaje es mejorado por el uso

excitante que el film hace del paisaje, el espacio, la luz, el movimiento y el sonido

(especialmente la música de Jimi Hendrix, The Byrds, Steppenwolf y otros grupos de

rock contemporáneos). Del mismo modo, en Magical Mystery Tour las tomas en

movimiento del paisaje se tiñen de colores, haciendo que el espectador experimente el

viaje psicodélico.

Esto se vuelve clarísimo en el comienzo de The Trip. Un texto y una voz que

lo lee interpelan al espectador: “You are about to be envolved in a most unusual

motion picture experience”. El viaje del protagonista es una experiencia que se

vuelve película, la película es un viaje que se vuelve experiencia. El espectador

experimenta la película y el viaje. Según Nutall, el LSD es “una droga de sueños

visuales y experiencias visuales que se hace familiar rápidamente por la

reimplantación del sentido estético visual de los que lo utilizan” (1979: 197). En la

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mente drogada se produce entonces una estética particular, una “estética de lo

indefinible, del movimiento, de imágenes que se hinchan hasta el límite de lo

discernible, de arabescos que eliminan toda posibilidad de imágenes geométricas

estables y de matices”. (198). Estos films buscan, a través de diversas técnicas,

reproducir visualmente –y también sonoramente, como varias canciones de la

época– el viaje mental. El viaje de ácido en el cementerio en Easy Rider es un claro

ejemplo de esto: imágenes distorsionadas por el lente ojo de pez o por

sobreexposición, diálogos superpuestos, montaje frenético. En The Trip, luego de

tomar la droga, Paul se pone una máscara que le cubre los ojos y en esa oscuridad

comienza el viaje. Todo se vuelve colores, formas, juegos de espejos, acompañado

por la banda de sonido de The Electric Flag. Albert Hoffman, luego de descubrir el

LSD en 1938, escribió: “Es particularmente notable el hecho de que todos los

sonidos se transforman en sensaciones visuales. De manera que por cada ruido se

produce una imagen de color y forma cambiante como un caleidoscopio” (1972:

263). La sinestesia es central cualquiera de las manifestaciones de la psicodelia.

Una vez más, The Beatles lo habían dicho: “listen to the color of your dreams”.

Una de las características de los años del hippismo es la fuerza de la unión

entre una estética musical y una visual. La psicodelia, sin ir más lejos, alude a lo

musical, lo sonoro y lo visual. Sería imposible pensar la música de The Beatles

independientemente del aspecto de sus integrantes, del arte de sus discos. No

casualmente bandas como Pink Floyd en Londres o The Velvet Underground en

Nueva York, estos últimos bajo la dirección de Andy Warhol, comenzaron a

realizar en 1966 espectáculos en vivo en los que la innovación en los efectos de luz

era tan importante como la música. En los acid-tests llevados a cabo por Ken Kesey

en San Francisco se combinaba la música en vivo de Grateful Dead con la técnica

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ambiental de funciones de luz y proyecciones de colores salvajes y de transparencias sobre

las paredes. A esta experiencia, según comenta Samoilovich, se le dio el nombre de viajes.

La cercanía entre el modo de abordar el viaje en las películas y en las

canciones de la época, el uso de música de las grandes bandas del momento en los

films, la producción de material audiovisual por parte de algunas de estas bandas

(The Beatles, The Who, Led Zeppelín), contribuyen a esta idea de la unión entre lo

sonoro y lo visual. Viajar en los sesenta –viajar por la ruta, viajar por la mente– es

entonces, como lo muestran las obras analizadas, una experiencia multisensorial,

sinestésica y transformadora de la identidad.

Bibliografía

Barenblit, V. y Lubchansky, I. “Drogas y drogadictos”, en revista Transformaciones n°


9, Buenos Aires: CEAL, 1971.

Nutall, Jeff. Las culturas de posguerra. Barcelona: Martínez Roca, 1979.

Quart, Leonard y Albert Auster. American Film and Society since 1945. Wesport
(Connecticut): Praeger, 1999.

Samoilovich, Daniel. “Los hippies norteamericanos”, en revista Transformaciones n°


40, Buenos Aires: CEAL, 1972.

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