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El Concilio del acercamiento *

estudios
John W. O’Malley, SJ
Profesor de Historia y Teología en la Universidad de Georgetown
(Washington, DC)
E-mail: jwo9@georgetown.edu

Recibido: 8 junio 2012


Aceptado: 21 julio 2012

RESUMEN: Si el discurso inaugural de Juan XXIII al concilio tocó de modo discreto y


general el tema de la reconciliación, el concilio lo desarrolló y lo convirtió en una de
sus señas de identidad. La asunción de la reconciliación acabaría creando lo que el
autor de este estudio denomina el estilo del concilio, el espíritu del Vaticano. Recon-
ciliación dentro de la Iglesia, reconciliación con las otras religiones, reconciliación con
el mundo. En suma, el Vaticano II asumió para la Iglesia una manera distinta de en-
tenderse a sí misma y de estar y ser en el mundo. Este y no otro fue y sigue siendo el
acontecimiento del concilio.
PALABRAS CLAVE: reconciliación, nuevo estilo, Nostra aetate, espíritu del Vatica-
no II, santidad.

The Council of Rapprochement


ABSTRACT: In his inaugural address at the Council, Pope John XXIII spoke discreetly
and generally about the issue of reconciliation, but this issue turned into one of the
identity signs of the Council. The assumption of reconciliation would end up creating
what the author of this study calls the Council style, the spirit of Vatican. Reconciliation
within the Church, reconciliation among religions and reconciliation with the world. In
short, Vatican II assumed for the Church a different way to be understood in this world.
This was and still is the developments of the Council.
KEYWORDS: reconciliation, new style, Nostra aetate, spirit of Vatican II, holiness.

Cuando hace casi cincuenta años cambios litúrgicos: la misa cele-


se clausuró el Concilio Vaticano II, brada en lenguas vernáculas, el
los católicos estaban convencidos sacerdote dando la cara a los fieles
de que algo de gran importancia y la primera parte de la misa, «la
había tenido lugar. Sintieron in- liturgia de la Palabra», elevada a
mediatamente su impacto en los una nueva prominencia. Apenas
cinco años antes, estos cambios
* Traducción de José María de Vera, SJ. habrían sido impensables.

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Pero había mucho más. Por pri- se alzaba a un nivel más alto de
mera vez en la historia los católi- generalización. Esta percepción
cos fueron exhortados a fomentar sirvió de lente para interpretar las
relaciones amistosas con cristia- decisiones particulares e integrar-
nos no católicos, e incluso a rezar las en un diseño más general.
con ellos. La Iglesia entabló diálo-
gos oficiales con otras iglesias y Pero surgió el problema de la ex-
revisó doctrinas que durante si- presión. En este contexto, ¿qué se
glos habían separado a católicos quería decir con «espíritu»? ¿No se
de protestantes y ortodoxos. Rom- trataba de un término ambiguo
piendo con una larga tradición, el susceptible de manipulación? ¡Tu
concilio afirmó el principio de li- «espíritu del Vaticano II» podría no
bertad religiosa y, al hacerlo, rea- ser mi «espíritu del Vaticano II»! La
firmó la fidelidad a la conciencia expresión se hizo sospechosa y en
como norma de decisiones mora- algunos círculos fue despectiva-
les. En la densa tiniebla que el Ho- mente rechazada como banal e in-
locausto había proyectado, el anti- sustancial, indigna del concilio:
semitismo recibió un categórico desfiguraba el verdadero significa-
repudio. do del concilio, que se encontraba
en sus afirmaciones específicas.
Aunque estos y otros cambios pa-
recidos fueron, sin duda, impor- Ciertamente no faltan problemas
tantes, no llegaron a reflejar indivi- con respecto a esta expresión, pero
dual o colectivamente, la prevalen- no por ello deberíamos abando-
te sensación de que, por encima narla. Después de todo, la distin-
de esas particularidades, en el con- ción entre espíritu y letra ocupa
cilio había ocurrido algo más, de lo un respetable puesto en la tradi-
cual esas decisiones concretas no ción cristiana. Basada aproxima-
pasaban de ser una manifestación. damente en la segunda carta a los
Es decir: que el concilio abarcaba Corintios, 3:6 («la letra mata, el es-
aquellas novedades al mismo tiem- píritu vivifica»), durante siglos
po que las trascendía. sirvió a teólogos y exegetas como
una categoría frecuente e indis-
Para dar expresión a ese impor- pensable en la interpretación de
tante elemento la gente empezó a textos. Es, además, una distinción
referirse «al espíritu del concilio». que con frecuencia hace su apari-
No pretendían insinuar que «el es- ción en la conversación ordinaria,
píritu» no armonizara con «la le- lo cual confiere una cierta validez
tra» de los documentos concilia- cognitiva. Me atrevo a decir que,
res, sino más bien que, el espíritu, de hecho, esta expresión (o su

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equivalente) no sólo es útil para aunque sea complejo, emerge cla-


entender el Vaticano II sino indis- ramente el predominio de ciertas
pensable. cuestiones que reivindican la in-
tuición de que el concilio tenía un
«El espíritu del Vaticano II», en-
mensaje destinado a la Iglesia y al
tendido correctamente, se refiere
mundo, de mayor envergadura
a un conjunto de orientaciones
que cualquier documento conside-
básicas claramente expresadas,
rado aisladamente.
que aparecen no esporádicamente
en uno o dos documentos, sino en Entre esas cuestiones está el acer-
casi todos los documentos del camiento o reconciliación. ¿Cómo
concilio, desde el primero al últi- iba la Iglesia a enfrentarse con
mo. De este modo viene también realidades que durante un largo
indicado el estilo en el que esas tiem po se habían considerado
afirmaciones vienen expresadas. anatema? ¿Podría y debería bus-
Están, por tanto, sólidamente ba- carse una reconciliación con ellas?
sadas en «la letra» que incluye Juan XXIII puso el problema de-
tanto la forma como el contenido. lante del concilio el mismo día
Entendida de este modo, la expre- de su apertura, 11 de octubre de
sión emerge como la clave para 1962, en su memorable discurso a
llegar al significado más completo los prelados reunidos en San Pe-
del concilio. dro. En ese discurso trató de dar
En comparación con otros conci- al concilio esta orientación. La
lios, el Vaticano II puede conside- distanció de una actitud de repro-
rarse especial porque sus docu- che o de sospecha con respecto al
mentos considerados como un único «mundo» como había caracteriza-
corpus dan señales de tales orienta- do el pensamiento católico oficial
ciones. Como una serie de cuestio- durante más de un siglo, como si
nes-que-abarcan-otras-cuestiones cualquier cosa moderna fuera ma-
o incluso como temas recurrentes, la. Según el Papa, el concilio no
las orientaciones confieren al con- debería limitarse a retorcerse las
cilio una coherencia que es única manos y deplorar lo que es malo,
en la historia de este tipo de reu- sino que debería trabajar junto
niones. En otras palabras: los do- con el mundo en busca de una so-
cumentos del Vaticano II no son lución positiva. En general, en el
un cajón de sastre donde van a pa- trato con todos, el concilio debería
rar unidades dispersas. Cuando se «recurrir al uso de la medicina de
examinan los textos no por sepa- misericordia antes que a la seve-
rado, sino como un único corpus, ridad».

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Aunque el Papa Juan no usó la pa- te antes de su elección como Papa,


labra reconciliación, de eso era de desempeñó con distinción en Vene-
lo que estaba hablando. Pedía la cia su oficio episcopal (técnicamen-
reconciliación con «el mundo», te hablando, oficio patriarcal).
con el mundo tal como es, no co-
Por eso no deberíamos asombrar-
mo lo suponía la fantasía de una
nos de que en el momento crucial
idealizada «Cristiandad Medie-
de la apertura del concilio introdu-
val» que todavía cautivaba a mu-
jera el tema de la reconciliación. No
chos católicos. Quería poner fin a
era un tema nuevo para él. Cuando
una mentalidad de asedio que se
tres años y medio antes, en 1959,
había apoderado de la burocracia
anunció su intención de convocar
católica en vísperas de la Revolu-
el concilio, mencionó como uno de
ción francesa y del posterior se-
los dos objetivos principales, «ex-
cuestro de los Estados pontificios;
tender una cordial invitación a los
una mentalidad que temía cual-
fieles de las separadas comunida-
quier cosa moderna. des para que participen con nos-
Tenemos que recordar que Juan otros en esa búsqueda de la unidad
XXIII había tenido una experiencia y la paz que tantos añoran en tan-
«del mundo» más extensa que la tas partes del mundo». Su invita-
de cualquier Papa anterior. Como ción, en contra de lo que se había
joven sacerdote había servido de anticipado, fue bien acogida por
auxiliar y más tarde, durante la Pri- otras organizaciones cristianas, y
mera Guerra Mundial, como cape- resultó en el hecho extraordinario
de una presencia de representantes
llán del ejército italiano. Todavía
de iglesias protestantes y ortodo-
más tarde, como diplomático vati-
xas que a veces sobrepasó el cente-
cano, trabajó durante décadas en
nar. Nunca había ocurrido una co-
países de predominio ortodoxo o
sa semejante en el pasado.
musulmán. Cuando residía en Es-
tambul, durante la Segunda Gue- De este modo, aun antes de que co-
rra Mundial, fue testigo cercano de menzara el concilio, la reconcilia-
la penosa situación de los refugia- ción se hizo presente como tema y
dos de la persecución nazi por ayu- objetivo. Durante el concilio su ám-
dar a los cuales hizo todo lo que bito adquirió nuevas dimensiones.
pudo. Nombrado nuncio en París El primer documento que aprobó
durante los momentos más delica- el concilio, la Constitución sobre
dos para la Iglesia en el período la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum
posterior a la guerra, actuó con Concilium, implícitamente pedía a
acierto. Por último, inmediatamen- la Iglesia que rompiera el cerco de

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su eurocentrismo y admitiera otras En el siglo XVIII la Santa Sede con-


culturas como socios. La Iglesia, denó tales experimentos. Después,
por supuesto, se presentaba siem- durante el gran resurgimiento de la
pre como «católica» en el sentido actividad misionera en el siglo XIX
de abrazar todos los pueblos y cul- y comienzos del XX, los misioneros
turas. Aunque había una gran par- católicos y protestantes se conside-
te de verdad en esta reivindicación, raban portadores «del peso del
el catolicismo estaba tan profunda- hombre blanco» que llevaban a sus
mente influenciado por la cultura feligreses el modo de proceder oc-
occidental que parecía identificado cidental. Esta fue la actitud que el
con ella. Los viajes y descubrimien- concilio repudió con tacto pero fir-
tos de los siglos XV y XVI trajeron memente.
la sorpresa de numerosos pueblos
Sacrosanctum Concilium señaló el
y culturas diferentes que no habían
curso que el concilio debía seguir
oído hablar del cristianismo. Los
cuando afirmó que «la Iglesia cul-
descubrimientos pusieron en tela tiva y fomenta las cualidades y ta-
de juicio la reivindicación de uni- lentos da razas y naciones dife-
versalidad. rentes» y «acepta en la Liturgia sus
Un vigoroso plan de evangeliza- costumbres con tal que estén en ar-
ción siguió a este descubrimiento monía con su auténtico espíritu»
que, prácticamente, suponía en to- (n. 37). En documentos posteriores
dos los casos la introducción si- el concilio se ocupó repetidamen-
multánea de tradiciones y valores te, especialmente en los decretos
sobre la actividad misionera de la
occidentales, como si fueran inse-
Iglesia, de la reconciliación con
parables del mensaje evangélico.
culturas no-occidentales.
Hubo, sin embargo, importantes
excepciones como la actuación de El acto de reconciliación más evi-
los jesuitas en China, liderados dente y explícito se encuentra, por
por Matteo Ricci. Por respeto a sus supuesto, en los decretos sobre
anfitriones, los jesuitas en Beijing ecumenismo y religiones no-cris-
quisieron comportarse como chi- tianas. El primero comienza así:
nos tanto en su tenor de vida co- «Promover la reconstrucción de la
mo en su modo de pensar. Logra- unidad entre los cristianos es uno
ron permiso para celebrar la misa de los propósitos principales del
y publicar un misal en chino. Ex- sagrado Sínodo Ecuménico Vati-
perimentos parecidos iniciaron los cano II». Exhorta a los católicos a
jesuitas en Japón y en algunas par- respetar las creencias de los que
tes de India. no están en comunión con la Igle-

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sia y, como indicado antes, pone durante y después del concilio.


en marcha un proceso de respe- Sin embargo, como resultado de
tuoso diálogo con ellos. Estos pa- varias décadas de estudio y con-
sos podrían parecer cautos e in- tactos llevados a cabo de un modo
ciertos pero aún así constituyen discreto y semi-oficial, el concilio
un dramático paso atrás con res- lo aceptó con sorprendente facili-
pecto a la actitud condenatoria de dad. Después de siglos de aleja-
todas las otras comunidades cris- miento, el tiempo había llegado
tianas y de la recomendación a para buscar una base común y la
los católicos de evitar en lo posible reconciliación.
el contacto con ellas. El Código de
Derecho Canónico de 1918 había El decreto Nostra aetate, sobre reli-
prohibido la participación en cual- giones no-cristianas, no gozó en el
quier ceremonia religiosa que no concilio de semejante facilidad. La
fuera católica, incluyendo bodas y oposición fue tan intransigente
funerales. que en un cierto momento casi se
llegó a retirarlo de la agenda. Ha-
Hacia la mitad del siglo XVII, la bía sido el mismo Juan XXIII el
conclusión de la catastrófica Gue- responsable por haberlo puesto en
rra de los Treinta Años puso fin a la agenda. Su profunda preocupa-
un siglo de guerras, iniciadas en ción acerca del anti-semitismo y la
nombre del Dios del amor, entre las responsabilidad cristiana con res-
diferentes iglesias cristianas. A par- pecto al Holocausto le movieron a
tir de entonces la Iglesia excluyó la ordenar que el concilio considera-
violencia como medio de solucio-
se un documento sobre los judíos.
nar conflictos religiosos; pero hasta
Por eso, los primeros borradores
la víspera del concilio, los teólogos
de Nostra aetate trataban exclusi-
y apologistas católicos denigraban
vamente de los judíos. Por razo-
otras iglesias y las presentaban a la
nes teológicas –¿no eran los judíos
peor luz posible. A un nivel más al-
una raza maldita?–, pero también
to y menos despreciativo, el Papa
políticas, hubo objeciones al docu-
Pío XI, en su encíclica Mortalium
mento. La posibilidad de un docu-
animos, prohibió a los católicos su
mento sobre los judíos levantó te-
participación en el movimiento
mores en países árabes de que se
ecuménico.
tratara de un paso hacia el recono-
El decreto sobre el ecumenismo cimiento del Estado de Israel por
señaló un cambio de 180 grados; parte del Vaticano, un paso que
tanto es así que una pequeña mi- hasta ahora no se había dado. Esos
noría lo denunció como herético países hicieron llegar claramente

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sus objeciones a la Secretaría de mismo tiempo confiere a los cató-


Estado del Vaticano. licos un papel especial como agen-
tes de reconciliación en la presen-
Finalmente, el concilio logró con- te y tensa situación internacional.
vencer a los objetores que Nostra En este punto Juan Pablo II llevó a
aetate no tenía nada que ver con Is- cabo un maravilloso servicio. Sus
rael. Exegetas y teólogos pudieron
gestos de reconciliación con los ju-
convencer, prácticamente a todos
díos son bien conocidos. Menos
los obispos, de la validez teológica
conocidos, pero quizá más impor-
del documento. Después de salvar
tantes, fueron las muchas ocasio-
esos obstáculos, Nostra aetate con-
nes en las que se encontró con
siguió la aprobación pero sólo
grupos musulmanes buscando
después de haber incluido otros
una intensificación del mutuo en-
creyentes no-cristianos, especial-
tendimiento y una disminución
mente musulmanes. La pequeña
de las tensiones.
minoría que había rechazado el
decreto sobre el ecumenismo si- El documento final del concilio
guió rechazando éste, incluso con lleva como título «La Iglesia en el
más fuerza. mundo moderno». Aunque la re-
lación Iglesia-mundo no formaba
Nostra aetate dedicó a los musulma-
parte de la agenda en los comien-
nes mucho más tiempo que a otros
zos del concilio, pasado sólo un
grupos religiosos incluidos los ju-
año ya se había impuesto clara-
díos. No se los consideraban como
mente. No es sorprendente por-
«nuestros eternos y ateos enemi-
que, de hecho, el concilio se había
gos», según los llamó Pablo III en
ocupado de la reconciliación con
la bula de 1542 mediante la cual
el mundo moderno tal como lo ha-
convocaba el concilio de Trento, si-
bía propuesto Juan XXIII en su
no como personas que merecen
discurso de apertura. El título es
respeto y que comparten con los
significativo: no es la Iglesia para
cristianos, desde los tiempos del
el mundo moderno, ni tampoco la
común patriarca Abraham, mu-
Iglesia contra el mundo moderno
chas tradiciones religiosas.
ni sobre o bajo el mundo moderno,
Pocos decretos del concilio son tan sino simplemente la Iglesia en el
oportunos hoy, en el tiempo post mundo moderno. El título es un
11-S. Nostra aetate hace oír una voz sencillo reconocimiento del hecho.
con tonos de razón y compasión. Todos los miembros de la Iglesia
Es diametralmente opuesta a las viven, por fuerza, «en el mundo».
polémicas inspiradas en odio, y al No hay otra alternativa ni siquiera

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para los religiosos de vida con- Iglesia para fomentar un sentido


templativa. Simples mortales no de hermandad» (n. 3).
podemos escapar del tiempo o el
espacio. El discurso inaugural de Juan XXIII
tocó el tema de la reconciliación
Más allá del hecho de reconocer pero de un modo discreto y gene-
que la Iglesia está ahora y ha es- ral. El concilio lo trató como orien-
tado siempre «en el mundo», el tación fundamental y le confirió
documento reconoce las conse- un notable objetivo. Lo extendió a
cuencias de este hecho: Iglesia y la relación de la Iglesia con cultu-
mundo son recíprocamente de- ras no-occidentales, con cristianos
pendientes. «La Iglesia que es al no-católicos, con creyentes no-
mismo tiempo una organización cristianos y, en este documento fi-
visible y una comunidad espiri- nal, «a toda la humanidad».
tual, hace el mismo viaje que el
resto de la humanidad y participa Hay, sin embargo, un nivel más
de la misma condición que ellos» profundo al que llega y en el que
(n. 40). La Iglesia tiene que actuar el tema operó de tal manera que
como levadura, pero también reci- confirma la intrínseca relación en-
be del mundo, como a su vez ella tre espíritu y letra. Tenemos que
da al mundo. Aunque esta afirma- volver al discurso de apertura de
ción sea obvia, no tiene antece- Juan XXIII. Cuando pidió al conci-
dentes en los documentos de la lio que se abstuviera de condenas,
Iglesia, muy especialmente desde introdujo el problema del estilo
que una extendida sospecha de que el concilio iba a adoptar en
modernidad comenzó a dominar sus deliberaciones. En el mismísi-
la Iglesia oficial. mo primer día de trabajo del con-
cilio, 22 de octubre de 1962, cuan-
El hecho de que fuera dirigido a do el Cardenal Joseph Frings de
todos los hombres y mujeres de Colonia hizo uso de la palabra,
buena voluntad, creyentes o no, el propuso explícitamente la cues-
documento llevó el tema de la re- tión. Otros prelados le siguieron.
conciliación hasta sus últimas con- Hacia el final del primer período
secuencias. El concilio «testigo y del concilio, la pregunta se había
guía a la fe en el Dios de todas las convertido en un serio problema y
gentes [quiere expresar] esta soli- se encaminaba a una notable reso-
daridad con todos, respeto y amor lución.
por la entera familia humana». Y,
por ello, «ofrece a la familia hu- Cuando la segunda sesión se abrió
mana la sincera cooperación de la en el otoño del siguiente año, la

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El Concilio del acercamiento

discusión comenzó con un borra- El Vaticano II, que concluyó cinco


dor, drásticamente revisado, «So- años más tarde, no promulgó ni
bre la Iglesia» que ahora se titulaba un solo canon. En vez de promul-
Lumen gentium. Con ese documen- gar ordenanzas mostró ideales
to el concilio había encontrado su que sirvieran de emulación. Por
propia voz. El primer capítulo, re- ejemplo, en el decreto acerca de
pleto de imágenes bíblicas y alu- los Obispos, Christus Dominus,
siones patrísticas, era llamativa- compuso un cuadro del obispo
mente diferente de la versión ante- ideal y propuso metas para él.
rior. Esta característica se había Con su nuevo lenguaje, el concilio
intensificado cuando el documento quería dirigirse a las conciencias
llegó a su forma final que rebosaba para que aspiraran a metas positi-
de imágenes de la Iglesia y sus vas. En consonancia con la des-
miembros que sugerían fecundi- cripción de la Iglesia que ofreció
dad, dignidad, abundancia, caris- Juan XXIII en su discurso de aper-
ma, bondad, refugio seguro, bien- tura del concilio –«la amorosa ma-
venida, ternura, calor, comunión y dre de todos, benigna, paciente,
afabilidad. llena de bondad y misericordia»–
el concilio también quiso alabar
El concilio comenzó a hablar en los aspectos positivos del catoli-
un nuevo estilo. Empezó a expre- cismo y establecer la identidad de
sarse a través de una forma lite- la Iglesia sobre esa base más bien
raria y un vocabulario que eran que intentar que la Iglesia apare-
nuevos en textos conciliares. Has- ciera bien haciendo que los otros
ta este momento, la forma litera- aparecieran mal.
ria más común en los concilios ha-
bían sido los cánones; es decir, un Una extraordinaria característica
breve prescripto que ordenaba o de Lumen gentium que no ha mere-
prohibía alguna acción con las cido mucha atención, es «la llama-
consecuentes sanciones en caso da a la santidad», tema del capítu-
de que no se observara. La mayo- lo quinto en la versión final. Esta
ría de los cánones terminaban con llamada se convirtió en el leitmotiv
la palabra «anatema». El Sínodo del concilio que aparece una y otra
Romano de 1960 fue una asam- vez en los documentos. Santidad,
blea del clero de la diócesis de Ro- dijo el concilio, es aquello de lo
ma que, en aquel momento, se que se ocupa la Iglesia. Se trata,
consideró «como ensayo general» por supuesto, de una antigua ver-
del Vaticano II. El Sínodo promul- dad, en sí no particularmente no-
gó 755 cánones. table. Sin embargo, los concilios

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anteriores, interesados en el cum- legialidad, conciencia y una llama-


plimiento exterior de las reglas, da a la interioridad: una llamada a
nunca explicitaron este ideal y, la santidad.
ciertamente, nunca lo desarrolla-
ron tan repetida y largamente co- Tales palabras aparecen en los do-
mo lo hizo el Vaticano II. cumentos del concilio con dema-
siada frecuencia y consistencia pa-
Las formas literarias y el vocabu- ra que puedan atribuirse a meras
lario de aquellos concilios, basa- exigencias de escaparate o comen-
dos en la suposición de que los tarios marginales. Por el contrario,
concilios eran cuerpos judicial-le- infundían al Vaticano II una uni-
gislativos, impidió que tal tema dad literaria y, consecuentemente
surgiera, precisamente como for- temática, única entre los concilios
ma y vocabulario del Vaticano II de la Iglesia. Expresan una orien-
lo favoreció. La llamada a la santi- tación general y una perspectiva
dad es más que una externa y exi- coherente, y son elementos centra-
gible conformidad con un código les para entender el concilio.
de conducta. Es un llamamiento a
la conciencia que, aunque necesita Expresan valores. Esos valores no
formas externas, tiene su origen son, de ningún modo, nuevos en la
en los elevados impulsos, recibi- tradición cristiana. Son tan frecuen-
dos de Dios, del espíritu humano, tes en el discurso cristiano, o más
que frecuentemente fueron especi- frecuentes aún, que sus contrarios.
ficados en el concilio como el ser- Pero no son frecuentes en los conci-
vicio a los otros y la búsqueda de lios ni jugaron un papel tan deter-
comunión con ellos. minante en declaraciones oficiales
de la Iglesia hasta ese momento. El
El cambio de forma pedía adoptar Vaticano II no inventó palabras ni
un vocabulario que era nuevo en quiso decir que no eran fundamen-
los concilios, en el que el tema de la tales en una vida cristiana. Pero,
reconciliación, aunque expresado consideradas en su conjunto, trans-
con una variedad de términos, sur- miten un modo nuevamente for-
gió con una fuerza dominadora. En mulado y fuertemente especificado
vez de expresiones que consistían de proceder que el Vaticano II man-
principalmente de anatemas y ve- tuvo en alto para que se contem-
redictos de «culpable como acusa- plara, se admirara y se llevaran a
do», el concilio se expresó por la cabo. Ese modo de proceder fue el
mayor parte con palabras de amis- más penetrante de las cuestiones-
tad, asociación, parentesco, her- preñadas-de-cuestiones, o cuestio-
mandad, reciprocidad, diálogo, co- nes-atravesadas-de-cuestiones en

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El Concilio del acercamiento

el Vaticano II. Fue la esencia del llevan al corazón del Vaticano II:
«espíritu del Vaticano II». «El gozo y la esperanza, la tristeza
y la angustia de los hombres de
Un mero cotejo del modelo sugeri- nuestro tiempo, sobre todo de los
do por este vocabulario con el mo- pobres y de todos los afligidos,
delo que se quería sustituir o equi- son también gozo y esperanza,
librar, transmite la importancia
tristeza y angustia de los discípu-
del vocabulario: de mandatos a in-
los de Cristo y no hay nada verda-
vitaciones; de leyes a ideales; de
deramente humano que no tenga
amenazas a persuasión; de obliga-
resonancia en su corazón» (n. 1).
ción a conciencia; de monólogo a
diálogo; de mandar a servir; de El concilio fue un acontecimiento
exclusión a integración; de hostili- rico y complejo en el que no es di-
dad a amistad; de sospecha a con- fícil quedarse en los árboles y per-
fianza; de competitividad a aso- der de vista el bosque. Si es impor-
ciación; de buscar faltas a aprecio; tante reflexionar sobre el cambio
y de modificación de la conducta a que operó el concilio con respecto
la interiorización. a ciertos particulares, es aún más
importante entender la nueva
Para la promoción de los valores
orientación que el concilio conci-
implícitos en este modelo, el conci-
bió para la Iglesia, y al hacerlo así,
lio no negaba la validez del con-
también para todos los católicos.
traste de valores. Ninguna institu-
A pesar del modo de expresarse
ción puede ser, por ejemplo, total-
que usaron ocasionalmente algu-
mente abierta. Más tarde o más
nos líderes del concilio, no hay du-
temprano se impone una decisión.
da de que todos sabían que el Vati-
Ninguna institución puede admitir
cano II, proclamado por sí mismo
a cualquiera sin correr el riesgo de
concilio pastoral, por esa misma
perder su identidad en el proceso.
razón era un concilio magisterial.
Ciertamente, ninguna institución,
El Vaticano II enseñó muchas co-
cuya única razón de ser es la pro-
sas pero pocas fueron tan impor-
clamación del mensaje evangélico,
tantes como el estilo de las relacio-
puede estar tan comprometida con
nes que prevalecería en la Iglesia.
la reconciliación que ponga en ries-
go su mensaje. Pero, ¿qué elemen- No «definió» tal enseñanza, pero
to es más constitutivo del mensaje la transmitió virtualmente en cada
que el amor al prójimo? una de las páginas a través de la
forma y el vocabulario que adop-
Las primeras palabras de Gaudium tó. Examinando la forma y el voca-
et spes encierran el mensaje y nos bulario, la «letra», llegamos al «es-

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John W. O’Malley

píritu» que no es un momento de ciones con los que están fuera de


entusiasmo, sino una consistente y la Iglesia, sino también con los
verificable reorientación. que están dentro.

El concilio, por tanto, proclamó un Hoy, en un mundo cada vez más


mensaje que superaba las decisio- roto por la discordia, el rencor, los
nes particulares. Atrevido y sin insultos, los blogs que escupen
embargo discreto, el mensaje iba odio, ataques preventivos, guerras
dirigido a encontrar resonancia en y amenazas de guerras, el mensa-
los corazones de todas las perso- je no podía ser más oportuno. Es
nas abiertas a la llamada de la con- un mensaje contra-cultural que, al
ciencia. Inculcó la reconciliación mismo tiempo, responde a los
con otros y la búsqueda de comu- más profundos deseos del cora-
nión. Inculcó estos bienes, convie- zón humano. Paz en la tierra. Bue-
ne recordarlo, no sólo en las rela- na voluntad a los hombres. ■

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