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El hecho de que Dios nos creó para su gloria determina la respuesta correcta a la pregunta.
Cuanto más conocemos a Dios y al hombre tantas más similitudes reconoceremos, y tanto
mejor entenderemos lo que las Escrituras quieren decir cuando afirman que el hombre está
hecho a la imagen de Dios. Esa expresión se refiere a toda forma en la que el hombre es como
Dios.
Este concepto de lo que significa que el hombre está creado a la imagen de Dios queda
reforzado por la similitud entre Génesis 1: 26, donde Dios declara su intención de crear al
hombre a su imagen y semejanza, y Génesis 5: 3: «Cuando Adán llegó a la edad de ciento
treinta años, tuvo un hijo a su imagen [tselem] y semejanza [demut], y lo llamó Set». Set no
era idéntico a Adán, pero era como él en muchas formas, como un hijo es como su padre.
El texto simplemente significa que Set era como Adán. No especifica una serie de formas en
que Set era como Adán, y sería demasiado restrictivo para nosotros afirmar que una u otra
característica determinaba la manera en que Set era la imagen y semejanza de Adán. ¿Eran sus
ojos castaños? ¿O su pelo ensortijado? ¿Sería quizá su aspecto fornido y atlético, o su
disposición seria, o su fuerte temperamento?
Por supuesto, tales especulaciones serían de poca ayuda. Es evidente que toda manera en
la cual Set era como Adán era una parte de su semejanza con Adán y por tanto sería a la
«imagen» de Adán.
Del mismo modo, toda forma en que el hombre es como Dios es parte del hecho de ser a la
imagen y semejanza de Dios.
c.- ¿Qué efecto tuvo la caída de la humanidad sobre nuestro ser hecho a imagen de
Dios?
El Nuevo Testamento nos lo confirma cuando Santiago 3: 9 dice que las personas en
general, no solo los creyentes, están «creadas a imagen de Dios».
Sin embargo, puesto que el hombre ha pecado, no es ya tan completamente como Dios
como lo fue antes. Su pureza moral se ha perdido y su carácter pecaminoso no refleja para
nada la santidad de Dios. Su intelecto está corrompido por la falsedad y el mal entendimiento;
su forma de hablar no glorifica siempre a Dios; y sus relaciones están con frecuencia
gobernadas por el egoísmo más que por el amor, y así sucesivamente.
Aunque el hombre todavía conserva la imagen de Dios, en cada aspecto de la vida algunas
partes de esa imagen han quedado distorsionadas o perdidas. En resumen, «Dios hizo al
hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones» (Ec 7:29, RVR 1960). Después de la
Caída, entonces, todavía conservamos la imagen de Dios -todavía somos como Dios y lo
representamos- pero la imagen de Dios en nosotros está distorsionada; ya no somos tan
completamente como Dios como lo fuimos antes de que entrara el pecado .
La promesa asombrosa del Nuevo Testamento es que así como hemos sido semejantes a
Adán (sujetos a la muerte y el pecado), seremos también semejantes a Cristo (moralmente
puros, nunca más sujetos a la muerte): «y así como hemos llevado la imagen de aquel hombre
terrenal, llevaremos también la imagen del celestial» (1ª Ca 15: 49). La medida plena de
nuestra creación a la imagen de Dios no se ve en la vida de Adán que pecó, ni tampoco en
nuestra vida ahora, porque somos imperfectos.
Pero el Nuevo Testamento hace hincapié en que el propósito de Dios al crear al hombre a
su imagen quedó realizado completamente en la persona de Cristo Jesús. Él mismo «es la
imagen de Dios» (2ª Ca 4: 4); «él es la imagen del Dios invisible» (Col 1: 15).
En Jesús vemos la semejanza a Dios como era la intención que fuera, y debiera regocijarnos
en el hecho de que Dios nos haya predestinado para «ser transformados según la imagen de su
Hijo» (Ro 8: 29; 1ª Co 15: 49):
Debido al intelecto que hemos recibido de Dios, tenemos de manera exclusiva la capacidad de
comunicarnos inteligentemente con Dios, y entre nosotros, a un nivel totalmente desconocido en
el mundo animal.3 También, son los seres humanos los únicos en la creación de Dios que tienen
la capacidad de ser inmortales. Aunque la comunión de Dios con la humanidad quedara rota en
su caída (Génesis 3), la cruz de Cristo le dio entrada al medio que nos proporcionaría para
siempre esa comunión con Dios. Por último, según el contexto de Génesis 1:26–28, no hay duda
de que la imagen de Dios incluye un dominio provisional (con la responsabilidad de ejercer un
cuidado correcto) sobre las criaturas de la tierra. Con respecto a la imagen moral de Dios en los
humanos, “Dios hizo al hombre recto” (Eclesiastés 7:29). Aun los paganos, que no tienen
conocimiento de la ley escrita de Dios, tienen, sin embargo, una ley moral no escrita que Dios
les ha grabado en el corazón (Romanos 2:14–15). En otras palabras, sólo los seres humanos
poseen la capacidad de distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, y el intelecto y la voluntad
con capacidad para escoger entre ambos.