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"Esta persona que sufre defectos hereditarios y le cuesta a la comunidad 60.

000 Reichsmarks a lo
largo de su vida. Compatriota, ése también es su dinero.", reza el afiche propagandístico.

En 1934, entró en vigencia en la Alemania Nacional Socialista la “Ley para la Prevención de


Descendencia Genéticamente Enferma”, que dispuso la esterilización obligatoria de cualquier
ciudadano que, de acuerdo con el dictamen de un Tribunal de Salud Genética, padeciera de un
trastorno genético y ordenaba a los médicos a denunciar cada caso de enfermedad hereditaria
que conozcan, excepto en mujeres mayores de 45 años. Estaban sujetos a la ley los hombres y las
mujeres que “sufrían” de alguna de las nueve condiciones supuestamente hereditarias: debilidad
mental, esquizofrenia, trastorno maniaco depresivo, epilepsia genética, enfermedad de
Huntington (una forma mortal de demencia), ceguera genética, sordera genética, deformidad
física severa y alcoholismo crónico.

Al organizar su programa de eugenesia, los nazis se inspiraron en los programas de esterilización


forzada de los Estados Unidos, especialmente en las leyes de eugenesia que se habían promulgado
en California y que, durante la depresión, rigieron en Finlandia, Noruega y Suecia. En Gran
Bretaña, la oposición católica bloqueó un proyecto de ley propuesto.

Pero la realidad es que en ningún lugar la cantidad de personas esterilizadas se acercó a la escala
masiva del programa nacional socialista, que alcanzó a aproximadamente 400.000 alemanes. Para
los hombres, el método habitual de esterilización era la vasectomía, y para las mujeres, la ligadura
de trompas, un procedimiento invasivo que causó cientos de muertes.

Posteriormente, con la aprobación de las Leyes de Nuremberg en 1935, se hizo obligatorio que
ambos esponsales se sometieran a exámenes sobre enfermedades hereditarias para preservar la
pureza racial percibida de la raza aria.

Finalmente, el clímax llegó en octubre de 1939, cuando el canciller alemán promulgó el programa
“Aktion T4”, que directamente establecía la eutanasia para acabar con enfermos incurables,
personas con enfermedades graves e incluso adultos improductivos que eran considerados un
lastre para la sociedad. Era preciso que Alemania desarrollase una economía de guerra, en la que
se liberasen camas hospitalarias, se dispusiese de personal sanitario para atender a los eventuales
heridos y se evitasen «derroches sociales innecesarios». Bajo estas premisas el líder autorizó a
acabar con todas las «personas no productivas».

De esta forma comenzó el programa, nombre que hace alusión a un edificio situado en el número
4 de la calle Tiergarten, en Berlín, la sede desde donde se dirigía el programa.

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