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La mala comunicación es uno de los problemas más

fuertes a los que nos enfrentamos a diario, pues, aunque


aparentemente todos hablamos el mismo idioma, la
forma de decir las cosas, la entonación, el contexto, las
expresiones o los movimientos que utilizamos hacen
difícil la comprensión recíproca.

Causas
No usar las palabras adecuadas en el momento adecuado.
Por ejemplo, en una fuerte discusión. Donde ya no se tomó control lo racional, sino lo visceral.
¿Acaso no es verdad que decimos/escuchamos un…?

“Tú siempre cometes este error”


“Nunca se puede confiar en ti”

Tender a generalizar no soluciona los problemas, los complica creando resentimiento, enojo.

¿Por qué, en su lugar, no somos específicos y exponemos nuestra manera de pensar? Usar algo
como:

“…He notado que este mismo error sucedió la semana pasada. Me inquieta que estemos
tropezando una y otra vez con la misma piedra ¿A qué crees que se deba?… ”

No es lo que dices, sino cómo lo dices


Alzar la voz, hacer ademanes, gestos fuertes o bien,
tener un tono de voz bajo, cruzarse de brazos, mirar
al suelo son ejemplos de cómo pueden quitar valor a
nuestro mensaje, es decir, nadie recordará lo que
quisimos decir sino cómo lo hicimos.

Mantener muchos hilos de comunicación


Por ejemplo, si contamos con un equipo de trabajo que
depende de otro para recibir instrucciones, será muy
caótico que una persona reciba instrucciones de 2
personas distintas pese a que el mensaje sea parecido.

• Desarrollar ciertas habilidades de comunicación, que nos ayuden a


desenvolvernos.
• No caer en las trampas de la comunicación.
• Ser sincero con uno/a mismo/a.
• Ser preciso y claro en lo que se quiere comunicar.
• Evitar ser ambiguo porque eso da lugar a malas interpretaciones.
• Ser afirmativo, en nuestra expresión.
• Tener bien claro lo que vamos a decir, cómo lo vamos a decir, cuándo, dónde.
• Saber escuchar

Rafael Hernández López

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