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Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N° 57

Profesorado en Lengua y Literatura – 1° año

Historia de la Lengua Española

Profesora: Laborde Victoria

Estudiante: Diaconchuk María Alejandra

En el siguiente trabajo, analizaré etimológicamente quince palabras, las cuales separaré


en dos secciones: por un lado, una de ellas estará compuesta por cinco palabras que derivan
del latín; mientras que la segunda se compondrá de las diez restantes, cuyos orígenes son
diversos respecto de las anteriores.

Palabras que derivan del latín:

Enfermo
Enfermo es, etimológicamente, «aquel que no está firme». En efecto, la palabra proviene
del latín infirmus, compuesta por el prefijo privativo in- y el adjetivo firmus, o sea, «falta
de firmeza».

Profesor
Los primeros cristianos fueron también los primeros profesores de la historia, porque
profesaban, es decir, declaraban públicamente su fe, aunque pudiera costarles la vida. La
palabra se formó a partir del latín profiteri, del mismo significado, formada por fater
«confesar» con el prefijo pro- «delante» (con el sentido de «delante de todos, a la vista»).
A partir de cierta época, un profesor pasó a ser aquel que profesaba, o sea que declaraba
públicamente que poseía conocimientos en determinada área del saber y que podía
trasmitirlos.
En el diccionario de Covarrubias encontramos: Professar algún arte o ciencia, latine
profiteri. Professor della, el que la sigue y professa.
Poco más de un siglo más tarde, en el Diccionario de la Real Academia, el vocablo
professor era definido como «el que exerce o enseña públicamente alguna facultad, arte ù
doctrina».

Prohibir
Proviene del latín prohibere, formada por el prefijo pro- («lejos», en este caso) e hibere,
del verbo habere «tener». Para los latinos, prohibere tenía el sentido de «mantener alejado,
distante», «desviar», «rechazar», «privar». Para Séneca, prohibitorum significaba «las cosas
que están prohibidas», «lo que no es lícito», «el mal». En los Comentarios de la guerra de
las Galias, Julio Cesar utilizó la expresión itinere exercitum prohibere «impedir el paso del
ejército».

Sofocar
Sofocar a alguien es, etimológicamente, «ahogarlo, impidiendo su respiración» es decir,
apretar su garganta para que no pueda respirar.
La palabra latina suffocare, de la cual se derivó sofocar, significaba precisamente eso:
«ahogar, estrangular, asfixiar y se formó mediante el sufijo sub- “hacia abajo” y fauces
“garganta”, o sea que, de manera literal, era “apretar la garganta hacia abajo”».

Trámite
Lo primero que esta palabra nos trae a la mente es una oficina pública, con engorrosas
gestiones, burócratas malhumorados y largas filas de personas con expresión de
sufrimiento. Sin embargo, un trámite es exactamente lo opuesto, al menos
etimológicamente. En efecto, el término proviene del latín trames, tramitis, que para los
romanos significaba «senda, camino», de donde se derivó el sentido actual de «vía legal o
procedimiento que debe seguir una gestión».
Esto significa que un trámite es (o debería ser) un camino perfectamente preestablecido,
que no depende de los caprichos de un burócrata ni de los favores de un político, como
veces ocurre con las gestiones estatales.
La palabra latina se formó a partir de una forma del verbo meare «andar», «caminar»,
«seguir una senda», precedida del prefijo trans- «a través». Qua sidera lege mearent (Qué
leyes rigen el curso de los astros), decía Ovidio para referirse a lo que, de alguna manera, es
el trámite que cumplen los cuerpos celestes con relación a un observador terrestre.
De meare se derivaron también otros vocablos castellanos, como permear «pasar a través
de» y mear (v. mear), un término vulgar por orinar, así como el cultismo médico meato
«paso», con el que se nombran ciertos orificios del cuerpo.

Palabras que NO derivan del latín:

Aceite
El aceite de oliva se obtiene por prensado en frío de las aceitunas, el fruto del olivo. El
producto del primer prensado se llama aceite extra virgen, mientras que el resto, de varias
calidades inferiores, se logra mediante prensados sucesivos, con el uso del calor en los
últimos procesos. No se conoce con certeza quiénes fueron los inventores del
procedimiento de extracción del aceite de las aceitunas, pero se sabe que los primeros
cultivos se desarrollaron en la zona que hoy llamamos Medio Oriente, y hay testimonios de
la existencia de olivos hace tres mil cuatrocientos años en Micena y en Palestina. Los
fenicios lo comerciaron por todo el Mediterráneo, y más tarde su producción se extendió
desde la Bética (parte de la actual Andalucía y de Extremadura), donde, probablemente, se
impuso su nombre árabe, para llegar hasta el norte de Hispania. Tanto aceite como aceituna
provienen del árabe az zayt y az zaytuna, respectivamente. Zayt o zait es una antigua
palabra semita que, en hebreo y bajo la forma zeit, significa «olivo», el árbol que produce
las aceitunas, denominado en botánica Olea europea.
En lengua portuguesa, el nombre azeite se reserva para el aceite de oliva, mientras que
los de otros frutos o granos son llamados óleos, pero en castellano llamamos aceite no sólo
a los de origen vegetal, sino también a los aceites minerales derivados del petróleo, que
poco tienen que ver con las aceitunas.

Aforismo
Es una sentencia breve que se da como regla, que resume algún conocimiento esencial,
una reflexión filosófica o una máxima, y sirve como guía en una ciencia o arte.
Aforismo proviene del sustantivo griego horos «mojón», del cual se deriva el verbo
aphorizein «separar», «definir», y de éste, el sustantivo aphorismós «definición».
Otro derivado de aphorizéin es aphorisma «objeto puesto aparte», de donde proviene la
palabra española aporisma, incluida en el diccionario de la Real Academia desde su primera
edición de 1726: «la inflamación que suele sobrevenir en la parte del cuerpo donde se ha
hecho la sangría. Es voz griega y término de Cirugía». En esta palabra se originó el
cubanismo apolismar, que significa «lastimar, magullar», como figura en el Diccionario de
voces cubanas, de Esteban Pichardo (1836).

Calambre
Este vocablo proviene del germánico kramph, que derivó al alemán moderno krampf, al
inglés cramp y al francés crampe. Corominas estima probable que en Francia haya pasado
antes por crambe, para llegar más tarde a Asturias como cambre por transliteración. Luego,
hacia fines del siglo XIII, aparece en Castilla y Aragón como clambre y calambre, y en el
Reino de Portugal y Algarbe, como cãibra.

Clínica
Como adjetivo, clínico significa «perteneciente o relativo al ejercicio práctico de la
medicina basado en la observación directa de los pacientes y en su tratamiento»; como
nombre, designa a la «persona consagrada al ejercicio práctico de la medicina».
Clínica, de acuerdo con la etimología, es un lugar donde hay camas, del griego kliné
«cama», que a su vez deriva del verbo klinéin «inclinarse».
Ambos términos provienen de la raíz indoeuropea kli-, cuyo sentido es «inclinarse», y
también se refiere a la falda de un monte. Contra lo que suele creerse, policlínica no
significa «varias clínicas». La palabra, surgida a fines del siglo XIX, designó desde su
origen a los establecimientos de salud pública que se creaban para atender a toda una
ciudad, polis en griego, pero mucha gente cree que las dos primeras sílabas de policlínica
derivan de polys «muchos». La voz griega kliné también está en la etimología de
clinopodio, el nombre de una flor con cuatro pétalos, que recuerdan las cuatro patas de una
cama. También en clinómetro, una especie de nivel usado para medir la inclinación de un
barco, y en diclino, un adjetivo que se aplica a las plantas que presentan los órganos de los
dos sexos en flores (o camas) diferentes.
Maniquí
En los últimos años, se ha hecho más común el nombre de modelo para la profesión de
hombres y mujeres que desfilan mostrando nuevos diseños de ropa, pero durante mucho
tiempo, se empleó la palabra maniquí, hoy reservada más bien para los muñecos usados
para exponer la ropa de moda en las vidrieras de las tiendas.
Esta palabra se originó en el neerlandés manneken, diminutivo de man «hombre» y se
usó al principio para denominar a los muñecos de madera que los pintores y escultores
usaban como modelos, hasta que el empresario francés Charles Fréderic Worth (1825-
1895), propietario de la casa de alta costura Worth, decidió en 1858 utilizar aquellos
muñecos para mostrar sus modelos a la clientela, y el nombre original holandés fue
adaptado a mannequin.
Worth, como otros empresarios de su ramo, no demoró en percibir que esa función sería
mucho mejor cumplida con maniquíes vivas e inauguró así una profesión que, inicialmente,
llevó el nombre del muñeco holandés, y que llegó al español como maniquí.

Melancolía
Los antiguos creían que el temperamento de las personas dependía de las secreciones, o
sea, de los humores segregados por el organismo, de los cuales cada persona tenía uno
predominante. Así, aquéllos en los que predominaba la bilis negra, que los griegos
llamaban melán kholé, eran propensos a la depresión, un estado de ánimo que se llamó
melancolía o humor melancólico.
El vocablo griego kholé «bilis» está presente en nuestro idioma en algunas palabras del
lenguaje médico, tales como colecistitis y colédoco.

Pijama
Tomada del inglés británico pyjamas y éste, del indostánico paeyama, que se emplea
para designar el pantalón amplio, ceñido en la parte inferior, que usan los indostanos. La
palabra —que aparece en español desde 1920— se compone de los vocablos indostánicos
pae «pierna» y yama «vestido». En América se usa más piyama.

Rancho
Proviene del término soldadesco del siglo XVI rancharse o ranchearse, derivado del
francés se ranger con el sentido de «arreglarse» o «instalarse en un lugar».
La palabra fue aplicada en América por los colonizadores a las viviendas de los indios y,
posteriormente, a todo tipo de vivienda provisoria (Corominas). El vocablo español ya tenía
este sentido en el tiempo de Cervantes, que pone estas palabras en boca de uno de los
personajes del Quijote:
“Supe que sabía muy bien arábigo, y no solamente hablarlo, sino
escribirlo; pero, antes que del todo me declarase con él, le dije que me
leyese aquel papel, que acaso me había hallado en un agujero de mi
rancho”.

Tóxico
El significado etimológico que se esconde detrás de esta palabra es el de «flecha
envenenada», que se origina en el griego toxon «arco». Esta denotación original no se
mantuvo en castellano, pero permaneció en el cultismo inglés toxophily, que designa a la
arquería, el arte de los arqueros, sin referencia alguna a veneno.
De toxon se derivó, aun en griego, el adjetivo toxikós «referente a arcos y flechas», que
más tarde daría lugar a toxikón «veneno para poner en las flechas» y al latín toxicum
«veneno».
La palabra se introdujo al castellano como tósigo, forma hoy considerada anticuada, bajo
la cual aparece en el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias. La forma actual,
tóxico, se consideró culta durante largo tiempo.
Utilizada por fray Luis de León y por santa Teresa de Ávila, y consagrada a fines del
siglo XIX como término médico, sólo se incorporó al Diccionario académico en la edición
de 1925.

Vaselina
Palabra creada como nombre comercial de una especie de jalea grasosa de petróleo
lograda por la Chesebrough Manufacturing Company. Las primeras tres letras de la palabra
corresponden a una forma anglicada de la palabra alemana Wasser «agua», las dos letras
siguientes representan la raíz el-, de la voz griega élaion «aceite de oliva» y la última parte
es el sufijo -ina, usado en la designación de ciertas sustancias químicas.
En algunos países, la palabra entró en la jerga futbolística para designar un tiro suave
que pasa por encima de varios rivales antes de llegar a su destino.

A través de la investigación de la etimología de las palabras expuestas anteriormente,


podemos dar cuenta del verdadero origen de las mismas y a la vez llegar a la conclusión de
que en efecto, el lenguaje que atraviesa hoy en día a los argentinos (como lo hace desde
hace años) está compuesto por un montón de préstamos lingüísticos cuyos orígenes son
muy diversos. De igual modo, dicho análisis nos permite reflexionar sobre como solemos
equivocarnos al pensar que una palabra tan corriente y usada por nosotros, tiene origen en
nuestro país; cuando en verdad, si analizamos la palabra en profundidad, es a través de la
etimología clásica y popular que podemos descifrar su verdadero origen, su historia, los
cambios que fue atravesando tanto sincrónica como diacrónicamente y como encontramos
la misma actualmente en el habla de todos los días.
Al mismo tiempo, luego de haber reconocido los cambios sintácticos, semánticos y
fonológicos que van sufriendo las palabras a través del tiempo, es que podemos reconocer
al lenguaje como algo que no es para nada estático, sino que está en constante
transformación, dando paso así a un sinfín de posibles cambios futuros respecto al sentido,
la estructura y el sonido de cada una de ellas.

Bibliografía

 Soca, Ricardo. (2004) La fascinante historia de las palabras. Montevideo,


Artes Gráficas S.A, 2006.

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