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55-67
ISSN 1989-9092
http://www.revistafactotum.com
Resumen: La angustia (Angst) es la posibilidad permanente, para el Dasein, de darse de bruces con una Nada
que le provoca su radical temblequera: la quiebra de sus fundamentos (Gründe), el estar constantemente al borde
del abismo (Ab-grund). Como hiciera Heidegger, siguiendo a Kierkegaard, distinguiremos en este trabajo el simple
“miedo” (Furcht) y su remisión a lo determinado de una mayor categoría existencial como lo sea la angustia
indeterminada. Terminaremos, de mano de Freud, atendiendo a la tensión fundamental entre lo Heimlich y lo
Unheimlich viendo de qué manera la angustia es un estado propio del “estar-en-el-mundo”.
Palabras clave: existencialismo, nada, Dasein, Heidegger, Freud, siniestro.
Abstract: Angst (Angst) is the permanent possibility, for Dasein, of running up against a nothingness that causes
its radical wobbling: the bankruptcy of its grounds (Gründe), being constantly on the edge of the abyss (Ab-
grund). In the manner of Heidegger, according to Kierkegaard, we distinguish in this work simple “fear” ( Furcht)
and their referral to determined of a higher category existential as the indeterminate angst. We'll end, by the hand
of Freud, attending to the fundamental tension between the Heimlich and the Unheimlich seeing how angst is a
state of “being-in-the-world”.
Keywords: existentialism, nothingness, Dasein, Heidegger, Freud, uncanny.
1. Preludio: la puesta en música del obra: “Pallida mors aequo pulsat pede pauperu
mundo tabernas regumque turres” (Horacio, Carmina,
I, 4).
Nuestro habitar en el universo no es Poblando de sentimientos el universo de las
únicamente, como acontece en el resto de las cosas hemos acabado por convertirlo en mundo
cosas, un estar físicamente –materialmente– (Welt) habitado y ante todo habitable. Estamos
sino que, además, lo habitamos en él (In-Sein) en la medida en que lo
sentimentalmente tornándosenos tal “universo” habitamos, lo amamos, lo cultivamos; un
hogar nuestro –un morar propio que hace de perpetuo condimentar la realidad para no
éste nuestro “mundo”. Y sin embargo las leyes perder la familiaridad (Vertrautheit) con la
físicas se ensañan con todos nosotros –cosas y misma, esa cercanía, esa confianza “natural”
personas– con igual “desconsideración”; sólo con que de ordinario andamos y nos tratamos
que las simples cosas –aquello de poca monta con las cosas. Perdemos por completo la
(cf. Heidegger, 2001: 134)– no se rebelan, no capacidad de asombrarnos de lo que nos rodea,
protestan ante el trato plebeyo que reciben del mas la cuestión será si queremos seguir
universo. En cambio a nosotros –y quizá en ello extrañándonos. El extrañamiento acontece
reside aquella nuestra fragilidad que Nietzsche entonces como algo excepcional y, por lo
nos dejó al descubierto– nos ofende la frialdad general, desagradable –o, cuanto menos,
e indiferencia con que luce el sol –como si nada inquietante. Extrañeza, imprevisibilidad,
hubiera pasado– el día más oscuro de nuestra desconcierto, rareza… sentimientos que
vida. Ante ello sólo nos queda –y, bien mirado, parecen tales por contraste con la seguridad, la
no es poco– blasfemar y maldecir a esa confianza, la familiaridad con la que nos hemos
“injusta” naturaleza que tan sin discernimiento acostumbrado a estar en el universo de las
teorías, mitos, dogmas que para no Todo consistirá en dar con el estado de
reconocer tal facticidad, para huirnos, ánimo, el afecto, que nos brinde la apertura
habíamos complacientemente tejido, a ver a la experiencia de la nada. Aburrimiento y
si tejiéndonos o entretejiéndonos con otros
alegría dos posibles estados desestimados
seres, quedábamos firmes y asegurados.”
(García Bacca, 1962: 212)
en la medida en que, uno y otro, revelan la
totalidad del ente:
2. Una apertura sentimental. El temor “cuando estos temples del ánimo nos
de bienvenida conducen […] frente al ente en total,
ocúltannos, precisamente, la nada que
Hablar de la angustia es hablar, buscamos.” (Heidegger, 1974: 50)
irremediablemente, de la nada. Una nada
que se nos escapa en la medida en que Esto es: el profundamente aburrido, o el
apela a una “realidad” escurridiza, que no se esencialmente alegre, comprenden todo lo
deja aprehender por el instrumento que hay como algo que estimula, ratifica, o
privilegiado del concepto. No hay algo así viene a dar razón de ese su profundo y
como un concepto de la nada; la nada se esencial aburrimiento o alegría. En la medida
desvanece en el ejercicio de su intelección. en que tales estados no nos son útiles en
Intelectualizada sería algo, y la nada, nada nuestra búsqueda de la nada, Heidegger nos
es. Lo que sí hay es una experiencia de la invita a reparar en los estados del miedo
nada, de manera que lo que el concepto nos (Furcht) y la angustia (Angst)
hurta la experiencia nos lo concede –la diferenciándolos.
cuestión será tratar de acceder a esa Aunque tal diferenciación vaya a remitir,
“experiencia” de la nada. Con ello Heidegger en última instancia, a la delimitación precisa
estaría apuntando a una revaluación, a una de la angustia –el concepto fundamental–,
recuperación de aquello que en un término caracterizar el miedo no será una cuestión
más clásico llamaríamos algo así como la baladí. Un miedo que es una referencia
lógica del corazón, esa lógica pascaliana por objetiva en la medida en que siempre remite
la que el corazón tiene razones que la a algo –un ente intramundano, algo cósico,
inteligencia no es capaz de comprender algo conocido y que se teme; por tanto
(Pascal, Pensées, 277). Aquello que quedó al referencia a algo antes que a nada –vgr. “En
margen es ahora la piedra angular. el ser para la muerte del miedo, no estoy
frente a la nada, sino frente a quien está
“Lo que llamamos “sentimientos” no contra mí” (Levinas, 2002: 247). De ahí el
son ni fugaces fenómenos concomitantes carácter determinado de éste, es decir,
de nuestra actitud pensante o volitiva, ni
puede no estar presente pero eso no lo priva
simples impulsos de ella, ni tampoco
estados simplemente presentes con los que
de su determinación en la medida en que
nos avenimos en una u otra forma.” ese su no estar presente es el preámbulo, el
(Heidegger, 1974: 50) anticipo de su presentación; por eso esa
ausencia de determinación nos conduciría al
Esos estados de ánimo, esos fenómeno de la amenaza. Además, y en
sentimientos, no son fenómenos pasajeros relación con esta determinación, cabe
de los que el hombre pueda desprenderse señalar que el fenómeno del miedo remite,
sino que, bien al contrario, constituyen un irremediablemente, a la cuestión general de
elemento central –esencial– del cual no la seguridad de la existencia. La labor que se
podemos prescindir si de lo que se trata es nos concede no es sólo la tarea nietzscheana
de comprender al “sujeto”; todo lo contrario: de ser amos y escultores de nosotros
poseen una densidad ontológica, una mismos sino que ésta ha de ser completada
capacidad de apertura, de revelación, que no con nuestro cuidado. De ello nuestra
debemos desechar. Nos abren de una necesidad incesante de acumular seguridad,
manera no reflexiva pero efectiva, la de construir estabilidades y regularidades –
circunstancia, la condición, el punto exacto vgr. la cultura es nuestra gran construcción
en el que nos encontramos. No podemos de seguridades, nuestra inmensa aportación
serles esquivos si pretendemos construir una de respuestas. El miedo de la nada, por
imagen completa, integral, de la realidad del tanto, parece que sólo mide nuestra atadura
Dasein, ya que nos abren las narices al ser (Levinas, 1947: 11); el miedo termina
respecto de un modo olvidado de olfatear: por hacernos perder la cabeza (Heidegger,
“Si todas las cosas se volvieran humo, las 1974: 50).
narices las discernirían” (Heráclito, fr. DK 7). Por el contrario lo que causa la angustia
es algo inidentificable, indeterminado,
desconocido, la angustia es angustia de
2
La falta de seguridad es, precisamente, la tercera de las 3
“[L]a gente vivía cómodamente y acariciaba las pequeñas
características que Heidegger esboza en su caracterización del
preocupaciones como a animales de compañía, mansos y
miedo (Heidegger, 1991: 158). obedientes, a los que en el fondo no se teme” (Zweig, 2002: 45).
El ante qué es algo interno al mundo, desde ese cuidado de nosotros respecto de
inserto en una circunstancia y, por tanto, nosotros, sólo desde esa atención que nos
cognoscible, determinado. Eso es lo que brindamos a nosotros mismos, sólo desde
constituye aquello que Heidegger califica esa tarea que nos constituye en nuestros
como lo amenazador. Existe una diferencia sujetos y objetos, sólo desde ahí cabe la
entre el temor y la amenaza, en la medida posibilidad del temor; y, al límite, tememos
en que la amenaza es un preámbulo, una por la propia vida –una vida que no es más
anticipación, algo latente que amenaza – que la mera relación de nosotros respecto de
nunca mejor dicho–, algo que se barrunta en nosotros, la manera en que nos hacemos, en
el ambiente; y hay determinados síntomas que nos construimos a nosotros mismos. No
que advierten, que ponen sobre aviso al hay mayor temor que aquel de que nos sea
sujeto para que esté en alerta, para que arrebatada, o de que se nos agote, la tinta
sospeche de que algo viene a desestabilizar con la que nos encontramos redactando
su situación presente. Lo amenazador podrá nuestra biografía.
ser una cosa, una persona, una Así el miedo nos individualiza, nos
circunstancia, ello nos es indiferente, pero lo reduce a lo esencial –la vida como tarea–
fundamental es que, sea lo que fuere, debe privándonos de todo lo accidental. Todo
ser algo activo, algo que puede acercarse –y queda reducido a ese puro egoísmo, a ese
en la medida en que se acerque irse temor por nosotros. Todo temer por algo
tornando cada vez más temible y otro remite, en última instancia, al temer por
amenazador. Todo el acento ha de recaer nosotros mismos –en la medida en que la
aquí pues sobre ese carácter potencial de destrucción de eso otro altera mi propia
posibilidad, de actividad propia de lo existencia. Así el temor no viene a
amenazante, tomando así la idea que completarnos sino a privarnos de
anteriormente caracterizamos de Aristóteles determinadas seguridades y estabilidades.
por la que el temor siempre va asociado a la No hay mayor y radical miedo que aquel que
actividad y no a lo inerte o pasivo. se tiene a la propia existencia.
En resumidas cuentas, el temer es lo Ese miedo, además, tiene un efecto
que resulta de haber identificado con éxito paralizante; no sólo en lo que a reducción de
una situación amenazante que engendra tal movilidad se refiere, sino también en lo que
temor. Así la posibilidad de amenaza o hace a nuestra capacidad de respuesta –en
temor va indisolublemente ligada a la el miedo somos privados de las
condición mundana del hombre. Porque el accidentalidades con las que construimos
hombre, ineludiblemente, tiene un mundo es nuestra existencia. Pero –y todo el acento
por lo que puede experimentar ese recae en este pero– tiene un efecto
sentimiento de temor, de amenaza. El perverso, en el sentido de que nos deja a
mundo no es añadido alguno al sujeto; no merced de las circunstancias. Estamos en
hay hombre sin mundo –la misma realidad función de –lo cual, dicho sea de paso, es
del hombre lleva ya aparejada esa su una máquina de generar errores, pues tales
condición mundana. Como quiera que sea el condiciones no permiten generar respuestas
hombre está en el mundo y lo está de a las amenazas que se nos vienen encima.
manera finita –limitada en el tiempo, Por ello quien supera un temor se recobra,
limitada en sus fuerzas y potencialidades, vuelve a tomar posesión de sí.
limitada en su conocimiento. Desde ese De ahí que, como dijimos, el miedo se
punto de vista, esa fuente –digámoslo así– refiera a cada uno de nosotros y sólo en un
de temores que es nuestra condición sentido derivado uno sea capaz de
mundana estará siempre abierta; si esto es experimentar temor por el otro. “Este ‘temer
así el miedo jamás desaparecerá de nuestra por’ no le quita al otro su temor” (Heidegger,
realidad –estará más o menos presente, 1991: 159). El miedo es un sentimiento
pero lo que nunca estará es ausente; será intransferible –nos toca nuestra interioridad
siempre algo latente, algo susceptible de ser esencial, intraducible, de la propia existencia
actualizado en cualquier momento, bien para en lo que tiene de tarea: yo no puedo vivir la
mejor, bien para peor. vida del otro, de la misma manera que no
Un miedo que, además, sentimos en puedo quitarle al otro el miedo de encima.
carne propia, que no podemos sentir por Existe ese miedo compasivo, compartido,
otro; sólo puede experimentar temor o ese “segundo nivel” del temor que es el
miedo aquel a quien le es entregada su temor por el otro, por aquello que señala
existencia como tarea, aquel que ha sido Aristóteles y que viene a repetir Heidegger:
señalado (ausgezeichnet): “sólo un ente al tememos por el otro tanto más cuanto el
que en su ser le va este mismo puede otro es inconsciente del peligro que corre,
atemorizarse” (Heidegger, 1991: 158). Sólo cuando es un temerario. De ahí que todo el
todo aquello que deba ser enviado al desván otra cosa nos pueden pedir? Oculto, sí, pero
de la conciencia. no se olvida lo oculto, queda para siempre
latente en el desván de la conciencia; quizá
“La palabrita heimlich, entre los quede allí perpetuamente sellado, sin
múltiples matices de su significado, embargo también siempre permanecerá
muestra también uno en que coincide con susceptible de ser activado por la más
su opuesta unheimlich. Por consiguiente, lo mínima de las chispas.
heimlich deviene unheimlich […]. En
Es curioso como aquello que nos
general, quedamos advertidos de que esta
palabra heimlich no es unívoca, sino que desazona no es ni la circunstancia, ni el
pertenece a dos círculos de contenido psíquico del recuerdo que llega
representaciones que, sin ser opuestos, son hasta nosotros, sino nosotros mismos –nada
ajenos entre sí: el de lo familiar y no es más familiar y a la vez más
agradable, y el de lo clandestino, lo que se desazonante. Frente a los otros la máscara,
mantiene oculto. También nos enteramos la apariencia, mas a nuestro yo ¿qué le
de que unheimlich es usual como opuesto podemos ocultar? Las cosas, tal y como nos
del primer significado únicamente, no del
lo muestra Heidegger y Freud, son mucho
segundo. Sanders no nos dice nada acerca
de un posible vínculo genético entre esos más complejas de lo que suponía el sujeto
dos significados. En cambio, tomamos nota cartesiano o el trascendental kantiano –
de una observación de Schelling, quien aquellos ideales de certeza y autoseguridad.
enuncia acerca del concepto de lo Lo originario, ahora, no es sino el
unheimlich algo enteramente nuevo e desfundamento de sí –y en la medida en que
imprevisto. Nos dice que unheimlich es lo es de sí lo es de todo. Al nacer sin hogar,
todo lo que estando destinado a sin fundamento, sin basamento que nos
permanecer en secreto, en lo oculto, ha
sostenga y solidifique, nos vemos
salido a la luz. […] Entonces, heimlich es
una palabra que ha desarrollado su
irremediablemente arrojados a la tarea de la
significado siguiendo una ambivalencia construcción, de limar asperezas.4 Así la
hasta coincidir al fin con su opuesto, existencia termina por condensarse en un
unheimlich. De algún modo, unheimlich es espacio –nuestro espacio– donde las cosas
una variedad de heimlich.” (Freud, 1992: poseen el lugar que nosotros les hemos
224-226) concedido dotándolas de una significación
privada.
La clave del texto reside en esa tensión No es tarea fácil dejar de sentir la
que estable entre lo siniestro y la novedad, temblequera de piernas en el borde del
en la medida que aquello que retorna no es abismo (Abgrund) de la existencia, cuando lo
algo desconocido para el sujeto sino, bien al unheimlich se nos hace patente; ni la
contrario, algo perfectamente conocido. Tan angustia, ni el miedo, lo siniestro: ese
conocido como una vivencia sentida en estado de ánimo, ese como le va a la
carne propia. Una vivencia que ha debido ser angustia –un fenómeno colateral. Lo
anulada por nuestra existencia –que para inhóspito es la manera en la que cada uno
nada es un camino brillante– en pro de elabora el afecto, el estado de ánimo de la
nuestro equilibrio, nuestra salud mental; es angustia; lo siniestro precede a la angustia.
así como se construye una imagen de Lo siniestro no es un qué, es una dinámica,
nosotros mismos donde apartamos todo lo un retornar lo que tendría que permanecer
desestabilizante que trunca nuestra oculto. Existe una mnemotécnica pero no
existencia. Así la vida de uno no es sólo existe algo así como un arte del olvido –un
manifestación sino que ésta también posee olvido que, de manera terriblemente
una dosis importante de ocultación, de caprichosa, gobierna sobre nosotros. De ahí
encubrimiento, de veladura. la radicalidad con la que buscamos el difícil
Lo inquietante (unheimlich) nos es olvido: la huida, la ausencia, la ruptura
tremendamente familiar (heimlich), lo que radical, la partida sin voluntad de retorno.
desazona somos nosotros mismos Sin embargo, por su capacidad de
retornando a nosotros mismos. De ahí que, conmoción infinita, siempre permanece la
en ocasiones, un acontecimiento, un aroma, posibilidad de su vuelta.
una canción, sea capaz de actualizar y poner
ante los ojos aquello que de nosotros “En este punto he de hacer dos
mismos habíamos olvidado. El déjà vu –o señalamientos en los cuales querría asentar
paramnesia– es la capacidad perversa de el contenido esencial de esta pequeña
provocación latente en la música, la
4
literatura, el arte; pero también en los En Aristóteles, si el hombre tiende al saber es porque no
tiene saber, o si aspira a la felicidad es porque no tiene felicidad;
lugares, en los aromas… No existe el olvido en Heidegger, si el hombre aspira a lo hogareño es,
absoluto. Perdono, pero no olvido, ¿acaso precisamente, porque no tiene casa.
Referencias