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TOPOLOGIA DE LA VIOLENCIA

RESUMEN

Escrito en 2011.

El libro “Topologia a la Violencia” de Byung-Chul Han caracteriza la transformación de la


violencia que se realiza en el cambio de decapitación (sociedad pre moderna de la soberanía y
de la sangre) hasta llegar a la depresión (sociedad actual de desempeño y de cansancio).

Plantea que la violencia cambia de lo visible a lo invisible; de frontal a vial; de violencia real a
virtual; de directa a mediada; de física a psíquica; de negativa a positiva. En ese cambio, la
violencia muta hasta desaparecer junto a la libertad que poseemos.

La violencia antigua (negatividad) que tiene lugar en lo exterior, pasa al interior de cada sujeto
de manera positiva, volviéndose más psíquica, por ello, invisible/interno. Es asi como el
“adversario” deja de estar afuera para posicionarse en uno mismo.

La violencia de la lengua es una de las formas que adopta la violencia actual, suplantando a la
violencia corporal o física. Es una forma denigratoria, difamatoria, desacreditadora, positiva.

En la sociedad actual se ha sustituido la negatividad por la positividad absoluta. El autor nos


explica en su libro que el exceso de positividad es tan violento como el exceso de negatividad.

La mitología griega estaba llena de sangre y luto, porque para los dioses la violencia era una
herramienta natural para lograr sus objetivos. La violencia pre moderna estaba en todas
partes: era omnipresente y cotidiana, podía observarse a simple vista como un teatro de la
crueldad, una puesta en escena del poder, ya que la puesta en escena de la violencia es parte
esencial del ejercicio del poder.

Era el tiempo de la soberanía como sociedad de sangre, pero al llegar la Modernidad la


violencia retrocede y pierde legitimidad tanto en el plano político como social, incluso de su
virtud de exhibicionista. Las ejecuciones pasan a lugares privados. En la Modernidad, la
topología de la violencia pasa a ser parte de la comunicación política y se desplaza a lugares
más discretos, menos visibles, menores directos, más virales. Su modo de acción no pasa por la
confrontación sino por la contaminación. Por esa violencia viral-moderna, es aun la violencia
de la negatividad la contraposición entre víctima y verdugo, bien y mal, amigo o enemigo.

En la modernidad la violencia se interioriza, toma lugar en la interioridad, las tensiones se


disputan internamente. Diría Freud que se disputa en la conciencia moral que se vuelve más
severa e implacable.

En la posmodernidad aparece el sujeto de rendimiento, que no está sometido a nadie más que
a sí mismo. Incluso deja de ser sujeto ya que no hay sujeción; se positiviza, pero en lugar de la
coacción externa aparece la coacción interna a la que se nombra como “Libertad”.

En la nueva economía del siglo XXI la autoexplotación se expresa como la forma más eficiente
de dominio, la superación de los mecanismos de superación porque la exigencia es de uno
mismo y porque se hace ver como libertad. La sociedad de rendimiento es una sociedad de
autoexplotacion. La violencia va dirigida a uno mismo.

La violencia ha sido la primera experiencia religiosa, por eso, el trauma y el temor que para las
primeras poblaciones debe haber tenido el efecto destructor de la naturaleza o la violencia
letal de los animales. Por eso tanto naturaleza como animales se transforman en deidades; en
este plano toda muerte es violenta hasta la enfermedad remite una violencia extrema. No
existe muerte natural. La religión arcaica era un complejo de interacciones con la violencia
externalizada como sagrada, porque el pensamiento religioso lo que pretende es calmar la
violencia, aun por medio de otra violencia, como por ejemplo el sacrificio.

Cuando llega la modernidad, esa economía arcaica de la violencia no desaparece ya que sigue
vigente la idea de que el aumento de la capacidad de matar ahuyenta la muerte. Cuanto más
mato menos muerte me acecha. La modernidad no suspende la magia de combatir la muerte
matando. En lugar de sangre, el dinero. El MANA moderno.

La economía capitalista absolutiza la supervivencia, se preocupa por la mera vida. Se alimenta


de la ilusión de que más dinero más capacidad de vivir y la preocupación por la vida genera
que la vida se reduzca a lo meramente biológico y por lo tanto, a la supervivencia. De la
fragmentada la sociedad, solo queda el yo que hay que mantener al precio de la salud. El vacío
hacia la muerte se llena de hiperactividad.

El aparato psíquico de Freud es un sistema de la negatividad expresada por el súper yo como


instancia de prohibición. Siendo su verbo nuclear el “YO DEBO”, convirtiendo al sujeto en
sujeto de obediencia y al súper yo en una instancia de dominación interior (el otro dentro de
uno mismo). Este aparato psíquico se rige por la negación, la represión y el miedo a la
transgresión. El yo teme al gran otro; pero el sujeto posmoderno de rendimiento es pobre en
negación, es un sujeto de la afirmación. Si el inconsciente está vinculado a la represión el
sujeto posmoderno no tiene inconsciente (YO POST FREUDIANO).

El yo freudiano requiere de cumplimiento de un deber, es un sujeto de obediencia en el que la


conciencia moral ocupa lugar del súper yo. Dicha conciencia moral es el juez interior del
hombre moderno que respeta y teme.

El sujeto posmoderno no trabaja por obligación o por deber, sino porque puede, se somete a
la libertad y al entretenimiento (se obedece solo a si mismo).

Las enfermedades psíquicas de la actualidad como depresión, déficit de atención o síndrome


de la hiperactividad no están ligadas a un proceso de represión, sino a un exceso de
positividad. La sociedad de rendimiento actual con su idea de libertad y regulación promueve
todos los obstáculos y provisiones propias de la sociedad disciplinaria pero el cansado sujeto
de rendimiento está cansado de la guerra consigo mismo, incapaz de salir de si, entregarse al
mundo, se consume como en una rueda de hámster. El yo posmoderno usa todo su esfuerzo
en si mismo y solo queda poca energía libidinal para los otros; muchas veces esa energía es
dirigida a objetos y no a otros sujetos.

La positividad de la sociedad del rendimiento no acaba en violencia porque existe una violencia
de consenso que conserva y adapta. Dejamos de lado la violencia transformadora del conflicto,
estamos en presencia de una violencia del consenso.

Para Carl Schmith la esencia de lo político se basa en la distinción entre amigo y enemigo, de
eso se trata el pensamiento político. La comunidad se convierte en política solo cuando se
siente amenazada por el enemigo y necesita afirmarse por eso a si mismo. Ese es el momento
de la guerra. Según este pensamiento, el “yo” se constituye en otro frente a otro enemigo,
pero si los enemigos son plurales, el “yo” pierde consistencia. Se manifiesta con claridad frente
a UN SOLO enemigo.
El momento de la alta política no se da con la conciliación con el enemigo, sino cuando el
enemigo se muestra claramente frente a uno. Los políticos no se construyen en el dialogo, sino
en la discordia. Lo que decide es solo y siempre el caso de conflicto. Los políticos deben luchar
por la decisión. Decidir es interrumpir al otro.

Nuestra sociedad (de rendimiento) no reconoce la dialéctica amigo-enemigo, es una sociedad


poblada de competidores y el competidor no es un enemigo porque competir significa andar
juntos. El sujeto posmoderno no se enfrenta ni a un soberano como en la sociedad alcaica ni a
un enemigo como en la sociedad moderna, porque ninguna instancia externa lo obliga a rendir
más. A diferencia del sujeto disciplinario que tiene frente a el a otro que se define como
soberano o como conciencia, que tanto lo castiga como lo gratifica. El sujeto de rendimiento
esta marcado por la relación narcisista consigo mismo y ante la falta de gratificacionu

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