Está en la página 1de 8

CONFERENCIA: IDENTIDAD Y CULTURA DE LAS SERVIDORAS Y LOS SERVIDORES

PÚBLICOS REVOLUCIONARIOS
Diplomado: Planificación en el Estado Revolucionario
Profra. Diónys Rivas Amas

IDEAS INICIALES PARA LA REFLEXIÓN…


En el marco del desarrollo del Diplomado: Planificación en el Estado Revolucionario y el módulo:
Ética Revolucionaria en la Función Pública, es innegable la discusión teórica sobre las identidades y las
autonomías para afirmar o replantear las reivindicaciones propias frente a cuestiones medulares,
como es la cultura, preocupación histórica de las ciencias sociales para iluminar y comprender las
dinámicas de los colectivos sociales y las comunidades humanas en su infinito desarrollo.
Al respecto, Díaz-Polanco (2016) señala que: “la identidad se ha convertido ahora en un prisma a
través del cual se descubren, comprenden y examinan todos los demás aspectos de interés de la vida
contemporánea” (p. 24). Sin duda, el pensamiento crítico latinoamericano, ha centrado su análisis en
torno a la regeneración de las identidades como un camino que reconoce y valora los complejos
procesos históricos-sociales propios frente a las hegemonías culturales desde nuevas narrativas y
voces que reclaman las particularidades, subjetividades, afectividades e imaginarios sociales en
nuestro espacio y tiempo. El investigador Díaz-Polanco, expresa que este foco que empieza a ser
inquietud de las ciencias sociales, responde al despliegue de dos procesos que se están dando de
manera simultánea, frente a los procesos de globalización. Uno, está vinculado al proceso de
reafirmación y afianzamiento de las fronteras de las comunidades, desde mecanismos que el grupo
construye para comprenderse y protegerse, tomando como referencia los tejidos comunitarios
tradicionales y ancestrales; y otro, que en torno a la individualización y fragmentación que
progresivamente busca desvanecer y aislar los productos culturales propios en torno a la uniformidad
cultural, apuesta a la creación de nuevas comunidades como intento de trazar nuevas identidades y
dar sentido a sus prácticas comunitarias que están a punto de disiparse.
Sin duda, hoy las identidades se enfrentan a estos retos, donde es determinante la valorización de
la diversidad cultural y la resistencia de los grupos identitarios dentro de la lógica globalizadora. La
globalización anuncia la homogeneización cultural, y al mismo tiempo ha creado espacios de disputa

1
cultural, provocando el surgimiento de diferentes identificaciones, diversas formas de representación
y legitimación en el espacio latinoamericano-caribeño, acompañado de luchas reivindicativas.

Aún cuando, es sumamente interesante dar esta discusión teórica, sobre la idea de globalización y
la permanente circulación de valores culturales, de hábitos, de modelos de consumo, de creaciones
identitarias, de ideas e imágenes que determinan, sin duda, lo que somos y nuestras creaciones
culturales, a continuación nos dedicaremos a presentar una aproximación conceptual sobre la
identidad y la cultura desde las miradas de Esteba Emilio Mosonyi, Iraida Vargas-Arenas, Mario Sanoja
Obediente, Olga Molano y Héctor Díaz-Polanco, para luego enfrentar la discusión sobre la
construcción de la identidad y la cultura en las servidoras y servidores públicos revolucionarios, tema
central de esta conferencia.

ACERCAMIENTO CONCEPTUAL SOBRE IDENTIDAD Y CULTURA


De acuerdo a Vargas-Arenas y Sanoja (2013): “una de las funciones más importantes del pasado, es
su papel como generador de elementos para fomentar la identidad nacional –histórica y cultural- y de
la unidad étnica que tienen un fundamento principalmente ideológico” (p. 7). Por tanto, la herencia
histórica como legado y proceso que resemantiza las formas de integración y transformación de los
pueblos, debe convertirse en una política para la afirmación del proceso de identificación nacional y
cultural de la sociedad venezolana y una conciencia reflexiva experiencial, más allá de las categorías
éticas y estéticas de las clases dominantes y hegemónicas. Pues, la noción de identidad nacional
propicia una explicación multicultural y multiétnica de la sociedad venezolana, una redefinición,
recreación del ser y sentir venezolano, y así la pervivencia de nuestra herencia histórica: “como un
proceso gradual de acumulación y transformación de los logros del trabajo humano, de las
experiencias sociales vividas en el transcurso de centurias o milenios” (p. 18), tal como lo señala
Vargas-Arenas y Sanoja.
Efectivamente, las transformaciones generadas en los diferentes contextos históricos desde las
experiencias y vivencias humanas generan conductas, códigos, formas y creaciones culturales, que
van a definir la propia pertenencia. Y así lo expresa Díaz-Polanco (2016): “las identidades son, ante
todo, históricas (…) no se mantienen idénticas a sí mismas” (p. 32), se van conformando y
redefiniendo en complejos procesos donde coexisten otras culturas, que se van apropiando de nuevas
relaciones para la reproducción y conducción de la vida. Vargas-Arenas y Sanoja lo reafirman: “el
legado no se mantiene estático, está en constante proceso de transformación” (p. 109). De esta
2
manera, Mosonyi (1982), explica sobre la importancia de las potencialidades múltiples, la expansión
creadora y toda experiencia colectiva, por ende afirma que: “Aún no poseemos una identidad
nacional plenamente conformada, pero sí identidades parciales bien delineadas si bien fuertemente
reprimidas, de cuyo diálogo perpetuo está asomando tímidamente un ser colectivo de características
más definidas” (p. 161).
Entonces, ¿Cómo se construye la identidad? Todos los seres humanos construimos una identidad
personal y como parte de un grupo social conformamos un tipo de identidad cultural que está
determinada por nuestras relaciones con los otros y otras, nuestra región, territorio, medio ambiente,
paisaje, tradiciones culturales, costumbres, pero muy fuertemente influido por el nivel de
organización de la sociedad de la cual formamos parte, de la herencia cultural, la carga emotiva de la
labor creadora y de la acción transformadora permanente de los hombres y mujeres.
En este sentido, es interesante analizar la diferencia entre identidad e identificación, que Díaz-
Polanco asoma en su texto: El jardín de las Identidades (2016). El autor señala que la identificación es
una actividad interminable, inacabada y abierta, donde por elección o necesidad participamos: “las
identificaciones en muchos casos son especies de identidades efímeras, líquidas” (p. 28), que
transitoriamente nos hace imaginar o crear una comunidad sustituta. Por otra parte, la identidad es
una herencia que me hace parte de una comunidad: “responde a la voz de la comunidad (…) se
mantiene como una esfera de resistencia” (p. 28) frente a las influencias externas y valores culturales
ajenos, ya que está fuertemente arraigado a un lugar, con profundos tejidos sociales y una referencia
territorial: “anclaje en una comunidad realmente existente” (p. 70). Por tanto, la comunidad
determina enormemente la resistencia de la identidad cultural que busca mantener los vínculos con
el territorio original más allá de las fronteras y el despliegue agresivo de las culturas hegemónicas. “En
cambio, todo indica que la lógica capitalista no sólo no se opone a la identificación, sino que dentro
de ciertos márgenes la promueve” (p. 28). La identificación, solo es un proceso fugaz e ilusorio para
formar parte de una “comunidad salvadora”, como máscara para la individualización y la
homogeneización que busca crear una comunidad cerrada, vertical e inventada de manera
momentánea, que paulatinamente promueve el aislamiento, sufrimiento y soledad de las personas.
En esta perspectiva, Díaz-Polanco (2009) interpreta, que los lazos profundos con la comunidad
aseguran libertad y profundidad auto-reflexiva de los seres humanos para el descubrimiento o
reconocimiento de la identidad, la historia y la cultura: “la lealtad con mi comunidad, nación o pueblo
no puede entenderse contractualmente, sino como parte de lo que en realidad soy: de mi identidad
3
como sujeto” (p. 113). En suma, la comunidad se convierte en el lugar y espacio para la autonomía y
libertad de sus miembros, y el despliegue de sus sentimientos y aspiraciones, como bien lo expresa
Dussell (2006), en la Tesis 2: El poder político de la comunidad como Potentia:
Cuando más participación hay de los miembros singulares en la comunidad de vida,
cuando más se cumplen las reivindicaciones particulares y comunes, por convicción
razonada, el poder de la comunidad, el poder del pueblo, se transforma en una muralla
que protege, y en un motor que produce e innova (p. 25).
Ahora bien, en cuanto, al concepto de cultura, vamos a explorar algunas visiones. Olga Molano
(2007), expresa que en su evolución histórica:
Antropológicamente cultura se asociaba básicamente a las artes, la religión y las
costumbres. Recién hacia mediados del siglo XX, el concepto de cultura se amplía a una
visión más humanista, relacionada con el desarrollo intelectual o espiritual de un
individuo, que incluía todas las actividades, características y los intereses de un pueblo
(pp. 70-71).
Por ende, la cultura como algo vivo y fuente de riqueza material e inmaterial, se ha construido a
partir de la existencia del entramado social y la movilización humana donde confluyen varias
dimensiones y funciones sociales que de acuerdo a Molano (2007), generan: “un modo de vivir,
cohesión social, creación de riqueza y empleo, equilibrio territorial” (p. 72). La cultura es toda acción
que da existencia al ser humano como resultado de su imaginario y labor creativa, expresado en las
tradiciones, costumbres, festividades, creencias, sistema de valores…
Para Vargas-Arenas y Sanoja (2013), la cultura es un proceso dialéctico por su carácter histórico y
diverso que va conformando nuestra herencia cultural:
La cultura se distingue por su carácter transformador tanto de la naturaleza como de la
realidad social. Los hombres y mujeres no son solamente creadores de cultura, sino
también el producto de ella, son sujetos inmersos en las relaciones sociales al mismo
tiempo que objeto de la dinámica social que los transforma (prólogo).
Estas ideas, marcan la concepción de la cultura como el baluarte simbólico donde nos refugiamos
para defender nuestra existencia, darle un lugar y un sentido al territorio donde habitamos. Este
hábitat está impregnado por el pensamiento del grupo, es decir está sometido a una cultura y a un
pensamiento que el grupo construye para comprender precisamente el entorno.
La Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales
(2005), considera que la: “cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y el espacio y esta
diversidad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades y en las expresiones
culturales de los pueblos y sociedades que forman la humanidad”.

4
De manera, que la significación de la cultura y su sentido existencial se construye y emerge para
una reflexión sobre la posibilidad de una filosofía de lo propio, que adhiere lo esencial y lo empírico
para trascender y recrear el pensamiento popular que se alimenta de manera continua desde las
construcciones colectivas propias y expresiones ajenas, pero con la intención de la: “voluntad de vivir
en común, de hacer un proyecto en común” (Mosonyi, 1982, p. 210).
Para finalizar, es importante apuntar a lo que señalan Vargas-Arenas y Sanoja (2013): “los
elementos culturales para la identidad son múltiples que no existe una sola identidad cultural sino
una secuencia de identidades” (p. 101), lo cual lo afirma Díaz-Polanco: “las identidades son múltiples y
tienen un horizonte en común” y Mosonyi asevera: “se conserva la identidad progresivamente (…) es
cambiante y dialéctico”.
Retomando estas visiones, la cultura es un proceso autogestado, que representa múltiples
variantes y diversos modos de vida generados a partir de la permanente actividad creadora,
reproducción de la vida de la existencia individual y colectiva de una comunidad, en un territorio y
tiempo determinado, que definen su pertenencia e identidad cultural. De esta forma, la cultura
constituye la filosofía del pueblo que le permite desde un hecho histórico darle sentido intuitivo y
simbólico a su vida para el equilibrio, liberación e integración del ser al territorio común.

¿QUÉ SIGNIFICA SER UNA SERVIDORA Y SERVIDOR PÚBLICO?


Sin duda, involucra la voluntad y vocación de prestar servicio, al Estado o a la administración
pública, por tanto “servir a la comunidad” y generar bienestar a la sociedad, con apego a la labor
social de manera comprometida con la gente. Servidor o servidora pública es una extensión de la
función pública, no solo desempeña actividades y funciones para la administración pública, sino que
debe trabajar para el bien común, aportar de manera comprometida a mejorar la calidad de vida de
las personas con sentido de responsabilidad, ética, honestidad y solidaridad.
En cuanto al marco legal vigente en nuestro país, la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (1999), sobre el funcionamiento de la Administración Pública señala en su artículo 141:
“está al servicio de los ciudadanos y ciudadanas y se fundamenta en los principios de honestidad,
participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad en
el ejercicio de la función pública (…)”. Y en el artículo 145 expresa: “los funcionarios públicos y
funcionarias públicas están al servicio del Estado y no de parcialidad alguna”.

5
De acuerdo al Decreto con rango, valor y fuerza de Ley de Simplificación de Trámites
Administrativos (2014), en su artículo 36 establece:
Las funcionarias o funcionarios públicos, las trabajadoras y trabajadores de la
Administración Pública y, en general, quienes en cualquier situación de empleo público
deban prestar un servicio a las personas con ocasión del cumplimiento de un trámite
administrativo, serán considerados servidoras y servidores públicos (…), obligados a
procurar la mayor eficiencia y la más esmerada y amable atención a todas aquellas
personas que realizan trámites ante la Administración Pública, en los cuales se requiera su
concurso.
Asimismo, el Decreto con rango, valor y fuerza de Ley Orgánica de la Administración Pública (2014),
en relación a los principios en su artículo 5 señala:
La Administración Pública está al servicio de las personas, y su actuación estará dirigida a
la atención de sus requerimientos y la satisfacción de sus necesidades, brindando especial
atención a las de carácter social. La Administración Pública debe asegurar a todas las
personas la efectividad de sus derechos cuando se relacionen con ella. Además, tendrá
entre sus objetivos la continua mejora de los procedimientos, servicios y prestaciones
públicas, de acuerdo con las políticas que se dicten.
Además, es interesante hacer referencia al Código de Ética de las Servidoras y los Servidores
Públicos (2013), en relación a los principios y valores éticos que han de regirlos, destacados en el
artículo 4: 1) La honestidad; 2) La equidad y la no discriminación; 3) El decoro; 4) La lealtad, la
fidelidad, constancia y solidaridad; 5) La vocación de servicio; 6) La disciplina y estricto cumplimiento
del orden legal establecido; 7) La eficacia; 8) La responsabilidad y diligencia, así como la permanente
disposición a rendir cuentas; 9) La puntualidad; y 10) La transparencia y el respeto del derecho de
toda persona a conocer la verdad.
De alguna manera, este marco legal nos da luces para destacar la importancia de la labor y gestión
ética de las servidoras y servidores públicos, para la construcción de una sociedad justa, democrática,
participativa, protagónica y solidaria. Para lo cual Díaz-Polanco (2016), en relación a la política de la
identidad nos da este importante aporte:
El programa de la izquierda (siempre entendiendo a esta en su variedad) debe procurar la
igualdad y, al mismo tiempo, garantizar el máximo de libertades y la plena participación
de todos los ciudadanos (insistiendo también en las formas de democracia, participativa y
directa), así como de las colectividades integrantes, en tanto tales (p. 162).
En segundo lugar, el autor afirma la defensa de los derechos de las personas, de los colectivos y
comunidades, para la afirmación de las culturas, sus autonomías y reivindicaciones plurales

6
sumergidas en los principios universales de libertad, igualdad y fraternidad en dos dimensiones:
redistribución y reconocimiento.
Todas las orientaciones planteadas en torno a la identidad y la cultura junto a la significación del
sentido del servicio público, nos vislumbran los principios y valores que deben prevalecer en la
cultura e identidad de las servidoras y servidores públicos, que hoy se convierten en desafíos frente a
la estructura de clases de la sociedad capitalista y hegemonía cultural.
En principio, la clara defensa comunitaria de lo colectivo, que reivindica la comunidad como
espacio para la construcción de la autonomía, libertad de sus miembros y ámbito privilegiado de la
identidad. La comprensión del protagonismo colectivo y participación del pueblo en la gestión
pública. Avivar la permanente expresión creativa, transformadora y sentido de pertenencia de las
ciudadanos y ciudadanos para la valoración del patrimonio común y lo público. Actuar con integridad
y transparencia en la acción política y labor social para el bien común con equidad, lo cual permitirá
la confianza ciudadana en las instituciones públicas.
En suma, la identidad de las servidoras y servidores públicos parten de su apego y sentido de
pertenencia a la institucionalidad que representan y a la labor permanente de servicio público, con la
creencia firme de defender sus compromisos cargados de valores humanos como la justicia, libertad,
igualdad y no discriminación.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Código de Ética de las Servidoras y los Servidores Públicos (2013). Gaceta Oficial de la República
Bolivariana de Venezuela N° 40.314.
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999). Gaceta Oficial Extraordinaria de la
República Bolivariana de Venezuela N° 36.860.
Díaz-Polanco, H. (2016). El Jardín de las Identidades: La comunidad y el poder. Caracas: Fundación
Editorial El perro y la rana.
Díaz-Polanco, H. (2009). Elogio de La Diversidad. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.
Dussel, E. (2006). 20 Tesis de Política. México: Siglo XXI Editores.
Kusch, R. (2007). “Geocultura del Pensamieto” en: Obras Completas de Rodolfo Kusch. Argentina:
Editorial Fundación Ross, Tomo III, pp. 251-352.
Molano, O. (2007). Identidad cultural un concepto que evoluciona. Bogotá: Revista Opera N° 7.
Mosonyi, E. (1982). Identidad Nacional y Culturas Populares. Caracas: Editorial La Enseñanza Viva.
Ley de Simplificacion de Trámites Administrativos (2014). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela N° 40.549.

7
Ley Orgánica de la Administración Pública (2014). Gaceta Oficial Extraordinaria de la República
Bolivariana de Venezuela N° 6.147.
UNESCO (2005). Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones
culturales. París.
Vargas-Arenas, I. y Sanoja M. (2013). Historia, Identidad y Poder. Caracas: Editorial Galac.

También podría gustarte