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San Fernando: La historia del

imperio avícola peruano


fundado por un japonés
“La familia es lo primero” será una de las frases más recordadas a lo largo de la vida, y es un
concepto que San Fernando, la mayor productora avícola del Perú, profesa en sus más de 70
años. Como toda buena historia de éxito, los orígenes resultan ser humildes y en muchos
casos, hasta difíciles. Precisamente, así se definiría la trayectoria del empresario japonés Julio
Ikeda y su travesía hasta revolucionar la industria avícola en nuestro país.

Hoy en día, San Fernando cuenta con cerca de 5.000 trabajadores, 100 granjas integradas y dos
plantas de beneficio con producción de dos mil pollos por hora. Además, maneja otros
alimentos como cerdo y pavo, exportando incluso a diferentes países de la región, tales como
Bolivia, Colombia, Panamá y Ecuador.

Esta es la historia de San Fernando, “la buena familia”.

Los inicios: una inmigración llena de turbulencias


El Issei (primera generación de inmigrantes japoneses) Julio Soichi Ikeda Tanimoto llegó al Perú
procedente de la prefectura de Okayama, en 1927, a la edad de 15 años. Como todo
inmigrante, trabajó duro y arduo para salir adelante, en un principio como agricultor. Gracias a
su esfuerzo y espíritu emprendedor, años más tarde abriría un negocio dedicado a la
fabricación de sillao. Ambos empleos le permitieron ahorrar dinero y gozar de cierta
estabilidad económica.

Hacia 1944, ya había forjado su propia familia, casado con Rosa Matsukawa y teniendo dos
hijos, Julio y Máximo. Todo iba muy bien hasta que los estragos de la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945) los alcanzaron. Perú le declaró la guerra a Japón e Ikeda fue detenido, deportado a
EE. UU y despojado de todos sus bienes.

Lo había perdido todo. No solo le quitaron su libertad, sino también su empresa. Junto con su
familia, fueron llevados hasta el campo de concentración Crystal City, en Texas.

Una vez finalizada la guerra, a don Julio le dieron a escoger: quedarse en Estados Unidos,
regresar al Perú o ir a Japón. El emprendedor decidió regresar a Sudamérica y buscar una
segunda oportunidad junto con su esposa y sus dos pequeños hijos. Esta, era una apuesta de
riesgo que él estaba dispuesto a enfrentar.

De regreso al Perú, la familia Ikeda solo encontró muchos problemas, no tenían de qué vivir, la
situación era tan dramática que un familiar tuvo que brindarles posada en una casa de
Chorrillos. Sumado a ello, el matrimonio esperaba su tercer hijo, Alberto.
Momentos de incertidumbre y de vuelta al ruedo
En esos años, los japoneses en el Perú tenían pocas alternativas para trabajar; podían ser
peluqueros, abrir un bazar, un restaurante o ser granjeros. A don Julio se le cruzó en el camino
un primo que le propuso criar aves.

Es así, como en 1948, con 35 patos madres y 4 patos machos reproductores, el patriarca de los
Ikeda empezó un negocio con el cual solo esperaba tener algo de dinero para mantener a sus
hijos. Sin embargo, no imaginó que despegaría hasta transformarse en San Fernando, la mayor
empresa avícola de Perú. Cabe precisar que, para este año, también nació su cuarto hijo,
Fernando.

Luego de vender patos, la familia se dio cuenta de que también podían ingresar a la crianza de
gallinas y empezaron la producción de huevos. Durante quince años subsistieron de patos y
huevos, pero casi no había ganancias económicas.

Con el pasar de los años y el incremento de la popularidad del pollo a la brasa, en 1963 los
Ikeda adquirieron 468 de estas aves. Desde entonces la producción no se detuvo y pasaron a
tener mil pollos, luego 2000, después 3000. Tuvieron que buscar un terreno en Lurín para
seguir creciendo hasta que llegó 1968 y con una crisis de precio y la peste, la familia se quedó
sin capital.

Nace la marca San Fernando


Con la garantía de su buen trabajo, un amigo le vendió cuatro mil pollos a crédito. Dos años
después, los Ikeda tenían 8000 pollos en sus tres galpones. Se dice que, si es en familia, es
mejor. Luego de superada la crisis, sus hijos comenzaron a participar y a aportar conocimientos
a su padre.

Fue así como se dividieron las tareas: Alberto había construido el último galpón en Chincha,
mientras Máximo y Fernando se dedicaban a la producción y Julio a la comercialización.

En 1972, don Julio y su familia deciden ponerles una marca a sus pollos, naciendo así San
Fernando. “Sonaba bonito, tal vez le pusimos ese nombre por el hermano menor, Fernando”,
recordó el mayor de los Nisei (hijos de inmigrantes japoneses) en una entrevista. Para finales
de esa década la producción de San Fernando era de ocho mil pollos semanales. “Ya éramos
importantes, había muchos granjeros, pero queríamos diferenciarnos en tener una producción
diaria”, comentó Julio hijo.

En sus primeros años como marca, San Fernando solía comprar la producción de pollos de
otros granjeros y los comercializaba con su marca. Con esta estrategia se aseguraban de que no
hubiera un sólo día en que no salieran aves de la tienda.
Una idea disruptiva
Las ganas de superación y destaque de los Ikeda no paró allí. Ante la competencia a la que ya
entraban, en ese entonces la empresa Nicolini era la productora más grande de pollos,
necesitaban innovar para crecer.

Entonces renunciaron a la anterior estrategia y decidieron inaugurar su propia planta, en 1977.


San Fernando creó un molino para poder obtener su propio alimento balanceado y vender sus
propios productos.

Un año después, empezó a comercializar sus tradicionales pavos. Gracias a la experiencia y los
buenos resultados, deciden incursionar en dos nuevos negocios: el de huevos comerciales, en
1979, y luego en la crianza de cerdos, en 1986.

Hoy, San Fernando es líder en todos los mercados en los que participan a nivel nacional. Se
destaca como el mayor productor de carne de aves, huevos, cerdo y embutidos.

Sobre la familia Ikeda y San Fernando

En julio de 2021, don Julio Ikeda falleció a los 109 años. En vida, el empresario gozó de
popularidad por haber revolucionado el sector avícola en el Perú. “La buena familia” mantiene
el legado del patriarca con una empresa que sigue innovando.

Actualmente, San Fernando se encuentra en manos de la tercera generación (Sansei), es decir,


los nietos de don Julio o los hijos de Julio, Máximo, Alberto y Fernando. De hecho, cabe resaltar
que precisamente a mediados de 2022, Don Fernando Ikeda Matsukawa realizó el pase de
batuta. Asimismo, se nombró a José Garrido Lecca como presidente del directorio, lo que
marcó por primera vez la incorporación de alguien externo a la empresa familiar.

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