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Introducción
Ver los últimos balances de la hi storiografía peruana: Paulo Drinot, " Historiografía, identidad
hi storiográfica y conciencia histórica en el Perú" . Hueso Húm ero, 47 (noviembre 2005); Manuel
Burga, La historia y los historiadores en el Perú. Lima: Fondo Ed itorial de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, 2005.
2 Dentro de ello sobresale la labor de Scarlett O' Phelan, no solo como promotora de investigaciones
desde las aulas, sino también como una activa publicadora de libros y artículos. Ver: Scarlett O' Phelan
y Margarita Zega1i-a (ed.), Mujeres. Familia y Sociedad en la Historia de América Latina. Siglos
XVIII-XXI. Lima: CENDOC - Mujer/ PUCP/!RA/ IFEA, 2006.
tracto en el análisis de los casos de bigamia indígena durante el siglo XVIII. Creo que este
primer acercamiento puede ser útil para iniciar estudios más detallados sobre la historia de la
familia andina y en general la peruana. El espacio geográfico es el que correspondía a la
jurisdicción del Arzobispado de Lima en el s. XVIII, la cual abarcaba los ter~itorios de las
actuales regiones de Lima, lea, Ancash, Paseo y parte de Junín 3 •
El artículo está dividido en seis partes. En primer lugar, presento un breve estado del
tema. En la segunda parte, desarrollo una síntesis del contexto histórico . En la tercera, analizo
los aspectos jurídicos ligados con el tema de la bigamia. En la cuarta sección, presento
algunas consideraciones generales sobre la realidad de la bigamia en el espacio analizado. En
la quinta, desarrollo un perfil general de los casos de bigamia indígena presentes en dicho
espacio . En la sexta, muestro un análisis más exhaustivo sobre los discursos dentro de los
procesos que se han ubicado . Por último, en la séptima parte, examino los discursos de las
mujeres involucradas en casos de bigamia.
Con respecto a las fuentes, trabajé con los expedientes de la Serie Bigamia en el
Archivo Arzobispal de Lima (AAL). Esta cuenta con dos legajos con aproximadamente un
centenar de expedientes desde el s. XVI al XIX. Dentro de ella, ubiqué 12 expedientes
pertenecientes al s. XVIII, espacio cronológico suficiente y relativamente homogéneo como
para un trabajo de este tipo. Además, encontré dos casos más en la Serie Amancebamiento
Legajo 5. No investigué en otras series porque los casos depositados en los fondos de la
Inquisición son solo de bi gamia entre los grupos no-indígenas, y los documentos de la
Sección Tribunal Eclesiástico del Archivo Colonial (Archivo General de la Nación -AGN )
son principalmente certificaciones de matrimonios que acompañaban a los expedientes de
bigamia.
Este tipo de documentación presenta algunos problemas particulares. En primer lu-
gar, varios de los expedientes contienen información incompleta de los procesos. En algunos
faltan las declaraciones de algunos testigos ; en otros, no se incluye la sentencia; y en otros,
los datos de los protagonistas están ausentes. En segundo lugar, es necesario estar cons-
ciente que las declaraciones individuales fueron fonnuladas bajo el lenguaje jurídico con-
vencional de la época, por el hecho de ser parte de un proceso judicial. Además, tomando las
precauciones que señalan otros estudios4, no pretendo afirmar que este conjunto de casos
represente la totalidad respecto a la bigamia entre los indígenas. Es probable que existan
a lgunos cuyos expedientes se han perdido y muchos más que no fueron denunciados o
descubiertos . A pesar de estas precauciones sobre las fuentes , considero que es una mues-
tra suficientemente representativa que pennite acercarnos, por una ve ntana novedosa, a la
vida social de los sectores indígenas en el período borbónico.
3 Ver Lyn Lowry, Forging an lndian Na tion: Urban indians under Spanish Colon ial Control (lima.
Peru. 1535-1765). Th. Dr. Uni versi ty ofCalifomi a, Berkeley. Ann Arbor, MI: UM I, 1991 , pp. 322-
323 y Jeffrey Kl aiber, Historia General de la Iglesia en América latina VIII: Perú, Bolivia, y
Ecuador. Salamanca: Sígueme, 1987, pp. 59-83.
4 Cannen Castañeda, ·' La memoria de las niñas violadas" , Encuenlro, 2/5 (1984) p. 43 .
1O Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
5 Solange A lbe1TO. ·' El discurso inquisitorial sobre los delitos de bigamia, poligamia y so licitac ión" en
Seis ensayos sobre el discurso colonial relalivo a la comunidad domestica. Cuaderno de Trabajo Nº
35. Departamento de Invest igac iones Hi stóricas, INAH, México. PP. 215-226, 1980; Richard Boyer,
Uves of the Bigamisl. Marriage, Family, and Communily in Colonial Mexico , University of New
Mexico Press. Albuquerque. 1995 ; Estrella Figueras, Pervirtiendo el orden del santo matrimonio.
Bígamas en México: siglos XVI-XVII. Th. Dr. Barcelona: Universidad de Barcelona - Facultad de
Geografia e Hi storia. 2000: Maria Elena Cortés Jácome ... No tengo más delito que habe1me casado
otra vez'' en: Sergio Ortega (ed.). De la Santidad a la Perversión. México, 1985. pp . 165- 177;
Dolores Enciso Rojas ... Un caso de perversión de las norm as matrimoniales: el bígamo José de la
Peña'· en: Sergio Ortega (ed.), op. cit, pp. 179-195; ·'Amores y desamores en las alianzas matrimoniales
de los bígamos del siglo XVIII" en: Sergio Ortega (ed.), op. cit., pp. 1O1-126; ·' Desacato y apego a las
pautas matrimoniales. Tres casos de poli andri a del Siglo XVIII" . Del Dicho al hecho. Ti·ansgresión y
pautas culturales en /a Nueva España. México, 1989; y ·' La legis lac ión sobre el delito de bigamia y
su aplicación en Nueva España" en: El Placer de Pecar y el Afán de Normar. México. 1987. pp. 249-.
294; Patricia Seed. To Love, Honor. and Obey in Colonial Mexico: Conflicts Over Marriage Choice.
15 74-1 82 1. Stanford . 1988. Los estudios de Boyer y Figueras son bastante amplios y abordan los
di versos aspectos de la bigamia para analizar, además, la hi storia de la familia en el Méx ico colonial.
Por su pa1te, el trab ajo de Cortés sobresale por su análisis de los casos de bigamia entre los esc lavos
negros, mi en tras que Enci so. en sus diversas invest igaciones observa, entre otros puntos, la bigamia
desde el lado femenino y los aspectos jurídicos de esa práctica.
6 Noble David Cook y Alexandra P. Cook. Un caso de bigamia trasatlántica. Madrid : Anaya & Mario
Muchnik, 1992 ( 1991 ).
7 Paulino Castañeda y Pilar Hemández Aparicio, ·' Los delitos de bi gamia en la Inquisici ón de Lima", en
Missionalia Hispánica, 122 (Julio-Diciembre 1985), Madrid. p. 241-274 .
procesados por los Tribunales Eclesiásticos regulares. Esa situación cambió en la segunda
mitad del siglo porque, entre las medidas implantadas por las refonnas borbónicas, el delito
de la bigamia pasó a la jurisdicción de los Justicias Reales. Esta apropiación jurisdiccional del
poder civil continuó durante las primeras fases del periodo republicano. No 1hay investiga-
ciones históricas para este periodo, lamentablemente, salvo como análisis contextuales en
trabajos realizados por juristas sobre el tema de la bigamia 8 • Fuera de estos, existen referen-
cias sobre el tema en investigaciones sobre historia de la familia y de la sexualidad, o en
estudios sobre la Inquisición.
Sobre las fuentes , la documentación resguardada en el Archivo Arzobispal de Lima
(AAL) en la Serie Bigamia es una fuente muy rica para investigar el tema. Para la época
colonial solo guarda los procesos contra los indígenas. Sin embargo, desde la última década
del XVIII, los casos se diversifican e incluyen expedientes de criollos, mestizos e indígenas
por igual. Fuera de la Serie Bigamia es posible encontrar algunos expedientes en otras series
(Amancebamiento, Nulidad de matrimonios, etc.)9. Fuera del AAL, los legajos pertenecientes
a la sección Inquisición en el Archivo General de la Nación (AGN), consignan los expedien-
tes de bigamia entre criollos, mestizos y negros durante el Virreinato .
Desde los inicios del Virreinato, la Corona se preocupó por hacer cumplir las nonnas
que regulaban a la sociedad desde la cosmovisión católica con la que el Estado se identifica-
ba plenamente. Desde ese punto de vista, la legislación colonial buscó imponer el modelo
matrimonial monogámico de Occidente en las tierras americanas, manteniéndolo entre los
españoles y criollos, e inculcándolo a los indígenas y negros. Para alcanzar ese objetivo, la
Corona se encargó de implementar un complejo corpus legislativo que detallaba los ponne-
nores de la institución matrimonial. La Iglesia, fuente de dicha cosmovisión, era la encargada
de vigilar ese proceso.
Sin embargo, como lo señala Patricia Seed, el control religioso católico fue mucho
menos estricto que sus contrapartes protestantes y, más bien aseguró la pervivencia de
algunas tradiciones eclesiásticas españolas con respecto al matrimonio y a los conflictos
que se derivaron de él. Según Seed, el ejercicio de la voluntad individual para casarse fue una
de las consecuencias de las medidas refonnistas católicas decididas en el Concilio de Trento 1º.
De esa manera, la condena al uso coercitivo de la autoridad paterna y el énfasis puesto en la
capacidad de elegir libremente al cónyuge, atenuó la consolidación del patriarcalismo de la
8 Por ejemplo, para el caso colombiano está la tesis de Ana María Prieto Abad, Matrimonio, familia y
bigamia: Implicaciones jurídicas y sociales. Ts. de grado para optar el grado de Abogado. Bogotá:
Pontificia Universidad Javeriana: Facultad de Ciencias Jurídicas y Socioeconómicas, 1984, pp. 73-116.
9 En su investigación sobre los conflictos matrimoniales en el sur peruano, Bemard Lavallé encontró
dos expedientes de bigamia en la Serie Nulidad y Causas Penales del Archivo Arzobispal de Arequipa.
Bemard Lavallé, "Amor, amores y desamor, en el sur peruano a finales del s iglo XVIII'', Cuadernos
de Historia Latinoamericana. 1996, Málaga, pp. 27-56. Es una s ituación que debe ocrnTir con fre-
cuencia en varios archivos ep iscopales que no tienen una serie específica sobre bigamia.
1O Patricia Seed, Op. cit. , p. 44. Seed relaciona la libertad de elección del cónyuge con el énfasis católico
en el libre albedrío por contraposición con las doctrinas calvinistas de la predestinación.
12 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVII 1)
tradición hispana en América. Podríamos suponer, entonces, que esto permitió que hubiera
personas que sustentaran su elección conyugal a partir de intereses individuales e incluso
en razones subjetivas y emotivas. Este modelo conyugal predominó durante gran parte del
periodo colonial y hay razones para suponer que influyó en la gran cantidad de casos de
bigamia que se juzgaron en el Tribunal del Sant.o Oficio 11• Por otro lado, la situación particular
de cientos de exploradores españoles que en las primeras décadas del Virreinato carecían de
la posibilidad de contraer matrimonio con mujeres españolas, o de permanecer fieles a los
lazos matrimoniales ya establecidos antes de salir de España, también provocó que situacio-
nes como la bigamia fueran muy comunes en el espacio americano.
No obstante, a partir del siglo XVIII, con la aplicación de las refonnas borbónicas,
este patrón relativamente libre de enlace conyugal, fue reemplazado por otro más controla-
dor y represivo. La política borbónica estuvo dirigida a reafirmar la autoridad real en lo
político y consolidar un modelo social en el que las acciones individuales estuvieran clara-
mente adaptadas a los parámetros morales e ideológicos de la Ilustración. El control estricto
de las costumbres matrimoniales fue uno de los elementos de ese nuevo paradigma de
sociedad. Por ello, la Pragmática Sanción para evitar el abuso de contraer matrimonios
desiguales, promulgada por Carlos III en 1776, y aplicada desde 1778 en la América hispáni-
ca, puede considerarse como el documento fundamental de aquél proceso de "reconquista"
del espacio soc ial por parte del Estado 12 • La Pragmátic~ introdujo una serie de nuevos
requisitos para consentir legalmente un matrimonio, entre ellos el de la necesidad de contar
con la autorización paterna. De esa manera, se reforzó el patriarcalismo y el control estatal por
sobre el poder eclesiástico, el cual ya no tenía el monopolio de la supervisión moral de la
sociedad. Este factor aparentemente influyó en el relativo incremento de los casos de biga-
mia, puesto que es razonable pensar que los matrimonios impuestos fueron más frecuentes
y, por consiguiente, también las motivaciones para escapar de él 13 • Aunque la Pragmática no
insistió en aplicar con demasiado rigor las nuevas medidas entre los indígenas, sí dispuso
que se debía "hacer entender a los indios la obligación que tienen de buscar el consenti-
miento de sus padres y mayores para éstos y semejantes actos, por el honor y respeto que
deben tributarles conform e a los preceptos de nuestra Santa ley" 14 •
Para el caso específico de los indígenas, otro factor histórico que habría que conside-
rar en el análisis es el de la pervivencia o no de una tradición cultural autóctona en contrapo,
sición con la tradición cultural cristiana. No es sencillo detenninar el nivel de aculturación al
que llegó la población indígena y si, la aceptación de las costumbres cristianas fue solo
aparente y, por tanto, parte de una actitud de resistencia cultural, o si fue auténtica y resul-
11 Según Dolores Enciso y Rich ard Boyer, en los archivos de la Inquisición de México se registran 2305
casos de procesos y denuncias por bigamia. Richard Boyer, op.cit, p. 8.
12 Sobre la Pragmática y su importancia en los estudios sobre hi storia de la familia colonial ver Diana
MaiTe, "La aplicación de la Pragmática Sanción de Carlos 111 en América Latina: una revisión" ,
Quaderns de /'Jnstitul Catalá d'Antropologia (Barcelona). 1O, 1997. pp. 217-249.
13 En Méxicb, el 55% de los casos de bigamia denunciados ante la Inquisición ocurrió en el siglo XVIII.
Richard Boyer, Op. cit., loe. cit.
14 Richard Konetzke. Colección de documentos para la historia de la formación social de
Hispanoamérica. 1493-1 8 1O. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones científicas, Instituto
Jaime Balmes, 1962, 111 , Primer tomo, p. 440.
tado de un exitoso aunque doloroso proceso de transfonnación cultural que dio origen al
mestizaje 15 . Trabajos como el de Enrique Tándeter muestran que las costumbres andinas
prehispánicas como la poliginia subsistieron en la sociedad colonial hasta el siglo XVIl 16 • No
obstante, los casos que hemos analizado nos revelan más bien que, en el s¡glo XVIII, el
corpus ético cristiano-occidental ya era parte esencial de los discursos de los indígenas. Ello
no debe llevarnos a concluir fácilmente que el estudio de las costumbres matrimoniales y los
problemas relacionados a ellas son muestra de una aculturación auténtica o, por el contrario,
un subterfugio de resistencia.
Más bien parece que la bigamia, entendida como trasgresión moral y religiosa, así
como delito jurídico, fue un mecanismo a través del cual los indígenas, sin cuestionar la
normativa colonial , encontraron una manera de fusionar sus viejas tradiciones culturales
con los valores sociales y morales hispano-católicos . En ese sentido, la bigamia puede
interpretarse como una reacción ante un modelo hegemónico, pero sin desafiarlo abierta-
mente . El uso de estrategias bien meditadas y subterfugios legales, los discursos de arrepen-
timiento moral, y la afinnación de la búsqueda de una realización individual a través de un
nuevo matrimonio, parecen mostrar más bien que la "indianidad" colonial ya no era esencial-
mente andina ni plenamente cristiana; sino más bien una nueva realidad cultural que se
estaba consolidando 17 •
15 La primera postura estaría representada por la visión utópica de Jo andino, a partir de los estudi os de
Alberto Flores Galindo.
16 Enrique Tándeter, "Teóricamente ausentes , teóricamente so las. Mujeres y hogares en los Andes
colonia les (Sacaca y A casio en 1614 ), Andes. Antropología e Historia, pp. 11-25.
17 Al respecto ver los estudios de Estenssoro sobre la apropiación indígena de lo cristiano en el mundo
colonial. Juan Carlos Estenssoro, Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios del
Perú al calolicismo. 1532-1750. Lima: Fondo Editorial PUCP - IFEA, 2003.
18 Dolores Enciso. Op. Cit. ( 1987), p. 252 .
19 Sobre el papel de la Inquisición en el juzgamiento de casos de bigamia ver Manuel Torres Aguil ar,
"Algunos aspectos del delito de bigamia en la Inquisición de Indias", Revista de la Inquisición, 6
( 1997), Madrid, pp. 117-1 38.
20 Ese fue el caso, ya mencionado. de Francisco Noguerol y Ulloa que los Cook trabajan. En el siglo XVI ,
14 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
ciales de Nueva España ordenaron que los curas se encargaran de prevenir la bigamia con
medidas tales como "exigir a los hispanos la licencia del provisor para casarlos, o en su
defecto los testimonios de su soltería o viudez, y, en caso contrario, entregar a los susodichos
a losjueces del ordinario, para que se iniciara unjuicio" 2 1• Así, a pesar del severo control de
la Iglesia, el cambiar de parroquia era muy eficaz para los potenciales bígamos. En el sur
peruano, Bemard Lavallé descubrió que para conseguir la nulidad de un matrimonio y también
para cometer bigamia, se podían utilizar las carencias de las comunicaciones y los defectos de
la cuadriculación social por parte del aparato eclesiástico-estatal2 2 •
En 1788, Carlos 111, le retiró a la Inquisición la autoridad para juzgar a los bígamos para
entregársela a los Tribunales Reales . Sin embargo, la Inquisición podía seguir recibiendo las
denuncias . Ello ocasionó una notable confusión pues ahora eran hasta tres las instancias
para judicial izar el delito : la Inquisición, los Tribunales Reales y los Tribunales Eclesiásticos.
Esa situación permaneció hasta la proclamación de la Independencia cuando la Inquisición
fue eliminada.
Sin embargo, además de revelar procesos culturales, características sociales y reali-
dades jurídicas, la bi gam ia también muestra un lado esencialmente humano : fue un mecanis-
mo que utili zaron algunos hombres y mujeres que, aunque convencidos de que el matrimo-
nio era la única forma legítima de vida en pareja, querían rehacer su vida matrimonial con una
persona que no era su cónyuge.
la proporción de procesados por bigamia fue importante. De los procesados en el auto de fe de 1600,
12 de los 34 sentenci ados lo fueron por bígamos. Ri cardo Palma, Anales de la Inquisición de Lima.
Lima: Ediciones del Congreso de la República del Perú. 1997 ( 1897), p. 23. Ver también Paulino
Castañeda, la Inquisición de Lima (/570-1635) . Madrid: DEIMOS, 1989.
21 Dolores Enciso. Op. Cit. ( 1987), p. 253.
22 Bernard Lavallé. Op. Cit., p. 43.
23 Archivo Arzobispal de Lima (AAL). Serie Bigamia. Legajo 1: Pablo Cavello, 1732- 1733. f. 7.
16 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
estos miserables " 28 y lo hizo a través de una legislación particular en la que la Iglesia jugaba
un papel importante. Así encargó a los agentes eclesiásticos, no solo la evangelización y el
desarrollo de los servicios religiosos, sino también el cuidado y vigilancia de la moral cristia-
na. Los Concilios Limenses tuvieron, por ejemp lo, un especial interés en emitir decretos que
favoreciesen el desarrollo de los valores y prácticas morales cristianas 29 . Sin embargo, aun-
que el poder civil se reservó la potestad de juzgar y sancionar los delitos entre los indígenas,
los agentes de la Iglesia podían y debían informar de casos de infracciones a la ley y la moral.
Además, y eso es lo más importante para nuestro estudio, tenía jurisdicción en los casos de
idolatría y en las ofensas morales tales como la bigamia 30 . De esta forma, los casos de bigamia
indígena se trataron de una manera especial por los Tribunales Eclesiásticos y no por la
Inquisición como lo eran los casos de bigamia entre los otros grupos sociales de la Colonia.
Los procesos fueron más rápidos y las sanciones más leves y dirigidas a reforzar la educa-
ción moral de los indígenas más que a someterlo a duros castigos.
Sobre la presencia del elemento femenino, es interesante observar la notable presen-
cia de casos de mujeres bígamas. En ellos, se observa el discurso activo de un sector
especialmente marginado de la sociedad colonial. Muchas veces se ha pensado que la mujer
cumplió un papel pasivo en su sociedad; sin embargo, los casos de indígenas bígamas nos
muestran mujeres que se constituyen en interlocutoras activas dentro de una sociedad
patriarcal. El análisis de la bigamia, por ser un delito que implicaba un alto nivel de riesgo e
involucraba a varios protagonistas, puede ser ilustrativo para este asunto .
Estos datos nos revelan algo ya señalado previamente: la gran movilidad de la pobla-
ción indígena. Durante el XVIII, la proporción de "forasteros " en las comunidades tendió a
incrementarse, especialmente en aquellas zonas de vasta actividad económica como el sur-
andino o en los centros urbanos de la Costa. Sánchez Albornoz señala que, a mediados del
XVIII , la proporción de "forasteros " en Lima era de un 23% 3 1• Como lo señala Lyn Lowry,
Lima era una "ciudad de extranjeros "32 porque muy pocos de sus residentes indígenas
habían nacido en la ciudad. Así. en nuestra muestra, aunque ninguno de los bígamos era
originario de Lima, 3 de ellos se casaron allí por vez primera, y 4 por segunda vez. A su vez, 4
de los segundos cónyuges también eran de Lima.
Además, anali zando casos individuales, es interesante observar que no era raro ca-
sarse con alguien de otro pueblo . Así, la ariqueña Lorenza de las Ynfantas, se casó con un
indígena de Quilcas y luego con otro de Lambayeque 33 . Sin embargo, lo más común era que
uno de los matrimonios se realizara en el lugar de origen del bígamo con alguien de allí mismo
y que el otro fuera en un lugar distinto . Así, tenemos el caso de Juan Bartolo quien se casó
en su pueblo en Huailas con una joven del lugar, pero su segunda boda fue en Huarochirí
con otra mujer, también del lugar; o el de Martín De la Cruz, indígena de Huancavelica quien,
en 1726 se casó en Lima con una mujer de Huarochirí y, ocho años después, regresó a su
tierra y se casó con una de sus paisanas 34 •
Esto ocurría porque así era más senci llo burlar la vigilancia de las autoridades o caer
en la confusión de creer que el primer consorte había fallecido. Pero ello, por otra parte, daba
la razón a las autoridades ec lesiásticas al vigi lar con especial cuidado a los ''forasteros " y a
los "yanaconas" por ser transgresores en potencia. Muchos indígenas pudieron haber
buscado a través de estas formas de movilización, no solo escapar del control tributario de las
31 Nicolás Sánchez Albornoz. Indios y Tributos en el Alto Perú . Lima : IEP, 1978, p. 50.
32 Lyn Lowry, Op. Cit. , p. 126.
33 AAL. S. Bigamia. Leg. l. Lorensa de las Ynfantas ( 1702).
34 lbid . • María Josepha Chaves ( 1721) y Martín de la Cruz ( 1734 ).
18 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
Es evidente que la norma común era que un indígena se casara con alguno del mismo
grupo étnico; sin embargo, solían haber excepciones. Según las nociones de "calidad",
propias de la Colonia, era más apreciable el matrimonio con un mestizo que con un indígena
o un cholo. Esto porque se presuponía que un mestizo estaba más cerca del blanco que un
indígena; era como "ascender " un poco en el escalafón de la jerarquizada sociedad colonial.
Así tenemos el caso de Juan Baptista, indígena del Cercado quien en 1715 se casó con Rosa
de las Torres, "hija de mestizo y chola" 36 , o el de Pablo Cavello, el cual, en 1728, se casó con
la mestiza Juana López 37 .
Sin embargo, explicar el elemento étnico basándose exclusivamente en el criterio de
calidad, nos puede llevar a una visión muy limitada, pues es interesante ver algunas excep-
ciones curiosas, como el ya mencionado caso de Pablo Cavello quien, luego de casarse con
una mestiza, su segunda esposa fue una mujer indígena. No obstante, el más peculiar es el de
María Josepha de Chaves, mujer indígena de Huarochirí, que luego de casarse con el mestizo
Bernardo, su segunda boda fue con Joseph Ferrer, esclavo negro "de casta teranobo "38 .
Los procesos carecen de infonnación sobre la ocupación o la actividad económica de
los protagonistas, lamentablemente. Excepto la mención de Juan Bartolo, quien se dedicaba
a ser "dorador " 39 , no se sabe nada de los otros.
Así , ingresando a las características del delito en sí mismo, tenemos los siguientes
datos sobre el tiempo que duró el primer compromiso:
- Menos de I año: 2 - Más de 5 años : 1
- De I a 5 años: 6 - Desconocido: 5
En setiembre de 1731, dos sorprendidas mujeres indígenas llegaron a casa del corre-
gidor del Cercado de Lima para denunciar a Antonio Romero, indígena huachano, quien se
había casado, en tiempos distintos, con ambas. La primera, Petronila Chirinos, natural de
Pativilca, había sido cortejada por el susodicho en 1728, por lo que se casó con él. Al parecer,
el que Antonio fuera viudo, pues su primera esposa había fallecido tiempo antes, conmovió
a Petronila por lo que lo aceptó como compañero. Sin embargo, luego de dos años de
matrimonio, al regresar del mercado en el que era tendera, Petronila no encontró más a
Antonio. Poco después supo que éste se había vuelto a casar con una tal Ysabel De la Cruz.
Mientras tanto, Antonio, ansioso de contraer sus terceras nupcias, había convencido a
Ysavel, también viuda, de casarse con él. Pero Ysavel , también vecina del Cercado, conocía
el compromiso entre Antonio y Petronila. A pesar de ello, Antonio convenció a Ysavel de que
solo estaba amancebado con aquella y que deseaba casarse formalmente con ella "por
ponerse en grasía de Dios "40 . Acudieron a la catedral y Antonio obtuvo una licencia que
garantizaba su soltería por lo que no tuvo problemas en volver a casarse en la misma parro-
quia donde se había casado por primera vez. Fue un acto bastante osado.
Poco después, el presbítero Diego de Esplana, quien había casado a Antonio y
Petronila, visitó a la nueva pareja y, en presencia de Ysavel , increpó a Antonio su actitud y lo
conminó a regresar con su legítima esposa. Pero él insistió en que solo tenía "amistad
ylísita " con Petronila. Así, las dos mujeres, posiblemente sorprendidas por la temeridad de
Antonio, no dudaron en denunciarlo. El Corregidor las acogió pero, para asegurarse , apresó
a los tres: a Antonio y a sus dos mujeres. Luego, el Promotor Fiscal del Arzobispado tomó las
declaraciones de los tres, además de la del presbítero Esplana; solicitó las certificaciones de
los dos matrimonios y la licencia que Antonio presentó para el segundo al Teniente de la
vice-parroquia de San Lázaro; además, recogió las declaraciones de los dos testigos del
primer matrimonio de Antonio. Su objetivo era probar que el primer matrimonio, con Petronila,
era totalmente legítimo y que se había realizado con toda corrección. Así demostraría que
Antonio mintió a Ysavel y que cometió el delito de bigamia con premeditación. Los testimo-
nios de los testigos y del Presbítero, así como las certificaciones probaron contundentemente
la culpabilidad de Antonio.
Entonces, el Promotor Fiscal elevó su dictamen acusador a Andrés de Munibe, Chan-
tre de la catedral metropolitana, Provisor y Vicario General del Arzobispado. En él también
20 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
acusaba a Ysavel por no denunciar a tiempo a su marido . La sentencia que solicitaba consis-
tía en ponerlo a la vergüenza pública "para exemplo de los demás indios " y enviarlo a servir
por dos años al Hospital de Santa Ana, donde los capellanes lo instruirían en la fe. Sin
embargo, la sentencia final del Provisor fue más severa. Además de la vergüenza pública, lo
condenó a servir por cinco años en el Hospital de La Florida, con la advertencia de que si no
los cumplía, pasaría el mismo período de tiempo en el presidio de Baldibia. A su vez, el
matrimonio con Ysavel fue declarado nulo y a ella se le comunicó que debía elegir el "estado
que mas bien visto le fu ere "41 • Así terminó la aventura de Antonio Romero.
Este caso es una muestra típica de cómo eran desarrollados los juicios por bigamia
contra los indígenas. El esquema aproximado era el siguiente:
a. Denuncia.
b. Arresto del infractor y de sus cómplices.
c. Toma de declaraciones de todos los implicados.
d. Solicitud de las certificaciones y probanzas.
e. Dictamen del Promotor Fiscal.
f. Sentencia del Provisor del Arzobispado.
En los casos podemos encontrar móviles diversos para efectuar la denuncia. Uno
primero tiene que ver con los sentimientos de culpa que surgían a partir de una conciencia
religiosa sensible. Ello se observa especialmente en las autodenuncias, en las que se pueden
encontrar frases como la de Martín de la Cruz quien, al enterarse de que su primera esposa
estaba viva a pesar de que se le aseguró que estaba muerta, afinnaba que "viene humilde y
espontaneamente a expresar lo referido deseando el bien de su alma y salbación de ella "42 ,
o la de Teresa Guamán quien, obligada por sus hennanos a casarse otra vez, se autodenunció
espontáneamente pidiendo al provisor "me de la correccion que combiniere " 43 • Sin embar- .
go, también ocurría en aquellas personas que, para tranquilizar sus conciencias, denuncia-
ban a vecinos o amigos que habían incurrido en la trasgresión o, a sus propios cónyuges
cuando se enteraban de su bigamia, como ocurrió con las dos esposas de Antonio Romero .
Sin embargo, también encontramos otros móviles en las denuncias. Por un lado,
algunos bígamos utilizaban el argumento del arrepentimiento religioso para escapar del
castigo. Ese fue el caso de Juan Bartolo quien , al verse sumamente comprometido, argumen-
tó que él se había autodenunciado ante la Inquisición, antes de ser arrestado; sin embargo,
la falta de documentos probatorios descubrió su ardid 44 • Mientras que otros usaban esa
oportunidad para desquitarse de algún enemigo suyo 45 , para castigar al marido o la mujer que
los abandonó 46 , o para cumplir con un deber propio de su función y así acumular méritos ante
sus superiores, como fue el caso de la mayoría de los clérigos y funcionarios públicos
denunciantes.
Los denunciantes, normalmente, presentaban las denuncias ante la autoridad re ligio-
sa o civil más próxima, la cual derivaba el caso a las autoridades competentes; en el caso de
la bigamia, al Promotor Fiscal y al Provisor. Luego, se procedía a arrestar al acusado y,
eventualmente, a sus cómplices. En principio, eran las autoridades locales quienes se encar-
gaban de ello. Así, en el caso de María Leandra Baldivieso, fue el cura de Chiquián quien la
arrestó, junto a su segundo marido 47 , aunque luego ella huyó ; lo mismo pasó con e l cura
Bemabé Sánchez de Cajatambo, quien, luego de haber apresado al bígamo Antonio Fuentes,
tuvo que verlo escapar48 . Por ello, era común que la autoridad religiosa pidiera el auxilio de la
autoridad civil para evitar dichos problemas. Así, el mencionado cura Sánchez, pidió el
auxilio del corregidor Andrade para atrapar al bígamo fugitivo ; lo mismo ocurrió en el Cerca-
do cuando el cura denunció al bígamo Juan Baptista y pidió al corregidor Melchor de Penalillo
que lo apresase ; éste lo puso en la cárcel "con grillos "49 en los pies. Si el caso ocurría en la
capital, eran los oficiales reales en persona quienes arrestaban a los bígamos. Así ocurrió con
Francisco Bartolomé y de Pablo Cavello 50 .
En general, podemos considerar que, en este caso, la colaboración entre el brazo
secular y el religioso fue bastante fluida. La bigamia no era solo un asunto religioso o moral ,
sino que también importaba al poder civil porque su presencia significaba una amenaza para
el fundamento moral del sistema político. La bigamia indígena era doblemente preocupante
porque significaba que aquel gran sector, con una tradición cultural que incluía la poligamia,
no se había asimilado suficientemente al nuevo sistema.
El bloque central de los procesos eran las declaraciones que rendían los involucrados
en los mismos . Para ello acudían desde el acusado hasta algunos testigos de las ceremonias
de matrimonio, aunque el testimonio del primero era el más importante. Tomando en primer
lugar las declaraciones de los acusados, existen dos preguntas principales : ¿por qué aban-
donan a sus primeros consortes? y ¿por qué se casan nuevamente? Respecto a ello , las
razones esgrimidas por los bígamos y bígamas son las siguientes:
- Supuesta muerte del cónyuge : 5 - Abandono no previsto : 2
- Expulsión del hogar: 1 - Desconocido: 5
- Abandono voluntario: 2
22 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
Otra faceta del problema la mostraban los segundos cónyuges. Eran éstos, nonnal-
mente, los que llevaban la peor parte, pues todas las sentencias incluían, necesariamente, la
orden de que el bígamo o la bígama debía volver a reunirse con el primer cónyuge. En la
mentalidad de las autoridades, el segundo consorte aparecía como el ilegítimo patural. La voz
de ellos apenas es incluida en los procesos. Así, a pesar de que eran los que tenían la menor
culpa, sufrían la peor parte 59 . Por ejemplo, en la sentencia final contra Juan Bartolo, se
incluyó la orden de anulación del segundo compromiso y a Juana Rosa, la segunda consorte,
"se le ará saber para que elija el estado que mas bien visto le fuere "60 .
Los otros afectados silenciosos fueron los hijos. Es curioso que en ninguno de los
procesos sean mencionados. El único caso que hace referencia a ellos es el de Juan Bartolo.
Allí, su primera esposa menciona que él tuvo tres o cuatro hijos en su segundo matrimonio 6 1.
Es obvio que al anular el segundo compromiso, los hijos nacidos en éste se convertían en
ilegítimos; además, esta segunda familia quedaría en el desamparo porque se procuraba que
el bígamo suspendiera todo contacto con aquella.
Las sentencias eran bastante leves para el infractor que se autodenunciaba o demos-
traba que había actuado "de buena fe ". Por lo general, además de la mencionada orden de
anulación del segundo compromiso y la conminación a que regrese con su primer cónyuge,
las penas consistían en asignar períodos de servicio en algún establecimiento o penitencias
religiosas. La cárcel solo servía como albergue temporal mientras duraba el proceso, pero no
se incluía en la sanción al trasgresor, salvo que el delito hubiese sido muy grave.
Así, la ya mencionada sanción contra Antonio Romero, es la más fuerte que hemos
encontrado. Esto porque se comprobó su premeditación al cometer el delito "con poco
temor de Dios "62 . Una sentencia similar, aunque menos dura fue la que recibió Juan Bartolo
"usando de misericordia"63 • Fue condenado a servir por un año a los enfennos del Hosp ital
de Santa Ana, encargando a los Capellanes del Hospital su vigilancia y su adoctrinamiento
religioso. La única advertencia que se le hizo fue que, de no cumplir con dicha sentencia,
sería enviado a la saca de piedra del Callao donde realizaría trabajos forzados por un año. Una
pena, aún más leve, fue la que recibió Martín de la Cruz. Él debía confesarse y comulgar por
dos días en las fiestas patronales de su pueblo en ese año y rezar seis partes del rosario un
sábado de Cuaresma. Una nota particular fue que se le ordenó enviar "el recaudo necesa-
rio"64 para el sustento de Jacinta, su segunda esposa.
En otros casos se les absolvía por falta de pruebas, como fue el caso de Lorensa de
las Ynfantas, o porque e l infractor probó su inocencia. Éste fue el caso de Teresa Guamán ,
59 Según la legislación, el matrimon io podía tener imped imentos de dos tipos: dirimentes e impedientes.
Los primeros anulaban automáticamente el matrimonio rea li zado mi entras que los segundos lo hacían
ilícito pero si n ll egar a invalidarl o. La bigamia era un impedi mento dirimente, por lo cual , el segundo
compromiso del bígamo o bígama quedaba inmediatamente anul ado luego de conocerse el delito. Ver
Daisy Rípodas, Op. Cit. , p. 85.
60 lbid. , S. Amancebami ento. Leg. 5. Juan Bartolo ( 1702).
61 !bid. , Loe. Cit.
62 Fue condenado a servir por cinco años en el Hospital de La Florida. !bid. , S. Bigamia. Leg. 1. Antonio
Romero ( 1731 ).
63 !bid. , Loe. Cit.
64 lbid . , Martín de la Cruz ( 1734 ).
24 Revista Andina
Juan A. Fonseca A riza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
quien se autodenunció y demostró ser inocente. El provisor Munibe sentenció que "no se le
debe aplicar las penas que le correspondían si hubiera habido malicia"6 5 • En otros, las
penas eran dispensadas . Así, Lazaro Pavache, fue liberado de prisión donde estaba "por el
delito de poligamia in duplici matrimonio "66 , porque un amigo suyo se presentó como su
fiador bajo la única condición de garantizar su presencia si era requerido por el provisor. Otro
caso fue el de Frontonio Garzía, quien no se presentó ante el Provisor del Arzobispado, sino
ante el Provisor de la provincia de los dominicos en el Perú, donde al parecer tenía influencia,
pues pidió una dispensa "por la irregularidad contenida de aver sido casado dos vezes y
vigamia "" 7 y la obtuvo. Otro caso, finalmente , algo anecdótico, es el de Domingo Morales y
Alfaro, mestizo bígamo, cuyas dos mujeres murieron; por lo cual, pidió se le dispense del
delito porque deseaba hacerse sacerdote 68 .
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Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
Ynfantas quien se presentó a las autoridades para denunciarse y con ello "pueda estar en
buena conciencia(..) no la ago por malicia sino porque me lo ha aconsejado mi cura"76 .
A pesar de que su primer esposo había muerto ya hace varios aflos, sin que ella lo supiera, le
remordía la conciencia el haberse casado por segunda vez, cuando aquél todavía vivía. El
elemento religioso y emocional también pues estuvo presente en las mentes de aquellas
mujeres quienes, al igual que los hombres, buscaron la satisfacción de una vida familiar a
pesar de que para la sociedad era "corrupto casarse por segunda vez".
Epílogo
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30 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
COMENTARIOS
tanto, parte de una actitud de resistencia cultural, genas, se trató de un especial contrato social, acerca
o si fue auténtica y resultado de un exitoso aun - del cual el Estado colonial tuvo un lugar en la
que doloroso proceso de transformación cultural determinación del control y su legalización, aun-
que dio origen al mestizaje". En las tres situacio- que siempre confiando en los mismos criterios
nes, se considera que las sociedades indígenas son que la sociedad a la que dirigió esa pauta determi-
siempre ;'resistentes" al cambio, y que como es- nó para manejarse. Así en los años primeros de la
trategia al respecto, la bigamia es lo que permitió Conquista y colonización, y bajo el ideal de la
construir una nueva " indianidad" en el siglo XVIII. construcción de la " repúbli ca de españoles y de
Y aunque no lo califica así el autor se trata, en los indios", los criterios de distinción, estratificación,
medios indígenas urbanizados por el ritmo co- escalafón y limitaciones a la mezcla social y étnica
mercial, de una realidad " mestiza" en la cual se son predominantes, y como es natural, dicha pauta
encuentra para estos años del maduro sistema cambió a medida que se terminó de configurar en
colonial una superposición paralela social, políti- los siglos XVII y parte del XVIII la sociedad bajo
ca, familiar, religiosa y hasta afectiva (a los fines el fracasado proyecto de división social entre his-
del tema que plantea el autor: las uniones conyu- panos e indios. En la segunda mita del XVIII ,
gales y las razones que llevan a plantearlas de fina lmente, y a horcajadas de las reforma s
forma bígama) de modelos indígenas e hispanos borbónicas y la plena mercantilización, las pau-
que la crisis de 1780 no hará más que poner en tas de segregación, distinción y control social so-
evidencia, y cuya larga resolución en todo el siglo bre el matrimonio, se miden a la lu z de un din a-
XIX y hasta el XX, nos ha puesto al tanto histó- mismo económico mercantil que entre otras cosas
ricamente de su profunda cristalización. tiene que ver con la ;'participación indígena en los
De vuelta al tema de la rigidez del control mercados surandinos" y la convivencia con un
estatal eclesiástico y civil sobre las conductas modelo campesino indígena de autosuficiencia y
delictuosas de los sectores indígenas, los casos P.articipación limitada y coactiva en el mercado .
ana li zados muestran que la preocupación princi- Éste también es un criterio a considerar respecto
pal del clero era que los feligreses (especialmente al juicio que se pueda establecer so bre la exten-
a los indígenas, pues a los hispanos se los consi- sión temporal del matrimonio indígena como lar-
dera como ··naturalmente" cristianos) practicaran go, corto o mediano; pues la extensión y vigencia
su religiosidad moral y éticamente, resultando cir- o no del contrato conyugal corresponde a socie-
cunstancial que en tal práctica se llegue a trans- dades indígenas que participan en los mercados
gredir esas mismas pautas, pues estas contaban coloniales con sus propios patrones de movilidad
con los controles para resolver las situaciones re- campesina de control de pisos ecológicos, y los
sultantes de los errores del sistema de control (en patrones introducidos por la lógica del mercado
el caso indiano también de conversión y evangeli- en los ;'trajines". A la vez corresponden asocie-
zación). De esta manera el clero no era ni más ni dades indígenas rurales con economía autónoma,
menos celoso en el cumplimiento de las funciones cerrada y renuente al mercado. Esto hace más com-
atinentes a su cargo, y no se puede calificar sus pleja la apreciación y juicio conjetural de la exten-
tareas históricamente como celosas, descuidad as, sión de la unión conyugal indígena, teniendo en
perversas o corruptas al ·'permitir" la bigamia así un extremo a las uniones cortas y ocasionales, y
como otras conductas de las sociedades indígenas en el otro a las largas y permanentes.
rurales más contrarias a la religión cristiana, moral ¿A qué motivaciones responde la autodenuncia
y ética. Por el contrario, se les debe considerar del delito cometido? Dos aspectos se destacan en
como parte de las pautas de conductas sociales esta cuestión. El primero tiene que ver con la con-
que el clero colonial desarrolló en el acuerdo, con- dición misma de los indígenas, considerados inca-
senso, aceptación y hasta sumisión en las tareas paces por ambos derecho s hispánico s y de
de control , evangelización, conversión y gobierno minusvalía de hecho en algunos casos. Esto trae
de la sociedad indígena. aparejado al segundo aspecto, ya que la institu-
El examen de la bigamia es una muy buena vía ción que fuere creada en los reinos españoles de
de acceso al conocimiento de las prácticas matri- La Península Ibérica para el control de los fe li gre-
moniales de las sociedades indígenas. Como ya se ses recientemente conversos en las Indias Occi-
ha demostrado, el matrimonio conyugal en la zona dentales debía mantener los mismos patrones de
andina de las ciudades y de parte de las mismas control: la Inquisición consideró de igual manera
sociedades urbanas, hispánicas, mestizas o indí- la autodenuncia como parte de la redención reli-
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Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
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Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
adecuada, siempre y cuando se tenga en cuenta Estensoro, Del paganismo a la santidad, a saber
que ella fue una anomalía y que no puede inferirse que la identidad andina de origen prehispánico
de este tipo de evidencia una comprensión del también fue moldeada por la experiencia colonial.
problema de la afectividad andina en su globalidad. De ahí que sea un sin sentido, aunque académica-
Uno de los mayores retos de este artículo ha mente siga dando muchos réditos, seguir soste-
sido afrontar un tema no muy frecuentado por los niendo que " lo andino" se for:jó resistiendo a la
investigadores. Como se advierte del breve esta- Colonia. Fonseca plantea certeramente con rela-
do del mismo presentado por Fonseca, los estu- ción a los conflictos indígenas derivados de las
dios más recientes se refieren casi exclusivamente costumbres matrimoniales que no se trata de to-
a la bigamia entre las poblaciones española, crio- mar partido por la aculturación auténtica o por la
lla, mestiza y negra de la América española y cuya resistencia andina a "occidentalizarse", sino de
jurisdicción estuvo en manos de la Inquisición. La comprender las peculiaridades de la aplicación del
bibliografia del modernismo español sobre este modelo hispano-católico a un estamento hetero-
tema resulta escasa, y entre quienes han investi- géneo a pesar de haber sido uniformizados como
gado el tema cabe destacar a Enrique Gateo una república de indios. Fonseca rescata dos ele-
Fernández, Manuel Torres Aguilar o José Cobos. mentos esenciales: la notable presencia de las
Pero aún tomando en consideración el caso novo-· mujeres y la gran movilidad de la población indí-
hispano donde los estudios sobre la bigamia están gena y especialmente de los indios forasteros.
a la vanguardia en Latinoamérica, apenas se ha Bien señala el autor que la bigamia indígena
tocado este asunto para la población indígena. De fue doblemente preocupante para los poderes re-
ahí que deba destacar como un mérito del autor el ligioso y civil de la época colonial, primero por
haber incursionado en un tema inédito para el si- violar un principio religioso y moral y segundo
glo XVIII. por ser la prueba de una deficiente asimilación al
Quisiera discutir con el autor el asunto de la sistema colonial. En este último caso coincido con
Pragmática Sanción de 1776 y las consecuencias el autor en que se temía que los indios pudieran
de su aplicación en el Perú. Es suficientemente retomar la poligamia denunciada por los cronistas
conocido que la libertad para contraer matrimonio de la Conquista. Por eso las penas al bígamo no
experimentó un retroceso al requerirse en adelante podían ser corporales sino " moralmente" ejem-
la autorización paternal. El caso es que Fonseca plares y de disuasión, como servir en un estable-
encuentra una relación de causa efecto entre la cimiento de caridad e invalidar el segundo matri-
Pragmática Sanción y el aumento de la bigamia al monio. Por todo lo anterior, considero que el es-
remarcar en un pasaje de su artículo que "este tudio de Fonseca abre nuevas vías para compren-
factor (la Pragmática Sanción) aparentemente in- der la vida cotidiana de las familias andinas.
fluyó en el relativo incremento de los casos de
bigamia, puesto que es razonable pensar que los BIBLIOGRAFIA
matrimonios impuestos fueron más frecuentes y, COSOS RUIZ DE ADANA, José
por consiguiente las motivaciones para escapar de 1984 " Matrimonio, amancebamiento y biga-
él". Sin embargo, esta afirmación no se sustenta en mia en el reino de Córdoba en el siglo
los procesos por bigamia que ha hallado el propio XVIII", en Manuel Peláez del Rosal
autor. La gran mayoría de los documentos citados (coord.) Conferencias del I Curso de Ve-
corresponden a la primera mitad del siglo XVIII. rano de la Universidad de Córdoba so-
Solo hay tres casos, uno de 1793 de María Leandra bre "El Barroco en Andalucía ", Cór-
Baldivieso, otro de 1782 de María Josefa doba, Universidad de Córdoba. vol. 2,
Parraguirre y uno de 1796 de Domingo Morales pp. 77-92.
Alfaro, y solo los dos primeros se acercan al mó-
vil de mujeres en franca rebeldía contra un matri- GATCO FERNÁNDEZ, Enrique
monio concertado por los padres. I 990 " El delito de la bigamia y la Inquisición
Quiero expn:¡sar mi pleno acuerdo con una de española", en Francisco Tomás y Va-
las afirmaciones centrales del artículo que señala liente et. al., Sexo Barroco y otras trans-
que en el siglo XVIII el corpus cristiano occiden- gresiones premodernas, Madrid, Alian-
tal era una parte esencial de los discursos indíge- za Editorial, pp. 127-152.
nas. El trabajo a mi entender refrenda uno de los
;iportes principales del libro de Juan Carlos
TORRES AGUILAR, Manuel torna muy dificil contestar esta interrogante pero,
1997 ;<El delito de bigamia: estudio general y a la vez, de su respuesta depende en el fondo
especial perspectiva en el Tribunal de la cómo interpretemos el problema de la relación
Inquisición de Sevilla en el siglo XVIII", entre la cultura de elite y la cultura popular, que
en Enrique Gacto Fernández (coord.) El es la problemática general que recorre el artículo.
centinela de la/e: estudios jurídicos so- Por ejemplo, FonsecaAriza menciona que los
bre la Inquisición de Sevilla en el siglo trabajos de Enrique Tandeter demuestran que cos-
XVIII, Sevilla, Universidad de Sevilla, tumbres andinas como la poliginia continuaron vi-
pp. 173-232. gentes en las comunidades indígenas hasta el siglo
XVII. El estudio de Tandeter es particularmente
interesante porque nos permite la más precisa
aproximación cuantitativa posible a esta cuestión:
los registros censales. Sus conclusiones son que 3 1
Sergio Serulnikov de los 779 hogares de una comunidad ubicada en la
región de Charcas, visitada en 1614 , eran
El artículo de Juan A. Fonseca Ariza trata poligínicos. El porcenta,je de relaciones poligínicas
sobre un tema sin duda fascinante y poco explo- o amancebamientos no ca-residenciales pudo en
rado: las prácticas matrimoniales dentro la socie- verdad haber sido mayor en la práctica, puesto que
dad indígena colonial. Esta problemática conduce los criterios empleados por el visitador parecen
por necesidad a un análisis de la vinculación entre haber producido una sub-enumeración de los hijos
las normas culturales que regían la convivencia bastardos y de sus madres (mujeres que participan
social dentro de la sociedad andina y las reglas y de las relaciones políginicas pero que aparecen en
valores morales de la sociedad hispánica. El fenó- los padrones como teóricamente ausentes o teóri-
meno de la bigamia nos coloca de inmediato en el camente solas). Hasta donde sé, no contamos con
centro de la cuestión. La bigamia plantea dos pro- estudios similares para el período tardío colonial.
blemas fundamentales: el grado de aceptación de Otros estudios de este tipo nos permitirán acaso
las uniones conyugales múltiples entre mujeres y apreciar cuán generalizada o no continuó siendo
hombres indígenas y los motivos que llevaban a esta práctica u otras uniones no consagradas. Sin
los mismos a buscar sancionar legalmente esas embargo, análisis más impresionistas parecen indi-
uniones (como muy bien lo define el autor, la car que existía todo un conjunto de prácticas socia-
·'obediencia desobediente" ). Estas cuestiones re- les que no se confonnaban con los valores oficia-
quieren a la vez un abordaje cualitativo y cuanti- les. Solo a modo de ejemplo, se puede mencionar
tativo: por un lado, establecer la lógica cultural que Ward Stavig ha mostrado, en base a documen-
detrás de la bigamia y, por otro, estimar cuán ge- tos judiciales, el amancebamiento y la ruptura de
neral izada (o excepcional) era esta práctica. uniones matrimoniales en los pueblos indígenas de
En este último sentido, los catorce casos es- las provincias de Canas y Canchas y Quispicanchis
tudiados por Fonseca Ariza plantean el típico, y en el siglo XVIII . Para esta misma época, en mi
siempre insidioso, problema de la representa- estudio de los pueblos norpotosinos encontré que
tividad. No me refiero únicamente, como bien a uno de los curas doctrineros más odiados por sus
advierte el autor al comienzo del artículo, al pro- feligreses (sería de hecho ajusticiado durante la re-
blema de que nunca sabremos con certeza cuál es belión general de 1780-1781 ), se le imputaba que
el porcentaje de estos expedientes en relación al obligaba a los indios a separarse de sus ·' ilícitas
total de los procesos legales de bigamia o, menos amistades" y, en otras ocasiones, los obligaba a
aún, en relación a los casos de bigamia no denun- casarse por la fuerza. Los indígenas defendieron
ciados o descubiertos. Me refiero más bien a la sus prácticas sociales diciendo que aquellos que
cuestión de estimar algún orden de magnitud en- aceptaban casarse para poner fin a las persecucio-
tre la bigamia y las uniones de hecho en la socie- nes, "por lo regular viven mala vida, ausentándose
dad indígena, esto es, uniones que se apartan del los maridos".
modelo conyugal hispánico y que, a diferencia de Otra vez, hasta que no contemos con estu-
la bigamia, se desarrollan al margen de las institu- dios para el siglo XVIII que integren análisis cuan-
ciones estatales. El dilema al que se enfrentan los titativos y cualitativos de las costumbres matri-
historiadores en este campo de estudio consiste moniales y las relaciones de género de las socieda-
en que la naturaleza de los archivos coloniales des andinas, las conclusiones serán siempre
36 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVIII)
provisorias y tentativas. Aún así, la pregunta que con la bigamia en los sectores hispánicos sino
susc ita el artículo es si estos 14 casos de bigamia también con el conjunto de las prácticas relacio-
nos permiten decir que, a diferencia de lo sucedi- nales y matrimoniales indígenas.
do en el siglo XVII, ''en el siglo XVIJI, el corpus Todo esto no quiere decir desde luego que el
ético cristiano-occidental ya era parte esencial de examen de los escasos procesos de bigamia indíge-
los discursos indígenas" y que las transgresiones na disponibles en los archivos sea irrelevante. La
a la institución matrimonial no surgieron necesa- historia, como la economía, es una cuestión de uso
riamente de una tradición cultural distinta a la eficiente de recursos escasos. Los problemas de
hispana. Si ello se refiere a aquellos involucrados representatividad sirven para ponderar no para in-
en casos de bigamia, la afirmación parece plausi- validar el uso de la documentación. El artícu lo, en
ble. En rigor, esta aseveración está en parte implí- este sentido, es de indudable valor para la historia
cita en la propia definición de la bigamia, la cua l de la familia. El estudio ofrece un minucioso análi-
representaba, como bien sintetiza FonsecaAriza, sis de los múltiples motivos por los cuales las per-
un mecanismo utilizado por perso nas ·'que, aun - sonas sentían la necesidad de sancionar sus unio-
que convencidas que el matrimonio era la única nes, aún cuando fueran ilegítimas a los ojos de la
forma legitima de vivir en pareja, querían rehacer Iglesia, y, en ocasiones, de autodenunciar su con-
su vida matrimonial con un persona que no era su ducta a partir de ·'una conciencia religiosa sensi-
cónyuge". El punto es si la noción que "el matri- ble" . Del mismo modo, el artículo destaca la rela-
monio era la única forma legítima de vivir en pare- ción entre bigamia y migración. Me pregunto al
ja" sirve para caracterizar al resto de la sociedad respecto si, como plantea Fonseca Ariza, los indí-
indígena. No se trata por supuesto de negar la genas abandonaron sus lugares de origen buscando,
influencia de la cultura hispánica -lo cual es a además de escapar del control tributario, "evadir la
todas lu ces insostenible- o de plantear que las supervisión ec lesiástica y empezar una nueva fa-
prácticas sociales indígenas provenían de la épo- milia en otro lugar", o más bien si no fue la confor-
ca de los Incas (eran más o menos ·'autóctonas" ). mación de nuevas uniones estimulada por el gene-
Las prácticas sociales andinas no se distinguen de rali zado fenómeno migratorio. La magnitud de las
las prácticas sociales hispánicas como lo pre-co- migraciones internas en los Andes coloniales es un
lonial de lo colonial , sino como la cultura de elite fenómeno bien conocido (pienso por ejemplo en
de la cultura popular (lo cual plantea por necesi- los trabajos de Ann Wightman, Ann Zulawski ,
dad cuestiones de circularidad y resignificación). Karen Powers, etc.). Se dice aquí que Lima mi sma
Que la consagración del matrimonio por parte de puede ser considerada para la época una ·'una ciu-
la Iglesia tenía, tras dos siglos de dominación es- dad de extranjeros". ¿Puede ser que la bigamia tra-
pañol a, un genuino valor simbólico para los indí- dujera en parte la dinámica de una sociedad con
genas está fuera de duda. De lo que se trata es de altísimos niveles de movilidad fisica? Me parece
di scernir la significación de la bigamia-de la bús- asimismo significativo que varias uniones bígamas
queda de sanción de uniones no monogámicas- en se produjeran en el cercado de Lima y, posiblemen-
relación a los otros tipos de prácticas relacionales te, en otros centros urbanos. Creo que sería intere-
heterodoxas. Es desde luego imposible tran spolar sante, con el objeto de fijar un contexto cultural lo
datos de un siglo a otro. pero si consideramos que más preciso posible para estos casos de estudio,
datos censales del siglo XVII arrojan al menos 31 especular, en base a la escasa historiografia dispo-
hogares poligínicos sobre un uni verso total de 779 nible sobre el tema, respecto de los contrastes en-
hogares, ¿qué nos dicen. un siglo más tarde, 14 tre las costumbres matrimoniales indígenas en el
casos de bigamia sobre la población indígena de mundo rural y el mundo urbano. Finalmente, el
todo el Arzobispado de Lima? ¿Es la mentalidad tratamiento de los aspectos jurídicos, los procedi-
de los bígamos (al menos de aquellos que mientos judiciales y la naturaleza de las fuentes es
concientemente cometieron este tipo de actos) muy útil no solo por lo que nos dice acerca del
indicativa del sistema de creencias cu ltu rales que encuadramiento legal de los casos de bigamia indí-
regía las relacion¡::s familiares en la sociedad indí- gena sino también acerca de las condiciones de pro-
gena'l Seguramente, distintos hi storiadores darán ducción de estos testimonios. Los estudiosos de
distintas respuestas a esta pregunta, pero cual- esta problemática encontrarán aquí referencias de
quiera que sea la respuesta me parece que es im- mucho interés.
prescindib le cotejar la bigamia indígena no solo
RESPUESTA
38 Revista Andina
Juan A. Fonseca Ariza: La bigamia indígena en el Arzobispado de Lima (S. XVI 11)
la ofensiva " reconquistadora" del Estado borbó- la divinidad . De allí su persistencia por casarse.
nico estimuló una actitud mucho más represiva Eso no niega que otras formas de convivencia
hacia la conducta de la población. En ese sentido, como el concubinato hayan sido minoritarias. Por
Ramiro Flores plantea la sugestiva relación entre el contrario, tal vez la difu sión de estas formas
la bigamia, y conductas similares, y ·' la lucha por ·' ilícitas" de vida de pareja haya motivado a un
preservar la libertad en el espacio privado, por importante sector a ponerse en regla y bu scar
encima de las pretensiones totalitarias del Estado casarse oficialmente, incluso corriendo el riesgo
borbónico" . Allí surge la cuestión del nivel de di- de incurrir en bigamia. Ahora, no siempre se pue-
fusión que pudo haber tenido una ·'conciencia de de saber si lo hicieron por convicciones religiosas
lo privado" entre la población andina dieciochesca. auténticas o solo por evitar las sanciones. Proba-
Desde el punto de vista de la historia religiosa blemente fue por un poco de ambas razon es.
y cultural, es interesante plantearse la cuestión de Por último, solo un breve comentario sobre el
la efectividad de los métodos de evangelización asunto del género. Desde el principio de mi inves-
entre los indígenas y relacionarlo con el asunto, tigación me !!amaron la atención los casos de biga-
planteado más arriba y también por nuestro co- mia de mujeres indígenas. No son muchos, pero
mentaristas, del tipo de ·'conciencia re ligiosa" de están allí. Me resulta curioso que un tema que
los indígenas. Es probable, como señala Sergio involucra a otras voces subalternas, tal vez mu-
Serulnikov, que para los indígenas el matrimonio chos más subalternas que sus contrapartes mas-
no era necesariamente la ·'única forma legítima de culinas, no haya recibido la suficiente atención de
vivir en pareja", ya sea por la persistencia de pa- los estudiosos de este fenómeno . Aunque hay
trones poligámicos prehispán icos o por la recrea- estudios sobre el tema entre l¡,¡s criollas y mesti-
ción de los dogmas cató!icos sobre el matrimonio zas, en especial a partir de procesos de divorcio ,
dentro del imaginario indígena. Me parece que, a frecuentem ente iniciados por las mujeres, no hay
partir de los expedientes, los indígenas sí habían mucho sob re las mujeres indígenas•. Es un tema
llegado a considerar fundamental el ritual matri- que los hi storiadores e historiadoras debemos se-
monial cristiano como un acto que los legitimaba guir explorando para tener una visión más diversa
ante la sociedad y, según sus ideas religiosas, ante de l pasado de nuestras sociedades.
40 Revista Andina
Política y movilización campesina en el
norte argentino. La cuestión de la tierra
indígena en el proceso de ampliación de
la democracia*
Introducción
* Agradecemos los comentarios y aportes a la versión preliminar de este artículo de nuestros colegas de
la Unidad de Investigación en Historia Regional realizados durante un seminario interno de discusión.
variab les, ya señalados por diversos autores, tales como el vigor con que se hubieran
emprendido las reformas liberales en torno a la propiedad, la apetencia que las tierras en
cuestión despertaran, la existencia de una élite que pudiera avanzar sobre ellas y el grado de
resistencia de las comunidades indígenas (Langer y Jackson 1990); la vinculaq_ión de la tierra
con el tributo indígena y los intereses fiscales (Platt 1982); los diferentes ritmos del proceso
de desanollo del capitalismo con la inversión en el campo y la valorización de los fundo s,
producto del tendido de vías férreas, pero también de la situación particular de las comunida-
des en el período colonial y primeras décadas republicanas, (Manegus 2001 ).
A principios del siglo XX, en las tierras altas de la Puna de la provincia de Jujuy --en el
extremo noroeste argentino-, 1 dominaba un universo casi exc lusivo de unas pocas y enonnes
haciendas, en las que los indígenas "arrenderos" (colonos) pastaban llamas y ganado menor y,
en los lugares donde las condiciones natural es lo permitían , cultivaban parcelas, a cambio de
una renta en dinero y la "obligación de servicio personal", que consistía en proporcionar
trabajo al terrateniente en una cantidad variable de días al año. Allí la propiedad comunal había
sucumbido tempranamente, a diferencia de las vecinas tierras del sur boliviano, donde a pesar
de los embates de las leyes de ex vinculación subsistió hasta la primera década del siglo XX. 2
La hi storiografía ha dado cuenta de los múltiples conflictos que este tipo de estructu-
ra agraria y la imposic ión de las refonnas decimonónicas desencadenaron en los países
latinoamericanos. En Argentina, en una dimensión menor, estos conflictos se manifestaron
en algunas provincias andinas, especialmente en Jujuy desde fines del siglo XIX, donde se
acrecentaron en ciertas coyunturas políticas que fueron aprovechadas por los indígenas
para posibilitar la emergencia de sus reclamos.
Destacamos tres de estos momentos políticos, promediando el siglo XIX hasta la
primera mitad del XX: 1. la lucha por la sucesión pres idencial de 1874, que enfrentó a los
pa11idarios de Mitre y Avellaneda, con la que coincidió el último tramo de la rebelión de la
Puna; 2. el contexto de cambio de régimen de gobierno, con la apertura electoral democrática
que pennitió el ascenso del Partido Radical ( 1918- 1930), en cuyo marco el yrigoyen ismo
juj eño planteó estrategias dirigid as a canalizar las "voces ausentes" de la política provincial
y a ampliar sus bases soc iales; 3. la primera presidencia de Perón ( 1946-1951) y su discurso
relativo a la red istribución de la tierra y expropiac ión de latifundios, que despertó en Jujuy
expectativas traducidas en el denominado Malón de la Paz ( 1946).
La provi ncia de Jujuy. surcada por la línea del Trópico de Capricornio. presenta una gran variedad
geográfica. desde amp li as áreas frías y secas en el Altipl ano. hasta sectores de temperaturas tropicales
e intensas lluvias, en los de menor altura sob re el nivel del mar. Esta variedad altitudinal y climática.
más las particularidades hi stóricas y culturales. coadyuvaron a definir claramente cuatro regiones: en
las tie1i-as altas. la Puna y la Quebrada de Humahuaca: en las bajas. los va ll es centrales y los va ll es
orientales subtropicales.
2 Platt ( 1982), (Langer ( 1991 ); Grieshaber ( 1991 ), Rodríguez Os tri a ( 199 1), lrurozqui ( 1993) entre
otros au tores. estudiaron los diferentes resultados regionales de las leyes de ex vinculación en Bolivia,
demostrando que si bien en algun as regiones --especialmente en el norte del país- éstas concluyeron
favoreciendo la adquisición de tie1Tas comunales por parte de los hacendados, en otras nun ca termi-
naron de implementarse o se cump li eron parcialmente. En lo que respecta a la provincia de Sud
Ch ichas, colindante con la Pun a de Jujuy, la desv incul ac ión de la propiedad comunal fue bastante
tardía. implementándose recién con la revis ita de 190 l . cuyos resultados aún están en estudio (Terue l
2006, Gil Montero 2006).
42 Revista Andina
_ _ María Silvia F/eitas y Ana A. Terue/: Política y movilización campesina en el norte argentino
Mientras que las circunstancias en las que se produjo la rebelión de la Puna de 1872-
75, sus causas y desarrollo, fueron estudiadas con detenimiento, y, por su resonancia políti-
ca, el Malón de la Paz es conocido, aunque menos investigado, poco se sabe de la agitación
del campesinado andino durante la gestión radical yrigoyenista en la provincia de Jujuy. En
este artículo trataremos esa coyuntura, atendiendo a los mecanismos de articulación del
campesinado con la dirigencia política del momento.
El momento político se encuadra en un movimiento más amplio que, al decir de Stem,
( 1990:307) se manifestó en América Latina en "Programas revolucionarios, políticas popu-
listas y críticas radicales a un "ancien régimen" corrupto y atrasado[que] redefinieron
las dinámicas políticas nacionales del siglo XX y crearon por primera vez serios impulsos
provenientes del mundo mestizo-criollo, para transformar la sociedad de forma que pu-
diera incorporar reivindicaciones indígenas· dentro del corazón mismo del progreso y la
reforma nacionales." El crecimiento de estos movimientos políticos transformó el contexto
de los pronunciamientos y estrategias campesinas, que se encontraron frente a la decisión
de constituir o no alianza con ellos. Nos proponemos, en las páginas siguientes, avanzar
sobre el caso en una provincia andina del extremo norte de Argentina.
Antecedentes coloniales
3 Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy (en adelante AHJ). Padrón de Indios tributarios de la ciudad
de Jujuy y pueblos de su comprensión. Año 1806. Colección Ricardo Rojas, Caja XL.
Puna era la mayoría de sus habitantes: 6.758, en ese mismo año . Entre ellos, eran considera-
dos "originarios" solo los de Cochinoca y Casabindo (2.534 varones adultos), en tanto que
los residentes en los curatos de Yavi, Santa Catalina y Rinconada, y algunos de Cochinoca,
eran forasteros (Palomeque 1994). 1
Allí perduró hasta el fin de la Colonia la encomienda de los indios Casabindo y
Cochinoca, heredada por la familia Campero que ostentaba el título de Marqueses del Valle
de Tojo e importantes propiedades en la región .4 Tras la Independencia, los indígenas deja-
ron de tributar al Marqués, pero sus herederos, arguyendo que la encomienda connotaba el
derecho sobre las tierras, comenzaron a cobrarles arriendo bajo la misma modalidad que a los
colonos de las haciendas que poseían en propiedad.
4 Las propiedades más importantes del marquesado se hallaban en el Alto Perú. La haci enda de Yavi , era
la más relevante, a la vez que residencia, en el Tucumán.
5 AHJ . Catastro de las propiedades urbanas y rurales de la provinci a de Jujuy, 1872.
44 Revista Andina
María Silvia Fleitas y Ana A. Terue/: Política y movilización campesina en el norte argentino
6 Fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. " La Provincia de Jujuy contra D. Femando
Campero, sobre reivindicación" Buenos Aires, Abril 21 de 1877. Reproducido en Carrasco (2000).
Transformaciones en la Puna entre fines del siglo XIX y comienzos del XX:
"la modernidad"
46 Revista Andina
___ María Silvia Fleitas y Ana A. Teruel: Política y movilización campesina en el norte argentino
cipales casas de comercio tenían sucursales en Bolivia, Buenos Aires y centros europeos,
cubriendo los ramos de "importación y exportación, mercaderías en general, frutos, cue-
ro, lana, coca, comisiones y consignaciones, despachos de aduana, operaciones banca-
rias, cambio-giros, minerales ". 7
Sin embargo, estas novedades no fueron suficientes para producir modificaciones
profundas en la estructura agraria, aunque comenzaban a insertar a la Puna en la modernidad
originando nuevos conflictos sobre viejos problemas. A pesar de que persistía una alta con-
centración, algunos latifundios se habían desmembrado dando origen a propiedades de menor
tamaño. Las 385 propiedades registradas en la Puna en 191 O, frente a las 30 que había en 1872,
deja en claro el proceso de fraccionamiento . Sin embargo, el 7% eran latifundios que concen-
traban el 66.5% del valor de la tierra, con cifras casi proporcionalmente inversas para las
propiedades medianas: eran el 60%, pero significan en valor solo el 7% del total (Teruel 2006).
9 ·· rodos los anos los Ingenios ocupan /res mil ho111bres ó 111ás. procedentes de las punas de Humahua ca
para la zqfra. El Gobierno tiene el deber de fomentar las industrias que dan trabajo seguro[. . .} Al
mismo tie111po tiene el deber de buscar de asegurar a los trabajadores de la provincia la colocación
conveniente [. ..}. En tal virtud. desde el I O de enero del (//10 1924, todos los obreros [. ..} se
presentarán a las comisarías[. .. } a efectos del censo oficial[. .. ] yse munirán de una libreta[. .. } que
les servirá para obtener todos los anos pasajes gratis para concurrir a trabajar en los Ingenios[. ..}
En estas libretas se les anotarán los beneficios de pensión y jubilación que el Estado les acordará y
les hará abonar por intermedio de El Banco de Protección Social del Estado, institución que esta ley
hace crear para proteger a los trabajadores y sus familias desde la infancia hasta vejez" Proyectos
de Creación del Banco de Protección Social del Estado y Pueblo Be/grano de Jujuy , Talleres
Gráficos del Estado, Jujuy, mayo 23 de 1923 .
1O En la década de 1920. grupos que hasta el momento habí an sido cuantitativamente menos significa-
tivos se acrecentaron en la composición de la mano de obra de los ingen ios azucareros, entre ellos los
campesinos de raíz andina de la Quebrada y Puna jujeñas. La proletarización se cumplió tota lmente
en los obreros permanentes criollos. mientras que parcialmente en la mano de obra temporaria. ya
que tanto los indígenas del Chaco como los nativos puneños, continuaban el resto del año en que no
trabajaban en la zafra en su hábitat y con sus propios medios de vida.
48 Revista Andina
___ María Silvia F/eitas y Ana A. Terue/: Política y movilización campesina en el norte argentino
11 Archivo del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy (en adelante ATJ). la Verdad. Defensor de la UCR,
Jujuy, noviembre 13 de 1923, Año 1, Nº 11 , Carpeta Tanco.
12 Según Sábalo (2005 : 45),'"Solo en las últimas décadas del siglo la figura del "partido " adquirió
legitimidad como forma de organización destinada a agrupar intereses y representarlos, así como·
de montar tos mecanismos para la selección de candidatos y la promoción de su elección en el
comicio.
13 ATJ . Recorte del diario "la Prensa " titulado "Aborigen candidato a Diputado " en Volante de "la
Unión ", Carpeta Tanco.
14 ATJ . Volante ·'A los ciudadanos de La Unión", Expte. 100, Carpeta Tanco.
Además de esta mediación del Partido Radical, podría afinnarse que la instauración
del voto secreto, a partir 1912, contribuyó al ejercicio de este tipo de ciudadanía y represen-
tación política. Aunque las Constituciones Provinciales de 1893 y 191 O establecieran la
calidad de "secreto" del sufragio para todos los ciudadanos jujeños, la últimt1 Ley Electoral
provincial de 1905 (que rigió antes de las que se adecuaron a la Sáenz Peña), detenninaba en
su artículo 77 que en la boleta de emisión del voto figuraría de un lado el nombre y apellido
del sufragante y de otro los nombres de los candidatos. Era evidente que la declamada no
publicidad del sufragio (Art. 8) solo se refería a que no era expresado en voz alta (voto
cantado), pues quedaba bien documentado en las Actas Electorales quién había votado a
quién . Estas disposiciones legales -que aunque establecían la obligatoriedad del sufragio,
exceptuaban de la misma a los analfabetos- constituían un mecanismo clave en el control
cliente lar del mismo.
En este marco político y en una realidad social conflictiva por la situación de los
trabajadores de la ciudad capital y de los ingenios azucareros, que reclamaban derechos y
mejoras laborales protagonizando las primeras asociaciones y huelgas (Teruel y Fleitas 2004;
Fleitas 2005); además de las crecientes demandas del campesinado en tomo a la propiedad
de la tierra en la Puna y la Quebrada de Humahuaca, la campaña del yrigoyenismo tanquista
en pro de la ampliación de la participación partidaria y de la intervención en la cosa pública,
puso en práctica estrategias para captar a esos sectores y encuadrarlos en su fracción
partidaria, lo que incluyó movilizar la resistencia campesina en distintas formas .
La agitación campesina
50 Revista Andina
___ María Silvia Fleitas y Ana A. Teruel: Política y movilización campesina en el norte argentino
52 Revista Andina
___ María Silvia Fleitas y Ana A. Teruel: Política y movilización campesina en el norte argentino
La riqueza del documento, tanto por su fonna de expresión como por su contenido,
justifica lo extenso de la cita. Encontramos la fónnula usual de adhesión a La Unión en
defensa de sus derechos, "como un solo hombre ", para hacerse "fiscalizar" la finca; la
rigurosa y prolija mención de los "patrones" y su sucesión, especificando que muerto el
último mencionado, protagonista de los abusos que se narran , "ya no queremos ningún
patrón ". Luego se describen los agravios : canon de arriendo en pesos argentinos (que no
corrían en la región) y cobro en moneda boliviana devaluada; obligación de trabajo personal
abusiva; obligación de proveer de combustible al propietario (paja y leña); escaso tiempo
para atender la propia economía doméstica, desplazamiento de los campesinos a los lugares
más áridos y poco productivos y desamparo ante cualquier reclamo ( "solo nuestro Dios
sabe") y la respuesta arbitraria del "patrón" que puede desahuciarlos . Finalmente anuncian
que se niegan a pagar los arriendos y cumplir con las obligaciones, e invocan en su defensa
al "Presidente de la Nación de Buenos Aires", interesante fónnula que denota el sentimien-
to de exclusión y de lejanía de la autoridad que puede arbitrar.
En general, todos los manifiestos pedían que las tierras volvieran al fisco, destacando la
debilidad de los títulos de propiedad de los patrones. Exigían que estos demostrasen sus
derechos con los títulos de propiedad originales, negándose de lo contrario a seguir pagando
arriendo. Otros intentaban probar que las tierras eran fiscales basándose en el fallo de la Corte
Suprema de Justicia de 1877 (tierras expropiadas a Campero, aún cuando se tratara de otras) y
en los "derechos indiscutibles que tenemos en la posesión del suelo en que habitamos " desde
"tiempos inmemoriales ". Es decir, se reivindicaba el derecho de los campesinos a la posesión
de la tierra reconociéndose el dominio de la provincia sobre las mismas. De esta fonna se
conciliaba el derecho de usufructo del campesinado con el beneficio fiscal y el interés político
de quitar a los hacendados el poder que ejercían de dirigir los votos de sus arrendatarios. 22
Con respecto a los campesinos, es sumamente interesante que en el petitorio trascrito
más arriba, en su espontaneidad, se manifieste el propósito de "nos haremos fiscalizar la
finca" y 'ya no queremos ningún patrón ", sin intentar justificarlo con el argumento de la
invalidez de los títulos de propiedad. Aquí volvemos a encontrar elementos que ya aparecían
en las demandas de 1872: los campesinos intentaban deshacerse de los "patrones" y la mejor
fonna parecía ser invocando los derechos del Estado provincial sobre esas tierras. En 1923
protestaron contra los arriendos, a los que llamaban "el impuesto denominado arriendo",
contra los abusos de su cobro y el atropello de los administradores y propietarios, y proponían
que las tierras volvieran al fisco, pagando, en concepto de arriendo, la contribución territorial.
El gobierno de Córdova hizo eco de estas peticiones tras el estallido del primer episo-
dio violento (que detallaremos más adelante) y la obstrucción de la Legislatura para tratar el
proyecto de ley de Tanco sobre las tierras. Emitió, en su lugar, un decreto por el cual "los
ocupantes de tierras fiscales pagarán como único impuesto y por concep(o de arrenda-
miento la cantidad fijada como Contribución Territorial en proporción a las cabezas de
ganado que posean en la propiedad que ocupan en condominio." 23
Es de imaginar el estado de alanna de los propietarios ante los acontecimientos, más aún
cuando sus arrendatarios, respaldados por el gobierno, habían llegado a ocupar cargos públi-
cos locales y desde ellos se disponían a hacer realidad lo que expresaban en sus manifiestos .
Ahora bien, podemos preguntamos, ¿por qué los campesinos no luchaban para que
se les reconociese la propiedad comunal? Más allá de la conveniencia de sumarse a un
movimiento político del que podían obtener réditos, y que evidentemente llevaba clara la
consigna de la expropiación para el Estado, en la Puna solo los campesinos de Casabindo y
Cochinoca podían alegar haber tenido tierras comunales, lo que también podían esgrimir los
de los pueblos originarios de la Quebrada de Humahuaca, aunque la comunidad indígena
había perdido vigor tempranamente. A la vez, lo que ocurría en el otro lado de la frontera, en
Bolivia, dond e las leyes de ex vinculación habían dispu esto parcelar la propiedad comunita-
ria, posiblemente influyera en la consideración de la inviabilidad de una solicitud de tal tipo .
Sin embargo, el problema es complejo. Por una parte, las economías campesinas
puneñas, fundamentalmente pastoras, difícilmente podían subsistir bajo el régimen de pro-
piedad privada de parcelas. Por las características naturales de la región se practicaba el
pastoreo trashumante, que requería de grandes extensiones para alimentar las majadas y del
mantenimiento de ciertos lazos que permitieran el acceso a tierras de común . La pequeña
propiedad resultaba inviable para estos campesinos. Si no recibían la propiedad comunitaria,
la opción que les quedaba era obtener créditos avalados desde el Estado para adquirir tierras
en soc iedad ( como ocurrió a fines del siglo XIX en Yoscaba, Santa Catalina) o que el gob ier-
no expropiara y les diera las tierras en arrendamiento.
Pero las opiniones al respecto estaban divididas : en 1923 los arrendatarios de la finca
San José de la Rinconada, pedían que se declarasen territorios fiscales, 'y se nos de fracc iones
de acuerdo al área que cada cual ocupamos y se nosji¡e la cuota que debemos abonar como
propietarios al poder fis cal[. .. J ". 24 Dos años después, cuando una comisión gubernamental
visitó la Puna a fin de estudiar el problema, los pobladores que tenían aiTiendos exc lusivamente
agrícolas en la hacienda de Yavi, consideraban la posibilidad de parcelar la tierra en propiedad
privada, pero quienes, además tenían ganado, preferían que se mantuvieran campos comunes
para el pastaj e y la recolección de leña. Los que eran exc lusivamente ganaderos, proponían
rodeos comunitarios. El comisionado para redactar el lnfonne afinnaba que en el latifundio
Santa Catalina, los arrendatarios pedían que el Gobernador comprara las tierras comprometién-
dose a pagar, bajo el nombre de Contribución Territorial, los arriendos. 25 Más allá de las dis-
crepancias de establecer un régimen de parcelas particulares o rodeos comunales, pareciera ser
54 Revista Andina
___ María Silvia Fleitas y Ana A. Terue/: Política y movilización campesina en el norte argentino
que, tanto los pocos atTendatarios de terrenos dedicados a la agricultura, como la mayoría que
pagaba pastaje, coincidían en implementar una estrategia gradual de pedido de expropiación de
las tierras, como primer paso para luego gestionar su adquisición. De todos modos, las estrate-
gias implementadas no fueron unidireccionales. Pocos años después, nativos de Cochinoca y
Casabindo, iniciaron juicio contra la provincia de Jujuy a fin de exigir la reivindicación de esas
tierras . Argüían que al no haber sido los indígenas parte del proceso entablado por la provincia
contra Campero, desconocían el fallo de 1877 de la Corte Suprema de Justicia y las posteriores
ventas realizadas. Si bien la Corte Suprema volvió a fallar en 1929, a favor de la provincia,26 la
demanda evidencia que los caminos para la reivindicación de las tierras podían ser diferentes,
dependiendo no solo del momento político sino de la situación que el campesinado indígena
había mantenido durante la Colonia.
Ahora bien, ¿contra quiénes se dirigían los reclamos de los campesinos? No solo
apuntaban contra la elite tradicional, que con~ervaba ya pocas haciendas, sino contra todos
los " patrones", "administradores''. y "caciques" que simbolizaban la opresión. Muchas de
las denuncias se concentraban en situaciones originadas por cambios recientes en la región.
Dada la activa transferencia inmobiliaria posterior a la rebelión de 1872-75, se hizo habitual la
figura de la ca-propiedad por acciones y la existencia de foráneos, algunos absentistas,
otros que se instalaban con negocios en La Quiaca. Muchos de los reclamos hacían referen-
cia a que cambiaban los dueños y los campesinos se enteraban cuando un nuevo administra-
dor se los comunicaba. La negativa a aceptar la nueva situación, donde a sus ojos cualquiera
alegaba derechos sobre la tierra, mientras ellos la poblaban y trabajaban, se hacía patente en
el ya citado reclamo de San Juan de Oros, cuando se manifestaba que muerto el patrón "ya
no queremos otro".
A esa altura de los acontecimientos, la cuestión de la tierra se planteaba más como un
enfrentamiento entre desposeídos y propietarios, que como una cuestión étnica. Los cam-
bios de fines del siglo XIX habían posibilitado una diferenciación social dentro de los
mismos indígenas otrora arrendatarios. El caso más claro es el de los descendientes de José
María Maidana, un ex arrendatario del departamento de Santa Catalina, que adquirió fundos
en ca-propiedad durante la gestión del Gobernador Tel10. A pesar de que en el Informe sobre
los latifundios de la Puna de 1925, el comisionado gubernamental afirmaba que los arrenda-
tarios de Voseaba y Cieneguillas estaban conformes con los arriendos y el trato de los
señores Maidana, encontramos volantes con reclamos en el sentido contrario.27 También
hay denuncias contra los denominados "caciques herencieros" y otros nativos que desde
una situación de poder cometían abusos; la identificación étnica no silenciaba los conflictos
que la diferenciación social motivaba al interior de las comunidades campesinas. Así los
pobladores de Santa Catalina referían que:
56 Revista Andina
___ María Silvia Fleitas y Ana A. Teruel: Política y movilización campesina en el norte argentino
Tanco: "[. .. } no hace aún dos meses[. ..} circularon millares de hojas impresas contenien-
do un manifiesto [. ..} en el que se incitaba a sus pobladores a la defensa de sus intereses
yjuntamente con esos manifiestos muchos 'enviados especiales'[. .. } para reiterar[. ..} la
ya famosa forma de hacerlos dueños absolutos de esos latifundios ". 32 En efecto, Tanco
promovía la resistencia, viajaba con frecuencia a estas tierras y allí se encargaba en persona
de entrevistarse con sus partidarios y líderes locales, de tramitar la libertad de los detenidos
y, según acusaciones no comprobadas pero por cierto factibles, de annar a los campesinos
en sus reclamos ante los latifundistas.)]
Es de notar que en el estallido de El Aguilar, el gobernador Córdova pidió el auxilio de
las fuerzas nacionales "para garantir el mantenimiento del orden de algunos departamen-
tos de la Puna", al Ministro del Interior de la Nación, solicitud luego rectificada tras la visita
inmediata de Tanco al lugar de los hechos, explicándose a Matienzo que dado que "no se
trataba de un movimiento subversivo [era] innecesario el auxilio de las fuerzas federa-
les". 34 El propio ingeniero Olmos telegrafiaba a Tanco lamentando el suceso pese a "todas
las precauciones adoptadas[. ..} al dar sus instrucciones al comisario y que yo las repetí
a mi representante[. .. } ".31 A pesar de la temida "revolución social" que alegaban los opo-
sitores, el tanquismo no planteaba la vía revolucionaria para solucionar la problemática
social, aunque alertaba que "el vendaval del Altiplano, corre amenazante y con más fuerza
que nunca, como si quisiera devastar todo lo existente". 36
Tras la calma obtenida, los líderes que encabezaron este episodio y que coordinaban
las peticiones (Sajama, Cusi, Quipildor, Sarapura, Mamaní, Games, Valdivieso, Toconás, en-
tre otros), "hermanos de La Unión", exteriorizaron su desacuerdo con la marcha de los
acontecimientos mostrándose dispuestos a continuar la lucha abriendo un nuevo frente.
Días después del alzamiento, Miguel Sajama, Francisco Quipildor y Pedro Mamaní, solicita-
ron fonnalmente al Ministro del Interior la Intervención Nacional diciendo que "el estado
mental del Si'. Mateo C. Córdova es visiblemente decrépito, sus propios actos lo justifican
y correspondería como medida precautoria el reconocimiento médico legal ", 37 pedido
que se coordinó con volantes en los que se vivaba "la ley de tierras" y se manifestaba que
"la Unión espera con gusto y a pie firme la intervención, porque en esta forma, en lugar de
convocar a elecciones por nueve diputados tendrán que hacerlo por dieciocho pudiendo
así formar una cámara que se interesa por el bienestar de campesinos y obreros". 38
¿Se trataba de una primera ruptura en la alianza entre los campesinos y el Gobierno
provincial, o de una demostración de fuerza por parte de los puneños que recurrían también a
los mismos poderes nacionales como mediador de los conflictos? Si así fue, es evidente que
Tanco logró mantener la confianza de los indígenas en tomo a su figura y en teldo caso en ese
momento fue el Gobernador el "chivo expiatorio". Aún así, y transcurridas esas desavenencias,
Córdova emitió el 26 de junio el ya aludido decreto de prohibición de "obligaciones personales"
y el de arrendamientos fiscales el 6 de agosto, demostrando seguir al lado de los campesinos.
Sin duda estos conflictos sumaron a la hora de la decisión del presidente Alvear de
decretar la Intervención Federal a la provincia, medida que no logró sofocar los ánimos. Un
año después del episodio narrado, en enero de 1924, en un clima de tensión desatado por la
puja electoral ante las próximas elecciones a Gobernador (en la que los principales contrin-
cantes eran Miguel Tanco y Benjamín Villafañe), convocadas por el interventor, se producían
otros hechos de violencia. El aborrecido Rodolfo Aparicio (apoderado de la finca de Rinco-
nada, contra el que los arrendatarios habían levantado innumerables acusaciones de bruta-
lidad y explotación) fue increpado en Abra Pampa por Francisco Quipildor (el ex diputado
provincial tanquista) ; altercado que incluyó balacera y detención de los involucrados.39
El episodio continuó en Cangrejillos, Departamento de Yavi , con el asalto y toma de la
comisaría del lugar por "un grupo de más de 300 personas, [. ..} los asaltantes armados de
Winchester, unos como dijimos, los otros con hondas, piedras, etc., destruyeron los muebles
que encontraron en el local, sin dejar nada sano."40 A la cabeza del asalto estaban Crispín
Cusi , ex Comisario Rural de Cangrejillos, "como un elemento incondicional de Tanco, sirvien-
do algo así como medio de comunicación entre ésta y los pobladores aborígenes" y Julio
Sarapura, "que fue también un destacado hermano de la Un ión, pudiendo asegurar que
mereció del Sr. Tanco la promesa de hacerlo diputado de la l egislatura de la Provincia" .41
Sin embargo, las versiones de la prensa oficialista transcriptas eran desmentidas por
el diputado Nacional Rodolfo Ceballos: la rebelión se había desatado a raíz de que las
autoridades locales nombradas por el interventor, apoyados por unos 20 arrenderos de la
finca de Yavi , en busca de las supuestas armas entregadas por Tanco, abrieron fuego contra
la población que se encontraba en la plaza.42
Este episodio, evidentemente, no estuvo directamente vinculado tanto con el recla-
mo de los arrenderos, sino más bien a un encendido clima político, en el que la cuestión de fas
39 ATJ. Di gamos asimismo que sobre Aparicio ya pesaban sentenci as por parte de los campesinos:
"'Tarde o temprano terminaremos por hacernos justicia por nuestra propia cuenta, convencidos de
que nada podemos esperar de la justicia. ni de los propietarios de Rinconada". Volante ·'Al pueblo
de la Provincia. La situación de los arrenderos de Rinconada. Los crímenes de Rodolfo Aparicio" . En
Expediente 42-728.
40 HPB . La Opinión, Jujuy, martes 29 de enero de 1924, Año V. Nº 1222.
41 lbid. El Día informa que "éste (Cusi] y sus huestes en el asalto a la policía gritaban¡ Viva Tanco 1 ¡ Viva
Jrigoyen! [" La Opinión'' agrega que también ¡Abajo los latifundistas!]" HBP. El Día, Jujuy, martes
29 de enero de 1924. Aiio XIV, Nº 4896.
42 ATJ. El Radical, Jujuy, febrero 12 de 1924, Año l!I, Nº 342. En Expediente 8 19, Carpeta Sedició n.
Puede llamar la atención la participación de los 20 an·enderos de Yavi en la represión, sin embargo,
era práctica habitual que los "patrones" movilizaran coercitivamente a sus arrendatarios, aunque no
es de descartar que estos adhiriesen a Villafaiie o que dentro de un proceso de diferenciación social. que
ya venía produciéndose en la Puna. se distanciaran de los reclamos de sus pares menos afortunados.
58 Revista Andina
___ María Silvia Fleitas y Ana A. Teruel: Política y movilización campesina en el norte argentinQ
tierras se había transfonnado en una divisoria de aguas de las fidelidades electorales. Con-
viene mencionar aquí que también el radicalismo azul antipersonalista, en el que militaba
Benjamín Villafañe, había presentado proyectos de ley referidos a los latifundios. En 1920
éste, junto a Teófi lo Sánchez de Bustamante, en calidad de diputados nacionales, elevaron
un proyecto que contemplaba un crédito otorgado por la Nación a las provincias de Salta y
Jujuy para que indemnizaran la expropiación de latifundios a fin de transferirlos a sus ocu-
pantes al precio de costo. Su fundamento era concretar una postergada redención no solo
por razones de "civilización yjusticia, sino de conveniencia política, social y económica ",
ya que ello contribuiría a crear un electorado consciente y propietarios felices. 43 Una vez en
el Ejecutivo Provincial, en 1924, Villafañe involucraba directamente a la Nación en la resolu-
ción de la candente situación. En carta al Ministro del Interior decía: "El Banco Hipotecario
Nacional podría hacerse cargo de la operación. [. ..} Este asunto no puede ser compren-
dido en el proyecto de expropiación y colonización presentado por el P Ejecutivo al H.
Congreso, porque no se trata de tierras colonizables, no puede vivir en ellas más que el
aborigen por lo inhospitalario del suelo". Sostenía que "la Nación tiene con estos pobla-
dores un deber sagrado que saldar" por lo que pedía "acoger con el interés que merece
esta solicitud, que lleva en sí la requisitoria de los últimos sobrevivientes de una raza con
la que !ajusticia nacional se encuentra en mora" (Villafañe 1926: 163). 44
A Villafañe le preocupaba la cuestión de las tierras tanto por los fundamentos que
exponía, como porque consideraba que se prestaba a explotación electoral de sus habitan-
tes, pues a pesar de la derrota de Tanco, éste continuaba su "prédica demagógica" y "anar-
quista" y los arrenderos fieles a sus demandas. Así, bajo su gobierno se formó la Comisión
Investigadora sobre los Latifundios de la Puna, para estudiar la conveniencia de la expropia-
ción, la que elevó el Informe que veníamos mencionando, en 1925 .
Sin embargo, durante su mandato los conflictos continuaron. Existen numerosos
casos de apresamiento por delito de sedición al negarse campesinos a pagar arriendo y
repartir volantes y escritos de Tanco. Él mismo incitaba a tales conductas, como lo demues-
tran cartas suyas a lugareños , que son exhibidas como elementos probatorios en los expe-
dientes judiciales.
El conflicto continuó pues el tema de los latifundios quedó sin resolución hasta la
breve gobernación de Tanco, en 1930, cuando por la Ley Nº 880 se le facultó a adquirir, por
compra o expropiación, tierras en toda la provincia a fin de ser cedidas, en condición de
arriendo, a los pobladores que las trabajaban . Sin embargo, la interrupción institucional de
setiembre la dejó sin efecto y el nuevo clima político acalló los reclamos .
Más de una década después, el triunfo del peronismo colocó al campesinado puneño
en posición de emprender nuevas negociaciones con los agentes estatales del momento,
renovadas sus esperanzas frustradas en 1930 (Kindgard 2001 ). En mayo de 1946, los indígenas
decidieron precipitar la solución iniciando una marcha, ll amada " Malón de la Paz", hacia la
Capital Federal. Sin embargo, retomaron al Altiplano con las manos vacías. Un año después,
Miguel Tanco presentaba en el Senado Nacional su proyecto de "Expropiación de terrenos de
la provincia de Jujuy que pertenecieron a aborígenes" y la legislaturajujeña aprobaba destinar
una partida de $500.000 m/n para iniciar los trámites de la expropiación (Kindgard 2004).45
Consideraciones finales
45 Recién en 1949, e l decreto 18.34 1 de Perón, declaró suj etas a expropiación cincuenta y ocho
haci endas de la Puna y la Quebrada de Humahuaca, las que quedaron en manos del Banco de la Nación
hasta 1959, en que fueron transferidas a la jurisdicción de la provincia, sa lvo San José de la Rinconada,
que fue subd ividida y entregada a sus arrendatarios. Si bien no se reconoció la propiedad a la mayoría
del campesinado, la medida logró terminar con el sistema coercitivo de ·'enganche" de zafreros para
los ingenios azucareros. que se había transformado en norma durante la década de 1930.
60 Revista Andina
_ _ María Silvia Fleitas y Ana A. Teruel: Política y movilización campesina en el norte argentino
del pago del impuesto territorial al Estado provincial, concitó la adhesión del campesinado
puneño. En efecto, el movimiento de protesta campesina durante la década de 1920 que hemos
abordado, se empeñó en demostrar la debilidad de los títulos de propiedad de los hacendados
y las condiciones de servidumbre y miseria a los que se los sometía, para exigir la expropiación
y la abolición de los "servicios personales". En esta coyuntura, como en la década de 1870, los
arrendatarios, aunque alegaban sus derechos a la tierra por ocupación inmemorial, no reclama-
ban su propiedad, sino que se declararan fiscales. Así mismo actuaron políticamente estable-
ciendo compromisos partidarios con una fracción del Partido Radical (el tanquismo) que en su
programa refonnista hizo suyas tales reivindicaciones.
En Jujuy, Tanco significaba la posibilidad de participación política en el naciente
sistema de gobierno democrático y de poner fin a un régimen social opresivo. Hemos expues-
to, por un lado, las estrategias practicadas por el líder radical para captar bases populares de
poder que le permitieran llevar a cabo su programa general de justicia social ; éste incluía
básicamente la "modernización" de las relaciones laborales, eliminando los rasgos serviles
que aún conservaban , y el desmantelamiento de la estructura de latifundios improductivos
mediante la expropiación y reparto en arriendos fiscales. Este procedimiento evitaría el frac-
cionamiento y la venta privada, de la que quedaban excluidos los campesinos más pobres.
Pero el proyecto también contemplaba contribuir a la transfonnación del campesinado puneño
en asalariados temporarios en los ingenios, asegurándoles beneficios sociales, y a la indus-
tria azucarera, motor del desarrollo capitalista de la provincia, el contingente de mano de
obra necesaria para la zafra.
Por otra parte, realizamos un acercamiento a las estrategias practicadas por puneños
y quebraderos, las cuales pueden estar constituyendo un patrón de resistencia desde que
fueron despojados de sus tierras, repitiendo la combinación de fonnas pacíficas de petición
a las autoridades - guardando normas y fónnulas legales- con estallidos violentos, según lo
propicio de cada momento . Son opciones que las comunidades y sus líderes realizan en tanto
actores políticos que confrontan, dialogan, negocian - a veces con más claridad y decisión
que otras- con grupos sociales no campesinos - o con los surgidos de una diferenciación
interna- y los voceros políticos del Estado Nacional o Provincial, para conservar o conquis-
tar espacios y derechos dentro de un proceso de lucha varias veces secular.
La instancia de apertura democrática en Argentina, y el programa refonnista del
yrigoyenismo , encabezado en la provincia por el tanquismo, dejaron abiertas puertas para
que indígenas arrenderos se sumaran al proceso de ciudadanización, que traía implícito para
ellos no solo nuevos canales de participación sino la resolución de viejos conflictos conec-
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68 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
Al iniciarse la república en 1825 la base laboral del país estaba todavía sustentada en
el trabajo manual de una gran masa de artesanos, a la que se añadía en importancia el trabajo
agrario de los indígenas dentro un sistema latifundista que los mantenía sujetos a relaciones
de servidumbre y explotación . Estas características configuraron un panorama en el que el
proletariado, o los obreros industriales propiamente dichos, no apareció sino hasta muchas
décadas más tarde y de forma muy lenta y paulatina.
Hay que tomar en cuenta que la destrucción ocasionada por los largos años de la
guerra de la Independencia dejó al naciente país una situación de pésimas condiciones
económicas, dado que el comercio era deficiente y la minería, tan próspera durante la Colo-
nia, estaba totalmente abandonada. El estancamiento económico y la depresión comenzaron
a modificarse desde fines de la década de los sesenta del ochocientos, debido a un breve
resurgir de la industria minera de la plata que trajo consigo la construcción de vías férreas y
nuevos caminos para evacuar los minerales hacia el Pacífico. No obstante, el auge de la plata
duró poco -menos de 25 años- , y a mediados de la década de los 90 sus precios declinaron
hasta convertir a esta explotación en un negocio poco rentable, siendo reemplazado por el
estaño, cuya producción, iniciada a partir del último lustro del siglo XIX, repentinamente se
convirtió en una gigantesca fuente de dinero, pues este metal fue desde entonces uno de los
más requeridos por las naciones industrializadas.
Tal bonanza minera determinó el crecimiento de los sectores laborales y provocó
también, como no podía ser de otra manera, el aumento del trabajo asalariado y la formación
de un incipiente " proletariado" minero, compuesto por indígenas despojados de sus tierras
con la privatización del agro y de territorios comunarios 2 • A la industria estañífera se sumó la
expansión de los centros urbanos y el lento progreso del sector privado de la economía, todo
lo cual contribuyó a constituir un nuevo sistema de clases produciendo a la vez un gran
crecimiento de la población en las principales ciudades del país. El desarrollo gradual de las
ciudades se notó particularmente en La Paz, Cochabamba y Oruro, convertida esta última en
un importante eje ferroviario y en una de las primeras urbes que contó con luz eléctrica,
pavimento y teléfono. Al propio tiempo empezaron a emerger algunas pequeñas factorías en
rubros como cerveza, textiles y alcohol en La Paz, Cochabamba, Oruro y Santa Cruz. Otros
sectores importantes desde principios del siglo XX fueron también el de la construcción y el
de los obreros de la imprenta, llamados gráficos , pioneros de la organización laboral.
En síntesis, antes de 1900, Bolivia contaba con poquísimos obreros "proletarizados",
pero con el inusitado auge de la industria extractiva del estaño y el desarrollo de las redes de
transporte y comunicación, dicha situación se transformó gradualmente y algunas indus-
\
El mutualismo pre-sindical
3 El hecho de que los indios tengan tez oscura, fuesen analfabetos y además habitantes de un medio rura l
considerado poco hi giéni.co. empañaba la visión de país bl anco y europeizado que las elites criollas y
sus intelectuales Alcides Arguedas, Gabriel René Moreno y otros proyectaban sobre Bolivia. Tal visión
se debía al arraigo de un a creencia racista y colonial fundad a en la suposición de que los blancos eran
superiores a los ind ígenas, estigmatizados como borrachos, sucios, violentos, etcétera. Debido a
semejante certidumbre. como señala Andrew Canessa. el despojo de tierras fue racionali zado en
ténninos de modernid ad y durante mucho tiempo se hizo bastante común acusar a los indios de ser los
causantes de la falta de progreso económico. Además ese di scurso aspiraba incluso a tener ribetes
·'científicos": en los círculos y medios elitistas se afirmaba que los indígenas eran genéticamente
estúpidos, que ten ía n cerebros más pequefios y que estaban predispuestos a la indolencia y a la perfidia.
En consecuencia, desde esta perspectiva racista, la subyugación no solo era deseable y moralmente
correcta. si no que el robo de tierras comunarias era inclusive un deber social, ya que únicamente los
criollos podían explotarlas ··eficientemente" (Canessa 2005: 57).
70 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
1908 (Lora 1969: 96,98), asociación de vida escasa cooptada desde su fundación por el
liberalismo gobernante. La FOLP fue promovida por los trabajadores gráficos y estuvo
integrada por las hasta entonces dispersas mutuales artesanales que por vez primera deci-
dieron federarse en una entidad matriz de forma efectiva.
A lo largo de la investigación he logrado establecer las etapas por las que atravesó el
anarcosindicalismo y éstas a mi entender son cinco. La primera etapa, que podría llamarse
" larvaria" o de incubación , se divide a la vez en dos sub-periodos: a) una fase temprana
situada entre 1906 y 1918, y b) una fase de expansión entre 1918 y 1927.
Zulema Lehm y Silvia Rivera mencionan la aparición de una " Unión Obrera Primero de
Mayo" en Tupiza - población potosina cercana a la frontera con Argentina- durante 1906
( 1988: 22,23 ), hecho que abre la fase temprana de la etapa incubatoria del anarcosindicalismo.
Se sabe que dicha "U nión Obrera", formada naturalmente por artesanos, editaba un periódi-
co llamado "La Aurora Social" y mantenía una biblioteca en la que figuraban libros clásicos
del anarquismo de autores como Proudhon, Reclus, Bakunin y Kropotkin, en traducciones
castellanas obtenidas seguramente de Argentina. No se tiene ningún dato más, lamentable-
mente, acerca de esta organi zación tupiceña, pero es probable que su efímera y casi ignorada
existencia haya influido en la tenue difusión de las ideas anarquistas entre el artesanado de
la época. También se debe tener en cuenta que Tupiza era un lugar de tránsito : pueblo
intermedio que se caracterizó por tener una notoria actividad cultural debido al ir y venir de
artistas, activistas anónimos, prófugos y crotos 4 proveni entes de Argentina, los .que desde
esta temprana etapa difundieron periódicos, panfletos e ideas anarquistas .
Aquí es necesario señalar qUe las doctrinas socialistas y de "izquierda" en general ,
llegaron a Bolivia con retraso en relación a lo ocurrido en repúblicas vecinas como Chile,
Uruguay o Argentina, donde el anarquismo se había arraigado a partir de la década de los 80
del siglo XIX. Esto puede atribuirse a las reiteradas y masivas inmigraciones de obreros
europeos a esos países, quienes llevaron consigo las ideas y prácticas emancipadoras más
avanzadas del viejo continente. En el caso boliviano, y como sugiere Inna Lorini, la introduc-
c ión del ideario socialista - y anarquista- se dio por un canal diferente a las repúblicas
vecinas, donde se puede hablar de una vía directa abierta por la llegada de masas europeas,
mientras que a Bolivia las nuevas ideas llegaron por distintas vías indirectas.
Aparte del flujo de activistas y crotos argentinos, otro canal para la llegada de las
doctrinas obreras - en sus distintas vertientes- fueron las inmigraciones de trabajadores
bolivianos repatriados , cuyos orígenes se remontan al inicio de la primera década del siglo
XX , periodo en el que la insipiencia de la industria generó que grandes contingentes de
\
4 Los "crotos" fueron una especie de "anarco-viajeros" surgidos en Argentina: personas libres que se
dedicaban al ocio creativo llevando una vida nómade en los trenes y en los pueblos por los que
atravesaban.
desempleados se trasladasen a otros lugares, sobretodo a las salitreras del norte de Chile, en
busca de un futuro mejor. No obstante, la estadía de esta masa laboral inmigrante en Chile no
duró demasiado, puesto que buena parte de los obreros bolivianos no tardaron mucho
tiempo en volver a los centros mineros y a otras ciudades del país, trayen~o consigo las
novedades socialistas entre 1914 y 1920 (Lora 1969: 27; Lehm y Rivera 1988: 23).
Pero las nuevas ideas no solo eran introducidas por los bolivianos repatriados, sino
también por los propios obreros chilenos que venían a trabajar a los centros mineros en
busca de prosperidad seducidos por la fama de la rica explotación del estaño. Como gran
parte de la inversión en la industria minera fue anglo-chilena, varios inversores de Chile
llegaron a Bolivia para asumir la gerencia y otros cargos jerárquicos en algunas empresas,
trayendo tras de sí trabajadores de ese país que estimulaban el descontento social y/o la
organización laboral (Mendoza 1976: 176; Delgado 1984: 56).
A la par de todo este proceso las nociones de independencia política entre los trabaja-
dores se iban expandiendo poco a poco, más aún cuando la FOLP era prácticamente un cadáver
viviente que ya no representaba a nadie . Frente a esto, grupos radicalizados de artesanos
fundaron la Federación Obrera Internacional (FOI) durante mayo de 1912 (Lorini 1994: 107;
Barcelli 1956: 66), iniciándose así la transición del periodo pre-sindical hacia uno propiamente
sindical ya que, pese a que en este organismo existían todavía asociaciones mutuales, llegó a
rebasar sus límites planteando demandas características de los sindicatos modernos.
La FOI ex istió hasta 1918 adoptando un nuevo tono de conciencia de clase y evitan-
do, a diferencia de la FOLP y de las mutuales tradicionales, envolverse con partidos políticos
y con el gobierno. Algunas de las demandas más importantes planteadas por esta federación
a lo largo de su existencia fueron : la jornada de 8 horas de trabajo, la creación de una caja de
ahorros para la vejez de los trabajadores y el establecimiento de universidades populares
(Lora 1969: 171 , 172). Respecto a su filiación política, no cabe duda que la FOI adoptó al
anarquismo como parte de su base ideológica (Barrios 1966: 39; Lorini 1994: 138; Barcelli
1956: 66; Ponce, Shanley y Cisneros 1968: 12), aunque lo cierto es que al interior de la
organización convivían varias corrientes políticas progresistas sin contornos muy defini-
dos, probablemente porque en esta etapa los trabajadores encaraban por primera vez un
proceso de asimilación de las nuevas doctrinas importadas de los países vecinos, además
que el anarquismo recién empezaba a difundirse poco a poco. Sea como fuere, efectivamente
hubo una influencia anarquista en la FOI, y ésta se fue perdiendo gradualmente, según
Barrios: "en la medida en que los trabajadores adquirían madurez política y un concepto
exacto de su papel" ( 1966: 38,39). Al margen de este tipo de interpretaciones lo que se debe
tomar en cuenta es que esta federación jugó un rol detenninante para la conciencia de los
trabajadores de dicha época, pues se convencieron de la necesidad de emanciparse de la
influencia estatal y liberal.
La siguiente organización importante que se creó fue la Federación Obrera del Traba-
jo (FOT) en 1918, a raíz de la decisión de los miembros de la FOI quienes creyeron oportuno
modificar el nombre de la organización pensando que la denominación " Internacional" no
correspondía a un organismo regional. Esta transformación de la FOI en FOT es un hecho
harto relevante para el movimiento laboral dado que la FOT - junto con la Federación Obrera
Local (FOL) fundada igualmente en La Paz, nueve años más tarde- , será una de las principa-
les centrales obreras del país hasta 1936.
72 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
Cuando la FOI se disolvió para convertirse en FOT, durante 1918, los marxistas, que
empezaban a crecer en número, consiguieron encaramarse en la nueva entidad, la cual se
expandió a las principales ciudades del país estableciendo en ellas sedes y sucursales. La
paulatina consolidación de FOTs dirigidas por el marxismo en las urbes centrales produjo que
los pocos, pero vigorosos anarquistas decidieran intensificar su actividad con sus propias
organizaciones. De este modo vemos nacer, al iniciarse la década de los 20 en la ciudad de La
Paz, pequeños grupos y círculos de propaganda netamente ácratas como el Centro Obrero
Libertario y La Antorcha, entre otros varios. Fue La Antorcha, fundado en 1923 por una
pléyade de trabaj adores entre los que se destacaban Luis Cusicanqui y Domitila Pareja, el más
importante y activo de éstos, pues a pesar de haber sufrido persecuciones y destierros, su
febril actividad consiguió fundar cuatro sindicatos que serían los pivotes de una nueva fede-
ración obrera: albañiles en 1924, carpinteros y mecánicos en 1925 y sastres en 1927.
Como se ha dicho, los cuatro sindicatos creados por La Antorcha y por otras minorías
actuantes determinaron fundar su propia federación matriz: la legendaria Federación Obrera
Local (FOL), durante una fecha ignota a principios de 1927 (Alexander 1967: 136 ; Lehm y
Rivera 1988: 29). A partir de entonces la FOL fue incluyendo en su seno a varios otros
sindicatos de artesanos pero también de obreros asalariados de textileras, así como trabaja-
dores en fábricas de cerveza, cartones y fósforos . El mismo año se creó la Federación Obrera
Femenina (FOF), aglutinando inicialmente a unas pocas organizaciones de verduleras que
trabajaban en los mercados . Sin embargo, la FOF se convertirá, después de la guerra del
Chaco, en la vanguardia y el sostén de la FOL en una época de división y cooptación estatal
según veremos luego .
Con e l correr de los años la FOL no cesó de engrosar sus filas entre distintos estratos
plebeyos extendiéndose también a Oruro, donde un puñado de dirigentes reorganizó la FOT
de dicha ciudad bajo los principios del anarcosindicalismo en marzo de 1930 (Lora 1970: 86;
Lehm y Rivera 1988: 48). El crecimiento anarquista en parte puede explicarse por el ambiente
de crisis que vivía el país al finalizar la década de los 20, debido a la depresión de la economía
mundial que ocasionó la caída internacional de los precios del estaño, produciendo a la vez
desocupación , hambre, bajos salarios y convulsión social.
Es precisamente en este contexto cuando los fo listas lograron materializar la rebaja de la
jornada laboral para una gran parte de los trabajadores. Creo haber identificado la huelga y la
movilización precisas que arrancaron tal conquista en la ciudad de La Paz: el 1Ode febrero de
1930 la FOL, a iniciativa de sus trabajadores madereros, inició una huelga general acompañada
de manifestacidnes provocadas por los operarios de la Maestranza Americana de Maderas
contra la gerencia, en demanda de la jornada de 8 horas y un aumento salarial de 30%, pedidos
que inmediatamente se extendieron a los patrones de diferentes industrias y fábricas. En el
pliego petitorio los huelguistas argumentaban acertadamente que para aquella época en todos
los países del mundo ya regían las 8 horas, siendo Bolivia el último lugar donde se planteaba
esta petición ("El Diario" 11 de febrero 1930: 9). Luego de algunos incidentes y altercados entre
obreros, patrones y policías, se acordó una negociación que duró tan solo unos días y que
finalmente estableció, por primera vez de fonna real, la jornada laboral de 8 hO[flS para una gran
cantidad de trabajadores. Pero el sabor de esta victoria se disolvió rápidamente en medio de la
crisis económica que se agravaba con el transcurrir de los días: la depresión continuó y por
tanto la agitación popular, en vez de reducirse, se incrementó .
En el caso de los albañiles, los efectos de la crisis se sintieron en forma particularmen-
te dura ya que las construcciones se paralizaron y muchos maestros calificados tuvieron que
trabajar hasta de peones y ayudantes si no querían engrosar las largas filas de desocupados .
El clima social se puso realmente crítico, al punto de ocasionar violencia y saqueos:
Como la convulsión se volvía cada vez más grande, el presidente Siles tuvo que ceder
subvencionando por un tiempo algunos comedores públicos llamados "ollas del pobre",
acción filantrópica que evidentemente no resolvió nada. Por el contrario, las organizaciones
laborales se fortalecieron y, bajo el lema "pan y libertad", salieron furiosam ente a protestar en
las calles incentivados por los incansables anarcosindicalistas de la FOL, pero particular-
mente por su sindicato de albañiles y constructores.
" ... no nos dejaban reunir, entonces nosotros nos reuníamos en diferentes
lugares. Hasta en el cerro nos hacíamos la asamblea para que no haya
descubrimiento " (Juan de Dios Nieto y Guillenno Gutiérrez en ibid: 47).
74 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
"El año 1930, la policía nos agarraba en cualquier lugar, entonces noso-
tros hicimos una gran asamblea en el templo, en San Agustín, al lado de la
Alcaldía; con pretexto de ir a escuchar misa se concentraba toda la gente,
entonces el cura se sorprendió: - ¡Qué milagro que venga tanta gente!-,
porque estaba repleto. De ahí nomás se salía en manifestación con su carte-
lón" (Juan de Dios Nieto en ibid: 59).
El catalizador para el desborde total fue un intento de autogolpe de Siles quien pre-
tendía lograr una prórroga en su mandato; empero, lo único que consiguió fue que el descon-
tento se haga general: del 22 al 28 de junio sucedieron diferentes enfrentamientos callejeros
entre manifestantes agitados por los folistas y otros sectores obreros y estudiantiles contra
agentes del orden en las principales ciudades del país. Esta situación se agravó con una
división ocurrida en el seno del ejército. De modo que, una vez defenestrado Siles, el abiga-
rrado levantamiento terminó siendo aprovechado por los militares quienes se hicieron con el
Gobierno a la cabeza del General Blanco Gal indo. No obstante, los anarcosindicalistas con-
tinuaron sus actividades de agitación y convocaron con éxito al Cuarto Congreso Obrero
realizado en Oruro durante agosto del mismo año. El control mayoritario del evento resultó
fácil para los ácratas debido a su insistente labor organizativa y a la legitimidad adquirida por
su participación en la reciente revuelta; de esta manera, no tuvieron problemas en imprimir a
las deliberaciones y resoluciones el sello de sus propuestas doctrinarias, aislando completa-
mente a los marxistas que abandonaron la gran reunión . Por otra parte, en el Congreso se dio
nacimiento a lo que pretendió ser una macro entidad matriz llamada Confederación Obrera
Regional Boliviana (CORB) de influencia casi nacional , dirigida desde luego por la FOL y la
FOT orureña.
La Junta Militar, dándose cuenta del crecimiento del anarcosindicalismo, desató una
cacería descabezando a la FOL y a la FOT de Oruro, lo cual no fue suficiente para detener el
impulso organizativo , pues la fuerza y el arraigo de los ácratas radicaba en los sindicatos de
base y no en cúpulas directivas. De todos modos la persecución fue feroz, y como producto
de los allanamientos y detenciones muchos dirigentes y miembros de base fueron traslada-
dos a distantes confines de la Selva Oriental.
Entretanto, en Oruro y La Paz los coordinadores clandestinos continuaron movilizan-
do a las bases y convocando acciones para resistir la ofensiva de la Junta Militar y para
boicotear las eleccion es en las que se perfilaba como seguro ganador el candidato Daniel
Salamanca, nueva punta de lanza de la oligarquía terrateniente. Como veremos en seguida,
las acciones propuestas no excluyeron el camino de las armas.
La reivindicación de la acción directa en su fonna violenta caló por un tiempo al interior
de la FOL: al iniciarse 1931 un grupo de dirigentes y miembros de base consideraron necesario
recurrir a la " propaganda mediante los hechos", práctica oriei:itada al uso de las bombas y de la
violencia selectiva como medio para acelerar procesos de insurrección en las masas. En esa
dinámica algunos fo listas abrazaron el anarquismo conspirativo, creando una red de activistas
que desató una óla de explosiones y tiroteos cerca del cuartel de Miratlores y otras zonas de La
Paz, en una confusa y oscura acción durante la noche del 1 1 de febrero. Este acto subversivo
fracasó y hubieron varios detenidos, pero la conspiración continuó desarrollándose subterrá-
neamente: la madrugada del 11 de septiembre miembros armados de la FOL, utilizando un
automóvil, intentaron asaltar el cuartel de Miratlores con la ayuda de una parte del regimiento
Colorados que se amotinó para dicho objetivo. El cuartel fue convulsionado por los conscriptos
rebeldes quienes después de ocasionar la muerte de un subteniente se lanzaron al ataque de la
comisaría secciona( de la policía de Miratlores. El nuevo intento de gener~r una rebelión
popular de gran magnitud también fracasó y otra vez el resultado de la acción fue la detención
de varias personas, particulannente de los amotinados del cuartel que fueron sometidos a un
escandaloso juicio y sentenciados a varios aflos de cárcel (" La Razón" 12 de febrero 1931 : 12;
11 de septiembre 1931 : 8; 6 de febrero 1932: 12). Pero por circunstancias azarosas los agitadores
anarquistas más importantes no fueron capturados y todos tuvieron la precaución de no
involucrar ni comprometer directamente a la FOL dado que, de fonna inteligente, las acciones
nunca fueron reivindicadas y al parecer ninguno de los detenidos mencionó a la federación. Sin
embargo, la FOL exigió públicamente la liberación de los conscriptos en una gran movilización
realizada el 4 de octubre de 1931, que tenninó en una violenta y anecdótica revuelta popular
engrosada por la participación espontánea del lumpen ("U ltima Hora" 5 de octubre 193 1: 1,8;
" La Razón" 6 de octubre 1931 : 8).
A mediados de diciembre de 1931 el Ministro de Gobierno de Salamanca, ya en el
poder desde febrero, presentó al Congreso un proyecto de Ley de " Defensa Social", medida
a través de la cual se pretendía otorgar al presidente poderes represivos extraordinarios
contra la oposición política y los trabajadores: la idea básicamente era prohibir huelgas y
acallar protestas sociales. Frente a esto, la FOL y la FOT de Oruro decidieron realizar una
alianza táctica y temporal con la marxista FOT de La Paz, y juntas detuvieron la aplicación de
la Ley de "Defensa Social" en enero de 1932 con propaganda y esforzadas movilizaciones
callejeras. La agitación de las federaciones obreras continuó hasta mayo denunciando esta
vez los afanes belicistas de Salamanca, quien de forma palmaria pretendía llevar a cabo una
"solución final " al estado de inquietud que vivía el país a través de una guerra contra
Paraguay. Pero nada detuvo el desastre y en junio el gobierno boliviano precipitó una larga
y absurda guerra que destruyó temporalmente al movimiento sindical mediante el paroxismo
patriótico, la cárcel, los fusilamientos y el envío de presos políticos al frente de bata! la 5 .
5 Desde fines de la década de los 20 una serie de incruentos incidentes en puestos fronterizos bolivianos
colindantes con Paraguay pusieron en tensión a ambos países en razón de un límite poco claro en la
zona del Chaco. El problema limítrofe finalmente sirvió como excusa al gobierno boliviano para
lanzarse a la gui¡:rra bajo el pretexto del "honor nacional", aunque también, según afirman muchos.
hubieron en juego oscuros intereses petroleros ingleses y estadounidenses que contribuyeron a impul-
sar el conflicto.
76 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
incluso al interior del propio ejército donde surgió una oficialidad joven inconforme que,
convertida en la encarnación del sentimiento de frustración nacional frente a la ignom iniosa
derrota, asumirá el control del gobierno en la época de post-guerra como observaremos
después.
Las organizaciones laborales se fueron reestructurando poco a poco una vez finaliza-
do el conflicto bélico; en el caso de la FOL, ésta se reorganizó enjulio de 1935 (Lorini 1994:
122), y el contexto de post-guerra hizo que entable una nueva alianza con la FOT de La Paz
para encarar las nuevas movilizaciones laborales. Casi un año después, en mayo de 1936, una
masiva huelga general convocada por la FOL y la FOT paceña derrocó al gobierno de turno
generando un vacío de poder que fue aprovechado por el ejército: los militares ingresaron
triunfalmente en la política una vez más, sintiéndose llamados a resolver los problemas del
arruinado país. Fueron David Toro y Germán Busch quienes asumieron el poder estatal entre
1936 y 1939, estableciendo un modo organizativo corporativista bajo el rótulo de "socialismo
militar". Este curioso régimen de tinte populista consideraba como aliado al movimiento
sindical: creó, por primera vez, un Ministerio de Trabajo poniéndolo en manos de un dirigen-
te laboral proveniente de la FOT paceña, y organizó un gran Congreso Obrero para fundar la
nueva matriz organizativa de los trabajadores llamada CSTB (Confederación Sindical de
Trabajadores de Bolivia), disolviéndose definitivamente las antiguas FOTs. Dicho proceso
de cooptación ocasionó una primera gran crisis en las organizaciones anarcosindicalistas,
pues varios sindicatos abandonaron la FOL para ingresar a la CSTB -manipulada por el
Estado y más adelante por los nacientes partidos de izquierda-, mientras otros se vieron en
un ir y venir entre una organización y otra. En el caso de la FOT orureña por ejemplo, los
dirigentes no dudaron en renunciar a su anarquismo de preguerra y participaron de forma
entusiasta en las altas esferas del sindicalismo oficial, también denominado para-estatal. Con
todo, el "socialismo militar" se vio interrumpido en 1939 debido al suicidio de Busch, momen-
to que resultó propicio para que el sector más reaccionario del ejército, liderado por Quintanilla,
convoque a elecciones facilitando la restauración oligárquica cuyo nuevo representante fue
el General Peñaranda, nefasto personaje que gobernó entre 1940 y 1943 imponiendo nuevas
violencias sobre el movimiento obrero y popular.
Entre la cooptación y la represión, la post-guerra hizo que la vieja fortaleza de la FOL
se convierta en una nostalgia desmembrada, debido a la euforia provocada por los gobiernos
populistas de Toro y Busch, y luego a causa de la represión de sus sucesores. Este proceso
inició un camino laxo y errático para la federación anarquista, que sin embargo permanecerá
vigente gracias al sorprendente resurgimiento, casi espontáneo, de un tipo único de sindica-
lismo libertario en el mundo: el anarquismo de las cholas.
De fonna transversal a todo lo que ocurría desde la guerra, la actividad de los sindica-
tos anarquistas de mujeres fue adquiriendo un papel protagónico generando diversas lu-
chas autónoma1 en la etapa de cooptación y clientelismo del sindicalismo para-estatal, en la
época de Peñaranda y en el nuevo corporativismo de Villarroel del que hablaremos después.
En efecto, y debido a la muerte de muchos hombres, la guerra implicó para las mujeres una
mayor participación en la fuerza laboral y las convirtió en el sostén principal de una gran
parte de los hogares plebeyos, además de que las cholas fueron siempre, casi por definición,
un sector que habitualmente participó en actividades económicas que rebasaban el ámbito
doméstico (Medinaceli 1989:82). Así, en el contexto de la crisis de post-guerra - crisis
inflacionaria y de abastecimiento-, las mujeres trabajadoras mestizas vin~uladas con el
artesanado estaban en mejores condiciones para una labor de reorganización retomando la
experiencia de la primera FOF de 1927, cuyas actividades se vieron interrumpidas por el
conflicto bélico. La reconstitución de los sindicatos anarquistas femeninos se inició con la
fundación del Sindicato de Culinarias (SC) durante agosto de 1935, entidad que surgió a raíz
de una prohibición municipal decretada a fines de julio, que proscribía a las cholas subir a los
tranvías bajo el pretexto de que incomodaban a las "señoras" rasgándoles las medias con
sus canastas y ensuciando sus vestidos . Este hecho generó la reacción indignada de las
trabajadoras cocineras, quienes se concentraban masivamente en los mercados cuando iban
a realizar las compras, siendo así que, a la cabeza de aguerridas y hábiles organizadoras como
Petronila Infantes -conocida populannente como "Peta"-, Rosa Rodríguez y muchas otras,
las culinarias movilizadas lograron vencer dicha prohibición y poco a poco, mediante un
activismo casa por casa, fueron incorporando en el sindicato a algunas sirvientas, niñeras y
mancapayas 6 .
Un aspecto a destacar es que, en su condición de vendedoras de servicios a la oligar-
quía, el trabajo de culinarias tenía cierto status superior en relación con otros oficios, lo cual
lamentablemente no impedía que las cocineras sufrieran abusos, maltratos y violencias simbó-
licas. De todos modos, a pesar de las dificultades que tuvieron que atravesar, las culinarias
generaron un fenómeno muy particular con su organización avanzados los años: si en un
principio el sindicato era mal visto y rechazado por sus contratantes -las casas de la elite
paceña-, posterionnente dicha susceptibilidad cambió y las cocineras sindicalizadas se con-
virtieron en las más requeridas y garantizadas por su honestidad y sobretodo por la calidad de
su trabajo. Entonces el sindicato, que en un principio aparentó ser perjudicial para sus afilia-
das, pronto se convirtió en una verdadera ventaja que aseguraba una fuente pennanente de
empleo y buenos sueldos, invistiéndose además de un gran prestigio y reconocimiento social.
Como puede suponerse, la paradoja de trabajar en las casas de la oligarquía y a la vez ser
agitadoras anarquistas ocasionó a las culinarias más de un incidente con sus contratantes,
sobretodo en el caso de Peta que por un tiempo llegó a trabajar en la casa del prefecto de La Paz,
quien en alguna ocasión tuvo que sacarla de la cárcel para no quedarse sin comida, sin mencio-
nar otros sabrosos sucesos anecdóticos (Wadsworth y Dibbits 1989: 124,125).
Por otro lado, a mediados de la década de los 30 muchas mujeres de los estratos
pobres incursionaron en los mercados buscando generar más ingresos para su economía
desgastada por la crisis y la guerra. Con el repentino engrosamiento del sector de verduleras
callejeras surgió la demanda de construcción de nuevos espacios de venta, más aún cuando,
a fines de 1935 , un desborde del río Choqueyapu arrasó con todo el antiguo mercado de
frutas y verduras. La inundación provocó la muerte de una treintena de vendedoras de flores
y generó una gran congoja en las mujeres que quedaron sin puestos de trabajo, impulsando
a la vez la confonnación de la Unión Femenina de Floristas (UFF) en mayo de 1936, bajo la
78 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
7 La guerra también despertó temores sobre la propagación de enfermedades venéreas, fiebre tifoidea,
malaria y otros males contagiosos por el retomo de miles de soldados y desertores. En alianza con el
sistema médico vigente los gob iernos empezaron a insistir en la higi ene pública, enfocando su
atención, sobretodo, en la clase obrera y en las mujeres cholas (Larson 2004: 81 ). Como parte de esta
política las elites, apoyadas por el Gob ierno, decidieron ex igir un denominado ·'Carnet de Sanidad" a
las cocineras o empleadas domésticas desde octubre de 1935, documento que debía tramitarse luego de
un oprobioso cheq ueo médico en la ·' Policía de Higiene" -dependiente de la Policía Municipal-, que
al mi smo ti empo se encargaba del control médico de las prostitutas. El SC se movilizó contra esto y
también contra la exigencia del Carnet de Identidad, debido a sus convicciones ácratas contra el
control estatal y a los cobros de dinero solicitados para el trámite.
8 El MNR, partido "policlasista" y nacionalista en sus inicios, se fundó a principios de 1941, aunque sus
orígenes se remontan hacia fines de los 30 cuando, a consecuencia de la guerra, nacieron nuevos
partidos de izquierda que se infiltraron en las organizaciones obreras pugnando por empoderarse sobre
el movimiento popular.
80 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
La FAD fue fruto de la labor organizativa de esforzados folistas como Modesto Escobar,
Pastor Chavarría y H ugo Agui lar, quienes junto a una nueva generación de jóvenes libertarios
y artistas forjados en Tupiza reestablecieron antiguos contactos con líderes indios
colaborándoles en sus nuevas actividades . Llama la atención que uno de los objetivos
principales de la FAD fuese la educación indígena concebida como una vía para la emancipa-
ción, objetivo alcanzado parcialmente y con relativo éxito, ya que para el primer semestre de
1947 la FOL y la FAD habían conseguido levantar medio centenar de escuelas rurales que
funcionaban autónomamente. De esta extensión hacia el agro paceño se puede colegir que
los anarcosindicalistas vivían su última fase de ascenso e importancia, en alianza con no
pocos indígenas aymaras.
Con estos antecedentes llegamos al gran levantamiento indio de 194 7, que no se
limitó a una hacienda o provincia, sino que se dio en las áreas rurales más importantes de los
departamentos de La Paz, Oruro, Cochabamba, Sucre, Potosí y Tarija. La rebelión tampoco
estuvo organizada bajo un mando único ni ocurrió de fonna simultánea o coordinada: se
trató mas bien de una ola de sublevaciones de diferente intensidad durante casi todo 1947,
que solo pudo ser derrotada mediante la movilización masiva de fuerzas de la policía, del
ejército y de la aviación militar9 . En este ambiente de efervescencia india sucedieron dos
levantamientos en las zonas de influencia de la FOL-FAD, uno en mayo y otro en junio,
provocando la muerte de algunos hacendados y sus parientes, Jo que ocasionó que el
Gobierno lance todo el peso de la represión sobre los folistas y sus aliados indios. La
respuesta fue contundente y 200 indígenas fueron recluidos en campos de concentración
ubicados en la Selva oriental, como parte de una campaña cínicamente denominada " Plan
humanitario de colonización del oriente": infernal destierro en el que murieron 30 detenidos,
entre ellos Marcelino Quispe y otros dirigentes de la FAD víctimas del hambre, la violencia y
las enfennedades tropicales. En cuanto a los fo listas urbanos, muchos fueron encarcelados
en el panóptico de La Paz por varios meses, y en otros casos por varios años, siendo algunos
liberados gracias a las movilizaciones y gestiones de la FOF. Estos golpes represivos, que
continuaron hasta 1952 con allanamientos y nuevas detenciones, diezmaron totalmente a los
anarcosindicalistas, tanto así que nunca más volvieron a alcanzar un nuevo impulso
organizativo de importancia.
9 Un a de las causas principales que ocasionó las diversas rebeliones indias de 1947 fue , como ya se ha
di cho, el incumplimiento de las resoluciones del Congreso Indígena de 1945 que establecieron, con el
apoyo de VillaiTOel. el fin nominal de la servidumbre. No obstante, la deplorable s ituación en el agro
continuó y produjo un es tado de descontento general manifestado en distintos levantamientos -el
más célebre se desarrolló en la loc alidad cochabambina de Ayopaya- que fueron trágicamente aplas-
tados. Para detalles del Congreso Indígena del 45 y sus nexos con las rebeliones del 47 véase el trabajo
de Dandler y To,,-ico ( 1984: 166-193). Para una relación minuciosa de las acciones de la FOL-FAD
en este contexto véase el libro de Antezana E. y Romero (1973 : 131-150).
82 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
1O Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. Fundada en 1944, bajo el amparo del Gobier-
no de Villan-oel , durante mucho tiempo estuvo influida por el MNR y por el POR (Partido Obrero
Revolucionario) de rai gambre trotskista.
84 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
Epílogo
La certeza más importante que sale a la luz de la presente narración es que el movi-
miento sindical anarquista jugó un papel de primer orden en la formación del moderno
movimiento obrero boliviano, puesto que inició el proceso de transición del mutualismo
hacia el sindicalismo, contribuyendo así a consolidar una forma de organización que es hasta
hoy uno de los pilares fundamentales de socia lizac ión y participación política en el país. De
hecho , el sindicato es en Bolivia una estructura casi irremplazable de movilización y ciudada-
nía, y su modelo impregnó a varios sectores de la sociedad, asalariados o no, como los
campesinos y algunos segmentos de las clases medias . No obstante, la forma actual de
organización sindical difiere abismalmente del paradigma planteado por los anarquistas, ya
que éstos insistieron siempre en la necesidad de crear modos de gestión horizontales, man-
teniendo la autonomía de los trabajadores frente a los partidos y al Estado, a diferencia del
sindica lismo jerárquico que hoy conocemos corno producto de la revolución del 52 y de la
creación de la COB.
Por otra parte, resulta llamativo el escepticismo común que existe en relación al poten-
cial emancipatorio del artesanado : se supone que el artesano es dueño de sus propias
herramientas y que vende el producto de su trabajo; en cambio el proletario es aquel despo-
seído de medios de producción que al vender su fuerza de trabajo recibe a cambio el valor de
esa energía bajo la forma de sa lario . Según interpretaciones dogmáticas del marxismo esta
condición ·'predestinaría" a los proletarios a constituirse en la "fuerza natural" del cambio
social , por lo que se considera que el artesano, en tanto pequeño propietario de henamientas
y en tanto trabajador libre, es una rémora del feudalismo que desaparecería sin dejar huell a
debido a los procesos industrializadores. Además, por las mismas razones, el artesanado
estaría incapacitado para jugar un papel revolucionario (Barcelli 1976: 4 7,48). En contraste
con esta visión todo lo hasta aquí expuesto demuestra que un esquema semejante no es
válido para formaciones socia les como la boliviana, pues en este país los artesanos se
constituyeron en el motor de la organización obrera, por lo menos hasta la guena del Chaco,
y asumieron un rol contestatario y radical siendo dueíios de su tiempo y de su fuerza de
trabajo.
· Tambié\i es interesante notar que el anarcosindi ca li smo vino a expresar una suerte de
aspirac ión de universalidad, en la que se mezclaron una sutil hegemonía cu ltural occidental
con contenidos y prácticas igualitarias y humanistas (Lehm y Rivera 1988 : 268). Con todo,
los fo li stas se esmeraron también por incorporar en sus praxis y discursos un reconocimien-
to explícito de las contradicciones coloniales, además de que ellos mismos, como mestizos,
también sufrieron la discriminación y el desdén de las elites criollas. Es decir que, a pesar del
origen occidental del anarquismo y su tenue actitud civilizadora hacia el mundo indígena, los
folistas, a diferencia de la izquierda marxista y racista, tuvieron la certeza de que el grupo
social fundamental que debía ser tomado en cuenta para la emancipación social eran los
indios . Con esta convicción , los ácratas se involucraron en las luchas indígenas, apoyándo-
las en varios momentos no sin muchos esfuerzos, sufrimientos y contradicciones.
Los anarquistas también asumieron sus postulados doctrinarios de fonna dogmática
y devota, lo que limitó las posibilidades de ensanchar sus horizontes estratégicos quedán-
dose estancados en un activismo militante relativamente estéril. Sin embargo, esto no impi-
dió la creación de nuevas relaciones sociales de horizontalidad en sus organizaciones, a
través de las cuales los ácratas apelaron a producciones de subjetividad capaces de resistir
a las distintas fonnas de dominación social en sus aspectos generales y sobretodo cotidia-
nos . Así, los anarcosindicalistas crearon una auténtica cultura obrera e hicieron de sus
sindicatos verdaderos focos de una sociabilidad alternativa basada en la solidaridad, en las
relaciones horizontales entre mujeres y hombres y en el antiautoritarismo, prefigurando a la
vez pequeños embriones de lo que consideraban debía ser la sociedad futura producto de
una revolución .
Pero cuando esa revolución llegó, en 1952, solo vino para crear un Estado nacional y
una configuración social que nada tenía que ver con los anhelos libertarios, los cuales
chocaron impotentes contra una realidad de servidumbre política voluntaria enraizada en lo
más profundo de la colectividad humana: la revolución mató al anarcosindicalismo boliviano
para siempre, arrojando su olvidado cadáver al depósito de los desperdicios de la Historia.
Por último debo mencionar que la presente narración ha dado como resultado una
mirada general que de ningún modo puede considerarse completa: se trata, sencillamente, de
plantear un " nuevo" punto de partida para futuras investigaciones que exploren los movi-
mientos eclipsados por el 52 .
86 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
Fi gura 1. De derecha a izquierda: Jacinto Cente ll as, Modesto Escobar, Rosa Rodríguez y
Susana Rada, en una concentración de la FOL durante 1930.
88 Revista Andina
Huascar Rodríguez García: El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
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1930: 11 de febrero.
Introducción
Las luchas de los guerrilleros de comienzos del siglo XIX han despertado diferentes
reacciones entre sus contemporáneos y los historiadores, que van desde el menosprecio a la
admiración ilimitada. Bandidos, cobardes, fanáticos religiosos, feroces salvajes luchando
contra la modernidad, héroes, " la patria en annas", precursores del nacionalismo, son parte
de las innumerables formas en que se ha considerado su papel en las guerras de Independen-
cia que analizaremos en este texto. Aunque tanto en la Independencia de España ( 1808-1814)
como en la del Alto Perú ( 1810-1825) fueron los ejércitos veteranos quienes expulsaron a los
opositores, la guerrilla jugó un rol muy significativo en la definición del resultado. Destaca-
mos aquí su papel en el acoso a los ejércitos enemigos que los obligó a dispersar fuerzas y los
desgastó lenta e inexorablemente, y el sostenimiento de la lucha en los peores momentos,
cuando los ejércitos veteranos fueron temporariamente vencidos y todo parecía perdido.
La guerrilla tuvo un papel mucho más importante en la defensa de los territorios
propios que en la conquista de tierras enemigas. Su estrategia buscaba justamente evitar el
asentamiento tranquilo de los ejércitos de ocupación, el abastecimiento, la circulación de
infonnación, etc. No siempre pudieron articular sus acciones con los ejércitos veteranos
aliados, ya que no siempre se los entendía como parte de los cuerpos militares. Con mucha
frecuencia, incluso, surgieron en contra de la voluntad de las autoridades quienes dudaron
mucho en entregar las annas a quienes no integraban los -más disciplinados- ejércitos
veteranos . Sin embargo el resultado final de las dos guerras de Independencia parece con-
formado por la confluencia de los dos sistemas de lucha.
La estrategia de la guerrilla
Se conoce como Cordillera Chiriguana a la cordillera oriental boliviana ubicada entre los ríos Guapay
y Bermejo.
94 Revista Andina
Raquel Gil Montero: Las republiquetas en la Guerra de Independencia
Estos tres breves relatos pertenecen a las memorias de militares europeos que esta-
ban haciendo campaña en territorio ajeno a comienzos del siglo XIX. El primero es de un
español que ingresó a la Quebrada de Humahuaca camino al Alto Perú; el segundo es de un
oficial francés que pasaba por Galicia rumbo a Portugal con las primeras entradas napoleónicas
a España; el tercero es de un irlandés que participó como mercenario en el ejército bolivariano,
en la víspera de la batalla de Junín. Los tres son militares de formación , para los que la
población rural (los gauchos, los campesinos, los gallegos montañeses, los indios) eran
poco menos que salvajes. Los tres relatos describen acciones propias de la guerra irregular.
En los dos primeros el relato gira en tomo a las campañas de búsqueda de ganado para
alimentar a los ejércitos, y la respuesta de los "salvajes" habitantes locales. En el tercero el
autor relata las circunstancias del robo de las monturas del mismo campamento militar en la
víspera de una de las batallas más importantes de la Independencia.
Se puede encontrar ejemplos de guerra irregular en muchas partes del mundo y perío-
dos , incluso en el contexto de una guerra entre ejércitos regulares. Esta forma de lucha se dio
con más frecuencia allí donde había una población que se defendía de un ejército de ocupa-
ción , que tenía pocas armas y posibilidades de ganar una batalla a campo abierto; se desarro-
llaba mejor en terrenos quebrados y montuosos, con pocos caminos amplios, pero muchos
pequeños y poco conocidos por los invasores. Pero esta guerra irregular no quedó excluida
del ejército. En'Europa, desde mediados del siglo XVIII los ejércitos de veteranos incorpora-
ron con mayor frecuencia estrategias basadas en el principio de la gran movilidad que tiene
esta forma de lucha, con objetivos concretos como robar los caballos del enemigo, organizar
la retirada de alimentos y población civil para desabastecer a los demás, asaltar a los correos
o espiar los movimientos de las tropas. Este tipo de estrategias empleaba con frecuencia a
parte de la población local como guías, espías o infonnantes (Fraser, 2006; Esdaile, 2004;
Tone, 1999). En tomo a la revolución francesa y a la llegada al poder de Napoleón, la "peque-
ña guerra militar" dio un paso importante y se expandió hasta convertirse en 1una estrategia
civil basada en la secular tradición de guerra irregular (Fraser, 2006: 540). Los precursores de
este cambio fueron los franceses, con la Vendée y Chouannerie de 1793-1801, la insurrección
calabresa de 1799 y la guerra española contra la Convención francesa ( 1793-1795). En estos
casos, las poblaciones decididas a resistir no tenían más opción que pelear con los medios y
annas que tenían a su alcance .
La guerrilla pasó a fonnar parte de los manuales y tratados militares a partir de la
guerra de Independencia de España ( 1808-1814). Durante la invasión napoleónica a La Pe-
nínsula Ibérica; sin embargo, la novedad fue no tanto el tipo de lucha, sino su alcance . En
gran parte de España se organizaron grupos de resistencia al ejército francés, con distinto
tipo de resultados y trascendencia. Pero fue en estos focos que se sostuvo la resistencia en
los momentos en que todo parecía perdido.
En muchos casos históricos la guerrilla se desarrolló allí donde había una tradición de
usos de armas por diferentes motivos. La caza y el contrabando fueron dos de éstos, aunque
quizás el más importante fue el de la defensa del territorio no tanto frente a un enemigo
externo, como fue el caso de España en 1808, sino frente a otros enemigos menos organiza-
dos pero más frecuentes (bandidos y contrabandistas). Esta defensa promovió la formación
de milicias organizadas, no como cuerpos permanentes y profesionales de militares, sino
ocasionales. En España había este tipo de fuerzas en Galicia (las alarmas), en las provincias
vascas (los migueletes) y en cataluña (los somatenes) (Esdaile, 2004:28).
En América esta organización recuerda a los sistemas instaurados en las regiones de
frontera con los llamados " indios de guerra", cuyos oficiales eran los vecinos que tenían la
obligación de defender las tierras . Estos oficiales -sujetos ocasionalmente al fuero militar,
que les resultaba bastante beneficioso-- solo tenían la obligación de usar uniforme unos
pocos días al año, no cobraban sueldo y sus tropas no tenían instrucción formal (Marchena
Femández, 1992).2 En teoría estaban conformadas por todos los hombres entre 15 y 45 años,
considerados como parte de los ejércitos de reserva. En el Tucumán (una vez conquistado el
Valle Calchaquí) y en Charcas el principal -y casi permanente- foco de conflictos armados
fue el Chaco y la Cordillera Chiriguana.
La guerrilla desarrollada en la guerra de Independencia de España tenía algunas
características específicas (aunque la polémica aún continúa) que nos interesa destacar aquí
para poder distinguirla de otros sistemas de lucha annada. Su objetivo no era infligir bajas ni
desarrollar tareas auxiliares para las unidades regulares, sino alejar a las tropas francesas de
los principales campos de batalla, dividir sus fuerzas, impedir la comunicación y el abasteci-
miento. Surgieron entre grupos de campesinos que defendían sus tierras y su producción, y
que tenían una cierta autonomía política y capacidad de organización. Surgieron, finalmente,
en tomo a un líder, que parece ser imprescindible en estos grupos, ya que cuando caía herido
2 En un artículo sobre la guerra en Salta, Sara Mata (2004} también vincula la presencia de las milicias
con el surgimiento de la guerrilla.
96 Revista Andina
Raquel Gil Montero: Las republiquetas en la Guerra de Independencia
o prisionero (o era muerto), se generaba el desbande de los demás hombres y mujeres. Con
estas características como guía sugerida abordaremos el análisis de la guerrilla en el Alto
Perú.
La primer república de Caracas cayó al poco tiempo de constituida, vencida por las
tropas realistas. Entre las causas de su caída, Bolívar y otros contemporáneos sostenían que
pesaron la falta de armas y de dinero, y en lo militar la falta de organización de un ejército.
Bolívar consideraba que las milicias novatas no eran suficientes porque es una verdad militar
que solo ejércitos aguerridos son capaces de sobreponerse a los primeros infaustos sucesos
de una campaña. El soldado bisoño lo cree todo perdido desde que es derrotado una vez:
porque la experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y la constancia corrigen la
mala fortuna .4
Bolívar sabía qué era la mala fortuna, ya que había intentado organizar la expulsión
de los realistas y fracasado numerosas veces. Su esfuerzo se volcó antes de las campañas
libertadoras en conseguir armas y dinero, y a liberar las vías para poder introducirlas al
continente. Otros jefes patriotas, en cambio, optaron por ponerse al mando de partidas
guerrilleras e internarse en los montes. Las annas las obtenían disputándolas una a una con
el enemigo. Estas partidas fueron los núcleos básicos alrededor de los cuales se fonnó el
ejército libertador. Sostuvieron la lucha cansando a los realistas, despejaron el terreno para
permitir que ingresaran la ayuda externa, y mantuvieron a una parte de la población local
comprometida con la causa de la Independencia. Recién en 1817, cuando Inglaterra finalmen-
te accedió a prestar ayuda, comenzó la introducción de armas y pertrechos desde el Caribe.
Luego se ampliaron las posibilidades de recibir annas, y en 1819 y 1820 llegaron desde el sur,
desde los actuales Chile y Argentina. Sin embargo, la dependencia mayor era de Inglaterra.
Para mantener un grupo armado era indispensable contar con armas y también con
dinero para comprarlas, pagar a la tropa y alimentarlos.
Una de las principales fuerzas guerrilleras de España, la de la Montaña de Navarra,
logró sostenerse sobre la base de los impuestos y peajes cobrados en la aduana (Tone,
1999). Esto les permitía a los guerrilleros evitar, en la medida de lo posible, caer sobre las
poblaciones locales y diferenciarse de las tropas francesas, que hacían pagar los costos de
la guerra a dichas poblaciones. En América esta estrategia pudo desarrollarse solo en algu-
nas partes, donde, cuando se podía, se confiscaba la producción de las haciendas enemigas.
Esto sucedió por ejemplo en Venezuela, donde mulas, yeguas, reses, tabaco, café, cacao, añil
3 El licenciado Mi guel José Sanz en una carta a Miranda del 14/6/1812. citado en García Ponce ( 1983 : 35).
4 Simón Bolívar. Memori a a los habitantes de la Nueva Granada. 15/ 12/ 1812. Citado en García Pon ce
( 1983: 37).
y otros productos agropecuarios fueron utilizados para crear un sistema de trueque con los
vendedores de armas del Caribe. Pero no siempre era posible, por lo que el principio de la
guerrilla se tornó prontamente en el del autoabastecimiento. Armas y alimentos eran recogi-
dos de donde era posible, principalmente de los enemigos, pero no únicame11te.
En nuestra región de estudio la característica que une a las republiquetas y a la vez las
diferencia de la guerrilla encabezada por Martín Miguel de Güemes en la vecina Salta, es el
haber resistido en medio de un territorio que fue predominantemente realista a lo largo de los
15 af\os de guerra. 5 Solo ocasionalmente contaron con apoyo de los patriotas del Río de la
Plata; pero la mayoría del tiempo debieron autoabastecerse de dinero, annas y alimentos, y
muchas veces incluso aportar a los ejércitos patriotas. De la documentación analizada se
desprende que los recursos de annas y dinero fueron propios (y escasos), recogidos en las
campaf\as, a veces comprados con el dinero que sacaban de las haciendas de los enemigos,
del mismo modo que como lo hicieron los guerrilleros en Venezuela.
Una síntesis de como se habían podido resolver algunos de los problemas prácticos
que venimos tratando en este apartado en el Alto Perú es la que realiza Santos Vargas,
integrante de la republiqueta de Ayopaya, con motivo del asesinato del comandante Lira.
Este comandante que había sido primero realista y luego estuvo al mando de grupos patrio-
tas, fue asesinado a traición en el afio 1817. Santos Vargas comenta que [Lira] mantuvo la
División sin sueldo alguno porque no había de donde:
"algunos domingos una corta ración de dos reales a todos sin excep ción de
clase ni persona, y rara vez dos pesos. Rancho sí, bien abundante para la
tropa y para la oficialidad lo mismo en la comandancia mandaba hace,~
donde comía el y todos. Ropa como podía de tejidos del país. El armamento
conseguía comprando[. ..} Pólvora mandaba hacer muy buena aquí, salitre
de Mojsu-mina en la pampa de Oruro mandaba comprar ocultamente con
indios de confianza; azufre mandaba comprar de Carangas y Tarapacá.
Fierro lo mismo mandaba a comprar a Oruro porque no cargaba cualquie-
ra. Caballada pedía de la misma indiada y de algunos vecinos. Entradas
ninguna tenía el Estado porque no pagaban tributos los indios ni se cobra-
ban alcabalas[. .. } Algunas haciendas de los que moraban en los dominios
del rey y opuestos a la causa de la patria soportaban los precisos gastos y
necesarios de la tropa. los hacendados y más la indiada de ambos partidos
(hoy provincias) mantenían con víveres sin rehusar: el que menos tenía
granos y ganados" (Santos Varga, 1982: 196-197).
5 Soy consciente que esta caracterización de las republique/as a/toperuanas peca por la simplificación,
ya que eran muy heterogéneas entre sí. El objetivo de este artículo, sin embargo, es buscar aquellos
puntos que las unían , reconociendo la existencia de diferencias.
98 Revista Andina
Raquel Gil Montero: Las republiquetas en la Guerra de Independencia
Potosí y de las demás provincias que invadieron sin oposición". Los guerrilleros, en cambio,
contaban con pocas posibilidades de tomar las ciudades, sobre todo si estaban en manos de
los enemigos. Poco antes de la campaña de Rondeau, Padilla intentó ocupar Chuquisaca
aprovechando que Pezuela tenía muchos problemas que resolver y se encontraba lejos.
Padilla reunió y convocó a todos los indígenas de los partidos de Tomina y Yamparaez que
ocupaba y se aproximó a la ciudad sitiándola, y teniéndola en continuo sobresalto:
"en una partida a dicho punto [Tablas) a donde tuvo su acción los derrotó,
les quitó doce jitsiles los mismos que se los remitió al citado doctor[ ..} En
ese punto de Guanichuru exhortando Padilla y entusiasmando a su gente
les atacó y dio fúego por espacio de cuatro horas hasta haber muerto a
dieciséis de aquellos, herido a muchos y quitándoles algunas armas; viendo
que el enemigo era de superior fuerza, que él no tenía más armas de palos y
sus pechos hizo que pasase dicho punto, pero cargó toda su indiada sobre el
ganado vacuno y armas que habían saqueado de los pueblos por donde
vinieron y restituyó a sus respectivos dueños de lo que quedaron satisfechos
y agradecidos ". 6
Las annas que portaban muchos de los guerrilleros eran por lo general las que acos-
tumbraban a utilizar en la defensa de la frontera contra los " indios de guerra", en la caza o, en
el caso de los indios, las que usaban en diferentes actividades (también caza, defensa de su
ganado de los felinos, combates, etc.). A esas se sumaban las requisadas en las acciones
militares . Palos, piedras, hondas, se conseguían con relativa facilidad y eran las armas que
6 Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, en adelante ABNB, Colección Rück 304, folios I v y 2.
usaban la mayoría de las " indiadas" en las tierras altas; carcaj con flechas y arcos eran las
que usaban los chiriguanos: "El enemigo iba por una falda del cerro, la indiada atacaba
por su costado derecho con hondas y galgas de piedra, la tropa nuestra atacaba por la
retaguardia" (Santos Vargas, 1982 : 98). "llegó el general Cumbay a Chuquisaca con su
intérprete, dos hijos pequeños y una escolta de 20 flecheros que habían sido uniformados
en aquella ciudad; sus armas constaban de un carcaj a la espalda, bien provisto, y un arco
en la mano izquierda y en la derecha una flecha envenenada ". 7
Se mencionan con frecuencias armas blancas, principalmente cuchillos y lanzas en
las luchas. Muchas armas eran preparadas por los milicianos: las lanzas de la tropa de José
Eustaquio Méndez en San Lorenzo (Tarija) estaban hechas de tacuara o carrizo y tenían un
afilado cuchillo en la punta (Valencia Vega, 1990: 76). Los perros de presa fonnaban también
parte de los recursos bélicos y eran utilizados en la guerra para seguir a los enemigos
heridos: "Una bala perdida le tocó a un soldado nuestro Mariano Antezana, le había
quebrado la pierna. Este se había quedado entrándose en el monte pensando escapar allí,
mas como el enemigo tenía sus perros de presa olfateando, por el rastro pescó el perro. l os
soldados lo encontraron y acabaron de matar " (Santos Vargas, 1982: 71 ).
Con abastecerse de armas, sin embargo, no alcanzaba. El territorio es descrito en la
bibliografía (y en las fuentes) que analizan las acciones guerrilleras como un aspecto clave
de la estrategia. Para poder realizar una guerra irregular, uno de los secretos es poder reple-
garse rápidamente, esconderse. Las montañas y los bosques aparecen prácticamente en
todas las descripciones como los lugares de refugio. Sin embargo, ni todas las poblaciones
de montaña participaron de la guerrilla, ni la de los llanos o la de los terrenos despejados (sin
bosques) se autoexcluyeron. Tampoco fue la montaña el hábitat excl usivo de la guerrilla
local. 8 Introducidas las excepciones hay que señalar, empero, que este tipo de territorio
favorecía la acción de las guerrillas.
En su análisis sobre la guerrilla de Navarra, John Tone señala que la Montaña no era
solamente propicia para este tipo de guerra por su orografía, sino principalmente por la fonna
que adoptó la organización social allí en comparación con la Ribera (Tone, 1999). 9 La orografía,
7 Memoria del Coronel Don Mariano Díaz sobre la visita del cacique Cumbay al general Be/grano en
Potosí. Citada en Saignes ( 1990: 152).
8 Hay incluso un ejemp lo inverso ya que al comienzo de la guerra en Venezuela los reali stas se refu gia-
ban en las montañ as: ·' Después de haber perdido la superioridad en la caballería los realistas la
mantuvieron en la infantería durante mucho tiempo. En 1818 decía Santander ' Los españoles fuertes
en infanterí a, cubren las montañas ; nosotros, fu ertes en caba llería, poseemos la llanura y todo el
interior de Venezuela[ ...]' La superioridad de la infantería reali sta la contrarrestaban los independien-
tes con el empleo del movimiento, el ataque por sorpresa, llevando el combate a terreno despejado,
donde la caball ería podía obtener ventajas sin grandes obstáculos ." (García Ponce, 1983 : 18 y 19).
9 Las principales características que, señala el autor. favorecieron la organización guerrillera fueron la
dispersión de la población en pequeños poblados, la existencia de una sociedad más igualitaria forrnada
por muchos pequeños y medianos propietarios prósperos (en parte por el sistema de herencia de
estricta primogenitura) , una tecnología de culti vo (la laya neolítica) que requería de un importante
trabajo comunitario. su historia de independencia con relación a Madrid, el control de aduanas
propias, la existencia de dos actividades que favorecían el manejo y la tenencia de arrnas (la caza y el
contrabando) y la importancia de las tierras comuna les que perrnitía aún a los más pobres continuar
viviendo de las actividades agropecuarias.
sin embargo, favoreció a la población local. La Montaña no era particularmente alta, pero sí
tenía enonnes precipicios, barrancos, valles profundos, caminos ocultos, que le daban ventajas
a quienes conocían el terreno para poder esconderse, adelantarse a los ejércitos enemigos, etc.
En los Andes el conocimiento de la región era importante, pero no parece haber sido
un elemento especialmente diferenciador de patriotas y realistas. En el ejército realista parti-
cipaban tantos o más peruanos que en el patriota, quienes eran los baqueanos y conocedo-
res del terreno . La clave, en cambio, era la adaptación al rigor del clima en la altura, esto es,
saber encontrar pastos para los animales y alimento para las tropas, y poder moverse con
rapidez a pesar de las dificultades de estar con frecuencia a más de 3500 msnm . El frío, la
escasez de pasturas en el invierno (la estación seca), los problemas que presentaba sostener
caballos en estos territorios (animales más delicados en los requerimientos de pasturas que
las mulas o las ovejas), las dificultades que imponían estos caminos para el traslado de
artillería pesada o mucho equipaje, son algunos de los principales problemas enumerados en
las fuentes:
"La estación del invierno se presentó tan rigurosa y cruel que ambos ejérci-
tos colocados en tan frígidas llanuras, sufrieron demasiados trabajos y con-
siderables bajas; pero mayor desventaja era en contra de los patriotas cuya
caballería no acostumbrada a las nieves, como la mayor parte de su infan-
tería, parecía sin resultado alguno ventajoso; mientras que el ejército rea-
lista mas aguerrido, y fortificado contra la intemperie, podía sobrellevar
con menos pérdidas la crudeza de la estación. A la vista de tantos estragos
resolvió el general Rondeau trasladar su campamento a la provincia de
Cochabamba, donde era fácil reponer la caballería y aumentar los infantes
[ ..} La caballería del ejército realista se halló tan deteriorada e inútil que
fue preciso montar losjinetes en mulos destinados a otros servicios quedán-
dose generalmente a pie los que se habían servido de ellos y sin más equipa-
j e que el que podían llevar a cuesta" (Sánchez de Ve lasco, 1938: 73 y 74).
Estas dificultades disminuían en los valles, donde había más agua, una temperatura
menos rigurosa, mayor abundancia de recursos agrícolas y ganaderos, pero quedaban rela-
tivamente más alejados del principal escenario de guerra. Armas, recursos y un territorio que
favoreciera las acciones guerri lleras eran parte de los requerimientos principales de un grupo
annado . Pero, como señaló Bolívar, también hacían falta soldados experimentados. En los
siguientes apartados nos ocuparemos de la población que confonnó estos grupos.
Las republiquetas
Aunque en los primeros años la actividad principal de los ejércitos veteranos trans-
currió en el Altiplano, hay pocas menciones relativas a acciones rurales en las tierras altas.
Entre ellas quizás la más notable es la de los indios de Lípez, quienes detuvieron a Nieto
después de la batalla de Suipacha y lo condujeron a Potosí, donde fue fusilado (García
Camba, 1846: 43).
La pregunta que se hicieron muchos historiadores fue por qué no hubo guerrillas
organizadas en las tierras altas durante las guerras de independencia, tierras que eran las más
pobladas, dond e gran parte de sus habitantes era indígena, y que habían sido el campo de
batalla de las radicales rebe liones andinas del siglo XVIII. 1º Por supuesto hay excepc iones,
y entre ellas las más importantes son el levantamiento indígena dirigido por José Manuel
Cáceres en Larecaja y Omasuyos, y el del cacique Pumacahua, en e l Cuzco (Sala Yila, 1991 ;
Walker, 1999). Las razones de esta ausencia, se sostiene, están vinculadas a la derrota de las
sublevaciones de fines de l siglo XVIII, a la falta de líderes que pudieran articular los diferen-
tes intereses étnicos en la lucha de la Independencia, al miedo que tenían los mestizos y
criollos a una alianza con los indígenas, a la presencia de programas mucho más radicalizados
entre estos últimos, a la falta de propuestas concretas por parte de los patriotas que pudieran
1O Para muchos autores. e incluso para algunos de los protagonistas de las guerras, la Independencia del
Perú había requerido ejércitos extranjeros, ya que la elite limeña había sido tibia o francamente
realista, y las clases bajas no habían prestado apoyo por diferentes motivos (Walker, I 999: I 14).
Bonilla (2005a) le atribuye a la brutal supresión de las rebeliones and inas el haber cancelado por casi
un siglo cualquier intento de rebelión indígena. Cecilia Méndez (2005) tiene una posición diferente y
crítica sobre todo, respecto a la visión de los campesinos como sujetos pasivos frente a los grandes
cambios de la Independencia.
interesar a los indígenas como para sumarse a la lucha, etc. Es probable, sin embargo, que
con el tiempo se conozcan más movimientos en las tierras altas, aunque no tan organizados
como las republiquetas que analizaremos en este trabajo. Son numerosos los testimonios de
rebeliones locales contra el pago del tributo, por ejemplo, y de participación de los indígenas
en los grupos annados. 11 Es probable que las acciones de los indígenas de las tierras altas
hayan sido más "invisibles" a la luz de lo que fueron las republiquetas o las acciones de los
ejércitos patriotas, y más dependientes del tipo de fuente y de la mirada del autor de las
mismas. En este sentido es notable una de las afinnaciones del general realista García Camba,
hacia fines de 1814:
Los movimientos de resistencia a los realistas que han trascendido , sin embargo, no
fueron estos. Podríamos reformular el problema planteado para las tierras altas y preguntar-
nos donde actuaron y se sostuvieron la mayoría de las republiquetas, al menos las más
organizadas y duraderas, y cuales fueron los motivos de esta localización. El ámbito rural
donde más se desarrolló este tipo de lucha, tanto porque fue la sede de la mayoría de las
republiquetas como por la cantidad de escaramuzas y peleas que hubo, fue la de los valles
ubicados entre el Altiplano y las yungas, o dicho en otras palabras, la antesala y la frontera
con los llamados " indios de guerra".
Las republiquetas de las que se tiene más información surgieron principalmente des-
pués de las derrotas de Vi lcapugio y Ayohuma ( octubre y noviembre de 1813) y de la retirada
del ejército del norte, cuando quedaron en el Alto Perú una serie de grupos armados conti-
nuando con la lucha. Entre ellos se destacan las tropas al mando de Gandarillas y Curito en
las alturas de Cochabamba y Totora; José Miguel Lanza, Santiago Fajardo, José Manuel
Chinchilla, Eusebio Lira en las montañas de Ayopaya e lnquisivi; Idelfonso de las Muñecas
y José Pinelo en Larecaja; los Zárate, Cárdenas y otros caudillos en las inmediaciones de
Chuquisaca y de Chayanta; Ignacio Warnes en Santa Cruz de las Sierras; Álvarez de Arena-
13 ABNB, Colección Rück 304. Servicios hechos por Don Manuel Asencio Padilla en defensa de los
sagrados derechos de la Patria comprensivos entre el dicho año de 1809 hasta el de 1815 .
14 En la frontera con la Cordillera Chiriguana estaban Santa Cruz, Vallegrande, Tomina, Sauce, Tarija, y
un poco menos Cinti .
15 Acerca de Güemes y sus acciones en la defensa del territorio, Cf. Paz ( 1999). Quien más se ha
dedicado a desarrollar últimamente estos temas es Sara Mata (2000, 2004, 2003, entre otros).
Una situación semejante a la descripta para España fue la que encontró el ejército
realista en las colonias. Lima no podía controlar lo que ocurría en las gobernaciones del
interior y la respuesta de la población fue muy variada, incluso entre los indígenas tributa-
rios . Esto se puede observar en la composición de los ejércitos patriotas y realistas, y la de
las republiquetas que era básicamente la misma, aunque se distinguían los líderes. En ambos
grupos había muchos peruanos, esto es, criollos, mestizos e indígenas. Los realistas no
pudieron controlar ni siquiera a los mismos españoles, quienes se repartieron en los dos
partidos, aunque eran más - lógicamente- en el partido del Rey. Los ejércitos veteranos
incluían entre sus filas un porcentaje variable de extranjeros. En cambio las republiquetas
estaban fonnadas principalmente por gente del lugar donde peleaban.
Entre los indígenas, los insubordinados chiriguanos se mantuvieron independientes
de ambos ejércitos y pactaron ayuda con unos y con otros. Los tributarios también participa-
ron en fonna diferente. Fueron parte importante del ejército realista reunido en 1809 para
reprimir los levantamientos en La Paz, Cochabamba y Chuquisaca y muchos de ellos se incor-
poraron a otras acciones de este ejército. Pero hubo otros que participaron de las republiquetas
o que realizaron acciones independientes. Sobre este tema señala García Camba:
"En el propio mes de febrero [ 18 15} los indios alzados del partido de Cinti
que acaudillaba el mestizo Camargo, fueron alcanzados y dispersados por
una de nuestras columnas expedicionarias; pero al replegarse esta al valle
de Cinti, cargada de botín, embarazada con el mucho ganado lanar que
conducía en el desorden consiguiente a una desmedida e injustificada con-
fianza, file acometida en los pasos angostos del tránsito por los mismos
indios velozmente reunidos y muy conocedores del terreno, quienes envol-
vieron luego la guardia de prevención que venía muy a retaguardia, mata-
ron al coronel de granaderos que con 18 hombres volaba a su socorro, y
fueron después apoderándose de varios oficiales y tropa dispersos sin que
unos a otros pudieran favorecerse. Tan impon·ente se iba haciendo la insu-
rrección de los indios, no obstante las considerables pérdidas que frecuen-
temente experimentaban, porque los revolucionarios de Buenos Aires pro-
curaban alimentar su fanático entusiasmo con la esperanza de enviar pron-
to en su auxilio un poderoso ejército que los librara de la opresión que no
experimentaban ciertamente y con hacer correr entre ellos otras especies
mas ridículas como la de que la vuelta del rey al trono era una pura inven-
ción de los arbitrarios mandones del Perú" (García Camba, 1846: 140).
Criollos, mestizos, indígenas tributarios, " indios de guerra" eran el mayor porcentaje
de las milicias que integraban las republiquetas. Como su base era claramente local, su
composición dependía de la población de los territorios que ocupaban. Así la integración de
los chiriguanos es más frecuente en Tomina y Tarija; la de indígenas tributarios en regiones
como la Puna d~ Jujuy, Chuquisaca y otros puntos más alejados de la frontera. Pero así como
integraron las republiquetas, también lo hicieron con los grupos realistas .
La práctica guerrera, la portación y el manejo de las annas, la presencia significativa
de criollos y mestizos que no estaban sujetos a la servidumbre o a indígenas exteriores al
sistema colonial, la abundancia de recursos (que hacía codiciados estos valles por parte de
los ejércitos) fueron algunas de las características de la población y del territorio que favore-
cieron a la guerrilla. Aquí los milicianos eran un conjunto variado y multiétnico, en el que
predominaban los mestizos y criollos y la alianza con algunos grupos chiriguanos, aunque
también la integración de algunos indios tributarios. En los dos apartados siguientes anali-
zaremos con detenimiento los dos conjuntos de recursos considerados indispensables para
la guerra, la existencia de grupos que tenían y manejaban armas, y que además podían y
querían integrar una guerrilla.
La frontera con " los indios de guerra" que habitaban el Chaco y la Cordillera Chiriguana
durante todo el período colonial implicó que los vecinos de aquellas regiones tuvieran que
mantener una guardia armada para defenderse de los ataques, que realizaran incursiones
hacia adentro de las tierras de los indígenas como fonna de amedrentarlos, o que avanzaran
en la conquista de estos territorios de diversas forrnas . 16 Esta circunstancia hacía que mu-
chos de ellos conocieran el manejo de las annas y las tuvieran, y que muchos supieran sobre
estrategias de guerra. Los chiriguanos, belicosos vecinos de casi todo el borde sud-oriental
de la actual Bolivia, eran conocidos por sus cualidades como guerreros, las que mantuvieron
hasta fines del siglo XIX . En 1803 se decía de ellos que :
Las descripciones de la guerra que hacían los chiriguanos son muy parecidas a las de
las estrategias de las guerrillas: atacaban solamente cuando eran más numerosos y preferente-
mente por sorpresa, prevalecían las estrategias de defensa del territorio más que de conquista,
16 Las relaciones entre la sociedad colonial y los "indios de guerra" no eran únicamente conflictivas:
había también negociación, intercambio y comercio, pero siempre dentro de una lógica de avance del
mundo colonial sobre sus tierras que permanecieron inconquistadas hasta el siglo XIX. La bibliografía
sobre la frontera es muy amplia. Dados los objetivos de este trabajo remitimos al lector, entre otras,
a la síntesis de Erick Langer (2003 ). En posteriores notas damos cuenta de la bibliografía sobre
frontera uti Iizada en esta ponencia.
17 Archivo Franciscano de Tarija, Documento M 61 , Potosí 21/7/1803 . Joseph Femandez Cemeño.
los ataques eran breves y luego se escondían en la Selva, detrás de sí prendían fuego a los
pastos y a las plantaciones para quitarles la comida a los españoles y a sus caballos, se
dispersaban y fraccionaban para limitar los estragos, y su guerra era básicamente de recursos
(Saignes, 1990; Susnik, 1968).18 Había también muchas diferencias entre las dos formas de
guerrear, quizás las más importantes eran los ataques propios de los jóvenes guerreros
chiriguanos que estaban probando su valor y entrenándose para pelear, y el cautiverio de los
enemigos principalmente de mujeres y de niños, a quienes se los integraba en su sociedad. De
los grupos de cautivos surgían con frecuencia los mediadores y los baqueanos, colaboradores
también en los ataques por su conocimiento sobre el territorio y de las estrategias indígenas.
En la guerra contra los chiriguanos participaban muchos soldados y también vecinos
del lugar, quienes entraban a sus territorios y a la vez se defendían cuando éstos presiona-
ban sobre las haciendas y las poblaciones cristianas. Hacia fines del siglo XVIII Francisco de
Viedma en su descripción de la provincia de Santa Cruz de la Sierra resalta las cualidades de
la población de Vallegrande para las arrnas, gracias a la práctica que les había dado la lucha
contra los indios:
b) La población
Si analizamos el "mapa bélico" del sur del Alto Perú (el borde con los patriotas),
observamos que los ejércitos veteranos ocuparon con frecuencia Chorolque, nombre con el
que se conocía a Chichas a comienzos del siglo XIX, en particular Tupiza y Santiago de
18 Archivo Franciscano de Tarija, Documentos M22 , M78b, M6 I, M52, ABNB, Colección Rück,
Documento 155, 106.
19 Cumbay tuvo numerosas participaciones en la guerra. Viajó a Potosí en 1813 para entrevistarse con
Belgrano, quien solicitó la ayuda de sus flecheros. Es conocido también por el apoyo que le brindó a
la republiqueta dirigida por Padilla (Saignes, 1990 y 1986).
Cotagaita. La guerrilla, en cambio, estuvo esparcida en esta región por Concepción y Salinas,
donde había valles fértiles y montuosos a los que los ejércitos _se dirigían con frecuencia a
buscar ganado y a pastar los animales en las peores épocas (invierno). Estos valles estaban
por lo general relativamente alejados de los principales escenarios de as_entamiento del
ejército veterano, aunque a veces fueron ocupados por las vanguardias o retaguardias ya
que eran una de las vías de escape patriota hacia el sur.
La región donde se asentaba la guerrilla se caracterizaba por la presencia de una
mayor cantidad de haciendas de españoles y mestizos, y menos tierras de comunidad, 2º
comparando con el Altiplano. Para analizar esta distribución hemos recurrido a los padrones
de tributarios, a falta de catastros de propiedades de aquel período. La relación de las
categorías de los tributarios con la tierra es indirecta: en teoría los indios originarios vivían
en sus tierras de comunidad mientras que los forasteros no las tenían. Hemos supuesto,
entonces, que estos últimos residían principalmente en las haciendas, aunque somos cons-
cientes que es probable que algunos de ellos hubieran estado agregados a las tierras de
comunidad. Este indicador, por ello, es únicamente un primer paso para acercarnos al proble-
ma a falta de mejores datos.
Analizamos tanto padrones coloniales como de los primeros años republicanos, en
los que ya se cuentan con fuentes de toda la región. Para el período colonial hemos tomado
los porcentajes, tanto de originarios como de forasteros, de los padrones de tributarios de
1754 (Zavala, 1980: 176). Del total de estos en toda la región, dos tercios eran forasteros -los
datos no discriminan a los yanaconas-, a diferencia de lo que ocurría en el Altiplano, donde
en gran parte de los distritos predominaban los originarios que vivían en tierras de comuni-
dad. Los distritos con mayor cantidad de forasteros eran Yamparaez y Cochabamba, donde
los porcentajes superaban el 83%. En Tarija hacia fines del siglo XVIII (1798) solo un 8% de
la población tributaria había sido censada como originaria (con y sin tierras) o como
churumatas. El resto eran forasteros sin tierras (80%) o yanaconas (12%). 21 La jurisdicción
más cercana a la frontera con los chiriguanos (Chaguaya) no tenía ningún indígena censado
como originario. Al final de la revisita de 1798 de Tarija se agrega que:
"este país está lleno de habitantes españoles, mulatos y mestizos que ocu-
pan la mayor parte de sus tierras de manera que las castas tributarias casi
no tienen porción alguna de qué mantenerse y se ven obligados a arrendar-
/os a los propietarios por precios excesivos que casi no corresponden al
fruto de su trabajo y esto proviene de que el territorio conquistado y que se
conquista a las naciones infieles se reparte únicamente a aquellos y jamás
se procura el beneficio del indio que contribuye con sus tasas igualmente a
las necesidades del estado ". 22
20 En este artículo utilizaremos la expresión "tierras de comunidad" para referimos a las también
llamadas tierras de origen. Es decir, aquellas cuyos derechos le fueron otorgados por la corona a los
integrantes de las reducciones coloniales, clasificados en las revisitas de tributarios desde el siglo XVIII
como "originarios con tierras".
21 Archivo General de la Nación, en adelante AGN Sala 13, Legajo 19-2-2.
22 AGN, Sala 13-19-2-2.
23 La clasificación de " indígenas" esconde muchos problemas, en particular en este caso homogeneiza
grupos diferentes. Hasta Concepción la población de la región era multiétnica, integrada al sistema
colonial, y a la que podemos caracterizar -para los fines de esta ponencia- como sujetos al tributo en
su gran mayoría. Los que habitaban Salinas, en cambio, eran chiriguanos en su mayoría, u otros grupos
étnicos, que en gran medida no estaban sujetos al régimen colonial.
La población que vivía en las tierras donde se desarrollaron las republiquetas, en sínte-
sis, era mucho más heterogénea que la del Altiplano caracterizado por tener una mayoría de
indígenas, que a su vez vivían mayormente en tierras de comunidad. Por el contrario en estos
valles vivían indígenas de las tierras altas y de las bajas, españoles, mestizos, 1algunos de ellos
como arrendatarios, otros como "ocupantes" informales de las tierras, otros como peones.
Dentro de la heterogeneidad encontramos una mayor frecuencia de relaciones laborales media-
das por el mercado, y la presencia de pequeños y grandes propietarios individuales.
Conclusiones
Bolívar nos orienta con sus reflexiones acerca de los tropiezos que fue teniendo en la
organización de su ejército, sobre cuales eran los requerimientos básicos de un grupo para poder
pelear. Dinero (recursos), annas y jefes con experiencia militar, parecen ser los que encabezan la
lista. Dónde había estos recursos o cómo se los podía con~eguir fueron dos de las preguntas que
orientaron este texto en su comienzo. Hemos dejado de lado un factor que también ayudó a
conseguir la experiencia militar: el tiempo. La extensión de la guerra (quince años) permitió a los
patriotas aprender y mejorar, pero lo cierto es que no partieron de una tábula rasa.
En este trabajo hemos visto cómo una parte importante de las republiquetas se asen-
tó sobre tierras que habían sostenido la lucha con los indígenas que se mantuvieron fuera
del dominio colonial. Los largos años (siglos) de lucha contra chaqueños y chiriguanos
conformaron una frontera militarizada en el borde oriental de la actual Bolivia. Sus habitantes
eran mayoritariamente mestizos, criollos y españoles que deseaban aprovechar las ventajas
relativas de un territorio tan conflictivo y que muchas veces fueron beneficiados por las
autoridades - y a veces por la falta de autoridades- deseosas de que haya población asenta-
da allí. En algunas partes habitaban también tributarios con tierras de comunidad, principal-
mente en Ayopaya, pero esta fue una excepción (así como excepcional fue supervivencia en
la lucha). Muchos de los que lideraron las republiquetas contaban con recursos propios y
nada despreciables, aunque también necesitaron del apoyo de la población local para poder
continuar peleando.
El sur, es decir las jurisdicciones del ex Virreinato del Río de la Plata que habían podido
mantenerse libres de los ejércitos realistas, fue parcialmente proveedor de armas y de hom-
bres, aunque principalmente para el ejército veterano. Las republiquetas tuvieron que sub-
sistir con muy poco apoyo, y por el contrario, brindar el suyo a las campañas que hizo el
ejército del norte. Güemes fue un respaldo ocasional, pero él tenía a la vez su propia guerra
que se hizo más intensa hacia 1816, cuando fueron vencidas muchas de las republiquetas del
sur altoperuano, y asesinados sus líderes.
Las republiquetas estuvieron constituidas principalmente por la gente que vivía en el
lugar, que usaba las annas que conocía y que supo resolver sus problemas de recursos con
lo que el territorio les podía ofrecer. Los fértiles y montuosos valles ubicados entre las tierras
bajas del oriente y el Altiplano ofrecían mayores recursos (pasturas, caballos, ganados) y
posibilidades de esconderse y escapar. La frontera "de guerra" con el indio fue también
utilizada con frecuencia como refugio, aunque también hubo que enfrentarla como espacio
de conflicto. De hecho, aprovechando que el mundo cristiano estaba ocupado en otra gue-
rra, los chiriguanos avanzaron sutilmente dentro de las tierras coloniales.
Agradecimientos
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l. Introducción
"Se quejan los ministros más celosos del evangelio, de la persecución, que en
estos tiempos padece la Iglesia de Dios, movida de algunos Predicadores que
en la ostentación de humana sabiduría, más que con la verdad, y fervor del
espíritu, divierten, y no aprovechan los ánimos de sus oyentes, predicándose
a sí, y no a Cristo crucificado; perdido el estudio de muchos días, y meses en la
llana sutileza de conceptos, y puesta la felicidad en la gracia del decir, y no en
el ardor del convencer; que es lo que Catón sentía de los Oradores de Grecia,
que a los Griegos les nacía de los labios la oración, y del corazón a los
Romanos: Romanis orationem in carde, Graecis in ore nasci. Cuidado es de
algunos, dar solamente sentido a lo que dicen, cuando solo se debe decir con
sentimiento. En su mismo estilo se condena, o se acredita el Predicador; que
en las palabras se retrata el corazón. El estruendo de la playa nos informa de
las tormentas del mar" (Buendía, Joseph, SJ, 1693: 113)
* Este ensayo es una versión ampliada del texto presentado en el III Simposio Internacional del Instituto
del Pensamiento Iberoamericano, Universidad Pontificia de Salamanca (2006). Quiero agradecer la
cortesía de los bibliotecarios de la John Carter Brown Library (JCBL), del Archivum Romanum
Societatis Iesu (ARSI) y del Archivo Vaticano Secreto (ASV), por su ayuda y generosidad para la
elaboración de este trabajo. De igual forma , agradezco a Pedro Guibovich sus generosos comentarios.
Para los que se interesan por la producción literaria del Barroco en Indias, sorprende
el escaso interés que la oratoria sagrada ha merecido por parte de historiadores de las ideas
y críticos literarios. A principios de los ochenta Francis Cerdán la definió como "la cenicienta
de la historia de la literatura española" ( 1983: 224). Para el México colonial destacan los
estudios de Perla Chinchilla Pawling (1996: 93-124; 2003: 97-122; 2004), mientras que los
trabajos de Luís Jaime Cisneros Vizquerra (1982: 141-159; 1984: 3-8), Luis Jaime Cisneros y
Pedro Guibovich (1988: 327-347; 1989: 95-115; 1988: 43-55), José A. Rodríguez Garrido (1988:
11-32; 1994: 149-172), Eduardo Hopkins Rodríguez (1988: 33-41) y Raquel Chang Rodríguez
(1994: 117-147) sobre la figura de Juan Espinosa Medrano (1628-1688), más conocido como el
"Lunarejo". En 1942 el historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, SJ, reivindicaba las homilías
y los sermones como fuentes indispensables para entender la elocuencia sagrada en el Perú
de los siglos XVII y XVIII. Para llenar este enorme vacío vamos a analizar la prédica de un
jesuita limeño del setecientos, el Padre Jacinto Barrasa, SJ, desde la historia de las ideas o
historia de las mentalidades 1• Los sermones que pronunció Barrasa entre 1650 y 1670 perte-
necían a un género oratorio de carácter panegírico, moral, dogmático, apologético o fúnebre
en tomo a las festividades de Cristo, de la Virgen María y de los santos. El estilo barroco se
impuso en el Perú colonial del siglo XVII como resultado de un "ethos" o " visión del mundo"
hegemónica de su tiempo (Maravall 1975: 23-51 ). En una época contrarefonnista y militante,
la literatura conventual y hagiográfica se impregnó de manierismo barroco como una forma
de garantizar el orden y la estabilidad del Virreinato (Carilla 1983: 45-58). Un barroquismo que,
como deja entrever el epígrafe con que iniciamos este estudio, no siempre fue plenamente
aceptado por los miembros de la Compañía de Jesús . En este sentido, pensamos que la épica
sagrada y hagiográfica, las homilías y los sermones que algunas órdenes religiosas elabora-
ron en el Perú del siglo XVII no deben considerarse como simples reflejos, o mimesis - en
palabras de Homi Bhabha- del llamado Siglo de Oro español, sino que constituyen ejemplos
de lo que Mariano Picón Salas denominara en 1944 como el "Barroco de Indias" 2 •
En un excelente artículo de 1989, Mabel Moraña destacaba el Barroco como "una de
las etapas fundacionales en el desarrollo cultural de Hispanoamérica" ( 1989: 223). A princi-
pios del siglo XVII , la Compañía de Jesús aplicó los códigos expresivos del Barroco en la
composición de hagiografías ejemplarizantes y moralizadoras, hagiologías y vidas de sus
miembros más virtuosos que habían desarrollado sus actividades educativas y misionales
en los Andes 3 • Dichos códigos fueron también aplicados a otros géneros, como la oratoria
sagrada, que no han merecido la misma atención por parte de los especialistas. Existen,
efectivamente, muy pocas monografías sobre la oratoria sagrada escrita y pronunciada en el
Perú colonial. Lo que sabemos no es suficiente 4 . Mi interés reside en explorar las conexiones
De acuerdo con los planteamientos de Michelle Vovelle ( 1985), la historia de las mentalidades es " el
estudio de las meditaciones y de la relación dialéctica entre las condiciones objetivas de la vida de los
hombres y la manera en que la cuentan, aún en que la viven". Para una aproximación similar, véase
Roger Chartier 1992: 30-36.
2 Al respecto, véase también los estudios de Concha 1976: 43-50 ; Maraña 1994: xii.
3 Al respecto, véase Coello de la Rosa 2002.
4 Algunos de los pocos trabajos sobre la oratoria sagrada existentes en el Perú colonial corresponden a
Rodríguez Ganido 1984-85: 285-295 ; Rodríguez Garrido 1988: 11-32; Rodríguez Garrido 1994: 149-172.
entre estos discursos religiosos y las formas ideológicas emergentes a través de las cuales
los jesuitas limeños, como Jacinto Barrasa, SJ, expresaban fonnas pautadas -aprendidas y
compartidas- de sentir y de pensar. Para ello examinaré el sennón que pronunció en 1654 en
honor de San Martín de Tours a fin de revelar algunas claves del discurso barroco de la
Compañía de Jesús aplicado a la oratoria sagrada y su papel en la constitución de las
identidades criollas en el Perú colonial del siglo XVII.
5 ARSJ, Roma. Provincia Peruana, Peruan. Cat. Trienn. et breves. Catálogo Público de la Provincia del
Perú de 1654, folio 6.
En 1680, siendo Provincial el Padre arequipeño Francisco del Cuadro, SJ, Barrasa fue
elegido secretario junto con Juan Bautista de Aranceaga, SJ, de la decimoctava Congrega-
ción Provincial, celebrada en 1686, en Lima. Sus ocupaciones fueron siempre la cátedra y el
púlpito. Entre 1677 'i 1681 testificó en el proceso ordinario a favor del Padre Francisco del
Castillo, SJ, ante el juez Don Agustín Negrón de Luna, capellán de honor del Rey y maestres-
cuela del Cabildo Metropolitano de Lima 6 . El 24 de julio de 1690 hizo lo propio en el proceso
ordinario de beatificación a favor del Padre Juan de Alloza, SJ (1597-1666) 7 . No parece haber
salido nunca de Lima, donde residió hasta su muerte, acaecida el 22 de noviembre de 1704, en
el Colegio Máximo de San Pablo.
6 Archivo Arzobispal de Lima (AAL), Primera lnfomiación Sumaria de la Vida ( 1677-81 ). Autos y
Diligencias. citado en Nieto Vélez 1992: 197-203; 264 .
7 Archivio Segreto Vaticano (ASV), Sagrada Congregac ión de Ritos. Vol. 1311 , folios 240 (reverso) a
249 (reverso).
8 Al respecto, véase Quirós, Pedro de, SJ, 1678.
9 Para un análisis de los veintidós sermones del PadreAguilar, SJ , véase Saranyana (dir.), Tomo 1, 1999:
510-514. Una pequeña biografia de José de Aguilar, S.J, se encuentra en Torres Saldamando 1882: 383-
386 y Vargas Ugarte 1942: 35-57.
1O López, Francisco, SJ, 1683.
11 Jáuregu i, Martín de, SJ (o Melchor de Mosquera). 1678. El Padre Jáuregui fue Provincial del Perú
desde 1685 hasta 1690, en que fue sustituido por el Padre Francisco Javier, SJ (Catálogo Provincial del
Perú de 1685 y 1687, ARSI, Roma).
12 El ténnino ·' gerundi an ismo" hace referencia a la polémica susc itada por los ilustrados con respecto a
los excesos de un ba1Toquismo desenfrenado. Lo he pedido prestado de Vargas Ugarte, SJ 1942: 17, y
de Cerdán 1985: 62. Sobre la escasa influencia del gongorismo en la Compañía de Jesús. véase Martí
1970: 294-298. Sobre la influencia del gongorismo en América, véase Carilla 1946.
el Lunarejo y sus seguidores 13• Sus sermones eran oscuros y ampulosos y la Compañía de
Jesús no hubiera autorizado nunca su publicación . Por ello no tuvo más remedio que utilizar
el seudónimo de " Don Melchor de Mosquera, Caballero de la Orden de Santiago y Gentil-
hombre de su Alteza el Señor Don Juan de Austria" para que pudieran ver la luz no en el Perú,
sino en España, en 1678 14.
Los sennones no eran producto del gusto antojadizo de sus predicadores. Se basa-
ban en los preceptos de la retórica clásica, definida por cinco operaciones formuladas,
primero, por Aristóteles, y posteriormente, por los rectores de la Antigüedad, principalmente
Marco Tulio Cicerón, Marco Fabio Quintiliano, Quinto Cornificio y el Ad Herenium, hasta
ll egar a la literatura cristiana antigua, en especial San Agustín de Hipona (De Doctrina
Cristiana) y Santo Tomás de Aquino. Estas cinco operaciones en la elaboración del discurso
sagrado son, por una parte, la inventio, dispositio y e/ocutio, y por otra, memoria y
pronunciatio (o actio) . Los seis libros de la Rhetórica Eclesiástica (1576) de fray Luís de
Granada las incorporan en el arte de predicar (ars predicandi), aunque no todos los predica-
dores las siguen fielmente. En cualquier caso, su objetivo no era otro que el de persuadir al
creyente a que aceptara el mensaje cristiano, aunando tres modalidades complementarias, y
no opuestas : enseñar, siendo consciente del nivel cultural del auditorio (docere), deleitar,
porque no es preciso aburrir, sino hacerse ameno (delectare) y conmover a los fieles a la
devoción, provocando una conmoción psíquica (movere) 15 •
La reputación como predicador del Padre Barrasa, SJ, era bien conocida entre sus
compañeros de religión . En el capítulo II del libro segundo de la VidaAdmirable y prodigio-
sas virtudes del Venerable, y apostólico Padre Francisco del Castillo, de la Compañía de
Jesús (1693), Joseph de Buendía, SJ, alaba el estilo y método que tenía Barrasa en sus
sermones. Decía que su estilo era "claro y corriente, y el que pedía la seriedad de los argu-
mentos que trataba, sin obtención de voces nuevas, que llamó profanas el Apóstol, o afec-
tadamente cuidadosas , y compuestas, que arguyen un ánimo inútilmente entretenido"
(Buendía, SJ, 1693 : 114). Este argumento no era nuevo. Tras la desintegración del imperio
romano, la Ig lesia cristiana había intentado que la prédica, elemento indispensable para la
conversión, transmitiera el mensaje proveniente de la patrística griega o latina al lenguaje
vulgar utilizando figuras o ejemplos que pudieran ser comprendidos por los illiterati (Flórez
1999 : 33-34). Pero hubo muchos obstáculos. Algunos investigadores han señalado que
desde finales del siglo XVI los jesuitas estaban preocupados por los excesos del " lenguaje
13 La op inión de Vargas Ugarte, SJ ( 1942: 1Oy ss.) sobre la oratori a del Padre Jáuregui se basa en atribuir
a éste el Tesoro Peruano de un Mineral Rico, labrado de un Ingenio Famoso (Zaragoza: Herederos
de Juan lbar, 1677).
14 Melchor de Mosquera. Sermones varios predicados en la ciudad de lima del Reino del Perú por un
orador estimado, bien oído y aplaudido de los mejores ingenios de aquel Reino. Zaragoza: Herede-
ros de Juan de Yvar, 1678, citado en Saranyana (dir.), y otros, Volumen 1, I 999: 507-5 I O. Otro
jesuita, José de Olzina, utili zó el pseudónimo de Margarit para publicar el Retórico Epítome latino
Castellano ¿n cuatro libros aumentado con diferentes ejemplos de insignes oradores, en ambos
idiomas, y útil a todos los estados (Barcelona, 1645). Como señaló A. Martí, se trataba de una obra
sin demasiado valor literario pero en " la que el autor favorece bastante el conceptismo en la predica-
ción" ( 1970: 294-298).
15 Al respecto, véase Cerdán 1988: 60-61 ; Cerdán 1993: 61 ; 66.
Por lo que respecta a la temática, los Sermones del Padre Barrasa trataban mayonnen-
te de la predicación homilética ( exégesis-explicación progresiva del perícope 17) , la predica-
16 Según Cerdán , en 1589 el jesuita Juan Bonifacio ( 1538-1606) publicaba su obra, De sapiente fru ctuo-
so, en la que exclamaba que·'( ... ) la verdadera elocuenci a no neces ita posti zos ni coloretes ; le bastan
sus colores natural es y la hermosura que le da su propia robustez y la riqueza y pureza de su sangre ...
No es la voz suave del predicador ni su lenguaje florido lo que cautiva al auditorio, sino la grandeza y
hermosura de las cosas que dice" ( 1988: 68).
17 Se enti ende por perícope el libro que contiene las epístolas y evangelios de la Sagrada Escritura.
18 La disputa se remontaba al ti empo de los Santos Padres y consistía en eximir o no a María, Madre de
Jesucristo, del pecado original. Mientras que los franciscanos y los jesuitas, encabezados por Juan
Duns Escoto ( 1266-1308) y Francisco Suárez ( 1548-1617), SJ, respectivamente, sostenían que ella
habría entrado santificada en el mundo, los dominicos dudaban que lo hubiera sido desde el momento
de su concepción. Desde esta perspectiva doctrin al. el Concilio de Trento declaró finalmente que el
pecado original no afectaba a la Santísima Virgen (sesión 15 de 1546). El 28 de julio de 1656 el papa
Alejandro VII decretó la fiesta del Patronazgo de Nuestra Señora en todo el territorio español. En
Lima, las fiestas se iniciaron el 15 de novi embre de 1656 (Mújica Pinilla 1999: 191-219).
19 J. B. Escardó, SJ, Retórica cristiana, o idea de los que desean predicar con espíritu y fruto de las
almas, escondida en avisos que se dan en este libro para declarar la palabra de Dios con provecho
de los oyentes (Mallorca, 1647) y Juan Antonio Jarque, SJ , El orador cristiano sobre el Miserere
(Zaragoza. 1657), citados en Herrero Salgado 2004: 186-206. Véase también Estrada Gijón 1667.
20 Como apunta Concha, el gongori smo en América fue un fenómeno extendidísimo , y fueron los
j esuitas quienes lo convirtieron en un ·'pesado instrumento pedagógico" ( 1976: 46). Sobre la fi gura de
Martín de Jáuregui , SJ , consúltese J. l. Saranyana (dir.), Tomo 1, 1999, págs. 507-510.
21 Para un análisi s de la ·'dialéctica entre lo oral y lo escrito", véase Cerdán 1988: 59.
22 Sobre la teatralización de la oratoria sagrada y la función reli giosa, véase los trabajos de Orozco Díaz
(1980: 171-188; 1981) y José Lara Garrido (1983: 381-387) .
23 El Lunarejo llegó a ser canónigo de la Catedral del Cuzco en 1681.
solamente por el discurso elegante o "estilo" que impregnaban a sus sermones (p. ej ., la
utilización de expresiones latinizantes, complejidad constructiva o "cultismos" heredados
de los grandes poemas gongorinos), sino también por los condicionamientos socio-políti-
cos en los que se había generado esta "nueva poesía" en el Perú 2 4. A continuación presen-
tamos un sennón que Barrasa pronunció en 1654 en honor del Obispo San Martín . Un
sermón que, sin duda, serviría para fortalecer la conciencia criolla de los estudiantes del
Colegio Real de San Martín.
3.1. Sermón del Glorioso Obispo San Martín en su Colegio Real de la Ciudad de Lima
(1654) 25
Para los limeños del siglo XVII , el tiempo no era homogéneo, sino discontinuo,
puntuado por las festividades y los santos del calendario romano. El 11 de noviembre de
1654, Barrasa pronunció un sennón en honor de San Martín de Tours (316?-397), Patrón del
Colegio Real del mismo nombre en Lima que fundara el Virrey Martín Enríquez de Al mansa
( 1581-1583) en 1582. Lo hizo en la capilla del Colegio. Una capilla que conocía muy bien de
sus tiempos de estudiante y cuyas paredes, decía, ennoblecían "este Occidente", en clara
referencia al Perú. El sermón que presentamos constituye una pieza representativa de la
oratoria de Barrasa en la que se plantea una cuestión que se va resolviendo por referencia a
las autoridades y que se aclara con ejemplos, símiles y otros procedimientos retóricos. Tiene
una estructura clásica, o dispositio, basada en el esquema aristotélico que distinguía las
cuatro partes orationis: el Exordio o introducción (que contiene la demostración, o propositio,
de lo que tratará el sermón del día), Narratio, Argumentatio (Confirmatio, o confutación, y
Refutatio, o refutación) y Peroratio (o Epílogo). Para el análisis pormenorizado de dicho
sermón vamos a dividirlo en tres partes: exordio, cuerpo y conclusión.
El exordio es la parte inicial que Barrasa -y la mayoría de predicadores- toma de un
texto de la Sagrada Escritura, en latín y castellano. Tennina con la salutación a María o el Ave
María. Aquí es donde Barrasa dispone el ánimo de los oyentes mediante un procedimiento
conocido : el uso de reparos y dudas acerca de su capacidad para descubrirnos las virtudes
y milagros de San Martín. Como hiciera San Gregorio Turonense, se muestra humilde, indig-
no e insuficiente para devanar el discurso. Pero rápidamente corrige sus temores, y siguien-
do los consejos del prepósito general y santo predicador, Francisco de Borja, SJ, en su
Tratado Breve y provechoso del modo de predicar el santo evangelio ( 1964: 438-459),
acepta el desafío al verse consolado por la Madre Protectora, quien le dirige estas palabras:
"Ea, no temas, arrójate, que el no ser tan docto, te hará más claro, y más bien
recibido del pueblo. Ese tu estilo, aunque aseado, corriente; esos tus discur-
sos, aunque vulgares, no mal fundados, ayudarán a la común inteligencia,
que es lo que se pretende: Noscis quia propter intelligentiam populi"
(Barrasa\ SJ, 1678: folio 240)
24 Al respecto, véase Beverly 1988: 215-227 ; Moraña 1989: 229-251. He pedido prestado el término
" nueva poesía" de Cerdán 1993 : 63 .
25 El sennón completo se encuentra en Barrasa, SJ, 1678: folios 238-261.
0.2AVEMARÍA.
3. CONCLUSIÓN
3.2. Exhortación a la devoción e imitación del Santo. Modelo de vida para los
colegiales y jesuitas del Colegio Real de San Martín.
En esta ocasión, el sennón iba dirigido a los profesores y alumnos del Colegio jesuita
de San Martín 26 . Al tratarse de un centro de formación de la elite criolla, Barrasa anima a los
colegiales y sacerdotes noveles a convertirse en antorchas luminosas capaces de iluminar a
otros. Cita las homilías de San Juan Crisóstomo (homilía 15, 6.7) para decirl~s que son la sal
de la tierra, y que el mensaje de Cristo no detennina a unos para la salvación, y a otros para
la condenación. Dios ha llamado a todos los hombres y mujeres a seguir el ejemplo de Cristo.
Y para muestra un botón. Su Patrón San Martín, Obispo de Tours, predicó el cristianismo
para salvar a todos aquellos que vivían en las tinieblas. Barrasa lo compara con una antorcha
"ardiente y lúcida( ... ) que resplandecía con la luz de sus obras maravillosas, y sabiduría
infusa, et lucens, que fue el lucimiento de sus milagros, la perspicacia de sus ojos: Ecclesia
oculos, et lucerna" (Barrasa, SJ, 1678: folio 243). Nos encontramos en el argumento o cuerpo
central de la oración. Las virtudes del que fuera considerado el treceavo apóstol de la Iglesia
son narradas por el predicador jesuita utilizando algunas imágenes o dispositivos retóricos,
como las metáforas, las similitudines, o los exempla medievales, que constituyen pequeños
relatos o descripciones que integran tanto la literatura escrita (leyendas áureas, devocionarios,
artes de morir, hagiografías medievales, como la conocida Vida de Sulpicio Severo, etc.)
como la literatura oral2 7 • Sin ir más lejos, nos habla de las virtudes de San Martín a la hora de
predicar, capaz de reducir a salteadores y herejes, " poniéndolos a sus pies, como a mansas
ovejas" (Barrasa, SJ, 1678 : folio 246). De sobra es conocido el caso de la segunda caridad de
San Martín, reproducida por el pintor del Barroco francés Eustache le Sueur ( 1616-1655) en
l a misa de San Martín de Tours ( 1654, París), en la que ilustra la misa que celebró con unos
harapos que habían costado cinco reales. La leyenda de Severo decía que un rayo de so l
iluminó su cabeza, y acto seguido, muchos de los asistentes vieron salir de ella un g lobo de
fuego del Espíritu Santo. Como sus mangas eran demasiado cortas, los ángeles rodearon sus
muñecas con piedras preciosas y le trajeron mangas tejidas con oro fino . Así, Barrasa excla-
maba maravillado al auditorio : "O brazos nunca más ricamente vestidos, que cuando por
dar una limosna pobremente desnudos! O sacrificio nunca más agradable al Cielo, que
cuando se inflamó la caridad del prójimo!" (Barrasa, SJ, 1678: folio 247).
Como antorcha de la Iglesia, Barrasa compara los sacrificios de aquel "Apolo cristia-
no" con los de A bel , símbolo del bien. Mientras que el primero, todavía catecúmeno, compar-
tió en los alrededores de Amiens la mitad de su capa con un mendigo, a quien la noche
siguiente soñó que lo vestía el mismísimo Jesús, el segundo ofrecía periódicamente a Dios lo
mejor de su cosecha y su ganado (Génesis 4, 4-5). Ambos se preocuparon de cuidar a sus
ovejas mejor que de sí mismos y por ello fueron recompensados. En estos momentos narrativos
del sermón son comunes las exclamaciones, las interpelaciones y las interrogaciones. El
objetivo no es otro que inquirir, inquietar y agitar las conciencias de los oyentes:
26 Desconocemos el porcentaje de profesores criollos que formaban parte del claustro de San Martín así
como del número de estudiantes criollos que asistía al Colegio a mediados del siglo XVII. En el futuro
esperamos hacer un estudio pormenorizado del Colegio de San Martín y su pape l clave en la forma-
ción de la elite criolla del Perú del setecientos.
27 Cerdán comenta al respecto que el orador, al intercal ar en su sermón un exemplum , adoptaba
plenamente la postura y las técnicas del arte verba l. ( 1988: 63-65). Ello no debe extrañarnos, puesto
que, como seña la Chinchilla, el ordenamiento barroco se revela a través de una tensión constante
entre oralidad y escritura (2003: 97-122).
"llegará dia (Fieles) a que llamando Cristo al premio a los buenos, les
diga: Venid, benditos de mis Padres; y pues me vestisteis desnudo, gozad la
estola de la inmortalidad, que os tengo preparada. Cuando replicarán los
Predestinados: Abrigamos, Señor, vuestra desnudez ? Domine, quando te
vidium nudam, et coopervimus te ? (Barrasa, SJ, 1678: folio 251)
Vemos aquí cómo las explicaciones literales del suceso le permiten desarrollar diver-
sos procedimientos retóricos. La elocutio dirige aquí sus reflexiones sobre las virtudes que
adornaban la vida de Martín , como la caridad o la generosidad, ilustrándolas mediante un
repertorio de figuras o tropos como el estilo indirecto, la comparación o símil y la paradoja.
Barrasa comenta cuan paradójico resulta que la limosna hecha a una criatura vil - el mendi-
go- convierta al mismísimo Dios en deudor, y que para desempeñarse decida otorgar a
Martín nada más y nada menos que la Gloria eterna. Sobre su generosidad nos dice que era
superior a la del profeta Eliseo, sucesor de Elías, quien envió a su siervo Guejazi a curar en su
nombre al hijo de una mujer sunamita, sin éxito. No podía despojarse de la capa que heredó
de Elías para curarlo porque ello faltaba a la modestia y a la decencia. Por el contrario, Martín
cedió la mitad de la suya, con lo que se expuso al escarnio público. Paradójicamente, el gesto
contribuyó a la proliferación de capillas, y capellanes, que con el tiempo se encargarían de
oficiar el culto divino.
Del mismo modo, Barrasa narra otro caso en el que reluce con fuerza la generosidad y
la caridad de San Martín . Trata sobre las calumnias y maltratos que sufrió a manos de un
clérigo llamado Bricio. El predicador interroga a su auditorio sobre cuál fue la reacción del
santo, para acto seguido, contestar diciendo que lejos de vengar la afrenta de Bricio, a quien
é l mismo hab ía ordenado sacerdote, resolvió nombrarlo su discípulo y sucesor en el Obispa-
do de Tours . Porque para Barrasa y la orden ignaciana, Dios había concedido también a
Bricio la gracia divina; pero ésta solo se convertiría en eficaz cuando la voluntad de Bricio le
prestara su consentimiento.
Llegamos aquí a una de las comparaciones o símiles más logrados del cuerpo del
sermón. Para exponer y probar su doctrina (conjirmatio), Barrasa establece un símil entre
Martín y aquel novillo que sale a la plaza y levanta a sus enemigos de la tierra para arrojarlos
al cielo. San Martín , "el treceavo apóstol", es el novillo que tira de la carroza de la Iglesia,
ejemplificada en la visión de Ezequiel (Ez. I, 1-2). Como novillo, no teme sacrificarse y edificar
la Iglesia sobre los cimientos de toda la humanidad . Al igual que aquellos cuatro querubines
(o evangelistas), con las fonnas del toro, león, hombre y águila que se movían a todas partes,
Martín quiere llevar la palabra de Dios al mundo entero. Porque Dios ha concedido a todos
la gracia suficiente, y la obligación de los jesuitas es ayudarlos a encontrar el camino de la
salvación. Una bonita alegoría que le sirve a Barrasa para concluir su sermón. La luz de una
antorcha - San Martín- sirvió para iluminar a otras -Bricio, los jesuitas y estudiantes del
Colegio Real de San Martín- que conducirán al mundo por el camino de la luz.
4. Epílogo
Los colegios j esuitas, como el Colegio Real de San Martín, se habían convertido en
los focos de propagación de un temprano patriotismo criollo - en expresiómdel historiador
británico David A. Brading ( 1991 }- que se extendía proporcionalmente al número de criollos
que engrosaban los centros y universidades de la Compañía de Jesús . En 1636 el número de
sujetos de la Compañía de Jesús en el Perú ascendió hasta 491, el número más alto al que
había llegado la Provincia en la primera mitad del siglo XVI 1(Astrain, SJ Tomo V 1916: 412).
Al año siguiente, varias voces solicitaron al sexto Prepósito General de la orden, el romano
Mucio Vitelleschi ( 1615-1645), la aceptación de un mayor número de criollos en la orden
jesuita (ARSI, Perú, Vatican Film Library, Saint Louis University. Rollo 122). Las actitudes
contrarias a su admisión se liberalizaron durante los generalatos de Vicente Caraza ( 1645-
1649), Francisco Piccolomini ( 1649-1651 ), Alejandro Gottifredi ( 1651-1652) y Gosvino Nickel
( 1652-1660). El 30 de noviembre de 1647, el General Carafa escribió una carta al Provincial del
Perú en la que expresaba su preocupación por la "división de ánimos" que existía entre
criollos y peninsulares. Le pedía que velara por la concordia entre las diferentes naciones:
28 En los años siguientes la cifra fu e en aumento. En 1666, de cuarenta y siete estudi an tes, tan solo
cuatro provenían de La Península (ARSI, Perú. Catálogo de la Compañía de Jesús de 1666. Vatican
Film Library, Saint Louis University, Rollo 123).
29 Para una aproximación a la figura del Padre Peñafiel como intelectual criollo del Perú, véase Hampe
1999: 73.
identidad nacional (Moraña 1994: 229). Lamentablemente, el papel de los predicadores jesui-
tas como intelectuales orgánicos del Virreinato ha sido poco estudiado, especialmente su
relación con la alta burocracia y los sectores eclesiásticos criollos. En el Perú no había un
sistema articulado de ideas conscientes, claras y precisas que constituyera una única
cosmovisión o visión "criolla" del mundo. Ni tampoco existía un "discurso barroco" , sino
varios . Historiadores y críticos literarios han demostrado que algunos predicadores de pres-
tigio, como el Lunarejo, se identificaban plenamente con los sectores letrados que escribían
desde América. Pero no menos que algunos distinguidos jesuitas, como el Padre Jacinto
Barrasa, SJ, quien , recordemos, presumía de predicar desde el "Occidente" peruano.
A/ex Coello
a)Archivos
ARCHIVUM ROMANUM SOCIETATIS IESU (ARSI, ROMA). Provincia Peruana, Peruan . Cat.
Trienn . et breves.
1) Catálogo Público de la Provincia del Perú de 1654.
2) Catálogo Público de la Provincia del Perú de 1685 y 1687.
ARCHIVIO SEG RETO VATICANO (ASV). Sagrada Congregación de Ritos, Proceso de Beatificación
del Padre Juan de Alloza. SJ. Vol. 1311.
VATICAN FILM LIBRARY, SAINT LOUIS UNIVERSITY. ARSI, Perú, Catálogo de la Compañía de
Jesús de 1666, Rollo 123 .
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Trazar la etimología y las varias acepciones de la palabra no es el objeto de este trabajo. Sin embargo,
es útil delinear algu nos puntos. En primer lugar, el ·' Diccionario de la lengua española" contiene
acepciones diferentes de la palabra ·'perspectiva". una de éstas presenta el punto de vista con que voy
a enfocar: / Perspectiva/ viene del latín tardío /perspectiva/ (ars), óptica (2001 : 1740). Según a las
acepciones del ·'Oxford Latin Dictionary" /perspectiva/ es una composición de /peri (antes) + /
specio/ que contiene la idea de ver a través de algo. examinarlo. investigarlo. ver dentro, percibir o dar
cuenta (Oxford 2005: 135 7). Por lo tanto, me enfoco en la perspectiva como concepto espacial. un a
ubicación dentro del concepto del Yo y del Otro.
2 Igua l que con la perspectiva. no es mi propósito en este trabajo trazar la etimología de la palabra /
percepción/. Según el "Diccionario de la lengua española" "percepció n'' tiene tres acepciones. l.f.
Acción y efecto de percibir. 2.f. Sensación interior que resu lta de una impresión materia l he cha en
nuestros se ntidos. 3.f. Conoc imi ento. idea. En este trabajo. me enfoco en las acepciones dos y tres
(2001: 1726 ). Por lo tan to. la perspectiva es la ubicación y la percepción la herramienta y el reflejo
del objeto. como ve remos más tarde en el trabajo.
3 Uso un guión dentro de la palabra /rep resentar/ para destacar el prefijo /re/. Trazar la et imología y las
varias acepc iones de la pal abra no es el objeto de este trabajo. S in embargo. es útil delinear algunos
puntos. En el primer lu ga r. el "D iccion ario de la lengua espaiiola"' contiene acepciones diferentes de
las palabras /presentar/ y /representar/. / Presentar/ llega del latín /praescntare/ (2001: 1827). La raíz
de /prasentare/ es /praesens/. /Representar/ viene del latín /rcpraesentare/ (2001: 1951) que según al
·' Oxford Latin Dictionary'' está compuesta por el preli_jo /re/ y raíz /praesento/ cuya raíz también es
/praesens/ (2005: 1621 ). Segú n Oxford. hay dieciséis acepciones para /praesens/ y cada una contiene
el elemento de la presencia en un sentido temporal y espacial. Además, el prefijo /re-/ denota, entre
otras acepciones. una acc ión repetida (2005: 1439). Por lo tanto, con el uso de re-presentar qui ero
mantener la idea de una acció n repetida en relación a la presencia de alguien/algunos en un sent ido
temporal y espac ial. Es decir. trato con la re-presentac ión del Yo amerindio por la academia en que
los autores tratan de traer a nuestro presente a la persona que interpreta.
Para aproximar esta complejidad, parto de la teoría poscolonial, puesto que ésta trata
con los discursos como los de Guarnan Poma que buscan nuevas formas y energías creativas
para deconstruir la situación colonial, despegándose de las instituciones coloniales. Al
aplicarla, anticipamos encontrar un Yo enunciador que contiene dos elementos. Uno sería el
mundo europeo que ha sido transmitido por las instituciones de la educación y la religión.
Ambas instituciones transmiten al enunciador una visión, percepción y construcción de los
indios que pertenecen al imaginario europeo, o sea, la mitología del Yo europeo. El segundo
elemento sería el mundo amerindio que se le transmite oralmente por sus antepasados,
qui enes eran personas de la nobleza indígena. Como nos dice Mercedes López-Baralt, "el
mito fund acional americano es construido por tres perspectivas; la católica, la protestante y
la nativa" ( 1983 : 448).
A pesar de esta expectativa, me pregunto si vamos a ver en el texto de Guarnan Poma
el poder predominante del mito colonizador. En su artículo " El sujeto colonial y la construc-
ción cultural de la alteridad" Ro lena Adorno discute la presencia de este poder dentro de los
discursos poscoloniales ( 1988). Adorno usa un análisis de los discursos producidos por el
Yo amerindio como método de confinnar o rechazar el modelo interpretativo que ella expone
sobre la re-presentación de éste por los discursos coloniales. Adorno señala que el sujeto
colonizador se aprovecha de un discurso estereotípico basado en la masculinidad y la reli-
gión , feminizando al sujeto colonizado por medio de prácticas paganas y supersticiosas. Lo
interesante de este artículo es que después de examinar los discursos poscoloniales, Adorno
concluye que el Yo colonizado construye la alteridad aprovechándose de las mismas
categorizaciones, o sea, las mismas oposiciones binarias. A continuación, re-presentando la
relación dial éctica entre Yo/Otro por líneas en zigzag, ilustro las ideas de Adorno:
Por ejemplo, igual al Yo europeo, el Yo amerindio pone al lado del Otro la categoría de
no tener una lengua común. Además, los autores amerindios re-presentaron su vida nativa
no como una vida de ritos paganos o costumbres llenas de mag ia, sino como una cronología
histórica. Ellos se presentan como portadores de su cultura y de su razón . L.o importante es
notar cómo los autores amerindios hicieron esta construcción de su Yo al tomar posesión de
las mismas categorías del pensamiento occidental en vez de usar las propias. Para Adorno,
esta apropiación de las categorías occidentales por los autores amerindios confirma la exis-
tencia de las categorías interpretativas presentes en las re-presentaciones del Yo amerindio
dentro de los discursos coloniales.
Aunque estoy de acuerdo con la conclusión de Adorno, me preocupa que la autora
esté usando las categorías fijadas (elementos de la oposición binaria) dentro de los textos
colonizados como evidencia de la existencia de tales categorías dentro de los textos coloni-
zadores . Mi preocupación se centra en la aplicación de tales categorías que nos encuadran
dentro de un pensamiento occidental. Y de ahí, añado el problema de la fijación de la Historia
que hace la crítica cuando ve un texto desde un solo lugar, re-presentando el Yo debido a este
lugar en vez de tomar en cuenta la multiplicidad de lugares de su discurso y la complejidad de
la construcción inestable de su Yo discursivo.
Esta preocupación nos ilustra algo importante. La interpretación y re-presentación
presentarían problemas si buscáramos la "ve"rdadera" 4 re-presentación. Por ejemplo, en su
artículo "Can the Subaltern Speak?" Gayatri Spivak habla del problema de la interpretación y
la re-presentación y, aunque ella parte específicamente de la relación colonial entre Inglaterra
e India, podemos tomar de su di scurso poscolonial algunos elementos ( 1988). En primer
lugar, Spivak habla de una violencia epistémica que es creada por e l tipo de proyecto hetero-
géneo que es la construcción del sujeto colonial. El resultado de este proyecto es la cons-
trucción del Otro. Segundo, Spivak propone que la entrada de la economía política del
capitalismo en la producción académica se presenta en la necesidad de publicar y recibir
dinero. En tercer lugar, Spivak habla del dominio de la ideo logía de l " Primer Mundo" en la
producción académica. De todas estas propuestas lo que me preocupa más es la violencia
epistémica. Re-presento aquí mi interpretación de esta problemática:5
4 Uso comill as para destacar la idea de que ·'Ia verdad" no existe como algo indubitable, claro y
evidente. s ino como algo subjetivo, debido a la percepción. En el ·' Diccionario de la lengua española""
la segunda acepción dice: ··confom1 idad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa·' . La /
conformidad/ juega un papel sign ifi cante dentro de este trabajo.
5 Es importante tomar en cuenta que la visión dominante de estas re-presentaciones está regida por mi
perspect iva: la de un yo/mujer/anglo-americana/en el siglo XXI. Tal vez esta re-presentaci ón traiga
a la memoria de mi lector la problemática de ·'Las Menin as" ( 1656) por Diego Rodríguez de Si lva
Velázquez. Es interesante y útil trasladar la primera re-presentación del discurso colonial, a un a
interpretación de ··Las Meninas". Si aceptamos que el sujeto I es el pintor mismo, ¿cuál sería su
objeto? Dos posibles interpretac iones, entre muchas, del objeto I pueden ser: que sea el propio
Velázquez observado por el Rey y la Reina, o que el Rey y la Rein a sea n el obj eto 1 y que están siendo
pintados por él. De aquí , tenemos que decidir, si el objeto 1 (que es a la vez suj eto 2) es Velásquez
mismo, ¿cuál seria el objeto de él, o sea, el objeto 3? Al fin y al cabo, es fác il ver que cualquier
interpretación de ··Las Meninas" y, desde mi perspecti va. de cualqui er texto, no es indubitable, ni
clara ni ·evidente sino, como dice Barthes, un efecto del sentido.
Objeto 3: 1
1 el Otro amerindio.
vacíos para la re-presentación. Este cuadro encapsula
el discurso colonizador.
Objeto 3: el Yo amerindio 1
1 y el Otro europeo.
veces de su lengua nativa, para la re-presentación. Este
cuadro encapsula el discurso poscolonial.
Además de servir para ilustrar la violencia epistémica de la que habla Spivak, estos
esquemas exponen el problema que mencioné antes : la fijación de las categorías, en particu-
lar la de la " Historia" occidental. Cada uno de estos cuadros fijados puede ser cambiado de
acuerdo con cualquier perspectiva. Este cambio resulta en una re-presentación que ahora se
percibe como falsa . A la vez, encuentro útil esta fijación para destacar otra preocupación.
Cuando se dice Yo/Otro amerindio u Yo/Otro europeo, ¿se toma en cuenta la diferencia entre
el concepto del Yo como identidad individual o colectiva y el concepto del Yo como significante
en un discurso, o sea, un Yo discursivo? Esta pregunta destaca la necesidad de investigar a
fondo el Yo discursivo .
o
enunciador enunciatario
o espejo
"Human beings are perceivers, but the world that they perceive is an illusion:
an illusion created by the description that was told to them from the moment
they were born. So, in essence, the world that their reason wants to sustain
is the world created by a description and its dogmatic and inviolable rules,
which their reason learns to accept and defend " ( 1998 : 137).
6 Cuando miro a un objeto percibo un color aunque el color que percibo no existe como tal. Quiero decir
que el color no re-presenta una " verdad", no hay dentro de la cosa que miro un elemento de " color"
que le da un color específico.
perspectiva? Esta falsa percepción del color verde es responsable de fonnar nuestra pers-
pectiva de la " verdad" de esta hoja " verde" . De esta manera, creemos en la descripción que
encontramos en nuestros " libros de autoridad" que dicen que este árbol tiene hojas verdes
en julio y ésta se constituye en la "verdadera" re-presentación de este árbol.
Quiero ahora trasladar esta re-presentación de colores que acabo de explicar, al terre-
no de la identidad y la otredad para preguntarme sobre la percepción de esta hoja por la
persona que no puede ver los colores y por lo tanto no ve el color "verde" en la hoja. Esta
persona se coloca en la posición del Otro, una instancia fuera de nuestra "norma" y, por lo
tanto, diferente a la " verdad" . Para mí, es con la ilusión de nuestra percepción que llenamos
las fonnas vacías de nuestro mundo. Es decir, esta percepción se actualiza para crear los
mitos en/de/con que vivimos.
Según Roland Barthes, en su libro My thologies, un mito funciona para normalizar la
cultura dominante, sus valores históricos y las actitudes y creencias haciéndolos evidentes,
normales y la base de la " verdadera" reflexión del mundo. Su poder reside en que parece que
no hace falta interpretarlo . Los elementos no-inherentes llegan a ser inherentes y, de esta
manera, la lengua genera el mito que la apoya, o sea, desde una perspectiva ideológica, la
cultura crea las instituciones que apoyan a la cultura ( 1972: 117). Por lo tanto, veo la idea del
Yo di scursivo como la idea del color; son significantes vacíos que llenamos con nuestra
percepción, o sea, con nuestro mito .
Ahora bien, quiero sintetizar algunos puntos sobre el funcionamiento interno del
mito que nos presenta Ba11hes 7 con mis pensamientos en relación al Yo discursivo. Teniendo
en cuenta el esquema anterior, vemos que en su estatus pre-textual el Yo discursivo es un
resultado de la asociación motivada entre el enunciador y el espejo, o sea, este Yo discursivo
pre-textual se llena por el mito de l enunciador. Como tal, ha pasado por el proceso complejo
de la mitificación que Barthes nos presenta como un proceso de la segunda connotación.
Este proceso comienza en el momento en que el signo del primer orden (lenguaje) se re-
presenta de una manera doble. Es a la vez el signo del lenguaje y la fonna vacía del significante
del orden mítico . A diferencia del significante del primer orden, el significante de este segun-
do orden no es algo mental sino tiene una lectura y su propia historia. Según Barthes, es la
oscilación entre el signo del primer orden y la fonna (significante del segundo orden) lo que
crea el mito . Igual a la diferencia entre los significantes del primer y segundo orden, el
significado mítico es muy diferente al significado del primer orden. Este significado mítico no
es un concepto abstracto o arbitrario.
Además, tiene una historia que llena la fonna mientras la defonna. Sin embargo, para
crear el mito deseado, ésta tiene que ofrecer una resistencia a dicha deformación sin destruir-
la. Por eso, la historia que sale de la fonna es significación (signo) del orden mítico. Como el
mito mismo, no es algo mental sino dado, asimilado por el significado y, a la vez, histórico e
intencional. Como consecuencia, la apropiación llega a ser el rasgo fundamental del concep-
to mítico. El resultado es entendido, normalizado, es decir, un producto de esta asociación
motivada.
7 Esta sección combina mis pensamientos con las ideas de Barthes sobre la mitología en su libro
My thologies ( 1972: 115-30).
Ahora bien, una vez que ha pasado por todo este proceso, el Yo discursivo entra en un
texto y es leído por el enunciatario actual y se re-presenta de una manera doble otra vez. La
diferencia es que ahora está en un tercer nivel : la significación (signo) mítica que es, a la vez, el
significante (fonna vacía) mítico del enunciatario actual, lo cual es una gran c~mplejidad.
Para salir de la complejidad del funcionamiento interno del mito y para ver su poder en
acción, tomo como un ejemplo simple el discurso de este artículo que va a ser leído por la
academia. Según la síntesis anterior, no importa si este discurso fuera escrito por un "Yo",
"Roche lle" o" 1[1 [ 1[ 1(x+y)]+.75[1 (x+y)]]+ 1[.25(p)+.75(r)]]"8. Cualquiera de las tres fonnas
vacías va a ser llenada primero por el lenguaje (primer orden). Después, se llena por el mito
(segundo orden) del enunciador (Yo) y finalmente por el mito creado por mi enunciatario
actual (Ud). Tal vez el mito fonnado por mí mismo y/o por mi enunciatario actual, tenga algo
que ver conmigo o tal vez esté fonnado por estereotipos. Lo que quiero destacar como
importante es que la interpretación (el mito de mi enunciatario actual) se basa en un mito .
Eso es clave, en particular cuando esta interpretación es ofrecida por la academia y
por lo tanto se asume como la "verdadera" re-presentación de mi "Yo".
Ahora bien, saliendo del funcionamiento interno del mito, en este punto es importan-
te recordar el estatus del Yo como objeto de la percepción . ¿Qué queremos decir cuando
decimos objeto?, siendo así. Para clarificar mi posición respecto a la idea del objeto, adapto
la definición que Barthes nos ofrece en su libro The Semiotic Challenge:
" ... how shall we define objects (be/ore seeing how they can signify)? The
dictionaries give vague dejinitions: the object is what is presented to sight,
it is what is thought in re/ation to the subject who thinks, in short, as most
dictionaries say, the obj ect is something, a definition which teaches us
nothing, unless we try to see what the connotations of the word object are "
(1994: 180).
8 En su libro Mythologies Barthes habl a del lenguaje de las matemáticas como una forma incapaz de
defom1ación por el mito. Sin embargo, nos muestra que el mito si puede robar esta fom1a y ll enarl a,
por ejemplo E=mc2 ( 1972: 132). Así desarrollé esta fórmula para intentar capturar los elementos
esenciales de quién soy yo. 1se r l111111a110 [ 1occ idcnla\[C.1ja de UOciO nCS de la le ngua l [ 1(x+y sig uo del \cnguaJC
inglcs )]+.75[ 1(x_ysigno del lcuguajc csp:iiiol)]]+ 1[.25(p1111111do :icadCmico)+.75(rmundo co1idia11a dcn1ro de las masas]] .
Dicho lo anterior y como punto final en la discusión del Yo discursivo quiero contem-
plar la función de la perspectiva. Como punto de partida, es útil resumir lo que hemos visto
hasta aquí. Descubrimos que con el Yo discursivo tenemos, a la vez, un objeto de polisemia y
una forma, los cuales son llenados por el mito de la percepción. Dentro de su estatus como
mito, este Yo discursivo es, a la vez, una fonna llenada por el mito del enunciadory una forma
vacía . Al ser leída esta fonna vacía va a ser llenada por el enunciador. Por lo tanto, la interpre-
tación ofrecida es un mito que se basa en un mito. Aquí entra el papel de la perspectiva.
Cuando la contemplamos, primero observamos que es precisamente el lugar desde donde se
percibe. Segundo, vemos que éste va a variar debido a la naturaleza dialéctica entre el Yo y el
Otro. Recordamos, finalmente, que es con la percepción que el enunciador llena su Yo
discursivo. En particular al texto de Guarnan Poma, es importante tomar en cuenta que el
cronista lo escribió a través de muchos años y experiencias y, por lo tanto, el Yo discursivo
escrito y el Yo discursivo dibujado van a reflejar múltiples lugares de producción . Con cada
cambio en la perspectiva (ubicación) de Guarnan Poma, vamos a encontrar un cambio en la
percepción desde la cual creó su mito en relación a su Yo discursivo. Además, siendo la forma
vacía del enunciatario actual, podríamos ver un cambio en la percepción de este enunciatario.
Para ejemplificar la complejidad asociada con esta dinámica, presento mi interpretación de la
naturaleza dialéctica de la oposición entre el Yo y del Otro 9 .
Otro2
9 Veo un enlace entre el texto de Guarnan Poma y la literatura chicana debido a la oscilación del Yo
discursivo entre el Yo y el Otro. Como ejemplo podemos considerar Caramelo escrita por Sandra
Para mí, la naturaleza dialéctica de la relación entre el Yo y el Otro explica muy clara-
mente la complejidad presente en el Yo discursivo de Guarnan Poma. A partir de este modelo,
hay un par de observaciones. La primera es la posibilidad de que el Yo nuevo llegue a estar
fuera de la frontera del Yo original y, como consecuencia, se convierta en Uf\ Yo monstruoso .
La segunda observación es que las oposiciones binarias del Yo nuevo incluyen la oposición
con el lugar del nacimiento de éste, su Yo original, Otros originales y Otros que parecen ser
completamente nuevos. Al contemplar al Otro 2, vemos que ahora aparece en la oposición
binaria con el Yo nuevo. Aunque sabemos que existió como Otro del Yo original, ¿se observa
la existencia de este Otro, 2 en el Yo original? Una pregunta que nos conduce a contemplar,
¿cuáles serán los . límites de la otredad en un sistema binario? Opino que este " límite" es
infinito y trata con lo inteligible. Sabemos inconscientemente de su existencia, pero está tan
lejos de nuestro centro que no podemos comprenderlo sin acercamos a él.
Otra pregunta interesante es respecto a la estructura interna del espacio entre el Yo y
el Otro, y cómo dicha estructura afecta la composición de un Yo nuevo . Para comenzar me
pregunto, ¿dónde se ubican los conceptos de brutal, individuo, riqueza, vestido, cristiano,
pagano, conquistador, conquistado, entre otros? ¿En la construcción del Yo y del Otro? Si
se representaran dichos conceptos como ténninos de la ideología, o sea, instrumentos de las
instituciones de una sociedad, podría dibujarlos como círculos que discurren la tensión.
- - - - - frontera
YO EUROPEO ___...___,:,._llii;,-.........--..... \ r-
..:,AOTRO/AMERINDIO
.".;.;.
:r© -
Exótico desde
\:t.:t,J'' :~
la perspectiva Monstruo desde la
del Yo europeo perspectiva del Yo
europeo
Cisneros (2002). Todo este libro re-presenta el viaje del Yo di scursivo de Lalita desde un espacio
tradicional hacia uno no-tradicional y, finalmente, su regreso al espacio original. Una pregunta que
nos queda es, si Cisneros quiere re-presentar a una Chicana nueva en la persona de Lalita, ¿por qué la
regresa al espacio tradicional de la casa? Creo que una respuesta a la pregunta sería que Lalita no tuvo
éxito cuando intentó re-establecer los Otros de su desplazado nuevo Yo. Como consecuencia, éste
regresó a un espacio conocido, aunque no exactamente igual.
más se acerque a un polo, se asimila más rasgos del otro lado. Al contemplar la construcción
del Yo nuevo, su composición va a depender del punto intermedio en que la síntesis de éste
surga de las nuevas oposiciones binarias que van a componerse respecto a esta ubicación.
Por lo tanto, ni la sustancia con que llena el enunciador su Yo discursivo, ni su perspectiva
(ubicación) desde donde percibe son estables. Los dos son fluidos y con cada cambio viene
una perspectiva que distingue algo diferente.
Para ilustrar lo anterior, podemos considerar una situación simple. Percibo tres gotas
de agua clara y una gota que es verde . Se concluye, debido a la percepción desde una
perspectiva particular del momento, que la gota verde no es agua, sino otro líquido. En un
esfuerzo para prevenir su caída y efecto me muevo para colgarla. En el instante en que me
muevo , cambia la perspectiva y con este cambio de ubicación veo un objeto verde detrás de
la gota . Al regresar a la percepción inicial, me doy cuenta de que ésta (gota verde) se debe al
color del objeto que no fonnó parte de mi perspectiva original.
En la discusión de la perspectiva del Yo discursivo, finalmente, nos hemos enfocado
en éste como un paquete completo. Ahora bien, quiero tomar un momento para hablar de sus
elementos . Podemos ver que el lugar de dicha enunciación en sí mismo es tan importante
como el lugar de un enunciador cuando llena su Yo discursivo con su mito, tomando en
cuenta que es por el proceso de semiosis que la enunciación llega a ser el enunciado de un
enunciador. Lo que quiero destacar es que estos lugares pueden ser diferentes. Además, es
útil notar que cuando decimos "enunciador" se puede significar al enunciador del Yo
discursivo en un texto o se puede significar al Yo discursivo del enunciatario presente en una
interpretación del mismo. A partir de lo anterior, sería importante hacer notar a mi enunciatario
que en este trabajo en que interpreto al Yo discursivo de Guarnan Poma presente en sus
discursos dibujados, voy a enfocanne en el lugar de la enunciación del enunciador, cuando
el proceso de semiosis crea el enunciado. Este proceso da al enunciador la forma vacía para
llenarse con su mito, creando su yo discursivo. Espero que la ubicación de la enunciación
llegue a ser clara al final de la presente investigación.
Al tener en cuenta el marco teórico, comienzo a exponer mi propia interpretación del
yo discursivo presente en la Nueva coránica y buen gobierno para destacar algunos indi-
cios que puedan ofrecer una respuesta a la pregunta, ¿quién es el enunciador de pie frente al
espejo? Desde el principio de su crónica, Guarnan Poma nos dice que su propósito de escribir
es proveemos de un texto que se basa en su autoridad. Desde su perspectiva, esta autoridad
se fija en él por ser: 1) testigo de vista y de oídas, 2) notario que tuvo acceso a los hechos y
los protagonistas de la Conquista, 3) hijo de la nobleza indígena que tuvo acceso a la
estructura social de los amerindios y puede dar cuenta fiel de la "verdad" y, finalmente, 4)
cristiano bueno que da a su historia una autenticidad (Guarnan Poma [ 1613-1615) 1993: 11-
14 ). Al contar con el artículo de Adorno mencionado antes, podemos ver dentro de esta
fijación que Guarnan Poma construye los elementos de su autoridad sobre una base europea.
Además, se aprovechó de las mismas herramientas europeas, en particular, la de la escritura
alfabética y los tropos retóricos del colonizador, principalmente, el sermón. Puesto que los
dibujos eran parte integral del sermón de su época, me pregunto si el propósito de Guarnan
Poma era usarlos de esta manera.
Al reflexionar sobre esta pregunta, desarrollé tres posibles respuestas. Primero, la posi-
bilidad de que los significantes de los significados de la oralidad, sean significantes de los
significados de la lengua alfabética de la misma manera que las letras. Segundo, podría ser que
al conocer la función del dibujo dentro de la sociedad europea, éste haya servido para enseñar
a los analfabetos y ayudar en la intensa memorización visual (López-Baralt 1983 : 448). La
posibilidad de que los dibujos, finalmente , funcionen como una salida de la, cárcel que es el
lenguaje de dominación . Como señala Barthes: "The oppressed is nothing, he has only one
language, that ofhis emancipation, the oppressor is everything, his language is rich, multiform,
supple, with ali the possible degrees of dignity at its disposal" ( 1972: 149).
Para mí, la respuesta se encuentra en el folio 983 (figura 1) 1º. En este mapa vemos la
yuxtaposición de dos orientaciones espaciales. Primero hay una orientación occidental que
se forma por dos líneas, una horizontal y la otra vertical que se cruzan en el eje del centro.
Desde una perspectiva occidental , encontramos el norte en la parte superior y el sur en la
parte inferior, el oeste a nuestra izquierda y el este a nuestra derecha. Pero tenemos otra
mirada de este mapa, como señala López-Baralt en su artículo "La persistencia de las estruc-
turas simbólicas andinas en los dibujos de Guarnan Poma de Ayala" . La explicación de López-
Baralt sobre Hanan y Hurin nos habla de "la configuración simbólica del espacio incaico"
( 1979: 86), una orientación que tiene a Cuzco como su eje central, con dos líneas diagonales
que forman una equis en el sentido occidental. En la esquina superior y a la izquierda, o sea,
el noroeste de la mirada occidental, tenemos Hanan. En la esquina inferior y a la derecha, o
sea, el sureste de la orientación occidental, tenemos Hurin. Por lo tanto creo que el propósito
de incluir los dibujos en su crónica es proveer una salida de la cárcel de la alfabetización de
la lengua dominada yuxtaponiendo dos sistemas que, desde la perspectiva del enunciador.
componen la cosmovisión mixta de su mundo .
De tal fonna, consideramos ahora, ¿cómo sería la perspectiva del enunciador en relación
a su enunciatario anticipado? En el folio 384 (figura 2) encontramos la historia del famoso
malentendido entre el Inca Atagualpa, el fraile Vicente de Val verde y Francisco Pizarro. Estos
últimos querían traer a Atagualpa la "verdadera palabra de Dios" contenida en la Biblia. Y
aunque Atagualpa expresó que los Incas no tenían que adorar a nadie sino al sol que
nunca les han faltado, decidió dar a esta divinidad una oportunidad de hablar. Tomó
el libro y hojeo sus páginas. Pero nadie le habló y echó el libro al suelo. Puesto que Atagualpa
no pudo entender el concepto asociado a la letra escrita, y Valverde y Pizarro creían que la
única manera de comunicar algo verdadero o válido era por medio de la escritura, Atagualpa
pagó por el malentendido con su vida. Además de la importancia de este suceso, veo una
interpretación que nos ofrece la perspectiva de Guarnan Poma sobre su enunciatario antici-
pado. Sabemos por su propia crónica que Guarnan Poma anticipaba que ésta iba a llegar a las
manos del Rey. Como consecuencia, quitando el texto escrito y enfocándonos en el dibujo,
éste le iba a demostrar al Rey que sus vasallos (Pizarro y Valverde) estaban procediendo de
acuerdo con la norma legal. Lo que quiero destacar como importante es que aunque vemos
que el Inca está al centro del dibujo, o sea, en posición superior a sus visitantes, no creo que
ésta contenga la idea de superioridad. Al contrario, para mí, crea un sentido de la inocencia
de los visitantes . Para el lector español al que se dirige, Pizarro y Valverde no tienen poder ni
están conquistando. Ellos solamente quieren servir a su Rey y traer la palabra de Dios, de la
iluminación y de la civilización a los "pobres indios" .
Resulta interesante repasar los folios que re-presentan las cinco edades del mundo y
las cuatro generaciones de los indios, además de la primera generación de los Incas (ff. 22, 24,
26, 28 30, 48, 53 , 57, 63, 79) con la intención de aplicar la concepción de Hanan/ Hurin . A su
vez, en el folio 22. tenemos la primera edad del mundo, con Adán y Eva ~xpulsados del
Paraíso trabajando (con una herramienta andina) y criando a sus hijos. Como anota López-
Baralt, tenemos el so l a la derecha del eje (Hanan), arriba de l hombre y la luna a la izquierda
(Hurin), arriba de la mujer ( 1979: 90). Al contrario, en el folio 48 (figura 5) tenemos la primera
generación de indios en la que el sol ha cambiado su posición de la derecha a la izquierda del
eje, mientras que el hombre a la derecha y la mujer a la izquierda. Además, la mujer está
trabajando con el hombre y no hay niños . Ahora bien, en e l folio 53 encontramos un a mujer
bajo el sol que ha regresado a la derecha del eje en el espacio Hanan , y un hombre a la
izquierda, espacio Hurin . Aunque Lopez-Baralt no trata específicamente con este folio, me
pregunto por la razón de la variación entre los dos folios (48 y 53).
A partir de la idea de Hanan/Hurin como una re-presentación de la oposición binaria
dominación (derecha del eje )/subordinación (izquierda del eje), pienso en la posibilidad de que
estos folios re-presenten la cosmovisión mixta del universo que tuvo Guarnan Poma, ya que
vivía en un tiempo de debate al respecto de la composición del universo, debido al libro Sobre
las revoluciones (de los orbes celestes) escrito por Nicolás Copérnico en 1543 11• Este debate
se debió a la emergente ciencia del Renacimiento y las ideas de la Igles ia en relación a la
composición del universo . El libro de Copérnico era un desafio a las ideas del universo de
Ptolomeo que fueron aceptadas por siglos y adaptadas por la Ig les ia como la re-presentación
verdadera del universo . Ahora bien, aunque sabemos que Guarnan Poma leyó al padre José de
Acosta quien , a su vez, leyó a Ptolomeo, no sabemos si Guarnan Poma conocía del todo el
debate que e l libro de Copérnico causó. Sin embargo creo que, siendo un hombre letrado y
familiarizado con las ideas de la Iglesia, Guarnan Poma conoció el pen sami ento de Ptolomeo.
De ac uerdo con esta línea, para Ptolomeo la tierra estaba en el centro del universo y los
planetas y el sol giraban alrededor de ella. Para explicar el movimiento " retrógrado" de algunas
planetas, Ptolomeo usó un modelo diferente que explicaba la órbita principal del cuerpo celeste
y sus epiciclos, que eran órbitas dentro de la órbita principal. Si Guarnan Poma conoció y
aceptó las ideas de Ptolomeo del universo, ¿cuál sería su re-presentación de esta cosmovisión
en sus dibujos? Mi hipótesis es que puesto que la tierra era el centro del universo y el sol se
movía alrededor de ella, según Ptolomeo, la posición de Guarnan Poma, en el sur, implicaría que
el sol se levanta a la izquierda de su centro (Yo amerindio que mira hacia el sur) y se pone a la
derecha. Por lo tanto, dentro de esta hipótesis, lo que veríamos sería un sol que está a la
izquierda del eje 12 • Así, manteniendo esta óptica amerindia respecto de España, que se ubica en
el norte, el sol va a levantarse a la derecha de esta perspectiva y se pone a la izquierda. Por lo
tanto veríamos un sol que está a la derecha del eje.
11 Esta línea de pensamiento se debe a una conversación con Rocío Quispe-Agnoli sobre este trabajo y su
sugerencia sobre la posibilidad de que la ubicación del sol y de la luna se debe a diferentes temporalidades.
Además, durante la clase SPN 835, SS07 (MSU) Quispe-Agnoli me indicó que Guamán Poma leyó a
Acosta. quien había leído a Ptolomeo. No es posible saber si Guamán Poma leyó a Copémico o Galileo.
12 Esta contemplación re-presenta la idea del mundo al revés que corresponde a las ideas durante la
época de la Conqui sta. como la noción de los antípodas.
Al contrario del folio 48, la enunciación, con respecto a la posición del sol, se ubica
más cerca de la perspectiva del Yo europeo mientras que con respecto a la posición del
hombre y la mujer más cerca de la perspectiva del Yo amerindio. Pero, ¿a qué se debe el
cambio? En mi opinión, la acción de rezar que vemos en el folio 53 re-presenta la idea de
conocer al único Dios. El compartimiento de esta creencia se re-presenta por la posición del
sol. Sin embargo, ya es un mundo amerindio y por lo tanto está representado por la posición
del mujer/hombre. A pesar de cualquier interpretación, lo que es evidente en estos folios es
que nos proveen la evidencia de la complejidad del movimiento de la enunciación, el enun-
c iado y el Yo discursivo .
Encuentro más ejemplos para explicar mi hipótesis en los folios que muestran los
abusos de los españoles contra los amerindios: los folios 387 (figura 6), 396 (figura 7), 643
(figura 8) y 647 (figura 9). Con respecto a ellos, López-Baralt los interpreta como un " reflejo
13 En comunicación personal, Rocío Quispe-Agnoli habló del trabajo de Lydia Fossa (2005) que ha
consideramos que los indios están frente a la escena de la muerte de Topa Amaro, entonces
podemos salir de la idea de poder/no-poder y percibir la escena de una manera distinta. Esta
hipótesis de la falta de una óptica artística propone que algunos de los dibujos carecen de la
perspectiva de tercera dimensión, lo que refuerza la importancia del papel de ésta respecto a la
percepción. Se da como ejemplo el folio 360 (figura 12) acerca del cual Lydia Fossa propone que
la piedra a la izquierda inferior realmente está ubicada frente al contador que está usándolo para
hacer su quipu (2005). Además de estos ejemplos, encontré dos más dentro de mi corpus con
los que pude verificar este tipo de interpretación. Por ejemplo, los folios 505 y 603 muestran
algu nas personas que cenan juntas. Al principio elegí los dibujos debido al tamaño de los
sirvientes amerindios y su posición inferior. Ahora bien, si consideramos la posibilidad de la
fa lta de perspectiva en el dibujo, su ubicación en la parte inferior y su tamaño no tienen
sign ificado más allá de ser resultados de esta falta de perspectiva artística.
A modo de conclusión, quiero resumir brevemente los pasos de mi reflexión y análi-
sis: en primer lugar he intentado desarrollar lo que entiendo por Yo discursivo, enfocándome
en el papel de la percepción y la perspectiva. Después, observé la ocurrencia de estos
elementos (Yo discursivo, percepción y perspectiva) en los dibujos de Guarnan Poma. Du-
rante este análisis, tomé en cuenta las teorías de R. Adorno, M. López-Baralt y R. Quispe-
Agno li y, además, introduje otras posibilidades para la interpretación de dichos discursos
visuales . Durante este proceso destaqué el poder predominante del mito colonizador (Ador-
no) ; si n embargo quiero proponer ahora que tal vez este poder no está al nive l de lo que
vemos en otros discursos colonizados como los del Inca Garcilaso de la Vega o San Juan de
Santa Cruz Pachacuti . Veo más bien la posibi lidad de una diferencia debido a la presencia de
un Yo discursivo ll enado por el mito amerindio del enunciador cuya enunciación se ubica
más cerca de la perspectiva amerindia que usa primordi almente lo visual. Para mí, esta pre-
senc ia actúa para enfatizar su mundo amerindio, destruyendo el poder del mito colonizador.
Dicho lo anterior, no puedo negar mi utilización - como académica- de herrami entas de este
mito colonizador, como la de la oposición binaria, para llegar a esta conclusión.
Quiero destacar finalmente cuánto me asombraron las múltiples interpretaciones y
lecturas académicas de los discursos de Guarnan Poma. Como consecuencia, no puedo
evitar preguntarme, ¿cuántas más lecturas habrá?, ¿cuáles serán los otros entendimientos
ence1ndos dentro del laberinto creado por su texto? Y contemplo, ¿es realmente complejo el
yo discursivo de Guarnan Poma o es esta complejidad el resultado de tratar de aproximarnos
a un mundo (amerindio) interpretándolo con las herramientas y organizaciones (occidental)
del Otro? Creo que estas preguntas, entre otras, le podrían servir al mundo académico al
proveerlo de una aproximación nueva para analizar los discursos colonizados. Tal vez un
estudio que se enfoque en el Yo discursivo, tal como lo propongo aquí, pueda ser más
productivo para iluminar la situación colonial que un estudio enfocado en las aproximacio-
nes tradicionales que proponen la enunciación del enunciador colonizado por sacar a ésta de
los di scursos colonizadores. De nuevo, la idea anterior me lleva a Carlos Casteñeda: "Their
[human being:,~ reason makes them forget that the description is only a description and
desarrollado la idea de la falta de perspectiva artística en los dibujos de Gu¡11nan Poma. Reproduzco
aquí lo que me dijo Quispe-Agnoli sobre el fo li o 360 y continuo con esta linea de pensamiento.
befare they realize it, human beings have entrapped the totality of themselves in a vicious
circle from which they rarely emerge in their lifetimes " ( 1998: 136). Así, creo que el Yo
discursivo presente en la Nueva coránica y buen gobierno podría ofrecemos una salida de
esta jaula de oro de las interpretaciones que constituyen parte de la acade111ia occidental.
Rochel/e Trotter
Figura 1
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Figura 8 Figura9
Figura 10 Figura 11
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Annalyda Ávarez-Calderón
Un fraile mercedario del que poco se sabe y una crónica escrita y rescrita a Jo largo de
20 o más años en, cuando menos dos, -sino tres- manuscritos distintos que aparecen y
desaparecen en las circunstancias más extrañas. La obra de Martín de Murúa presenta, hoy
más que nunca, fascinantes misterios por resolver para los investigadores de la época colonial.
Murúa y su crónica tejen una imbricada historia de ansias de poder y fama, de logros, abusos
y frustraciones. Intrigada por un texto tan complejo, que parecía hecho mayormente de plagios
y mentiras, empecé por estudiar la Historia General del Pirzí: Origen y Genealogía Real de los
Reyes Incas con una visión crítica, buscando los problemas que generaba su lectura y su uso
como fuente histórica. Poco a poco, sin embargo, me fuí enlazando en la sinuosa visión que el
autor Murúa fue gestando a lo largo de su estadía en los Andes . Al estudiar la evolución de
esta obra encontré en su dilatada gestación una mirada singular y única, que plasma no solo las
vicisitudes de un ambicioso y concupiscente fraile y escritor vasco en los Andes, sino también
las de una época de transfonnaciones, acomodos y reacomodos, así como de encuentros y
desencuentros culturales, políticos, económicos y sociales.
Este trabajo\es parte de la tesis de maestría que presenté al Departamento de Historia de la Universidad
de Miami (Florida. EE.UU.) en 1996. No hubiese sido posible sin la asesoría del difunto Dr. Franklin
Pease G Y. (quien me facilitó una copia en microfilm del manuscrito Wellington), del Dr. Thomas
Abercrombie (entonces en University of Miami) y del Dr. Noble David Cook (Florida Internacional
University). Agradezco a Nicanor Domínguez Faura por su dedicado y exigente trabajo editorial.
Fray Martín de Murúa nació en Guipúzcoa (una de las Provincias Vascongadas del
norte de España), a mediados del siglo XVI. Tal vez eligió tomar los hábitos por falta de recursos
(hijo de pechero o, qu izás, hijo ilegítimo de algún hidalgo). La orden mercedaria, congregación
religiosa no mendicante, de origen laico y corta tradición misionera (fue cread¡i para recolectar
fondos para la liberación de cristianos cautivos por los musulmanes en el siglo XIV), concedió
una gran independencia a sus frailes. Esto permitió a Murúa dedicar largos períodos de tiempo
a escribir y rescribir su crónica, y a realizar todo tipo de actividades lucrativas en las doctrinas
o parroquias a las que fue asignado en el Collao (Diócesis de La Paz), Aymaraes (Diócesis del
Cuzco) /Charcas (Diócesis de Charcas), alrededor del eje comercial que conectaba las minas
de Huancavelica y Potosí. El cronista indio Felipe Guarnan Poma de Aya la lo describe como un
sacerdote abusivo y cruel , que explotaba a los indios para su propio beneficio. Era, a decir de
Guarnan Poma, un hombre ávido de poder, en constante conflicto con otras autoridades y
extremadamente concupiscente. (Guarnan Poma 1993 :11 523) El cronista acusa a Murúa de
transgredir el noveno mandamiento con su propia mujer, incumpliendo, demás está decir, el
voto de castidad. (Guarnan Poma 1993 :11 747) Murúa muere probablemente en Madrid hacia
1618, tras presentar su obra ante la Corona, aunque sin lograr publicarla. (Mansilla 2002:314)
Esta obra, tantas veces perdida y reencontrada, es la que estudiaré aquí en sus
diferentes versiones . Primero analizaré las fuentes que Murúa eligió para escribir las diferen-
tes versiones de su obra y qué uso específico les dió. Identificaré algunas características en
la evolución del texto de la crónica, buscando explicar la creciente opción de Murúa por el
plagio. Luego, a través de un análisis basado principalmente en la segunda versión manus-
crita (manuscrito Wellington), la cual disponemos, intentaré recuperar el legado del fraile , el
valor testimonial que emerge de esta crónica a través de una visión muy particular del mundo
andino en el contexto colonial.
Murúa trabajó en su Historia General del Pirú por más de veinte años, desde fines
de la década de 1580 hasta la década de 161 O. El primer manuscrito parece haber sido un
esfuerzo inicial de recolección de información y dibujos. Este manuscrito fue hallado recien-
temente por el Dr. Juan Ossio en una colección privada en Irlanda y ha tomado el nombre de
su dueño, Sean Galvin . Antes de desaparecer, el manuscrito Galvin fue copiado, y su copia,
el manuscrito Loyola (así llamado por haberse hallado en el archivo histórico jesuita de
Loyola, Guipúzcoa), fue la primera versión conocida de la obra de Murúa, dando lugar a las
primeras publicaciones de la misma (cuatro ediciones, tres en Lima y una en Madrid, entre
1911 y 1946). En 1946 aparece una segunda versión de la crónica de Murúa, el llamado
manuscrito Wellington. Éste es el manuscrito que Murúa presentó en 1616 al rey Felipe III y
que el Duque de Wellington rescató en 1813 del carruaje en el que huía de España, derrotado,
José Bonaparte. El manuscrito Wellington fue pubiicado por primera vez en Madrid , entre
1962 y 1964, por el historiador español Manuel Ballesteros Gaibrois. Este manuscrito fue
vendido por la casa londinense Sotheby 's en 1979 y desapareció por un tiempo, hasta que en
1983 pasó a fonnar parte de la colección del Centro Getty en Los Ángeles (California, EE.UU.).
Hasta 1985 y 2004 las ilustraciones que acompañan las dos versiones de la crónica eran solo
parcialmente conocidas por las referencias a ellas, hechas por los diversos editores de Murúa.
2 Ver la conexión hecha por Bayle entre las consideraciones de Sayretopa y la arenga de Apocámac
(Murú a 1946":143 y 113).
3 Ver Murúa 1946":84, 87, 98, 168 y 245.
4 Ver Murúa 1946": 182-185, 199-202, 213-216, 288-290, etc.
5 Ver Murú a 1946":23 l-2 y 288.
6 En su prime\· manuscrito, Murúa comenta sobre los indios del Collao y menciona sus vi sitas a las
huacas o lugares sagrados del área. (Murú a, 1946": 200- I)
7 Esto explicaría algun as coincidencias en la información de ambos cronistas, como la mencionada por
Gary Urton en su estudio sobre el mito de Pacaritambo ( 1990:37). Ver también las obras de Cabello
Valboa (1951 :261) y Murúa (1962-64:1 21-3).
siciones con resultados muy diversos. Para Beyersdorff, estos poemas son los únicos ejem-
plos existentes de la tradición oral incaica del Huqaripuni , definida por el jesuita Diego
González Holguín en su diccionario quechua de 1608 como la narración oral de hechos reales
repetida en forma ritual por quipucamayos. Estos Huqaripuni serían las fuentes de los cro-
nistas de las primeras décadas de la Conquista (entre los cuales Beyersdorff cita,
anacrónicamente, a Murúa). Los poemas del manuscrito Loyola serían por lo tanto composi-
ciones adaptadas por Murúa a la métrica española (octosílabo) sin respeto por la sintaxis
quechua, como lo indican las partes que, al ser traducidas por Beyersdorff, conectan mal y
dan la impresión de un poema incompleto.
Para César ltier, en cambio, la traducción no presenta contradicciones lógicas o
sintácticas de ningún tipo. Además, afinna que la traducción española dada por Murúa
concuerda casi perfectamente con los poemas en quechua . Estos poemas son, para Itier, el
resultado de una alianza entre Incas y jesuitas en contra de Toledo a raíz de la muerte de
Tupac Amaru ( 1572) y Tito Atauchi ( 1575). Al morir estos, Beatriz Coya, hija de Sayri Tupac
y Cusí Huarcay, y sobrina de Tupac Amaru, quedó como única descendiente directa de
Huascar, y fue casada con Martín García de Loyola (sobrino del fundador de la orden jesui-
ta), consolidando así la alianza incaico-jesuita. Itier analiza la métrica, los artificios retóricos
y las perspectivas de las dos composiciones, y concluye que fueron hechas por un fraile
jesuita quechua-hablante . Murúa debió tomarlas de un corpus de poemas en quechua y
español elaborado por los jesuitas en el Cuzco hacia 1580.
La tesis de Itier no es el único argumento que cuestiona el uso de fuentes orales por
parte de Murúa. Una comparación entre la obra de Murúa y el Sy mbolo Cathólico Indiano,
del franciscano Jerónimo de Oré, plantea el mismo problema. Las similitudes entre las dos
obras son numerosas, en especial si comparamos los primeros capítulos del cuarto libro de
Murúa y los capítulos VIII y VIII bis de Oré, en los que se describe el territorio del Virreinato.
Más similitudes surgen, tanto en el contenido como en la forma, si comparamos los siguien-
tes párrafos :
Rowe ya había notado que la mayor parte de la información de Murúa sobre Capac
Yupanqui parecía copiada del Symbolo Cathólico lndiano8 • (Rowe 1987, Parssinen 1989:51)
El parecido es aún mayor en el manuscrito Loyola, en el cual Murúa hace menos alteraciones
y aumenta menos información al material de Oré.
Jerónimo de Oré nació en Huamanga alrededor de 1554, y al ser contemporáneo de
Murúa, podría argumentarse la existencia de una fuente de infonnación común. Sin embargo,
si estudiamos con detenimiento una de las anécdotas que ambos cuentan en sus respectivas
obras, vemos claramente que no se trata del uso de una misma fuente sino de un simple
plagio. En el Symbolo Cathólico Indiano, Oré narra lo siguiente:
Murúa narra una anécdota muy parecida en el libro IV del manuscrito Loyola:
Ambos autores cuentan la historia como una experiencia personal. Tal vez existieron
cam isas bordadas con uñas tanto entre los Collaguas (donde la ve Oré) como en el Callao
(donde la ve Murúa) . Sin embargo, salta a la vista el hecho que ambos narran el episodio con
las mismas palabras y expresiones.
¿Quién copia a quién? La respuesta es obvia si consideramos la trayectoria de Oré, un
misionero, teólogo y lingüista que dedicó su vida a evangelizar e instruir a los nativos. Oré
escribió varias obras para facilitar la tarea evangelizadora (entre las que se hallan el Symbolo
Cathólico Indiano, los Sermones del Año y un Arte y vocabulario en romance y en las
lenguas generales deste reyno quechua y aimara) y participó en el Tercer Concilio de Lima
( 1582-83), colaborando en la composición trilingüe castellano-quechua-aimara de la Doctrina
christiana y Catecismo para la instrucción de los Indios y del Confesionario para los curas
de indios, publicados en 1584 y 1585.9 El Symbolo Cathólico Indiano, impreso solo en 1598,
circuló por varios años en fonna manuscrita, por lo que, cronológicamente hablando, Murúa
bien pudo haber copiado la infonnación del texto de Oré. Cabe resaltar además que Murúa
eliminó esta anécdota al reescribir su obra a principios del XVII. ¿Temía acaso ser acusado de
plagiar una obra recientemente publicada? ¿Por qué habría de mentir en primer lugar?
Como muchos cronistas de su época, Murúa sentía la necesidad de dar una impresión
de cercanía en tiempo y espacio, de demostrar su calidad de testigo presencial :
9 Información tomada del ensayo biográfico de N. David Cook (Oré 1992:40-43). El Sjimbolo fue
publicado en 1598, los otros dos manuscritos no fueron publicados y se ha perdido su traza desde el
siglo XVII.
"Solam ente quiero decir o dar un aviso al letor contra la malicia de algu-
nos historiales, que hablan en Indias sin verlas; y es que atienda el letor en
dos cosas: la una desde dónde escribe el que lo dice; e la otra, que no debe
dejar de considerar que hallará algunos pasos, que yo he escripto y esotros
remiendan, mudando las palabras, porque parezca que es suyo lo cuentan,
e van a dar de pies en lo que de mis tractados han hurtado; e tal ha habido,
que cuasi a la letra en partes dice lo que he dicho; e tal que promete decir
maravillas adelante en cosas de las Indias, estándose en Europa e nunca las
haber visto ". (Femández de Oviedo 1965:417)1 1
Era usual copiar a otros pero, al hacerlo, se restaba valor a lo escrito. La infonnación
de primera mano daba a una crónica su valor. Copiar párrafos enteros era un acto censurable
pero muy difícil de controlar. La escasez o dificultad de acceder a fuentes primarias orales y
la dificultad de describir lo visto a través de las imágenes y conceptos existentes, o de
refonnular lo ya descrito en previas crónicas, incitaban al plagio sin remordimientos. Todos
deseaban aparecer como los primeros en haber escrito tal o cual cosa, y debido a la limitada
"... ellos no tuvieron letras ni las conocieron, ni historia mas de sus quipos
que son cordeles donde con nudos asientan y ponen memoria todas las
cosas que quieren de los qua/es consta lo que digo y dire en todo el discurso
de esta historia ". (Murúa 1962-64:1-28) 12
ser una tradición secreta, subterránea, a la que Murúa difícilmente tendría acceso. Él mismo
expresa la dificultad de hallar fuentes orales sobre los Incas:
"... si los españoles al prinsipio tubieran curiosidad en hazer que estps yndios
contadores que estaban en el Cuzco como en caber;a y era a su cargo lo mas
prinsipal del reino les declararan i ynterpretaran estos quipus y jerigonr;as
de ellos como entonses eslava la tierra entera y estas cosas no se abian
empesado a olbidar y dejar de los yndios y eran bivos los que de esto cuidavan,
se descubrieranfamosissimos sur;essos de estos yngas, de su orijen, conquis-
tas y vatallas y acontesimientos bastantes a henchir mucho numero de li-
bros que dellos se escribieran y lo que agora se save con mucho travajo es
arremiendos y por fragmentos como ya banfaltando o anfaltado de todo los
contadores antiguos ". (Murúa I 962-64:11-58-9)
14 Entre éstas tenemos las obras publicadas de Cieza (su primera parte, impresa en Sevilla en 1553); las del
dominico fray Domingo de Santo Tomás (su gramática y su léxico quechuas fueron publicados en
Valladolid en 1560): la exitosa Historia de las Indias (Zaragoza, 1552) de Francisco López de Gómara;
la Historia del Descubrimiento y Conquista del Perú (Amberes, 1555; segunda edición, Sevilla, 1577)
del contador Agustín de Zárate; la Historia del Perú: Segunda Parte (Sevilla, 1571) de Diego Femández
"el Palentino"; las Repúblicas de Indias (en 2 volúmenes, Medina del Campo, 1575; y la segunda
edición, revisada en 3 volúmenes, Salamanca, 1594-95) del agustino fray Jerónimo Román y Zamora;
y los Errores y supersticiones de los indios (ms. 1559) así como la Instrucción contra las ceremonias y
ritos que usan los indios conforme a su gentilidad (publicada en 1585 en Lima en el Confesionario para
curas de indios), del Licenciado Polo de Ondegardo. (MacCom,ack 1991: 139)
Mama Cahua que quiere der;:ir muger cuerda y grave. Fue amiga de chacaras
y sementeras y de trabajar en ellas, amicissima de pobres a los qua/es repar-
tía grandissimas limosnas y sobre todo muger de gran govierno pues
governava ella en las ausenr;:ias que su marido Capac Yupanqui har;:ía del
Cuzco. Ningun vestido se puso segunda vez y cada día mudava dos y tres y
los repartía a las ñustas de su servir;:io. Bañavase dos veces cada día, comía
siempre sola. .. " (Murúa 1962-64:1-38)
Murúa copia esta información de una descripción que Gómara hace del propio
Moctezumac:
15 En esto Murúa está en muy buena compañía, junto con otros cronistas tardíos que escribieron entre
finales del siglo XVI y med iados del siglo XVII. Por ejemplo, José deAcosta (Historia Natura l y Moral
de las Indias , Sevilla, 1590), Antonio de la Calancha ( Coránica Moralizada del Orden de San
Agustín en el Perú, Barcelona, 1638 y 1639), Bemabé Cabo (" Historia del Nuevo Mundo", ms.
165 3) y, especialmente, Antonio de Herrera ("Décadas" o Historia General de los hechos de los
Castellanos en las Islas i Tierra Firme del Mar Océano. Madrid, 1601-1615, 9 vals.) copiaron
capítulos enteros de cronistas previos. (Araníbar 1963: 106)
Las correspondencias entre los párrafos son mayores en los primeros capítulos y
solo podrían explicarse a través del plagio de un autor a otro, o el uso de una fuente común.
(Parssinen 1989:48) Sanniento, un aventurero, atraído por lo fabuloso y lo extraño, era el tipo
de autor que podía encender la admiración e imaginación de Murúa siempre al acecho de
trampas, conspiraciones e historias fantásticas.
Según Porras, Sarmiento recogió en el Cuzco las tradiciones incaicas sobre las islas
de Ahuachumbi y N iñachumbi, descubiertas por Tupac Yupanqui (Porras 1986:363 ):
"En esta ocassion dizen algunos yndios antiguos que se embarcó en la mar
en unas balsas en la Isla de Puná y fue a Manta y desde alli anduvo un año
por la mar y llegó a las Islas llamadas Hahuachumpi y Ninachumpi y las
conquistó y de alli truxo para obstentacion de su triumpho una gente como
negros y grandissima cantidad de oro y una silla de latan. Truxo cueros de
caballos y cabe(:as y huessos todo para mostrallo aca que fue costumbre
antigua entre estos yngas traer de todas las cosas vistosas y que podian
causar admiracion y espanto al Cuzco para que las viessen y engrandecie-
sen sus h1zañas y para memoria de las cosas que havia en las demas provin-
cias apartadas. Todos estos tropheos se entiende quemaron despues Quesques
y Chateo Chuma, capitanes de Atahualpa quando tomaron al Cuzco,
haviendo presso a Huascar Hinga y alli quemaron el cuerpo deste Tupa
¿Recogió Murúa esta infonnación entre los viejos del Cuzco o copió a Sanniento?
Este último probablemente supo de estas islas ya hacia 1565, cuando fue deportado al Cuzco
por las autoridades eclesiásticas de Lima o algunos años después, mientras recogía infonna-
ción proporcionada por los viejos quipucamayos reunidos por Toledo. ¿Pudo Murúa haber
recogido el mismo material veinte años después? Es posible. La infonnación adicional que da
nos hace dudar de que usara a Sanniento, pero se trata principalmente de pequeños detalles
adicionales o infonnación circunstancial que puede haber sacado de otras fuentes, uniéndo-
las al material de Sanniento, para explicar por ejemplo por qué estos "trofeos" no fueron
hallados por los españoles a su llegada al Cuzco. Otra posibilidad es que Murúa haya tenido
acceso a manuscritos anteriores o ' borradores ' de Sanniento, los cuales habrían contenido
más infonnación sobre el tema. Sanniento, al igual que Murúa, debe de haber reescrito su
crónica por lo menos una vez.
La relación con el cronista indio Felipe Guarnan Poma de Ayala es aún más compleja
que la del mercedario con los autores hasta ahora mencionados. Guarnan Poma conoció el
manuscrito de Murúa (Guarnan Poma 1993:11-877), por lo menos en su versión inicial. Guarnan
Poma y Murúa no solo fueron contemporáneos, sino también colaboradores y luego rivales .
La existencia de dibujos de Guarnan Poma en la obra de Murúa y las duras críticas que recibe
el fraile en la Nueva Coránica muestran una relación cambiante en la que Guarnan Poma se
hallaba en desventaja. Porras Barrenechea acusa a Murúa de plagiar a otros cronistas y
específicamente a Guarnan Poma, apropiándose de la estructura de su obra, usando su
infonnación (eliminando algunas puerilidades y anacronismos) y copiando sus dibujos .
(Porras 1986:677-8) Aunque las divisiones en ambas versiones de la crónica de Murúa (cua-
tro y tres libros respectivamente) no coinciden con las de la Nueva Coránica de Guarnan
Poma (dividida en dos libros solamente), existen claras similitudes, particulannente si compa-
ramos el principio y final de ambas obras. Murúa no llega a escribir sobre el gobierno espaf\ol
y la sociedad colonial (tema de la segunda parte de la obra de Guarnan Poma) y no se detiene
a narrar los orígenes de la población andina y de los Incas como lo hace Guarnan Poma, pero
al igual que éste, presenta biografías de Incas, Coyas y capitanes incaicos al principio de su
obra y descripciones geográficas al final de ella. Esto, sin embargo, no significa necesaria-
mente que Murúa copió la estructura de la obra de Guarnan Poma.
La historiadora Rolena Adorno afinna que Oré era una de los héroes literarios más
grandes de Guarnan Poma y sugiere que éste pudo haber tomado la estructura de su crónica
del Symbolo Cathólico Indiano de Oré. (Adorno 1989:43-44) Murúa también utilizó la obra
de Oré al escribir su crónica y pudo haber tomado la estructura de Oré por iniciativa propia.
Esta estructura no era del todo innovadora. 16 Lo único innovador en la estructura de las
obras de Guarnan Poma y Murúa es la inclusión de las biografías de las Coyas, capitanes y
16 Sarmiento, siguiendo las directivas de Toledo, había planeado escribir un libro con la descripción
geográfica del territorio y su población, un segundo libro sobre la historia de los Incas y un tercero
sobre el Descubrimiento, la Conquista y las guerras civiles. Desafortunadamente solo llegó a escribir
el segundo, la Historia Índica . (Porras 1986:363-4)
príncipes incaicos, y no parece descabellado pensar que esto pueda haber sido una idea
original de Murúa. El fraile estaba particularmente interesado en todo lo concerniente a las
mujeres del incanato. En su obra hace constantes referencias a las Coyas, ñustas, vírgenes
escogidas y mujeres en general. 17 Por otro lado, no podía dejar de incluir en su obra la vida
de algunos capitanes y príncipes incaicos protagonistas de diversas aventuras y curiosos
romances.
Más allá de las comparaciones estructurales, si analizarnos con mayor detenimiento el
contenido de estas crónicas podemos hallar similitudes en el material de ambos cronistas.
Guarnan Poma y Murúa son los únicos cronistas que mencionan las diez "calles" indicadoras
de las tareas de hombres y mujeres en los Andes según su edad. Guarnan Poma le dedica un
folio a cada calle, 18 mientras que Murúa es mucho más conciso y utiliza, en algunos grupos
de edad, nombres y material distintos . (Murúa l 946ª:234-7) 19 Las correspondencias entre
ambas obras son limitadas ya que la información que cada autor busca consignar es de
distinta naturaleza. Mientras que Guarnan Poma describe la vestimenta de los Incas sin
escatimar en detalles, Murúa se concentra en las características arquitectónicas de palacios
y templos, prestando muy poca atención a la vestimenta (siguiendo en este caso las descrip-
ciones de López de Górnara).
La relación más saltante entre ambas obras se halla en los dibujos. Las ilustraciones
de la obra de Murúa son acuarelas a color, mientras que las de Guarnan Poma son dibujos de
tinta negra. Las fonnas, empero, son muy similares ya sea en el trazo como en la imagen
presentada. La mayor parte de las ilustraciones de los Incas y las Coyas en el manuscrito
Wellington tienen características propias en cuanto a temas, paisajes y figuras. Son dibujos
más occidental izados, hechos de manera más realista, con menos simbolismos y trazos más
leves . Las vestimentas de los Incas y Coyas están decoradas con líneas geométricas simples
y el fondo es generalmente un piso de loza dibujado en perspectiva, sin más. Estos dibujos
pueden haber sido hechos por el propio Murúa, o por un europeo contratado por éste ya que
no tienen los simbolismos espaciales (diagonal, horizontal y triangular) estudiados en las
pinturas de Guarnan Poma, quien veía la pintura como la herramienta más poderosa del
lenguaje. (Adorno 1989: 130-2) Los dibujos de este último ofrecen una narración entera y
preceden la prosa a la que corresponden, como si ésta fuese una mera explicación del dibujo.
Las ilustraciones de Murúa son, en cambio, una continuación de los capítulos escritos y en
algunos casos parecen haber sido incluidas posteriormente, como lo indican las cortas
frases que introducen cada ilustración, escritas con una letra distinta a la del capítulo.
Sin embargo, algunas ilustraciones del manuscrito Wellington 20 y gran parte de las
ilustraciones del manuscrito anterior-el Códice Galvin-, parecen ser obras del mismo Guarnan
Poma. Estas ilustraciones son diferentes a las demás. Las figuras planas, la seguridad del trazo,
el simbolismo, los elementos y los rostros de los personajes son los mismos y se repiten de
dibujo a dibujo. 21 Algunos autores han hablado de varios dibujantes indígenas copiando con
una misma técnica un modelo común (pinturas imperiales incaicas tal vez). No existen fuera de
la obra de Guaman Poma y Murúa dibujos similares a estos. Sin embargo, el manuscrito Galvin
evidencia, según Ossio, la posible existencia de un taller de dibujo en el cual yuaman Poma
habría ocupado un lugar prominente. (Ossio 2000:46) De uno u otro modo, los dibujos de la
obra de Murúa están estrechamente ligados a la obra de Guaman Poma.
La relación entre estos dos cronistas pudo haber empezado como una amistosa o
interesada colaboración. Atareado en su primer manuscrito, Murúa conoce a Guaman Poma,
un indio ladino que puede no solo servirle de copista, sino también proporcionarle informa-
ción e ilustraciones para su crónica. Guaman Poma halla, por su lado, un fraile interesado en
el pasado andino, del que puede obtener dinero, y sobre todo papel y tinta para iniciar o
continuar su propia obra. Es posible que Murúa no haya conocido la versión completa de la
Nueva Coránica, solo algunos dibujos y escritos iniciales. Los dibujos del primer manuscri-
to (Códice Galvin) parecen haber sido hechos por Guaman Poma a pedido del fraile ; los del
manuscrito Wellington indican sin embargo que la colaboración entre ambos no continuó
luego de finalizada la primera versión de la Historia General del Pirú. Guarnan Poma tenía
menos poder e influencia, menos recursos para escribir y publicar su crónica (no podía
adquirir acuarelas como Murúa) y una perspectiva totalmente opuesta a la del fraile . Guaman
Poma era "anti-Inca" pero "pro-andino", "anti-clerical" pero " pro-católico" (Adorno 1989:5),
buscaba elevar a su pueblo y denunciar y acabar con los abusos y maltratos de los españo-
les, de los cuales Murúa era prueba viviente. La colaboración o amistad entre ambos no
podía ser más que pasajera. Por otro lado, considerando los criterios de selección de fuentes
de Murúa, Guaman Poma no llegaba a ser una fuente valiosa o indispensable.
Varios autores han señalado otras posibles fuentes de Murúa. Martii Parssinen men-
ciona la Segunda parte de la Historia del Perú ( 1571) de Diego Fernández, así como las
obras perdidas de Bias Valera y Cristóbal de Molina. (Parssinen 1989:51) Carlos Araníbar
señala la perdida Apología pro-lndis (ms.1567) del Licenciado Falcón de Oña (Araníbar
1963 : 107), y Fray Gumersindo Placer señala la crónica del mercedario Fray Juan Caballero,
intitulada De prosapia Regum lngarum, la cual no llegó a imprimirse antes de extraviarse.
(Placer 1987:34) Murúa contó con una considerable diversidad de fuentes, tanto escritas
como orales, pero a la hora de rescribir su manuscrito optó claramente por las fuentes
escritas. No le faltó discernimiento. Escogió con cuidado su infonnación, basándose en
criterios de autoridad, interés y estilo. Es posible que no haya confiado en su propia erudi-
ción y esti lo, pero escribía con un propósito definido, con una visión propia.
21 El retrato de la Coya Mamahuaco de Guarnan Poma ( 1993 : fol. 120) es diferente al del manuscrito
Wellington (cap. 4, fol. 7?), en cambio, el retrato de la Coya en el códice Galvin (cap. 16, fol. 23v)
es una copia occidentalizada del dibujo de Guarnan Poma.
Murúa da muy pocos detalles de su vida a lo largo de su obra y no parece escribir por
comisión, no exalta sus actos ni los de algún personaje influyente. Murúa aparece a primera
vista como uno de los primeros cronistas anticuarios: cronistas independientes, sin ambicio-
nes políticas ni económicas, buscando ante todo registrar el pasado, rescatarlo del olvido.
Su trabajo, sin embargo, no puede desligarse del contexto social, político e ideológico de su
tiempo. Siguiendo la corriente historiográfica revisionista de finales del siglo XVI (Zamora
1988:41 ), Murúa se propone rectificar la herencia de los cronistas que Jo precedieron,
reinterpretando el pasado como lo hicieron varios de sus contemporáneos. (Murúa 1962-
64:11-12)
Un objetivo manifiesto es, por ejemplo, la defensa de la criticada orden mercedaria. En
los capítulos que el fraile dedica a su congregación y a las descripciones geográficas, no
pierde oportunidad de mencionar la obra hecha por los mercedarios y el gran número de
milagros concedidos por las imágenes religiosas de sus conventos. Murúa afinna, falazmente,
que su orden fue la primera en llegar al Perú y enfatiza el celo evangélico de los mercedarios,
señalando la extensión geográfica que llegaron a cubrir en sus campañas evangelizadoras,
así como el enonne número de indios convertidos. En lo de la primacía de la evangelización
mercedaria de los Andes, Murúa prefigura a los llamados "cronistas de convento" del siglo
XVII, escritores criollos de las órdenes agustina, franciscana y dominica que reclamaron
dicho honor para sus respectivas congregaciones .22
Mucho mayor parece ser la preocupación de Murúa por demostrar la grandeza de los
Incas y las bondades de su Gobierno. La crónica de Murúa es en cierta fonna una defensa de
los Incas cuzqueños. En el primer libro de su manuscrito, Murúa narra con detenimiento el
"solemnissimo" triunfo del ejército de Huayna Capac, "para que se entienda que estas
naciones tenidas p or barbaras festejaban y celebravan sus vencimientos con regocijos y
fiestas militares." (Murúa 1962-64:1-115) El ténnino bárbaro es así inapropiado para la carac-
terización de los Incas, dada la suntuosidad de su corte y de sus constantes celebraciones.
Para Murúa, a más suntuosidad más civilidad, y la suntuosidad de los Incas parece no tener
límites, como lo demuestra la descripción del matrimonio de Huascar: "... cossa nunca hasta
entom;:es vista enfiestas ni cassamientos de ningun monarcha del mundo... " (Murúa 1962-
64:1-123) Murúa sitúa a los Incas por encima de todos los demás monarcas en la magnificen-
cia de sus fiestas y celebraciones. Esto podría deberse a un deseo de impresionar al lector y
aumentar su interés. Sin embargo, la continua exaltación de los Incas evidencia otras motiva-
ciones. Los Incas, en general, son descritos como un dechado de virtudes: valientes, gene-
rosos, prudentes y sagaces. Sus guerras son justas y sus ocasionales errores no son pro-
Tal vez fue el propio Murúa quien tachó este párrafo, por ser abiertamente antiespafiol.
De hecho, todos los capítulos que se refieren a la Conquista espafiola están llenos de
párrafos tachados, que denunciaban a los hermanos Pizarro por sus abusos de poder y a los
espafioles en general por su "codicia insaciable". 25 (Murúa 1962-64:1-185-8) Murúa detesta-
ba a los Pizarro, considerándolos responsables de la rebelión de Manco Inca. (Murúa 1962-
64:1-203) En el manuscrito Wellington, Murúa revela la fuerte influencia ideológica de Las
Casas.26 El fraile pudo haber tenido acceso directo a los trabajos de Las Casas, prohibidos en
23 Murúa atribuye en ocasiones cierta ambición a los Incas, por lo menos a Huascar y a algunos conspira-
dores dentro de su élite, como Hualpaya que trató de destronar a Huayna Capac (Murúa 1962-64: 1-30).
Pero por lo general, los Incas aparecen como gobernantes justos y buenos, de gran discernimiento:
conquistan y mantienen las regiones ricas y pobladas, no pobres y devastadas. (Murúa I 962-64:11-3 1)
24 Ballesteros no incluyó los párrafos que el fraile, o algún copista o lector autorizado, tacharon. (Murúa
1962-64:1-176). El párrafo completo está en el manuscrito Wellington (Getty), l:cap.59-fol. 107v.
25 Ver Murúa 1962-64:1-185-188. Murúa pone particular énfasis en presentar a Pizarro como solo un
capitán. Atahualpa era un rey y su prisión producto de una guerra injusta.
26 Huáscar aparece en el manuscrito Loyola como un gobernante pacífico y como el legítimo sucesor del
trono incaico, asesinado por el feroz Atahualpa. En el manuscrito Wellington, los personajes se
las Indias, a través de las copias manuscritas que circulaban ilegalmente entre los frailes
dominicos, o a través de las Repúblicas del Mundo(l 575 y 1595, la segunda edición revisada
según las instrucciones de la Inquisición) de Jerónimo Román . Este tuvo acceso a una copia
manuscrita de la Apologética Historia (publicada por primera vez solo en 1909), la cual
utilizó de manera muy liberal para escribir su propia crónica. (MacCormack 1991 :245)
¿Creía Murúa que los indios estaban culturalmente preparados para recibir la palabra
de Dios, y que ellos eran los propietarios legítimos de las tierras y las riquezas de las Indias?
¿Reflejan sus críticas una preocupación real, o son simplemente el resultado del plagio de
Las Casas y sus seguidores? La crónica de Murúa alaba al dominico y su obra:
vue lven más complejos. Tanto Huascar como Atahualpa tienen virtudes y defectos, son engañados
por conspiradores, cometen errores y, sobre todo, son víctimas de la intrusión y crueldad de los
ambiciosos españoles. (Murúa 1946": 128)
27 Murúa tamblén admira al dominico Fray Domingo de Santo Tomás ( 1499-1570), colaborador de Las
Casas, a quien describe como " persona celosísima del bien de los naturales." Durante la segunda mitad
de la década de 1560, Fray Domingo fue Obispo de Charcas.
28 ·' ... y ansí concurrieron de todas las rejiones del mundo a España y aun poblaron en allá y los últimos fueron
los visigodos que repararon en ella como la tierra mas fertil, rica y colmada .. ." (Murúa 1962-64:11-157)
de otras partes del mundo tenía la libertad de venir a la rica tierra del Perú para explotar sus
riquezas. La visión de Murúa coincide con el pensamiento del dominico Francisco de Vitoria,
uno de los teólogos más influyentes del siglo XVI. Vitoria (catedrático de la Universidad de
Salamanca) condenó los abusos de la Conquista y la ejecución de Atahualpé\, denunciando
la usurpación de la tierra de los naturales en su Relectiones de Indis ( 1539). (Ruiz de Azúa
1992: 140) Vitoria no consideraba la bula de Alejandro VI como un título justo de dominio
sobre las Indias. El Papa no tenía poder civil ni temporal sobre el mundo, su poder era
puramente espiritual, y no tenía jurisdicción sobre los infieles, solo sobre cristianos. La
igualdad jurídica era natural a cada persona, sin diferencias de religión, cultura o costumbres.
(Menéndez Pida! 1958: 14) Sin embargo, Vitoria creía que otros títulos pennitían a los españo-
les entrar en las Indias, títulos como el derecho natural al comercio y a la evangelización. 29
Los españoles podían viajar libremente por las Indias y pennanecer allí negociando con los
naturales, cultivando tierra no utilizada, explotando minas recién descubiertas o anunciando
la palabra de Dios, porque al principio del mundo todo era poseído en común. Si los naturales
no reconocían estos derechos y la persuasión pacífica fallaba, solo entonces podían los
españoles recurrir a la guerra. (Ossio 1970:80-81)
Las ideas de Vitoria aparecen directa o indirectamente en diferentes partes de la
Historia General del Pirú. Murúa pudo haber leído De lndis ( 1539), pero no llega a mencio-
nar a este influyente y muy reconocido teólogo, lo que nos hace pensar que solo estaba
indirectamente familiarizado con sus teorías. Lo interesante es el uso selectivo que el fraile da
a los títulos del teólogo salmantino. Murúajustifica la ocupación española con argumentos
similares a los dos primeros títulos de Vitoria, que pennitían el ingreso de los españoles a las
Indias para comerciar y evangelizar, pero no concuerda con el quinto título, el cual justifica
una intervención en caso de tiranía (postulado básico de la posición del Virrey Toledo y sus
seguidores). Murúa no toma en consideración este quinto título, pero sí retoma el más
controvertido de los títulos de Vitoria, aquel que justifica una intervención en caso de ser los
nativos incapaces de establecer un Gobierno legítimo, con leyes adecuadas y efectivas.
(Menéndez Pida! 1958:26-7) Este argumento, y la teoría sobre la "esclavitud natural" de
Aristóteles, fueron usados por Ginés de Sepúlveda, el cronista oficial de Carlos V, en la Junta
de Valladolid ( 1550-51 ). Siguiendo dicha teoría aristotélica (según la cual algunos hombres
so lo servían para obedecer y servir a otros), Sepúlveda aseguró que la condición natural de
los indios era la servidumbre, y que era deber de los españoles el tratar de ayudar al indio a
superar su naturaleza con un combinación patemalista de fuerza y paciencia.
¿Cómo logra Murúa reconciliar esta tesis con su inquebrantable admiración por los
Incas? Lo hace a través de argumentos basados en ideas de nobleza de sangre. Para Murúa
los Incas eran superiores al resto de la población andina y esta superioridad les venía desde
su nacimiento. Al describir las numerosas conquistas que Tupa Amaro Ynga realizó durante
el Gobierno de su padre Pachacuti Ynga Yupanqui, Murúa afinna: "se echava vien deber la
sangre real que tenía". (Murúa 1962-64:11-12) Los Incas eran diferentes al resto de la pobla-
ción andina, descrita generalmente en ténninos peyorativos:
29 " El derecho de gentes, derivado del derecho natural, establece el libre comercio y comunicación de los
pueblos, el ius peregrinandi et degendi, a no mediar algún perjuicio especial que lo estorbe, y los
españoles tienen derecho a peregrinar en las Indias y permanecer allí". (Menéndez Pida( 1958:21)
"Son los yndios por la maior parte peresosos y que si no es por fuersa o
grandísima ner;esidad no echaran mano a darse al travajo tristes y
melancolicos, cobardes, flojos, tibios, viles, mal ynclinados, mentirosos,
yngratos a quien les haze bien, de poca memoria y de ninguna firmes a en
cosa que tratan y algunos cry ladrones y embaidores [sic} y en jeneral todos
dados a supersticiones y hechizerias, abusioneros entregados totalmente a
dos vir;ios lujuria y embriagues .. . como les conor;io [el ynga} el humor llebolos
por alli enfrenando/os en sus vicios y castigando/os con summa seberidad
sin perdona/les ninguno que fue medio eficasisimo para tener sujetos tanta
ynfinidad de yndios ". (Murúa 1962-64:11-36)
30 " por la confusión de su entendimiento y la poca meditación que hazen de su vida o por la facilidad que
tienen en el mentir (que es grandísima) o por su pésima naturaleza, malicia i ynstigai;;ión del demonio
ellos las mas confei;;iones las hazen nullas y dimidiadas ocultando los peccados que an cometido ..."
(Murúa 1962-64:11-59)
31 Las ideas de Murúa coinciden también en ciertos aspectos con las de José de Acosta. Su Historia
Natural y Moral de las Indias ( 1590) fue uno de los libros más leídos sobre el Nuevo Mundo a fines
del siglo XVI, y a lo largo del siglo XVII. (Zamora 1988: 107) Acosta vivió en el Perú durante quince
años, aprendió quechua, ayudó a Toledo a crear reduccíones de indios, presenció la muerte de Tupac
Amaru y fue \ma de las principales fuerzas tras el Tercer Concilio Limense ( 1582-83). Denunció los
abusos y maltratos sufridos por los naturales en manos de los conquistadores y encomenderos, la
hipocresía de clérigos y frailes y la corrupción y codicia de burócratas. Acosta reconocía la dignidad
humana, racionalidad y libertad natural de los indígenas, pero también vió en ellos señales de bestia-
lidad y barbarismo, lo cual atenuaba las transgresiones de los españoles. Ver Brading 1991 .
"Una riqueza que nos quedava que referir y la mas prinsipal de quien pen-
den todas las demas deste reino y que sin ella todas se an de deshazer y
consumir se va poco a poco disminuyendo estos son los yndios dél que por
ocultos caminos se menoscavan y cada dia paresen menos... " (Mur(!a, ms.
Wellington, párrafo tachado, IV: fol. 295)
"No se les puede negar a los ingas aber sido en el govierno politico de este
tan estendido reino summamente abisados y discreptos, governando estos
yndios comforme pide su naturale<;a y condi<;ion y acomodando las leyes a
las tierras, ... y todos confiesan que si el dia de oy fueran rejidos comforme lo
fueron de los ingas travajaran mas los yndios ... " (Murúa 1962-64:11-36)
Los cambios traídos por la Conquista inspiraron a muchos cronistas de mediados del
siglo XVI (como Cieza o Betanzos) a registrar y explicar lo que iba desapareciendo, lo que
futuras generaciones no tendrían el privilegio de ver. Murúa está claramente impresionado
con la riqueza de la tierra y obsesionado por la necesidad de controlar a los nativos para una
mayor y más eficiente explotación de los recursos disponibles. No propone un retomo al
Tawantinsuyo, pero su descripción de un magnífico pasado incaico y sus quejas sobre la
labor incompleta y tendenciosa realizada por los cronistas que lo precedieron apuntan de
manera acusadora al régimen con el que los españoles reemplazaron al incario. 32 La crónica
contrasta una sociedad espléndida, productiva y densamente poblada dirigida por los Incas
con una sociedad imperfecta, llena de vicios y corrupción, caracterizada por una población
nativa en disminución y una fuerte rivalidad por su control. 33
Murúa era de carácter fuerte y dominante, y esto lo llevó a tener numerosos conflic-
tos con autoridades locales, principalmente corregidores de indios, como lo indica Guarnan
32 El debate sobre los ··justos títulos" de la Conquista mantuvo viva la memoria de los Incas en la segunda
mitad del siglo XVI. Justificar esta acción implicaba mostrar que los Incas habían sido tiranos e
ilegítimos. Sin embargo, muchos de los que cuestionaban la legitimidad del dominio español en el Perú
lo hacían comparando el desgobierno colonial y el orden y justicia imperantes bajo el incanato.
(MacCorrnack 1991 :243)
33 Sobre este punto, Murúa coincide con su némesis Guarnan Poma, pero por razones muy distintas. Para
el cronista mercedario, el gran error de la Conquista y del sistema coloni<!l español fue la destrucción de
un elemento indispensable para un efectivo manejo de los recursos humanos y materiales: la administra-
ción incaica. Murúa lamenta por ejemplo la progresiva desaparición del sistema de chasquis, un sistema
de comunicación extremadamente efectivo para la zona andina. (Murúa 1962-64:11, caps. 8 y 9)
Poma. Murúa muestra poco aprecio por los corregidores, a los que describe como funciona-
rios corruptos, violentos, ladrones, que utilizan su poder para incrementar ilegalmente su
riqueza (tomando bajo su control los tambos cerca de los caminos, para abusar de los
viajeros con los precios de sus servicios, por ejemplo). (Murúa 1962-64:II-47-53) Murúa vivía
en un período de cambios, durante el cual un aparato colonial en crecimiento buscaba
fortalecer su control económico y político (al caer finalmente los Incas de Vilcabamba en
1572), extendiendo su autoridad sobre áreas a las que solo el clero regular había llegado
antes . Bajo el régimen del Virrey Francisco Toledo ( 1569-1581) se implantó un sistema centra-
lizado de trabajo obligatorio a través de instituciones como las reducciones de indios y la
mita. Para el clero regular, esto significaba compartir el poder sobre los indios con autorida-
des estatales como el co1Tegidor de indios y con nuevas autoridades religiosas de nivel local
( clero secular en parroquias indígenas). También significaba el incremento de las instancias
y niveles de autoridad, y una división del poder que producía nuevos espacios en cuyos
intersticios los indios podían rechazar o contravenir los abusos de las autoridades locales y
provinciales. Exaltando a los desaparecidos Incas, Murúa indicaba las fallas y contradiccio-
nes de un régimen colonial burocrático y en niuchas fonnas ineficiente.
Murúa no escribió su crónica so lamente para transmitir su visión crítica del pasado y el
presente. Pasó muchos años rescribiendo su obra, intentando hacerla más atractiva y de
lectura placentera. Esta no era una tarea sencilla para el fraile. Su lengua materna no fue el
español sino el vasco, un idioma que no es de origen indoeuropeo, con pocas similitudes con
las lenguas romances tanto gramatical como ortográficamente, y con una limitada tradición
escrita. 34 La influencia del vasco aparece en ciertos detalles estilísticos de Murúa. Por ejemplo,
el uso abundante de sufijos superlativos (-ísimo/a), preferidos al prefijo "muy", corresponde a
la característica aglutinante del vasco, idioma que complementa o especifica el significado de
palabras con sufijos más que con adjetivos y aposiciones. (Collins 1990: 11) También se trans-
parenta en la obra de Murúa la influencia de la tradición oral vasca, muy rica en proverbios,
mitos y sobre todo muy adicta a los versos .35 Su esti lo es el de un narrador de cuentos que
constantemente repite frases coloquiales ("como dicho es", "visto esto") para unir oraciones
y párrafos, frases que un narrador oral utiliza para retener la atención de su audiencia.
Murúa se vuelve por momentos denso y obstruye su crónica con innecesarios ser-
mones sobre la codicia o la envidia en los que trata infructuosamente de ser elegante. 36 El
predicador prevalece sobre el narrador e interrumpe con discursos moralizadores poco elo-
cuentes,37 que contrastan con una escasez general de metáforas y citas eruditas. Las pocas
metáforas que Murúa plasma en su crónica son metáforas religiosas muy comunes en aque-
lla época, que asocian la evangelización con la actividad agrícola o pastoril, y & los indios con
plantas u ovejas. (Murúa 1962-64:JI-J 78 y JI-182-3) Las referencias a la Antigüedad Clásica,
tan populares entre sus contemporáneos, son bastante superficiales y no pasan de más de
una docena. Las citas bíblicas son aún más raras.
A todo esto se suma una perspectiva bastante heterodoxa si se la compara con las de
otros cronistas de la época. El fraile salpica su obra con un sinnúmero de detalles llamativos
y exóticos, como la costumbre de atar hilos por encima y por debajo de las rodillas de las
jóvenes al servicio de la Coya para reforzar sus muslos y pantorrillas (Murúa 1962-64:1-31 ), o
una extraña historia de perros que inevitablemente se ahogan en un pozo cerca de Potosí.
(Murúa 1962-64:JI-107) También ofrece varias leyendas sobre eventos raros y objetos fabu-
losos que introduce en sus capítulos, aún a riesgo de interrumpir el hilo de la narración o
restarle coherencia. (Murúa 1962-64:JI-25) Murúa no explica por qué debemos conocer estos
detalles, solo asume que van a interesar al lector. En su dedicada búsqueda de lo raro y
turbio, Murúa llega a contradecirse. Primero describe a Manco Capac como un tirano que
teme por su vida, y luego como un rey generoso y sabio, muy querido por sus vasallos. 38
Según José Luis Ramos Escobar, muchos cronistas incluyeron en sus relatos leyen-
das e historias míticas, pero la única evidencia significativa de la existencia de narraciones
indígenas es la colección de relatos de la Historia General del Pirú de Murúa, y de la
Miscelánea Antártica de Miguel Cabello de Balboa. (Ramos Escobar 1984:527) Murúa inclu-
yó en su crónica tres narraciones prehispánicas tomadas de la tradición oral3 9 , en las cuales
se fusionan por primera vez elementos literarios europeos con la tradición oral incaica, dando
lugar a lo que Ramos llama una "narrativa hispanoamericana". (Ramos Escobar 1984:535)
Estas narraciones, sin embargo, no pueden considerarse expresiones puras de mitos incaicos.
Murúa no es en ningún momento un simple transcriptor. Al ser traducidas, estas leyendas
debieron ganar y perder muchos detalles. Al narrarlas, Murúa utiliza una prosa elaborada,
inspirada en las novelas pastoriles del siglo XVI. Los personajes son seres hennosos y
sentimentales, golpeados por el amor a primera vista, que pierden el apetito y se consuelan
llorando en un bucólico escenario de montañas, praderas y fuentes de agua. (Arrom 1973:31)
37 Uno de los ejemplos más saltantes es la extraña metáfora de las tres buenas y hermosas madres
(verdad, felicidad y honor) que dan a luz tres horribles y despiadadas hijas (odio, desdén y envidia),
pasaje sin final claro ni enseñanza moral explícita, interrumpido por un complicado sermón censu-
rando la codicia y la traición. (Murúa 1962-64:1-50)
38 Murúa utiliza la información de un cronista toledano aumentando luego información pro-Inca.
(Murúa 1962-64:l:2bis) En otra ocasión, Murúa afirma primero que Manco Capac y sus hermanos
horadaron las orejas de Cinchiroca cuando era aun muy joven, luego dice que Cinchiroca fue el
primero en ordenar que sus descendientes se hagan hueco en las orejas porque fue lo que le sucedió a
uno de sus sobrinos en la guerra. Comparar Murúa 1962-64:1-24-26 y 1:30.
39 " Donde se dirá el casamiento del príncipe y el capitán Tupa Amaro, con un admirable suceso que le
acaeció con la ñusta Cusi Chimpo, su muger" (cap. 89, fol. 188) , "De un admirable suceso que los
indios cuentan de Saire Tupa Inga y de su muger y hermana, doña María Cusi Huarcay" (cap. 93, fol.
198 ), "En que se pone una fiction y suceso de un pastor Acoytapia, con Chuquillanto, hija del Sol."
(cap. 91 , fol. 193)
Sin embargo, a diferencia de los castos héroes de las novelas pasroriles, los personajes de
Murúa se encuentran y consuman sus deseos sexuales. Acoytapia, Tupa Amaro y Sayre
Tupa logran rendir la voluntad de las bellas y vírgenes acllas o ñustas, seduciéndolas con la
ayuda de objetos de la vida cotidiana, a primera vista banales pero que resultan ser mágicos:
una vara de pastor, un pájaro, una flor.
Murúa sitúa estas historias al final del primer libro de su crónica, después de las biogra-
fias de los Incas, las Coyas y los príncipes y capitanes. Los personajes de sus historias perte-
necen al contexto descrito en los capítulos anteriores, e incluso algunos son presentados como
miembros de la elite incaica, hennanos de tal o cual inca. Murúa crea así un nexo entre persona-
jes reales y ficticios . Solo la historia de Chuquillanto y Acoytapia es presentada como una
" fiction y sw;:eso"; los romances de los príncipes Tupa Amaro y Saire Tupa con las ñustas Cusi
Chimbo y Cusi Huarcai son presentados como realidades extraordinarias, un "sw;:eso estraño"
o "admirable sw;:eso". Como buen narrador, Murúa alimenta la imaginación de su audiencia
planteando la posible veracidad de estos sorprendentes sucesos. El mercedario afinna haber
visto la flor blanca con la que Tupa Amaro obtuyo los favores de la ñusta Cusi Chimpo y la ro~a
en la que se convirtieron los amantes Chuquillanto y Acoytapia durante su huida. Lo interesan-
te es que Murúa no descarta los elementos mágicos de los mitos. Juega con lo real y lo irreal
como lo harán Alejo Carpentier y García Márquez en el siglo XX. (Arrom 1973 :35)
Estos detalles nos muestran a un Murúa que no busca solamente un público erudito. Su
público es sin duda europeo, pero no necesariamente académico o exclusivamente cortesano.
Como narrador, el fraile se sitúa como testigo de los hechos pero siempre desde una posición
externa, di stanciándose de los "indios" y enfatizando su calidad de testigo europeo:
"... aunque para nosotros son comidas groseras y toscas para ellos eran tan
subidas y sabrosas como los manxares mas delicados y suaves que se ponen
en las mesas de los monarcas y reyes de nuestra Europa". (Murúa l 962-64:1-
29-30, mis negritas)
Murúa dedica su obra a_la Corona española en la persona del rey Felipe III, pero no
parece dirigirse a una audiencia real o nobiliaria. Como vemos en el párrafo citado, Murúa
habla de " las mesas de los monarcas", utilizando la tercera persona, no la segunda persona
como lo haría si se dirigiera a la Corona. La crónica y el gran numero de dibujos disponibles
en sus dos versiones nos llevan a pensar que el mercedario escribió esta obra para lectores
y oyentes de todo nivel social e intelectual , desde eruditos 40 hasta analfabetos, e incluso
mujeres . Murúa puede haber estado pensando en un público femenino al incluir las biogra-
fías de las Coyas y las ficciones amorosas. Estas extrañas anécdotas y relatos que tanto
cautivaron a este mercedario constituyen uno de los aspectos más ricos y originales de la
crónica. Uno de estos relatos, el de Tupa Amaro y Cusi Chimbo, es el que Verónica Cereceda
utiliza para acercarse a la idea de belleza aymara en "Aproximaciones a una estética andina:
de la belleza al ~_inku". (Bouysse-Cassagne et al. 1987)
40 Murúa utiliza por lo general el tono seguro de quien sabe y fue testigo de lo que di ce, pero en ocasiones
adopta una actitud humilde dando la última pal abra a algún lector mas informado.
3. Conclusiones
A pesar de los numerosos plagios que la componen , la Historia General del Pirú nos
ofrece vetas extremadamente interesantes para un estudio histórico o literario del mundo
colonial andino en el preciso momento del tránsito del siglo XVI al XVII. Murúa decide
conscientemente escribir sobre los prestigiosos Incas del Cuzco en vez de escribir sobre el
material más bien cotidiano que le ofrecen sus parroquianos indígenas en Aymaraes, el
Collao o Charcas. Retoma lo previamente escrito por otros autores, pero añadiéndole a estos
préstamos su propia interpretación del pasado y sus propias ideas de lo que una crónica
amena e informativa debía contener. Su obra es el testimonio de una sociedad colonial
emergente tras las reformas de la década toledana de 1570, que producía diferentes perspec-
tivas sobre su propio rol y funcionamiento . Es el testimonio del encuentro entre varias
tradiciones orales y escritas, hispanas y andinas . Es la obra de un individuo aculturado tras
más de treinta años de residir en el sur de los Andes; un cura de pueblo con ojo para los
negocios y evidentes ansias de poder. Sin ser un erudito, Murúa demuestra ser un fraile
independiente y creativo, capaz de combinar las ideas de Las Casas y Vitoria con tradiciones
orales andinas y vascas . Vasco , español y andino , devoto y profano , minucioso e
inescrupuloso, Murúa no dejará jamás de sorprenderme.
Annalyda Ávarez-Calderón
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costas del Pacífico Sur de Chile y Perú a inicios cureció el uso de fuentes indígenas, al no conside-
del siglo XVIII-, el mérito de los testigos oculares rarlas fuentes históricas legítimas y racionales.
resultaba inferior al de la calidad de la observación Cañizares describe el conocimiento español e his-
realizada (p. 15). La precisión de la percepción panoamericano de los documentos indígenas y
humana fue entonces enfatizada, resaltándola a los intentos hechos en base a ellos para determi-
través de los diarios, esquemas e instrumentos nar la historia anterior a la Conquista. El auto r
científicos, así como del examen crítico de los tes- sigue el aná lisis de Walter Mignolo ( 1995) sobre
tigos, y de sus raciocinios o delirios. las actitudes europeas ante los sistemas de escri-
El resultado fue la expectativa de un "viajero tura no-alfabéticos, pero no comparte la conclu-
filosófico", un observador racional instruido en sión de Mignolo de que los intelectuales españo-
histori a natural (p. 15 ). Al mismo tiempo, se de- les nunca reconocieron el valor histórico de los
sarrolló un sistema interno y "cerrado" para el documentos indígenas, para lo cual Cañizares cita
examen de los textos de viaje -a partir de la prác- los ejemplos de los cronistas franciscanos de
tica de los siglos XVI y XVII de recopilar dichos México Central y Yucatán (Motolinía, Bernardino
textos-, sistema que requería la lectura crítica de de Sahagún y el "Códice Florentino" ; y Diego de
los documentos para evaluar su consistencia, así Landa). Sin embargo, la legitimidad intelectual de
como el uso descriptivo de analogías de la Anti- los documentos indígenas no podía coexistir con
güedad Clásica greco-romana. Sin embargo, como las historias humanas conjeturales propuestas por
señala Cañizares, escritores como Cornelius De los escritores de l norte europeo, y la naturaleza
Pauw empezaron a asignar ideas deterministas no-alfabética de esos documentos se convirtió en
sobre la capacidad de observación de españo les e el centro de l debate para desacreditar los docu-
indígenas a los textos mismos. La verdad o false- mentos producidos por los amerindios (p. 72).
dad de un texto dependía ahora de si el observa- En el tercer capítulo, Cañizares anali za las
dor era considerado suficientemente inteligente conflictivas respuestas institucionales e intelec-
como para hacer una descripción e identificación tuales desarro ll adas en España frente a las negati-
precisas, o para inventar la información. En mu- vas percepciones europeas sobre las '' limitacio-
chos casos, estos filósofos descontaban o nega- nes" de la historiografía española. Las ilustra con
ban las capacidades de clérigos, soldados y mer- los coincidentes debates sobre las desafortunadas
caderes españoles en todas estas actividades . investigaciones mexicanistas de l viajero italiano
William Robertson, finalmente, ap licó teorías de Lorenzo Boturini ( 1701- 1753 ), los infructuosos
·'evolución social" para defender los relatos espa- intentos de escribir una detallada historia colonial
ñoles de viaje como evidencia objetiva de los va- por parte de la Real Academia de la Historia entre
rios niveles de civilización entre los pueblos indí- 1755 y 1770, y la formació n del Archivo de In-
genas de las Américas, descartando el uso de las dias en la década de 1780. Según Cañizares, dos
analogías Clásicas como un obstáculo para la com- escuelas de pensamiento participaron en esos
prensión de que las culturas amerindias exhibían proyectos, diseñados en respuesta a escritos como
características primitivas de la civilización huma- los de De Pauw y Robertson . La aproximación
na (pp. 38-42). Alexander von Humbolt, cuya "patriótica" buscó defender la historia española
obra, según Cañizares, demostraba el "Nuevo Arte en base a la autoridad de las fuentes originales del
de la Lectura" ("New Art ofReading") resultante, siglo XVI y combatir las críticas anti-h ispanas
clasificó a los amerindios como ;'orientales", y (pp. 142-43). Una aproximación más progresista
buscó ubicar sus expresiones artísticas e indivi- se desarrolló simultaneamente, promoviendo nue-
duales a lo largo del espectro de un esquema del vos métodos históricos que incorporaran fuente s
progreso humano (p. 55). y comentarios del Norte europeo así como las
Dado el escepticismo con que se estaban con- tradiciones amerindias. Además, debates
siderando los relatos históricos españoles del si- metodológicos y "problemas de propiedad" en
glo XVI , según Cañizares, los intelectuales euro- torno a la refolección y organización de la infor-
peos -teóricamente- hubieran podido estudiar mación originada en varias fuentes y áreas admi-
documentos indígenas para recuperar la informa- nistrativas en las colonias, complicaron los inten-
ción histórica previa a la Conquista. Por qué no tos institucionales para desarrollar colecciones
fue este el caso es el tema del segundo capítulo, en archi vísticas públicas, así como una historia ofi-
el que la aproximación histórica conjetural a la cial española de las Américas.
historia humana como ''desarrollo humano" obs-
europea e hispanoamericana (/ 513- tres ensayos. El tríptico se abre con una reseña
1830). Barcelona: Planeta, 1991. cronológica de los seis obrajes y dieciocho chorri-
llos (unidades de menor escala que suministraban
TAYLOR, William B. a las unidades mayores) identific;_ados por Hurta-
1996 Magistrales ofthe Sacred: Priests and do para el siglo XVIII. El autor desglosa al con-
Parishioners in Eighteenth-Century junto de propietarios en tres grupos, los ·'espa-
Mexico . Stanford , Calif.: Stanford ñoles-criollos" (corregidores, mineros. comercian-
University Press. tes) , la Iglesia (doctrineros y conventos) y los
(*) Hay versión castellana: Ministros de señores étnicos. Además, proporciona informa-
Jo sagrado: Sacerdotes y feligreses en ción básica sobre el mencionado complejo obra,je-
el México del siglo XVIII. México, D.F. : tierra-estancia. Por momentos, el relato adquiere
El Colegio de México; Secretaría de Go- un cierto colorido local, pues el autor interpola
bernación , Subsecretaría de Asuntos sus excursiones a las casas y capillas de los obrajes
Religiosos; Zamora, Mich.: El Colegio en cuestión. En cuanto a los ciclos de auge y caí-
de Michoacán. 1999. 2 vols. da, Hurtado confiesa que la escasez de fuentes ha
sido una barrera infranqueable. Respec to de los
mentados ciclos. Hurtado debe extrapolar datos
provenientes de Cuzco y de Huamanga, co nclu-
yendo que éstos se aplican al caso del valle y que
el decaimiento de las minas de Huancavelica (prin-
Hurtado Ames, Carlos. Curacas, industria y re- cipal mercado de las manufacturas textiles del
vuelta en el valle del Mantaro (siglo XVIII). Jau- valle) tuvo un serio impacto en la decadencia de
j a: CONCYTEC y Halckon Editores, 2006, 166 p. los obrajes y chorrillos locales. Con respecto a la
mano de obra que abastecía a los obrajes, Hurtado
El valle del Mantaro ocupa un lugar privile- sostiene que se trataba de trabaj adores forzados
giado en la historia de las manufacturas coloniales (mita obrajera) y de trabajadores sem ilibres o en-
pues, hasta donde sabemos, allí se establecieron ganchados. Una vez más, sin embargo, la ausencia
los primeros obrajes poco tiempo después de la de fuente s (libros internos, por ejemplo) impide a
entrada de los españo les a los Andes. Los culti- Hu1tado explorar los mecanismos de reclutamien-
vos de panllevar de las tierras ribereñas, así como to, así como otros aspectos del trabajo textil en el
la enorme cantidad de ganado de las punas circun- Mantaro.
dantes, aseguraron los in sumos básicos para el El segundo capítulo analiza el rol de la noble-
florecimiento de estas manufacturas textiles du- za indígena en la producción textil del va ll e.
rante la era colonial. Carlos Hurtado, profesor de retomando la hipótesis de que existió una relación
la Universidad Nacional San Cristóbal de entre la decadencia de la institución curacal y la
Huamanga, se aproxima a la historia de los obra,jes caída de la producción textil a fines del siglo XVIII.
del Mantaro desde esa otra historia a la cual ha El autor le sigue la pista a más de una familia de
dedicado sus más recientes esfuerzos: la de los curacas obrajeros, entre las que destaca la de los
señores étnicos del valle. A partir de la constata- descendientes de don Carlos Apoalaya, quienes
ción de que estos poderosos curacas tuvieron un acapararían los tres principales curacazgos du-
rol preponderante en la producción textil de la rante la tercera década de dicha centuria. Para los
región , el libro entreteje un conjunto de informa- señores étnicos, la actividad textil ·'no habría te-
ciones provenientes de archivos locales y de in- nido una gran significación en cuanto a la obten-
vestigaciones sobre obrajes en Cuzco y Huamanga ción de renta", ·'pero sí les ayudó a sostener su
para proponer que existe una corre lación entre el prestigio social , poderío económico e influencia
declive de la actividad textil del Mantaro, por un política" ( 1O1). Este último aspecto - la compleja
lado, y la decadencia de la institución curacal a relación entre la legitimidad de un señor étnico y
fines del siglo XVIII , por otro. Ambos episodios el fomento de sus empresas individuales o fami -
al parecer forman parte de un solo proceso que liares- no emerge tan claramente del análisis de
encuentra su explicación en las ·'condiciones es- Hurtado. Una razón posible es que, a pesar de su
peciales" del valle en tiempos coloniales. profundo conocimiento de la historia colonial del
El libro, cuyo origen se remonta a una tesis de Mantaro, el autor se resiste a abandonar explica-
licenciatura del año 2001 , se organiza a partir de ciones que operan en el plano individual al mo-
miento y la Conquista del siglo XVI, con los in- blemente ·'Elías de Mosul" en castellano, se em-
formes de las expediciones científicas del siglo barcó en la flota de 1675, haciendo el recorrido
XVIII , o con los relatos de los viajeros del siglo entre Cádiz, la Costa venezolana, Cartagena de
XIX (cf. Núñez 1989, Núñez comp . 1989, Indias, Portobello y Panamá. Navegó desde este
Domínguez 1993). La mayoría de tales re latos último puerto a Guayaquil (donde los caimanes le
fue escrita por autores españoles, o por otros parecieron similares a 'dragones' ), pero en lugar
· súbditos de la monarquía españo la que habían re- de seguir por mar a Lima, decidió ir por tierra a
cibido permiso especial para cruzar el At lántico. Quito, donde fue recibido por el Obispo don
Viajeros de otras nacionalidades europeas, hasta Alonso de la Peña Montenegro ( 1658-88). De allí
bien entrado el siglo XVIII, solían ser enemigos pasó a Cuenca ( asistiendo a una ·' fiesta de los
abiertos o potenciales del imperio colonial espa- toros" ), Loja (y la mina de oro de Zaruma), Piura
ñol, y sus escritos contribuyeron a mantener vivo (donde los peces del ·'río Colán" le parecieron
el agresivo interés de los rivales ingleses y france- simi lares a los del Tigris), Trujillo (tras cruzar el
ses de la corona española (cf. Duviols 1987, ·'despob lado de Sechura", que compara con el
Bradley 2000). En este contexto resulta un testi- desierto egipcio), pasando a Cajamarca (para ver
monio realmente extraordinario el relato de un viaje el palacio del antiguo rey de los indios llamado
por los Virreinatos del Perú y México, llevado a ·'Jncarasut" ), y llegando finalmente a Lima en 1677.
cabo entre los años 1675-1684 (aunque redactado Gobernaba entonces ·'Don Balthasar Villagucunda
intermitentemente entre aproximadamente 1680- de Castillar, Marqués de Maragun"; es decir,
1689), por un viajero proveniente del Medio Baltasar de la Cueva EnríquezArias de Saavedra,
Oriente.El reverendo llyas ibn Hanna al-Musili Conde de Castell ar y Marqués de Malagón, vi-
(o al-Mawsili), es decir Elías, el hijo de Juan, de rrey del Perú entre 1674-1678.
Mosul, era un sacerdote árabe cristiano prove- A fines de 1677 el reverendo Elías salió de la
niente de Mesopotamia (en lo que hoy son las capital hacia la Sierra central y la villa de
repúblicas de Iraq y Siria), miembro de la llamada Huacavelica, donde visitó las minas de mercurio.
Iglesia Caldea de Babilonia. Su comunidad religio- Pasó luego a Huamanga, Abancay, cruzó el puen-
sa era en el siglo XVII una de las dos minorías te colgante sobre el río Apurímac, llegando al Cuz-
cristianas que subsistían en el Medio Oriente bajo co, donde permaneció 5 meses ese año 1678, y
el dominio Turco Otomano (desde mediados del fue testigo de un terremoto . Siguió camino a
siglo XV), conviviendo con una mayoría musul- Paucartambo, donde comenta el uso de la coca
mana (desde la expansión del Islam en el siglo por los indios, así como del maíz (que ya se cono-
VIII). Remanentes del cristianismo existente en cía en el Medio Oriente y era! !amado "'cereal egip-
esa región (estab lecido originalmente en el siglo cio") y de la chicha (que compara con el "araq",
11), como los seguidores del "rito cald eo" o una bebida más cercana al pisco en realidad). Se
·'jacobita",desde mediados del siglo XVI habían dirigió luego a las minas de plata de Condorma,
reconocido la autoridad papal, aunque manteniendo Caylloma y Puno, pasando a la provincia de
sus ritos orientales (más cercanos a los de la Igle- Chucuito (donde comenta sobre los indios uros),
sia Ortodoxa Griega, separada de Roma desde el y luego a La Paz y Oruro, llegando a la Villa Impe-
año 1054 ). La otra minoría cristiana, la llamada rial de Potosí. Tras 45 días allí, visitando la Casa
Iglesia Asiria o Nestoriana, mantiene hasta la ac- de Moneda y a lgunas minas, pasó a la ci ud ad de
tualidad su autonomía respecto del Vaticano. Chuquisaca o La Plata, sede de la Audiencia de
Ambas minorías subsisten hoy en día en varios Charcas, donde fue recibido por el Arzobispo don
países del Medio Oriente.E l reverendo Elías al- Cristóbal de Casti lla y Zamora ( 1679-83), a quien
Musili viajó en 1668 de A lepo (en Siria) a Roma, había conocido el año anterior cuando todavía era
donde el Papa Clemente IX (reinó 1667-69) lo Obispo de Huamanga ( 1669-78). Tras otros 45
autorizó a peregrinar por Europa pidiendo limos- días en La Plata a mediados de 1679, y pese al
nas para ayudar a la financiación de la Iglesia Cal- pedido de los habitantes de que se quedara ali í por
dea. Tras un lustro de infructuosos esfuerzos en un año, regresó a Liina, pasando por Arequipa, a
Nápoles, Sicilia y Francia, al-Musi li se dirigió a cuyo Obispo, don Antonio de León ( 1679-1708),
España, donde la reina doña Mariana de Austria había conocido casi 5 años antes cuando era Obis-
(regente 1665-75), viuda de Felipe IV (reinó 1621 - po de Panamá. Embarcóse en el puerto de lslay y,
65), le otorgó en 1674 permiso para pasar a Amé- tras 8 días de navegación, llegó al Callao y a Lima,
rica. Así nuestro singu lar viajero, llamado proba- ya en 1680. Debido a la amistad que entab ló con
Pltret1taciót1 Real, que de estas Reales Exequias Este impresionante li stado de obras fue reali-
dió a luz D. Miguel de Baldivieso. Cathedrático zado al margen de los círcu los intelectuales oficia-
de Prima de Leyes en la Rl. Universidad de Lima. les de la época, ya que Llano Zapata nunca acce-
·'Paremiographo Hispat10-latit10, vol. en 80. dió a una posición académica o burocrática per-
en Lima año de 1752. manente que le permitiera finandar sus investiga-
·'Set1ecte Jut1ioris Cathot1is Cordubet1sis ciones y publicaciones. Tuvo suficientes contac-
!Ethicorum libri VI, correcti el emmemlati. Lima tos con patrones y promotores en situaciones de
apud Franciscum Sobrinum, ann . 1752. poder (lo que exp lica que pudiera publicar lo que
·' Prelimit1ar y Cartas que precedet1 al tom. publicó), pero no aq uellos que le permitieran la
I o. de las Memorias Histórico-Phnicas etca. tk estabi lidad necesaria para culminar sus más ambi-
la América Meridional. En Cádiz, vol. en 4o. ciosos proyectos intelectuales. En la década com-
año 1758. Reimpreso en la mi sma ciudad , vol. en prendida entre 1758 y 1769 publicó en Cádiz,
80. año de 1759, y traducido á Inglés, en Dublín Sevilla y Lima una selección de su corresponden-
año de 1760. cia con otros intel ectuales españoles de la época,
·'Cartas Crítico-Juiciosas sobre mrios Asut1tos en la idea de atraer el patronazgo que le permitiera
de Historia, Física y literatura. En Sevilla, vol. terminar y publicar las Memorias. Pese al tono
en 4o. año de 1763. optimista de la ·'Notici a" de 1779 que hemos
·'Continuación de estas mi smas Cartas, vol. transcrito. y como lo indica Víctor Peralta des-
en 4o. en Cádiz año de 1764. pués de citar parte de ella, ese "'fue un vano inten-
·'Carta Persuasiva sobre asut1to de escribir to de ocultar la adversidad que rodeó a un manus-
la Historia literaria de la América Meridiot1al. crito que quedó inédito hasta que en 1904 Ricar-
Papel / en 4o. en Cádiz año de 1768. y reimpreso do Palma logró editarlo gracias a la adquisición
en Lima, año de 1769. ( ... ) de una de las copias que el propio Llano Za-
·'A estas obras impresas se deben añadir la pata hizo circular" (p. 60).
corrección y coordinación de las Nuevas Orde- En efecto, las Memorias fueron publicadas
flllflWS de la Sat1la Cruzada. que se copiaron e por Palma en edición de la Biblioteca Nacional del
imprimieron a su cuidado en Lima por los años de Perú hace poco más de un siglo. Ahora, con la
1752. Como así mismo el libro intitulado el Día ayuda del Colhy Co llege (Maine, EE.UU.), del
de lima, que fué la Relación de las Fiestas que Consejo Superior de Investigaciones Científicas
celebró esta ciud[a]d en la Jura y Coronación del (CSIC. Madrid) y del Ministerio de Educación y
S[eñ]or dn . Fernando VI. Havit:ndo fi ado uno y Ciencia de España, han sido nuevamente publica-
otro a su dirección y zelo al Rl. Servicio el Conde das en Lima, en un a excelente coedición de las
de Super-Unda, virrey que fué del Perú. universidades Católica (PUCP) y San Marcos
·'Además de éstas obras públicas, que citan (UNMSM), conjuntamente con el Instituto Fran-
los regnícolas y estraños. ha presentado el autor cés de Estudios Andinos (IFEA). La cuidada
al Rey el tom. 1o. de las Memorias Histórico- transcripción del texto manuscrito ha estado a
Physico-Crítico-Apologéticas de la América cargo del archivero e hi storiador sanmarquino Ri-
Meridiot1al. que es el Reyt10 Mit1eral, y aproba- cardo Ramírez Castañeda. Para beneficio del lec-
ron el Supremo Consejo de las Indias y Rl. Aca- tor se explicitan los ·'Criterios para la edición"
demia de la Historia, mandando S.M. (a consulta (pp . 19-20), y qui zás la única crítica posible a
del citado Consejo) que d. Ygnac io Goyenec he, una edición pulcra y ejemplar como ésta sea la
su sec [retari]o de Gracia y Justicia. escribiese al decisión de no incluir la foli ación original de los
autor en su Nombre. haciéndole saber que era su manuscritos (dos vo lúmenes, enviados por el au-
Rl. Agrado la continuación de esta obra. tor en 1761 al Secretario de Marina e Indias Julián
.. Fuera de estos escritos. en que actualmente de Arriaga. que se conservan en la Biblioteca del
trabaja, está para dar a luz la Chrot10/ogía His-1 Palacio Real en Madrid, con signatura 11/1809,
tórico Náutica desde el Descubrimiet1to de las sobre el ·'Reyno Mineral'", y 11/ 181 O, sobre los
lfldias hasta el tiempo preset1le. En esta obra se ·'Reynos Vegetable y Animal"; cf. pp. 17. 21-23 ,
leen las principales expediciones marítimas a las 34-36, 51 ; portadas reproducidas en pp. 141 , 413 ).
Américas Septentrional y Meridional , así de la Aunque el códice manuscrito que sirve de base
España como de las otras potencias de Europa, y a esta nueva edición de las Memorias está dividido
los amiamentos de los piratas que han infestado en dos vo lúmenes, los editores han subdividido el
aquellas costas" (fs. 3v-6r). segundo volumen en dos secciones, correspondien-
este texto nos permite encontrar en el pasado, en cuentra el autor del libro que pasamos a reseñar.
las ilusiones y anhelos de franciscanos como Peter Guardino es un reconocido especialista
Mendieta, un espacio para disecc ionar y discer- en la hi stori a decimonónica mexicana, desempe-
nir elementos que hay que prolongar y que hay ñándose como catedrático de Historia Latinoa-
que modificar. La lectura de este libro nos condu- mericana en Indiana Universit)'\ (Bloomington,
ce a reafirmar un reconocimiento a la dignidad y Indiana, EE.UU. ). Este nuevo estudio, siguiendo
capacidad de los sujetos más directamente perte- el derrotero marcado por su primer libro (Guardino
necientes a los pueblos autóctonos que si bien no 1996), mu es tra una vez má s su interés
son infantes para protegerlos, tampoco merecen historiográfico por analizar el comportamiento
ser destrozados. No son idólatras para cuestio- político de los sectores populares -o los ·'grupos
narlos o castigarlos, sino que han recibido una su balternos" como él los denomina-, poniendo
herencia del Esp íritu. Son aquellos, diríamos aho- especial interés en los movimi entos sociales, la
ra. quienes han mostrado que no solo tienen ·'se- formación del estado y la rel ac ió n entre nac iona-
millas del Verbo" sino he1mosos frutos del Verbo li smo y cultura política popular en Méx ico. En
que necesitamos para caminar en conjunto. The Time ofliberty, Guardino detecta y examina
El P. Garibay, a través de la lectura de este los cambios ocurridos en México desde med iados
libro nos plantea un 'sistema de posibilidades ' del siglo XVIII con las reformas borbónicas hasta
para configurar con otros un camino que nos lleve la llegada del régimen liberal a mediados del sig lo
a vivir un nepantlismo, el cual es un punto en el XIX. La finalidad es mo strar la man era en la que
camino y no un punto de llegada. Es decir, equi- los subalternos internalizaron y utilizaron el dis-
valente entonces a estar dispuestos al avance con curso político dominante, en un periodo en el cual
apertura. Co n apertura para transitar y recorrer se experimentaron las vicisitudes del " súbdito"
nuestra propia ambigüed ad, lent itud y dificultad, que se convirtió en ·'vecino" y lu ego éste en ·'ciu-
pero aceptar también ese ll amado a la vida más dadano··. Es decir. el periplo histórico que signifi-
fiel a su vocación de dignid ad que so lo, junto con có dejar de ser ·'Co lonia" para experimentar ser
otros y otras podemos lograr. Tener la conciencia ·'República". Por ello, el autor se concentra en
de que no hemos llegado y de que juntos pode- anali zar los ··grupos sub alternos" de Antequera.
mos animarnos a caminar mejo r y llegar. la antigua cap ital de la provincia de Oaxaca ( ciu-
dad que después de la Independ encia recibió tam-
Ma. Alicia P11e11te L11tterotlt bién el nombre de Oaxaca), un lugar caracterizado
por su alto nivel de mestizaje, y por otra parte,
Villa Alta, un distrito con elevada población indí-
gena. Ambos lugares se encuentran en el actual y
conflictivo estado de Oaxaca.
E l libro de Guardino está organizado
Peter F. Guardino. The Time of Liberty: Popu- cronológicamente. En el primer y segund o capí-
lar Political Culture in Oaxaca, 1750-1850. tulos, el autor ofrece informac ión relevante sobre
Durham, North Carolina: Duke University Press, la economía y la vida política de Antequera y Villa
2005 (Latin America Otherwise: Languages, Alta, respectivame nte. En el tercer capítulo exa-
Empires, Nations) . ix + 405 p., mapas. mina el impacto del reformismo borbónico en la
cultura política de ambos lugares. En el cuarto
La historiografía latinoamericanista norteame- capítulo, el autor presenta el desarrollo político
ricana de las últimas dos décadas ha revalorado la ocurrido en los escenarios mencionados desde
importancia de las ideas y proyectos políticos 1808 hasta 1821 . Como diversos estudios ya lo
ensayados en las nacientes repúblicas liberadas han demostrado, este periodo es de suma impor-
del dominio espanol entre 1810-1825. Las nocio- tancia en el análisis de las mutaciones políticas en
nes de "cultura política" y el problema de las el ámbito hispanoamericano, ya que en 1808 los
relaciones entre " clases dirigentes" y " grupos dominios espaiioles en América vivieron una dra-
subalternos" son centrales en estos estudios. En- mática crisis política con la prisión del rey Fer-
tre los países donde este tipo de investigación ha nando VII y en· 1821 México obtuvo su inde-
probado ser de una gran riqueza interpretativa se pendencia. de Espana. En el quinto capítulo, a
encuentra México. Y entre los estudiosos que más través del análisis de periódicos, elecciones y ce-
han contribuído a este renovador análisis se en- remonias cívicas, Guardino nos brinda una vívida
cual la vida política moderna y las elecciones como bro sobre Guerrero. En este primer libro, publica-
práctica democrática no habrían echado raíces para do en I 996, el autor había mostrado la inmensa
ese entonces en el mundo hispanoamericano, ya capacidad de negoci ación política tanto de lapo-
que la vieja sociedad colonial caracterizada por blación indígena como de la élite regional de Gue-
las relaciones cliente lares persistía en el período rrero. En Guerrero, después de dbtenida la inde-
nacional. En contraste, Guardino nos dice que el pendencia. los campesinos eran marcadamente
principal problema en Oaxaca fue la ausencia de anti -españoles, e incluso vieron a los líderes mexi-
pluralismo político más que la persi stencia de una canos como centralistas que albergaban planes para
·'vieja sociedad" de Antiguo Régimen. retornar a un sistema monárquico (ver Archer
Con respecto a la cultura política construida 1997). Cabe recalcar que Oaxaca y Guerrero fue-
en el ámbito rural , Guardino ofrece una visión ron espacios de alta concentración indígena. Así
articulada de las relaciones entre el naci ente esta- también en ambos libros, Guardino se esfuerza en
do mexicano y la población indígena. En este sen- presentar la forma en la que los ind ígenas fueron
tido , el autor muestra la serie de mecanismos uti- afectados por la emergencia del Estado-nación en
lizados por los indígenas con el objetivo de con- México, pero al mi smo tiempo, cómo fue que los
trarrestar las presiones del naciente estado repu- indígenas afectaron las decisiones políticas del
blicano. Así, en forma sorprendente, el autor en- Gobierno mexicano. Teniendo en consideración
cuentra que los campesinos indígenas designaron esta dinámica política, el autor encuentra impor-
a comerciantes y curas para representar al distri- tantes diferencias entre la cultura política de Oaxaca
to en las elecciones federales, eli giendo en cambio y la de Guerrero. Guardino señala que los plebe-
a los jóvenes bilingües de las comunidades indíge- yos urbanos de Oaxaca estuvieron profundamen-
nas para asumir los cargos políticos del gobierno te envueltos en partidos políticos; sin embargo,
local ; y enviando a los que apenas hablaban espa- en comparación con los campesinos de Guerrero,
ñol a servir en los ·'contingentes de sangre". como ellos fueron menos capaces en conformar alian-
era conocido el servicio militar. Pero más intere- zas y lograr la consecución de sus objetivos polí-
sante es cuando refiere cómo los esfuerzos oficia- ticos. Asimismo, la experiencia política de los in-
les por trastocar la cultura tradicional indígena dígenas de Villa Alta fue muy diferente a la de sus
estuvieron subordinados a la necesidad de recibir pares de Guerrero. Los indígenas de Villa Alta no
los impuestos pagados con suma puntualidad por protagonizaron rebeliones como las que desenca-
la población indígena. Impuestos a cambio de au - denaron los de Guen-ero. Si bien el autor reconoce
tonomía parece haber sido el ·'trueque político" diferencias cu ltu ra les, encuentra que fueron las
que habrían logrado obtener los campesinos indí- sit uaciones locales las que tuvieron un impacto
genas de parte del naciente estado mexicano, a determinante. De este modo en Villa Alta, en con-
se mejanza del caso boliviano estudiado para el traste con Guerrero, los impuestos nunca llega-
siglo XIX por Sánchez-Albornoz ( 1978) y para ron a ser excesivos y los grandes propietarios de
el XX por Piatt ( 1982). Por ello, Guardino pone tierras no mermaron la legitimidad de las autori-
en duda la tesis esgrimida por Enrique Florescano dades indígenas. En particular, la élite oaxaqueña
(2002), quien había enfatizado la aspiración ob- no buscó la disminución de las tierras de propie-
sesiva de los líderes políticos mexicanos por in- dad indígena.
tentar crear una nación de ciudadanos gobernados Sin lugar a dudas este libro, que revela una
por las mismas leyes. Tal como Guardino pone exhaustiva investigación que rescata sobre todo
en evidencia, el Gobierno mexicano tuvo que ha- documentación de los archi vos locales de Oaxaca
cer concesiones, fracasando en sus intentos de más que los del Archivo Nacional de México, de-
homogenizar a la población . En síntesis, el autor safia a los historiadores que han enfatizado el
remarca que Oaxaca representa el mayor caso de periodo republicano mexicano como un periodo
resistencia a las normas republicanas en México caracterizado por la marginalización plebeya y de
tras la Independencia. las masas populares. En cambio estamos frente a
Al final del libro, el autor ofrece una larga un trabajo que propone nuevas miradas a viejos
conclusión, donde propone importantes pregun- problemas sobre la historia mexicana. No obstan-
tas para entender la cultura política en la te, como lo ha referido Eric Van Young, a pesar de
Latinoamérica del siglo XIX. Asimismo, en esta la riqueza empírica del libro que reseñamos, la
parte del libro Guardino compara sus hallazgos aproximación de Guardino hacia la cultura políti-
sobre Oaxaca con los resultados de su primer li- ca presenta algunos problemas (Van Yong 2006).
no solo reforma las currículas de los estudios uni- allá de las I O horas de trabajo pesado y continua-
versitarios para adecuarlos a la realidad regional. do, ya que la ley del descanso semanal no rige, sea
sino que promueve los trabajos concretos de aná- porque los industriales no tienen en cuenta esta
lisis sobre diversos aspectos de ésta. La mayoría disposición , o bien porque el Consejo Provincial,
de los trabajos son publicados y difundidos por que sería el encargado de hacerla <lumplir, simple-
la propia universidad, lo cual demuestra la impor- mente no actúa sobre el particular. Así construye
tancia que les otorgó. Por otro lado, incentiva el un cuadro de consumo, teniendo en cuenta la cla-
ingreso de estudiantes mujeres a la centenaria uni- se social que muestra no solamente hábitos de
versidad , aunque luego de obtener el diploma co- consumo muy diferentes, sino la radica l diferen-
rrespondiente como lo muestra el caso de Trini- ciación económica entre los estratos por é l identi-
dad Enríquez, éstas no puedan ejercer su carrera ficada. Cabe notar que los indígenas no solo no
profesiona l por defecto de la legislación nacional incurren en gastos de instrucción porque ésta les
(Gl ave, 1997). resulta inaccesible y aún les está vetada, sino que
La cercanía con los problemas concretos del son los únicos que tienen hon erosos gastos en las
campo lleva a las nuevas generaciones de intelec- fiestas religiosas. los que alcanzan a algo más del
tua les a tratar de entender la Historia, a conocer 10% de sus ingresos; la comparación entre el ni-
de modo científico la ·'historia incaica", preocu- vel de gastos en habitación es sumamente elo-
pación que tenía además una fuerte carga emocio- cuente (Roca, 192 1, p. 88-89, 135-136).
nal. En 1916, la tesis de Valcárcel busca ·'com- Si n embargo, a pesar de estos avances en las
prender los problemas del Cu zco dentro del con- perspectivas de aná lisis promovidas desde la uni-
junto de la política nacional", allí se señala que los versidad, estos grupos de pensadores e intelec-
provincianos no eran oídos en sus reclamos ni tuales no dejan de ser tributarios del sistema del
tenidos en cuenta porque se consideraba " que no señorío cuzqueño. agudamente subrayado por al-
tenían preparación para el gobierno, ante esta si- gunas observaciones de Giesecke, quien observa
tu ación propusimos reali zar reformas descen- que tienen una amorosa relación con su te1rnño, al
tralistas" las cuales llegarían a ser importantes mismo tiempo que mantienen una ambiva lente
banderas de lu cha durante varias décadas. Sin relación de protección y castigo con los indígenas
embargo esta generación tiene que enfrentarse con que trabajan sus tierras. Ligados a la tierra y a los
una " sociedad intransigentemente conservadora'' indios resultan ser una curiosa mezcla de los per-
que se negaba a ver los problemas y que dejaba sonajes de Arguedas, Don Bruno y Don Fermín
completamente de lado la problemática de las de Todas las Sangres, enamorados del Ande,
mayorías nacionales: la problemática indígena nostálgicos del pasado, sufrientes del presente,
(Valcárcel, 1981, p. 184-188). Por otro lado las hidalgos, racistas y más peruanos que nadie.
cuestiones referentes a la comunidad campesina El indigenismo cuzqueño como corriente de
no se reducen a los problemas de la tierra, esas pensamiento, de reflexión intelectual y propues-
cuestiones están li gadas a lo que se ll ama "e l pro- ta política, va a producir una generación excep-
blema del indio"; es decir a los obstáculos concre- cional. desde L.E. Valcárcel , U riel García, Luis F.
tos que representan la ignorancia, marginación , y Aguilar, J .A. Escalan te, hasta grupos político-in-
miseria del indio, por ello el atraso regional es telectuales como los nucleados por Kuntur,
atribuido a ·' la decadencia de la raza indígena", Kosko. Resurgimiento, y otros grupos que, a su
aspecto que será subrayado y matizado de dife- vez, resultan vinculados a corrientes de pensa-
rente manera según las diferentes tendencias ideo- miento de nivel nacional principalmente por su
lógicas de los intelectuales de este período. relación con grupos foráneos como La Sierra en
Por su parte, otro esfuerzo incentivado por Puno, Amauta en Lima, y de las instituciones pro-
Giesecke es el agudo trabajo de observación de G indigenistas como el Patronato de la Raza Indíge-
Roca, quien observa que el consumo de la clase na y el Comité Pro-Derecho Indígena Tawantin-
acomodada cuzqueña, en realidad es un consumo suyo (Val cárcel , 1981 ; Tamayo, 1980). Por su
suntuario y variado, referido a las clases acomo- parte la vida social del Cuzco de la segunda déca-
dadas de Londres y París, en cambio, el consumo da del siglo resulta tan intensa que en determina-
indígena se reduce a " solo lo indispensable para do momento llegó a haber ocho periódicos loca-
no morir". También anota los abusos de los in- les, los cuales no siempre tuvieron una larga his-
dustriales en lo tocante al mayor número de horas toria, pero muestran la importancia de la circula-
de trabajo a realizar por los indígenas que va más ción de la información y del intercambio de ideas
un debate por la proyección social y política del BOLETIN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE
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