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Más tarde, cuando fue establecido el catolicismo romano bajo las falsas
pretensiones religiosas de Constantino, aproximadamente por el año 325 d. C.,
todo la mezcla del paganismo babilónico y romano, fue introducido
deliberadamente al cristianismo mediante el sincretismo religioso. En otras
palabras, se tomó los cultos y costumbres abiertamente paganos y se adaptaron
con el presunto cristianismo validado por el imperio. De esta manera, la antigua
Semiramis (astarot, venus, Isis, etc.) pasó a llamarse “virgen María” y a la
encarnación del dios sol Tamuz (Baal, Saturno, etc.), se le llamó “Jesús”.
El antiguo árbol que la religión de Babilonia adornaba en celebración del
nacimiento de Tamuz, pasó a llamarse “el árbol de Navidad”
Los romanos celebraron su festival de invierno de siete días, Saturnalia, a partir
del 17 de diciembre. Fue algo completamente pagano lleno de libertinaje y
adoración al dios Saturno. Para marcar el final del solsticio de invierno, el
emperador romano estableció el 25 de diciembre como una fiesta para Sol
Invictus (el Sol Invicto). Tratando de hacer que el cristianismo fuera más
agradable para los romanos y más popular entre la gente, la iglesia aceptó estas
fiestas paganas y puso la celebración del nacimiento de su Salvador el 25 de
diciembre.
La celebración de la Navidad el 25 de diciembre es la cristianización de las
fiestas paganas que conmemoraban el solsticio de invierno en el
hemisferio norte; como es el caso del Yule, de los celtas y nórdicos, una
fiesta invernal del norte de Europa que celebraba el nuevo ciclo quemando
troncos adornados con cintas. En el Yule o Jul se celebraba la Rueda del Año,
el comienzo del nuevo año. La rueda es un símbolo solar al que se pedía que
alejara el invierno, la muerte y trajera el sol, la vida.
Esta fecha cae muy cerca del 25 de diciembre cuando celebramos Navidad. Si
fuera así, Navidad debiera celebrarse como la fecha de la concepción de Jesús,
y no de su nacimiento. Precisamente, cuando los judíos estaban celebrando la
fiesta de la dedicación (Juan 10:22-23), encontramos a Jesús diciendo “Yo y mi
Padre uno somos” (Juan 10:30), como si fuera una referencia a su concepción
divina en aquella fecha. Entonces, desde este punto podemos calcular una fecha.
Si la concepción de Jesús se produjo en el mes de Kislev (Diciembre),
entonces su nacimiento tuvo que haber sido “nueve meses después”, en el
mes de Tishri (Septiembre). Esta fecha coincide con tres fiestas judías: "la
fiesta de las trompetas" ("Yom Teruah"), "la fiesta de la expiación"
("Yom Kippur"), y "la fiesta de los tabernáculos" (“Sukot”). Sin embargo,
desde el punto de vista profético, la fiesta de los tabernáculos como la fecha
del nacimiento de Jesús parece tener mayor apoyo bíblico.
"Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran
gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un Salvador, que es CRISTO el Señor." (Lucas 2:10-11)
Los ángeles hablaron de “nuevas de gran gozo” y que serían “para todo el
pueblo”. Estas palabras se escuchaban comúnmente en la fiesta de los
tabernáculos. Los judíos se referían a esta fiesta como “la época de nuestro
gozo” y “la fiesta de las naciones”. En esta fiesta, los sacerdotes celebraban con
un ritual en el cual daban vueltas alrededor del altar en el Templo de Jerusalén
rogando por “la salvación”. Asimismo, los ángeles dijeron que esta “salvación”
había llegado, pues había “nacido un Salvador”. Dado que los ángeles usaron
expresiones comunes de la fiesta de los tabernáculos, se piensa que el
nacimiento de Jesús habría ocurrido en la semana de la fiesta de los
tabernáculos. Estas mismas palabras encontramos en el evangelio de Juan:
"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad." (Juan
1:14)
Juan escribe que aquel Verbo “habitó” entre nosotros. La palabra “habitó” se
traduce del griego “skenóo”, que significa “hacer un tabernáculo”. Las
versiones más antiguas de este pasaje la traducen como “tabernaculizar”. Pero
lo más interesante es que la raíz de esta misma palabra también es usada por
Juan para referirse a la fiesta de los tabernáculos: “Estaba cerca la fiesta de los
judíos, la de los tabernáculos [skēnopēgia]” (Juan 7:2). Para el apóstol Juan, la
fiesta de los tabernáculos fue el tiempo en que Jesús “vino a habitar entre
nosotros”.
Por otra parte, María se encontraba en los días de su alumbramiento (Lucas 2:6),
lo que habría hecho difícil encontrar un lugar para el parto durante una semana
de fiesta sagrada. Tradicionalmente se cree que José y María buscaron una
habitación en un mesón comercial, como un hotel con muchas habitaciones,
pero que habrían estado completamente ocupadas. La palabra griega para
"mesón comercial" era "pandocheion", como la que se usa en la parábola del
buen samaritano, donde el hombre herido fue llevado a
un “mesón” (“pandocheion”). Sin embargo, esta palabra no aparece aquí. El
texto indica simplemente que José y María no encontraron “un lugar donde
estar” (“katalyma”)
Sin lugares disponibles, se ha sugerido que María habría tenido el parto en una
sukah en medio de la fiesta de los tabernáculos. Algunos investigadores
sostienen que la palabra “pesebre” también podría significar “sukah”. En el
Nuevo Testamento, la palabra griega “phatne” (“pesebre”) hacía referencia al
lugar donde se guardaban los animales (Lucas 13:15). Asimismo, la primera vez
que se menciona la palabra hebrea “sukah” en el Antiguo Testamento hace
referencia a las cabañas que Jacob construyó para su ganado (Génesis 33:17).
Si tanto la palabra griega “phatne” como la palabra hebrea “sukah” describen
el lugar donde se guardan animales, entonces el “pesebre” donde Jesús nació
podría haber sido realmente una “sukah”, como las que se construían en la fiesta
de los tabernáculos.
Sin embargo, esta posibilidad no está permitida en la ley judía. Una mujer que
daba a luz se consideraba ritualmente inmunda (Levítico 12:1). Por ello, el
alumbramiento se debía dar en un lugar retirado, lejos de la familia, para así
evitar contaminar ritualmente la casa y sus moradores con la sangre del parto.
En esta condición, María no tenía permitido entrar a una sukah, ni tocar cosa
santa alguna. Debía estar completamente separada (Levítico 12:3). Por esta
razón, la gran multitud de personas en la fiesta de los tabernáculos y las
exigencias de la Torá para el parto hicieron que José y María no pudieran
encontrar “un lugar donde estar” (“katalyma”).
Para finalizar, la fiesta de los tabernáculos duraba ocho días. Sabiendo que las
profecías bíblicas son exactas, Jesús tuvo que haber nacido el primer día de la
fiesta, el día 15 de Tishri. Pero el octavo y último día de la fiesta también era
importante. Cada siete años los judíos debían leer la Torá durante la fiesta de
los tabernáculos (Deuteronomio 31:10-12). Con el tiempo (y después de la
época de Jesús), el ciclo anual de la lectura de la Torá finalizaba el octavo y
último día de la fiesta de los tabernáculos. En este día, los judíos creían que la
Torá cobraba vida. Esta tradición tiene un importante mensaje profético. Si
Jesús nació el primer día de la fiesta, y fue circuncidado al octavo día (Lucas
2:21), entonces Jesús fue presentado ante los hombres el octavo día de la fiesta
de los tabernáculos, el mismo día en que la Torá cobraba vida. Este mismo
mensaje encontramos en el evangelio de Juan, cuando se nos dice que Jesús era
el Verbo [la Torá], y aquel “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan
1:14).