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El motoseo

Existen formas de castellano andino que son percibidas por los hablantes como “errores” o
“incorrecciones”. Entre ellas está el motoseo, el cual consiste en la alternancia vocálica entre
i-e y entre o-u.
La fluctuación de las vocales y su vínculo con categorías raciales, étnicas y hasta morales
legitima la discriminación hacia los estudiantes que vienen del campo e influye en una
experiencia universitaria muchas veces traumática y en su bajo desempeño académico. Se
culpa al quechuahablante por no tener voluntad de “superar” un fenómeno que ya ha
adquirido la etiqueta de “problema” y como este tipo de prácticas discriminatorias no hacen
más que reproducir un orden social profundamente inequitativo. A pesar de que se trata de un
fenómeno de interferencia fonológica completamente normal en cualquier proceso de
adquisición de segundas lenguas.
Un estudio elaborado por Pérez, Acurio y Bendezú, vuelve a demostrar que el estereotipo se
puede explicar a partir de un prejuicio que radica fundamentalmente en la percepción
defectuosa del hablante monolingüe castellano. Dada la diferencia de los sistemas
fonológicos entre el quechua y el castellano (el quechua tiene tres vocales y el castellano
cinco) lo que realmente ocurre, es que el hablante bilingüe produce, como realizaciones de su
fonema /I/, sonidos dentro del rango [i]-[I]-[e] pues no distingue las dos categorías
funcionales de la lengua meta. Frente a esto el receptor castellanohablante se queda con la
sensación equivocada que el hablante bilingüe estaría invirtiendo las vocales de manera
sistemática.
Los debates en torno a las formas de hablar o esas prácticas de “higiene verbal”, que surgen
de un impulso generalizado en todos los hablantes de “mejorar” o “limpiar” el lenguaje,
simbolizan el control social que ejercen ciertos grupos sobre otros en torno a asuntos morales,
raciales y políticos. Y es que, aunque los argumentos sobre el lenguaje sean concebidos como
“neutrales” o “técnicos” en realizan estos están relacionados con conflictos de raza, clase,
cultura y género.
El motoseo no se reduce a lo meramente lingüístico, sino que simboliza conflictos sociales y
raciales.
El imperativo para no motosear dirigido al estudiante del campo canaliza la necesidad de que
este desarrolle un comportamiento más “civilizado”, (forma de comer, de caminar, de
vestirse, de usar los baños, de interactuar, etc.). De esta forma, “limpiar” las vocales implica
además “limpiar” un conjunto de rasgos culturales propios de su tradición.
A partir de estas prácticas de higiene verbal se construyen ideologías lingüísticas. La censura
del motoseo como una práctica de higiene verbal construye una representación de la realidad
en la que el fenómeno en cuestión constituye siempre un “error” y un gran “defecto” de los
sujetos provenientes del campo.
Motosear, implica ser identificado como una persona del campo, que no ha recibido una
buena educación, y posiblemente pobre, ignorante, con padres analfabetos, etc. Propone la
inferioridad de un grupo cultural sobre la base de la atribución de un rasgo como el motoseo.
Proceso a través del cual se produce un vínculo entre un rasgo lingüístico y un grupo social se
conoce como iconicidad.
Aunque en algunos momentos los estudiantes que motosean tienen un discurso racional sobre
la normalidad del fenómeno, la mayoría termina por asumir el fenómeno como una falla
personal. Se nota un discurso contradictorio que revela la confusión del estudiante. Por un
lado, afirma que el quechua no es una dificultad sino “un beneficio para nosotros”. No
obstante, el motoseo se asume también como un “problema”, como una “desventaja”, como
un “error”. A pesar de que los alumnos argumentaron que el motoseo es siempre un blanco de
discriminación social, la mayoría terminaba planteando que el motose es siempre un blanco
de discriminación social, la mayoría terminaba planteando que el problema estaba situado en
ellos mismos. La autoculpabilización es tan fuerte que la sanción al discriminador queda en
segundo plano.
Otra de las consecuencias que la ideología del motoseo trae consigo es el rechazo al quechua
y a querer dejar de usarlo. Dicho de otra manera, el quechua “perturba”, “afecta” y
“perjudica” en todo intento de profesionalización academia en el Perú, parece tratarse de un
total obstáculo para la educación superior. El mote pone en evidencia una supuesta condición
de inferioridad y ello siempre trae como resultado la discriminación social.

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