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Cuentos breves.

“E L P E R E G R I N O”
P A R Á B O L A S D E L A F U N C I Ó N D O C E N T E.

Hace mucho tiempo hubo un hombre que era justo y sabio, pasaba por el camino de una gran ciudad junto a
dos de sus amigos.

Al llegar a las puertas de la ciudad entró en el mercado, y en un abrir y cerrar de ojos, les perdió de vista.
Preocupado, avanzo entre la gente por toda la ciudad mientras preguntaba a todos si alguien había visto a sus
dos amigos.

Al cabo de un buen rato, y por bullicio que el hombre había hecho en la plaza, los guardias del palacio le
echaron mano y lo tiraron a un calabozo. Aun en ese suplicio, su única preocupación eran sus amigos.

Los amigos le buscaron por la ciudad, pero no lograron saber nada de aquel hombre.

Después de 3 días de intensa búsqueda, creyeron que aquel amigo les había abandonado a su suerte en la gran
ciudad, y muy desilusionados, caminaron de regreso a su hogar.

Al mismo tiempo, el hombre justo era liberado de la celda, y preguntando a los mercaderes le dijeron que
aquellos hombres habían partido a su hogar por la mañana. Se puso en marcha. Por el camino, a lo lejos, vio a
los dos hombres y sabiendo quienes eran sus amigos, supo que su esfuerzo por hallarle no había sido
generoso. –Les daré una buena lección. Dijo el hombre justo. Se disfrazó de mendigo, tapo su rostro con una
manta vieja, encorvo la espalda y se apoyó de una vara larga que vio por ahí.

Se apresuró para alcanzarlos y comenzó a escucharlos hablar entre ellos. El hombre se acercó y les dijo. - ¿De
qué vienen hablando? Los hombres respondieron. - ¿Qué, eres el único que no se enteró de lo que pasó en la
ciudad? Venimos con un hombre justo que nos abandonó, creímos que era nuestro amigo y se fue, lo
buscamos por todas partes y no encontramos señales de vida, por eso nos volvemos a nuestro hogar.

El hombre, aun disfrazado les reprendió y les cuestiono donde es que habían buscado, y preguntándoles sobre
muchos lugares, ellos dijeron que no habían pensado en ir ahí.

Decepcionado, el amigo les oía, y les reprendía, al punto que estos amigos sintieron vergüenza por no haber
buscado más allá de los lugares evidentes, hasta que llegaron al pueblo donde iban. Aquel hombre hizo como
que iba de largo y se despidió de ellos.

Conmovidos por la lección de aquel extraño peregrino, le dijeron: “Porque no te quedas con nosotros, ya cae
la tarde, quédate a cenar y por la mañana sigues tu camino”.

Entró, lo sentaron a la mesa y le atendieron con todos los elogios, al comenzar a cenar el hombre les felicito
por haber comprendido el sentido de la amistad generosa, y despojándose de su disfraz lo reconocieron, al
instante el hombre les dijo: Vuelvo a la ciudad, búsquenme allá, y ante sus ojos, desapareció.

Atónitos y alegres reconocieron al amigo y dijeron: “Es Èl”. Uno a otro se decía: “Con razón nos alegró el
corazón cuando nos hablaba por el camino”. Se levantaron de la mesa y salieron corriendo de nueva cuenta a
la ciudad, y al llegar a la ciudad, buscando al amigo, contaban a todos lo que había pasado y como lo habían
reconocido en la mesa al cenar.

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