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aparece la misma contraposición, es anterior en varios años a
la égloga I, que recuerda la obra de Tansillo en algún
pasaje 1H . Nuestro poeta recoge, pues, u?a co~guración temá-
tica ya consagrada; y los recuerdos, al 1nfunduse en ella y en
el marco intemporal y utópico del bucolismo, se desrealizan sin
perder calor m. Lo que efecti~amer:ite ocurrió y los deseos ja-
más cumplidos se funden en ilusoria nebulosa: la divina Elisa
penenece íntegramente, en el recuerdo y en la esperanza, al ena-
morado que la sueña.
Una vez perfiladas las actitudes de los dos pastores, cada una
atrae la memoria de obras literarias que presentan situaciones
parecidas. Las quejas de Salicio siguen en extensos pasajes la pauta
de las que exhalan los virgilianos Coridón, Damón y Galo, to-
dos lastimados por la ingr~titud; la pastora tiene igual nombre
que la ninfa amada por el cíclope de Teócrito n 6 • En el lamen-
to de Nemoroso la fuente principal es Petrarca; pero hay imita-
ciones de Petrarca en boca 'de Salicio, ecos virgilianos en Ne-
moroso y reminiscencias de Ovidio, Ariosto ·y Sannazaro repar-
tidas a lo largo del poema.
Composición,plan y escenario
. .
Como en el caso de la égloga II, se han formulado dudas
respecto a la primigenia unidad de la I. Para Entwistle el final
del lamento de Salicio dataría del invierno de 1531 a 1532, en
que Garcilaso se alejó de Toledo, donde quedaba Isabel Frey-
re; las quejas de Nemoroso, en su mayor pane, de 1533 ó 1534,
cuando, muerta la amada, el poeta volvió a pasar por la ciudad
del Tajo; las estrofas últimas, con la «retórica»invocacióna Diana,
podrían ser posteriores, pues en ellas la emoción aparece ya en-
friada; y, finalmente, la dedicatoria al virrey de Nápoles, ge-
mela de la dirigida a su esposa en la égloga III, se añadiría en
1536 157•
154
Keniston, p . 241; Mele, Las poesías latinas de G. de la V., «Bull. Hisp.>,
XXV, 1923, p. 362. Los pasajes garcilasianos inspirados en Tansillo son los versos
l05-108 Y 135-139. No comparto la opinión de Flamini, para quien el imitador,
en el segundo caso, es Tansillo; véase Mele, «Bull. Hisp.>, XXXII, pág. 220.
155
. De este proceso transformador se ocupa Pedro Salinas en su exceJente l'b
1 ro
Realzty and the poet, Baltimore, 1940, pp. 90-93.
156
Entwistle, The /oves o+ G. L., «Hispania>, X111, 1930, p . 381.
157 . '/ 11 .
. lbtd., pp. 380-388; La date de l 'Egloga Primera de G. de la V., «Bu eun
Htspanique», 1930, XXXII, pp. 254-256 .
125
. A nuestro modo de ver, no pueden admitirse dudas sobre
la unidad de concepción patente en la égloga primera. Lasque-
rellas de Salicio y las de Nemoroso reflejan, sí, circunstancias
y estados de ánimo que en la vida re~l del poeta se die~~n en
momentos diferentes. Pero la memona del pasado y la hiriente
actualidad se compenetran y complementan en un procesode
sublimación no interrumpida: arrancando del «¡Oh más dura
que mármol a mis quejas!>, el sent~iento se purific... a .Yespiri-
tualiza progresivamente hasta culminar en la mel:1-ncoltca.espe-
ranza con que sueña Nemoroso el amor entre los bienaventura-
dos. La uniformidad de la maestría estilística garantiza la con-
tinuidad del proceso creador 1) 8 •
La obra se ajusta al esquema de la VIII Bucólica n9 : breve
introducción, dedicatoria y dos extensas intervenciones, cadauna
a cargo de un pastor, en lugar de diálogo. Los versos con que
Virgilio ofrece su égloga a Polión inspiran los que Garcilaso di-
rige al marqués de Villafranca; y la invocación
own_car>. Pero la canción 1II demuestra que la asimilación del arte italianoIUJI
era mcomplcta en 1<32- l , · d , . _,
., , Y a crmca e Boscan que nunca llegó a dommar touu·
mente el cndccasíl b
ª no Pod'ta ser demasiado
º· . • . · d
159K 15 . rigurosa en cuestiones de oi o.
cn ton, pp . 240-241.
126
de Salicio, que , recostado al pie de una haya, empieza su la-
mentación:
Salicio
127
El sol úende los rayos de su lumbre
por montes y por vaJles, despertand o
las aves y animales y la gente :
cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre
paciendo va segura y libremente ;
cuál con el sol presente
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina:
siempre está en llanto esta áftima mesquina,
cuando la sombra el mundo va cubriendo
o la luz se avecina.
Salid sin duelo , lágrimas , corriendo.
161
Los tres primeros versos de Garcilaso resumen la idea de las dos estrofas ini-
ciales de la sextina: «A qualunque anímale alberga in terra, / Se non se alquanti
c' hanno in odio il sole, / Tempo da travagliare e quanto c'l giomo; / Ma poi che'I
cid accende le sue stelle, /Qual torna a casa e qual s'anida in selva, / Per averposa
almeno infin a !'alba . / Et io, da che comincia la bella alba. / A scuoter l'ombra
incorno de la cerra / Svegliaodo gli animali in ogni selva, / Non ho mai uiegua
di s_ospir col sole; / Poi, quand 'io veggio flammeggiar le srelle, / Vo lagrimando
e d1S'iandoil giorno•. El corpo de la estancia garcilasiana resume el pensamiento
general de la canción V (la misma cuyo tipo de estrofa ha sido imitado en la q.lo-
ga): la viejecilla peregrina, el labriego, el pastor, el navegante, hallan algunavez
~~sc~so para susfatigas: «Ma lasso!, ogni dolor chc ' I di m ' adduce / Crescequalor
5
tnVla/ Per panirsi da noi l'eterna luce•. Sextina y canción influyen conjunwnente
en el fmal. El Brocense dio como fuente los versos 67-68 de la II Bucólica: et ,ol
crescentis decedens duplicat umbras ; / me wncn wit amor.; pero el de Garcilalo
· ~ando la sombra al mundo va cubriendo» pudo ser sugerido por el 17 de la ~-
c~o~P_ttrarquesca(a su vez de abolengo virgiliano) ,« ... onde disceode / Dagli al-
uss,m, monti maggior l'ombra».
128
La estrofa« Y tú desta mi vida ya olvidada» (v. 85-98) vuel-
ve a las recriminaciones: el vient9 ha llevado «el a1nor y la fe
que ser guarda~a / _e~er~a~~nte_ solo a mí debiera», y el pastor
reclama que la 1ust1c1ad1v1nacaiga sobre la «falsa perjura ». Pe-
ro, como la vez anterior, la irritación queda embotada por el
sentimiento de la naturaleza: en los versos 99-104 Salicio atri-
buye al amor haberle descubierto el sentido de la belleza uni-
versal; gracias a la dulzura que inundaba su alma, ha gozado
la contemplación del paisaje, ya agreste , ya suave:
129
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste ?
¿Cuál es el cuello que , como en cadena,
de tus hermos os brazos anudaste?
No hay corazón que baste ,
aunque fuese de piedra ,
viendo mi amada hiedra ,
de mí arrancada , en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no se esté con llanto deshaciendo
hasta acabar la vida.
130
Pero el despecho que años antes había aparecido sin rebozos
al dedicar aquellas coplas «a doña Isabel Freyre porque se casó
con un hombre fuera de su condición», es ahora elemento esté-
tico que vivifica el lugar comú n . Las preguntas de los versos
183-193 no se refieren, como las de unas estrofas antes, a las
gracias de la pastora, sino a los merecimientos, no reconocidos,
del querelloso:
164 Bucólicas,X, 42-43: «Hic gelidi fontcs, hic mollia prata, Lycori; / hic nc-
mus~ (Brocense).
131
roo la que años atrás se había impu esto Ga rcilaso , tal vez al sa-
lir de Toledo cammo. d e Al em an 1.a 165:
Nemoroso
165 E · 'h
ntw1Stle, T. e /oves of G. L. , «Hispania, , XIII, pp . 378 y 380.
132
gos concretos , inconscientes a veces. En la mayoría de los casos
no hay deliberada imitación de un pasaje determinado , sino re-
cuerdo global de varios. No se trata aquí de un acoplamient o
semejante al que hemos visto en la égloga II , ni de la vivifica-
dora inclusión del propio sentir en moldes consagrados previa -
mente , como en las quejas de Salicio. En el llanto de Nemoro-
so los versos traslucen un fondo petrarquesco identificado ya con
la vida misma de Garcilaso.
Así, el apóstrofe «Corrientes aguas puras, cristalinas» tiene
su precedente más cercano en las Chiare, fresche e dolci acque
de la canzone XN. Los poemas «in morte» evocan a Laura en
los lugares donde vivió 166 con nostalgia parecida a la que hace
decir a Nemoroso:
solo, desamparado ,
ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa .
(vv. 294-295.)
133
... cal es la tenebrosa
noche de tu partir, en que he quedado
de sombra y de cemor atormenta d o .. . 168
(vv. 318-320);
169
en el «deseado sol de tu clara vista» (v. 323) ; en la «voz
divina»
con cuyo son y acencos
a los airados vientos
pudieras amansar, que agora es muda ...
170
(vv. 373-37)} ;
134
verde prado de fresca sombra lleno
'
aves que aquí sembráis vuestras querell as
hiedra que por los árboles camin as '
torciendo el paso por su verde sen~ ...
(vv. 239-244. )
17 1 bis
[Rectifico la lectura del verso 278 y mi referencia a él. según la correc-
ción hecha por Alberto Blecua (En el texto de G., pp. 121-127). )
135
¿Dó la columna que el dorado techo
con proporción graciosa sostenía?
(vv. 279-281.)
136
Pero aquí el seg undo tema no pasa de q uedar enuncia -
do. Su desarrollo ocupa cuatro estancias más, también en pro-
gresión concretadora e intensiva , como las cuatro que ini cian
la queja. Los versos 296-309 pintan el duelo general de la Na -
turaleza, en la misma forma que lo hace la V égloga virgiliana
con ocasión de la muerte de Dafnis . A esta manifestación de
llanto impersonal, fijada en el verso con expresione s tópi cas,
impersonale s también, suceden dos símiles de creciente fuerza.
El poema se tiñe de notas sombrías. El símbolo de la oscuri -
d ad , ap unt ado antes («ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa »),
engend ra una extensa comparación en la que el poeta , siguien -
do a Ariosto 1·3, describe la medro sidad de la noche (vv.
31O- 317) y la parangona con su soledad:
1 1
• Orl.ind o. canco XLV, eser. 36.
1 4
- Geórg1cas. IV. 5 11-5 15. No cienen paralelo en Virgilio los versos cy aquel
dolor que siente / con diferencia canta / por la d u lee gargan ca / despide. y a su
Lanco el aíre suena, . En el soneto CCCX I de Petrarca, cQuel rosigniuol che si soave
piagne». inspirado también en Vi.rgil10, hay. como en Garcilaso. referencia a las
modulacione s del cant0: cOi dolcezza emp1e JI cielo e le campagne / Con cante
note s1 piecose e scorte>. Véanse los excelentes estudi os de María Rosa Lida. El n11-
1eñor de la1 , Geórg 1cJJ• y 1u mfluenc,a en lu lín ea e;p añol.i de la Edad de Oro.
cVollrnum und Kulcur der Romanen», XI. 1939, 3/4, y Trammm ón y recreación
de temas grecolatinos en la poe1ia línea e;pañola . cRevisca de Filología Hispán ica»,
l. 1939, pp . 23-3 l.
13-.
Cual suele el ruiseñor con uiste canto
quejarse, entre las hojas escondido,
del durn labrador , que cautamente
le despojó su caro y dulce nido
de los tierno s hijuelos , entr e tanto
que del amad o ramo estaba ausente,
y aquel dolor que siente
con diferen cia tanta
por la dulce garganta
despide , y a su canto el aire suena ,
y la callada noche no refrena
su lamentable oficio y sus querellas,
trayendo de su pena
al cielo por testigo y las estrella_s.. .
(vv. 324-337.)
(~ - 338-351.)
138
alivia su pena contemp1ando, humedeciendo con lágrimas y se-
cando con suspiros los cabellos que ha guardado de Elisa. La
inclusión de este pasaje, traducido casi de Sannazaro 175, se de-
be tal vez a su ingenuidad. Garcilaso quería aludir a las circuns-
tancias en que había muerto doña Isabel; y para que la men -
ción de ellas no resultara demasiado cruda, necesitaba acentuar
el carácter pastoril. La estrofa en que el pastor se refiere al en-
voltorio de los cabellos, y aquella otra en que lanza inculpacio-
nes contra Diana por no haber protegido a la malograda pasto-
ra, nos sitúan en un ambiente de sencillez natural y cercanía
al mito. Así encuadrada, la estancia «Mas luego a la memoria
se me ofrece> (v. 366-379), puede referirse, directamente y con
exquisita delicadeza, al duro trance de la maternidad y a los
gritos con que la voz de Elisa impetraba el auxilio de la diosa
cazadora .
El canto de Nemoroso termina con la invocación «Divina
Elisa, pues agora el cielo», impulsada, como el soneto XXV,
por el deseo de morir para reunirse con la mujer bienaventura-
da. Esencialmente petrarquesco, este anhelo ascensional se une
a la representación pagana de los Campos Elíseos, tal como apa-
rece en la égloga V de la Arcadia176 • Las ofrendas a Diana,
mencionadas en la estrofa anterior, exigían esta continuidad ar-
mónica . Y el pastor imagina entonces la beatitud como un idi-
lio puramente humano, sin término y sin inquietudes:
. . . y en la tercera rueda
contigo mano a mano
busquemos ouo llano,
busquemos ouos montes y ouos ríos,
139
ouos valles floridos y sombtíos,
IJ~
donde descanse y siempre pueda vene
ante los ojos míos, 1
sin miedo y sobresalto de perdene ? de
El sol, que se había ido elevando mientras cantaba Salicio,
declina al tiempo que Nemoroso entona sus estrofas, envueltas
en funérea penumbra . Al apagarse la voz del pastor se ha ini-
ciado ya el ocaso. Una bellísima descripción del atardecer, ela-
-
., 1
c»
eo
borada con notas de Sannazaro y Virgilio, pone fin a la égloga:
nubes encendidas con orlas de oro, sombras que descienden de
,.
cf.
ep
los montes. Los pastores, «recordando ambos como de un sue-
ño>, se recogen lentamente al extinguirse las últimas luces. cÍI
La égloga I marca la más alta cima de la poesía garcilasiana . Cfl
Otras creaciones posteriores la aventajarán acaso en perfección oi
técnica y en riqueza sensorial; pero ninguna ha llegado a tan el
estrecha unión del sentimiento y la forma. Los versos fluyen suel- di
tos, límpidos, hontanar que transparenta el suelo de emocio-
nes de que mana. A cada instante brotan, con lozanía incom- •de
parable o con inmenso poder de irradiación afectiva, expresio- de
nes que suponen la creación de un lenguaje y un mundo poéti- ti:
co nuevos: silencio de selvas, blancura de lirios y color purpuri- 11
no de las rosas; hiedra que serpea abrazándose a los árboles;
D
ojos claros «que llevaban tras sí como colgada / mi alma, do-
qu
quier que ellos se volvían>; melodía que el ruiseñor «con dife-
rencia tanta / por la dulce garganta / despide>; el «dolorido
sentir>. Al terminar la égloga, creemos volver, como los pasto-
res, de un sueño en que la belleza y el dolor se hubieran eterni-
zado .
lt
TRESGÉNEROS NUEVOS '
11
t6
/,
A lo~años 1534-1536, de intensa actividad creadora por parte
de Garcilaso, corresponden tres obras que inauguran en las le- d
tras españolas géneros hasta entonces desusados 116 bis.
...
176 bis [V'eanse
CIau di o Gu1.llén , art. cit. en n .n . 110 y Elias L. Rivers Garci-
lasoy los g ' , ·
enerospoetzcos, S · .
« rud1a H1Spani ca in Hon. R.L.>,• I, 1972, pp. 495-499
' .J
140