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AURELIO
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Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Consuelo Gaitán
DIRECTORA DE LA BIBLIOTECA NACIONAL
POESÍA COMPLETA
Morada al sur
Morada al sur21
§§
Canción del ayer28
§§
La ciudad de Almaguer30
§§
Clima31
§§
[«Clima»]
§§
(Primera versión de
«Clima»)33
Canción de la noche
§§
callada35
Interludio37
§§
Qué noche de hojas suaves38
§§
Canción de la distancia40
§§
Remota luz42
§§
[«Canción del retorno»]
§§
(Primera versión de
«Remota luz»)43
Sol46
§§
Rapsodia de Saulo48
§§
Nodriza50
§§
Madrigales51
§§
Poemas publicados en Simple canción102
§§
periódicos, revistas, Lejanía103
§§
selecciones y antologías
Cantaba104
§§
Noche oscura55
§§ Silencio105
§§
La voz del pequeño57
§§ Canción del valle107
§§
La vela59
§§ [«Canción primera
§§
Baladeta de Max Caparroja60 de mi país»]
§§
(primera versión inédita de
Balada de la guerra civil61
§§ «Canción del valle»)109
Los mendigos64
§§ [Sin título]
§§
Sueño66 (versión inédita de
§§
«Canción del valle»)112
Ciudad de sueño68
§§
Cancioncilla113
§§
La isla de piel rosada69
§§
Canto a los constructores
§§
Muertos71
§§ de caminos115
Poemas del silencio (i)72
§§ Balada de Juan de la Cruz117
§§
El grito de las antorchas73
§§ Balada del combate119
§§
El alba llega75
§§ Lorenzo Jiménez120
§§
Esta es la tierra77
§§ Vieja balada del nocturno
§§
En azul lejano80
§§ caballero122
Veinte años82
§§ Entre la multitud124
§§
Compañeros85
§§ Arrullo127
§§
Cantos de hombres
§§ [«Canciones como nubes»]
§§
(final)87 (primera versión de
«Arrullo»)129
LA MARIPOSA89
§§
Vinieron mis hermanos133
§§
Mujeres de brisa92
§§
Canción de amor y soledad135
§§
Bordoneo95
§§
Canción de hojas y
§§
[«Bordoneo»]
§§ de lejanías137
(Segunda versión inédita)99
Paisaje139
§§
El cantor141
§§ [«Sequía»]
§§
(primera versión inédita de
[«El cantor»]
§§
«Sequía»)170
(primera versión inédita de
«El cantor»)143 Palabra174
§§
[«El cantor»]
§§ Lluvias176
§§
(Fragmento)
Tambores178
§§
(segunda versión inédita de
«El cantor»)144 Yerba180
§§
Tierras de nadie146
§§
Canciones148 Poemas inéditos y atribuidos,
§§
y un último hallazgo
Canción del niño
§§
que soñaba150 Poema inédito i
§§
La canción del verano151
§§ (sin título)187
Amo la noche161
§§ Poema inédito vi
§§
El narrador197
[«Canción de Mateo»]
§§
(primera versión de «Amo A mi madre
§§
la noche»)164 (poema atribuido)199
Sequía168
§§ Canción de Xavier Ximénez
§§
(un último hallazgo)200
§§ Presentación
§§ Aurelio Arturo y la
tierra que canta
En una fábula de Borges, el rey pide al poeta unas
palabras que no sean la descripción de la batalla, sino la
batalla. Y es el propio Borges quien nos dice que la dife-
rencia entre el lenguaje verbal y la música está en que el
lenguaje quiere expresar la tristeza o la alegría, pero la
música es la tristeza y es la alegría. Tal vez la poesía sea ese
soplo de inspiración misteriosa que hace que las palabras
dejen de ser una alusión a la realidad, un modo de interro-
garla o definirla, y se exalten mágicamente en esa realidad
que están nombrando.
Los países americanos de habla española vivieron
durante siglos una dificultad casi inefable para que la lengua,
llegada de tan lejos, expresara de un modo pleno el terri-
torio. Pero ese fue su esfuerzo desde el comienzo, desde
aquellas tardes del siglo xvi cuando Juan de Castellanos
intentaba nombrar minuciosamente selvas y lagos, jaguares
9
Presentación
10
Presentación
11
Presentación
12
Presentación
13
Presentación
14
Presentación
William Ospina
15
Poesía completa
Morada al sur
§§ Morada al sur
§§ i
21
abiertas a las salas, a los patios, las trojes.
Y se duerme en el viejo portal donde el silencio
es un maduro gajo de fragantes nostalgias.
§§ ii
22
***
23
Te hablo también: entre maderas, entre resinas,
entre millares de hojas inquietas, de una sola
hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron
por los bellos países donde el verde es de todos los
[colores,
los vientos que cantaron por los países de Colombia.
§§ iii
24
Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando,
temblando temeroso, con un pie en una cámara
hechizada, y el otro a la orilla del valle
donde hierve la noche estrellada, la noche
que arde vorazmente en una llama tácita.
§§ iv
***
25
No eran jardines, no eran atmósferas delirantes. Tú te
[acuerdas
de esa tierra protegida por un ala perpetua de palomas.
Tantas, tantas mujeres bellas, fuertes, no, no eran
brisas visibles, no eran aromas palpables, la luz que venía
con tan cambiantes trajes, entre linos, entre rosas
[ardientes.
¿Era tu dulce tierra cantando, tu carne milagrosa, tu
[sangre?
***
***
26
§§ v
27
§§ Canción del ayer
A Esteban
28
¿Quizá la esbelta beldad por quien cantaba nuestra
[sangre?
¿O así, tan joven, de luz y silencio, nuestra madre?
29
§§ La ciudad de
Almaguer
La ciudad de Almaguer en oro y en leyendas
alzada, ardiera siempre con audaz fogata
la remembranza. (Brisas erraban. Noche.
Brumosa voz urdía la feliz cantinela.)
30
§§ Clima
Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.
31
La vida es bella, dura mano, dedos
tímidos al formar el frágil vaso
de tu canción, lo colmes de tu gozo
o de escondidas mieles de tu llanto.
32
§§ «Clima»
(Primera versión
de «Clima»)
A Manuel F. Rujeles
33
En mi país apacentando nubes,
puse en el sur mi corazón, y al norte,
cual dos aves rapaces, persiguieron
mis ojos, el rebaño de horizontes.
***
34
§§ Canción de la
noche callada
En la noche balsámica, en la noche,
cuando suben las hojas hasta ser las estrellas,
oigo crecer las mujeres en la penumbra malva
y caer de sus párpados la sombra gota a gota.
Oigo engrosar sus brazos en las hondas penumbras
y podría oír el quebrarse de una espiga en el campo.
35
yo amé un país que me es una doncella,
un rumor hondo, un fluir sin fin, un árbol suave.
36
§§ Interludio
Desde el lecho por la mañana soñando despierto,
a través de las horas del día, oro o niebla,
errante por la ciudad o ante la mesa de trabajo,
¿a dónde mis pensamientos en reverente curva?
37
§§ Qué noche de
hojas suaves
Qué noche de hojas suaves y de sombras
de hojas y de sombras de tus párpados,
la noche toda turba en ti, tendida,
palpitante de aromas y de astros.
38
Y he de cantar en días derivantes
por ondas de oro, y en la noche abierta
que enturbiará de ti mi pensamiento,
he de cantar con voz de sombra llena.
39
§§ Canción de la
distancia
Mirarás un país turbio entre mis ojos,
mirarás mis pobres manos rudas,
mirarás la sangre oscura de mis labios:
todo es en mí una desnudez tuya.
40
Desnudo en mi fervor y tú en tu sangre,
es más que seda suave este silencio,
en esta noche ancha en que germina
todo y palpita todo, aromas y luceros.
41
§§ Remota luz
Si de tierras hermosas retorno,
¿qué traigo? ¡Me cegó su resplandor!
Las manos desnudas, rudas, nada,
no traigo nada: traigo una canción.
42
§§ «Canción del
retorno»
(Primera versión
de «Remota luz»)
Soy el que vuelve por la umbrosa senda,
soy el que vuelve de un camino largo
con esta dicha de inasibles dones:
yo vi una hermosa tierra.
43
Soy el que vuelve,
soy el que vuelve en noche de un camino.
44
soy el que vuelve en noche sin caminos.
45
§§ Sol
Mi amigo el sol bajó a la aldea
a repartir su alegría entre todos,
bajó a la aldea y en todas las casas
entró y alegró los rostros.
46
El sol se fue sin esperar adioses
y todos sabían que volvería a ayudarlos,
a repartir su calor y su alegría
y a poner mano fuerte en el trabajo.
47
§§ Rapsodia de Saulo
Trabajar era bueno en el sur, cortar los árboles,
hacer canoas de los troncos.
Ir por los ríos en el sur, decir canciones,
era bueno. Trabajar entre ricas maderas.
48
Mas los que no volvieron viven más hondamente,
los muertos viven en nuestras canciones.
49
§§ Nodriza
Mi nodriza era negra y como estrellas de plata
le brillaban los ojos húmedos en la sombra:
su saliva melodiosa y sus manos palomas mágicas.
¿O era ella la noche, con su par de lunas moradas?
………………………………… … …
50
§§ Madrigales
§§ 1
§§ 2
51
§§ 3
52
Poemas publicados en periódicos,
revistas, selecciones y antologías
§§ Noche oscura
(Volaban arcángeles negros
y búhos de alas de duelo.)
55
Y mintió con el gesto materno
conque hubiera ofrecido una estrella.
56
§§ La voz del pequeño
—María, ¿ya es la noche?
—Sí, duérmete, mañana…
—María, ¿ya es la noche?
—Mira por la ventana.
—¿María, ya es la noche?
Silencio. ¿Ves? Me acaban
de nacer alas, mira
57
cómo brillan…
Poeta,
¡dale un beso a tu hermana!
58
§§ La vela
En el barco de vela
se alejan los marinos,
se van a la aventura
por el mar sin caminos.
Es el pañuelo grande
formado de pequeños,
en que aún se despiden
todos los marineros.
59
§§ Baladeta de
Max Caparroja
A Rafael Maya
Sombríos infantes,
torvos caballeros,
ocultos en sombras
los árboles vieron.
60
§§ Balada de la
guerra civil
A Jaime Barrera Parra
61
Oíd ahora la vasta sinfonía de los cañones tendidos.
Escuchad la sorda sinfonía perezosa.
Son los pianos bélicos.
Son los elefantes metálicos que combaten.
Cada palabra suya es como un pelotón de banderas
[lanzadas.
Y los hombres muerden el polvo, entre el estruendo.
62
pelotones de nubes de oro se arrastran por la tierra
[velozmente,
a lo lejos.
Nubes que levantan las cabalgatas,
y que traen copiosas lluvias de sudores de olor acre,
de olor de energía y de mocedad.
Tras las nubes doradas,
otras de color gris se levantan de la tierra,
entre el tronar de las bocas de acero que hablan fuego.
Y llega la tormenta artificial de relámpagos
[sanguinolentos.
Entonces la bandera no es la roja guacamaya que ondula
[delante de los escuadrones.
Es un palpitar invisible.
La están tejiendo los gritos y los alaridos de los hombres
y de los clarines vocingleros.
Y sobrecoge la grandiosidad
de los pelotones de nubes grises que chocan a ras de
[tierra.
Tras ellos viene la lluvia roja, la lluvia de sangre.
La lluvia roja.
63
§§ Los mendigos
Los mendigos marchaban por las calles sonámbulas
con los trajes roídos, los cuerpos remendados
y las almas enfermas también deshilachadas.
64
Y así, en nichos de sombra, bajo la noche bruja
los miraron los búhos y los perros noctámbulos
y hacia la media noche los encontró la luna.
65
§§ Sueño
Sueño: ángel desnudo, ágil
desciendes a mi lecho solamente
cuando cierro los ojos.
Y mi cuerpo
inmerso en aguas de la noche,
pez grande, se llena
de pececitos tibios.
***
***
66
Sueño en la noche, espuma,
blanca espuma. Y allá lejos,
más allá de los islotes dorados de la noche,
bajan los muertos
en sus canoas sin remos.
***
67
§§ Ciudad de sueño
Yo os contaré que un día vi arder entre la noche
una loca ciudad soberbia y populosa,
yo, sin mover los párpados, la miré desplomarse,
caer, cual bajo un casco un pétalo de rosa.
68
§§ La isla de piel rosada
En el último puerto que pisaron mis botas
sentí por la vez última vago afán de llorar:
una columna tibia —cadena de sus trenzas—
de suave nombre antiguo, me quiso sujetar.
69
(El recuerdo es mi torre —yo soy el Barba azul—
y en ella hay cien mujeres…) Mas la memoria dulce
de una isla, perenne vive, como el azul.
Y fumo en pipa —el tedio por las fosas nasales
en volutas— rodéome de nubes como un dios,
y vuelvo a ver mi isla, desnuda y adormida
sobre el mar que en su onda imperial la arrulló.
70
§§ Muertos
Cuando aún no estaban
donde están ahora,
la noche, en la copa
del sueño les daba
un trago de muerte.
¿La muerte es amarga?
71
§§ Poemas del silencio (i)
§§ i
72
§§ El grito de las
antorchas
He aquí que comienza el resonar de los martillos.
Golpear, golpear de los martillos
que construirán las ciudades futuras.
Ya se escucha un galope en todos los cantos.
Hombres nuevos surgidos del yunque,
formados por el escoplo,
arrullados por el monorritmo de los martillos,
yo iré un ágil día de verano
entre vuestra turba regida por un sistema planetario de
[ideas.
Yo galoparé hacia la ciudad futura
que hemos visto destacarse en la puesta del sol.
Hombres nuevos
que podíais muy bien ir desnudos,
porque sois hermosos
y de fuertes, y de libres cabelleras.
Yo he soñado en fundar una gran ciudad sin cúpulas.
Oh babélicos,
que sólo sabréis hablar
un solo lenguaje fraternal y semejante a la hierba por su
[sencillez.
Nosotros levantaremos una ciudad más bella que una
[mujer.
Traed la hoz, traed el canto también y los martillos.
73
Traed la azada y el compás, la escuadra. Traed el tránsito.
Traed el hierro en sus diez mil transformaciones.
Que nadie ha de confundirnos, oh babélicos.
Y si por un momento se confunden nuestras lenguas a
[causa del entusiasmo,
a causa del canto de las armas de trabajo,
tenemos una sola palabra
para hablar a todas las razas de la tierra.
Más fuerte que la luz es la palabra:
lenin.
74
§§ El alba llega
Los poetas miraron la noche
como un gigantesco árbol negro
cargado de manzanas de oro.
Yo miré la noche.
Pobre madre cubierta de lutos
que al fenecer el sol adolescente
vino a guardar su tumba.
75
Y en la cúpula del cielo
prendió un gran paño negro
con alfileres de cabezas rubias.
76
§§ Esta es la tierra
A Tulio
77
en una rápida aventura, interrumpida
por ventanas florecidas en granjas distantes,
o con ríos que salen al paso, o mastines insomnes.
78
Aquí he luchado, aquí he sido iluso,
y he sembrado mi canto en los vientos.
79
§§ En azul lejano
Oh vuelo de infinitas manos dúctiles,
casi fluidas, fluidas, etéreas.
Pero ahora,
¿para qué hacer languidecer la sombra de ese dolor
en el camino sin fin de mi verso?
Dejad que allá… lloren esa música y ese corazón.
Dejad ese piano violado por la blancura violenta
de sus manos unciosas como ungüentos
¡porque un piano —oh destino—
puede llenar todo un bello pasado!
80
Que no violen sus manos hirientes por demasiado finas
mi noche, mi noche que bajo sus dedos ingrávidos
podría gemir toda ella como un piano dantesco.
¡Adiós!
81
§§ Veinte años
Yo soy el señor de veinte castillos de puertas ferradas
que jamás han de abrirse, que nadie
ni Dios con su puño de luz, formidable,
ha de abrir en el tiempo.
82
Sobre mis castillos el búho hizo una cueva
de sus propias meditaciones.
Y en los primeros salones quedaron
abandonados, la lámpara mágica,
Barba Azul y otros dulces amigos.
En los demás fui dejando encerradas
bellas niñas de ojos brillantes,
de cabelleras fulgentes y negras…
de ojos magnéticos y manos dementes…
bellas doncellas que bebieron el filtro
de la Locura… mujeres desnudas
como serpientes… mujeres-estatuas…
mujeres-sueños que nunca tuvieron
contornos… mujeres
desnudas como ánforas… todas
las mujeres que amé, que soñé; que me amaron,
y que recorren los oscuros salones, llamando
mi nombre, con pasos fantásticos.
En los rincones apesadumbrados
como monjes en penitencias, meditan
los recuerdos y brillan sus ojos.
En esos salones brillaron las lunas.
Vino a visitarme la nodriza Noche.
Aleteó el Amor —ave blanca
llagada de besos—…
Estuvieron los seres queridos,
pasaron los amigos y huyeron
los pájaros azules, los violines lloraron…
83
En todos el eterno reloj tictaquea
agónicamente… El silencio medita.
Y la sombra funesta y helada
mueve la eterna lanzadera
de sus monstruosos telares, malditos.
84
§§ Compañeros
(Canción de Andrés Providencia)
A Víctor Amaya González
85
¡Borrachos, tan borrachos!… que al fin nuestro velero
se hundió agitando blancas alas de serafín.
86
§§ Cantos de hombres
(final)
Son los hombres ásperos,
son los hombres tristes que se confunden
con las bestias y con los árboles bajo el cielo creciente.
Son los hombres
cantando sus canciones de nubes y caminos,
cantando su añoranza de tierras anchas.
87
¡y hay tanta tierra bella tras esas lejanías!
Sus corazones son nudos de caminos,
de caminos de huellas.
88
§§ LA MARIPOSA
A J. G. N.
(Especial para el número de «Lecturas dominicales»,
de la Federación Nacional de Estudiantes)
Era la noche,
era la noche en que trisca el corazón su humilde
recuerdo sentimental,
era la noche de bucólica ráfaga salutífera,
afuera donde rumora la selva y la selvosa sombra
y el tácito, germinante, grito auroral.
89
porque en las sombras estaban, no se sabe si hacía ya
[mucho tiempo,
estaban los rostros en que la gracia es cierta y vehemente.
90
la existencia de un enjambre melódico, de un conjunto
[musical,
y cantó, afirmando, sílaba sola, la existencia de una
[encendida frase
jocunda de vida plenaria y loca,
y huyó… y huyó, tan fugaz que pudo dudar un instante
el oído atento, el ojo atento,
y huyó porque tu mano era lirios y luz distante,
porque tu hombro níveo era tal vez la luna de una
[fábula.
91
§§ Mujeres de brisa
¿Buscas una orilla?
Vente a mi palmar.
¿Buscas un palmar,
por una sonrisa?
Yo huelo a fuerza
mujer de brisa,
tan rumorosa
como una orilla.
Ahora no una
mujeres de brisa
92
dátiles movían
con suave anhelar.
Mujeres de brisa. Se podía mirar
como cielo y árboles
querían danzar.
Yo huelo a fuerza
mujer furtiva.
Por los follajes
la noche brilla.
Un palmar oía
lejos oscilar
como piel la sombra
se veía brillar.
93
Mujeres de brisa
cielo, río, palmar
y al mi corazón
hacen oscilar.
94
§§ Bordoneo
Creció la hierba en los caminos.
un vagabundo vio los tiernos
campos lamerle los zapatos.
Y vio que el cielo era un gran viento
azul, corriendo sobre las hierbas.
95
otra muy suave Virginia
en el canto de un vagabundo,
de un hombre que dice canciones
entre los hombres y los caballos,
de un hombre que canta en las ferias
entre los gritos y los fustazos.
Él ha cantado, él ha cantado.
Él ha sabido desde cuáles
celestes guitarras la lluvia
va cayendo sobre los prados.
***
96
de melodía. En el difuso
lenguaje lento de las lluvias,
—que empieza en pausado fraseo—,
oyó la voz de las florestas,
de los lindos claros del bosque
donde se tiende el sol como un perro;
el respirar de las hierbas húmedas
que se levantan lentamente
bajo la carpa de la noche.
***
***
97
campos triscar tras de sus huellas.
Y vio que el cielo era un gran viento
azul, corriendo sobre las hierbas.
98
§§ «Bordoneo»
(Segunda versión
inédita)
Creció la hierba en los caminos.
Uniendo aldeas con canciones
bien puede un hombre juntar estrellas
bajo las manos de la noche,
y oír, tendido en la hierba
que le es suave aliento, difusa
la melodía de las sendas.
Él ha cantado, él ha cantado.
Él ha sabido desde cuáles
99
célicas violas la lluvia
va cayendo sobre los prados.
***
***
100
Bien puede hacer que de su aliento
broten formas y voces y aromas
y desnudas en sollozos
carnes ardientes en la sombra.
101
§§ Simple canción
Un solo fruto recogió la honda
en la noche golpeando de horizonte a horizonte,
dulzura de mi valle y sus rumores:
lo oí, lo oí en el viento que arrasó las canciones.
102
§§ Lejanía
En la lejanía un ave cantando vuela,
su canto divino apenas llega.
En la lejanía un ave dorada.
103
§§ Cantaba
Cantaba una mujer, cantaba
sola creyéndose en la noche,
en la noche, felposo valle.
104
§§ Silencio
Cabelleras y sueños confundidos
cubran los cuerpos como sordos musgos,
en la noche, en la sombra bordadora
de terciopelos hondos y de olvidos.
105
Y junto a mi vivac de viejos libros,
mientras sombra y silencio mueve sorda
la noche, que simula una arboleda,
te busco en las honduras prodigiosas,
ígnea, voraz, palabra encadenada.
106
§§ Canción del valle
Del valle desceñido canción densa de sombra
me sube al labio, sangre turbia que clama luz.
Si amé sobre los bosques los cielos vehementes,
mi voz sintió la honda fatiga del azul.
107
Abundaba el azul y la luz verdecía
en el día de hojas nuevas. Fluía el corazón
en la brisa, en la brisa que traía un palmar.
Y en la sombra en que hablaban vagamente las hojas
yo sentí que la luz venía como un mar.
108
§§ «Canción primera de
mi país»
(primera versión
inédita de «Canción
del valle»)
Del valle desceñido canción que es como sombra
me sube al labio, sangre oscura que clama luz.
Desnudo estoy del manto maravilloso, fértil,
desnudo doblemente en la luz de emoción.
Abundaba el azul entre mis manos, sobre bosques.
Y yo fui hondura también por sentir tanta loa,
por oír cómo las aguas brillaban hacia el fondo.
Y fui en la noche cavador de ansiada claridad.
109
vamos hacia un país que no veréis jamás.
110
La noche sombría sueña pensamientos de luz.
Llevo en mí una turbia tremolación sin fin,
un rumor, un remoto fluir sin riberas.
En mi país, en mi suave país el viento, lo ha de oír,
en toda rama oirá mis manos trémulas,
y en todo fruto se le opondrá mi corazón
por aromarlo, por desgarrarlo en larga
desgarradura de música honda, de canción.
El viento lo ha de oír, el viento, mi país.
111
§§ Sin título
(versión inédita de
«Canción del valle»)
Yo canto, dijo, canto esta canción
por oír mi país,
un fugitivo bello día temblar,
una reminiscencia de árboles
árboles sin fin
árboles en grupos
uno tras otro,
algunos tan bellos que parecen irreales
la frescura del aire recién lavado
tras la lluvia.
Yo canto
por oír mi país
112
§§ Cancioncilla
Esta niña linda
que no tiene par,
es como una esbelta
brisa matinal.
113
y en su voz que es ya
más suave que el musgo
que en los valles hay.
114
§§ Canto a los
constructores
de caminos
Canto a los hombres orgullosos
de llamarse constructores de caminos.
Canto sus cuerpos casi minerales,
formados por terrones y por bloques.
Los canto en el alba, con las azadas al hombro,
porque ellos son el verdadero ejército.
115
yo os canto mirando silenciosos el poniente,
como una confusión de banderas sangrientas.
116
§§ Balada de Juan
de la Cruz
Yo soy Juan de la Cruz, llamado el héroe
que partió con cien mozos y una bandera
a cubrirse de gloria bajo el sol.
Y a elevar su grito rebelde entre las balas
aun más alto que el grito del rebelde cañón.
117
Yo soy Juan de la Cruz, llamado el héroe,
que perdió su alegría que era también
un fruto de su tierra que bendijo el Señor.
Yo soy Juan de la Cruz, en cuyo honor el pueblo,
en medio de la plaza sólo un roble plantó.
118
§§ Balada del combate
Alguna vez fuimos al combate.
Y se quedaron tras de la nube de oro
que levantaban nuestros caballos, bellos casi como
[mujeres,
el pueblo… y las doncellas, altas, en los umbrales.
119
§§ Lorenzo Jiménez
¿Qué yo hago si canto
verdecer en la noche los campos?
Si duermen los valles
sisean las ramas,
pero yo no canto
no turbo el silencio sagrado
de la noche rumiante, pacífica.
No canto, ni el silbo
de mi boca el silencio apacible
destriza.
No mi silbo furtivo el sedoso
corazón de las mozas despierta.
No busco la sombra
sino que mis días lleno de labores.
Dura es la faena:
sembrar las espigas,
cantar las espigas.
120
Si allá grita el viento
con horrísona voz, con burlesco alarido,
el bosque blasfema…
no que yo mi sombra en las sombras oculte.
121
§§ Vieja balada del
nocturno caballero
Ah, caballero, buen caballero
que te apresuras por la arboleda.
122
La dama en negro —faz que embelesa—
vaga en la noche, dan sus melenas
al aire aroma de adormidera…
123
§§ Entre la multitud
Entre la multitud hay un hombre que dice haber
[construido mi ciudad.
Entre la multitud un hombre sin nombre.
Pero hay muchos que dicen: Yo soy ese hombre, por las
[calles:
Mirad mis manos destrozadas, mirad mis hombros
[hechos pedazos.
124
con palabras procaces, con vocablos horribles,
entre el sueño que sube luchando con alas luminosas.
125
Porque yo podría hacer con mi mano
con mi propia mano, una ciudad de sol y de aire limpio.
126
§§ Arrullo
La noche está muy atareada
en mecer una por una,
tantas hojas.
Y las hojas no se duermen
todas.
127
(¿Dónde el bello país de los ríos,
que abre caminos
al viento claro
y al canto?)
128
§§ «Canciones
como nubes»
(primera versión
de «Arrullo»)
¿De quién es el horizonte,
de quién es el horizonte?
De la hoja.
129
Y las hojas no se duermen
todas.
130
y al canto?
Si espejea el agua,
son follajes los ríos.
Qué troncos rumorosos
les son las barcas.
131
¡Qué herida doble!
Hoja en el aire.
Suena muy lejos
el día de cobre.
132
§§ Vinieron mis
hermanos
Vinieron mis hermanos por juntar con mi sueño
espigas de sus sueños…
133
Vinieron mis hermanos por juntar con mi sueño,
espigas de sus sueños como en un resplandor.
Venía el viento y curvaba la dorada gavilla,
venía el viento de lejos, turbio como una voz.
134
§§ Canción de amor
y soledad
Como en el áureo dátil de solitaria palma,
orillas de mi predio todo el valle resuena,
tú en mi corazón, dátil amargo, tiemblas
y te inclinas desnuda, sollozo y carne trémula.
135
tu gemido gozoso, tu olor de flor abierta.
Mecido en ti, lleno de ti se escucha,
y da al viento ceniza de sus gritos.
136
§§ Canción de hojas
y de lejanías
Eran las hojas, las murmurantes hojas,
la frescura, el rebrillo innumerable.
Eran las verdes hojas —la célula viva,
el instante imperecedero del paisaje—,
eran las verdes hojas que acercan en su murmullo,
las lejanías sonoras como cordajes,
las finas, las desnudas hojas oscilantes.
137
las lejanías que el viento tañe como cuerdas:
oh pentagrama, pentagrama de lejanías
donde hojas son notas que el viento interpreta.
138
§§ Paisaje
Mira estos campos que por nada
te ofrecen su extendida cosecha de belleza.
139
Mira la tarde de oro que inclina su cabeza
suavemente, su blonda cabeza en el crepúsculo,
como una bella mujer sobre un cojín de sedas.
140
§§ El cantor
Yo soy el cantor,
el hombre que canta a los cuatro vientos,
un hombre de corazón
diciendo tornátiles palabras,
a la sombra de la noche mirífica,
a la sombra de sus párpados lentos.
Yo soy el cantor.
Cantaré toda cosa bella que hay en tierras de hombres,
cantaré toda cosa loable bajo el cielo.
Cantor, cantador,
de ritmos
prestidigitador.
141
Entre mi bosque de palabras ligeras,
con mi corazón atado a un cielo de rosas,
yo canto todas las canciones que sean buenas,
todas las canciones entre los días, al viento.
Canciones desnudas para doncellas divinas,
no de sedas, no de linos, aún más inconsútiles.
Guirnaldas de palabras, sartas de sílabas…
142
§§ «El cantor»
(primera versión
inédita de «El
cantor»)
Yo soy el cantor,
el hombre que canta por tierras de hombres.
El que no tiene otra fortuna
sino el cielo, el azul del cielo,
que bajó a su mano como un pajarillo.
143
§§ «El cantor»
(Fragmento)
(segunda versión
inédita de «El
cantor»)
Cantó, cantó mujeres, alegría de sus ojos,
y que eran la luz,
y alguna hubo en el sur que le es brisa constante
en su canción moviendo toda palabra suya,
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, tan
[suavemente:
toda hoja, noche y día, dulcemente en el sur.
144
***
***
145
§§ Tierras de nadie
Oíd el canto dulce de las tierras de nadie.
Tanta belleza es cierta, viva, sensual, sencilla;
no obstante todo aquí habla de otras tierras más dulces,
todo es aquí presencias y hablas de maravilla.
146
Cielos abandonados a las nubes y al vuelo
melodioso de alas que en el trino las abren,
y a las algarabías vegetales que llaman
las lentas nubes blancas de las tierras de nadie.
147
§§ Canciones
Cántame tus canciones,
tus esbeltas, desnudas canciones,
esas que se visten de menudas hojas verdes
y hojas rojas,
y hojas verdidoradas,
con cortezas resinosas
y pequeñas piedras pulidas por el agua.
Y las otras:
las de las aguas hechizadas
que se precipitan gritando por las rocas,
y aquellas en las que bandadas de alondras
levantan la mañana.
Y la canción de los hermosos caballos,
en la que se enumeran los caballos por sus colores,
y sus nombres
y sus orígenes y linajes.
148
y sus vuelos y sus melodías.
Y la canción de las lluvias,
de las lluvias inmemoriales. Y de las otras,
las frívolas y danzarinas.
149
§§ Canción del niño
que soñaba
Esta es la canción del niño que soñaba
caminando por el salón penumbroso
de brisa lenta que estremecía sus pequeñas alas,
y oía, afuera, entre los árboles las arpas de la noche,
y voces ¿por qué tantas voces en el silencio?
150
§§ La canción
del verano
Y esta es la canción de un verano
entre muchos hermosos veranos,
cuando el polvo se alza y danza
y el cielo es un follaje azul, distante
151
§§ Canción del viento
Toda la noche
sentí que el viento hablaba,
sin palabras.
Días antiguos,
de sol y alas,
y de viento en las ramas,
cada hoja una sílaba,
la sombra de una palabra,
152
palabras secretas
de fragancia y penumbra.
153
§§ «Viento de
narraciones»
(primera versión
inédita de «Canciones
del viento»)
Viento de narraciones,
de ilusorias, feéricas fábulas,
viento de canciones,
viento mirífico de palabras.
Viento de narraciones,
narrando la Majestad, el Éxtasis,
viento de canciones,
viento cruzado de resplandores y aves doradas.
154
§§ «Fragmento sin
título»
(segunda versión
inédita de «Canción
del viento»)
Esta es la canción del viento,
viento de narraciones,
de fluidas, feéricas fábulas.
155
como quien echa sobre los hombros
un gran manto flotante y tornasolado.
Y trae las colinas y las montañas,
y se siente el aroma de las yerbas de las laderas
y el frío de los blancos lirios de las cimas.
156
§§ Canción de hadas
¡Hadas, divinas hadas!
Creer en las hadas
en las rosadas, felices noches estivales,
y también en esas noches extrañas
cuando entre los abismos de sombras en el silencio
del silencio
se encuentra de súbito una líquida palabra melodiosa
como una fresca agua recóndita, un agua
de dulce mirada.
¿No creer ya en las hadas?
Pero entonces… Yo creo, ciertamente,
que mi antigua aya era una reina de hadas,
y lo supe cuando en el cielo de su mirada
subían rosas ardientes, y cuando su palabra
quemó mi piel sin dejar señales,
y porque en su corpiño, bajo las sedas,
le palpitaban palomas blancas.
***
Ahora el silencio,
un silencio duro, sin manantiales,
sin retamas, sin frescura,
un silencio que persiste y se ahonda
aun detrás del estrépito
de las ciudades que se derrumban.
157
Y las hadas se pudren en los estanques muertos
entre algas y hojas secas
y malezas,
o se han transformado en trajes de seda
abandonadas en viejos armarios que se quejan,
trajes que lucieron ciñéndose a la locura de las danzas
entre luces y músicas.
158
§§ Sin título
(primera versión
inédita de «Canción
de hadas»)
Cantar la canción de las hadas
creer en las maravillosas hadas,
como aquel que busca en abismos de noches
un agua recóndita,
en los silencios, al fondo,
una delgada frase melodiosa.
159
Y entonces pienso en las hadas,
y creo en ellas, y oigo su canción lejana
como un cielo olvidado,
desflecado…
Espíritus sutiles
con graciosas formas de mujeres
flexibles, ágiles, y que portan
alas tejidas de aire y magia.
160
§§ Amo la noche
No la noche que arrullan las ramas
y balsámica con olor de manzanas,
con el efluvio de la flor del naranjo;
oh, no la noche campesina
de piel húmeda y tibia y sana;
no la noche de Tirso Jiménez
que canta canciones de espigas
y muchachas doradas entre espigas;
no la noche de Max Caparroja,
en el valle de la estrella más sola
cuando un viento malo sopla sobre las granjas
entre ráfagas de palomas moradas;
no la noche que lame las yerbas;
no la noche de brisa larga,
hojas secas que nunca caen,
y el engaño de las últimas ramas
rumiando un mar de lejanos relámpagos;
no la noche de las aguas melódicas
voltejeando las hablas de la aldea;
no la noche de musgo y del suave
regazo de hierbas tibias de una mozuela;
yo amo la noche de las ciudades.
161
y no se acuerda de los silencios
vegetales que roen los insectos;
yo amo la noche de los cristales
en la que apenas se oye si agita
el corazón sus alas, sus azules;
162
asordinada, a la luz de las lámparas
que son como gavillas húmedas
de estrellas o cálidos recuerdos,
cuando todo el sol de los campos
vibra su luz en las palabras
y la vida vacila temblorosa y ávida
y desgarra su rosa de llamas y lágrimas.
163
§§ «Canción de
Mateo»
(primera versión de
«Amo la noche»)
A Allius
164
y el engaño de las hojas verdes
rumiando una noche viajera;
no la noche de las aguas melódicas
voltijeando las hablas de la aldea;
no la noche de musgo y del suave
regazo de hierbas tibias de una mozuela;
yo amo la noche de las ciudades.
***
165
Unas mujeres jóvenes llamáronme,
y había en sus voces, en sus trajes leves,
rumor de bosques, aroma de frutales,
unas mujeres en la brisa de la danza;
y en sus tímidos silencios empezaban
a sisear unas hojitas despertándose.
Unas mujeres suaves, suaves.
***
166
Yo amo la noche en el cansancio
del bullicio, de las voces, de los chirridos,
cuando hay un poco de silencio
como un jirón de terciopelo,
para evocar los predios, los viajes,
y esas partidas aromadas
con el vaho tibio de los caballos
que alzan sus belfos en el alba.
167
§§ Sequía
Porque la sed había herido toda cosa,
todo ser, toda tierra de hombres…
Y nunca más volvería la lluvia.
Si lloviera en la aldea,
sobre los valles que bostezan secos,
si lloviera sobre las alfombras
del monte,
sobre la noche de rocas amarillas.
168
Una delgada aguja había,
perdida,
en la profusa sombra,
una agujita de agua.
169
§§ «Sequía»
(primera versión
inédita de «Sequía»)
Porque la sed había herido toda cosa,
todo ser, toda tierra de hombres…
Y nunca más volvería la lluvia.
Ni las nubes amigas de la pequeña aldea.
170
Ayer, antaño hubo aquí un río,
hubo una alegre lluvia tejiendo lindas flores
y acariciando a las hojas como a pajaritos dormidos.
Antes de la sed, cuando el agua vivía.
Si lloviera en la aldea,
si lloviera en la aldea morena,
sobre los valles que bostezan secos,
si lloviera sobre las alfombras
del monte,
sobre la noche árida, de rocas.
***
171
amaba las nubes que congrega y dispersa en las
[montañas,
el viento como un boyero loco
que ríe y grita y silba sin motivo.
Pero ahora la lluvia
habita en mi oído y en la distancia,
y su llanto entre risas es de pronto una gota
de llama.
172
tiene un hijo de barro,
otros días los cielos tímidos descendían
a picotear el trigo en su palma de greda.
***
Si lloviera en la aldea,
qué alegría de aires, qué júbilo de cielos.
Pero la aldea dormía, moría,
bajo un cielo de vidrio.
Y nunca más volvería la lluvia.
173
§§ Palabra
nos rodea la palabra
la oímos
la tocamos
su aroma nos circunda
palabra que decimos
y modelamos con la mano
fina o tosca
y que
forjamos
con el fuego de la sangre
y la suavidad de la piel de nuestras amadas
palabra omnipresente
con nosotros desde el alba
o aun antes
en el agua oscura del sueño
o en la edad de la que apenas salvamos
retazos de recuerdos
de espantos
de terribles ternuras
que va con nosotros
monólogo mudo
diálogo
la que ofrecemos
a nuestros amigos
la que acuñamos
para el amor la queja
174
la lisonja
moneda de sol
o de plata
o moneda falsa
en ella nos miramos
para saber quiénes somos
nuestro oficio
y raza
refleja
nuestro yo
nuestra tribu
profundo espejo
y cuando es alegría y angustia
y los vastos cielos y el verde follaje
y la tierra que canta
entonces ese vuelo de palabras
es la poesía
puede ser la poesía
175
§§ Lluvias
ocurre así
la lluvia
comienza un pausado silabeo
en los lindos claros del bosque
donde el sol trisca y va juntando
las lentas sílabas y entonces
suelta la cantilena
176
……………………………… … … …
pero de pronto
se vuelven risueñas y esbeltas
danzan
pueblan la tierra de hojas grandes
lujosas
de flores
y de una alegría menuda y tierna
……………………………… … … …
olvidamos su treno
y las amamos entonces porque son dóciles
y nos ayudan
y fertilizan la ancha tierra
la tierra negra
y verde
y dorada
177
§§ Tambores
Suenan los tambores
a lo lejos
con un profundo encanto que nos despierta
nos alerta
o nos embriaga con su son melodioso
suenan profundamente
los tambores
en el día de bronce
en la noche de lentos párpados morados
o en la noche de rocas amarillas
o en la noche de luna rosada y sesga
en que canta el ruiseñor que escuchó Ruth la moabita
o en la que imita a toda la tribu alada
el pájaro burlón
el arrendajo
melodioso o rechinante como una
cerradura oxidada
suenan casi perdidos los tambores
atravesando valles y valles de silencio
y nadie sabe quién los toca
ni dónde
pero todos los oyen
y comprenden su mensaje
y se llenan de júbilo o se espantan
dónde suenan
178
quién los toca
manos que se han deshecho
o que están cayendo en polvo
o que serán la ceniza más triste
dónde suenan
en las espesas selvas o en las que fueron selvas
en los desiertos
suenan en siglos y milenios lejanos
transmitiendo en la tierra hasta muy lejos
la palabra humana
la palabra del hombre y que es el hombre
la palabra hecha de fatiga y sudor y sangre
y de tierra y lágrimas
y melodiosa saliva
179
§§ Yerba
Acaricio la yerba
dócil al tacto
suave
y humilde
como el sayal
como el suelo
que lame
que perfuma
la planta que la pisa.
La yerba
se desliza
serpea
como diez mil diminutas serpientes
hechicera
hechizada
susurra
se adormece
y nos sume en sueño traspasado
mientras que en amplias líneas altas
huye el cielo
como un gran viento azul
distante.
Pero la yerba
celosa
desconfiada
180
pide la mano acariciante
el calor humano
que la apacigüe
la quiebre
tenaz
cotidiana
incansable
suavidad insidiosa de la paciencia invencible
no perdona
el desdén
el abandono
que no se escuche su tenue voz que reclama
el cuidado amoroso
el pulso
el movimiento
la humana presencia.
Si abandonada
no oída
su astucia
levanta
sus mil cabezas diminutas
y persigue la planta humana que la deja
borra su huella
tapa los senderos
y ocupa las ciudades
traspasa la montaña
y silba su aguja de crótalo
en las casas sin puerta
181
en las grandes salas sin ecos
donde resplandecieron
las hermosas mujeres
entre altos espejos
donde sonaron músicas y canciones
y bellos trajes y joyas que fueron
a las fiestas
y llenaron los días de luces
y las noches
de caricias y rosas.
No cae la yerba
no
como las gotas de fuego
que llovieron sobre las ciudades de la planicie:
se arrastra
se desliza
y se quiebran las columnatas
porque ha llegado el reino oscuro y áspero
y el hombre está lejos
o yace bajo la yerba.
182
que quisiera danzar y ser aire
femenina
sutil
grata a la mano
muerde el talón que se aleja
y silba su imperio desolado
hasta el límite del horizonte
y cubre huellas
ciudades
años
183
Poemas inéditos y atribuidos,
y un último hallazgo
§§ Poema inédito i
(sin título)
El lánguido viento en las hojas anchas.
187
§§ Poema inédito ii
(sin título)
Oye el viento, el dulce viento
que canta en la arboleda, y narra
sus largos viajes por la montaña
y trae en su sollozo aromas y valles.
188
¿En dónde están sus grandes ojos azules
y la tierra dura de su carne adolescente?
189
§§ Poema inédito iii
(sin título)
Dejo esta noche
dejo esta palabra
por un sigilo
dejo esta única palabra
sombra que vacila entre luz y sonido
y andando andando sueños
llegue a la tierra que canta
el súbito horizonte
bandada sobre el camino
al fin del viaje bordeado de alas oblicuas
la tierra que canta
ya no sé dónde
en un alba rosada
en una luna
que es terror y alabanza
190
§§ Poema inédito iv
La parábola del fuego
¿Cuál era, di, la indefinible espera,
de esa noche de invierno, tan sombría,
al fuego del hogar, mientras afuera,
árboles y borrasca combatían?
191
que perlas y diamantes luminosos…
Dijo mi huésped: —no, ¡me basta el fuego!
192
§§ «Parábola del
fuego»
(primera versión
inédita de «La
parábola del fuego»)
¿Qué espera en las negras soledades
de aquella noche horrísona y sombría,
al fuego del hogar, mientras afuera
el viento y la borrasca combatían?
193
un manto rico cubrirá tus hombros…
Dijo mi huésped: —no, me basta el fuego.
194
§§ Poema inédito v
(sin título)
Cual rama sosteniendo áspero fruto, tienes
la mano en la mejilla, tu silencio
es en tu boca, roja mariposilla.
Es el reposo, y bordonea en tu oscuro
corazón una distancia,
mujer recostada a lo lejos, de ojos limpios,
tendida a lo lejos como el tendido horizonte.
195
Solo. Y te plañe en el corazón una distancia.
Silente, y lleno de días bulliciosos.
Silente y tus sueños te van formando fronda,
y tu cuerpo que un suave musgo cubre
siente que alarga el viento su follaje mecido,
y que los días y las noches le son hojas cambiantes
con un ritmo sin fin, con un ritmo cercano
en que plañen o cantan mujeres y distancias.
196
§§ Poema inédito vi
El narrador
El viejo Juan, un vago, un hombre del camino.
El viejo Juan, un hombre
de habla florida, que sabía
empujamos suavemente en su noche rumorosa
donde brillaban balanceándose sus palabras.
197
Un narrador. Y no se distinguía
si eran los árboles rumorosos a lo lejos
o el son de las palabras del hombre.
El viejo Juan en la sombra parecía un gran árbol
en medio de tanta palabra bulliciosa.
198
§§ A mi madre
(poema atribuido)
Madre —dijo el ebrio de frente de suicida—
no murió: en mi ausencia, bajo los negros tules
de una noche de cuervos, la robaron dormida
sus hermanas las hadas de los cuentos azules.
199
§§ Canción de Xavier
Ximénez
(un último hallazgo)
Aunque te podes los negros cabellos lacios,
aunque dulcifiques la canción que heredaste,
yo te conozco, Xavier Ximénez, yo he visto
brillar en tus pupilas una lumbre salvaje.
200
Yo te he visto, Xavier Ximénez, matador de un roble,
mirar la lejanía con ojos anegados,
y vas todas las tardes a mirar el crepúsculo
en los cristales del tren que se aleja balando.
201
Este libro no se terminó de imprimir
en 2018. Se publicó en tres formatos
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y hace parte del interés del Ministerio
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de Colombia —como coordinadora
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