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Una cosa es una cosa Acción plástica de María


Teresa Hincapié, 1990
Credencial Historia 
No. 319 (/biblioteca-

virtual/credencial-
Autor: Credencial Historia
historia/numero-319)

Registro en vídeo. Colección Banco de la República de Colombia


Arte conceptual en
Colombia: Obras María Teresa Hincapié era una mujer atlética y disciplinada, que se impuso hacer
claves para su de la performance el precepto de su vida. Nació en Armenia en 1956, tuvo una
comprensión
exitosa carrera que se truncó cuando su cuerpo no logró vencer al cáncer en
(/biblioteca-
2008. Sus estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia recuerdan que
virtual/credencial-
llegaba montada en una bicicleta con la que rompía el viento, buscando la
historia/numero-
dimensión poética que la conectaría con el accionar simbólico de su propio
319/arte-conceptual-
cuerpo; agente generador de acontecimientos.
en-colombia-obras-
claves-para-su-
En su caso, la acción artística fue una forma de liberación del espíritu, pero
comprension)
además con su obra renovó el tedioso ambiente que cobijaba al arte
contemporáneo colombiano de finales de los noventa. En medio del terrorismo
Arte colombiano años instaurado por la acción atemorizadora de los carteles mafiosos y el gesto
noventa (/biblioteca- complaciente del presidente César Gaviria Trujillo por las políticas neoliberales, el
virtual/credencial-
obrar de María Teresa Hincapié se constituyó en un símbolo del desencanto de
historia/numero-
toda una generación, cuyo único anhelo consistía en ir a volar a otra parte del
319/arte-colombiano-
mundo. En tiempos de magnicidios, privatizaciones, apertura y capitalismo
anos-noventa)
desbordado, el arte de Hincapié ponía en aprietos a los coleccionistas de fetiches,
pues de sus acciones no quedaban sino unas pocas imágenes, que se evaporaban
UNA COSA ES UNA
con las cenizas de los recuerdos.
COSA ACCIÓN
PLÁSTICA DE Procedente del mundo del teatro, Hincapié incursionó de manera temprana
MARÍA TERESA haciendo una extraña forma de arte urbano, donde los aspectos dramáticos y
HINCAPIÉ, 1990 contemplativos se revirtieron en la performance conocida como “Vitrina” (1989).
(/BIBLIOTECA-

Comprometida con la labor social de los trabajadores, su acción duraba una
VIRTUAL/CREDENCIAL-
jornada “laboral” de ocho horas en la que limpiaba la vitrina de un almacén
HISTORIA/NUMERO-
ubicado en la Carrera 7ª con calle 13 en Bogotá. Allí procedió a desarrollar un fino
319/UNA-COSA-ES-
juego de comunicación visual con los transeúntes, quienes la descubrían
juego de comunicación visual con los transeúntes, quienes la descubrían
UNA-COSA-
Centros culturales Museos Bibliotecas
haciendo un Actividad
ritual continuo y depurado musical
de gestos (/actividad-musical)
y escritura, donde el tema
ACCION-PLASTICA-
DE-MARIA- central era la limpieza del lugar y, por ende, del alma. Sobre el vidrio dejó
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TERESA-HINCAPIE) plasmada la huella de sus labios y con labial escribía frases como: “Soy una mujer
que vuela”. Quedaba ratificado el poder chamanístico de su arte.

Pero fue en 1990 cuando María Teresa Hincapié hizo una obra que la ubicó en los
anales del arte colombiano. Dentro del marco del XXXIII Salón Nacional de
Artistas, evento que se hizo en Corferias, la artista ejecutó una acción plástica que
le tomó cerca de 12 horas y cuyo título era: “Una cosa es una cosa”. Por aquella
época, la apuesta plástica de Hincapié era completa y profunda, en cuanto su
capacidad para reconocer las posibilidades expresivas, pero además filosóficas de
su obra. La presentación de la performance fue excelente, situación que motivó
la determinación del jurado para otorgarle el primer premio de ese salón, en una
época en la que los gobiernos destinaban recursos para otorgarle estímulos a lo
más destacado del arte nacional.

Con asombro, los asistentes a Corferias vieron como la artista trasladaba decenas
de cajas de cartón, las cuales contenían el minucioso trasteo de objetos que
constituían su menaje. Una vez lista, se dio inicio a la performance, la cual
consistía en una danza lenta, sensible y muy reflexiva en la que la artista iba
instalando una a una las cosas dentro de una espiral cuadrada que iba ocupando
todo el recinto. Cada objeto se colocó dentro de una secuencia en la que el gesto
ritualizaba su existencia. Cada cosa significaba algo, y en la mente de la artista
operaban ideas sobre la procedencia, el uso y la anécdota de la posesión. Este
complejo ritual enumeraba en silencio los objetos que le eran propios, cercanos.
Vaciar su casa debió ser una forma de vaciarse a sí misma. Extendió sobre el piso
cada uno de sus vestidos, los cuales olía a medida que los iba abrazando, así
luego jugaba con cosas pequeñas, a las que les murmuraba secretos.

Durante todo ese proceso alucinatorio, los asistentes iban comprendiendo que el
asunto tenía que ver con una crítica menuda al consumo de bienes, pero por otra
parte rescataba la dimensión afectiva de todo lo que poseemos y que, de alguna
manera, nos define como personas. A lo largo de toda la acción había tiempo
para múltiples sensaciones y situaciones estéticas. En ocasiones emergía el tedio,
en otras se oía respirar a la artista en medio de la mirada curiosa de los asistentes.
La estructura general de la obra funcionaba como un mantra que se plegaba en
el vértigo mismo que imponen las listas, esa idea de la filosofía de Umberto Eco,
donde la simple enumeración se convierte en letanía1 . Pero el trabajo de María
Teresa Hincapié no era solo ir nombrando cosas, su labor iba mucho más allá, en
cuanto que a cada objeto le correspondía un ritual específico, el cual se iba
entreteniendo a lo largo de una obra magnífica.

En un país pobre como Colombia, la obra de la artista hacía colisionar la


experiencia de cada uno de los espectadores con su condición como poseedor o
propietario. En esa perspectiva, el proceso artístico tenía, como todos los que
encaraba María Teresa Hincapié, un profundo trasfondo social. Ser rico o pobre
se marcaba entonces por la posesión de muchas o pocas cosas. Sin embargo, al

detenerse en algunas, al exaltar su existencia aparecía de inmediato la dimensión
cualitativa. La anécdota convertía a la cosa en objeto, al detenerse la artista
Centros culturales Museos
sobre ella Bibliotecas Actividad
de inmediato se iluminaba musical
su existencia; (/actividad-musical)
posarse frente a cada objeto
implicaba iluminar su existencia. Por segundos las ideas de Jacques Derridá,
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Jean François Lyotard e incluso Martin Heidegger dejaban de ser mera teoría
para adquirir sentido en medio del espacio artístico.

María Teresa Hincapié fue una excelente maestra, sus obras y sus clases se
plegaban unas sobre las otras, la experiencia de vivirlas se constituyó en un
patrimonio invaluable para quienes la conocieron y quedaron tocados por su
manera de ser. A finales de los años ochenta en Bogotá, algunos actores y
directores de teatro se convirtieron en una influencia fundamental para aquellos
jóvenes que estudiaban artes o que tenían que ver con universidades donde había
escuelas dedicadas a la enseñanza de lo artístico. La creación del Festival
Iberoamericano de Teatro en 1988 y la existencia afortunada de la Escuela
Nacional de Arte Dramático (ENAD), la creación de la Academia Superior de
Artes de Bogotá (ASAB), todo eso sumado a los montajes que hacían Rolf y Heidi
Abderhalden fueron a conformar todo un arsenal intelectual que hizo historia en
la vida cultural de una ciudad como Bogotá.

Esta pequeña época performática fue importante aunque efímera, la podemos


leer por el anhelo de vida en un momento de profunda desesperación ante la
presencia de la muerte, aquella que por medio de ataques terroristas atemorizó el
alma de los colombianos. La obra de María Teresa Hincapié ayudó a iluminar ese
camino de catarsis, todavía lo hace, ahora por medio de algunos textos que
analizan, de manera seria, su obra2 .

Referencias

1
Umberto Eco. El vértigo de las listas. Madrid, Lumen, 2009. . Volver arriba

2
Maria Rodríguez, Julían Serna, Nicolás Gómez, Felipe González Natalia Gutiérrez,
Carolina Ponce de León, Jóse Roca, Juan Monsalve. Elemental, vida y obra de
Maria Teresa Hincapié, Bogotá, Laguna Libros, 2010, 195 p. . Volver arriba

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