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La talentosa Clementina

Pennypacker, Sara
L a talentosa C l e m e n t i n a / Sara P e n n y p a c k e r ; traducción María d e l M a r Ravas-
sa; i l u s t r a d o r a M a r í a Frazee. Editor A n a María González Sanz. Bogotá: G r u p o
Editorial N o r m a . 2009.
150 p. : i l . ; 20 c m . - - ( C o l e c c i ó n torre d e p a p e l . T o r r e roja)
I S B N 978-958-45-1676-3
Título original: T h e Talented Clementine
I. C u e n t o s i n f a n t i l e s e s t a d o u n i d e n s e s 2. H u m o r i s m o - C u e n t o s i n f a n t i l e s
l . R a v a s s a , M a r i a d e l M a r , t r . II. Frazee, M a r í a , i l . III. G o n z á l e z S a n z , A n a
María, ed. I V . Tít. V . Serie.
1813.5 c d 21 e d .
A l 196995

C E P - B a n c o de la República-Biblioteca Luis A r a n g o

Título original e n inglés:


The Talented Clementine
de Sara Pennypacker

T e x t o © 2007 Sara Pennypacker


Ilustraciones © 2007 María Frazee
Publicado originalmente en los Estados U n i d o s y Canadá por
D i s n e y - H y p e r i o n Books como T H E T A L E N T E D C L E M E N T I N E .
Traducción publicada en acuerdo c o n Disney.
© 2009 Editorial N o r m a
A v e n i d a E l D o r a d o N o . 90-10, Bogotá, C o l o m b i a Capítulo 1 11
Primera edición: febrero de 2009 Capítulo 2 23
Reservados todos los derechos. Capítulo 3 37
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin permiso
por escrito de la Editorial. Capítulo 4 51
Impreso por Editorial B u e n a Semilla
Impreso en C o l o m b i a
Capítulo 5 63
O c t u b r e de 2011
Capítulo 6 75
www.librerianorma.com
Capítulo 7 91
Traducción: María d e l M a r Ravassa
Ilustraciones: María Frazee Capítulo 8 105
Edición: María C a n d e l a r i a Posada y A n a María González Sanz
Diagramación y armada: Blanca O . V i l l a l b a Capítulo 9 125
Elaboración de cubierta: Patricia Martínez Linares
Capítulo 10 139
C.C.26000619
I S B N : 978-958-45-1676-3
Para Steven Malk y Donna Bray,
mi agente y mi talentosa editora,
quienes supieron antes que yo.

—S.P.

Para Mark Frazee, mi hermano


mayor, quien probablemente cree que
esto de dedicar libros es una estupidez.

—M.F.
Capítulo 1

M e he dado cuenta de que los


profesores confunden mucho emocio-
nante con aburridor. Pero cuando mi
profesor dijo: "Niños, vamos a hablar
de un proyecto emocionante", de to-
das maneras puse atención.
— L a escuela va a recaudar dine-
ro para la gran excursión de verano
—dijo—. Los de primero y segundo
van a hacer una venta de pasteles.
Los de quinto y sexto van a lavar au-
tomóviles. Y los de tercero y cuarto
van a... ¡hacer una demostración de —Niños, a uno de los de cuarto
talentos! grado se le ha ocurrido que a nuestra
Todos los niños hicieron ruidos demostración la llamemos "¡Cazata-
como si pensaran que una demos- lentos, Noche de estrellas!" —dijo.
tración de talentos era algo emocio- La de la idea tenía que ser esa Mar-
nante. Excepto yo, porque N O lo garita.
era, no. —Primero tendremos que confor-
Pero bueno, lo admito, tampoco mar un grupo de ayudantes para
era algo aburridor. hacer los carteles... —dijo mi pro-
En ese momento, la profesora de fesor.
Margarita se acercó a la puerta a Y fue en ese momento cuando esa
hablar con mi profesor, lo cual me sensación de preocupación me co-
gustó porque me dio un minuto para menzó en el cerebro, como si alguien
pensar. estuviera haciéndome garabatos con
— A los viejos les encanta darle un enorme lápiz negro.
palmaditas en la cabeza a mi herma- M i profesor siguió con lo de la lis-
nito —dije yo cuando mi profesor ta de ayudantes. El garabateo se hizo
volvió a entrar en el salón—. ¿Qué más intenso y más rápido y me bajó
tal si ponemos una caseta y les co- al estómago. Yo sabía lo que esto
bramos unos centavos por hacerlo, quería decir.
en vez de hacer una demostración Levanté la mano.
de talentos? —Sí, ¿Clementina? ¿Quieres estar
Pero el profesor no me hizo caso. en el grupo de ayudantes para los re-
Esto se llama Seguir con los temas frescos?
del día, cuando el profesor lo hace, y — N o , gracias —dije con suma cor-
Ser desconsiderado, cuando uno lo tesía—. Lo que quisiera es ir a la ofi-
hace. cina de la directora Gamba.
—Clementina, no hay necesidad de
que vayas a ver a la directora —dijo
mi profesor—. N o estás en proble-
mas.
—Pues, es cuestión de tiempo
—le dije.
El profesor me miró como si de re-
pente no se hubiera dado cuenta de
cómo había llegado yo a su salón de
clase. Pero después suspiró profun-
damente y dijo: —Está bien — y yo
me levanté.
A l salir, los mellizos Maya hicie-
ron un gesto de aprobación que me
hizo sentir que no estaba sola, aun-
que sus caras reflejaban lo que pen-
saban: "Gracias a Dios no estamos mi profesor. En esta estaría especifi-
metidos en esto", lo cual me recordó cado qué tipo de charlita debíamos
que yo sí lo estaba. tener. Ya habíamos hecho esto mu-
Caminé por el pasillo con piernas chas veces.
temblorosas y cuando toqué a la puer- Sin embargo, hoy simplemente me
ta me temblaban los nudillos. senté en la silla y le lancé la pregunta:
—Adelante —dijo la directora. —¿Quiénes son más inteligentes,
Cuando vio que se trataba de mí, ex- los chimpancés o los orangutanes?
tendió la mano para que le diera la —Esa es una pregunta muy intere-
nota que supuestamente le enviaba sante, Clementina—dijo la directora
Gamba—. Tal vez se lo podrías pre- —Bueno, ¿y qué tal si lo pones en
guntar al profesor de ciencias des- el piso para que puedas descansar los
pués de que me cuentes qué estás pies en él en vez de darle puntapiés a
haciendo aquí. mi escritorio? —sugirió la directora
—También me he estado pregun- Gamba—. Parece que tienes los pies
tando cuál es la diferencia entre des- muy inquietos hoy.
trozarse y estrellarse. Así era, y era un alivio.
La directora Gamba me pasó su —Gracias —le dije—. N o tengo
diccionario. talentos.
Y de repente ya no quise saber —¿Perdón?
más. ¡Ese es el milagro de los diccio- — N o tengo talentos —repetí.
narios!
La directora Gamba me miró por
un buen rato y después dijo: " O h " .
Después le dije que eso era todo,
y me fui.

Cuando me bajé del autobús, en-


contré a Miguel, el hermano de Mar-
garita, sentado en las escaleras de
nuestro edificio de apartamentos.
—¿Qué te pasa, Clementina? —me
preguntó inmediatamente. Supongo
que la preocupación todavía se me
veía en la cara.
Le pasé el estúpido folleto que mi
profesor nos había dado para que lo
trajéramos a casa.
—"¡Cazatalentos, Noche de estre-
llas! ¡Comparte tus talentos el pró-
ximo sábado por la noche!" —leyó.
Después me devolvió el estúpido fo-
lleto.
— Y entonces, ¿cuál es el proble-
ma? —me preguntó.
Me le acerqué, pero no demasiado,
para que no fuera a creer que trata-
ba de ser su novia, que no lo soy, y le
conté el problema en voz baja.
— N o puedo oírte —dijo él. Me senté en la escalera a su lado,
Así que se lo volví a contar pasi- excepto que me caí, porque mi cuer-
to. po estaba un poco confundido des-
—Sigo sin oírte —dijo él. pués de tratar de saltar.
Entonces se lo dije a gritos. —¿Ves? —le dije—. N i siquiera
—Eso es imposible. Todos tene- puedo sentarme. Es imposible.
mos algún talento —dijo él. — T a l vez no sea así. Anímate. Es
— Y o no. posible que tengas un gran talento
—¿No cantas? que aún no hayas descubierto.
— N o canto. Le di a Miguel una sonrisa de
—¿No bailas? "¿Ves? ¡Ya estoy animada!", pero en
— N o bailo. realidad no era más que mi boca la
—¿No tocas ningún instrumen- que fingía estarlo.
to?
— N o toco ningún instrumento.
Miguel se quedó callado por un
minuto.
—¿Tampoco saltas en un solo
pie?
—Tampoco —contesté.
—Todo el mundo puede saltar en
un solo pie —dijo Miguel.
—Pues yo no — y entonces se lo
probé.
—¡Caramba! —dijo Miguel, dos
veces.
Capítulo 2

A
JL 1. la mañana siguiente, Marga-
rita se sentó a mi lado en el autobús,
como siempre. Nunca lo había nota-
do antes, pero tenía mucho talento
para sentarse: el vestido se le queda-
ba en su lugar, como si estuviera pin-
tado, y ni una hoja de papel se le sa-
lía de la mochila.
Esto me hizo recordar que debía
arrastrarme por debajo del asiento,
antes de llegar a la escuela, para re-
coger lo que se me había caído. Esto Y era verdad. Margarita siempre
se llama Ser Organizada. estaba tomando clases: de clarinete,
Los mellizos Maya se subieron en de francés, de ballet, de natación...
la siguiente parada y se sentaron ade- de lo que a uno se le pudiera ocurrir,
lante de nosotros. Se llaman Tutu ella tomaba clases.
y Lulú. La primera vez que oí esto, —¿Por qué no los exhibes todos a
traté de que mis papas le cambiaran la vez? —le sugerí, lo cual se suponía
el nombre a mi hermano para que ri- que era un chiste, aunque admito
mara con el mío. Les pregunté cómo que uno nada amable.
les sonaba Blementino, Frementino Pero Margarita no tenía el talento
o Solmentino, pero no dijeron nada, para reconocer un chiste.
así que yo seguí llamándolo por nom- —¡Maravillosa idea, Clementina!
bres de vegetales, que son los únicos ¡Gracias!
peores que el de una fruta, como el Después de eso los mellizos Maya y
que me tocó a mí. yo tuvimos que aguantarnos durante
Lulú se dio la vuelta. cien horas mientras Margarita deci-
—Margarita, ¿qué vas a hacer en día qué talentos podrían acoplarse.
la demostración de talentos? —pre- Patinar en el hielo y tocar el acor-
guntó. deón probablemente no funcionaría;
—Tengo demasiados talentos pero bailar zapateado y cantar sería
—gruñó Margarita, y agitó las ma- fácil, y simultáneamente podría ha-
nos alrededor de la cabeza como si cer el ula-ula. Además, podría tocar
sus talentos fueran moscas que de- el tambor, si se lo colgaba del cue-
bía espantar—.¡Cientos de talentos! llo. Y podría, también, dar un par de
¡Me es imposible decidir! volteretas.
— Y ¡oigan esto! —gritó dándose zatalentos", que pensé que se tra-
una palmadita en la cabeza ante la taba de una nueva última parte del
maravillosa idea que acaba de ocu- juramento a la bandera.
rrírsele—. ¿¡Qué tal si entro al esce- — . . . c o n libertad y justicia para
nario montando a caballo!? todos, y yo sé que todos tenemos
—Pues yo sólo tengo un talento, mucha ilusión de comenzar nuestro
pero es estupendo —dijo Tutu, y le- gran proyecto —dijo. Así que no
vantó su lonchera—. Todo mi al- pude llevar a cabo mi plan secreto
muerzo, en la boca, a la vez. de hipnotizarlo para que se olvidara
—Eso lo haces todos los días —le del asunto.
recordé. Afortunadamente, enseguida se
—Pero no lo he hecho en un es- me ocurrió otro plan realmente bue-
cenario —me contestó. no. Levanté la mano.
Después me preguntó qué iba a —¿Sí, Clementina? ¿Quieres pro-
hacer yo. ponerte como ayudante de grupo?
—Es una sorpresa —contestó mi —Quisiera decirle algo a usted
boca sin que yo siquiera se lo dijera. —contesté, e hice una P mayúscula
Y no era mentira, porque si yo ha- con los dedos, que quiere decir "en
cía algo en ese escenario el próximo privado".
fin de semana, desde luego que sería M i profesor asintió, así que me
una sorpresa bastante grande. acerqué a su escritorio. Rápidamen-
Luego apreté firmemente la boca te miré en secreto por todos lados
por el resto del viaje para que no para ver si había rastros de la pizza
fuera a hablar de más sorpresas. y las rosquillas que todo el mundo
Ya en la escuela, el profesor co- sabe que los profesores comen cuan-
menzó a hablar tan rápido del " C a - do los niños no los están mirando,
pero no encontré nada. Luego le dije vergüenza de presentarse en una de-
lo que estaba pensando. mostración de talentos?
—¿Qué pasa si hay algún niño —¡Eres muy considerada! —dijo
que no tiene ningún talento? N o yo, mi profesor—, pero...
porque yo tengo C A N - T I - D A - D E S , —Sí, sí —dije—, soy muy consi-
cantidades. Pero, ¿si otro no tiene derada. Así que supongo que debe-
ninguno? mos olvidarnos de esta idea del Ca-
—Todo el mun- zatalentos.
do tiene algún ta- — A h , no, no lo creo, pero para
lento, Clementi- asegurarnos, le preguntaré a la clase.
na —contestó Luego se puso de pie, y dijo:
mi profesor—. —Niños, levantenlamano.¿* Cuán-
Todo el mun- tos de ustedes van a presentarse en
do tiene algo la demostración de talentos?
en lo cual es Todo el mundo levantó la mano.
especialmente —Bueno, ya con esto, no nos que-
bueno. da duda —dijo mi profesor—. De
—Pero, todas maneras, mil gracias, Clemen-
¿qué tal si al- tina.
guien se que- Muy bien. Lo admito. N o fue una
dó por fuera? idea tan buena.
¿Qué pasa si Pero, justo en ese momento, se me
a quien sea que estaba encargado ocurrió una aun mejor. En ese senti-
se le olvidó darle a ese niño o a esa do tengo suerte: siempre me surgen
niña un talento? ¿No pasaría que en la cabeza ideas increíbles, y ni si-
esa persona, que no soy yo, sentiría
quiera tengo que hacer que mi cere- —¿Vas a mudarte esta semana?
bro las mande allí. Rápidamente metí la palabra po-
La puse en práctica en clase de re- siblemente entre yo y tengo que mu-
dacción. Cuando terminé de escri- darme esta semana. Posiblemente es
bir, tapé la frase con la mano, como una palabra útil cuando uno no está
si fuera algo demasiado privado para diciendo exactamente la verdad.
compartirlo. Esta es la manera de —¿Posiblemente tienes que mu-
hacer que un profesor venga y mire darte?
lo que uno ha escrito. Asentí con la cabeza. Asentir con
Efectivamente, el profesor vino y la cabeza no es exactamente decir
miró. Frunció el ceño y se agachó un una mentira.
poco más para leerlo de nuevo.
— A papá—le dije—. Posiblemen-
te le den un nuevo puesto.
Papá es administrador de edificios.
Su oficio es asegurarse de que todo
marche bien en el nuestro, que es
un edificio que tiene cantidades de
apartamentos. El año pasado, nues-
tro edificio se convirtió en un con-
—¿Posiblemente adonde vas a mu- d e Esto quiere decir que ahora los
darte? apartamentos se llaman condomi-
Se me había olvidado pensar en nios y que la gente es dueña en vez
esto. de arrendataria. Papá dice que a ve-
— U m m m m m . . . —mientras um- ces se confunden un poquito y creen
mmmeaba, miré alrededor del salón que son dueños de él. A él no es que
por si encontraba alguna respuesta le guste mucho que los edificios se
por allí. Y ¡bingo! Señalé hacia la conviertan en condominios.
cartelera de estudios sociales que —¡Posiblemente tenga que encar-
habíamos hecho la semana pasada. garse de una pirámide! —dije yo.
—¿Vas a mudarte a Egipto! —pre- Señalé la pirámide que Tutu Maya
guntó mi profesor. había hecho. Si yo la hubiera dibu-
Volví a asentir. Uno nunca sabe. jado, tendría el número correcto de
—¿Por qué? —preguntó mi pro- lados, pero a mí me tocó dibujar la
fesor—.¿A alguno de tus padres lo esfinge, porque siempre que cual-
van a trasladar? quier otra persona trataba de hacer-
Me alegré de que hubiera pensado la, le salía algo parecido a un salta-
en esta buena razón. montes.
Cuando soy yo la que dibujo, todo —¿A tu padre lo van a trasladar
el mundo sabe de qué se trata. Inclu- a una pirámide? ¿El es arqueólogo,
so los adultos. Esto se debe a que Clementina?
prácticamente soy una artista famo- —Es administrador de un ediñcio.
sa. Si organizaran un concurso de 1 )ice que hoy en día todo se está con-
dibujo, probablemente me ganaría virtiendo en condominios. Dice que
todos los premios. Y no haría dibujos nada es seguro. La Gran Pirámide
bobos, como individuales para mesa tiene 146.6 metros de altura. Es tan
de comedor o frascos de cera para alta como un edificio de cincuenta
automóviles. pisos. Serían cantidades de condo-
—¿No le parece injusto que en los minios.
concursos no se den buenos premios, —¿Y tu padre va a ir allá a admi-
por ejemplo gorilas o submarinos? —le nistrarlos?
pregunté a mi profesor. Pero no me —Posiblemente. —-le recordé—. Es
estaba poniendo atención. mucho trabajo. Tendría que hacerse
cargo de cosas como contratar a los
porteros y asegurarse de que los as-
censores funcionen, así que supongo
que no estaré aquí para...
-¿Ascensores? ¿En la Gran Pirá-
mide?
—Pues sí. Y decirles a las personas
que ¡no pongan parrillas en el techo!
Eso también es parte de su oficio. De
lodos modos, es una lástima que no
pueda estar en el Cazata...
—¿Qué no pongan parrillas en el
techo de la Gran Pirámide?
—Correcto. ¡Y que por favor sa-
quen la basura los jueves! Así que
estoy realmente triste porque...
Pero mi profesor sólo me dio unos
Capítulo 3
golpecitos en la cabeza.
—Eres única, Clementina, única.
Y como ya no tenía nada más que
hacer frente a mi escritorio, se fue,
riéndose.
Debería haber una norma para los
profesores. Prohibido reírse.

p V e n a n d o me bajé del autobús,


vi que mi papá estaba podando la
hiedra que crece entre nuestro edifi-
cio y la acera.
Señalando otro par de tijeras que
lenía al lado, me dijo:
— Y a tienes ocho años, campeo-
na, y creo que eres capaz de mane-
jarlas.
Así que las tomé, aunque no es
que me gusten mucho los objetos

L.
puntiagudos, y comencé a ayudarle
a podar la hiedra.
Después de un ratito, me dijo:
—Estabas un poco callada ano-
che, a la hora de la comida. ¿Te pasa
algo?
Yo quería decirle que no tenía nin-
gún talento para la demostración de
talentos, pero justo en ese momento
llegó el autobús de los de secunda-
ria, y Miguel se bajó. Se acercó y nos
preguntó qué estábamos haciendo.
—Tengo que tener cuidado con
esta hiedra —dijo mi papá—. Crece
tan rápido que podría cubrir la ven-
tana y extenderse por la acera si no
la mantengo podada.
Miguel dejó a un lado su mo-
chila.
—¡Hey! —dijo—.¿Quieres decir
que si uno de los Medias Rojas estu-
viera pasando por aquí, y la hiedra
no estuviera recortada, podría ha-
cerlo caer?
—Bueno, esa no es exactamente
la razón que dieron los socios del
vez en las ligas menores. Es algo de
condominio —dijo mi papá—, pero
una belleza increíble.
la tuya me gusta más: estamos de-
—¿Qué es un juego de strikes per-
sempeñando un papel importante en
fectos? —pregunté yo.
los resultados de la liga de béisbol.
—Es cuando un jugador hace lan-
¿Quieres ayudar? —le preguntó mos-
zamientos perfectos durante todo el
trándole las tijeras.
juego, sin un solo bateo del equipo
—¡Hey! —volvió a decir Miguel
contrario —me contestó Miguel.
levantando el pulgar—. Gracias, ami-
—¡Caramba! —dije yo—.¡Son 81
go.
strikes seguidos!
Miguel empezó a podar la hiedra
y mi papá se sentó a descansar en el
muro de ladrillo. Comenzaron a ha-
blar de béisbol.
Vivimos en Boston, y Miguel está
obsesionado con los Medias Rojas.
V a a hacer parte de ese equipo cuan-
do sea mayor. Si algún día llego a
casarme, que no lo voy a hacer, me
gustaría casarme con un jugador de
las Medias Rojas, pero no con M i -
guel, porque él no es mi novio. Así le
salen a uno gratis todos esos perros
calientes que venden en el parque.
—¿Alguna vez has visto un juego
de strikes perfectos? —le preguntó
mi papá a Miguel—. Yo sí. Fue una
Miguel se quedó mirándome, y se Definitivamente no me van a tras-
veía que estaba tratando de multi- ladar a Egipto el viernes. De hecho,
plicar strikes y salidas y entradas en no tenemos ningún plan de mudar-
su cabeza. nos a ninguna parte, en ningún mo-
—Olvídalo —le dijo mi papá—. mento.
Ella es un genio en matemáticas. Seguí podando la hiedra y luego
—¡Hey! —repitió Miguel por ter- se me ocurrió una buena idea.
cera vez—. ¡Es increíble! —luego se M i papá dice que soy especialista
alejó moviendo la cabeza. Probable- en observar cosas interesantes. Dice
mente iba a verificarlo en la calcu- que él sólo está aprendiendo de una
ladora. maestra, pero yo creo que él es bas-
Papá recogió las tijeras y comenzó tante bueno también. Especialmen-
a trabajar de nuevo. te tratándose de un adulto.
—Entonces, ¿todo va bien, cam- Por eso le pregunté si había nota-
peona? —volvió a preguntar. do algún buen talento últimamente.
—Pues... quería saber si habría —¿Qué quieres decir?
posibilidad de que nos mudemos. — N o me refiero a talentos nor-
—¿De que nos mudemos? males, como cantar o bailar o tocar
—Exacto —contesté—. De que un instrumento. Esos son aburridos.
te vayan a trasladar. A Egipto. Quería saber si habías visto algo más
—¿Pensaste que me iban a trasla- espectacular.
dar a Egipto? —Pues..., déjame pensar. Esta
Asentí. mañana vi un grupo de personas que
— E l viernes. elevaban cometas con cañas de pes-
—¡Qué cosa tan extraña! N o . N o car. Eran realmente buenas... real-
tienes que preocuparte más por eso. mente talentosas.
Eso sería un poco difícil de hacer mismo tiempo. Y antes de que yo
en un escenario. comenzara a Jiacer malabares y a
—¿No has visto nada más? hablar por teléfono, Humectante
—Bueno, camino a casa, iba detrás vio un pájaro afuera de la ventana.
de una mujer que llevaba un perro, Saltó de mis brazos y todo lo demás
una cartera y un vaso de café, y esta- se estrelló contra el piso.
ba hablando por un celular. Era una
experta en hacer malabarismos. N o
me explico cómo se las arreglaba.
Hacer malabarismos era un buen
talento.
—¡Gracias, papá!
Luego me fui al apartamento. Afor-
tunadamente encontré todo de inme-
diato. La cartera de mi mamá estaba
sobre su mesa de dibujo, y al lado
había media taza de café. E l teléfono
estaba debajo de la cama... proba-
blemente mi hermano Habichuela
lo había dejado allí, porque estoy
segura de que no fui yo. Después en-
contré a Humectante y lo levanté.
Bueno, de acuerdo, un garito no
es lo mismo que un perro. Esto se
llama Arreglárselas con lo que hay.
Permítanme decirles que es bas-
tante difícil sostener todo esto al
Entonces entendí la diferencia en- — N o exactamente —dije—. Es-
tre estrellarse y destrozarse. Lo que se toy tratando de pensar en cualquier
estrella es más fácil de limpiar. Tam- cosa. N o tengo ningún talento.
bién aprendí que el café se puede lim- —Clementina, ¿estás bromean-
piar más fácilmente cuando se riega do? ¡Eres la persona más talentosa
sobre una alfombra color marrón. que conozco!
¡Casi no hay que hacerle nada! Claro, él tiene que decir eso: es mi
Volví a salir y le pregunté a mi papá papá. Sin embargo, por un instante
si se le ocurría algún otro talento. comencé a pensar que tal vez él y
Puso a un lado las tijeras y me Miguel tenían razón. Que tal vez yo
dijo: i enía un gran talento que todavía no
—Campeona, ¿por qué tanto in- había descubierto. Luego él comenzó
terés en el talento tan de repente? a hablar de nuevo y lo arruinó todo.
Saqué del bolsillo el estúpido fo- —Piensa por ejemplo en la poda-
lleto y se lo pasé. da de la hiedra —dijo señalando mi
—"Cazatalentos, Noche de estre- pared—. Tienes un talento natural.
llas" —leyó él—. ¡Vaya título! Lo has hecho una vez, campeona,
Señalé el quinto piso. y ya eres una de las mejores en ese
—¡Ah!, Margarita —dijo. campo.
Asentí. —¡Papá! — m i papá piensa que es
— Y Margarita tiene cientos de ta- gracioso. Yo también pienso que la
lentos. V a a hacer algo espectacular mayor parte del tiempo lo es.
en la demostración. — O cuando se te ocurren cosas
—Así que estás tratando de pen- para poner encima de las tostadas.
sar en algo espectacular también, ¿Recuerdas la gelatina de lima? To-
¿verdad?
davía no lo puedo creer, i Fue abso- pacio al lado de él. Yo también me
lutamente genial! senté.
—Papá. Esto es en serio. —Sentir empatia es algo maravi-
—Bueno, hablando en serio. Vea- lloso. Es saber cómo se sienten los
mos. Eres buena en matemáticas, demás. A ti eso te importa.
obviamente. Eres una artista increí- Y de repente sentí empatia. M e
ble. Y eres realmente buena en ver di cuenta de que mi papá estaba co-
las cosas desde ángulos diferentes, menzando a preocuparse por mí. Y
en tener nuevas ideas. ¿Recuerdas que se iba a sentir triste si no me po-
cómo ganaste por mí La Gran Bata- día ayudar.
lla de las Palomas? Y nadie te supera
en observar cosas. Eres curiosa y ha-
ces las preguntas más interesantes.
Tú...
Lo paré y le dije:
—¡Papá! ¡Eso no lo puedo hacer
en el escenario!
Pero no estaba poniendo aten-
ción.
— Y muestras empatia. ¿Sabes qué
es eso?
Negué con la cabeza. T a l vez era
algo como "ser bueno para algún
instrumento musical que nadie co-
noce".
M i papá se volvió a sentar en el
muro y le dio un toquecito a un es-
Entonces me levanté de un salto
y le dije:
—Gracias, papá. ¡Ya me siento
mejor!
Lo miré con una gran sonrisa y me
entré, por si acaso él también sen- Capítulo 4
tía empatia. Por si acaso podía ver lo
que yo realmente estaba sintiendo.

E>1 miércoles por la mañana, la


profesora de Margarita vino a nues-
l ro salón de clase justo después del
juramento a la bandera, a hacerle
una visita a mi profesor. Esto se debe
a que supuestamente los de cuarto
grado son lo suficientemente res-
ponsables para quedarse solos por
unos minutos. N o creo que sea tan
buena idea. Yo sé que Margarita y
yo nunca la dejamos sola en nuestro
salón.
Pero me alegré. La profesora de
Margarita lleva el pelo enroscado
como un tornado, y creo que si al-
gún día una horquilla se le afloja y
sale disparada, parecería un rayo.
52 Me encanta ver eso.
— V o y a ser la directora de nues-
tra demostración de talentos —dijo
la profesora de Margarita—. Todas
las mañanas haremos un pequeño
ensayo de dos presentaciones. Así
no tendremos problemas el día del
gran acontecimiento.
M i profesor le hizo una mueca a la
profesora de Margarita. Eso quería
decir que no se lo creían en absolu-
to, pero tenían que decirlo de todos
modos.
—¿Quién quisiera ir de primero
hoy?
Todos los niños levantaron la ma-
no, menos yo, así que el profesor co-
menzó con la primera fila.
— M i presentación se llama "Ex-
travaganza de volteretas" —dijo M a -
ría.
Se dirigió al frente del salón de —Bueno, por si acaso, ve adon-
clase y dio una voltereta contra la de la enfermera. Y el sábado por la
pizarra. Todos nos sorprendimos de noche nos aseguraremos de que no
que una pizarra de ese tamaño no baya pizarras en el escenario —dijo
aplastara a un niño al desprenderse mi profesor, y después llamó al niño
de la pared. que seguía, cuyo nombre es Mauricio
—¿Estás bien? —le preguntó mi 0 Dionisio, siempre se me olvida.
profesor quitándole la pizarra de en- — M i presentación se llama " V o l -
cima. 1 creta repentina" —dijo Mauricio-
—Claro —dijo María—. Eso siem- I Monisio, dando un salto desde su
pre me pasa. asiento.
—¡No, espera! —gritó mi profe-
sor, abrazando la pecera.
Pero fue demasiado tarde. Mauri-
c io-Dionisio dio una voltereta hacia
el frente del salón, donde, afortuna-
damente, no se chocó con la pecera
sino sólo con la jaula de los háms-
teres. Tita y Tito parecían muy sor-
prendidos de hallarse sueltos en el
piso y dejaron que Mauricio-Dioni-
sio los recogiera.
—Gracias, Patricio —dijo mi pro-
lesor—.¿Estás bien?
¡Ah! Me escribí una P grande en
el brazo para que no se me fuera a
olvidar.
y todo lo que haría sería darles una
bolsa congelada.
—Bueno —dijo mi profesor—^al-
guien ha pensado en hacer algo que
no sea volteretas?
La mayoría de los niños bajaron la
mano. M i profesor llamó a un chico
llamado José y le preguntó cuál iba a
ser su presentación.
En secreto deseaba que de todos
—También nos aseguraremos de modos fuera de volteretas. José es
que no haya jaulas de hámsteres en realmente bajito y todo lo de él es
el escenario. Y para estar seguros, ve corto: el nombre es corto, el pelo
tú también y hazle una visita a la en- es corto, los brazos y las piernas son
fermera. cortos, así que si hacía una voltere-
N o sé por qué mi profesor se tomó ta, con seguridad parecería como un
la molestia de mandar a María y a pez estrella rodando por el piso, y me
Patricio donde la enfermera. Todo lo encantaría ver eso.
que ella hace cuando uno va a decir- Pero no. José sacó una armónica
le que se siente mal es poner los ojos del bolsillo y dijo:
en blanco. Siempre se ve aburrida, — V o y a tocar, y mi perro Lucho
como si estuviera sólo matando el va a cantar.
tiempo hasta que una buena enfer- —¿Tu perro? —preguntó mi pro-
medad afecte a la escuela. María y fesor—. ¿Tu perro canta?
Patricio podrían tener chichones en José se dirigió a la ventana y sil-
la cabeza del tamaño de tostadoras, bó, y su enorme perro marrón, que
todo el día lo espera en el patio de Luego la profesora de Margarita se
recreo, vino corriendo. Saltó y puso acercó, escribió algo en su cuaderno
las patas en el alféizar de la ventana. y se lo mostró a mi profesor. Supongo
Luego José comenzó a tocar su ar- que lo que decía era "Por lo menos
mónica. uo son volteretas", porque a conti-
Lucho echó su cabezota de perro nuación mi profesor dijo:
para atrás, cerró los ojos y aulló. — M u y bien. Habrá dos reglas.
—¿Sí lo ven? —dijo José—. ¡A Primero, Lucho tiene que tener una
Lucho le encanta que yo toque la correa. Y segundo, si ocurre algún
armónica! "percance" en el escenario, José lo
—Pues, no estoy tan seguro... tiene que limpiar.
—comenzó a decir mi profesor. José estuvo de acuerdo, y enton-
ces mi profesor dijo:
—Suficiente por hoy, ahora segui-
remos con la clase de sociales — l o
cual fue una suerte, porque después
seguía yo.
Sin embargo, no podía dej ar de pen-
sar que no tenía nada para la demos-
l ración de talentos. M i profesor tuvo
que decirme seis veces "Clementina,
¡tienes que poner atención!", lo cual
es mucho, incluso para mí.
Cuando nos subimos al autobús,
estaba tan cansada de preocuparme,
que sentía que el cuello no me iba a
sostener la cabeza. Simplemente me
dejé caer en el asiento.
—¿Qué te pasa? —me preguntó
Margarita—. ¿Estás enferma?
—Es posible —le dije.
—Pues espero que no estés dema-
siado enferma para venir a la demos-
tración de talentos el sábado por la
noche. Te perderías mi presentación,
y eso sería una lástima porque real-
mente te serviría.
Me animé un poco y le pregunté:
—¿Qué quieres decir? ¿De qué se
trata?
—Se llama "Vestirse a la moda"
—dijo Margarita.
—íEso no es una presentación!
—Claro que lo es. Y es algo para
lo cual tengo mucho talento, a dife-
rencia de ciertas personas — y Mar-
garita dirigió los ojos hacia mí cuan-
do dijo "ciertas personas".
—¿Y qué hay de todos tus otros
talentos? ¿Qué pasa con la gimnasia
y el canto y el acordeón?
— A h , muchos niños pueden ha-
cer eso, pero vestirse a la moda es un
talento especial. Y, además, mi pre-
sentación les ayudará a ciertas per-
sonas —volvió a lanzarme una mira-
da cuando habló otra vez de "ciertas Capítulo 5
personas", pero no me importó. Se
me acababa de ocurrir algo.
—¿Entonces me puedes ceder uno
de tus talentos? —le pregunté—.
¿Uno de los que no vas a usar?
Margarita me miró con los ojos en-
tornados.
—¿Y me podrías indicar cómo pre-
A
sentarlo, ya que tú no lo vas a ha-
1x1 fin llegó el jueves por la
cer...? tarde.
Margarita lo pensó por un ratito, —Vamos a repasar mis talentos
y luego dijo: por orden alfabético —dijo Marga-
—Bueno, está bien. Supongo que rita.
podemos tratar. V e n mañana des- Se acercó a una estantería y bajó
pués de la escuela. un acordeón. Me miró las manos y
después miró las teclas. Después vol-
vió a poner el acordeón en su sitio.
—Huellas digitales —dijo.
Después me pasó su bastón, y yo
lo dejé caer.
— i Fuera el bastón!
—¿Y qué tal el clarinete? —pre-
gunté.
Margarita negó con la cabeza.
—Saliva.
—Pasemos a la D , a ver si sirves
para dramatizar. Imagínate que aca-
bas de oír una noticia sorprendente.
Me puse las manos a lado y lado
de la cara e hice una O con la boca.
—¡Fuera la dramaturgia!
E era para equitación, pero Marga-
rita dijo que necesitaría un caballo.
Yo ya comenzaba a perder la espe-
ranza, pero cuando finalmente llega-
mos a la Z, Margarita se animó.
—¡Zapateo tapl
—¿Es fácil? —pregunté.
— A h , no —dijo ella. Es muy difí-
cil. Pero tal vez podrías fingir que lo
haces. Quizás podrías ponerte unos
zapatos para tap y dar vueltas ha-
ciendo mucho ruido.
—Sí, podría hacerlo, ¡así que sólo
necesito unos zapatos!
—Puedes ponerte mis zapatos vie-
jos —dijo Margarita.
Luego me llevó a su armario, que
parece una tienda de ropa: todo está que lavárselas —dijo señalando el
perfectamente doblado y colgado en baño.
orden. E n el armario de Margarita Entré en el baño, que es todo de
uno espera encontrarse con avisos ella y no tiene que compartirlo con
que digan ¡SALDO DE CAMISETAS! O su hermano, como yo.
¡ÚLTIMA MODA! Había toda una pa- El baño de Margarita se parece a
red de compartimentos para zapa- una tienda de cosas de baño. Bue-
tos, y cada par estaba metido en una no, yo nunca he visto una tienda de
bolsa plástica. cosas de baño, pero debe ser así, ex-
Señalé las bolsas y pregunté: cepto que el grifo y el jabón y el pa-
—¿Y esto para qué es? pel higiénico tendrían etiquetas de
—¡Gérmenes! —Margarita se es- precios.
tremeció e hizo una cara como si Me miré las manos. A mí me pare-
acabara de tragarse un sapo. ció que se veían muy bien. Además,
—¿Adentro o afuera? —pregunté. las sentía al punto, ni demasiado res-
—¿Adentro o afuera qué? balosas ni demasiado pegajosas. Y lo
—Los gérmenes. ¿Los estás man- mejor de todo es que olían perfecta-
teniendo adentro o afuera? mente: a una mezcla de mis lápices
Margarita se quedó mirándome de dibujar y chicle de uvas. N o es
como si la pregunta fuera demasiado fácil lograr que las manos tengan ese
estúpida para responderla, pero no olor perfecto.
creo que supiera la respuesta. Entonces fingí que me las lavaba.
Tomó una bolsa y cuando estaba 1 le inventado una buena manera de
a punto de entregármela, se detuvo. hacerlo.
—¿Ya te lavaste las manos? Hay Primero, dejo que el agua corra.
Luego pongo el jabón bajo el agua
para que se moje, y después lo de- Margarita abrió tanto los ojos que
vuelvo a su sitio. Después tomo la creí que le iban a saltar como un re-
toalla, y entonces viene la parte pe- sorte, como en las historietas cómi-
liaguda: no hay que dejarla ni dema- cas.
siado mojada ni demasiado seca. Para —¡Clementina! —exclamó—. ¡Tus
esto me he inventado lo siguiente: pies son enormes!
seco un poquito el lavamanos con la —¡Shhh! — l a calmé, por si acaso
toalla y después la cuelgo, pero esta Miguel andaba por allí escuchando
vez arrugada. lo que decíamos.
Hice todo esto y después volví a la Margarita puso su pie al lado del
habitación de Margarita y me quité mío.
los zapatos. —Bueno, son del tamaño de los
míos. Estos no te van a servir —me
advirtió.
De todos modos, traté de que mis
pies cupieran en los viejos zapatos
para tap de Margarita, pero fue inú-
l il. Sentí mucha empatia con las her-
manastras de Cenicienta.
Me puse tan triste que me dejé
caer en la cama de Margarita sin re-
cordar la regla al respecto.
—¡Arrugas! —gritó Margarita.
C "orrió hacia la cama, me sacó de allí
ile un empujón, y después alisó la col-
cha estampada con dibujos de perros
con sombreros.
Cuando terminé, me puse los za-
patos y me llevé una sorpresa. Me
costaba trabajo caminar, pero al ha-
cerlo, ¡sonaba exactamente como
una persona que estuviera haciendo
zapateo tapl Subí al ascensor y pre-
sioné el botón del quinto piso para
mostrarle a Margarita.
El ascensor se detuvo en el primer
piso y la mamá de Margarita y Fer-
nando entraron.
Fernando es el novio de la mamá
de Margarita. Esto no hace muy fe-
lices a Margarita y a Miguel porque
Fernando besa a la mamá de Marga-
rita en público. Margarita y Miguel
creen que debería haber una norma
que prohibiera a los adultos besarse
en público cuando uno de ellos no
es tu padre o tu madre. Esto es lo
único en que han estado de acuerdo
en toda su vida.
— H o l a , Mandarina —dijo Fer-
nando.
Fernando piensa que es gracio-
so, pero a mí no me parece. Olfateó

t
Capítulo 6

el aire como si le oliera a algo raro.


Después se agachó y me olió.
—¿Qué diablos...? M , i mamá abrió la puerta, y la
La mamá de Margarita se agachó mamá de Margarita me entregó.
y también me olió. — A y , mil gracias, Susana —dijo
—¿Cerveza? —dijo. mi mamá, como si le estuvieran dan-
Extendió el brazo y presionó con do una gran sorpresa. Después cerró
la puerta.
fuerza el botón de S T O P ; después
le dio un puñetazo al botón de mi Mientras yo le daba explicaciones,
1lijo tantas veces "Pero, Clementina,
piso.
—Creo que les debemos hacer ¿en qué estabas pensando?", que fi-
una pequeña visita a tus padres, Cle- nalmente dejé de contarlas.
Luego entró mi papá y ella le con-
mentina.
tó todo, excepto que no podía ter-
minar las frases.
—Las veinticuatro... Las de las
reuniones de los socios del condo-
minio... Se las pegó... Las regó por
todas partes... ¡Huele a cerveza!
De algún modo, mi papá enten-
dió, y después también tuve que es-
cuchar todos sus "Pero, Clementina,
¿en qué estabas pensado?".
— Y además, ha arruinado sus za-
patos deportivos —dijo mi mamá
cuando él terminó de hablar.
—Préstamelos, tal vez puedo qui-
tarles esas tapas de botella —dijo mi
papá.
— N o , ¡Pa! —grité—. ¡Losnecesi-
to para mi presentación! ¡Voy a ha-
cer zapateo tap en la demostración
de talentos!
Demasiado tarde. M i papá se fue,
pero yo estaba de suerte. A l cabo de
unos minutos volvió con mis zapatos
en la mano, y todavía tenían pega-
das las tapas de las botellas.
—¿No pudiste quitárselas? —pre-
guntó mi mamá.

i
—Por nada del mundo —contes- — S i tú la llevas, cocinaré todas
tó mi papá. las noches durante una semana
—¿Estás diciendo...? —comenzó —ofreció mi papá.
a decir m i mamá. — Y o cocinaré todas las noches
Después los dos se miraron y dije- por dos semanas, y lavaré los platos
—dijo m i mamá.
ron a la vez:
—¡Yo no! Mis papas siempre tratan de sobor-
— Y o la llevé el mes pasado —dijo narse el uno al otro para no tener
mi mamá. que llevarme de compras, lo cual
—Esta vez no lo haré —les dije—. no me parece gracioso. Mis padres
creen que me cuesta trabajo elegir,
Me portaré como una persona nor-
pero no se trata de eso. Soy perfecta-
mal.
mente capaz de elegir. E l problema
M i mamá y mi papá simplemente
es que cada vez que uno tiene que
me miraron como si yo hubiera ha- elegir algo, quiere decir que tiene
blado en marciano, idioma que voy que dejar de elegir cientos de otras
a aprender. Después comenzaron a cosas..., y esto no es fácil.
hablarse entre ellos.
Como sucede en la tienda de ca-
—Verdaderamente creo que debo
ramelos. Si uno elige dulces de café,
quedarme aquí —dijo mi papá—. no puede escoger mentas ni chocola-
¿Qué tal si el ascensor vuelve a da- tines n i chicles, ni trufas n i turrones.
ñarse y toca llamar al técnico? Y no importa lo que haya elegido,
—Pero ¿qué tal si alguien necesi- apenas lo prueba, inmediatamente se
ta una ilustración de verdadera ur- da cuenta de que quería otra cosa.
gencia... una obra de arte de afán? Sin embargo, esta vez podía ensa-
—dijo mi mamá—. N o , yo tengo yar.
que quedarme en casa.
— H o y lo haré verdaderamente
rápido —les prometí.
Mis papas simplemente se mira-
ron como diciendo: "¡Chiste viejo y
mal contado!". Luego mi mamá me
envió a mi habitación para que me
cambiara el overol. Cuando regresé,
todavía estaban discutiendo.
—Haré la comida y lavaré los pla-
tos durante tres semanas —dijo mi
papá.
—Durante un mes —dijo mi Luego mi papá agregó:
mamá. —Además, te invitaré a comer,
Me dejé caer en el sofá y me puse para que puedas estrenártelos.
a esperar. Cuando comienzan a ha- M i mamá extendió la mano y des-
blar así, pueden tardar largo rato. pués se detuvo.
Finalmente, mi papá sacó todo — N o estarás hablando de pizza o
el dinero que tenía en la billetera y hamburguesas, ¿verdad?
alargó la mano. — E n absoluto —prometió mi
— S i la llevas, también podrías papá—. Estoy hablando de un restau-
comprarte un par de zapatos, yo te rante formal, con velas y todo.
los regalo. —¿Podría ser e l . . . Ritz? —sugirió
—Pues... —dijo mi mamá, y me di mi mamá.
cuenta de que lo estaba pensando. El Ritz es el restaurante más ele-
gante de Boston, y es carísimo.
—Trato hecho —dijo mi papá.
Mis papas sonrieron y después se —Esos son los de la vitrina, Cle-
besaron. Y ahora les voy a contar un mentina. Tenemos que buscar un
secreto del cual nunca le he hablado vendedor.
ni a Margarita n i a Miguel. M e en- Y corrimos con mucha suerte,
canta cuando mis papas se besan. In- i porque inmediatamente encontré
cluso cuando lo hacen en público. uno que llegó corriendo detrás de
Camino a la tienda de zapatos, mí!
cuando caminábamos más despacio, —¿Puedo mostrarte algo? —pre-
la gente que pasaba por la acera me guntó con una mirada nerviosa.
olía y arrugaba la nariz. Señalé los zapatos verdes y mi
— N o es lo que parece —decía mi mamá dijo:
mamá cada vez. Y entonces me ha- —Talla tres y medio.
cía caminar más rápido, lo cual no es —Magnífico. Esos son los verdes
fácil cuando uno tiene veinticuatro lima de nuestra nueva línea "Pirule-
tapas de botella pegadas en las sue- ta". También vienen en color...
las de los zapatos. —íNo! —dijo mi mamá tratando
Apenas llegamos de detenerlo—. Así está bien, no
a la tienda, v i un par queremos ver los otros...
de zapatos verdes Demasiado tarde.
sensacionales en la —Verde limón, naranja, coco,
vitrina principal. C o - uva, morado, amarillo y rosa. H a n
rrí y me subí a alcanzar- tenido mucho éxito.
los, pero mi mamá nie \\\ M i mamá se llevó las manos a la
agarró del overol y /Jp^ 1j cabeza y después se desplomó en
me hizo bajar. _ ^ ^ ^ ^ A ^
J una silla.
—Tráigalos todos, y tráigalos tam-
bien en talla cuatro. Estaremos aquí
mucho tiempo —dijo.
El vendedor se fue y regresó con
un montón de cajas. Las abrió y des-
pués desplegó los zapatos en un arco
iris frente a mí. Luego me olfateó y
miró a mi mamá como si no pudiera
creer lo que su nariz le acababa de
decir.
— N o es lo que usted cree —dijo
mi mamá hundiéndose más en la
silla, y después agregó suspirando—:
A h , íqué caray!, tal vez sí es lo que
usted cree.
Me probé todos los zapatos de la
línea "Piruleta".
El vendedor me preguntó si real-
mente tenía que probarme cada co-
lor, y correr de un lado al otro de la
tienda subiéndome y bajándome de
la silla. Supongo que era nuevo en la
tienda.
El color más intenso era el mora-
do, y el rosa, el más alegre, así que
me puse un zapato de cada color en
cada pie para probarlos. La combi-
nación era perfecta de adultos y comenzó a mirar zapa-
y se veían estu- tos.
pendos, pero Apenas se alejó, le pregunté al
el vendedor vendedor si tenía un tatuaje en al-
dijo que él guna parte. Hoy día uno nunca sabe
no estaba de qué adulto tiene uno.
acuerdo. — N o —dijo el vendedor—. ¿Tú
Pero no me importó, por- sí?
que justo en ese momento v i el par —Todavía no, pero muy pronto
de zapatos más precioso del mundo tendré uno —le contesté.
en un estante cerca de la vitrina: Luego se fue a traerme más zapa-
eran color violeta, tenían tacones tos, ¡y no se imaginan la cantidad
altos y delgaditos, y unas libélulas de zapatos que había en esa tienda!
brillantes en la parte de adelante. Tenía los pies agotados de tantas
Señalándonos, pregunté: pruebas y la cabeza me dolía de tan-
—¿Qué tal...? —pero antes de to pensar en qué no elegir.
que pudiera terminar, tanto el ven- Finalmente, el vendedor me mos-
dedor como mi mamá dijeron al mis- tró un par de zapatos de baloncesto
mo tiempo: " N o estoy de acuerdo". con rayas.
—Bueno, está bien —dije yo—. —Estos son los que te van a gus-
¿Qué otro tipo de zapatos tienen en tar —dijo—. Son los últimos que
la tienda? nos quedan.
— N o resisto ver esto —dijo mi Cuando él me los estaba amarran-
mamá—. Sólo asegúrese de que elija do, vi algo increíble, y le pregunté:
algo práctico. —Oye, ¿sabías que encima de la
Se levantó y le susurró algo al ven- cabeza tienes un círculo donde no
dedor. Luego se dirigió a la sección tienes pelo?
—Sí, lo sé, gracias. Nos detuvimos y simplemente nos
— Y ¿tú sabías que hueles a cer- quedamos mirando esa maravilla de
vecería? zapatos. Los tacones parecían aun
—Sí, lo sé, gracias. Y me voy a más altos y delgados, y las libélulas
llevar los zapatos verdes lima de la brillaban en el sol como esmeraldas.
línea "Piruleta". Eran tan bellos que súbitamente dejé
El vendedor suspiró. de tenerles temor a las cosas puntia-
—También lo sé. Ya están en gudas.
una bolsa en la caja registradora. T u — N a d a prácticos —dije.
mamá me dijo que terminarías eli- — N o , definitivamente nada prác-
giendo esos. ticos —admitió mi mamá—. De he-
Caminé hacia la caja donde mi cho, son probablemente los zapatos
mamá estaba esperándome, y apreté menos prácticos de la tienda. ¡Es
los labios, furiosa porque ella supiera una de las ventajas de ser adulto!
lo que yo iba hacer antes de que yo lo —¿Puedo probármelos?
supiera. Jamás volvería a hablarle. —Claro que sí —dijo ella. Lue-
—¿Quieres ver lo que compré? go se inclinó y sonriendo me dio un
—me preguntó fuera de la tienda. gran abrazo, ¡a pesar de que yo olía
Mantuve los labios apretados, a cervecería!
pero asentí con la cabeza y abrí la —Después de que te des un baño.
bolsa.
Y después se me olvidó la furia.
—íHuuy! —exclamé.
—Exactamente —dijo ella—.
iHuuy!
Capítulo 7

A 1 día siguiente le mostré a


Margarita mis zapatos deportivos en
la parada del autobús.
— A h , sí. Yo tuve un par de za-
patos así cuando era pequeña, pero
no eran verdes. El verde es un color
aburridísimo —dijo, simulando que
bostezaba.
Cuando subí al autobús, escondí
los pies debajo de la mochila y miré
por la ventana durante todo el viaje.
Entre la parada del autobús y la es-
cuela hay noventa y cuatro faroles.
En el salón de clase nos llevamos
una sorpresa: teníamos una profeso-
ra suplente, la señora Bien-Bien. Yo
la llamo así porque ella siempre dice
"Bien-bien". Y también porque nun-
ca puedo recordar su nombre.
Fue una buena sorpresa por dos
razones. Primero, porque cuando
leyó las instrucciones de mi profesor,
dijo:
— L o siento, pero no vamos a en-
sayar la última parte de la demostra-
ción de talentos. Sería un milagro si
por lo menos pudiera entender qué
rayos debemos hacer en clase.
La otra razón es que al ver a la se-
ñora Bien-Bien delante de la clase se
me ocurrió la idea más increíble de
toda mi vida.
Levanté la mano, y la señora Bien-
Bien, dijo: —¿Sí?
—Necesito ir a la oficina de la di-
rectora —le dije.
—Bien-bien —dijo la señora Bien- —¿Sabes, Clementina, que nadie
Bien. Los profesores suplentes nun- me ha hecho esa pregunta antes? Y
ca preguntan el por qué de las cosas. es una buena pregunta. Una exce-
Caminé por el corredor, lo cual lente pregunta. Siento mucho que
me costó mucho trabajo porque mis la respuesta siga siendo no —conti-
nuevos zapatos querían correr, y lla- nuó la directora Gamba—, pero voy
mé a la puerta de la directora Gam- a necesitar un poco de tiempo para
ba. poder darte una buena razón.
—Tengo zapatos nuevos —le dije —¿Así que no tengo nada más
a la directora Gamba. que hablar? —pregunté.
—Eso veo —dijo—. ¿Traes algu- — N o tienes nada más que hablar
na comunicación de tu profesora? —dijo la directora Gamba—. Por
— N o . Sólo vine a decirle que ma- hoy.
ñana por la noche voy a mandar un
suplente.
—¿Un suplente?
—Sí. U n suplente. Así como mi
profesor mandó una suplente.
— L o siento, pero los estudiantes
no tienen suplentes.
—Pero, ¿por qué no? Si un profe-
sor puede tener una suplente, ¿por
qué un niño o una niña no puede te-
ner un suplente?
La directora Gamba se quedó mi-
rándome por un buen rato.
Después de la escuela, llevé mis za- cien años, y eso la hace mayor que
patos viejos con las tapas en las sue- tu mamá, así que ella es la jefa.
las al apartamento de Margarita. Margarita se quedó sin saber qué
—Bueno, te voy a enseñar algo contestar por un minuto.
muy fácil, pero recuerda que tienes — N o sé —admitió—. C o n los
que hacer todo lo que yo diga. Tú adultos es muy difícil saber.
tienes ocho años y yo nueve, y eso Luego se animó y dijo:
quiere decir que yo soy tu jefa —dijo —Así que seguiremos con la idea
Margarita. de que yo soy la jefa.
Esta es una regla que no me gusta Pensé en la demostración de ta-
lentos, y en el hecho de que yo era la
mucho.
única que no tenía ningún talento.
—¿Y Miguel qué? —le pregun-
—Bueno, está bien. Pero sólo por
té—. El es mayor que tú. ¿Acaso es
hoy —dije.
tu jefe?
Margarita se puso sus zapatos de
—Miguel es Miguel —dijo Marga-
tap y yo me puse los míos, con las ta-
rita—. N o puede ser jefe de nadie. pas de botella en las suelas. Enrolló
—¿Y entonces mis padres qué? el tapete y comenzó a bailar alrede-
Supongo que son los jefes de todos dor.
nosotros. —Esto se llama arrastrarse hasta
— N o . M i mamá es mucho mayor Búfalo —dijo—, y yo lo hago mara-
que tus papas. Ella es la jefa. Así que villosamente. Simplemente haz lo
tienes que hacer lo que yo diga. que yo hago.
A veces esa Margarita me pone Sólo que hacía cuatro millones de
furiosa. Intenté otra vez. cosas a la vez.
— A h , ¿sí? ¿Y la señora Muñoz del —¡La cabeza en alto, la columna
cuarto piso qué? Ella tiene cerca de recta, los brazos flotando, y una gran
sonrisa! —dijo Margarita—. Flap, das a los zapatos. D i un paso y fui a
flap, un paso, otro paso, arrastrar los dar directamente contra el tocador
pies, i cambio! de Margarita. Todo voló por el aire:
Los pies de Margarita se movían perfumes, horquillas, cepillos, anillos
a tal velocidad que no alcanzaba a y cintas.
verlos, pero de todas maneras me Margarita hizo una cara que decía:
lancé al piso para tratar de seguirla. "Clementina, no tienes remedio".
Permítanme decirles que un piso Yo ya sabía eso, pero entonces,
de madera es muy resbaloso cuando mientras ella recogía las cosas, hizo
uno tiene 24 tapas de botella pega- un comentario que me sorprendió.
talento; pero antes de que pudiera
darle la mala noticia de que su hija
era un desastre para el baile tap, mi
hermano salió del edificio con mi
mamá. Corrió hacia nosotros y trató
de tomar las podadoras de mi papá.
—Cuidado, cuidado —dijo mi
papá—. Perdona, Teo, pero eso no
es para niños pequeños.
Repollo frunció la cara como si
fuera a dar alaridos, pero yo rápida-
mente me metí un poco de hiedra en
las mangas y en el cuello y comencé
a agitar los brazos frente a él y a gri-
—Supongo que el baile tap no es
tar:
para ti, pero todavía tenemos un
"¡Auxilio!, ¡auxilio! ¡Me tragué
poco de tiempo —dijo—. Voy a tra-
unas semillas de hiedra!".
tar de pensar en algo para lo cual no
Esto lo hizo reír tanto que se olvi-
seas tan negada. dó de los alaridos.
Creo que Margarita también pue- —¿Te das cuenta? —dijo mi
de sentir un poco de empatia. ;
papá—. Ahí tienes otro talento, Cle-
— D e todas maneras, gracias por mentina. Nadie en el mundo puede
la clase —le dije. hacer que tu hermano se ría así.
Volví a ponerme mis zapatos nue- —Papá. Eso no es algo para hacer
vos y me dirigí hacia donde mi papá j en un escenario —le recordé.
estaba terminando de cortar la hie- j Y entonces me acordé de Pepe.
dra. T a l vez notaría en mí un nuevo •
'
—Oye, mamá. ¿Remolacha toda- — A h , no. A él ya no le pasa eso.
vía podría tener un percance? Clementina, haces unas preguntas
—Primero que todo, tu hermano interesantísimas.
no se llama Remolacha. Y segundo, Luego mi mamá llevó a mi herma-
¿qué quieres decir con un percance? no a reunirse con sus amigos, mien-
—Pues... que él ya no necesita tras todavía seguía riéndose de la
pañales, ¿verdad? A u n si oyera un hiedra.
sonido realmente fuerte, por ejem- Pensé en la otra parte. M i profe-
plo unos aplausos... ¿no le pasaría sor probablemente no me haría po-
nada, no sé...? nerle una correa a mi hermano, pero
no estaba segura de la profesora de
Margarita. A ella le encantan las re-
glas.
—¿Tenemos una correa para pe-
rritos? —le pregunté a mi papá.
—¿Una correa para perritos? N o ,
claro que no. ¿Para qué la quieres?
—¿Sabes de alguien que tenga
una? Necesito una prestada por un
ratito.
—Pues he visto una en el depósito
de la señora Posada, de cuando ella
tenía un dálmata. Podrías pedírsela.
M i papá sabe todo lo de todo el
mundo en el edificio, y siempre dice
que menos mal que él puede guardar
un secreto.
—Pero, Clementina, no creo que
a Humectante le guste eso.
—¡Papá! ¡Losé! ¡Jamás le pondría
104 una correa para perritos a un gatol
Capítulo 8

I l S l sábado, a la hora del desa-


yuno, les recordé a mis papas de la
demostración de talentos.
—Ustedes van a estar allí, ¿cier-
to? Es a las seis. Ustedes van a estar
allí, ¿cierto?
—Claro que estaremos allí —dijo
mi mamá—. Nosotros vamos a ce-
nar por fuera, pero eso será mucho
más tarde. A propósito, no hemos
visto tu baile tap. ¿Quieres hacernos
una demostración ahora?
— Y a no voy a hacer eso —les dije
a mis papas—. Tengo algo mejor.
Algo para lo cual tengo más talento.
Mis papas me preguntaron qué
era, pero les dije que sería una sor-
ios presa.
— D e todas maneras les encanta-
rá —les prometí.
Luego llevé a Fríjol a mi cuarto a
practicar.
—Había una vez un tipo llamado
El vis —comencé a decir—. Su ofi-
cio era cantar y bailar hasta que las
niñas se caían al piso agarrándose
el corazón y suspirando por casarse
con él.
Después hice como si tocara una
guitarra y canté la primera línea de la
canción You airít nothing but a hound
dog, y nada más. Calabacín casi se
muere de la risa, hasta tal punto que
creí que iba a vomitar el desayuno.
La primera vez que nos dimos
cuenta de cuánto divierte esto a mi ¡
hermano fue el año pasado. Yo había
visto a ese tipo Elvis una noche con
mis papas, en un viejo programa de
Luego tomé la correa para perri-
televisión. A l día siguiente, le hice tos.
a Espinaca una representación de lo
—Perdóname. Es posible que la
que había visto, y se rio a carcajadas.
profesora de Margarita exija que la
Yo no me sabía la segunda línea de la
uses, pero no te preocupes, no te la
canción, pero no importaba, porque pondré en el cuello —le dije abro-
cualquier cosa que cantara, "Me caí chándole la correa por detrás a los
del cocotero" o "Tengo yogurt en los tirantes de su overol. Después me
zapatos", lo hacía reír todavía más. quedé esperando a ver cómo reac-
Desde entonces, mis papas llaman cionaba.
mi representación de Elvis " E l viejo
Se puso en cuatro patas.
recurso". Cada que mi hermano está
—¡Guau, guau! ¡Soy un perro!
de mal genio, me piden que actúe.
Porque sólo funciona si yo lo hago.
Si mis papas tratan, él simplemente
se queda mirándolos como tratando
de recordar quiénes son. Una vez
Margarita quiso hacerlo, y él salió
corriendo hacia su cuarto y se escon-
dió debajo de la cama, y yo tuve que
sacarlo por los pies.
You airít nothing but a hound dog
—volví a cantar—. Tra, la, la, ¡cor-
tina!
Zanahoria se desplomó en mi cama.
Se reía tanto que las lágrimas le salían
a chorros de los ojos.
— N o , no eres un perro —le dije. todavía, ¿oyes? ¡Voy a darle una
—Grrrrr... ¡Sí soy un perro! gran sorpresa|!
Y después me di cuenta de que — N o , definitivamente no voy a
¡era una idea estupenda! decirle nada a tu mamá. Y definiti-
—Bueno, muy bien. Eres un perro, vamente tampoco vamos a llevar a
pero recuerda que esta noche eres un tu hermano a ese ensayo, porque él
perro que cree que Elvis es gracioso. definitivamente no va a subir al es-
Estuvimos practicando por un cenario amarrado a una correa para
rato y todo salió muy bien. Luego, perritos.
mientras Remolacha hacía la siesta, —¡Pero a él le encanta! ¡El cree
yo ensayé decir: que es un perro!
— M i presentación se llama "Elvis —Créeme. ¡No hay riesgo de que
y el perrito que se ríe", y eso también lo haga, Cíe!
salió muy bien. —Pero...
Justo antes de las cuatro de la tar- — S i n condiciones. Ahora súbete
de, le recordé a mi papá que necesita- al automóvil... son casi las cuatro.
ba que me llevara al ensayo, y tam- Me subí al automóvil y luego co-
bién le dije que Cebolla debía venir metí un gran error: Por estar pensan-
conmigo. do tanto en que este era el día más
—Primero que todo, tu herma- desafortunado de mi vida, olvidé
no no se llama Cebolla. Y segundo, pensar en cuánto más desafortuna-
¿para qué necesita ir? do podría volverse si iba al ensayo.
Entonces tuve que contarle a mi Cuando entre en el auditorio, v i
papá cómo iba a ser mi presentación. a la profesora de Margarita y a la di-
—Pero no le digas nada a mamá rectora Gamba sentadas al lado del
talentos que no había podido esco-
escenario en unas sillas altas de di- ger uno.
rector. Traté de esconderme, pero —¿Qué quieres decir con que no
la profesora de Margarita me vio. has podido escoger uno? —gritó la
Miró su tablilla de sujetar papeles y profesora de Margarita, aunque yo
frunció el ceño. Después se dirigió a estaba a su lado. 113
mí en un tono tan fuerte que todos Bueno, tal vez no haya gritado,
los niños que estaban en el audito- pero todos los niños estaban tan
rio pararon lo que estaban haciendo, atentos, que de todas maneras lo
listos a escuchar. oyeron.
—Clementina, parece que no te —Oye, Clementina —gritó uno
tengo en la lista... Pero no impor- de los de cuarto grado—.¡Tu cara
ta, te haremos parece que estuviera ardiendo! ¡Tal
campo. ¿Cómo se vez esa podría ser tu presentación!
llama tu presen- Cerca de un millón de niños se rie-
tación? ron, aunque eso N O tenía N A D A de
Me acerqué gracioso. Pero él tenía razón. Cuan-
y le susurré al do algo me da vergüenza, la cara se
oído que no me pone roja y calien-
había prepa- te. Por eso no le con-
rado nada. Es- testé nada. Bajé la
peraba que los 1
cabeza y me quedé
niños que me es- allí con la cara colo-
y/ ~\\— . taban mirando
r
rada y acalorada.
creyeran que La directora Gamba se
estaba diciendo acercó y me dijo:
que tenía tantos
—Clementina, ven y siéntate a mi Y así sucedió. Por lo menos seis
lado. Puedes acompañarme durante de los doce niños salieron volando
el ensayo. del escenario y aterrizaron en las
Entonces tuve que sentarme entre colchonetas. Apenas logramos que
la directora Gamba y la profesora de se pusieran nuevamente de pie y
114 Margarita, exactamente al lado del verificamos que no se hubieran roto 115
escenario, donde todos los niños po- ningún hueso, v i otra cosa por el in-
dían verme y darse cuenta de que yo creíble rabillo del ojo.
no tenía ningún talento. —¡Paren! —grité. Luego salí co-
La primera presentación se llama- rriendo y le quité una manotada de
ba Doce Saltos Mortales. Doce ni- galletas saladas a uno de los de ter-
ños se pusieron en dos filas de seis a cer grado, justo antes de que se las
cada lado del escenario. llevara a la boca.
—¡Esperen! —grité. Corrí al gim- — A h o r a te toca el turno a ti —le
nasio, arrastré una colchoneta hasta recordé—. Y vas a silbar "La cuca-
el auditorio y la puse en frente del racha, la cucaracha, ya no puede ca-
escenario. Después conseguí que al- minar", y ¡sin galletas!
gunos de los doce me ayudaran con Cuando regresé, la profesora de
las demás. A l poco tiempo teníamos Margarita me miró como diciendo
todas las colchonetas apiladas. que tendría muy presentes todas es-
La profesora de Margarita me mi- tas tonterías cuando yo estuviera en
raba enfurecida y le daba toquecitos su clase.
a su reloj. Pero la directora Gamba me dio
—Se van a caer del escenario una mirada de aprobación y agregó:
—expliqué—. N o importa cómo lo —Gracias, Clementina. Esas galle-
hagan, algunos se van a caer. tas podrían habernos causado pro-
blemas.
Y no me van a creer lo que sucedió ula-ula al son de la música y después
después: ¡La profesora de Margarita P - A - R - A - R , parar cuando la música
me pidió excusas! hubiera terminado.
— L o siento —dijo—. Esta noche Y después no pude volver a sen-
estoy un poco angustiada, tarme durante el resto de la tarde,
lis Tenía ganas de quedarme a ver porque todo el mundo necesitaba mi 119
por qué estaba angustiada, pero en ayuda para algo. A l fin, después de
ese momento me di cuenta de que que todos tuvieron la oportunidad
los Magníficos U l a U l a habían ya de ensayar sus presentaciones, me
comenzado a hacer el ula-ula. M e acerqué adonde estaba la directora
acerqué y les pregunté cuánto tiem- Gamba.
po duraría la presentación. —¿Puedo ir a su oficina y usar el
La niña que se hallaba al lado de- teléfono? Necesito llamar a mis pa-
recho contestó que una vez lo había pas y decirles que no vengan.
hecho durante cinco horas y trece — M e parece que ya es un poco
minutos. tarde para eso — l a directora Gamba
La niña del lado izquierdo hizo un me mostró su reloj y después dijo—:
gesto que indicaba que ¡eso no era Vayan a sus sitios. La presentación
comienza en cinco minutos.
nada!
—Pues, esta noche tienen que Todo el mundo corrió a su sitio.
Yo me dirigí a la cortina y eché una
terminar en algún momento —le
miradita: todas las sillas estaban co-
dije—. Después de la presentación
padas.
de ustedes siguen muchas más.
Tomé prestado el reproductor de La profesora de Margarita dio una
palmada para llamar la atención.
C D de los Saltadores de Cuerda y
—Antes de comenzar quiero agrá-
les expliqué cómo podían hacer el
decerles a todos por hacer parte de
esta presentación —dijo—. Todos
ustedes están ayudando a recaudar
fondos para la excursión escolar de
primavera. Excepto Clementina.
Bueno, lo acepto, en realidad no
dijo "Excepto Clementina", pero se
podía ver que todos lo estaban pe-
sando.
En ese momento, la secretaria se
acercó y le entregó una nota.
—¡Ay! ¡Ay, Dios mío! —gritó,
y saltó de su asiento más rápido de
lo que yo creo que un adulto debie-
ra hacerlo—. ¡Ay! Santo Dios, ¡ha
llegado el momento! M i hija va a te-
ner su bebé. ¡Mi primer nieto!
—Vete —dijo la directora Gam-
ba—. N o te preocupes. Nosotros
podemos manejar la presentación.
Vete adonde tu hija.
—¡Ay, gracias! —dijo la profeso-
ra de Margarita, y se fue tan rápido
que se le cayó una horquilla.
—¡Caramba! —dije dirigiéndome
a la directora Gamba—. Ahora us-
ted va a tener que dirigir sola toda la Gabriela miró a su alrededor y
presentación. dijo:
— N o , sola no —dijo la directora — N o tengo un programa. ¿Quie-
Gamba—. Tengo una asistente, y re que consiga uno?
esa asistente eres tú. La directora Gamba le dijo que no
—¿Yo? A h , no. ¡Yo no puedo! había necesidad, y después se volvió 123
—Sí puedes. Y yo definitivamente hacia mí.
no lo voy a hacer sola. —Clementina, ¿cuál es el segun-
— D e verdad no puedo. Yo no do acto después del intermedio?
pongo atención, ¿se acuerda? —Carlos, de cuarto grado, va a
—Sí pones atención, Clementina. eructar el himno nacional.
N o siempre pones atención a la lec- —¿Necesita algo especial?
ción en el salón de clase; pero te das — U n a botella de dos litros de cer-
más cuenta de lo que está pasando veza sin alcohol.
que cualquier otra persona que co- —¿Cuánto durará la presenta-
nozco. Y eso es exactamente lo que ción?
necesito esta noche. —Cuarenta y un segundos. Cua-
— N o creo que sea muy buena renta y ocho si tiene que detenerse
idea, en absoluto. a tomar un poco más de soda en la
—Pues yo sí creo que es una bue- parte de los "cohetes".
na idea. Voy a probártelo —dijo la — H e probado mi teoría. N o más
directora Gamba y llamó a uno de peros —dijo la directora Gamba se-
los Ula-Ula. ñalando la silla vacía a su lado.
—Gabriela, ¿cuál es el segundo Cuando uno de los directores te
acto después del intermedio? ordena hacer algo, es imposible de-
cir que no. Alguna parte de ti siem-
pre cede. Así que me subí a la silla.
—¡Abre la cortina! —dijo la di-
rectora Gamba, y un cosquilleo de
preocupación me corrió por todo el
cuerpo.
Capítulo 9

I^ues bien, parecía como si esos


niños no hubieran ensayado nunca.
Primero: Los de los Doce Saltos
Mortales se cayeron del escenario,
bueno, con excepción de una niña
que olvidó moverse. Después siguie-
ron María y Paco, Pati y Pipo, de m i
clase, y también se cayeron del esce-
nario.
Sin embargo, nadie tuvo que ir a
la enfermería, y el público creyó que
eso hacía parte de la presentación,
así que todo estuvo bien.
Después siguió la presentación de
los mellizos Maya. Lulú había con-
vencido a Tutu de que en vez de se-
126 guir adelante con su presentación,
tocara a cuatro manos en el piano
con ella. Pero cuando Lulú se diri-
gió al micrófono para anunciar el
cambio, se puso tan nerviosa que vo-
mitó.
Miré a Tutu, que estaba sentado
en el banco del piano. Tutu repite
todo lo que Lulú hace y, como siem-
pre, ya se estaba alistando...
—¡Sobre el piano no! —grité jus-
to a tiempo.
Después corrí y cerré rápidamente
la cortina, para que todo el público
no fuera a hacer lo mismo.
Cuando la persona encargada de
la limpieza vino a limpiar, se me ocu-
rrió una buena idea.
—Pídale a Sonia que salga ahora
y se ponga en frente del telón —le
dije a la directora Gamba.
De todos modos, se quedó tiesa Después se sacudió, como si hu-
en el escenario, con la boca abierta. biera estado dormida, y se acercó al
Por un instante, una partecita de mí micrófono.
pensó: "¡Qué bien! ¡Esta noche no — U n momento —dijo—. Eso fue
harás el show!". en broma. Pueden ponerse zapatos
Pero luego sentí empatia por ella. del color que quieran. Y los verdes
Corrí hacia donde Margarita po- están de moda.
día verme y le hice señas hasta que Me envió una sonrisa tan grande
se normalizó. Me señalé el pelo y me que todos los frenillos de sus dientes
hice como si me lo estuviera cepi- brillaron como diamantes. Le devol-
llando. ví la sonrisa, excepto que sin freni-
Margarita asintió con la cabeza llos porque todavía no me los han
como un robot. Luego se volvió ha- puesto. Después de eso Margarita
cia el público. estuvo bien.
—Primero, siempre cepíllense el Regresé y me senté en la silla de
pelo. Incluso si lo tienen como el mío. director, y la directora Gamba tam-
Me volvió a mirar. E n mímica, le bién me sonrió de oreja a oreja. Lue-
hice como si me estuviera abotonan- go se inclinó y me dijo:
do, y señalé hacia mi izquierda. —Clementina: ya sé por qué no
—Asegúrense siempre de aboto- puedes tener un suplente. Es porque
narse bien —le dijo al público. eres irremplazable. ¡Te hicieron y
Luego levanté el pie y señalé mis rompieron el molde!
zapatos. Y fue entonces cuando me di cuen-
—¡Nunca se pongan zapatos de- ta de que ya no estaba preocupada.
portivos verdes! —dijo Margarita—. Por el contrario, me sentía muy or-
Son los peores. gullosa: como si el sol se estuviera
levantando en mi pecho.
Esa sensación de orgullo me acom- todo había terminado, supuse que
pañó durante el resto de la presenta- mis papas debían estar entre el pú-
ción. Y aunque muchas cosas salie- blico, preguntándose qué habría sido
ron mal, la directora Gamba y yo las de su hija.
arreglamos. La directora Gamba y yo cerramos
A l ñn llegamos al último acto, el el telón y arriamos a todos los niños
de José y Lucho. José tocó una nota hacia el escenario, como lo había-
en la armónica, y Lucho comenzó mos planeado. Luego ella volvió a
a aullar. E l público se enloqueció y abrir el telón y todos salieron a reci-
pidió que siguieran, lo cual fue muy bir los aplausos.
bueno porque Lucho continuó au- La directora Gamba y yo nos sen-
llando como si hubiera esperado ese tamos detrás del bastidor a mirar.
momento toda la vida. El público sonreía y aplaudía, y los
Sentí un poco de envidia al pensar niños seguían sonriendo y haciendo
lo bien que Espinaca lo habría hecho venias. Yo estaba bastante feliz, aun-
con esa linda co- que una pequeña parte de mí esta-
rrea para perri- ba triste. Pensaba que algún día me
tos, y lo mucho gustaría saber cómo se sentía que la
que el público se gente lo aplaudiera a uno.
habría divertido — L o logramos —le dije a la di-
con mi pre rectora Gamba—. Ya se acabó, y lo
sentación, logramos.
especial- —Sí, efectivamente lo logramos
mente —dijo la directora Gamba—. Pero
mis papas. todavía no ha terminado. Hay otra
Ahora que cosa que debo hacer.
Después se levantó y se acercó posible... nuestra muy talentosa di-
al grupo de niños que estaban en el rectora. Sin ella,^ no habría sido posi-
escenario. Oí que tomaba el micró- ble la presentación de esta noche.
fono. ¡Así que la profesora de Margarita
—Señoras y señores, gracias por había regresado! Qué bueno saber
venir a "Cazatalentos, Noche de que los bebés nacían tan rápido, por
Estrellas". Y ahora quisiera presen- si acaso algún día decido tener uno,
tarles a la persona que lo hizo todo lo cual no pasará.
La directora Gamba se acercó y
puso la mano sobre el telón del lado.
Yo me bajé de un salto de la silla de
director para hacerle campo a la pro-
fesora de Margarita, aunque todavía
136 no la había visto.
—Señoras y señores —dijo la di-
rectora Gamba abriendo el telón—,
¡por favor un gran aplauso para...
Clementinal
Fue tal mi sorpresa que simplemen-
te me quedé allí boquiabierta. Todos
los de tercero y cuarto grado me mi-
raban fijamente... con ojos agrade-
cidos y grandes sonrisas.
Luego comenzaron a aplaudir, al
principio de manera normal, y des-
pués con más y más entusiasmo. Muy
pronto lo estaban haciendo tan fuer-
te que temí que a los niños más del-
gaduchos se les fueran a romper las
muñecas.
Después el público comenzó a
aplaudir como loco también, y pare-
cía que nunca iba a parar. E l sonido
era tan fuerte que las orejas casi se
me despegan de la cabeza. Pero no
me importó, porque ahora sí sabía
cómo se sentía que la gente lo aplau-
diera a uno: B-I-E-N, bien.

Capítulo 10

D
JL-Se regreso a casa, mi mama no
hizo más que negar con la cabeza,
tan sorprendida estaba.
—¡No puedo creer que hayas
guardado esto en secreto toda la se-
mana, querida! ¡Estuviste increíble!
M i papá me miró por el espejo y
me guiñó el ojo.
—Es más increíble de lo que crees
—le dijo a mi mamá—. Sí, conta-
mos con una hija muy talentosa.
Campeona, estamos muy orgullosos
de ti.
Luego miró a mi mamá y arqueó
las cejas. Ella asintió y sonrió.
—¿Clementina, estás cansada?
—preguntó ella—. ¿Crees que po-
drías quedarte levantada un poco
más tiempo de lo usual?
— N o estoy cansada —contesté.
¿Necesitan que espíe a la niñera?
¿Qué me asegure de que no fuma ci-
garros, o hace compras por internet?
¿Creen que está haciendo llamadas
a Australia?
Cuando crezca es posible que sea
detective privada.
— N o . N o tenemos problemas con
la niñera. Queríamos saber si te gus-
taría venir a comer con nosotros al
Ritz —dijo mi papá.
—¿De verdad? —pregunté—. ¿Y
el maní?
Generalmente, cuando mis papas
salen de noche, debo velar porque la
niñera no traiga maní y lo dejé por
allí. Brócoli es alérgico y si se come
sólo un grano de maní, es probable
que la nuca se le infle o le pase algo —Tenemos una reservación...
y haya que llevarlo al hospital. — y entonces nos despedimos.
—Hablaremos con la niñera — d i - Pero cuando llegamos al vestíbu-
jo mi papá. lo, sentí que no podía irme.
— N o sé —dije. —Espérenme aquí —dije.
M i hermano nunca se había que- Me devolví al apartamento, tomé 143
dado con la niñera sin que yo estu- uno de los marcadores permanentes
viera allí para salvarle la vida. de mi mamá, y le escribí a mi herma-
— N o te preocupes, Clementina no en la frente, en letras mayúsculas
—dijo mi mamá—. Estamos seguros azules: " ¡ N O M E D E N M A N Í ! "
de que la niñera tendrá cuidado. De Después me sentí bien.
verdad queremos que vengas. Des- Camino al res-
pués de todo, ni siquiera iríamos si taurante, mis pa-
no fuera por ti. pas me pregunta-
Así que dije que bueno, y fuimos a ron qué quería
casa y mis papas se pusieron aun más comer. Siempre
elegantes. Yo no, porque yo ya me lo hacen para que
veía estupenda. M i mamá se puso yo no tenga que
sus zapatos nuevos, y yo creí que mi mirar el menú y
papá se iba a hacer daño en la cabe- así evitar el pro-
za de tanto agitarla y decir "¡Caram- blema de no po-
ba!". der decidir.
Cuando la niñera llegó, mis papas — U n a hamburguesa y puré de
le dijeron y le repitieron del maní. Y papa —dije.
yo también se lo dije y se lo repetí. — D e acuerdo —dijo mi papá.
Luego mi papá miró su reloj y dijo: Y así fue. Mis papas pidieron una
comida de la cual yo jamás había
oído. Luego el mesero dijo:
—¿Y para la señorita?
(Esa era yo).
M i papá pidió otra comida de la
144 cual yo tampoco había oído, pero
cuando esta llegó, ¡era una hambur-
guesa y puré de papa!
— U m , por favor —dije muy cor-
tésmente. ¿Podría ordenar unas ga-
lletas saladas?
El mesero negó con la cabeza.
—Lamentablemente, no tenemos
galletas Ritz en el Ritz. Este es uno de
los mayores misterios del universo.
N o quería que se sintiera avergon-
zado al respecto, así que le dije que
de todos modos su restaurante me
gustaba mucho. Y también le dije
que era un muy buen mesero, y que
tenía mucha empatia.
Esto era cierto, porque toda la no-
che adivinó todo lo que yo quería y
nunca tuve que levantarme a pedir
nada, ni siquiera la salsa de tomate.
Por ejemplo: justo cuando termi- — L a clementina es una fruta dul-
nábamos la comida y yo estaba pen- císima, ¿no es así? —dijo el mesero.
sando en el postre, apareció por arte —¡Siempre he pensado eso! — d i -
de magia. jo mi mamá sonriendo y mirándome.
—Tengo tres postres para ofrecer- Luego tomó un bocado de su postre
146 les —dijo—. La torta de crema, la y dijo: 147
créme brüíé y el pastel de chocolate — N o puedo más. ¡Estoy más que
aterciopelado. satisfecha!
Me imaginaba a mis papas pen- M i papá también tomó un bocado
sando: " A y no, ahora comienza el y dijo:
problema de escoger". — L o mismo yo. ¡He comido sufi-
Pero mientras el mesero describía ciente!
los postres, se me acercó y con su ¡Luego ambos pusieron sus platos
lápiz señaló en mi menú uno de los enfrente de mí! Y allí estaba yo, en
postres. Yo lo miré y le guiñé el ojo. el restaurante Ritz que no tiene ga-
— Y o quiero el pastel de chocola- lletas Ritz, con tres postres delante
te aterciopelado —dije. de mí.
Mis papas se miraron con cara de
"no lo creemos". Luego pidieron los
otros dos postres.
M i papá pidió la créme brülé, nom-
bre que en francés se le da a un flan
de vainilla al que le ponen caramelo
con un soplete. Les juro que así es.
La torta de crema de mi mamá es-
taba decorada con rebanadas de cle-
mentina.
—Creo que este es el día más
suertudo de mi vida —les dije a mis
papas.
Después mi mamá me susurró al
oído:
—Quítate los zapatos.
Así lo hice, y entonces, en secre-
to, se quitó sus zapatos color violeta
tan poco prácticos y con libélulas, y
me los deslizó por debajo de la mesa.
Y yo los tuve puestos durante el res-
to de la comida, pero nadie se dio
cuenta porque los mantuve bajo el
mantel, incluso cuando el mesero
vino a traerme más crema batida.
Bueno, tengo que admitir que es
posible que cuando el mesero vino
con la crema batida, una de las libé-
lulas se viera un poquito.

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