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SIDEREUM ANA I

El río Guadiana en Época Post-orientalizante


Anejos de AEspA XXXIX, 2008, p. 149-175

EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C.

Martín ALMAGRO-GORBEA
Universidad Complutense de Madrid

Alfredo MEDEROS MARTÍN


Universidad Autónoma de Madrid

Mariano TORRES ORTIZ


Universidad Complutense de Madrid

RESUMEN

Medellín fue un gran oppidum prerromano de más de 10 has con una importante necrópolis orientalizante que
debió erigirse en en el lugar central de un extenso territorio. La chora de Medellín debió superar la extensión del terri-
torium de la posterior colonia romana que, grosso modo, coincidiría con el de la Comunidad de Villa y Tierra de época
medieval, que abarcaba más de 1.500 kilómetros cuadrados. Uno de los elementos más característicos de este territo-
rio en época post-orientalizante serían los palacios fortificados, función que cabe atribuir a las edificaciones tipo Can-
cho Roano o La Mata, recientemente excavadas. Estas construcciones serían residencias gentilicias de carácter rural
que compartirían las funciones defensivas con el control y la explotación de los recursos económicos del territorio, y
cuentan con paralelos conocidos en el Próximo Oriente y en el mundo colonial peninsular.

RESUMO

Medellín foi um grande oppidum pré-romano com mais de 10 hectares e uma importante necrópole orientalizan-
te que provavelmente terá sido construído num lugar central do extenso território. É possível que a chora de Mede-
llín superasse a extensão do territorium da posterior colónia romana que, grosso modo, viria a coincidir com o da
Comunidade de Vila y Terra de época medieval, a qual abrange mais de 1.500 quilómetros quadrados. Um dos ele-
mentos mais característicos deste território em época post-orientalizante vão ser os palácios fortificados, função pala-
ciana que é possível atribuir às edificações tipo Cancho Roano o La Mata, recentemente escavadas. Estas construções
seriam residências aristocráticas de carácter rural que vão partilhar funciones defensivas com o controlo e exploração
dos recursos económicos do território, e que têm paralelos conhecidos no Próximo Oriente e no mundo colonial
peninsular.

ABSTRACT

The ancient site of Medelin was a more of 25.000 acres great oppidum with an important orientalizing necropolis.
During the Iron Age, this Town must have been the centre of an extensive territory. The Iron Age Hinterland of
Medellin musted be bigger than the roman territorium of the later Metellinum which occupied more than 375.000
acres. One of the most emblematic elements from this territory were the fortress-palaces. That is the function that we
proposed for the Cancho Roano or La Mata type buildings, recently excavated. These constructions were aristocratic
rural residences sharing the defense of the territory with the control and explotation of the economic resources. They
have some well known references from the Near Eastern and the Western Colonial Phoenician architecture.
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cer la topografía y la evolución cultural de esta


INTRODUCCIÓN población, ubicada en torno al Cerro del Castillo
como punto defensivo y de control de un amplio
Medellín, la Colonia Metellinensis romana territorio (Almagro-Gorbea y Martín 1994).
(Haba 1998), es un gran oppidum prerromano, de Cabe destacar la importancia del Castillo con
nombre desconocido, que constituye un complejo el hallazgo de un peine púnico de marfil de tipo
poblado de más de 10 Has con una importante “Serreta”, de una chapita de oro y de vasos de per-
necrópolis orientalizante, que debió ser el centro fume, así como de un “exvoto” de bronce en el
de todo el territorio de las Vegas Altas del Guadia- Teatro y otro cerca de un peñón en la ladera norte,
na (Almagro-Gorbea 1977; Almagro-Gorbea y lo que permite conjeturar la existencia de una
Martín 1994). regia o, en todo caso, de un santuario de tipo urba-
La población orientalizante se asentaba en el no (Almagro-Gorbea 1977: 416, fig. 161; 1992).
actual Cerro del Castillo, situado en la margen Las excavaciones del Teatro y de la Cata Este
derecha y meridional del río Guadiana, al Oeste del Teatro evidenciaron que el poblado ocupaba la
del lugar donde desemboca el río Hortigas. Dicho ladera sur del Cerro del Castillo, a partir de una
cerro, de 319 m.s.n.m., es de formación paleozoi- fecha de, al menos, el siglo VIII a. C. (Almagro-
ca pero ha surgido como resultado de la erosión Gorbea 1977: 415 s.). Otro hallazgo de interés han
diferencial al elevarse más de 100 m. sobre el río sido los materiales tartésicos antiguos hallados in
y las terrazas cuaternarias que conforman las situ en la Puerta de Portaceli (Jiménez y Haba
Vegas Altas del Guadiana (Fig. 1). 1995), que parece constituir un depósito de funda-
Esta posición es de gran valor estratégico, pues ción, lo que indicaría que la puerta medieval hacia
el cerro sobre el que se asienta favorecía su defen- el puente y el río se sobreponía al sistema defensi-
sa y su situación junto a un importante vado del vo prerromano.
Guadiana le permitía controlar uno de los princi- En todo caso, el trazado propuesto para la
pales ramales de la “Vía de la Plata”, que comuni- muralla permite calcular una superficie total, com-
caba las ricas regiones mineras del interior del prendida dentro de la cota 255/265 m.s.n.m., de
Occidente de la Península Ibérica con el Golfo de unas 13,5 Ha, que podrían alcanzar las 20 Ha si se
Cádiz y, en consecuencia, controlaba uno de los incluyen otros restos, aparentemente de habitat,
principales puntos de paso del aprovisionamiento localizados bajo la población actual (Almagro-
de metales, especialmente oro y estaño, del mundo Gorbea y Martín 1994), pero que pudieran corres-
tartésico. Pero, al mismo tiempo, dominaba ponder a viviendas en áreas extrapomeriales sin
visualmente hacia el Sur un amplio territorio de excluir un posible fenómeno de sinecismo.
gran potencia agrícola de las ricas Vegas Altas del En conclusión, la Medellín prerromana puede
Guadiana (Almagro-Gorbea 1977: 287; Almagro- considerarse como un oppidum de unas 15 a 20
Gorbea y Martín 1994; etc.), probablemente la Ha, una extensión relativamente importante en la
zona más fértil de Extremadura. Península Ibérica en esa época, pues resulta clara-
Las investigaciones realizadas desde hace más mente mayor que las poblaciones ibéricas conoci-
de 30 años han permitido valorar que Medellín es das, ya que sólo es comparable a las mayores
uno de los yacimientos orientalizantes más impor- poblaciones turdetanas de origen orientalizante
tantes de Extremadura, ya que desempeñó un (Almagro-Gorbea 1990: 98; 1994: 37-39, 61).
papel clave en el proceso de transformación cultu- El oppidum prerromano de Medellín debió
ral orientalizante, como “capital” territorial, eco- haber tenido diversos núcleos de necrópolis, todas
nómica y política, de las Vegas Altas del Guadia- ellas situadas en las terrazas del Guadiana y hacia
na. Además, como centro comercial y artesanal, el SW de la población. Uno de estos núcleos
debió actuar como centro difusor de la acultura- corresponde al antiguo Campo de Fútbol, a unos
ción orientalizante hacia las áreas periféricas del 800 m. al SE del Castillo y restos de otra necrópo-
mundo tartésico. lis, quizás más tardía, aparecieron bajo el paseo de
circunvalación, a unos 600 m al Oeste del citado
Castillo. Pero destaca la “Necrópolis del Pozo”, la
1. TOPOGRAFÍA DE LA POBLACIÓN única estudiada, situada a unos 1200 m. de la cum-
PERROMANA bre del oppidum (Almagro-Gorbea 1977: 287-413;
Almagro-Gorbea et al. 2005; 2007).
Las prospecciones en el oppidum de 1970 y Esta necrópolis de Medellín se situaba en la
1991 junto a otros hallazgos han permitido cono- terraza baja del Guadiana, en una pequeña eleva-
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Fig. 1.– Vista del Cerro del Castillo de Medellín con el vado del Guadiana en primer término y el oppidum de
Magacela, la antigua Contosolia, sobre los montes del fondo, dominando entre ambos todas las Vegas Altas del
Guadiana.

ción entre dos antiguos brazos del río que formarí- mona (Cruz del Negro, etc.) y Frigiliana (Arribas
an una isla de algo menos de 1 Ha inundada perió- y Wilkins 1969), así como en las pequeñas necró-
dicamente. Su extensión y la densidad de hallaz- polis orientalizantes del ámbito rural de Extrema-
gos permiten calcular unas 2000 estructuras fune- dura (Torres 1999: 107 s.) y los busta también
rarias en su zona nuclear, aunque los hallazgos se ofrecen paralelos en el mundo tartésico (ibidem:
extienden con menor densidad por unos 5.000 m2. 129 s.), procediendo ambas variantes del rito del
El ritual funerario consiste en la cremación de los ámbito fenicio colonial (ibidem: 131 y 149 s.).
cadáveres, que en la fase inicial se depositan en Pero el principal interés de la Necrópolis de
urnas cinerarias dentro de un hoyo, cubierto por un Medellín es que denota una población grande y
empedrado de guijarros de río. A partir de inicios estable, con un relativo bienestar económico pero
del siglo VI a.C., este rito es sustituido por busta o sin túmbas de elite monumentales ni ricas, ya que
fosas para la cremación individual del difunto, las estructuras funerarias documentadas no ofre-
sobre los que se disponía un pequeño túmulo o cen diferencias apreciables en su disposición y
encachado tumular de guijarros del río de cuarcita. riqueza, lo que parece traslucir una población de
Esta fase perdura hasta un momento avanzado del tipo urbano relativamente igualitaria, tal como
V a.C., a juzgar por la aparición de fragmentos de confirmaría el desarrollo artesanal que manifiestan
copas Cástulo entre las tierras de relleno. los ajuares (Almagro-Gorbea 1991a: 165).
El ritual de la necrópolis de Medellín es carac- Esta percepción la confirmarían los testimo-
terístico de yacimientos tartésicos (Torres 1999: nios de escritura tartésica hallados en poblado y
127 s.). “cremaciones en hoyo” aparecen en Car- necrópolis (Almagro-Gorbea 2004), que suponen
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la existencia de una escuela de escribas local desde rio estructurado y jerarquizado y con una posible
mediados del siglo VII hasta fines del VI a.C. que regia o templo urbano que la habría sustituido
es lógico relacionar con un centro palacial. Pero (Almagro-Gorbea 1991a: 165), como parece ocu-
los epígrafes hallados, todos ellos grafitos cerámi- rrir en Badajoz (Berrocal 1994). A pesar del cam-
cos, deben atribuirse a elites aristocráticas urbanas bio, perduraron inicialmente elementos orientali-
de relativo nivel económico y cultural, semejante zantes, pero paulatinamente aparecen elementos
a las de otras poblaciones de Andalucía, en las que propios de los castros extremeños: cerámicas a
la escritura llegó a ser utilizada para recopilar ana- mano relegada a vasos de cocina y cerámica de
les y leyes, uso al que alude Estrabón (III, 3,6), e, pasta oxidante “ibérica” turdetana con círculos
incluso, en la acuñación de moneda, que no apare- pintados.
ce atestiguada en la Medellín prerromana. En esta fase Medellín queda rodeado de peque-
Su secuencia cultural, gracias a las estratigrafí- ños castros menores, que quizás ya funcionarían
as del oppidum (Almagro-Gorbea 1977: 415 s.; como tales desde el Periodo Orientalizante, aun-
Almagro-Gorbea y Martín 1994) y a la seriación que falten excavaciones que lo comprueben. En
de las sepulturas de su importante necrópolis todo caso, el oppidum prerromano perduró hasta la
orientalizante (Almagro-Gorbea 1977: 287 s.), ha II Guerra Púnica, como confirma una uncia de
precisado su evolución desde el Periodo Orientali- Roma de fines del siglo III a.C. (Martín 1995),
zante hasta la romanización, cuando debió perder incrementándose la influencia romana como base
su papel preponderante en la cuenca del Guadiana de operaciones hacia el Norte y punto de control
tras la fundación de Augusta Emerita, que supon- de las vías hacia Toletum y Corduba, que explican
dría su decadencia como núcleo urbano, aunque la fundación de Metellinum por Q. Caecilius Mete-
hasta la Edad Contemporánea ha seguido siendo la llus el 79 a.C. (Galsterer 1971: 14; Tovar 1976:
capital de las Vegas Altas del Guadiana. 231 ss.; Haba 1994).
La fase inicial corresponde al Orientalizante Esta evolución confirma que Medellín, a pesar
Antiguo (800-650 a.C.), con cerámicas de tipo de desconocerse su nombre prerromano, es uno de
Carambolo, de retícula bruñida con decoración los oppida más importantes del Suroeste de la
geométrica interior bruñida y pintada en rojo de Península Ibérica, con una superficie mayor que
tipo “Real” fechables hacia el siglo VII a.C. (Jimé- muchas otras poblaciones turdetanas e ibéricas
nez Ávila y Haba 1995), que confirman la impor- (Almagro-Gorbea y Martín 1994; Almagro-Gor-
tancia alcanzada por Medellín como centro redis- bea y Dávila 1995) y con una estructura jeraquiza-
tribuidor (Almagro-Gorbea y Martín 1994: 112) da sobre asentamientos menores, como ocurre en
hacia yacimientos más septentrionales, como Casa otras zonas del mediodía peninsular (Ruiz y Moli-
del Carpio, en Toledo, Ledesma, en Salamanca o nos 1984; 1993: 111 s.).
La Aldehuela, en Zamora (Torres 2002: 158-162 Todos estos datos confirman el papel de Mede-
figs. VII.17-18). llín como un importante núcleo orientalizante,
El Orientalizante Pleno (650-600 a.C.) está integrado en la Cultura Tartésica, como evidencia
bien representado en el Cerro del Castillo y en la su rica cultura material, sus ritos e, incluso, la len-
necrópolis orientalizante, como el Orientalizante gua de los hallazgos epigráficos, aunque ofrezca
Tardío (600-500 a.C.), que parece representar la personalidad propia dentro de la compleja articu-
etapa de mayor auge cultural (Almagro-Gorbea lación interna de dicha cultura.
1977: 480; Almagro-Gorbea y Martín 1994), aun- Medellín, ya desde el Periodo Orientalizante,
que en el periodo Post-orientalizante (c. 500– actuaba como de centro de control económico y
450/425 a.C.) se percibe ya una crisis, probable- político de las Vegas Altas del Guadiana, la región
mente como transición hacia la Cultura de los de Extremadura más rica y favorable para una
Oppida en Extremadura (Almagro-Gorbea 1977: evolución hacia formas de vidas urbana (Almagro-
507), en la que la Necrópolis del Pozo dejó de uti- Gorbea 1990: 98; Almagro-Gorbea y Martín
lizarse tras dos siglos de existencia, desconocién- 1994). Estos hechos parecen confirmar la posibili-
dose a partir de entonces el rito utilizado para ente- dad, hace años señalada, de que su fundación,
rramiento, como ocurre en Andalucía Occidental. posiblemente hacia el siglo VIII a.C., corresponda
La Cultura de los Oppida (c. 450-79 a.C.) se a un proceso de “colonización tartésica” (Alma-
desarrolla a partir del siglo V a. C. (Rodríguez gro-Gorbea 1990: 99-100; 2004), hecho que cada
Díaz 1989; 1990; Almagro-Gorbea y Martín día parece tomar más fuerza, tras valorarse la
1994), con una estructura social compleja (Alma- capacidad expansiva de los tartesios hacia las
gro-Gorbea 1994), controlando su amplio territo- áreas del Sur de Portugal (Torres 2005), sin olvi-
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dar la mítica colonización de Nora en Cerdeña y, Oeste.


posiblemente, fenómenos semejantes en el Norte En consecuencia, el límite teórico por el Sur
de África, como pudiera ser Rachgoun (Vuillemot pudiera establecerse en las citadas sierras de duras
1955: 60 s.). cuarcitas destacadas por la erosión diferencial de
Pero al desaparecer la Cultura Tartésica, dicho Magacela (562 m.), Ortiga (659 m.) y Alange (485
núcleo evolucionó hacia la Cultura de los Oppida m), que forman un telón visual y un límite físico
de Extremadura, jugando siempre un papel desta- que delimita con bastante claridad el territorio
cado como centro principal de las Vegas del Gua- meridional de Medellín. Al Este, su límite natural
diana y como cabeza de puente de la Vía de la lo marca el encajamiento del Guadiana en la zona
Plata hacia las áreas más septentrionales del Occi- de Orellana, donde se le une el Zújar, mientras que
dente de la Península Ibérica. En esta fase prosi- por el Oeste puede considerarse que el batolito de
guió su personalidad, desarrollando crecientes Mérida, junto al avance de la Sierra de Alange
contactos con el área turdetana hasta su temprana hacia el Norte, dividen las Vegas Altas del Gua-
romanización, ya que constituyó el principal punto diana, cuyo centro es Medellín, de las Vegas
de apoyo de Roma en Extremadura durante la Bajas, que ya se extienden hasta Badajoz.
República, hasta la fundación de Augusta Emerita, Los posibles límites del territorio prerromano,
colonia que reemplazó a Medellín en su histórico esto es, de la zona realmente controlada desde
papel de control de las regiones occidentales de dicha población prerromana no son fáciles de defi-
Hispania que integraron la Provincia Lusitana. nir con seguridad, pues han podido variar a lo
largo del tiempo y falta todavía información
arqueológica.
2. EL TERRITORIO DE MEDELLÍN: Un primer método de análisis, que hasta cieto
CARACTERÍSTICAS Y LÍMITES punto parece objetivo para precisar los límites teó-
ricos entre los principales oppida y yacimientos
La importancia de Medellín se debe explicar perromanos, es utilizar las líneas de equidistancia
gracias al amplio y rico territorio que controlaba y de tipo Christaler para formar polígonos de This-
que debe haber sido lo que atrajo la colonización sen. Pero, en todo caso, se debería valorar y pon-
tartésica con la consiguiente estructuración de su derar además otros factores, como el tamaño
territorio. Por ello, en primer lugar se debe inten- superficial de las correspondientes poblaciones
tar reconstruir el posible territorio del Medellín centrales y las características de su territorio para
orientalizante. poder aproximarse objetivamente al tamaño real
La comarca de Medellín está formada por de los territorios en cuestión, hechos desconocidos
depresiones erosivas colmatadas por suelos alu- en la mayoría de los casos.
viales y arcillosos de gran potencialidad agrícola, Por ello, parece más adecuado buscar los lími-
que constituyen una amplia llanura extendida por tes naturales de un territorio como el de Medellín
la margen izquierda o meridional del río Guadiana claramente estructurado por una gran cubeta natu-
que, paulatinamente, sin cambios aparentes, da ral conformada por valles fluviales y altozanos y
paso a la Penillanura Extremeña que la enmarca bien delimietada por diversas sierras, que hasta la
con su característico paisaje de dehesas que se actualidad condicionan sus fronteras naturales.
extienden por todo su contorno. Su límite septen- Dicho método se puede contrastar con el etno-his-
trional puede considerarse el contacto de las zonas tórico, aún más eficaz desde una perspectiva his-
de aluviones con la penillanura granítica del pele- tórica, consistente en reconstruir la evolución del
ozoico inferior que se extiende al Sur de la Sierra territorio partiendo de la base geográfica señalada,
de Montánchez, desde Miajadas a Santa Amalia y pero completando ésta a través de la fosilización
San Pedro de Mérida. Sin embargo, debe señalar- que se suele producir de los límites territoriales, de
se cómo el horizonte visual del territorio de Mede- los nombres relativos a los mismos conservados
llín queda definido con precisión por la divisoria en determinados topónimos y teniendo siempre en
de aguas que suponen una serie de sierras que cuenta la información topográfica.
rodean las Vegas Altas del Guadiana, entre las que Este método ha permitido a Haba (1998: 279
cabe incluir la Sierra de Montánchez y de Santa s.) reconstruir con bastante fiabiliadad el territorio
Cruz, por el Norte; la Sierra de Pela, por el Oeste; de la Colonia Metellinensis, al demostrar que sus
los escarpados cerros de Magacela y las Sierras de límites prácticamente coinciden con los de la
Arrozao, la Ortiga y la Garza, por el Sur y el cerro Comunidad de Villa y Tierra de Medellín (Martí-
de Alange y las sierras de San Serván, por el nez Díez 1983). Las tierras de la Comunidad de
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Medellín conforman el territorio metelinense por yendo la dehesa de Pasarón, al Norte del río y la
antonomasia y, constituyen, a su vez, la parte meri- Sierra de Pela, al Este, pero incluyendo la dehesa
dional del Obispado de Plasencia y las tierras del de La Mata, en Madrigalejo, la Laguna Trujillana
Condado de Medellín (Haba 1998: 285 s.). La per- y El Carrascal, dehesa situada al Norte del Gua-
duración, con escasos y explicables cambios, de un diana que linda con Orellana y que queda cercana
territorio tan bien definido permite extrapolar estos a Navalvillar de Pela, la antigua Lacimurgi, por lo
datos hacia la Protohistoria, tanto más por cuanto que esa parte del territorio de Medellín compren-
la formación de Medellín y de sus núcleos satélites día todas las Vegas Altas del Guadiana, incluyen-
debe considerarse paralela a la de su territorio, que do el castro de Entrerríos situado entre el Guadia-
desde entonces se ha debido mantener, sin cambios na y el Zújar.
sensibles, hasta la Edad Contemporánea. Por el Sur, Haba (1998: 287) duda sobre la
El territorio de la Comunidad de Medellín inclusión de Magacela, cuyo propio territorio
comprendía, aproximadamente, los pueblos de debió incluir La Haba, situada a 15 km hacia el SE
Mengabril, Guareña, Cristina, Manchita, Valdeto- siguiendo desde Medellín el “Camino de los
rres, Santa Amalia, Don Llorente, Don Benito, Moros” (iter ab Emerita Cordubam), pero en
Miajadas, Villar de Rena, Rena y, originariamente, época prerromana parece más lógico suponer que
también Villanueva de la Serena y, tal vez, parte de este castro perteneciera a Medellín, ya que dista de
Madrigalejo. Por tanto, se extendería por el Este ésta población menos de 20 km., por lo que tam-
desde la cuenca del río Gargáligas hasta las proxi- bién se incluiría en su territorio el palacio fortifi-
midades de Orellana la Vieja, que ya corresponde- cado de La Mata, ya en el término de Campanario.
ría al territorio de Lacimurgi y por la zona de Sin embargo, no parece tan claro incluir Cancho
Entrerríos entre Guadiana y Zújar; por el Sur, sus Roano, que queda situado a más de 37 km en línea
límites incluirían la Sierra de Ortiga y Utrera con recta y que, por su proximidad a Zalamea de la
las cuencas del Ortigas y Guadámez, y, por el Serena, la antigua Artigi quos Iulienses, es más
Oeste, la Sierra de la Garza hasta el Guadiana a la lógico suponer que correspondiera ya a dicha
altura de Valdetorres y, al Norte, su límite sería el población. En consecuencia, el territorio prerro-
batolito de Mérida a partir de San Pedro de Méri- mano de Medellín comprendería la Sierra de la
da; por el Norte, sus límites irían por la divisoria Ortiga y su frontera meridional sería la Sierra de
de aguas entre Cornalvo y el valle del Lobo, inclu- Arrozao, que, junto a las de Utrera y la Trancha
yendo la cuenca del río Búrdalo, comprendiendo por el SW, conformarían los límites con la antigua
los términos de Miajadas y Santa Amalia, al pié de Artigi y con Fornaci, la actual Hornachuelos. Más
la Sierra de Montánchez, enlazando desde allí con hacia el Oeste, el territorio de Medellín antes de la
la cuenca del Gargáligas. fundación de Mérida es posible que llegara hasta
El territorium Metellinensium incluiría con la Sierra de la Garza y, quizás, hasta la propia
seguridad Miajadas por el Norte y por el NW lle- Alange, incluyendo las cuenca del Ortigas, del
garía hasta el río Búrdalo, que corre de NE a SW Guadámez y del Chaparral, aunque probablemen-
y que era frontera con Mérida, por lo que la fron- te en época romana y con seguridad tras la Recon-
tera pudo ser la Sierra del Saltillo. Algo más al quista la frontera Oeste de la Comunidad de Mede-
Norte queda Santa Lucía del Trampal, el famoso llín iba por Arroyo Fresneda, Valdetorre, llegaba al
santuario de Ataecina (Abascal 1995), que, a pesar Guadiana frente a San Pedro de Mérida en la dehe-
de que se desconoce si tuvo un origen orientali- sa de Torrecaños, seguía por el vado del Lobo,
zante como sería de presumir por las característi- Horno Calero, el valle del Lobo y la dehesa de
cas de la divinidad, cabe suponer que, dada su Cornalvo y el arrollo Fresnedilla, desde donde
importancia, constituyera un santuario interterrito- remontaba hacia el Norte por el valle del Búrdalo,
rial, quizás perteneciente al territorio de la Mede- río que era el límite en época medieval, aunque en
llín prerromana antes de la fundación de Augusta época prerromana debió incluir la Sierra del Salti-
Emerita. Pero en época romana los términos de llo y, quizás, extenderse hasta la propia Sierra de
Almoharín, Arroyomolinos y Alcuéscar, que perte- Montánchez, incluyendo Santa Lucía del Trampal,
necen a Montánchez tras la Reconquista, ya no como se ha indicado.
debieron pertenecer a la colonia de Metellinum. En total, Haba (1998: 294) señala que el terri-
Siguiendo el sentido de las agujas del reloj torio de la Metellinum romana serían unos 1575
hacia el Este, el territorium Metellinense prose- km2, con 45 km. de Norte a Sur y 30 km. de Este
guiría por la cuenca del río Gargaligas hasta a Oeste, en el que la ciudad ocupaba una posición
incluir la dehesa de Santa María de la Vega, exclu- central. Este territorio coincide con la Comunidad
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de villa y tierra de Medellín, cuyos límites coinci- esto es, una zona escasamente antropizada y fuera
den con las restantes comunidades vecinas (Marín del control real del oppidum prerromano y de sus
Díez 1983). castros satélites. En consecuencia, el territorio
Sin embargo, como hemos indicado puntual- realmente controlado sería mucho más reducido,
mente, este territorio de la romana Metellinum en especial, en caso de conflictos y en épocas de
debió haber sido originariamente mayor, pues cas- inseguridad y turbulencia.
tros prerromanos como Alange, Magacela, Entre- La zona de Medellín era además un estratégico
rríos, Montánchez y la Sierra de Santa Cruz han cruce de vías de comunicación prerromanas
podido ser, por su menor tamaño y situación peri- (Almagro-Gorbea 1977: 5), que siguieron las vías
férica, posibles poblaciones satélites respecto a romanas (Roldán 1971; 1975; Fernández Corrales
Medellín. En todo caso, parece evidente que la 1987; Sillières 1991; Haba 1998: 357 s.) y que ha
fundación de Augusta Emerita debió limitar sensi- perdurado en la red de cañadas ganaderas (García
blemente su extensión por la zona occidental, por Martín 1990).
lo que, antes de dicha fundación, el territorio de Medellín, hasta la fundación de Mérida, debió
Medellín pudo haber incluido el batolito de Méri- ser el principal punto de control de la “Vía de la
da y, quizás, a la misma Alanje, que pudo ser otra Plata” que comunicaba todo el Occidente de la
población satélite que controlara el lado o frontera Península Ibérica y que enlazaba el Guadalquivir
occidental. Igualmente, cabría incluir la zona de con la Meseta Norte.
La Haba, La Guardia y Magacela, que en época Medellín también controlaba la vía de Este a
medieval constituía el Priorato de Magacela, así Oeste que corría por el Valle del Guadiana. Esta
como, quizás, la zona meridional de la Sierra de vía proseguía hacia la Corduba prerromana por el
Montánchez, aunque los límites septentrionales no SE, por el Oeste, continuaba hasta el Atlántico,
parece lógico llevarlos más allá de ésta y de la Sie- enlazando con Salacia (Alcácer do Sal) y Olisipo
rra de Santa Cruz. (Lisboa), y por el Este continuaba hasta la Meseta
Este amplio territorio mide de Este a Oeste, Sur, hacia Toletum y Complutum, y hasta Sisapo
entre Orellana y Mérida, unos 70 km. y de Norte a (Bienservida) y Castulo, enlazando con la Vía
Sur, de Magacela a Miajadas, unos 40 km., que Heraclea y el Mediterráneo (Maluquer de Motes
pueden llegar hasta 50 si se prolongan hasta la Sie- 1985). Además habría otras vías locales que arti-
rra de Montánchez, lo que supone un área homo- culaban todo el territorio (Almagro-Gorbea 1977:
génea de unos 3.000 km2, casi un 50% más que en 11 s.; Haba 1998: 357 s.).
época romana, siendo siempre su centro el oppi- Esta estructura del territorio explica las magní-
dum de Medellín como núcleo esencial de las ficas condiciones de producción agrícola de las
Vegas Altas del Guadiana. Sin embargo, es nece- Vegas del Guadiana, a lo que se añadía la facilidad
sario tener en cuenta que todo límite territorial es de comunicación interna y el estratégico control
un elemento político, que debió variar a lo largo comercial de las ricas zonas mineras comunicadas
del tiempo, y que, a partir de él, se debieron ir con- por la “Vía de la Plata” que la Medellín prerroma-
formando los castros prerromanos con sus respec- na debió controlar gracias a su posición de domi-
tivos territorios satélites, por lo que la estructura nio sobre un importante vado del Guadiana. Este
territorial señalada no pasa de ser una hipótesis de conjunto de factores explican sobradamente la
trabajo hasta que se vayan conociendo mejor los importancia de Medellín y su territorio en época
núcleos que incluía y su evolución a lo largo de la prerromana.
Historia.
Por otra parte, sí es importante distinguir que
ese extenso territorio de Medellín no era homogé- 3. EVOLUCIÓN Y ARTICULACIÓN DEL
neo ni desde un punto de vista geográfico ni tam- TERRITORIO DE MEDELLÍN
poco humano. Las buenas tierras de vega y próxi-
mas a los poblados estarían intensamente cultiva- El territorio de Medellín debe considerarse
das, formando huertos y campos dedicados al poli- colonizado a partir del Calcolítico (2500-2000
cultivo mediterráneo. Pero zonas mucho más a.C.), cuando surgen pequeños poblados de estruc-
amplias, incluyendo las áreas pantanosas de los turas endebles, seguramente de chozos, basados en
ríos y, en especial, las dehesas de encinas, se dedi- agricultura y pastoreo de cabra, oveja y cerdo,
carían a pastos. Por último, las sierras y zonas más completados por caza y recolección. Esta coloni-
agrestes, en los bordes del territorio, se conserva- zación, basada en los terrenos aluviales y contro-
rían los bosques originales, formando el saltus, lando vados del río (Enríquez 1990: 37 s.), debió
156 MARTÍN ALMAGRO-GORBEA - ALFREDO MEDEROS - MARIANO TORRES Anejos de AEspA XXXIX

iniciar la evolución del bosque atlántico-medite- terrazas cuaternarias que conforman las Vegas del
rráneo hacia el actual paisaje de dehesa. Aunque Alto Guadiana (Almagro-Gorbea 1977: 287), una
los primeros asentamientos estables en este terri- de las comarcas más características y fértiles de
torio se remontan al Calcolítico, en el Bronce Extremadura, de las que es el centro natural, dada
Final se observa la ocupación sistemática de luga- su destacada posición central y su dominio visual
res estratégicos, distanciados entre sí entre 30 y 60 del territorio circundante, lo que plantea analizar
km., que ya parecen controlar las Vegas del Gua- sus límites y estructura.
diana y los principales pasos del río, como serían A partir del Periodo Orientalizante, ya a partir
Estremoz, Badajoz, Alange y Medellín. del siglo VIII-VII a.C., surge una cadena de nue-
La evolución de la dehesa protohistórica no se vos centros claramente intervisibles, separados
conoce bien en Extremadura, pero es lógico supo- unos 30 km., formada por Estremoz, Segovia,
ner un proceso de creciente colonización agrícola Badajoz, Lobón, quizás Alange, Medellín, Entre-
asociado a la introducción del policultivo medite- rríos y Lacimurgi en la zona de Orellana, junto a
rráneo de olivo, vid y cereal en las Vegas del Gua- numerosos establecimientos menores, que indican
diana, teóricamente introducido por la coloniza- un proceso articulado e intenso de colonización
ción fenicia, sistema de cultivo que, con poca del territorio.
variación, ha perdurado a través del mundo roma- Dentro de esta articulación longitudinal a lo
no y medieval hasta la actualidad. Este cambio tan largo del Valle del Guadiana, Medellín quedaba
significativo, que suponía la producción de exce- protegido por una serie de poblados satélites
dentes para su consumo en medios urbanos, se menores, que cabría denominar como “castros”,
atestigua indirectamente por la producción local aunque no se pueda asegurar ni su cronología ni su
de ánforas para almacenar y controlar la reserva de relación de dependencia directa o indirecta, aun-
alimentos, como en el palacio de Cancho Roano que en algún caso, incluso, quizás fuera nula. Los
(Almagro-Gorbea 1991b) o en el de La Mata más característicos, serían, al Este, Entrerríos, que
(Rodríguez et al. 2004). pudo tener una regia, si de él procede realmente
Dicho sistema de cultivo asociado a innovacio- una figura de divinidad de tipo fenicio (Jiménez
nes técnicas supuso la aparición de la propiedad Ávila 2002: 271, 283-284 fig. 220). En el Sureste
privada, al colonizarse los mejores territorios, está el magnífico castro de Magacela, al Oeste,
como evidencian las necrópolis rurales, tipo Men- queda Alange, con población desde la Edad del
gabril, y, en especial, los palacios fortificados, ver- Bronce pero cuya actividad en el Periodo Orienta-
daderos centros de producción y control de los lizante no está constatada, y al Norte, quizás
territorios circundantes y de su producción (vid. cabría citar los castros de Montánchez y de la Sie-
infra). Esta nueva organización agraria es un rra de Santa Cruz, que cerrarían esas áreas más
hecho esencial del Periodo Orientalizante, que montuosas y arriscadas. Sin embargo, no se puede
acabaría con la tradición ancestral del uso comu- excluir que dichos castros sean posteriores al
nal del campo de la Edad del Bronce al dar paso a Periodo Orientalizante, como consecuencia del
un creciente desarrollo de la propiedad privada, aumento de la inestabilidad en la etapa post-orie-
controlada por élites gentilicias de carácter sacro, talizante.
que caracterizan la organización socio-política de Un aspecto muy interesante es la posible chora
dichos centros palaciales. Este proceso de privati- de Medellín, que parece haber estado estructurada
zación de la tierra iría asociado a un proceso de a base de una peculiar estructura viaria radial con-
roturación y colonización de los terrenos más pro- servada en el territorio situado al Sur del oppidum,
ductivos, en los que asentamientos abiertos, aldeas aprovechando las vegas inmediatas a la población.
y palacios rurales fortificados controlarían los Esta zona, de unos 25 km2, dedicada hasta hace
mejores terrenos, dando lugar a los primeros lati- poco a un intenso policultivo de vid, olivo, cereal
fundios que han caracterizado desde entonces y leguminosas en las proximidades del pueblo
amplias áreas del Suroeste de la Península Ibérica, (Fig. 2), presenta una estructura radial, organizada
asociados al paisaje de Dehesa. por una tupida red de 10 caminos que parten de
Muy interesante es comprender la articulación Medellín (Fig. 3). Entre éstos, cabe señalar, de
interna de este territorio tras la introducción d ela Este a Oeste: 1, el que remonta la ribera izquierda
propiedad privada, aunque aún nos falten datos del Guadiana; 2, el Camino de Don Lorente o cor-
sobre su evolución. La importancia de Medellín no del de Santa Lucía; 3, el cordel de Medellín hacia
se explica sin el control que supone su emplaza- Don Benito; 4, el Camino de Moros, que se bifur-
miento, junto al Guadiana y al Huertas, sobre las ca dando lugar al Camino de Retamosa; 5, el cor-
Anejos de AEspA XXXIX EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C. 157

Fig. 2.– Vista hacia el Sur del territorio de Medellín desde el Cerro del Castillo hacia el año 1970. Se aprecia el poli-
cultivo de cereales, vid y olivo y la disposición radial de los caminos, con el "Camino del Moro", la antigua vía roma-
na, que sale en oblicuo hacia el Sureste y la carretera hacia Don Benito a la izquierda.

del de San Blas que, a partir de Mengabril, prosi- nia griega del Ponto Euxino, como las de Istria
gue recto por el cordel de Sevilla; 6, el camino de (Alexandrescu 1978: fig. 3; Wasowicz 1983: 919,
Don Inglés, que arranca junto al pueblo del Cami- fig. 3) y la de Olbia (Wasowicz 1983: 913 s., 919,
no de San Blas; 7, el cordel de Guareña; 8, el fig. 4) y, aunque dicha similitud puede deberse a
camino de Guareña; 9, el camino del Molino de un proceso similar de formación, plantea la posi-
Mari Díaz; y 10, el camino de los Huertos, que bilidad de que esta peculiar estructura refleje la
corre Guadiana abajo junto a la ribera del río. organización y la parcelación de la chora orienta-
Esta organización radial, complementada por lizante de Medellín, hipótesis que sólo un intensi-
caminos intermedios y transversales, supone una vo trabajo de campo podría precisar (Fig. 4).
peculiar organización territorial que refleja un sis- Esta chora ofrece una extensión de unos 25
tema de colonización agrícola radial, que indica km2 o 2500 Ha. de campos de la mejor calidad. Tal
que se formó a partir del poblado al irse exten- extensión es el equivalente a unas 10.000 iugera o
diendo los campos de cultivo a expensas de la yugadas (2500 Ha /2518 m2), casi 5000 heredia.
dehesa. Tal sistema es completamente diferente de Da idea de la importancia de esta extensión que un
las centuriaciones romanas, caracterizadas por sus iugerum era la cantidad de tierra necesaria en la
ejes perpendiculares, el kardo y el decumanus. Roma arcaica para mantenerse la familia de un
Aunque no se debe excluir que este sistema pudie- ciudadano, mientras que 5 yugadas (c. 12.600 m2)
ra ser medieval, implantado tras la Reconquista en servían para mantener a un caballero romano,
1231, pues ciertamente dichos caminos se remon- como las 500 yugadas concedidas a Moerico en
tan cuanto menos a esas fechas, su relación con Morgantina por la entrega de Siracusa (Livio
yacimientos orientalizantes como Mengabril XXVI, 21), lo que le permitiría mantener 100
(Almagro-Gorbea 1977: 280 s.) y con vías prerro- equites de su clientela.
manas, como el Camino del Moro, utilizado poste- En consecuencia, tan sólo la chora del oppi-
riormente por la vía romana hacia Corduba, abren dum orientalizante de Medellín permitiría alimen-
la posibilidad de que refleje un parcelario anterior tar con facilidad a 5000 familias o a 2500 equites
al romano, esto es prerromano, al irse convirtien- con su servicio, lo que indica una población consi-
do la dehesa en campos de cultivo a partir del derable. Aunque esas cifras no deben considerarse
núcleo urbano. Además, este tipo de organización reales, contribuyen a explicar la importancia de la
territorial radial recuerda la chora de alguna colo- población y hacen suponer la producción de
158 MARTÍN ALMAGRO-GORBEA - ALFREDO MEDEROS - MARIANO TORRES Anejos de AEspA XXXIX

Fig. 3.– Mapa de los campos inmediatos a Medellín, con una organización radial que correspondería a la antigua
chora.

amplios excedentes, que debieron constituir uno desde Oriente por los fenicios y al empleo de nue-
de los elementos básicos de la economía y que vos instrumentos de hierro y, en especial, de nue-
debe constituir una de las claves del desarrollo vos cultivos, especialmente los del policultivo
demográfico de Medellín. mediterráneo, lo que debió permitir una elevada
Junto a la chora y los castros citados, cuya cro- ocupación humana, en todo caso superior a los 10
nología resulta incierta, el elemento más caracte- h/Ha en las mejores zonas de las Vegas Altas del
rístico son los núcleos de colonización agraria, Guadiana. Entre estos yacimientos cabe citar los
entre los que se distinguen unos “menores”, de de Mengabril, Santa Engracia, Los Tercios, Gargá-
vocación puramente agraria, tipo Mengabril, y ligas, Aljucén, El Turuñuelo, etc. (Enríquez y
otros más importantes en torno a verdaderos pala- Jiménez 1989: 135, f.33). Todos ellos se deben
cios-fortificados, tipo Cancho Roano. interpretar como núcleos de colonización gentili-
Además, a los terrenos de cultivo de la chora cia, pues tiene sus propias necrópolis, pero pare-
inmediata a la ciudad deben añadirse los núcleos cen ser de función meramente agrícola, a juzgar
de escasa entidad, sin condiciones defensivas, que por los ajuares de sus tumbas.
aparecen dispersos por las zonas agrícolas fértiles Más complejo es entender el origen y la fun-
situadas cerca de vías de comunicación. La apa- ción de extensos poblados “agrícolas” orientali-
rente abundancia de estos yacimientos, todavía no zantes, como el de El Palomar (Jiménez Ávila y
bien conocidos, supone una intensa ocupación del Ortega 2001), que bien pudieran pertenecer a eli-
territorio de estructura dispersa, que refleja un tes rurales o constituir colonizaciones satélites de
auténtico proceso de “colonización interna”, que la población de Medellín, lo que deberá precisarse
sería resultado del aumento demográfico facilitado con las investigaciones futuras. Pero su temprana
por las innovaciones agrícolas, como nuevas tec- desaparición hace suponer que tal vez pudieron
nologías como el arado y el yugo, quizás unido a acabar desapareciendo ante la creciente presión de
sistemas de riego más evolucionados introducidos poblaciones periféricas, de tipo céltico y de estruc-
Anejos de AEspA XXXIX EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C. 159

Fig. 4.– La colonia griega de Olbia, al Norte del Mar Negro, con la disposición radial de las vías de su chora (s.
Wasowicz, 1983).

tura pastoril y guerrera (Berrocal 1992: 272 s.; territorial en las Vegas del Guadiana son los gran-
Rodríguez Díaz 1994), cuyo papel pudo ser deter- des tells o acumulaciones tumulares que aparecen
minante en una situación de creciente inseguridad repartidas por las buenas tierras agrícolas, en dis-
del campo metelinense. posición aislada lejos de áreas montañosas que
Paralelamente, en las zonas semi-pantanosas posibiliten una fortificación natural.
de las riberas de los ríos y en las dehesas del pie- Dos de estas estructuras han sido excavadas,
demonte de las sierras se implantarían su uso Cancho Roano y La Mata, lo que permite identifi-
ganadero, que complementaría la vocación clara- carlas como verdaderos palacios rurales fortifica-
mente agrícola de las tierras mejores. dos. Aunque sería oportuno realizar la excavación
Por último, las abruptas sierras que rodean la de las restantes para precisar la función de estos
cubeta de las Vegas Altas, como Montánchez, las interesantes monumentos, al menos cabe señalar
Villuercas, Pela y la Trancha, debieron consituir que se han identificado en Las Lomas (a 7,4 km de
auténticos saltus, en los que quizás pervivieran Medellín), Turuñuelo (c. 7 km), Madalenas (15,3
grupos marginales con organizaciones pastoriles km), Isla Gorda (20,3 km), Medrias (24,9 km), La
ancestrales de tipo comunitario y una tendencia al Mata (26,2 km) y La Barca (12 km), además del de
bandolerismo y a raciar las tierras más ricas, lo Cancho Roano, que ya queda a 37,4 km, probable-
que debió conformar un cuadro con marcadas mente fuera del territorio metelinense.
diferencias etno-culturales, que incidirían en la El descubrimiento de un interesante edificio en
evolución histórica y en los procesos de etnogéne- Cancho Roano (Celestino 2001, etc.) y su inter-
sis del territorio. pretación como “palacio” (Almagro-Gorbea et al.
1990) abrió un nuevo capítulo en la comprensión
de los procesos de aculturación del mundo orien-
3.1. LOS PALACIOS-FORTÍN COMO ELEMENTO DE CON- talizante de la Península Ibérica, pues la arquitec-
TROL DEL TERRITORIO “COLONIAL” tura refleja las bases socio-económicas e ideológi-
cas de toda cultura. El carácter palacial de Cancho
El elemento más característico del control Roano lo ha confirmado el buen estudio dedicado
160 MARTÍN ALMAGRO-GORBEA - ALFREDO MEDEROS - MARIANO TORRES Anejos de AEspA XXXIX

Fig. 5.– Palacios fortificados de Oriente y el Mediterráneo. 1: Kadesh-Barnea; 2: Tell SAbi Abyad; 3: Hmmedet el
Attaline; 4: Vouni; 5: Murlo (axonometría y planta). Según diversos autores.
Anejos de AEspA XXXIX EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C. 161

al de La Mata y, también, sus paralelos del Sur de giosa”, en realidad, lo considera un santuario, pues
Portugal y, en especial, de Oriente, hasta ahora no aprecia o valora ningún indicio de lo que se
apenas valorados (Almagro-Gorbea, e.p.), todos entiende por “palacio” en Arqueología (Fenasse
los cuales deben interpretarse como auténticos 1960; Heinrich 1970; Torelli 1983; Almagro-Gor-
palacios rurales fortificados con función de cen- bea y Domínguez 1989: 345 s.; Almagro-Gorbea
tros agrícolas y de control territorial, es decir, et al. 1990: 281 s.; etc.).
como turres en la acepción latina clásica de este Frente a esta interpretación, el análisis de los
término aplicado a ellos por los autores latinos restos ofrece una interpretación alternativa mejor
(Almagro-Gorbea, e.p.). para explicar que se trata de una construcción
palacial, lo que permiten comprender mejor su ori-
gen, función y significado. Todas las fases de Can-
Cancho Roano (Fig. 6.1) cho Roano ofrecen continuidad funcional e ideo-
lógica, pero no como santuario público, sino como
Es un interesante edificio cuya función y signi- residencia palacial de un dinasta con un lugar de
ficado ha sido muy discutida, pues para su inter- culto a sus antepasados. Cancho Roano D puede
pretación se adoptaron posturas deductivas, peli- interpretarse como la cabaña del fundador de la
grosas por su equivocidad, siendo preferible infe- dinastía, conservada como reliquia del Héros Ktís-
rir de los datos las conclusiones generales corres- tes de Cancho Roano, esto es, de su dinastía y su
pondientes. territorio y población. Dicha cabaña pudo servir
Inicialmente fue interpretado por Maluquer de para su culto en el fundus o heredium de donde
Motes (1981: 279) como palacio, después como sería originario y, tal vez, donde pudo considerár-
“altar de cenizas” (Blanco 1981; Blázquez 1983, sele enterrado en el territorio de su dominio, lo que
235 s.; Maluquer de Motes 1987, 199, 250) y, por constituiría el fundamento ideológico del derecho
derivación, como “palacio-santuario” (id., 1981, de posesión y del rango ostentado por sus descen-
279), un término equívoco, pues ha pasado a encu- dientes.
brir, de hecho, la interpretación como santuario Cancho Roano C supone la transformación de
dada por su excavador (Celestino 2001). Sin la cabaña originaria en una construcción de habi-
embargo, los hallazgos y la estructura arquitectó- taciones rectangulares cuya función no se ha podi-
nica de la última fase, la mejor documentada, evi- do establecer, pero es lógico que prefigurara la
dencian que se trata de una construcción palacial residencia “palacial” de las fases posteriores, B y
orientalizante (Almagro-Gorbea et al. 1990; A. En ella, el santuario del culto al antepasado
Almagro-Gorbea y Domínguez de la Concha divinizado ofrece un “altar redondo”, cuyo aguje-
1989), con lógicas funciones sacras propias de ro y forma circular llevan a interpretarlo como un
todo palacio oriental, pero que no se deben con- bothros característico de los cultos heroicos, mien-
fundir con lo que se entiende por “santuario” (Dic- tras que el altar del culto familiar sería el hogar
cionario RAE, 1956, 1178), si se adopta un crite- rectangular situado algo más al Norte, rehecho
rio terminológico científico que evite la ambigüe- varias veces. Ambas estructuras son características
dad (Clarke 1978: 27). de los cultos heroicos (Rhode 1993, 261 s.), pero
La excavación de las fases más antiguas del este culto dinástico no indica que se trate de un
edificio han documentado una sucesión de fases santuario o herôon público, sino que debe consi-
constructivas con altares y otros elementos que derarse el santuario gentilicio de los antepasados
han sido explicados por su excavador como con- integrado en un palacio con orientación augural
firmación de que el edificio era un santuario, inter- como templum, lo que debe relacionarse con los
pretación que requiere una relectura de acuerdo ritos fundacionales de carácter sacro de estas resi-
con los datos disponibles, dividiéndose los auto- dencias reales, tal como indica la tradición anti-
res, con matices, por una u otra de las posturas cuaria romana (Cipriano 1983: 19 s.; Almagro-
indicadas. Según Celestino (2001b: 76), Cancho Gorbea 1996: 70 s.). Por ello, este culto tiene per-
Roano tiene una marcada función religiosa, pues fecta correspondencia en el altar del palacio etrus-
su definición como santuario está avalada por su co de Murlo (Torelli 1983; 1985: 29) y de Abul II
aislamiento en un paisaje donde el agua debió (Mayet y Tavares da Silva 2001: fig. 5). Esta fun-
jugar un papel fundamental en su desarrollo desde ción palacial se mantuvo en las fases siguientes,
los primeros momentos y aunque lo define como Cancho Roano B y A, en las que el edificio se
“palacio-santuario”, término que intenta aunar su renovó, se amplió y se fortificó con muralla y
monumentalidad y su función eminentemente reli- foso, dándosele cada vez mayor prestancia, aun-
162 MARTÍN ALMAGRO-GORBEA - ALFREDO MEDEROS - MARIANO TORRES Anejos de AEspA XXXIX

que se mantuvo el culto “heroico” como elemento especial, la tumba conocida como Montón de Tie-
ideológico, lo que no supone que el edificio fuera rra Chico, circular con una pequeña cámara de
un “santuario”. sillares en su interior, parece la estructura más
monumental y arcaica, pues ocupa el punto domi-
nante, por lo que cabe atribuirla al fundador de la
La Mata dinastía, pudiéndose fechar hacia el 550 a.C. Los
10 o 12 túmulos restantes están situados ya algo
En esta discusión, ha aportado nueva luz el más alejados (ibidem: 522) y peor conservados. Su
magnífico estudio de La Mata (Fig. 6.2), en Cam- estructura de “encachado tumular” rectangular, de
panario, próximo al de Cancho Roano por su situa- unos 4,50 m de lado (Rodríguez Díaz et al.
ción, su cronología y sus características construc- 2004a), recuerda las tumbas ibéricas “principes-
tivas, aunque se desconoce si tuvo otras fases ante- cas” de la segunda mitad del siglo V a.C. (Alma-
riores, como Cancho Roano. gro-Gorbea 1978; Alcalá Zamora 2004: 100 s.).
La Mata es un edificio rectangular con planta En consecuencia, este conjunto de túmulos corres-
en U a causa de dos torres salientes hacia el Este. pondería a no más de 2 a 4 personas por genera-
El edificio, que ofrece 3 fases, tenía una clara ción durante unas 4 a 6 generaciones, aproximada-
vocación agrícola, como ha demostrado Rodrí- mente desde el 550 al 400 a.C., lo que se adecua
guez Díaz (2004), pero ofrecía al mismo tiempo perfectamente a una familia dinástica poseedora
una clara función defensiva. La Mata ha confirma- de La Mata.
do el carácter residencial de estas construcciones
orientalizantes de Extremadura, por sus caracterís-
ticas constructivas, su función y su emplazamien- Otros edificios
to. Su aspecto “palacial” resulta muy próximo a
Cancho Roano, pues también quedaba rodeado Otro edificio de estas características es Abul,
por un foso periférico y una muralla de carácter de 22 m de lado, construido sobre un pequeño pro-
defensivo y ofrecía igualmente dos torres delante- montorio sobre el estuario del Sado, que ofrece
ras que, además de elemento de prestigio y vigi- dos fases, la primera c. 675-625 a.C. y la segunda
lancia, servían de defensa de la puerta y como c. 625-575 a.C. (Mayet 1996; Mayet y Tavares
escalera al piso superior. 2001).
El significado socio-ideológico de La Mata El conjunto tenía evidente carácter defensivo
resulta más problemático, a pesar de las lógicas en la fase I (Fig. 6.5), ya que ofrecía una muralla
diferencias entre ambas construcciones. El magní- con glacis y una torre de vigilancia para controlar
fico análisis espacio-funcional de los hallazgos de el estuario (id, 57; Mayet y Tavares 2001: 133 s.
La Mata (Rodríguez Díaz ed. 2004) evidencia que fig. 59; 2005). Quedaba rodeada por un recinto casi
no era un santuario, por lo que ambos edificios circular de c. 50 m de diámetro y casi 2000 m2, pro-
serían residencias aristocráticas agrarias, desde las tegido por un foso con perfil en V de 5 m de anchu-
que las elites controlaban el territorio y los exce- ra y más de 2 m de profundidad (Mayet y Tavares
dentes de producción generados por la “coloniza- 2001: 141, 256, fig. 118 y 121), lo que constituye
ción” agrícola tartésica (Almagro-Gorbea 1992; un paralelo de los edificios extremeños y de Tosca-
1999b; Jiménez Ávila 1997; Rodríguez Díaz et al. nos, con claros paralelos en Oriente (vid. infra).
2004a: 513 s.). Cancho Roano y Torrejón de Abajo Por ello, Abul se ha interpretado como una factoría
parecen vinculados al culto a los antepasados en el comercial de fenicios gaditanos (Mayet y Tavares
fundus de su fundador, pero en La Mata la necró- da Silva 2001; 2005; Arruda 2002: 86 s.), lo que
polis está próxima al palacio, pero ya fuera, indi- pudiera suponerse para la fase I, aunque Abul II,
cando un cambio ideológico quizás relacionado con un altar en el patio central, resulta más lógico
con las armas y arneses ecuestres de Cancho relacionarlo con la ideología de los palacios rurales
Roano. La Mata no ha proporcionado elementos tartésicos fortificados, tanto más por cuanto pudie-
para su interpretación ideológica, aunque resulta ra ser una fortificación “de frontera” de la antigua
incierto el uso de la habitación 6 y la estructura Salacia (Tovar 1976: 214-215) en el límite con
territorial lleva a suponer que corresponde a Caetobriga (ibidem: 215-216).
estructuras socio-económicas e ideológicas seme- Abul ofrece actividades de almacenaje, vivien-
jantes a Cancho Roano. Además, en su proximidad da y administración, como Cancho Roano y La
hay unos 12 túmulos, cuya cronología coincide Mata, estando igualmente fortificado y protegido
con la del edificio, desde donde son visibles. En por un foso periférico. Pero también estaba orien-
Anejos de AEspA XXXIX EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C. 163

Fig. 6.– Palacios fortificados de la Península Ibérica. 1: Cancho Roano; 2: La Mata; 3: Toscanos; 4: Fernão Vaz; 5:
Abul I; 6: Abul II.
164 MARTÍN ALMAGRO-GORBEA - ALFREDO MEDEROS - MARIANO TORRES Anejos de AEspA XXXIX

tado, lo que indica rituales augurales y un sacro, y Chapa eds. 2004). Estas turres, surgidas al inicio
confirmado por el altar situado en un temenos en de los contactos coloniales, como la de Aldovesta,
el centro del patio de la fase II (Fig. 6.6), que debe en Tarragona (Mascort et al. 1991) o la Torre des
compararse a los de Cancho Roano (vid. supra) y Foyos en Castellón (Oliver 2004), pueden consi-
al del palacio rural etrusco de Murlo (Nielsen y derarse como resultado de procesos similares a los
Phillips 1993; Gaummont 1997; Nielsen y Tuck palacio-fortín orientalizantes, aunque los mejores
2001), dedicado al culto gentilicio a los antepasa- paralelos de estos últimos en Occidente, en cuanto
dos del posesor, como acertadamente interpretó a planta y función, sean los edificios rurales del
Torelli (1983; 1985: 29) (Fig. 5.5). Estas semejan- mundo púnico.
zas evidencian la interrelación entre las corrientes Este hecho, unido a la inseguridad de muchas
arquitectónicas e ideológicas que reflejan estas áreas, explicaría la necesidad de fortificar este tipo
construcciones orientalizantes del Mediterráneo de asentamientos rurales, característicos de feni-
Occidental, todas ellas derivadas de modelos feni- cio-púnicos, tartesios e íberos (Moret 1990; Moret
cios (vid. infra). y Chapa eds. 2004), cuyo origen queda ahora
Lo mismo cabe decir de Fernão Vaz (Correia mejor aclarado. Pero la necesidad de fortificar las
2001: 60-62 fig. 3), que ofrece un esquema cons- residencias rurales ha sido algo recurrente en
tructivo próximo al de Abul, aunque las habitacio- diversas épocas y lugares de la Península Ibérica a
nes a un distribuidor coincide con el esquema de partir de la Edad del Bronce, como evidencia ya la
La Mata y con el “almacén” C de Trayamar (Fig. función de las “motillas” y fortificaciones simila-
6.4). res (Moret 1996: 175 s.), y como confirma el que
Un esquema parecido ofrece Toscanos (Fig. se haya seguido fortificando este tipo de asenta-
6.3), en el estuario del río Vélez (Schubart y Nie- mientos rurales desde la Edad Media hasta época
meyer 1964; Niemeyer 1982; 1986), que ya hace contemporánea, pues en algunas zonas más inse-
años interpretamos como una posible estructura guras, las casas rurales fortificadas han perdurado
palacial (Almagro-Gorbea y Domínguez de la hasta muy entrado el siglo XIX.
Concha 1989: 368). Por ello, este contexto es de particular interés
La fase II ofrece la ampliación de un edificio para la Hispania Prerromana y para la historia del
anterior (A+B) y otro edificio (H) en torno a un mundo rural de España, ya que explican el origen
patio o distribuidor, que corresponde a la parte de las construcciones rurales fortificadas, como
residencial, unida por escaleras a los anejos (A-B), masas, masías, quintas, cortijos, etc. vigentes en
a un almacén (C) y a otras posibles construcciones muchas áreas hasta el siglo XIX.
exteriores de servicios, mientras que las otras
viviendas del recinto corresponderían a artesanos
y servidores. Todo el complejo queda delimitado 3.2. LOSPALACIOS-FORTÍN EN ORIENTE Y LA INTER-
por un foso en V, que “sigue el curso natural del PRETACIÓN SOCIO-CULTURAL DE LOS PALACIOS
terreno y probablemente delimita y protegía la RURALES FORTIFICADOS
zona del núcleo del asentamiento” (Niemeyer
1986, 116), como en los palacios de Cancho Los edificios orientalizantes analizados del
Roano, La Mata y Abul y en otros paralelos aduci- extremo Occidente plantean dos cuestiones. Una,
bles de Oriente (vid. infra). es su significado socio-ideológico y su denomina-
Las similitudes constructivas, funcionales y ción. Otra es su procedencia, ya que suponen una
defensivas de estas estructuras permiten interpre- verdadera “Arquitectura Orientalizante”, adaptada
tar Toscanos como otra residencia rural de carác- a las funciones socio-económicas y a las concep-
ter palacial y defensivo (Almagro-Gorbea y ciones ideológicas de la sociedad orientalizante, lo
Domínguez de la Concha, 1989, 368). Esta tradi- que les confiere un gran interés histórico y cultural.
ción que ofrece Toscanos como palacio rural forti- Estos edificios del Mediterráneo Occidental
ficado fenicio debió pasar a los palacios tartesios, ofrecen una gran semejanza con pequeñas cons-
que ofrecen estructuras algo distintas (vid. supra), trucciones rurales fortificadas características de la
explicables por las diversas tradiciones arquitectó- región sirio-fenicia-palestina desde el Bronce
nicas que reflejan la complejidad de la koiné feni- Reciente (Kempinski, 1992) hasta la Edad del Hie-
cia de Occidente. rro (Meshel 1992), que constituyen sus mejores
La función de estos palacios-fortín se pueden paralelos (Almagro-Gorbea e.p.).
relacionar con la de las turres que fortificarían Un ejemplo muy interesante es el palacio-for-
asentamientos rurales ibéricos (Moret 1990; Moret taleza del Bronce Medio de Tell-el-Burak (Sader,
Anejos de AEspA XXXIX EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C. 165

e.p.), en la frontera del reino de Sidón con el de y el camino hacia Edom. La fortaleza, construida
Tiro. Su planta mide 40 x 32 m con torres en las en tiempos de Salomón, en el siglo X a.C., mide
esquinas y flanqueando la puerta, mientras que su 52 x 52 m, esto es, 100 codos reales. Ofrece una
interior consta de un patio rectangular rodeado de muralla con casamatas al interior y glacis al exte-
habitaciones alargadas, alguna de ella decorada rior, como Cancho Roano, La Mata y Abul, y una
con pinturas, que confirman su carácter palacial. puerta flaqueada por dos torres. En su interior
Tell el-Burak se ubicó sobre un pequeño tell junto había un santuario destruido en la reforma del rey
al mar, como Toscanos y Abul, para controlar la Exequias de Judá, a fines del siglo VIII a.C. (2
frontera meridional del reino de Sidón frente al de Reyes 18, 4,22), un gran almacén, semejante al de
Tiro, lo que confirma el carácter estratégico y Toscanos, y diversas casas, una de mayor impor-
defensivo de estos palacios-fortines. tancia, la residencia del propietario.
Otro ejemplo aún más esclarecedor es la Kadesh-Barnea (Fig. 5.1) es otra fortaleza en
pequeña fortaleza asiria (dunnu) de Tell Sabi un oásis del desierto del Neguev (Meshel 1992,
Abyad (Fig. 5.2), situada en la frontera asiria occi- fig. 11-12; Cohen 1993). En el reinado de Ozías,
dental en el Norte de Siria (Akkermans ed. 1989; en el siglo VIII a.C., se construyó una fortaleza de
Akkermans y Wiggermann 1999), era propiedad 52 x 34 m, con torres en los ángulos y en el centro
privada de Ili-ipadda, el virrey de Asiria en esa de los lados; la muralla se reforzó con glacis y un
región a fines del siglo XIII a.C. Ofrecía en el cen- foso de 4 m de ancho y 2,5 m de profundidad que
tro el palacio en forma de “casa de 4 habitaciones” la rodeaba por tres lados, pues el cuarto daba a un
con distribuidor transversal y adosado al mismo, barranco. También en el desierto del Neguev hay
una torre cuadrada de 20 x 23 m de lado con la otras fortificaciones con un patio amplio con habi-
escalera en una de las esquinas delanteras y los taciones periféricas adosadas al muro externo,
almacenes y talleres alrededor, todo dentro de una como Murlo, Abul y Fernâo Vaz, como Har Boqer
fortaleza rodeada por un foso de sólo 60 m de (18 x 27 m), Har Rasiv (19 x 22) y Mesara, de 20
lado, que ocupaba 3600 m2. x 20 m (Meshel 1992, fig. 6, 9 y 10).
A estas fortalezas rurales hace frecuente refe- Tel El-Kheleifeh (Pratico 1993) es una peque-
rencia la Biblia, pues tuvieron un amplio desarro- ña fortaleza con función de granero, que contenía
llo en la Edad del Hierro de Palestina, aunque se un taller metalúrgico de cobre y servía como puer-
remontan a la Edad del Bronce (Kempinski 1992), to de Salomón en el Mar Rojo, ya que controlaba
como Tell Mor, de 23 x 23 m (Kempinski 1992, la costa del golfo de Elath, en Aqaba, en territorio
fig. 27; Dothan 1993), el fortín egipcio de Deik el- de Edom. La fase I, c. 950-900 a.C., ofrece una
Balah, de 20 x 20 m. (Kempinski, 1992, fig. 28), muralla de 45 m. de lado con casamatas en su inte-
el de Haruvit, en el Sinaí, de 50 x 50 m y con rior, un patio central y una “casa de 4 habitacio-
torres salientes (ibidem: fig. 29) y los de Lachish nes” de 13 m de lado y tras destruirla Sheshonk,
VII-VIII, de 23 m de lado, y Lachish V-VI, de 11 perdura hasta época persa. Función parecida ofre-
m de lado (ibidem), dimensiones que evidencian ce el fortín de Tel Mor, a 1 km del Mediterráneo
medidas y proporciones similares a los paralelos por la Via Maris desde Azoto, la antigua Ashdod,
extremeños. destruido y reconstruido numerosas veces (Dothan
Hurbat Rosh Zayit (Gal 1992: fig. 2), destrui- 1993). Este tipo de pequeñas fortalezas rurales en
do a mediados del siglo IX a.C., está situado en el la Edad del Hierro de Fenicia y Palestina ofrece
hinterland de Akko, en Galilea Occidental, zona otros muchos ejemplos. Tel Arad (Herzog 2002)
fronteriza entre Fenicia e Israel especializada en el está situado en un punto dominante y controlando
cultivo de aceite. Es cuadrado, de 24 m de lado, un abastecimiento de agua. Mide 52 x 52 m (100
muy similar a los paralelos extremeños y defendi- codos de lado) y una muralla reforzada por un gla-
da por torres, aunque no se conoce foso a su alre- cis con la puerta flanqueada por dos torres, con un
dedor, quizás no localizado. Tell El-Fûl (Lapp almacén y un santuario en uno de los ángulos, ade-
1993), la antigua Gibeah, era la residencia real de más de un “tesoro” y diversas habitaciones.
Saúl (1 Sam. 15,34 s.), levantada en un estratégico Estas residencias fortificadas también se pue-
punto de control que domina todo el territorio, a 5 den comparar con las lujosas residencias (Apiano,
km al Norte de Jerusalén, hasta su destrucción por Pun. 117; Diodoro (20,8,3-4) del campo de Carta-
Nabucodonosor en 587 a.C. Tel Arad (Herzog go (Fantar 1975; Cintas 1976: 105 s.; Moscati
2002), junto a un punto de abastecimiento de agua 1972: 10 s.), que eran el centro de las grandes pro-
al Oeste del Mar Muerto, era un lugar dominante piedades de las elites cartaginesas y que, como en
que controlaba la entrada del desierto del Neguev Oriente, proporcionaban grano y otros elementos
166 MARTÍN ALMAGRO-GORBEA - ALFREDO MEDEROS - MARIANO TORRES Anejos de AEspA XXXIX

de subsistencia a las ciudades (Moscati 1972, 7). Biblia se conocen como “el campo de X (nombre
Muchas de ellas estaban fortificadas, pues Livio del propietario)”, por lo que estos edificios supo-
las cita como como turres o fortalezas (33,48,1: nen el pleno desarrollo de la propiedad privada.
(Hannibal) ad suam turrem pervenit), por lo que Pero además, debe señalarse que en Oriente estos
esta residencia era una auténtica Turris Hannibalis centros rurales proporcionaban grano y otros bien-
en el sentido literal de la palabra. Alguna incluso es de subsistencia a las ciudades, por lo que ofre-
aparece representada con almenas (Moscati 1972: cen un carácter y función urbanas a paesar de su
10; Cintas 1976: fig. 6), como sus paralelos de ubicación rural. Por último, es importante señalar
Oriente (Naumann 1955: 311 s., fig. 416 s.), lo que que estas construcciones eran “palacios-fortines”,
confirma su función de residencias rurales fortifi- pues servían de residencia fortificada de las elites
cadas. Esta interpretación obliga a revisar la fun- que ejercían el poder, como el dunnu de Tell Sabi
ción de las llamadas turris Hannibalis de las fuen- Abyad, cuyo archivo documenta que era propie-
tes clásicas en Hispania (Plin., Nat. Hist. II, 181), dad del virrey asirio del Norte de Siria o la forta-
en especial en episodios bien conocidos de las leza de Gibeah, residencia real de Saúl (1 Sam.
Guerras Púnicas (Liv. XXV,36,13; Plin. Nat Hist. 15,34 s.), mientras que Tel Arad, Tel El-Kheleifeh,
III, 9) y de la Guerra Civil (Bell. Hispan. 38, 3), ya en el golfo de Aqaba o Tel Mor en la costa de
que muchas de ellas, si no todas, pudieron ser per- Azoto (Ashdod) estarían controladas por goberna-
fectamente residencias rústicas fortificadas, como dores reales, como indican los ostraca y sellos
las documentadas en Extremadura y como debió hallados, tradición confirmada por la Turris Han-
ser la bien conocida de Turris Lascutana (CIL, II, nibalis que cita Livio (33,48,1).
5041), dependiente de Hasta Regia. Por ello, las pequeñas construcciones fortifica-
Además, el parecido de estas estructuras púni- das orientalizantes hispano-fenicias, tartésicas y
cas con las villae rusticae romanas hace suponer etruscas pueden considerarse “palacios rurales for-
en éstas un influjo púnico, como se evidencia en tificados” inspirados en sus paralelos de Oriente,
los tratados romanos de agricultura, como el De pues su tamaño, estructura y sistema defensivo
Agri Cultura de M. Porcio Catón o el de Res Rus- resultan semejantes (Cuadro I). En consecuencia,
tica del gaditano L. Junio Moderato Columela. constituyen un vívido documento de cómo era la
Además, algunos fortines rurales de Cartago serví- vida en las lejanas tierras del Far West de la Anti-
an para vigilar y defender las fronteras, como en güedad, en las que la inseguridad sería un hecho
Oriente. Por ejemplo, Hammadet El Attaline (Fer- habitual, tanto en las costas como en muchas tie-
chiou 1995), que ofrece un patio con habitaciones rras del interior.
alrededor y dos torres en uno de los lados, rodea- Las características arquitectónicas traslucen
do de un foso de 2,50 m de profundidad por 3 m distintas tradiciones constructivas llegadas a tra-
de anchura (Fig. 5.3), es un fortín rústico libio- vés de la colonización fenicia, tanto de la zona
fenicio que estaba situado a 15 kilómetros de Thu- fenicio-palestina, como Toscanos, Abul y Fernâo
burbo Maius protegiendo la frontera de las ricas Vaz, como de la zona nord-siria. Su carácter de
planicies cerealistas de Cartago. prestigio de estos palacios rurales no puede expli-
En consecuencia, es evidente que estos pala- carse por la mera llegada de constructores sirio-
cios fortificados de Oriente y del mundo púnico se fenicios al lejano Occidente, sino que supone la de
levantaban en punto estratégicos para controlar miembros de los pequeños reinos sirio-fenicios
vías y accesos al mar y, en especial, para proteger- huidos de la presión asiria. Esta emigración de
se en regiones de “frontera”, donde la inseguridad familias regias a Occidente se refleja en la leyen-
obligaba a fortificar estos asentamientos de carác- da de la fundación de Cartago por Elisa, hermana
ter rural ante las frecuentes invasiones de filisteos del rey Pigmalión, huida de la casa real de Tiro
y edomitas en Israel y de los númidas en Cartago. (Justino 17,4,6) y en la huida por mar a Chipre del
Pero, a pesar de su aspecto fortificado, estos rey Luli de Tiro el 701 a.C., al vencer Senaquerib
pequeños fortines tenían carácter agrario y resi- la coalición de la que formaba parte (ARAB II
dencial, por lo que cabría denominarlos como 239, 309, 326), Esta huida a través del mar de las
“palacios-fortín”, ya que en su mayoría estaban elites regias explicaría la llegada a Occidente de
destinados a la producción agraria y al control del artesanos especializados en obras a su servicio y
territorio circundante y de sus vías de comunica- confirma la complejidad étnica y social de la koiné
ción. colonial fenicia, esencial para comprender las
Como señaló Moscati (1972: 7), estas residen- características del mundo colonial y su reflejo en
cias fortificadas según los textos de Ugarit y la la aculturación de las poblaciones indígenas.
Anejos de AEspA XXXIX EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C. 167

Cuadro 1.– Cuadro-resumen con las dimensiones y otros atributos de los palacios mencionados en el texto.

En consecuencia, estos “palacios-fortín” feni- fundadores y en la tradición de vincular el sacer-


cios pueden corresponder a personajes que no serí- docio a determinada familia sacerdotal con el
an meros aristócratas (Alvar 1998), sino que, pro- advenimiento de los Magónidas, también conside-
bablemente, ostentaban cierto carácter regio, rados por algunos autores como reyes, pero que
como evidencian las tumbas turriformes de Puen- más bien parecen actuar como los tyranoi griegos
te de Noy y Trayamar (Schubart y Niemeyer (Beloch 1907; Picard 1970: 54 s.; Sznycer 1984:
1976), que inspiraron el monumento regio de Pozo 441 s.). Como ha señalado recientemente Sanmar-
Moro (Almagro-Gorbea 1983b), cuya monumen- tín (2004: 421), “el sufete cartaginés fue uno de
talidad y riqueza es propia de tumbas reales de los primeros pasos que se dieron en el Mediterrá-
Fenicia, como las de Arados (Wagner 1980, 94 s.) neo hacia la eliminación de la monarquía autár-
o Jerusalén (id., 90 s.), más que de tumbas “prin- quica y teocrática de cuño oriental”, por lo que
cipescas” o de mercaderes enriquecidos, como estos cambios coincidirían con los documentados
algunos han supuesto. en Roma y en otros puntos del Mediterráneo. Esta
Este contexto histórico-cultural permite rein- tranformación política debió suponer el acceso al
terpretar la crisis del mundo fenicio occidental en poder de familias aristocráticas ecuestres, tal vez
el siglo VI a.C. como algo más profundo que una inspiradas en los hyppeis griegos, como reflejan
crisis colonial de carácter económico. Dicha crisis algunas terracotas púnicas (Fantar 1988: 19, lám.
tuvo profundas consecuencias socio-ideológicas, 2), que tenderían a heredar los tipos de residencias
pues tras ella desaparecen las sepulturas monu- y formas de vida precedentes, pero ya dentro de
mentales y el modelo de “palacio-fortín” rural tipo una sociedad oligárquica con clara tendencia hacia
Toscanos, lo que refleja un proceso hacia nuevas la isonomía.
fórmulas políticas en el mundo fenicio colonial, al Estos cambios en el ámbito colonial deben
menos, de la Península Ibérica, comparable al que considerarse paralelos a los que en fechas pareci-
ofrece la sociedad griega arcaica y poco después la das o poco posteriores se observan el las necrópo-
itálica (Sanmartín 2004). lis tartésicas (Torres 1999; González Prats ed.
Estos cambios también se reflejan en el ritual 2004) al irse sustituyendo los grandes túmulos y
funerario de la necrópolis de Jardín (Schubart y sustituirse las urnas por busta, como se constata en
Maass-Lindemann, 1995) respecto a las tumbas de Medellín. Dicha transformación social denota una
cámara anteriores (Schubart y Niemeyer 1976), profunda interrelación entre el mundo colonial y el
cambios semejantes a los que se observan en Car- tartésico, aunque en áreas periféricas como Extre-
tago (Benichou-Safar 1982: 274 s.), donde sería madura, algunas estructuras pudieron perdurar
lógico relacionarlos con la desaparición de los dis- largo tiempo, como las familias ecuestres gentili-
cutidos reyes de tipo oriental (Picard 1956: 21 s.), cias de carácter sacro con sus correspondientes
monarquía cuyo recuerdo quedó en algunos mitos residencias en palacios rurales fortificados, cuyo
uso prosiguió hasta fines del siglo V a.C.
168 MARTÍN ALMAGRO-GORBEA - ALFREDO MEDEROS - MARIANO TORRES Anejos de AEspA XXXIX

4. INTERPRETACIÓN multas por pasto abusivo, las multas por procesos


y las vectigalia o parte alicuota de los bienes
En consecuencia de todo lo expuesto, estos comunales. Aún más significativo es que la Regia
“palacio-fortín” deben considerarse una construc- o “palacio” del rey de Roma, era la sede de Ops
ción originaria de la región sirio-fenicia, donde se Consiva, divinidad agrícola de las cosechas y de la
conocen numerosos ejemplos pertenecientes siem- custodia de las reservas alimenticias y del culto a
pre a sus elites sociales, muchas veces regias, de Marte como divinidad masculina protectora del
los que incluso se hace eco la Biblia. En Occiden- teritorio y de sus gentes, pero también de la fuerza
te, estos asentamientos rurales pasaron a ser carac- engendradora, lo que explica su estrecha relación
terísticos del mundo colonial fenicio en áreas con- iconográfica, ideológica y funcional con los “smi-
flictivas o inseguras, como Trayamar (Málaga) o ting gods” orientalizantes atestiguados en Extre-
Abul (Portugal), sin excluir la misma Cartago, madura, como el de Medina de las Torres (Alma-
siendo adaptados a su cultura por tartesios e íberos. gro-Gorbea 1977: l. 52), que deben interpretarse
Estos nuevos datos permiten comprender mejor los como la divinidad tutelar de estos personajes
yacimientos de Cancho Roano y La Mata y los res- regios y, por extensión, de su familia y su socie-
tantes de función semejante como elementos esen- dad, ya que pertenencía originariamente al culto
ciales de la articulación territorial orientalizante. privado del rey (Coarelli 1983; Torelli 1985: 32).
Su frecuencia y continuidad reflejan dos Estos datos explican las funciones palaciales de
hechos significativos para comprender su arraigo los edificios tipo Cancho Roano en relación con la
en la Hispania prerromana, donde debieron ser fertilidad de los campos, la conservación de las
introducidos por la colonización fenicia. Uno es cosechas y la reserva de los alimentos que deben
que responden a la necesidad de controlar el terri- considerarse inherentes a su función socio-política.
torio circundante y, en especial, sus vías de comu- Las residencias palaciales serían la sede de dinas-
nicación y sus medios de producción en un medio tías gentilicias de carácter sacro que controlarían la
potencialmente hostil, como lo sería la Hispania sociedad y sus respectivos territorios. Esta estruc-
prerromana dadas las formas de vida de sus las tura socio-económica del mundo tartésico se con-
poblaciones. Además, reflejan una sociedad fuer- firma en los mitos transmitidos por Justino (44,4).
temente jerarquizada, pues los medios de produc- Gárgoris habría descubierto la libación de la miel
ción controlados por estos palacios rurales fortifi- y Habis enseñó a uncir los bueyes al arado para
cados eran la base económica de elites de tipo gen- sacar el grano de los surcos y prohibió los trabajos
tilicio aunque de carácter sacro, quienes, desde serviles, que serían los del campo y artesanado,
tales construcciones ejercerían sus funciones eco- organizando la sociedad en siete ciudades. Tam-
nómicas y políticas, tanto sobre el territorio cir- bién los toros de Gerión tienen una lectura básica-
cundante como sobre el núcleo urbano correspon- mente socio-económica, como símbolo de la
diente. Esta interpretación ofrece la clave para fecundidad de la tierra y elemento de riqueza.
comprender la función de estas turres, asociadas, La ideología de las elites posesoras de estos
desde el punto de vista ideológico, al culto al palacios rurales fortificados debió evolucionar,
“antepasado” fundador de la estirpe, lógicamente como parece advertirse en Cancho Roano, pero
en ellas enterrado, lo que explica la importancia de siempre interrelacionadas con el gobierno de todo el
sus cultos dinásticos. territorio, ubicado siempre en Medellín, fuera éste
Esta organización económica estaba vinculada de tipo monárquico o no, si el poder acabó pasando
a un sistema socio-político e ideológico basado en a familias aristocráticas gentilicias, como en otras
el carácter sacro del poseedor del palacio, pues su culturas del Mediterráneo en la Antigüedad.
papel sería esencial para la fertilidad de la tierra y Durante el Periodo Orientalizante apenas hay
las cosechas y la conservación de las reservas de datos, pero la evolución posterior indica la exis-
alimento de toda la comunidad, según creencias tencia de elites aristocráticas basadas en la pose-
religiosas de orígen oriental extendidas en el sión de la tierra (Rodríguez Díaz et al. 2004a), de
Periodo Orientalizante por todo el Mediterráneo, carácter ecuestre, evidente en Cancho Roano y
pues están atestiguadas en Etruria y el Lacio arcai- guerrero, como evidencia la panoplia de Cancho
cos (Quilici 1979: 184 s.). Es significativo que al Roano (Almagro-Gorbea et al. 1990: fig. 16) y la
rex de la Roma arcaica le pertenecía, además del fortificación de sus fundi en Cancho Roano y La
botín de guerra, las confiscaciones y rentas de los Mata. Esta estructura socio-ideológica parece con-
terrenos públicos, especialmente los pagos por el firmar una evolución desde sistemas monárquicos
uso privado de pastos públicos, la scriptura, las hacia elites aristocráticas ecuestres, semejante a la
Anejos de AEspA XXXIX EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C. 169

de otras sociedades del Mediterráneo (Almagro- antes de que arraigara la plena vida urbana, un
Gorbea 1996: 84). hecho particularmente bien ilustrado en la zona de
Esta estructura socio-política supone la apari- Río de la Plata por la rica documentación escrita
ción de una sociedad de clases, entre las que des- conservada (Calvo 1990; 2004), aunque es igual-
tacaría una servidumbre agraria confirmada por mente extensible a otras regiones, incluyendo la
referencias mitológicas (Justino 44,4). Tal estruc- colonización anglosajona. La documentación
tura debió perdurar muy largo tiempo, pues aún sobre los inicios de la colonización española, en
parece documentarse en el decreto de liberación concreto, sobre el proceso seguido en las funda-
de los siervos de Turris Lascutana (CIL 2: 5041; ciones coloniales en esa zona, cita a menudo la
1,2: 614), población situada a muchos quilómetros construcción de fortines, cuya función recuerda en
pero que dependía de la ciudad de Hasta, apelada cierto sentido también un fenómeno similar cons-
Regia, una de las más extensas del territorio tarté- tatado en la colonización anglosajona de las tierras
sico, lo que hace suponer que originariamente del Far West de América del Norte.
dependieran del rex de Hasta. Por este documento Dichos palacios rurales ayudan a los identifi-
se sabe que hasta fechas tan tardías como inicios cados en la colonización fenicia, como Toscanos o
del siglo II a.C. se mantuvo un sistema de explo- Abul, pues servían para controlar el campo en
tación de la tierra por medio de siervos adscritos a ambientes en los que el entorno indígena no esta-
la misma, sistema que habría surgido como conse- ba plenamente asegurado, situación que sería bas-
cuencia del proceso de privatización de la tierra tante más habitual de lo que normalmente se supo-
que caracterizaría la organización “palacial” de la ne, tanto respecto a los indígenas sometidos del
colonización orientalizante. territorio como a las lógicas intrusiones desde
Pero estos cambios repercutirían, a su vez, en territorios externos. En consecuencia, tales pala-
un incremento de producción que traería consigo cios fortificados suponían una avanzadilla en el
un aumento de la presión demográfica, que, por su control del territorio urbano ejercido desde ciuda-
parte, repercutiría facilitando la introducción de des establecidas en áreas ya bien controladas,
nuevas formas de organizar la producción agraria hasta el punto de que alguno de ellos, una vez
y reforzando la tendencia a la colonización del pacificado y desarrollado el proceso colonial, aca-
territorio, favoreciendo, en consecuencia, las nue- baría por convertirse en dar lugar a una ciudad,
vas fórmulas de posesión privada de la tierra con- como ocurrió en Toscanos, que debió dar origen a
trolada desde centros de tipo palacial como el de la población fenicia de Cerro de Alarcón (Nieme-
Cancho Roano. yer 1982: 109-110; Schubart 2002: 132 s.), o la
El posesor de estas turres podría habitar conti- Turris Lascutana, en la que tiene origen la pobla-
nuamente en el lugar, como parece evidenciarse en ción de Lascuta (Tovar 1976), proceso similar al
Cancho Roano o no hacerlo, como quizás ocurrie- ocurrido en la colonización europea de América,
ra en La Mata, pero su actividad socio-política como Sacramento o Buenos Aires. Pero la mayor
radicaría necesariamente en la capital territorial, parte de este tipo de estructuras rurales acabaría
sin la que estas turres carecen de sentido, ya que por convertirse en explotaciones de campo como
estaban organizadas para la producción de exce- las villae rusticae romanas o las estancias hispa-
dentes y, en consecuencia, para su intercambio en noamaricanas, evidentemente de carácter aristo-
centros de consumo de carácter urbano. Éste fac- crático en una sociedad de clases como era la del
tor se debe tener en cuenta a la hora de interpretar mundo antiguo y la del mundo colonial español.
sus paralelos en Hispania. Sin pretender agotar este interesante tema, es
En consecuencia, los palacios-fortines de lógico suponer que en la Antigüedad la población
Extremadura durante el Periodo Orientalizante indígena quedara reducida al estado de servidum-
ofrecen importante información sobre el proceso de bre, cuyas características dependerían de la menta-
colonización de nuevos territorios. Hace ya años, lidad socio-ideológica del colonizador. Este proce-
V. Fritz (1987) señaló cómo, en Palestina, este tipo so resulta en cierto sentido bien ilustrado por las
de asentamiento reflejan una doble función, la de “reducciones” de la colonización española de
servir como instrumento de conquista y, a la vez, de América, tan bien documentadas (Calvo 1990;
asentamiento “colonial”, en tanto el territorio no 2004). Pero procesos semejantes se dieron en las
quedara definitivamente controlado y pacificado. colonias griegas de la Magna Grecia, donde se res-
En este sentido, sorprende su similitud con el tableció la antigua tradición de siervos adscritos a
sistema de fortines o campamentos fortificados del la tierra (Vallet 1983: 940, 946). La misma hipóte-
inicio de la colonización europea en América, sis ya la habíamos planteado para el mundo feni-
170 MARTÍN ALMAGRO-GORBEA - ALFREDO MEDEROS - MARIANO TORRES Anejos de AEspA XXXIX

cio y tartésico (Almagro-Gorbea 1996: 69) y pare- Además, debe tenerse en cuenta que la fuerza
ce lógico interpretar en este sentido la Tabula Las- demográfica de cualquiera de los fundi post-orien-
cutana, Cádiz (CIL II,5041), según la cual Roma talizantes, calculable en unas decenas de personas
liberó a los siervos que vivían en Turris Lascuta- (Rodríguez Díaz y Ortiz 2004: 306), no parece
na (Mangas 1977; García Moreno 1986), esto es, suficiente para enfrentarse como elemento inde-
en el “Palacio-fortín de Lascuta”, cuyos siervos pendiente a una población central, como Medellín,
estarían adscritos al trabajo servil de la tierra por que debía alcanzar diversos cientos o incluso algu-
parte de las elites dirigentes de la ciudad de Hasta nos miles de habitantes (vid. supra) y, en conse-
Regia, quizás originariamente de la familia real. cuencia, varios cientos de hombres de armas
El contexto cultural y socio-político señalado (Torres 2002: 269-270). Por ello, aunque cabe
permiten una reconstrucción bastante precisa del suponer que en alguna ocasión algún elemento
panorama de las Vegas Altas del Guadina, aunque aristocrático pudieran haber llegado a alcanzarar
no siempre ha sido bien comprendido. Rodríguez el poder sobre todo el territorio, como ocurría en
Díaz et al. (2004b: 587, fig. 7 y 10) han supuesto otras partes, no parece que fuera basándose en el
que en La Mata existían “terraterrientes fijados a apoyo de sus fundi y clientes, sino, sobre todo,
la tierra en monumentales residencias aristocráti- gracias a matrimonios y alianzas con otras estirpes
cas y una población campesina asentada en peque- gentilicias que consolidaran su poder en la propia
ños caseríos”, cuyas relaciones con Medellín se ciudad.
resolverían “en términos de complementariedad y En todo caso, parece lógico pensar que el con-
competencia que históricamente han gobernado trol del poder central y de la administración pudo
los intercambios entre el campo y la ciudad”. generar competencias y conflictos internos, pero,
Es cierto que la dispersión territorial de estas si el esquema propuesto es correcto, estas aristo-
construcciones tipo “Cancho Roano-La Mata” por cracias agrarias, guerreras y ecuestres, constituirí-
la Baja Extremadura indica que la tierra estaba an una elite oligárquica, como en otras áreas del
controlada por unas pocas dinastías aristocráticas Mediterráneo. Esta elite, basada en sus “palacios”
gentilicias (id., fig. 7; Jiménez Ávila 1997). Sin rurales como edificios representativos ubicados en
embargo, estas construcciones no aparecen en las sus fundi gentilicios, debió desarrollarse progresi-
mejores tierras, ni tampoco en la zona nuclear, vamente desde fines del siglo VII a.C. hasta fines
sino que controlan las áreas más peligrosas y fron- del siglo V a.C., cuando de manera relativamente
terizas, fuera del alcance de la vista del oppidum brusca desaparecen, lo que hace pensar en una
(Rodríguez Díaz et al. 2004b: 587, fig. 9), ya que causa externa, ya que todos los palacios hasta
estos palacios rurales fortificados unían a su fun- ahora conocidos parecen haber sido destruidos y/o
ción productora otra no menos importante de con- abandonados casi contemporáneamente en el
trol y vigía de zonas fronterizas y peligrosas. lapso de una generación (Rodríguez Díaz et al.
Por ello no parece tampoco lógico suponer que 2004b: 599 s.). Por ello, resulta tentador relacionar
el oppidum de Medellín, en la etapa Post-Orienta- este fenómeno con la aparición de gentes de estir-
lizante, pasara a constituir un mero “sub-territorio” pe céltica que acabaron conformando los Celtici
más, en competencia con los territorios gentilicios de las fuentes clásicas, cuya personalidad ha con-
controlados por los palacios rurales fortificados, firmado la Arqueología (Berrocal 1992).
como tampoco puede mantenerse dicha hipótesis Todos estos hechos, estrechamente interaccio-
para el precedente Periodo Orientalizante. Mede- nados, confirman un proceso de colonización,
llín debe considerarse con toda probabilidad como caracterizado por nuevos cultivos y animales, la
la población central de las Vegas Altas del Guadia- innovación de la tecnología agrícola, la aparición
na y su centro administrativo, religioso y político, de la propiedad privada unida a la roturación y
probablemente hasta la fundación de Augusta colonización de los terrenos más productivos y por
Emerita, lo que ratifica su carácter urbano. un aumento de la presión demográfica, todo ello
Este carácter central como capital de una ciu- basado en la aparición del nuevo sistema socio-
dad-estado “orientalizante” debió mantenerse político e ideológico que caracteriza el mundo
independientemente de los cambios políticos e orientalizante. Esta “colonización orientalizante”
ideológicos que sufriera su sistema de gobierno, es comparable a la documentada a inicios de la
en el que participarían las elites gentilicias asenta- Edad del Hierro en el Lacio (A.A.V.V. 1980: 15) o
das en sus fundi y controlando sus “sub-territo- en Etruria (Torelli 1983: 40. s., 71 s.), sin necesi-
rios” rurales con sus correspondientes clientelas, dad de recurrir a una supuesta colonización agra-
probablemente ya desde el Periodo Orientalizante. ria fenicia del territorio tartésico del Bajo Guadal-
Anejos de AEspA XXXIX EL TERRITORIO DE MEDELLÍN EN LOS SIGLOS VI-V a.C. 171

quivir (Wagner y Alvar 1989: 92 s.), que carece de ALEXANDRESCU, P. (1978): “Notes de topographie
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Además, los análisis territoriales del pobla- ALMAGRO-GORBEA, M. (1977): El Bronce Final y
miento prerromano en otras regiones peninsulares el Período Orientalizante en Extremadura.
comparables, como la Alta Andalucía, documen- Bibliotheca Praehistorica Hispana XIV.
tan un fenómeno parecido, como en la Vega del Madrid.
Guadalquivir y la Campiña cordobesa, con peque- — (1978): “El paisaje de las necrópolis ibéricas y
ños asentamientos de 0,025 Ha. de carácter agra- su interpretación socio-cultural”. Rivista di
rio por su ubicación, como en Marmolejo, que se Studi Liguri 44: 199-218.
han considerado dependientes de centros mayores, — (1983a): “Pozo Moro. El monumento orientali-
como Porcuna (Ruiz y Molinos 1993: 114 s.), y zante, su contexto socio-cultural y sus parale-
que se pueden comparar a los citados de las Vegas los en la arquitectura funeraria ibérica”.
del Guadiana, pues unos y otros avalan la impor- Madrider Mitteilungen 24: 177-392.
tancia de esta colonización agraria orientalizante. — (1983b): “Los leones de Puente de Noy. Un
Este proceso de colonización permite com- monumento torriforme funerario fenicio en la
prender la importancia que alcanzaría Medellín Península Ibérica”. En Molina ed.: Almuñécar,
como centro urbano de las Vegas del Guadiana, Arqueología e Historia, Granada: 89-106.
proceso perfectamente comprensible al explicar su — (1986): “El área superficial de las poblaciones
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dante y la paralela formación de élites urbanas ibéricos ante la romanización. Madrid: 21-34.
basadas en la producción agropecuaria surgida de — (1990): “El Periodo Orientalizante en Extrema-
la citada colonización, por la que los terrenos de dura”. La cultura tartésica y Extremadura.
antiguo uso comunal habrían sido progresivamen- Cuadernos Emeritenses 2. Mérida: 85-126.
te privatizados a medida que la dehesa se transfor- — (1991a): “La necrópolis de Medellín”. Extre-
maba en terrenos para el policultivo mediterráneo. madura Arqueológica 2: 159-173.
— (1991b): “La alimentación en el palacio de
Estos complejos procesos resultan todavía mal
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cos y sociales del mundo tartésico, permiten recons-
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