Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Daisuke Kishi2
Resumen
Es valioso que Arte de la lengua japona sea la primera gramática japonesa escri-
ta en español. Melchor Oyanguren de Santa Inés fue un misionero español;
escribió en 1738 la mencionada obra en las Islas Filipinas, sin conocer Japón,
dado que se basó en Ars Grammaticae Iaponicae Linguae, una obra de Diego
Collado, quien había vivido en la tierra del sol naciente entre 1619 y 1622. La
estructuración del libro de Oyanguren seguramente estaría basada, al menos
de cierto modo, en la Gramática de la lengua castellana, de Antonio de Nebrija.
El presente trabajo aborda, a través de observaciones de las partículas o
posposiciones del japonés del siglo xvii a las que se refirió el autor, el análi-
sis sobre la estructuración de esa parte de la oración que llevó a cabo dicho
misionero. Se analizará también, en comparación con la clasificación tradi-
cional del japonés, si fue adecuada la descripción de las partículas que intentó
hacer Oyanguren. Podremos citar como ejemplo su clasificación de algunas
partículas que consideró como “las casuales”: nominativas (ga, ua, etcétera);
genitivas (ga, no); dativas (ni, ye); acusativas (uo, ua, uoba, ga, ye); vocativas
(icani); ablativas (yori, cara, ni, de), seguramente basada en el concepto y la ter-
minología del latín, la cual es distinta a la de la gramática japonesa tradicional.
Con respecto a la metodología de nuestro estudio, no se utilizará la forma
cuantitativa, sino la cualitativa, ya que el corpus en la obra utilizada es hasta
cierto punto limitativo.
Palabras clave: gramática japonesa, japonés del siglo xvii, partículas,
posposiciones, Oyanguren
Abstract
Introducción
Portada de Arte de la Lengua Japona de Melchor Oyanguren (Yáñez y Kishi, 2014: 42)
Esta obra está formada por cuatro capítulos, nombrados por el autor
como Libros. El Libro primero empieza con la explicación de la pronunciación
del japonés. Luego habla de aspectos morfológicos tales como las partículas
o posposiciones, la terminación para plural, los pronombres, los sustantivos
y los adjetivos, entre otras materias.
Uno de los primeros trabajos sobre la mencionada obra de Oyanguren
sería la de Bae (2005), quien señala que los pronombres latinos clasificados
por Nebrija son cuatro grupos, mientras que el misionero los categoriza en
cinco grupos: pronombres primitivos, pronombres demonstrativos, pronombres de
interrogación, otros pronombres adgetivos y pronombres relativos. Analiza la au-
tora que Nebrija y Rodrigues consideran los pronombres demostrativos como
partes declinables, en cambio, Oyanguren los considera indeclinables, lo cual
indica un punto de vista diferente que el de Nebrija, si bien el misionero de
cierto modo estuviera basado en la gramática de Nebrija. El pronombre fodo,
por ejemplo, en la visión del misionero, es un pronombre adgetivo; sin embargo,
en el japonés se consideraría como sustantivo o partícula, dependiendo del
uso (Shinmura, 1978: 2044-2045). La autora, con razón, señala que dicho
“gramático intenta revelar los valores morfosintácticos y semánticos de los
elementos conectados en las palabras o mejor dicho unidades lingüísticas del
japonés” (Bae, 2005: 68). Así, la autora ha aclarado que el estudio del misionero
vascuence trata de explicar la unidad de los pronombres, en sentido amplio;
es, decir desde el punto de vista tanto morfosintáctico como léxico-semántico.
Nos parece válido el trabajo de la autora como un punto de partida para los
estudios lingüísticos, especialmente en el nivel morfosintáctico, que se tratan
de la Lengua japona de Oyanguren.
Como materiales de investigación de la obra de Oyanguren, Zwartjes
(2009) hizo una transcripción fiel del Arte de la Lengua Japona original en
una versión moderna, con breves comentarios en su introducción, en la cual
señala las fuentes directas y posibles de dicha obra, dado que el misionero
nunca vivió en Japón. Otro punto que nos parece interesante es que habla de
la tipología de la lengua japonesa, en contraste con el vascuence y el chino.
Además, participa Maruyama, en el prólogo, con unos comentarios analíticos
desde el punto de vista ortográfico y fonético; asimismo, se refiere a las partes
de oración de manera contrastiva. De todos modos, el trabajo de Zwartjes se
considerará de importancia para los investigadores y estudiosos del japonés,
ya que su estudio correspondería al gran trabajo realizado por Lope Blanch
(1971, 1976, 1978), en los años setenta, como material para estudios sobre
el habla de la Ciudad de México.
El tema que nos interesa en el presente trabajo es el uso de las partículas
o posposiciones en el japonés de aquel período, las cuales, en algunos casos,
pueden ser correspondientes a las preposiciones españolas, pero es impor-
tante recordar que el japonés es un idioma aglutinante, como el náhuatl. Por
ejemplo, los prefijos nahuas que indican la primera persona singular son ni-
(para sujeto), nech- (para objeto), no- (para posesivo), entre otros. También
hay algunos que tienen la función de sufijo: cihua-tl (“mujer”) > cihua-tzintli
(“mujer venerada”) > cihua-tzitzintin (“mujeres veneradas”), en los cuales
-tzintli se usa para indicar “respeto para una persona” y -tzitzintin para
“varias personas”. Esta idea serviría de base para analizar posteriormente el
uso de las partículas japonesas. Las partículas o posposiciones japonesas no
son totalmente equivalentes a las preposiciones españolas, puesto que, en
primer lugar, acompañan no solo al sustantivo o el pronombre, sino también
al verbo y al adjetivo.
También es interesante advertir, además de la diferencia entre el japonés
actual y el del período Edo, que algunas partes de la oración, según Oyanguren,
son partículas. Citaremos aquí un ejemplo. El vocablo negauacuu, que significa
“¡ojalá…!”, lo considera como una partícula; sin embargo, en el japonés debe
ser un adverbio de deseo. Aquel es el punto de vista que tenía el misionero
español.
básicamente en cuatro tipos: (1) partículas de caso (case particle), (2) partí-
culas de conjunción, (3) partículas adverbializadas o complementarias, y (4)
partículas de finalización de enunciados (sentence-final particle).3 Sin embargo,
al hablar de la gramática japonesa tradicional, nunca podremos dejar de lado
a los grandes gramáticos: Yamada, Hashimoto y Tokieda, entre otros. Yamada
(1936) sería uno de los pioneros más importantes en la clasificación de las
partículas japonesas, según la cual existen seis tipos: (1) partículas casuales,
(2) partículas adverbiales, (3) partículas enfáticas o descriptivas, (4) partículas
sufijales, (5) partículas exclamativas y (6) partículas conjuntivas.
Hashimoto (1969), además de estas, les agregó otros cuatro tipos. La clasi-
ficación de Tokieda (1954) fue realizada desde el punto de vista semántico;
está formada por cuatro clases de partículas: (1) casual, (2) limitativa, (3)
conjuntiva y (4) exclamativa.
III. Análisis
En este apartado se analizarán las partes de la oración a las cuales llamó Oyan-
guren partículas en su obra (Yáñez y Kishi, 2014: 67-76; 159-165), aunque
algunas de ellas no se considerarán en el japonés como partículas. De acuerdo
con su trabajo, las llamadas partículas se clasificarían en tres clases, es decir
las partículas de los casos, las partículas plurales y otras.
4. Las preposiciones de acusativo son a, contra, entre, por, según, hasta, hacia, de, sin, con, en, so y para.
Y las de genitivo son ante, delante, allende, aquende, bajo, debajo, cerca, después, dentro, fuera, lejos,
encima, hondón, derredor y tras. (Nebrija, 1980 [1492]: 195-196).
5. Aunque en el latín existen cinco tipos de declinaciones (de la primera a la quinta), bastaría con citar
una declinación.
en el singular son -a, -a, -am, -ae, -ae y -a, de acuerdo con el orden de los casos
arriba señalados; y las del plural son -ae, -ae, -as, -arum, -is e -is. Oyanguren
acomoda las desinencias o partículas japonesas, prácticamente igual que en
latín, como -ua, -no, -ye, -uo, icani- y –yori, tanto en singular como en plural,
respectivamente. En el plural, tachi- se antepone a la terminación, si bien en
vocativo va seguido del sustantivo, como en el caso de Icani Tono tachi (Yáñez
y Kishi, 2014: 74). Estas terminaciones, excepto el vocativo icani (que es un
adverbio), son partículas en el japonés. En realidad, las partículas no son in-
dependientes morfológicamente, como en el español, sino una unidad similar
a las desinencias latinas, las cuales no funcionan de forma independiente de
otras partes de la oración.
lógico que el hablante use ga, lo cual coincide con la explicación de Shinmura
(344).6 La interpretación de este caso será un poco más comprensible con el
siguiente ejemplo: zoowa hanaga nagai (“los elefantes son largos de trompa”
> “los elefantes tienen una trompa larga”). La partícula ye, de acuerdo con
Oyanguren, curiosamente, pertenece también al caso acusativo. Se señala
que sirve para lugar, aunque este uso indudablemente pertenecería al dativo.
Se encuentran, por tanto, en caso ablativo todos aquellos nombres que están
relacionados con el predicado, completando a lo que predica mediante la aña-
didura de ciertas circunstancias que acompañan al hecho, tales como el lugar
donde ocurrió, el tiempo en que se verificó, la manera de ocurrir, el instrumento
o medio de que se hizo uso, la causa que lo originó, el asunto de que se trataba,
la persona o cosa que acompañaba o que faltaba, etcétera.
Entre otras partículas, uno de los usos más destacados que señala el autor
probablemente es el de los diminutivos. Afirma que se trata de las partículas
ca y co; sin embargo, se observa que en los ejemplos citados hay una confusión
fonética o morfológica de co con ca: cabune* (“barquito”), en vez de cobune;
cacago* (“cestito”) en vez de cocago; cafori* (“pajarito”) en vez de cotori; cabucu-
ro* (“bolsita”) en vez de cobucuro (Yáñez y Kishi, 2014: 96). Fonéticamente no
será nada imposible que haya ocurrido esta confusión a un misionero, dado
que es muy probable que él haya sacado información también de algunos in-
formantes nativos, en este caso de los migrantes japoneses en las Filipinas, si
bien no puede comprobar ningún dato por escrito. De hecho, muchos japo-
neses no vocalizan tan claramente como los hispanohablantes. La vocal que
marca más diferencia entre los hablantes nipones y los hispanohablantes será
indudablemente U, pues para los de habla española los labios se ponen más
tensos y redondos, mientras que los japoneses la pronuncian más relajada.
Esta tendencia nos hace pensar que hubo cierta confusión de co con ca. Desde
el punto de vista morfológico, también puede ser probable que haya ocurrido
alguna confusión entre las letras a y o, tal vez debido a la posible referencia de
algunos libros o notas manuscritos. Algunos vocablos, como comixi* (“tiendi-
ta”) < comixe y cocho (“mariposita”) están correctamente registrados (Yáñez
y Kishi, 2014: 96). Ahora bien, ¿co sería una partícula que tuviera la función
del diminutivo? Ya que las partículas son aquellas que acompañan al morfema
Conclusión
Referencias