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“TRISTÁN E ISOLDA”

Personajes:
Tristán:
Isolda:
Rey Marco:
Gorvenal:
Andret:
Brangania:
Rohalt:
Cazador:
Consejero:
Piloto:
Señora:

ACTO PRIMERO
NARRADOR.- Tristán llegó a una isla después de haber huido de casa para subirse
en el bote de unos pescadores. Cuando llegó allí se encontró con algunos cazadores
y después de hablar con ellos lo llevaron al castillo de su señor, el Rey Marco, para
que pudiera ofrecerle sus servicios.

Escena I
(Llegan al castillo de Tintagel, el cazador se acerca a Marco y comienza a hablarle d
e Tristán)
CAZADOR. - Señor mío, el día de hoy me acerco a usted con más que un animal. Q
uiero presentarle a Tristán, (señala a Tristán), un noble hijo de mercader, quien cono
ce artes desconocidas para muchos miembros de la nobleza, y creo que sería para u
sted un buen siervo, así que le pido mi señor, acéptalo para que te sirva.
(Cuando el cazador termina de hablar, Tristán va y se arrodilla ante el Rey Marco, qu
ien se queda contemplándolo dudoso)
MARCO. - Permitiré que te quedes a cenar por hoy, ya veré qué hacer después.
TRISTÁN. - ¡Gracias! ¡Muchas gracias, señor! Le juro que no se arrepentirá.
(El cazador sale, dejando a Tristán con Marco en el castillo) (Comienzan a cenar, Ma
rco mira expectante a Tristán)
TRISTÁN. - Si me lo permites, mi señor, puedo entretenerte al tocar un poco el arpa-
(Marco le hace una seña para aceptar. Tristán comienza a tocar el arpa y el Rey lo m
ira maravillado con su destreza)
MARCO. - Hijo, bendito sea el maestro que te enseñó, y que Dios te bendiga. Y es q
ue Dios ama a los buenos arpistas. Las voces de sus arpas despiertan en los mortale
s los recuerdos más preciosos, haciéndoles olvidar todo duelo y toda desventura. Tú
has venido a esta casa a traernos la alegría. Quédate por mucho tiempo a mi lado, m
i amigo-
TRISTÁN. -Yo te serviré de buena gana, señor, como maestro de arpa, como monter
o y como súbdito a tu servicio.
Escena II
(Tristán está en el castillo, Marco entra apresurado en escena)
TRISTÁN. - ¿Qué sucede, mi señor? -
MARCO. - Me acaban de informar que un caballero de tierras lejanas viene hacia ac
á, por lo que vine aquí para poder recibirlo adecuadamente. Además, quiero que sea
s mi compañía en esta visita repentina -
(Entra Rohalt al castillo y se acerca con Marco)
ROHALT: - Buenas tardes, Rey Marco. Mi nombre es Rohalt y vengo desde lejos co
n motivo de ver a este siervo tuyo (señala a Tristán), llevo mucho tiempo siguiendo s
u rastro.
MARCO. - ¿Qué es lo que quieres con Tristán? Él ha llegado a mejorar nuestra vida
y me parece increíble que alguien lo persiga sin una buena razón.
ROHALT. - Vengo aquí para informarte, Rey Marco. Él es Tristán de Leonis, tu sobri
no, hijo de tu hermana Blancaflor y del rey Rivalen. Desde hace tiempo, el duque Mor
gan se adueñó de sus tierras por una injusticia; creo que ya es hora de que sean dev
ueltas al legítimo heredero -
NARRADOR -Diré brevemente que Tristán, una vez su tío lo armó caballero, surco lo
s mares en las naves de Cornualles, se hizo reconocer por los antiguos vasallos de s
u padre, desafío al asesino de Rivalen, lo mató y recobró su tierra-
TRISTÁN. - Señores, he reconquistado el país de Leonis y he vengado al rey Rivalen
con la ayuda de Dios y con la vuestra. Así le he devuelto a mi padre su derecho. Per
o ustedes me protegieron cuando estaba huérfano y errante, y también debo llamarle
s padres; ¿y no debo también devolverles sus derechos? Pues bien, un hombre dign
o posee dos cosas: su tierra y su cuerpo. A Rohalt, pues, le cederé mi tierra, (dirigién
dose a Rohalt): padre la poseerás y tu hijo la poseerá después que tu. Al servicio del
rey Marco pondré mi cuerpo; dejaré Leonis por siempre aunque me es querido, y
permaneceré a servir a mi señor Marco en Cornualles.
NARRADOR.- Dicho esto, Tristán cumplió su palabra, sirvió al rey Marco, incluso
venció al Morholt, un hombre corpulento que iba en nombre del rey de Irlanda a
cobrar el tributo que le debía el pueblo de Cornualles, pero como hacía tiempo de la
deuda, iba a llevarse a muchos jóvenes y doncellas del reino en vez de riquezas,
hasta que Tristán se armó de valor y lo retó a muerte. Fueron a una isla a llevar a
cabo la lucha, y justo cuando parecía que el Morholt vencería, Tristán lo derribó de
una estocada para volver victorioso a Tintagel, sin embargo, la espada del Morholt
iba envenenada, lo que hizo que el joven muchacho enfermara de gravedad en
cuanto llegara con el rey.

Escena III
TRISTÁN (moribundo y hablando con dificultad). - Oh Marco, señor mío, permita que
este moribundo fiel tuyo tenga una muerte digna y solitaria, ya no quiero ser atendido
ni molestado, solo quiero estar en un lugar remoto con mi soledad, ¿Sería usted tan
noble como para concederme este último deseo?.
MARCO (sufriendo internamente). - Como tú pidas, Tristán, mi valiente sobrino.
(Se ve a Tristán en una isla, acostado y apenas sobreviviendo, un día, mientras duer
me, unos pescadores lo cargan y lo entregan a una hermosa mujer rubia, Isolda, qui
en lo toma y lo cura. Al recobrar la conciencia, Tristán se mira aterrado)
TRISTÁN (para sí mismo). - No lo puedo creer, estoy en Irlanda, estoy en tierra ene
miga, tengo que salir de aquí (voltea y ve a Isolda de espaldas, la reconoce y vuelve
a espantarse), además, ella es la sobrina del Morholt, eventualmente se percatará de
que fui yo quién acabó con la vida de su tío y querrá deshacerse de mí a como dé lu
gar. Tuve suerte suficiente de que no supiera quién soy cuando decidió cuidar de mí.
(Decidido y sigiloso, Tristán se escapa de Isolda sin que ella se dé cuenta y se dirige
hacia la corte de Marco.)
Escena IV
Tristán llega a la corte de Marco y se presenta ante él. Marco lo ve sorprendido y ale
gre, regalándole una mirada incrédula.
MARCO. - ¡Tristán, has sobrevivido!, aquí ya sufríamos por tu muerte y es cierto que
los milagros existen, pues una vez más lo has probado, no solamente derrotando al
Morholt, sino también al haber regresado de una muerte segura.
TRISTÁN. - Parece ser que mi alma aún no quería despedirse de esta vida, y por lo
mientras, (baja la cabeza), estoy de nuevo ante su disposición, señor mío.

Escena V
NARRADOR.- Después de que Tristán volviera, los consejeros del rey Marco no lo
veían con buenos ojos, pues su tío decidió que le heredaría su puesto cuando ya no
fuera capaz de seguir al mando del reino. Los consejeros decidieron hablar con el
rey y lo querían obligar a que desposara a una princesa para que tuviera
descendencia, pero él se negaba, hasta que Tristán le dijo que lo hiciera, y aceptó
con una sola condición, casarse con la mujer de cabellos más finos que la seda y
más brillantes que el sol...
CONSEJERO (irritado). - Es que debe estar de broma, ¿Al menos sabemos de dónd
e proviene?
MARCO. - No, yo lo único que sé es la descripción de su cabellera
CONSEJERO. - ¡No vamos a encontrar jamás un cabello así de bello! Esto es imposi
ble, señor. (Se queda pensando y viendo a la nada, de vez en cuando comparte mira
das confusas con sus compañeros, hasta que una idea llega a su mente). Esto ha sid
o idea de Tristán, ¿no? (con voz acusatoria), pues claro, él te aconsejó que nos hicie
ras buscar a una mujer que no existe, todo porque quiere quedarse con el poder, (se
ñala a Tristán), ¡¿Cómo te atreves?! Acabas de manipular de una manera tan descar
ada al gran Rey Marco, él quien siempre ha visto por ti desde tu llegada, él quien sie
mpre te defiende, él quien te admira, ahora busca la oportunidad de tener verdadero
s herederos de sangre y tú le quieres negar esa oportunidad por tu mera avaricia, ¡q
ué descaro!
(Tristán, indignado, se acerca decidido hacia el consejero para enfrentarlo.)
TRISTÁN. - ¡Mientes!, nunca daría tales ideas a mi señor, y él está de testigo. (Se di
rige a Marco) Rey Marco, ¿no te das cuenta de cómo me ofenden?, pero tu intento d
e burla no va a funcionar, buscaré hasta los fines de la tierra a una mujer que cumpla
con la exacta descripción de lo que nos has pedido, no descansaré hasta lograrlo. D
ebes saber que posiblemente esto será aún más difícil que enfrentar a Morhotl, pues
no sé a qué me estaré enfrentando allá fuera, pero todo sea por demostrar lo desinte
resado que es mi amor por ti. Empeño mi fe con este juramento: Traeré al castillo de
Tintagel a la reina de los cabellos de oro, o moriré en el intento.
Tristán se dispone a salir, con hombres a su mando encomendados a cumplir los de
seos del rey. Al llegar al navío en el que harían su travesía, Tristán habla con el pilot
o.
TRISTÁN. - Amigo, dirígete hacia Irlanda
PILOTO (alarmado). - Pero señor, desde la derrota del Morholt, somos perseguidos
en tierras irlandesas, no creo que de verdad quiera ir hacia allá
TRISTÁN. - Hice un juramento que tengo que cumplir, así que por favor comienza a
navegar en esa dirección.
El piloto obedece sumisamente, con la incertidumbre visible en su rostro.

Escena VI
La tripulación llega a Irlanda, y lo primero con lo que se encuentran es un ruidoso rug
ido y un grito aterrado de una mujer, Tristán, intrigado, se acerca a una mujer a preg
untarle acerca de este extraño suceso.
TRISTÁN. - Disculpe usted señora, pero podría decirme, sin mentirme, ¿de dónde pr
oviene ese grito que se acaba de escuchar?, y no me oculte nada.
SEÑORA. - Si, señor, y se lo digo sin mentir, lo que usted escuchó es producto de un
a alimaña, una bestia que es el más horrible animal que ha habitado la tierra. Todos l
os días se detiene en una puerta de la ciudad, donde una joven es entregada a ese d
ragón para ser devorada por él.
TRISTÁN. - ¿Algún humano lograría matarlo?
SEÑORA. - No lo sé, pero lo que es seguro es que al menos veinte caballeros han in
tentado terminar con él y perdieron la vida en el intento, todos intentaban recibir la re
compensa.
TRISTÁN. - ¿Cuál recompensa?
SEÑORA. - El rey de Irlanda proclamó que a quién lograse matar al monstruo, le darí
a a su hija, la rubia Isolda

ACTO SEGUNDO
NARRADOR: -Tras varios días de esfuerzo para lograr vencer al monstruo, Tristán ll
eva la lengua de la bestia ante el rey, quien le entrega la mano de su hija, pero tal es
la sorpresa de ambos al enterarse de que no lo hizo para desposarla, sino para llevar
la ante el rey de Cornualles, su señor. Desbués de subir a la embarcación, Tristán no
le dirigió una sola palabra a la rubia Isolda, pues era su deber como siervo del rey
respetar a su futura reina y no acercarse a la futura esposa de su tío, pero esto la
molestó, y cuando llegaron al puerto de Cornualles se negó a descender al muelle
hasta no ver a quien había conseguido su mano para otro hombre.

Escena I
(Aparece Tristán y se detiene respetuosamente en la entrada. Isolda le mira con una
vista ida. Se da un prolongado silencio.)
TRISTÁN.- Manifieste, señora, lo que le plazca.
ISOLDA.- ¿Puede usted no saber lo que exijo?, pues parece que el temor de cumplir
lo lo tiene apartado de mi vista
TRISTÁN.- Un temor respetuoso me contuvo.
ISOLDA.- Poco honor me ha hecho, se rehusó a obedecer mi mandato.
TRISTÁN.- La obediencia fue lo único que me lo impidió.
ISOLDA.- Poco agradeceré a su señor, si falta a la costumbre contra su esposa.
TRISTÁN.- Donde he vivido, la costumbre es que el que ha pedido una novia esté se
parado de ella durante el viaje.
ISOLDA.- ¿Por qué tal reserva?
TRISTÁN.- No sé, pregúntelo a la costumbre.
ISOLDA.- Siendo tan comedido, señor Tristán, acuérdese también de otra costumbr
e: para reconciliarse con el enemigo, debe presentarse como amigo.
TRISTÁN.- ¿Con qué enemigo?
ISOLDA.- Pregúnteselo a su temor. Entre nosotros está pendiente una deuda de san
gre.
TRISTÁN.- Que yo sepa, ha sido satisfecha.
ISOLDA.- Pero no entre nosotros.
TRISTÁN.- Hicimos juramento público de no vengarse.
ISOLDA.- No fue al ojo público en donde lo curé y oculté; (con ironía) donde “el gran
Tristán” estuvo en mi poder. Ahí estaba él: majestuoso y floreciente; yo no juré lo que
él juró, pues yo aprendí a callar. En el silencioso cuarto yacía enfermo, y lo que un dí
a prometí cumplir, preferí mantenerlo en silencio. Quiero ahora cumplir mi juramento
y mi promesa.
TRISTÁN.- ¿Qué juraste, señora?
ISOLDA.- Venganza por el Morholt.
TRISTÁN.- ¿Y eso le atormenta?
ISOLDA.- ¿Se atreve a burlarse de mí? El noble héroe de Irlanda era mi prometido e
sposo; bendije sus armas y por mí fue al combate. Al caer él, cayó mi honor; con el p
esar de mi corazón juré, que si alguien no vengaba su homicidio, yo me atrevería a h
acerlo. Con franqueza le diré por qué no lo herí cuando estaba débil y abatido en mi
poder: Curé su herida para que el vengador pudiera herir, en plena salud, a quien ve
nció al Morholt. Usted mismo puede decidir su suerte: estando todos los hombres en
acuerdo con él, ¿quién herirá a Tristán?
TRISTÁN.- Si Morholt fue para usted tan digno, tome la espada, guíela con segurida
d y firmeza, y no la deje caer. (Le acerca la espada.)
ISOLDA.- ¡Qué falta de respeto sería! ¿Qué diría el rey Marco si yo hiriera de muerte
a su mejor servidor, el que le ha ganado corona y tierra, y el más fiel de todos los ho
mbres? Si yo venciera a quien pidió mi mano, ¿cree que le agradece tan poco, como
para no entrar en cólera? ¡Guarde su espada!. Bebamos ahora la copa de reconciliac
ión.
(Hace una seña a Brangania. Ella tiembla de miedo, se tambalea y se agita perpleja.
Isolda la apura con un gesto. Mientras Brangania va a preparar la bebida.)
ISOLDA.- ¿Obtendré reconciliación? ¿Qué tienes que decirme? ¿Rehúsas reconcilia
rte?
TRISTÁN.- Conozco bien a la reina de Irlanda y el poder maravilloso de sus artes; y,
debido a que el bálsamo que me dio me fue provechoso; tomo ahora la copa para qu
e quede desde hoy para siempre completamente restablecido. Escucha el juramento
de reconciliación que hago por gratitud. El honor de Tristán será la mayor fidelidad. E
ngaño del corazón; ensueño del presentimiento, único consuelo de eterna tristeza, la
mejor bebida del olvido, sin temor te bebo. (Bebe de la copa al terminar su discurso)
(Beben y arrojan las copas. Ambos, temblando de miedo, presas de la más viva emo
ción interior, pero inmóviles, se miran uno al otro fijamente y la expresión de su rostr
o pasa en un instante del menosprecio de la muerte al irremediable amor. Comienza
n a temblar; llevan sus manos a su corazón convulsivamente y las estrechan con fue
rza; llevan sus manos a sus frentes, sus ojos se buscan de nuevo, después los baja
n, alterados, y acaban por sujetarse uno al otro con una pasión creciente.)
NARRADOR.- Antes de que Tristán hubiese entrado en la habitación, Isolda le dió a
su fiel amiga una bebida, la poción de la muerte, pero como ella sabía lo que
ocurriría, decidió cambiarla por el hechizo del amor. Isolda esperaba morir junto a
Tristán en cuanto hubiesen bebido de las copas, pero se llevó una sorpresa cuando
en vez de eso, comenzó a desear únicamente estar junto a Tristán.
ISOLDA (con voz temblorosa).- ¡Tristán!
TRISTÁN (con efusión).- ¡Isolda!
ISOLDA (abrazándolo).-¡Desleal amigo!
TRISTÁN (abrazándola con furor).-¡Mujer celestial!
(Permanecen silenciosamente enlazados. Se oyen a lo lejos trompetas y clarines, y f
uera de la tienda, en la cubierta del buque, gritos de hombres.)
TRISTAN.-¡Isolda!
ISOLDA.-¡Tristán, el hombre más fiel!
TRISTÁN (mirándola con ternura).- ¡Dulcísima joven!
(AMBOS).-¡Cómo se elevan los corazones! ¡Cómo se estremecen de placer todos lo
s sentidos! El nacer de un amor impaciente, celestial ardor de un amor decaído. Impe
tuoso deseo de alegría en el pecho. ¡Isolda! ¡Tristán! ¡Tristán! ¡Isolda! ¡Libre del mun
do, yo te poseo! Oh, supremo deseo del amor, yo te siento.

Escena II
NARRADOR: Tras haber terminado su momento de amor, tuvieron que descender
del barco para presentarse frente al rey Marco, quien trató a Isolda como si fuera su r
eina desde mucho antes de conocerla. Pasó la velada entre gritos y baile, pues todo
s los consejeros y el pueblo entero estaban allí para conocer a su futura reina en la c
elebración más grande que se había dado desde hacía mucho tiempo en el castillo d
e Tintagel.

ACTO TERCERO
(Jardines con grandes árboles delante de la habitación de Isolda, a la cual conducen
unos escalones por un lado. Noche de estío serena y magnífica. Cerca de la puerta
abierta hay una antorcha encendida. Cuernos de caza. Brangania, en los escalones
de la habitación, escucha el ruido de la caza, que va alejándose. Isolda sale del cuart
o agitada y se acerca a Brangania.)

Escena I
NARRADOR.- Pasaron los días, y los amantes se veían todas las noches en la parte
trasera del castillo, mientras Isolda fingía que era una feliz pareja con el rey Marco.
Los consejeros del rey comenzaron a sospechar de ambos, y en varias ocasiones
intentaron atraparlos con ayuda de un hombre del pueblo que podía ver lo que
sucedía, sin embargo, no tenían éxito y pasaron meses en los que eran felices los
dos enamorados. Hasta que un día descubrieron su amorío...
(Óyese un grito de Brangania y al mismo tiempo el ruido del choque de armas. Gorv
enal entra impetuosamente, vuelto de espaldas, y blandiendo su espada.)
GORVENAL.-¡Ponte a salvo querido amigo!
(Tras él llegan de repente, muy animosos, con paso precipitado, Marco, Andret y mu
chos cortesanos que se paran de lado frente a los amantes; fijan la vista en estos co
n diversos ademanes. Brangania baja al mismo tiempo de la azotea y corre cerca de
Isolda; ésta en un movimiento de pudor involuntario, se apoya, volviendo el rostro, e
n el banco de flores. Tristán, con un movimiento también involuntario, levanta el braz
o y extiende su capa, de manera que Isolda queda oculta a las miradas de los recién
llegados. Permanece un rato en esta actitud, inmóvil, fija la vista en los demás perso
najes. Despunta el día).
TRISTÁN (después de prolongado silencio).-¡El triste día por última vez!
ANDRET (Marco se queda absorto de muda estupefacción).-Señor ¿me dirás si le h
e acusado con razón? ¿Si he ganado mi cabeza que aposté? Te he mostrado patent
emente su perfidia; he salvado del oprobio tu nombre y tu honor.
MARCO.-¿Realmente lo hiciste? Ve allí, al más fiel de todos los fieles: mírale, al más
amigo de los amigos: un acto acérrimo de su infidelidad, hirió mi corazón de la forma
más odiosa. Si Tristán me engañaba ¿debía yo esperar que el mal causado por su p
erfidia fuese por consejo de Andret lealmente reparado?
TRISTÁN (con viveza convulsiva). -¡Espectros del día, ensueños de la mañana, enga
ñosos y siniestros, alejaos volando, huid!
MARCO (con profunda emoción).-¿A mi eso? ¿Esas palabras, Tristán, a mí? ¿Dónd
e está la fidelidad después que Tristán me ha engañado? ¿Dónde están el honor y la
lealtad después que Tristán, asilo de todos los honores, los perdió? ¿ A dónde huyó l
a virtud que había elegido a Tristán por escudo, después que escapó de mi amigo? ¿
Después que Tristán me ha hecho traición? (Silencio. Tristán baja lentamente los ojo
s al suelo; su aire y su actitud expresan, mientras Marco continúa, tristeza creciente.)
¿A qué fin los servicios sin cuento, la gloria y los honores, el poder y la grandeza que
conquistaba para Marco, si honores y gloria, grandeza y poder, y servicios sin cuent
o, habían de serte pagados con la afrenta de Marco? ¿Tienes en poco su agradecimi
ento, puesto que te ha dado en herencia y patrimonio, la gloria y el reino, que le habí
as conquistado? Muriósele sin hijos su mujer, y hasta tal punto Marco te amaba, que
renunció recasarse otra vez. Apremiado con súplicas y amenazas por todo el pueblo
en la corte y en el país para elegir una reina para el reino, una esposa para sí, tú mis
mo conjuraste a tu tío para que bondadosamente llenara los deseos de la corte, la vo
luntad del país: en oposición con la corte y con el reino, en oposición contigo mismo,
disculpábase generosamente y con estratagemas, hasta que tú, Tristán, le amenaza
ste con abandonar para siempre la corte y el reino, si tú mismo no fueses enviado a
buscar la novia para el rey. Él dispuso que así se hiciera. Esta mujer de maravillosa b
elleza, que tu valor me conquistó, ¿quién podrá verla, quién querrá conocerla, quién
podrá llamarla suya con orgullo? Acercarse a ella jamás se atrevió mi voluntad; tímid
o respeto me hizo renunciar a desearla, su gracia sublime y soberana había de refres
car mi alma; tú me presentaste la novia real a pesar de enemigos y peligros. Ya que
con la posesión de este tesoro, has hecho mi corazón más sensible que antes para e
l dolor, hiriendo la fibra más susceptible, delicada y tierna, no me queda esperanza d
e curación; ¿por qué a mí, desventurado, a mí lesionaste con tan acerbo golpe? Me
heriste con el arma cuyo cruel veneno martiriza mi alma y mi cerebro: esto ahoga en
mí la amistad fiel, llena de sospecha mi corazón confiado, para sorprender acechand
o secretamente al amigo en medio de la noche oscura y ver el fin de mi honor. ¿Por
qué para mí esa afrenta que ningún suplicio podrá expiar? ¿Quién en el mundo podr
á sondear ese abismo inescrutable, terriblemente profundo, lleno de misterio?
TRISTÁN (levantando la mirada compasiva hacia Marco).-Oh rey, esto no puedo dec
írtelo; y lo que tú preguntas, jamás podrás saberlo. (voltea en parte hacia Isolda que
acaba de abrir los ojos y parece pedirle clemencia.) A donde va ahora Tristán ¿Isold
a, quieres seguirle? En el país de que te habla Tristán no brilla la luz del sol: es el paí
s de tenebrosa noche, de donde un día me envió mi madre cuando me concibió en la
muerte, y en la muerte me hizo venir la luz. Lo que, cuando me dio a luz, era refugio
de amor, el reino maravilloso de la noche, de la cual un día desperté, esto te ofrece T
ristán, allí se anticipa él a ir. Si Isolda quiere seguirlo fiel y sumisa, dígalo ahora.
ISOLDA. -Pedirle un día el amigo que le siguiera a extraña tierra; Isolda hubo de seg
uir, fiel y sumisa, al hechicero. Condúceme ahora por tus dominios para mostrarme t
u patrimonio. ¿Cómo podré huir de la tierra que abarca todo el mundo? Donde esté l
a casa y el hogar de Tristán, allí irá Isolda; le seguirá fiel y sumisa; enseña ahora el c
amino a Isolda.
(Tristán la besa suavemente en la frente).
ANDRET (lleno de rabia).- ¡Ah, traidor! ¡A la venganza, rey! ¿Sufrirás esta afrenta?
TRISTÁN (tira de la espada y se vuelve bruscamente).¿Quién aventura su vida por l
a mía? (Fija sus miradas en Andret.) Era mi amigo, me amaba en alto grado y con ca
riño; como nadie me procuraba honor y gloria. Impulsó mi corazón a la presunción; él
guiaba el bando que me apremiaba para aumentar mi honor y mi gloria para casarte
con el rey. Tu mirada, Isolda, también le cegaba: por celos me ha hecho traición, par
a con el rey, el amigo, a quien traicioné. Defiéndete, Andret.
(Le acomete; Andret se pone en guardia; Tristán deja caer su espada y se rinde, heri
do, en brazos de Gorvenal; Isolda se precipita sobre su pecho; Marco detiene a Andr
et).
ISOLDA.- Oh Dios mío, deja morir a esta hija tuya junto al que es el dueño de su
corazón. Yo así, sello mi amor. (Tras decir esto, se recuesta junto a Tristán, y tras
darle un beso en los labios, fallece a su lado).

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