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Módulo de Formación
Psicológica
Fundamental
Psicología de la
Personalidad
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Psicología de la Personalidad
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Índice
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6 Psicología de la Personalidad
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8 Psicología de la Personalidad
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LEYENDA
Glosario
Términos cuya definición correspondiente está en el apartado ‘‘Glosario’’.
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Módulo Formación Psicológica Fundamental
Psicología de la Personalidad
Dra. Dª. Yolanda Andreu Vaillo
Tema 1
1.1. Introducción
El término personalidad es un término comúnmente utilizado en el lenguaje popular y sobre el
que la mayoría de nosotros hemos reflexionado y elaborado teorías propias. Son precisamente
los matices o diferencias entre las teorías y el uso lego del término y las teorías -por una parte--- y
el concepto científico de personalidad ---por otra--- las que constituirán el objeto de este primer
apartado.
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Por otra parte y desde la noción intuitiva de personalidad, nos encontramos con que es
frecuente entender personalidad como la manera de ser o la forma particular de actuación de
una persona. También es muy frecuente escuchar o emplear frases referidas a que alguien tiene
mucha o una fuerte personalidad o a que tiene poca o, incluso, ninguna personalidad; a que
tiene una personalidad muy atractiva, insoportable, etc. Obsérvese que este tipo de
afirmaciones, probablemente por la alta carga de valor que llevan consigo, se encuentran
polarizadas respecto a una categorización valorativa elemental: mucha o fuerte personalidad ---
así como atractiva--- tiende a ser considerada de forma positiva, frente al otro polo cargado de
valor negativo.
Contrariamente al uso común del término personalidad, cabe destacar que, el estudio científico
de la personalidad debe ser racional, frío y mantenerse al margen de juicios valorativos. No es
mejor, generalmente hablando, un tipo de personalidad frente a otro, ni tampoco se puede
tener mucha o poca personalidad, ni dejar de tenerla. El avance por los contenidos de la
asignatura permitirá una mayor delimitación de estas afirmaciones.
4. Inclinación o aversión que se tiene a una persona con preferencia o exclusión de las demás.
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Las acepciones más próximas al uso científico del término personalidad serían la 1 (que
identifica a la personalidad como el elemento básico que permite la diferenciación de los seres
humanos) y la 8 (en la que se insiste en la idea de que la personalidad designaría un conjunto de
características). El resto de las acepciones del término personalidad alude a aspectos totalmente
ajenos al ámbito que nos ocupa; enfatizando aspectos relativos a una determinada valoración
(2, 3 y 4) o recogiendo aspectos legales del término (5, 6 y 7).
Prosópsis (mirada, perspectiva, aspecto, rostro, aire) recoge una idea de aspecto exterior,
apariencia, imagen percibida por los demás.
Prósopon (máscara) representa la máscara que empleaban los actores del teatro griego para
representar los distintos papeles de la obra.
Perí soma (alrededor del cuerpo), referido a vestimenta, ropaje, máscara y todo aquello que
sirve para acicalarse con el fin de mostrarse en público.
Tabla 2. Expresiones griegas propuestas como antecedentes del término persona. Elaboración propia (2013).
Obsérvese que en los tres casos, persona se refiere a algo extrínseco al ser humano: falsa
apariencia que escondía la realidad de lo que el ser humano era. Ciertamente, este tipo de
significaciones originales no es el más frecuentemente recogido en nuestros días. Es preciso,
por ello, destacar que fue la evolución sufrida por la expresión en el marco de la filosofía y la
teología, la que se constituirá en el origen y justificación de la acepción más común del término
(ver tabla 3).
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12 Psicología de la Personalidad
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Las significaciones más frecuentes hoy del término personalidad se refieren a las
derivaciones posteriores de la expresión. Los marcos conceptuales en los que la expresión
se difundió y asentó fueron muy distintos entre sí.
La primera ampliación a considerar es la aplicación del teatro a la vida y, desde ahí, toda
la tradición de la cultura occidental que considera el teatro como una ‘‘preparación’’ para la
vida ---el actual ‘‘desempeño de papeles’’ como recurso de intervención psicológica
encuentra aquí su lugar---.
Es así que la evolución etimológica experimentada por el término personalidad perfila dos
campos semánticos que han coexistido a lo largo del tiempo, con mayor o menor intensidad, en
las diversas aproximaciones teóricas a su estudio. De hecho, como veremos en páginas
posteriores, tradicionalmente se ha distinguido entre concepciones interioristas y exterioristas
de la personalidad.
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Los teóricos de la personalidad han de estudiar a los sujetos de una manera científica. Ello
supone que los científicos de la personalidad deben perseguir algunos objetivos que resultan
irrelevantes para el pensamiento informal y cotidiano sobre las personas. Nos referimos,
básicamente, a la necesidad de llevar a cabo una observación científica y a la necesidad de
desarrollar teorías que sean sistemáticas, contrastables y, en la medida de lo posible,
comprensivas.
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referente común del término para los psicólogos de la personalidad (Cervone y Pervin, 2009):
aquellas ‘‘cualidades psicológicas que contribuyen a los patrones perdurables y distintivos de sentir,
pensar y comportarse propios de un sujeto’’. Profundizando en lo recogido en la definición,
diremos que por perdurable, entendemos que las características de personalidad son cualidades
al menos algo consistentes a través del tiempo y a lo largo de las diferentes situaciones; por
distintivo, entendemos que la psicología de la personalidad aborda características psicológicas
que diferencian a unas personas de otras; por contribuir a, entendemos que el psicólogo de la
personalidad busca factores psicológicos que influyen causalmente y así por lo menos explican
parcialmente, las tendencias permanentes y distintivas de un sujeto; finalmente, al decir sentir,
pensar y comportarse, meramente se quiere reflejar la noción de que la personalidad es
comprensiva; se refiere a todos los aspectos de las personas, comprender a la persona como un
todo.
Con una definición de la personalidad ya podemos plantearnos otra cuestión fundamental para
perfilar el campo que nos ocupa y que nos adentra ya en la psicología de la personalidad como
disciplina: qué tipo de cuestiones está tratando de responder el teórico de la personalidad.
Podríamos afirmar que son tres las cuestiones clave: características o estructura de la
personalidad, aspectos dinámicos o procesuales y determinantes de la personalidad. En suma,
cuestiones sobre cómo son las personas, porqué se comportan como lo hacen y cómo han
llegado a ser así. A lo largo del temario se desarrollarán los contenidos que dan respuesta, a
estas preguntas. No obstante, en el próximo apartado en este mismo tema presentaremos los
elementos básicos vinculados con cada una de las cuestiones mencionadas.
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El rasgo no es susceptible de observación directa, sino que se trata de un constructo, esto es,
una abstracción derivada de la observación de conductas altamente correlacionadas o que
tienden a darse de forma conjunta. Podemos decir que un rasgo es un conjunto de conductas
que covarían entre sí; una tendencia de respuesta. Esta idea nos da la clave de su valor
predictivo.
Por su parte, el concepto de tipo, despojado de su carácter discreto y convertido en una variable
continua, designa una agrupación de rasgos. Este planteamiento es explícito, por ejemplo, en el
modelo estructural de Eysenck en el que Extraversión es un concepto tipo que incluye rasgos
como sociabilidad, actividad, dominancia, asertividad, etc. Las distintas teorías estructurales de
la personalidad diferirán en las unidades (rasgos y tipos) concretas en que consideran adecuado
describir la personalidad.
1.3.2. La dinámica
La distinción clave entre estructura y dinámica de la personalidad se encuentra entre las dos
tareas científicas de la descripción y la explicación Mucho del trabajo en psicología de la
personalidad como en cualquier otra ciencia es descriptivo. Así pues, el teórico de la
personalidad puede empezar describiendo los patrones o regularidades comportamentales de
las personas; no obstante, su objetivo final implicará también identificar los factores
psicológicos que contribuyen a dicha conducta. Todo ello sin obviar, desde luego, que muchos
otros factores que lo que llamamos personalidad contribuyen también a los patrones estables
de comportamiento.
Prácticamente todas las teorías recogen consideraciones tanto de tipo estructural como
dinámico en sus concepciones. No obstante, la investigación desde un determinado marco
teórico puede inclinarse en mayor medida hacia uno u otro tipo de elementos. Así, por ejemplo,
las teorías disposicionales o del rasgo se presentan tradicionalmente como más centradas en la
estructura, mientras que las teorías socio-cognitivas han puesto el énfasis fundamentalmente
en los aspectos de proceso.
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Los resultados de los estudios sobre genética conductual muestran que los factores genéticos
contribuyen en un 50% a la varianza de las puntuaciones en las dimensiones básicas de
personalidad, lo que nos deja un margen del 50% para el impacto ambiental. Dejando a un lado
el análisis de los posibles sesgos de estimación dadas las debilidades existentes en los estudios
tradicionales de genética conductual, lo que sí parece especialmente relevante destacar es que
la biología no es el destino y que la interacción genética-ambiente es lo fundamental. Pensemos
que sujetos con diferentes constituciones genéticas no sólo van a seleccionar, modificar y crear
ambientes distintos sino que también pueden experimentar efectos diferentes de las mismas
experiencias ambientales y provocar diferentes respuestas en el ambiente. Asimismo, personas
con una dotación genética similar pueden manifestar en mayor o menor grado esa dotación
dependiendo del ambiente en que se encuentren (ver tabla 4). De hecho, un resultado de
investigación altamente consistente (McCartney, Harris y Bernieri, 1990) muestra que la
influencia ambiental compartida (aquella que afecta por igual a un conjunto de personas) juega
un papel mucho menor que la influencia ambiental no compartida o específica (aquella que
afecta de forma particular a cada persona). Así, la cuestión fundamental en la actualidad deja de
ser la determinación de la proporción en que una característica de personalidad es heredada y
se reconvierte en dilucidar las circunstancias que conllevan un incremento o una disminución
en la manifestación de una característica con una contribución genética dada.
La interacción reactiva recoge la influencia del ambiente en cuanto que éste también se ve
influenciado y reacciona a la personalidad del sujeto.
La interacción activa, por último, se refiere al papel activo de la persona ante el ambiente
que le rodea, en cuanto éste es fruto de la selección y/o modificación del propio sujeto.
Atendiendo al posible efecto potenciador y reductor del ambiente, podemos distinguir entre
interacciones positivas y negativas. Tanto las interacciones pasivas como las reactivas o
activas pueden seguir el formato potenciador o reductor.
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afectar al desarrollo de la personalidad. Asimismo, hay creencias y/o actitudes que vienen
determinadas por la pertenencia a un determinado grupo social. Por último, la pertenencia a
una u otra cultura va a dejar también su sello en la personalidad del sujeto. La dimensión de
diferenciación cultural que más atención ha recibido es la dimensión de individualismo-
colectivismo, referida a la unidad básica de actuación en una cultura dada: el sujeto, en el caso
de las individualistas ---cultura occidental--- y el grupo, en las culturas colectivistas ---culturas
orientales---. Los resultados, obtenidos fundamentalmente de la comparación entre grupos de
sujetos japoneses y estadounidenses, muestran diferencias en personalidad entre ambos tipos
de culturas que afectan a aspectos como la autoestima, la expresividad emocional, los procesos
atribucionales o el peso de los roles y normas sociales en la predicción del comportamiento.
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Su carácter integrador y funcionalidad darían cuenta, a su vez, de otros aspectos que también
caracterizan a la disciplina y que no siempre han resultado ser positivos: (i) el hecho de que
prescindiera en algunas ocasiones de la utilización de una metodología rigurosa y (ii) sus fuertes
vinculaciones con otras disciplinas de la psicología. Si resulta evidente por lo dicho, su estrecha
relación con la psicología clínica y la psicología social; su interés por explicar la conducta de los
individuos ---tanto en cuanto se desviaba de las leyes generales, cuánto en relación a aquellos
aspectos en los que convergían determinados grupos o personas--- la vincularían con disciplinas
como la psicología básica y la psicología diferencial.
Una segunda orientación aborda no tanto las diferentes teorías elaboradas, cuanto los
resultados obtenidos en la investigación en personalidad. Desde este enfoque, se abordan
dimensiones y constructos y sus aplicaciones (p.ej., London y Exner, 1978; Báguena y Belloch,
1985; Belloch y Báguena, 1985).
Finalmente, la tercera opción adopta una postura intermedia entre las dos anteriores ---presenta
formulaciones teóricas pero también recoge las aplicaciones y la investigación en aspectos
concretos (p.ej., Ibáñez y Pelechano, 1989; Avia y Sánchez-Bernardos, 1995; Fierro, 1996;
Bermudez, Pérez-García y Sanjuán, 2003; Moreno Jiménez, 2007). Esta última formulación
descrita que, entendemos es la más susceptible de facilitar al estudioso de la disciplina una
visión no sólo más comprehensiva sino también más útil, es la que guiará el programa de esta
asignatura.
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Tema 2
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i. Dar cuenta de los fenómenos pertinentes al campo del que se ocupa y hacerlos
inteligibles.
ii. Dar respuesta a las cuestiones que suscitan los hallazgos en el campo y ser capaz
de explicar las relaciones existentes entre ellos.
iii. Hacer aflorar otros descubrimientos, llamar la atención sobre hechos nuevos o
insuficientemente indagados.
iv. Describir de manera adecuada y explicar en forma plausible la relación de ese
campo con los de otras ciencias humanas y sociales que también se ocupan de
personas y de conducta.
Teniendo en cuenta lo anterior, las teorías de la personalidad han de ser juzgadas más o menos
satisfactorias en la medida en que cumplan mejor o peor con las funciones atribuidas a la
construcción teórica.
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Concepciones Programas de
Paradigmas
Teóricas Investigación
Psicoanálisis Clínico
Cuadro 1. Ubicación de concepciones teóricas acerca de la conducta y la personalidad. Adaptado de A. Fierro (1996).
Como se puede observar, las tres columnas del cuadro no muestran una correspondencia total.
Todas las concepciones teóricas recogidas en el cuerpo central corresponden al paradigma
objetivo. Los otros dos paradigmas, psicoanálisis y fenomenología, se han plasmado en teorías
varias, que no se citan en el cuadro. La tercera columna recoge programas de investigación más
frecuentados por las respectivas concepciones con las que se les coloca en paralelo. Así, el
conductismo, el cognitivismo y la psicología biológica han investigado, sobre todo, de forma
experimental. Las teorías de rasgos, con métodos multivariados y a las teorías interaccionistas
les cuadran bien los métodos ATI. No obstante, los procedimientos clínicos e ideográficos, que
son los únicos practicados por la fenomenología y el psicoanálisis, no son ajenos, por otro lado,
a concepciones del paradigma objetivo.
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Los planteamientos de Freud tienen un origen clínico; el trabajo terapéutico continuado con la
histeria y la neurosis condujo a este autor a la elaboración de una teoría de la personalidad
basada en intuiciones. De las primeras investigaciones psicoterapéuticas, Freud sacó la
conclusión de que:
i. Las personas tenían recuerdos de los que no eran conscientes pero que se
podían recuperar ejerciendo presión.
ii. La conducta puede estar causada por ideas inconscientes que pueden hacerse
conscientes bajo circunstancias apropiadas.
La mayor parte del trabajo posterior de Freud consistió en la investigación, modificación y
elaboración de estas ideas centrales; desarrollando en consecuencia una teoría psicológica
cuyos principios aplicaría igualmente al individuo enfermo, al sano e, incluso, a la sociedad.
Ello (id)
Instancia más antigua del psiquismo a partir de la cual se desarrollan las demás.
Se compone de lo innato (instintos o pulsiones).
Constituye la base energética del ser humano.
Se rige por el principio del placer.
No se halla sujeto a las restricciones lógicas, temporales o espaciales; se expresa en
lenguaje simbólico (p.ej., los sueños).
Super-yo (super-ego)
Instancia que se encuentra al otro extremo del continuo y que se opone al ello.
Caracterizado como el heredero del complejo de Edipo .
Desempeña funciones de autoobservación del yo y de juez de las acciones de éste sobre
pensamientos e intenciones no ejecutadas.
Supone la incorporación de pautas culturales a la estructura de la personalidad.
Busca la perfección en sus acciones.
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Yo (ego)
Instancia donde se resuelven las permanentes luchas entre ello y super-yo.
Encargada de relacionarse con el mundo exterior.
Se rige por el principio de realidad.
Su función principal es la autoconservación, conjugando los deseos impulsivos del ello y
la realidad y secundando, al mismo tiempo, las exigencias morales y perfeccionistas del
super-yo.
Modelo topográfico
Lo consciente es aquella parte mental del hombre de la que se está por completo enterado;
se vincula con las percepciones sensoriales procedentes del exterior y las percepciones
internas. La consciencia es un estado transitorio ya que en cualquier momento un elemento
puede dejar de ser consciente para un sujeto. Los procesos conscientes siguen las
coordenadas espacio-temporales, son lógicos y se adaptan al proceso secundario.
El inconsciente está formado por todos aquellos procesos y contenidos psíquicos que no
tienen fácil acceso a la consciencia (han sido reprimidos) sino que hay que inferirlos,
adivinarlos y traducirlos a la expresión consciente utilizando técnicas psicoanalíticas
especiales como la interpretación de los sueños o la asociación libre. El inconsciente no sigue
un orden cronológico, no se modifica con el paso del tiempo y se rige por el proceso
primario.
El nexo entre el modelo topográfico y el modelo de las instancias lo establecen las cualidades
psíquicas. Todos los procesos psíquicos del ello son inconscientes. Pero el inconsciente no
equivale al ello, ya que se dan también partes inconscientes del yo y del super-yo (éste último es
en gran medida inconsciente). Es preconsciente una buena parte de los procesos psíquicos del
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yo (y del super-yo). Consciente es sólo una pequeña parte de los procesos psíquicos del yo (y
también del super-yo).
Para el autor, no existe una conducta casual, toda conducta está determinada por las
pulsiones o instintos y su satisfacción. En efecto, la vida mental del ser humano tendría
su origen en los instintos ---exigencias somáticas que se le plantean a la vida psíquica--- y
en el intento de las fuerzas del yo y del super-yo que, en cumplimiento de sus funciones
particulares en la vida anímica, intentarán contrarrestarlos. La teoría freudiana es así una
internalista, hedonista y determinista.
Desde su visión del hombre como sistema energético, los procesos (dinámica)
formulados por la teoría psicoanalista se relacionan muy directamente con el desarrollo,
bloqueo, expresión y transformación de la energía. En este juego de fuerzas, la ansiedad
(o angustia) desempeña un papel clave. Surge automáticamente siempre que el yo es
dominado por una irrupción de estímulos que no puede controlar y supone una
experiencia emocional dolorosa, representativa de una amenaza o peligro real para el
organismo. Ante la persistencia de este estado, surgen los mecanismos de defensa (ver
tabla 1). Su objetivo es alejar la ansiedad de la consciencia; esto es, a nivel inconsciente
nos las ingeniamos para distorsionar la realidad y eliminar así los sentimientos de
ansiedad.
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La evolución psicológica:
Freud propuso que la personalidad se desarrolla en función de estadios que se
corresponden con determinadas zonas-órganos que sirven, en los primeros cinco años
de vida, para satisfacer los instintos de autoconservación, a través de los cuales se
satisfacen también los instintos sexuales. Así, la libido original se va organizando en
etapas psicosexuales y al final de las tres primeras fases (oral, anal y fálica), la
personalidad de un individuo está totalmente conformada, de modo que las
experiencias recompensadas y castigadas del niño durante este periodo caracterizarán
el comportamiento adulto. Posteriormente, sigue una fase de latencia y la fase genital.
Los cinco primeros años de la vida son críticos para el desarrollo de la personalidad y es
que el proceso no siempre transcurre de modo fluido pudiéndose dar numerosas
detenciones o inhibiciones en el desarrollo ---fijación---. Frecuentemente, la regresión
se producirá posteriormente en condiciones de tensión; esto es, en caso de
insatisfacción posterior o de dificultades en el mundo externo. Estos procesos de
fijación-regresión junto con las etapas psicosexuales muestran gran relevancia en la
formación del carácter y de psicopatologías diversas.
Psicopatología:
En la teoría psicoanalítica, la personalidad normal y la patológica están determinadas
por los mismos factores. En ambos casos se describe la conducta en base a los aspectos
dinámicos, económicos (distribución de la libido) y genéticos (secuencia evolutiva de
desarrollo). De hecho, la teoría postula un continuo entre normalidad, neurosis y
psicosis, en función del grado de debilitamiento y desorganización del yo ---relativo en
el caso de la neurosis y absoluto en el caso de la psicosis--- y del nivel de eficacia de sus
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2.2.3. Valoración
El psicoanálisis ha sido criticado tanto desde posiciones teóricas experimentales (conductismo)
como humanistas y existencialistas; los primeros, por sus graves problemas metodológicos que
impiden la comprobación empírica de sus constructos teóricos y los segundos, por su visión
determinista y reduccionista del ser humano.
Siguiendo el razonamiento de Popper (1973), ‘‘la teoría freudiana es una teoría no falsable’’, es
decir, puede explicarlo todo pero, sin embargo, no predice nada. Su comprobación empírica no
es posible y su refutación tampoco. Debido a la formulación vaga de sus enunciados y al
principio de multideterminación, no existe una conducta humana que pueda contradecir los
enunciados de la teoría.
La persona es una unidad psicosomática (no hay mente sin cuerpo, ni cuerpo sin
mente), lo que implica el rechazo de la división freudiana de la personalidad en partes
conscientes e inconscientes. Para la psicología humanista el hombre es consciente; todos
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Motivos de deficiencia
Necesidades fisiológicas
Son las necesidades más básicas y poderosas de la jerarquía y tienen que ver con la
supervivencia física. De ellas surgen los impulsos primarios o fisiológicos. Incluyen tanto
necesidades generales (comida, agua, sexo, sueño, protección de temperaturas extremas)
como específicas (necesidad de diversas vitaminas, minerales, calcio, etc.).
Necesidades de seguridad
Surgen cuando las necesidades fisiológicas están satisfechas de manera crónica y tienden a
dominar la conducta en cualquier situación que el individuo percibe como potencialmente
peligrosa.
Necesidades de estima
Se refiere al deseo de tener una buena reputación; Incluyen la estima o el respeto por uno
mismo, y la estima de los demás.
Metanecesidades, valores B y la actualización del sí mismo. Una vez que las necesidades de
deficiencia han sido adecuadamente satisfechas, el individuo es entonces rápidamente
motivado por necesidades ‘‘más elevadas’’, necesidades de crecimiento o metanecesidades. La
meta general de la metamotivación es la actualización del sí mismo, esto es, la realización de sus
capacidades y el consecuente crecimiento psicológico del individuo.
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Maslow consideró que la reducción de las necesidades de deficiencia era una condición
necesaria pero no suficiente para la metamotivación, que exigiría también que se hubiesen
establecido un conjunto de valores (valores B o valores del ser) que el hombre se esfuerza por
alcanzar. La importancia de los valores B (p. ej., verdad, bondad, belleza, unicidad, perfección,
justicia, orden, etc.) para el individuo metamotivado es que funcionan como necesidades que la
persona se esfuerza en satisfacer. Por eso el término valor B es sinónimo del de metanecesidad.
Maslow considera la actualización del sí mismo como un estadío final que probablemente jamás
sea alcanzado. Es un proceso conductual que supone un esfuerzo continuo por colmar las
metanecesidades y de ahí lograr un mayor nivel de crecimiento personal.
2.3.3. Valoración
La mayor aportación de la psicología fenomenológica es probablemente el haber puesto en tela
de juicio la concepción conductista y la idea de ciencia que le subyace (el modelo de ciencia
natural y positivista). La fenomenología ha favorecido además la incorporación de algunos
temas obviados por otros paradigmas como la conciencia, el influjo de la cognición en la acción,
el sentido de la vida, etc. No obstante, presenta serias limitaciones. No llega a ser un paradigma
propiamente dicho o lo suficientemente elaborado, ni un programa de investigación lo
bastante explícito: no cuenta con reglas inequívocas de método ni constituye una guía de
conocimiento. No está, ni mucho menos, empíricamente contrastado.
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Atendiendo al cuadro 5, cabe señalar que como modelos internalistas podrían ser
caracterizadas tanto las formulaciones de corte biologicista, como las teorías del rasgo, así como
las teorías cognitivas. Teorías cognitivas como la teoría de los constructos personales de Kelly
podrían ser consideradas como teorías procesuales o de estado, ya que consideran que las
variables personales o psicológicas que determinan la conducta son de naturaleza dinámica 1.
Las teorías biologicistas plantean como determinantes de la conducta una peculiar
configuración anatómica (las tipologías somáticas de Kretschmer o Sheldon) o el
funcionamiento del sistema nervioso (la psicología procedente de la antigua unión soviética ---p.
ej., Paulov, Teplov--- o la psicología occidental ---p. ej., Eysenck, Zuckerman, Gray---). Por último, las
teorías del rasgo consideran que las variables personales determinantes de la conducta son de
naturaleza psicológica y estructural, denominándolas como rasgos o disposiciones estables de
conducta. En este caso, la metodología multivariada guía la mayor parte de la investigación
sobre rasgos. Dentro de este enfoque cabe citar las teorías de la personalidad de Allport, Cattell,
Eysenck y el modelo de los cinco grandes de Costa y McCrae.
1
Las teorías psicodinámicas y fenonomenológicas compartirían este enfoque internalista y procesual; si bien no el paradigma y/
programa de investigación.
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Tema 3
Como ya indicamos en el tema previo y con el fin de completar la presentación de lo que hemos
caracterizado como los acercamientos científicos en la psicología de la personalidad ---marco por
el que discurrirá la asignatura---, es imprescindible conocer los modos de estudio que utilizan
estos teóricos en sus investigaciones. Abordaremos así en las próximas líneas, la exposición de
las principales fuentes de información, junto a las principales estrategias de investigación y
análisis de datos utilizados en la psicología de la personalidad. Exposición que pretende ayudar
a que el lector se familiarice con aquellos aspectos metodológicos relevantes para entender los
desarrollos teóricos y trabajos de investigación en psicología de la personalidad. Con este
objetivo y dado que los contenidos abordados son objeto de estudio de otras disciplinas,
obviaremos la exhaustividad y abundaremos exclusivamente en los aspectos clave o
destacables desde este punto de vista.
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3.1.1. Datos L
Los datos procedentes en general de calificaciones, registros y otras pruebas que reflejan el
comportamiento de los sujetos en la vida cotidiana son datos en los que la información sobre el
sujeto en cuestión nos la proporciona una fuente distinta al propio sujeto. Block diferenció entre
aquellos que consisten en datos de registro de vida o historia vital y aquellos que proceden del
juicio de observadores. Un ejemplo del primer tipo ---denominados por el autor datos L---, serían,
vaya por caso, los expedientes académicos o penales. Obsérvese que tales datos pueden ser
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bastante objetivos y aportar información de interés sobre la persona; aunque, eso sí, de carácter
muy limitado.
Cuando la información proviene del juicio de un observador ---datos O---, la cuestión es algo más
compleja: podemos pedirle que realice observaciones directas del comportamiento de la
persona o bien podemos recurrir al conocimiento acumulado sobre la misma por parte de
alguien cercano, para que califique su comportamiento.
Las escalas de calificación o estimación son instrumentos en los que se recurre a pedir a otras
personas que califiquen el comportamiento del sujeto que interesa estudiar. Las escalas de
calificación presentan una serie de problemas y sesgos de respuesta que si bien no anulan su
uso como instrumentos de evaluación o medida de la personalidad, sí representan limitaciones
claras al mismo (ver cuadro 1). Todos ellos han de ser tomados en cuenta antes de dar por
bueno cualquier registro o escala de observación o calificación.
Problemas / limitaciones
Existencia de diferencias entre distintos calificadores respecto al volumen total de ítems
atribuidos a un mismo sujeto
Comprensión diferencial de los ítems por parte de distintos calificadores: cuanto más generales y
ambiguas sean las preguntas, más probabilidades hay de que las descripciones que realicen
diferentes personas sobre un sujeto no sean coincidentes.
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Sesgos
Efecto de halo y error lógico: el efecto halo ocurre cuando se tiende a calificar a una
persona de una forma elevada o favorable en varias variables tras ser evaluado de esta
forma en una primera. Este efecto también puede ser negativo. En relación con el efecto
halo existe el error lógico (tendencia a dar calificaciones similares a rasgos que parecen
lógicamente relacionados, aunque sean independientes, p. ej., ‘‘roba, luego es
mentiroso’’). Ambos sesgos son fruto de lo que podríamos definir como impresión
general del calificador.
Errores constantes: este tipo de errores ocurren cuando existe la tendencia a dar
evaluaciones más favorables de las merecidas por los sujetos ---error de generosidad---, más
desfavorables ---error de severidad--- o la tendencia a utilizar categorías intermedias y a
evitar juicios extremos ---error de tendencia central---.
3.1.2. Datos T
Los datos T son datos procedentes de pruebas o tests objetivos. Un test objetivo constituye un
procedimiento muy estructurado en el que se debe realizar una tarea en condiciones
controladas, con o sin participación de aparatos, y en donde el sujeto no oriente su respuesta en
una determinada dirección porque sepa cuál es el objetivo que pretende el evaluador. Como
señala Cattell y, dado que la evaluación carece de validez aparente, no estamos contemplando
la mera objetividad en las puntuaciones, sino apelando a la inherente objetividad de la situación
de prueba en sí misma.
Los datos T en personalidad pueden abarcar simulación de situaciones de la vida real, pruebas de
ejecución, motórico-perceptivas y registros psicofisiológicos. Aunque representan el ideal
objetivo y experimental; lo cierto es que adolecen de importantes problemas o limitaciones: son
caros (exigen en ocasiones laboratorio), de aplicación compleja y presentan problemas a nivel
de validez. Piénsese que su, por definición, falta de validez aparente es una dificultad en no
pocos casos, para el desarrollo y validación de pruebas o tests objetivos.
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3.1.3. Datos Q
No cabe duda de que una de las fuentes de datos más importantes es el propio sujeto, que nos
puede informar directamente sobre numerosos aspectos relativos a su personalidad. De hecho,
el tipo de datos más frecuente en la investigación en personalidad son los datos Q, procedentes
de inventarios o cuestionarios. Se trata de instrumentos de papel y lápiz (en los últimos años,
también en soporte informático) consistentes en conjuntos de ítems (frases interrogativas en el
caso de los cuestionarios y enunciativas en el de los inventarios) referidos a características
personales. Siguen el supuesto de que la mejor manera de saber lo que una persona piensa,
siente o hace es preguntándoselo. Dado que es el propio sujeto el que ofrece información
acerca de sí mismo, hablamos de autoinformes para referirnos a este tipo de instrumentación. Su
aplicación puede ser individual o colectiva, en forma de respuestas escritas o de entrevista.
Es importante tener en cuenta que, como ocurre con otros instrumentos ---p. ej., las escalas de
calificación---, los cuestionarios son susceptibles de la presencia de sesgos de respuesta (en la
cuadro 2 se recogen los más frecuentes). Sesgos de respuesta que deben ser tenidos en
consideración y neutralizados ya que, como instrumentos psicométricos, los cuestionarios
deben cumplir los criterios de bondad psicométricos ---fiabilidad y validez---.
Aquiescencia
Se refiere a la tendencia a responder afirmativamente a los ítems independientemente de su
contenido. Un intento de corrección es el contrabalanceado de los ítems. Experimentalmente
se ha demostrado que los seres humanos tendemos a responder más veces ‘‘si’’ que ‘‘no’’, por
lo que, en la medida en que la clave de corrección de las pruebas premie la respuesta si,
entonces la puntuación total real de un sujeto en una escala dada se encontrará inflada.
El estudio de este sesgo surge con la escala F de Adorno. Un primer intento de contrarrestar el
problema apeló a la formulación de instrumentos ‘‘paralelos’’, en los que los ítems expusieran
el polo ‘‘negativo’’. Surge el problema de que no siempre la formulación negativa de un ítem
es equiparable a su formulación positiva. Además la introducción de frases negativas
promueve en el sujeto confusión, es decir, no sabe qué quiere decir en muchas ocasiones la
respuesta ‘‘sí’’ o ‘‘no’’ ante una negación).
Deseabilidad social
Se dice que una respuesta corresponde a deseabilidad social cuando no es sincera, sino que
se elige para lograr la aceptación social, porque esta opción de respuesta es la ‘‘socialmente
deseable’’. Existen varias escalas de deseabilidad social (Edwars o Marlow-Crowne) elaboradas
en función de las calificaciones dadas por un grupo de sujetos a los que se les pide que elijan
la respuesta a cada ítem que sea la ‘‘socialmente deseable’’. En la medida en que el consenso
de un grupo es muy alto para un ítem dado, se dice que esa respuesta a ese ítem corresponde
a ‘‘deseabilidad social’’ y no al atributo que se pretende evaluar.
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38 Psicología de la Personalidad
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Falta de sinceridad
Tradicionalmente, en las instrucciones que se dan a los sujetos que cumplimentan
cuestionarios de personalidad se pide que sean sinceros, aunque también se sabe que este
requisito no acaba de cumplirse del todo. Los recursos o estrategias más utilizados para
estimar el grado de sinceridad de los sujetos a la hora de cumplimentar un cuestionario son:
a. Las escalas de sinceridad (o mentiras). El supuesto que justifica el uso de este recurso
es que un sujeto responderá sinceramente a las cuestiones planteadas en el
cuestionario si contesta en la dirección considerada adecuada a una serie de
cuestiones acerca del funcionamiento psicosocial. El hecho, sin embargo, es que no
hay nada que justifique este supuesto: una alta sinceridad en estas cuestiones puede
ir acompañada de falsedad en las restantes o al revés.
b. El grado de coherencia de los ítems. Se trataría de incluir ítems repetidos en
instrumentos largos. La idea subyacente es que un sujeto que ofrezca respuestas
distintas ante una misma cuestión está respondiendo al cuestionario de forma poco
sincera. Este es un supuesto ingenuo dado que existe evidencia en contra de la
coherencia total del ser humano, incluso en el plano puramente introspectivo.
En efecto, las medidas o instrumentos utilizados en los estudios de personalidad deben ser
indicadores precisos del constructo que quieren medir; dicho de otra manera, deben medir lo
que dicen medir ---validez--- y medirlo bien ---fiabilidad---.
La fiabilidad hace referencia al grado en que las observaciones son estables y pueden ser
replicadas. La fiabilidad expresa la necesidad de asegurar que una medida de la personalidad
refleja una variación auténtica y sistemática en el sujeto en lugar de error, sesgo o variación
aleatoria. En el análisis de la fiabilidad son posibles varios enfoques y/o diseños. Partiendo de
que el constructo de personalidad que se está midiendo es estable, podemos evaluar la
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Puede que el lector se esté preguntando cuál es el grado de fiabilidad que se exige para poder
calificar como fiable a una medida. La única respuesta rigurosa a esta pregunta es que depende
de la característica que se está midiendo y las circunstancias en las que se mide. En su mayor
parte, los psicólogos de la personalidad tienden a asumir, para las características que les
interesan, bastante estabilidad en el tiempo. Sin embargo, el grado de estabilidad asumido,
concretamente por lo que respecta a las situaciones, difiere entre psicólogos de orientaciones
distintas. Por ejemplo, la teoría de rasgos hace hincapié en la generalidad de la respuesta en
situaciones distintas mientras que los psicólogos sociocognitivos resaltan el carácter situacional
o dependiente del contexto del funcionamiento de la personalidad.
Con respecto a la precisión con que un test mide lo que se propone medir; esto es, con respecto
a la validez de un instrumento, también podemos distinguir, como en el caso de la fiabilidad,
diferentes formas. Mencionaremos tres que adquieren especial relieve en la investigación en
personalidad. La validez concurrente o convergente apresa el grado en que las puntuaciones
derivadas de un test se corresponden con las derivadas de otros tests ya probados que se
supone mide constructos próximos o que pueden servir de referentes. La validez predictiva se
refiere al grado en que las puntuaciones derivadas de un test se asocian con medidas o
conductas derivadas posteriormente y que a priori se asumen relacionadas. Finalmente, la
validez de constructo consiste en garantizar que un determinado instrumento evalúa un
constructo tal como es conceptualizado teóricamente. Puede considerarse que incluye a las
demás y necesita de los hallazgos de investigaciones para que apoyen tanto el concepto que se
propone como la medida del concepto.
Estrategia correlacional:
La estrategia correlacional trata de analizar la relación entre variables, sin introducir
manipulación en las mismas y apoyándose para ello en correlaciones. Una correlación
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entre dos dimensiones significa que el examen de sus valores muestra que tienden a
marchar juntos de un modo predecible. Las correlaciones nos dicen si dos variables
van juntas, covarían o no y en qué dirección y magnitud.
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Estrategias de investigación
Hasta ahora ---y con una intención básicamente pedagógica--- nos hemos referido a los
estudios experimentales y correlacionales como si siempre conllevaran la exploración
de la asociación entre dos variables y/o la predicción de una variable dependiente a
partir de una variable predictora. Sin embargo, es mucho más frecuente que los
estudios examinen conjuntamente un número mayor de variables. Tomaremos esta
idea como punto de partida para seguir profundizando a continuación en la
investigación en personalidad.
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En cuanto técnicas de contraste, las pruebas t, nos permiten analizar si entre los distintos niveles
establecidos de una variable independiente, hay diferencias en la variable dependiente medida.
Cuando mencionamos esta prueba en un momento anterior, lo hicimos al hilo de la estrategia
experimental. No obstante, en el ámbito de la investigación en personalidad, estas pruebas son
frecuentemente utilizadas en estudios de tipo correlacional, en los que los grupos a comparar se
establecen siguiendo una estrategia ---no de asignación al azar sino--- de selección. Se trata en
particular de la utilización de las puntuaciones en la variable independiente para establecer
grupos de personas caracterizados por intervalos de puntuaciones diferentes (altos, medios,
bajos; superiores e inferiores a la mediana,…) y, en ocasiones y con el objetivo de potenciar el
efecto de la variable de agrupación utilizada, extremos (por ejemplo, superiores al percentil 75 e
inferiores al percentil 25). La comparación de estos u otros grupos establecidos por selección en
alguna variable que ocurre naturalmente responde a un diseño o estudio correlacional.
Además, junto a este tipo de prueba, tenemos también el análisis de varianza que puede ser de
uno, dos o más factores independientes y en el que, como aspecto relevante para el ámbito de
la personalidad, nos permite obtener efectos principales de los factores o variables
independientes considerados y efectos de interacción resultado de su combinación. De hecho,
no pocos de los resultados que pueblan la bibliografía son fruto de interacciones o de efectos
moduladores de unas variables sobre otras; dicho de otra forma, muchas de las afirmaciones
que podemos realizar en cuanto a los efectos de una variable sobre otra van a depender de los
niveles presentes de otras variables concurrentes.
Otro tipo de técnicas o análisis que nos permiten matizar los efectos de una/s variable/s sobre
otra/s, en este caso en una dirección dinámica, son aquellos que nos permiten abordar los
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efectos de mediación. Este tipo de análisis buscan los mecanismos (variable mediadora) a través
de los cuáles una variable (variable independiente) influye o ejerce su efecto sobre otra (variable
dependiente). Las variables de personalidad pueden desempeñar distintos roles en los análisis
de mediación: pueden quedar recogidas como la variable independiente, como la variable
mediadora o como la variable dependiente. Por ejemplo, podríamos abordar la cuestión
respecto al posible papel mediador del afrontamiento en la relación entre optimismo y salud. El
estudio no ya de una sino de varias variables mediadoras requeriría el uso del modelo de
ecuaciones estructurales (Structural Equation Modeling, SEM) que permite poner en relación
múltiples variables, que permitiría probar cualquiera de las hipótesis susceptibles de ser
analizadas con cualquiera de las pruebas previamente indicadas, utilizando modelos
estadísticos más complejos y de mayor potencia (Lévy y Varela, 2006).
Por último, no queremos cerrar este tema sin mencionar que la investigación en personalidad,
atendiendo a consideraciones de tipo ético, debe obtener el consentimiento informado de cada
uno de los participantes en la misma. Esto es, para proteger el bienestar y el derecho a la
intimidad de los sujetos, es imprescindible obtener se consentimiento verbal o escrito, tras
habérsele facilitado información sobre los procedimientos y riesgos posibles, en su caso.
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Tema 4
Esta noción, intuitivamente evidente, ha resultado ser difícil de apresar desde el rigor científico y
así no es infrecuente que los resultados de investigación fracasen en proporcionarle respaldo
empírico. En el presente capítulo presentaremos algunas ideas centrales y opciones en torno a
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Si bien no denota una orientación científica unificada, es posible extraer algunos supuestos
teóricos y metodológicos comunes, compartidos por las diferentes variantes del
situacionismo (Krahé, 1992).
b. Las diferencias individuales en una misma situación son atribuidas a error de medida antes
que a disposiciones internas amplias. Este postulado tiene una forma algo diferente en las
teorías del aprendizaje social que reconocen el rol de las variables personales tales como
competencias cognitivas y procesos de atención, en cuanto variables mediadoras entre
situación y conducta.
c. Los patrones de respuesta observados pueden ser vinculados causalmente con los estímulos
presentes en la situación. De acuerdo con la posición situacionista, los procesos que
regulan la conducta individual pueden ser comprendidos adecuadamente sólo si se
especifican las relaciones entre la conducta manifiesta y sus condiciones antecedentes en
la forma de enlaces S-R.
d. El experimento es el método más apropiado para descubrir los enlaces S-R. La mejor manera
de examinar el efecto de una variable independiente sobre una dependiente es mediante
la manipulación experimental.
Cuadro 1. Supuestos teóricos y metodológicos comunes, compartidos por las diferentes variantes del
situacionismo. Elaboración propia (2013).
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La crítica formulada por Mischel va a tener un gran impacto ---pensemos que da lugar a la
llamada crisis de la psicología de la personalidad--- favorecido por importantes desarrollos que
se están produciendo en la psicología del momento (Pervin, 1990): impacto del trabajo de
Skinner sobre la psicología clínica, la revolución cognitiva (Miller, Gallanter y Pribram, 1960) y la
psicología social experimental. Viendo alejarse el interés por lo que venían sido sus
preocupaciones, atrapada entre una psicología clínica que pone el énfasis en lo conductual y
una psicología social para la que son los factores situacionales los responsables de la conducta y
carente de una comprensión amplia de su objeto de estudio ---dado su interés por cuestiones de
medida y por los correlatos de variables aisladas de personalidad---, la psicología de la
personalidad se presenta como un terreno abonado en el que fructificará la crítica de Mischel.
La crítica planteada por Mischel atacaba tan profundamente a supuestos clave ---como ya hemos
visto--- de nuestra disciplina que provocó que durante una buena parte de las décadas de los 70
y los 80 fueran numerosos los autores que reanalizaran los resultados empíricos manejados por
el autor, tratando de comprobar lo correcto de su interpretación original; que analizaran de
forma crítica la pretendida superioridad de su propuesta teórica (Bowers, 1973) o que
propusieran diferentes estrategias o soluciones a la paradoja de la consistencia. Abordamos a
continuación estas últimas, centrándonos en aquellas de mayor relevancia.
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general de personalidad, en función del cual se divide a los sujetos. Una variable
moduladora utilizada en este sentido es el "self-monitoring" (Snyder, 1983). En función
de esta variable ---referida al grado en que los sujetos muestran una conducta social que
se adecua a los índices situacionales---, sería posible identificar a un grupo de individuos ---
aquellos con puntuaciones bajas en la variable--- cuyo comportamiento es fácilmente
predecible, basándose en medidas de variables personales tales como rasgos, actitudes,
etc. ya que su conducta sería consistente.
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aproximación de Actos más Frecuentes defendida por los autores supone un programa de
investigación que aborda de manera explícita lo característico de un criterio conductual
dado con respecto al rasgo correspondiente. Para estos autores los rasgos o disposiciones
son entendidos como categorías cognitivas de actos que resumen tendencias generales
de comportamiento. La medida fundamental de tales disposiciones es un índice
compuesto de actos múltiples obtenido del conjunto de frecuencias de actos en un
período específico de observación. En línea con Epstein, los autores consideran que en la
predicción de la personalidad es necesario utilizar índices compuestos, no sólo para
predictores sino también para criterios; sólo así se mantiene una simetría total, excepto en
el nivel temporal, entre unos y otros.
La formulación del rasgo planteada por el enfoque de actos tiene implicaciones para la
cuestión de la consistencia, al plantear la distinción entre consistencia conductual y
consistencia disposicional. El índice crítico de consistencia, tal como sostienen los autores,
no lo constituye la repetición de los mismos actos, sino la frecuencia de actos
pertenecientes a una misma categoría. Así, un sujeto estará mostrando el mismo nivel de
rasgo si mantiene la frecuencia de comportamientos pertenecientes a una misma
categoría, independientemente de que los comportamientos específicos sean o no
coincidentes. De la misma manera, dos personas pueden mostrar un nivel similar del
rasgo en cuestión, sin necesidad de mostrar los mismos actos concretos.
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En suma, retomamos la relevancia tanto de los elementos estructurales como de los elementos
dinámicos de la personalidad. Elementos dinámicos y estructurales que, dado que surgen en
marcos teóricos distintos, nos ofrecen informaciones compatibles pero, hoy por hoy, no
integradas ---como se hará explícito en el programa de la asignatura---. El desafío es encontrar
puentes y vínculos entre unos elementos y otros, facilitando así la construcción de un marco
teórico integrado.
La respuesta que podamos ofrecer a esta pregunta proviene de investigaciones en las que,
sirviéndose de estudios transversales y longitudinales, se analiza la ocurrencia de cambios con la
edad en las variables de personalidad; cambios que se contemplan tanto en su vertiente
absoluta (cambios en los niveles medios poblacionales) como relativa (cambios a nivel de
diferencias individuales).
La evidencia empírica obtenida nos permite afirmar que no hay grandes cambios con la edad
por lo que respecta a las diferencias individuales en personalidad. Con un intervalo medio de 15
años, el coeficiente medio de estabilidad relativa obtenido es de 0,58 (Costa y McCrae, 1988).
Aún quedando margen para el cambio, la estabilidad es notable. Muy probablemente, la
sensación subjetiva de que nuestra personalidad cambia con el paso de los años, está en gran
medida condicionada por el hecho de que asumimos roles diferentes y nos enfrentamos a
situaciones distintas.
Con la edad sí se producen cambios, aunque de escasa magnitud, en el valor medio absoluto de
las distintas variables de personalidad. Los cambios encontrados (Roberts, Walton y
Viechtbauer, 2006) presentan un perfil evolutivo en el que los niveles en las dimensiones de
responsabilidad y cordialidad parecen incrementarse de forma continuada; mientras que los
niveles en las dimensiones de estabilidad emocional, extraversión y apertura a la experiencia
muestran, en general, un descenso en sus valores absolutos. De forma más pormenorizada, la
estabilidad emocional parece incrementarse de forma significativa hasta aproximadamente los
40 años y mantener incrementos poco significativos hasta iniciar un ligero descenso a partir de
los 70 años. La dimensión de extraversión muestra una evolución negativa a lo largo de la vida
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adulta, pero por lo que se refiere fundamentalmente a su vertiente de sociabilidad y, por último,
la dimensión de apertura muestra un perfil curvilíneo, en el que se incrementa hasta la década
de los 20 y permanece relativamente estable hasta la década de los 60 en que comienza a
decrecer.
En particular y dado lo postulado por algunos teóricos clásicos como Freud, Erikson, etc.,
despierta el interés determinar si realmente existen períodos críticos en los que se concentra
una mayor cantidad de cambio. Al respecto, los resultados de los estudios meta-analíticos ya
citados muestran que podemos afirmar la existencia de períodos de concentración de cambios;
pero que éstos guardan relación, no tanto con etapas cronológicas sino con etapas de
transiciones vitales en las que la persona debe hacer frente a nuevas circunstancias. En
concreto, el grado de fluctuación producido en la personalidad va a depender, en buena
medida, del perfil particular de las experiencias que enfrenta el sujeto. Así, vaya por caso, parece
razonable pensar que la transición del instituto a la universidad producirá cambios en la
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personalidad menores que los producidos por experiencias más severas como la experiencia de
un trasplante, de un cáncer, de un secuestro, etc.
En este marco, también cabe preguntarse si todas las unidades que constituyen la personalidad
cambian en un mismo grado. Como ya hemos constatado en el apartado anterior, los estudios
realizados desde el modelo pentafactorial de personalidad indican una notable estabilidad en
todos los rasgos postulados. Esto es, si atendemos a variables estructurales globales, el cambio
se produce en menor medida que si contemplamos, por ejemplo, facetas o variables más
específicas y de carácter más cognitivo como los valores, intenciones, objetivos vitales,
actitudes, etc., en las que el cambio es probablemente mayor.
Mencionaremos para concluir este apartado un factor modulador más del gradiente de
estabilidad/cambio en la personalidad: las diferencias individuales. A raíz de lo expuesto en
apartados previos, resulta evidente que la personalidad sigue evolucionando a lo largo de la
vida. Evolucionando, además, no sólo de forma pasiva o reactiva, dada la adaptación del sujeto
a las circunstancias que le rodean, sino también como agente y parte activa, en cuanto la
persona participa, asimismo, en la evolución y cambio de esas circunstancias, del contexto. Si la
personalidad desempeña un papel activo en el cambio, resulta evidente que las diferencias
individuales en personalidad puedan erigirse como factor modulador de dicho cambio.
Mencionaremos para concluir este apartado un factor modulador más del gradiente de
estabilidad/cambio en la personalidad: las diferencias individuales. A raíz de lo expuesto en
apartados previos, resulta evidente que la personalidad sigue evolucionando a lo largo de la
vida. Evolucionando, además, no sólo de forma pasiva o reactiva, sino también como agente y
parte activa, en cuanto la persona es el árbitro final de de las dimensiones ambientales
importantes. Las personas participan interpretando, seleccionando, reestructurando
cognitivamente, y manipulando efectivamente las características de su ambiente; todo ello en
función de su personalidad. Dado el papel activo de la personalidad en el cambio, resulta
evidente que las diferencias individuales en personalidad puedan erigirse como factor
modulador del mismo.
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de la personalidad, por una parte y, por otra, el mantenimiento de una imagen integrada de uno
mismo.
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Tema 5
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Por otra parte, Cattell sostiene que las características inherentes a su planteamiento ---acotar a
través del lenguaje el ámbito o esfera de la personalidad y servirse del A.F. para establecer la
estructura básica de la personalidad--- justifican esperar los mismos elementos estructurales de
la personalidad, independientemente del tipo de datos que se utilice ---hipótesis de la inferencia
de los medios---. En concreto y para la obtención de su taxonomía de los rasgos, el autor va a
hacer uso de tres tipos de datos, atendiendo a la clasificación que establece el propio autor y
que hemos presentado en un tema previo (ver tema 3). Nos referimos en concreto a los datos L
---basados en calificaciones de la vida real---, datos T ---basados en pruebas objetivas--- y datos Q ---
basados en cuestionarios---. Cattell llevó a cabo su investigación en tres fases, en cada una de las
cuales era objeto de análisis factorial un conjunto o tipo de datos.
En el caso de los datos L, Cattell parte del clásico estudio de Allport y Odbert (1936), en el que ---a
partir del análisis del diccionario internacional Webster de 1925--- aíslan alrededor de 18.000
palabras ---principalmente adjetivos y participios--- que poseían la capacidad de distinguir la
conducta de una persona de la de otras. Las palabras fueron agrupadas en diferentes categorías
entre las que cabe destacar la correspondiente a los términos referidos a comportamientos
consistentes y estables (p.ej. agresivo, introvertido, sociable). Categoría compuesta por un total
de 4500 términos y que va a constituir la base empírica del trabajo de Cattell. Tras un primer
análisis que elimina los sinónimos ---siguiendo el juicio emitido por un grupo de académicos---
destinado a reducir la esfera de la personalidad a proporciones manejables, los términos
resultantes fueron usados a modo de escalas de calificación para evaluar a grupos numerosos
de adultos. La realización de sucesivos análisis factoriales dio como resultado un total de 15
factores o dimensiones básicas surgidas a partir de los datos L que, en tres de los casos no
mostraban niveles de consistencia y solidez satisfactorios. Estos factores se asumían como
suficientes para dar cuenta de la conducta en el ser humano.
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Módulo Formación Psicológica Fundamental
pruebas objetivas. No obstante, los resultados del análisis factorial en este caso arrojó un total
de 21 factores que no parecían mostrar una correspondencia clara con los obtenidos mediante
datos L y Q y, así, Cattell los denominó mediante un sistema de índices universales (IV) seguidos
de un número del 17 al 37.
Escalas Descripción
A Afectotimia A+ Afable, cálida, generosa y atenta a los AFABLE
demás
Sizotimia A- Reservada, fría, impersonal y distante
B Inteligencia alta B+ Pensamiento abstracto INTELIGENTE
Inteligencia baja B- Pensamiento concreto
C Mucha fuerza ego C+ Emocionalmente estable, adaptada, EMOCIONALMENTE
madura, capaz de solucionar los ESTABLE
problemas
Poca fuerza ego C- Inestable emocionalmente, con poco
control
E Dominancia E+ Dominante, asertiva, competitiva DOMINANTE
Sumisión E- Deferente, cooperativa, evita los
conflictos
F Surgencia F+ Espontánea, activa, entusiasta ENTUSIASTA
Desurgencia F- Seria, callada
G Mucha fuerza superego G+ Atenta a las normas, cumplidora, FORMAL
formal
Poca fuerza superego G- Indulgente consigo misma, esquiva las
reglas
H Parmia H+ Atrevida, socialmente segura ATREVIDA
Trectia H- Tímida, temerosa, cohibida
I Premsia I+ Sensible, empática, sentimental SENSIBLE
Harria I- Objetiva, poco sentimental
L Protensión L+ Vigilante, suspicaz, escéptica DESCONFIADA
Alexia L- Confiada, adaptable
M Autia M+ Abstraída, imaginativa, orientada a las IMAGINATIVA
ideas
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Tabla 1. Descripción de las escalas del 16 PF-5. Adaptado de R. B. Cattell, H. W. Eber y M. M. Tatsuoka (1970).
Por su parte y respecto a los nombres que en las dos últimas columnas de la tabla identifican los
dos polos del factor, destaca la presencia de denominaciones que no recoge siempre el
diccionario; lo cierto es que constituyen neologismos (así por ejemplo, trectia significaría
‘‘susceptibilidad a la amenaza’’ y proviene de la palabra inglesa threat: amenaza) y también
acrónimos (es el caso del término parmia que significa predominio del control parasimpático y
proviene de la expresión inglesa predominance of parasympathetic control).
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Dimensiones
EXTRAVERSIÓN
A+ F+ H+ N- Q2- Extravertida, afable, animada, atrevida, natural, integrada en el grupo
Tabla 2. Descripción de las dimensiones globales del 16 PF-5. Adaptado de R. B. Cattell, H. W. Eber y M. M. Tatsuoka (1970).
Entre los principales problemas con los que se enfrenta el modelo estructural propuesto por
Cattell, cabe destacar el grado de contrastación o validación de sus hallazgos ---dado el escaso
trabajo realizado por el autor en la dirección de validar las dimensiones propuestas--- y la
contrastación empírica del número de factores obtenido ---dependiente del procedimiento de
factorización elegido, de las muestras elegidas, del tipo de material de prueba, etc. ---.
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de nuestra era). Esta teoría asigna una causa definida a cada uno de los cuatro tipos de
individuos en base a los cuales se podría clasificar a cualquier persona según el predominio de
ciertos humores corporales: flemático, melancólico, sanguíneo y colérico (ver figura 1). Desde
este enfoque (categorial) se asumía la existencia de tipos temperamentales puros o simples en
los que no era posible concebir grados intermedios.
Esta doctrina permanecerá en el acervo histórico-cultural y será recogida a finales del siglo XVIII
por el filósofo Kant (1798), quien actualiza y ofrece una descripción de los rasgos que
caracterizan cada uno de los cuatro temperamentos, a los que sigue concibiendo como
categorías estancas. Será, curiosamente, Wundt (1874) quien sustituya el acercamiento
categorial del estudio de las diferencias individuales por una alternativa dimensional; esto es,
rompe con la concepción estática de los tipos y defiende la idea de gradación de los mismos, a
partir de su conceptualización en base a un sistema cuantitativo bidimensional. En uno de los
continuos o dimensiones, el autor recoge las diferencias individuales en la fuerza o intensidad de
la respuesta emocional (débiles ---melancólico y colérico--- vs. fuertes ---flemático y saguíneo---),
mientras que la otra dimensión guarda relación con las diferencias individuales que existen en
la rapidez de la variación emocional (mutables/rápidos ---colérico y sanguíneo--- vs.
inmutables/lentos ---melancólico y flemático---). Este planteamiento bidimensional guarda una
estrecha correspondencia con la inicial propuesta bidimensional de Eysenck, como reconoce el
propio autor (ver figura 2).
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Grado en Psicología
61
Módulo Formación Psicológica Fundamental
Figura 2. Dimensiones hipotéticas de la personalidad humana propuestas por Eysenck (1952). Tomada de Trans4mind
(2012).
Otros eslabones de la cadena de planteamientos en los que se inspirará H.J. Eysenck para
elaborar su propuesta teórica explicativa o causal de las diferencias individuales incluyen
planteamientos tipológicos surgidos en la tradición psiquiátrica, como son los de O. Gross, C.G.
Jung y E. Kretschmer. Gross (1902, 1909), postuló la existencia de un sistema fisiológico basado
en el balance entre dos hipotéticas funciones del sistema nervioso central que estaría a la base
de las diferencias individuales. Jung (1921) defiende la existencia de un vínculo entre
‘‘extraversión’’ e ‘‘introversión’’ configurarían y los dos tipos de alteraciones neuróticas descritas
en el momento: trastornos neuróticos histéricos y distimia, respectivamente. Kretschmer
(1948), por su parte, muestra mayor interés por los desordenes psicóticos (esquizofrenia y
psicosis maniaco-depresiva) y sugiere un continuo temperamental ‘‘ciclotimia’’-‘‘esquizotimia’’. El
autor asoció el temperamento ciclotímico y la enfermedad maníaco-depresiva con la
extraversión, mientras que la esquizotimia y la esquizofrenia la relacionó con la introversión. Es
este mismo autor en el que se apoyará Eysenck (tratando de discernir entre su hipótesis de una
ausencia de relación entre neurosis y psicosis y la hipótesis de una continuidad entre ambas
defendida por Freud) para postular, en un segundo momento del desarrollo de su modelo
estructural de la personalidad, una tercera dimensión que cerrará su propuesta. Nos referimos a
la dimensión de ‘‘psicoticismo, dimensión que, siguiendo un cierto paralelismo con la dimensión
de neuroticismo, describiría las características comunes de los sujetos con un diagnóstico
psicótico y al mismo tiempo los diferenciara de las personas normales.
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62 Psicología de la Personalidad
9ETCS
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63
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Tabla 3. Rasgos que forman parte de las tres dimensiones del modelo PEN. Adaptado de H. J. Eysenck y S. B. G. Eysenck
(2013).
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64 Psicología de la Personalidad
9ETCS
Una primera etapa se inicia con Galton y llega hasta 1949. Se caracteriza por la existencia de
diversos intentos, si bien bastante asistemáticos, de acudir al diccionario para captar los
términos que acuñan características de las personas. Galton fue el iniciador del estudio de las
diferencias individuales y el primero en utilizar a finales del siglo XIX (1884) un diccionario para
extraer de él un millar de expresiones lingüísticas referidas a fenómenos, estados y
características relacionadas con la personalidad. No obstante, su trabajo, al igual que el de otros
autores como Mcdougall o Thurstone, pasó desapercibido. El trabajo más destacable en este
período es el trabajo de Allport y Odbert (1936), aludido al caracterizar el planteamiento de
Cattell.
La segunda fase sería la comprendida entre la publicación del trabajo de Fiske (1949), quien por
primera vez encontró los cinco superfactores y la publicación del trabajo de Goldberg (1981),
quién acuño la expresión de los ‘‘cinco grandes’’ factores de personalidad. Durante los años 60
se realizaron diversos estudios (p.ej., Tupes y Christal, 1961; Borgatta, 1964; Norman, 1963,1967)
que mostraban una estructura de cinco factores relativamente fuertes con una interpretación
similar a la actualmente imperante. Estos trabajos no tuvieron, sin embargo, una gran
repercusión a la hora de proponer una estructura básica de personalidad debido a diversos
motivos. Baste recordar el momento crítico que está atravesando la psicología de la
personalidad durante toda la década de los 70 y que se inicia con las críticas de Mischel a la
psicología de los rasgos a finales de los años 60 (ver tema 4).
En una tercera y última etapa ---que se inicia en la década de los 80--- tiene lugar la consolidación
del modelo debido a diferentes líneas de investigación que lo posibilitan y entre las que
destacan una serie de trabajos que, comparando los cuestionarios de personalidad más al uso,
convergen hacia una estructura pentafactorial similar a la encontrada desde la perspectiva
léxica. Esta línea de investigación ha estado encabezada por dos autores que han trabajado
conjuntamente, Costa y McCrae y a ella nos ceñiremos en adelante.
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El trabajo de Costa y McCrae es el que ha dado a los ‘‘cinco grandes’’ una proyección más
amplia, al elaborar un cuestionario tradicional de medida de la personalidad ---NEO-PIR, NEO
Personality Inventory Revised (Costa y McCrae, 1992)---, para la evaluación de las cinco
dimensiones (ver tabla 4). Los supuestos que subyacen al cuestionario representan un
compromiso claro con la psicología del rasgo, esto es:
Apertura a la
Extraversión Cordialidad Responsabilidad Neuroticismo
experiencia
Calidez Confianza Competencia Ansiedad Fantasía
Gregarismo Franqueza Orden Hostilidad Estética
Asertividad Altruismo Sentido del deber Depresión Sentimientos
Actividad Conformismo Orientación al Desconcierto Acciones
Búsqueda de Modestia logro ante los demás Ideas
excitación Mentalidad Autodisciplina Impulsividad Valores
Emociones blanda Deliberación Vulnerabilidad
positivas al estrés
Tabla 4. La propuesta de Costa y McCrae: dimensiones y facetas. Adaptado de P. T. Costa y R. R. McCrae (1985).
La conceptualización más pormenorizada o jerárquica que realizan Costa y McCrae de cada uno
de los Cinco Grandes es coincidente con la forma en que los autores estructuran el NEO-PI-R.
Los factores de neuroticismo, extraversión, apertura a la experiencia, cordialidad y
responsabilidad se descomponen cada uno de ellos en un total de seis facetas que delimitan las
características que incluyen cada uno y que da lugar a que el instrumento arroje un total de 30
puntuaciones en otras tantas subescalas, además de las puntuaciones en cada uno de los Cinco
Grandes.
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66 Psicología de la Personalidad
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Figura 3. Propuesta de integración del modelo de 16 factores de Cattell y el modelo PEN de Eysenck en el modelo de los
cinco grandes. Adaptada de Sánchez-Elvira (2004).
En suma, a pesar de las aparentes diferencias existentes entre los tres grandes modelos
estructurales presentados, lo cierto es que encontramos importantes puntos de confluencia que
nos permiten afirmar que Neuroticismo y Extraversión parecen haber sido identificadas de
forma adecuada ---dada su permanencia en las diferentes propuestas--- y considerar el modelo
pentafactorial como un marco de referencia e integrador de los otros dos, dados los numerosos
estudios que apoyan la propuesta. Estos diferentes estudios muestran no sólo la capacidad de
los Cinco Grandes de dar cuenta de las estructuras de personalidad recogidas en otras teorías y
cuestionarios, sino también su solidez a través de diferentes formas de evaluación, muestras,
etc., su estabilidad temporal y su acuerdo transcultural. Todo ello siendo conscientes también
de puntos débiles de la propuesta, apuntados por algunos autores (Brody y Ehrlichman, 2000),
como su origen léxico, su enfoque correlacional o su omisión de variables como metas,
proyectos, planes, etc.
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Tema 6
Dimensiones temperamentales de la
personalidad
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Cuando H.J. Eysenck (1953) elaboró el primer modelo biológico del rasgo de extraversión apeló
a los conceptos de excitación e inhibición de Pavlov. Fue una década después y tras incorporar
uno de los descubrimientos más importantes de aquella época ---la existencia de un sistema
cerebral regulador de los niveles de excitabilidad/activación cortical, denominado sistema de
activación reticular ascendente (SARA) --- que Eysenck apeló al concepto de arousal o
activación cortical, para explicar las diferencias comportamentales entre introvertidos y los
extrovertidos. Aunque posteriormente se han propuesto modelos alternativos (p.ej., el de
Depue y Collins, 1999), el modelo de Eysenck sigue siendo hoy en día el modelo dominante para
explicar las bases biológicas que sustentan la dimensión extraversión-introversión.
La propuesta del autor ha suscitado una cantidad de investigación tan amplia, variada y
extendida en el tiempo que dificulta su presentación (para una revisión ver, Gale, 1983; Carretié,
2001; Stelmack y Green, 1992). Por nuestra parte y a modo de ilustración, presentaremos
resultados y estudios clásicos en la búsqueda de contrastación empírica de la teoría.
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Los tipos de registros más frecuentes para medir el arousal son los electroencefalográficos, ya se
trate de registros de la actividad espontánea (EEG) como de la inducida (Potenciales Evocados
Promediados o PEP). En el caso de la EEG, los registros se realizan situando electrodos sobre la
superficie del cuero cabelludo para registrar pequeños potenciales eléctricos producidos por la
actividad cerebral. Los resultados obtenidos, aunque no siempre consistentes, parecen apoyar
la existencia de un mayor nivel de arousal en los introvertidos que en los extravertidos (dada la
existencia en ellos de ritmos Alfa ---ondas características del estado de reposo--- superiores). En la
técnica PEP, se registra la respuesta cerebral ante la presentación de un estímulo que se repite
muchas veces. Los datos más relevantes procedentes del uso del ‘‘Paradigma de Extrañeza’’
muestran, por su parte, la mayor amplitud de los PEP en los introvertidos, reflejando su mayor
facilidad a nivel de reactivación cortical o su mayor sensibilidad a la estimulación.
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70 Psicología de la Personalidad
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Imagen 1. Relación entre nivel de estimulación y tono hedónico. Tomado de J. Bermúdez (1985). * Nota: A y B representan
puntos hipotéticos en el continuo de estimulación; AI, AE, AP / BI, BE, BP indican el tono hedónico en los puntos hipotéticos
A y B para introvertidos, extravertidos y promedio de la población, respectivamente; NOI, NOE, NOP significan el nivel
óptimo de estimulación para introvertidos, extravertidos y promedio de la población, respectivamente; Nivel de
Indiferencia refleja el punto intermedio en el continuo hedónico, en el que el tono no es claramente positivo ni claramente
negativo.
Siguiendo con la figura anterior, a bajos niveles de estimulación, los introvertidos ya están
dentro del rango hedónico positivo, mientras que los extravertidos se encuentran dentro del
rango hedónico negativo. Justamente lo inverso ocurre para niveles elevados de estimulación.
Si por extensión hablamos de ‘‘aislamiento’’ para referirnos a situaciones en las que el individuo
recibe muy poca estimulación y de ‘‘dolor’’ para referirnos al polo opuesto en el continuo de
estimulación, se puede establecer como hipótesis general que los introvertidos tolerarán mejor
que los extravertidos la deprivación sensorial; mientras que los extravertidos tolerarán mejor
que los introvertidos las condiciones de dolor. La evidencia empírica confirma ambas
predicciones aunque en el caso de una mayor tolerancia a la deprivación sensorial en
introvertidos, existen algunos resultados sino contrarios, curiosos al menos (Tranel, 1961).
Los sujetos extravertidos e introvertidos difieren en el nivel de estimulación que requieren para
alcanzar mayor sensación de bienestar: el nivel óptimo de estimulación es mayor en los
extravertidos que en los introvertidos. A partir de esto, la hipótesis sobre especificidad estimular
establece que los extravertidos preferirán y buscarán mayores niveles de estimulación que los
sujetos introvertidos; de hecho, podríamos caracterizar a los extravertidos como buscadores de
estimulación y a los introvertidos como evitadores. Son diversos los trabajos que confirman este
aspecto; citaremos como ejemplo el paradigmático de Gale (1969) o el posterior de Geen (1984),
en el que se observa cómo el diferente nivel de estimulación preferido por introvertidos y
extravertidos no sólo resulta ser favorecedor del tono hedónico sino también óptimo para su
rendimiento (ver cuadro 1).
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Cuadro 1. Descripción del estudio de Gale y del estudio de Geen. Elaboración propia (2013).
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72 Psicología de la Personalidad
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Los introvertidos rinden peor en ambientes con altos niveles de estimulación, esto es, ante
estimulación sensorial externa (p.ej. ruido o música), administración de activadores del SNC
(p.ej. cafeína o nicotina), o activación inherente a la propia tarea (p.ej. la dificultad de la tarea).
Para entender este tipo de resultados es preciso recordar la ley de Yerkes-Dodson . Esta ley
viene a postular la existencia de un nivel óptimo de activación, como también lo hace la ley de
inhibición transmarginal de Pavlov. Integrando ambas formulaciones, la idea central se
puede resumir de la siguiente manera: a medida que se incrementa el nivel de activación,
mejora la eficacia cortical y la ejecución consecuente; todo ello hasta llegar un punto en que se
dispara el proceso de inhibición cortical, reduciéndose el nivel de actividad cortical y
deteriorándose la ejecución. Se asume que el proceso de inhibición es un mecanismo de
defensa que parece evitar que el sistema psicológico se sobreestimule peligrosamente.
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nivel habitual de tono hedónico positivo en extravertidos. Queda, sin embargo, mucho
recorrido todavía para poder explicar estos aspectos.
Al igual que en el caso de la activación cortical, también la activación vegetativa es sensible a las
características situacionales y existe un nivel óptimo de excitación emocional que dará el tono
justo de emoción que acompaña a la motivación. Dada su hipersensibilidad emocional frente a
las personas emocionalmente estables, las personas altas en neuroticismo alcanzarán antes y
con estímulos más suaves, su nivel óptimo de emocionalidad. A medida que los estímulos
emocionales vayan siendo más frecuentes y/o intensos, irá aumentando consecuentemente la
activación vegetativa, hasta un punto en el que se producirá la inhibición transmarginal o
protectora.
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Un segundo argumento tiene que ver con la validez de las medidas de la activación del sistema
nervioso autónomo. La teoría de la especificidad de la respuesta de Lacey (1967), generalmente
aceptada en la actualidad, plantea que si bien las estructuras del sistema límbico responden de
forma generalizada ante las situaciones de estrés estimular, no es menos cierto que se observan
amplias diferencias entre ellas en el grado en que se activan las diferentes funciones fisiológicas
activadas. Existen así, importantes y manifiestamente estables diferencias entre las personas en
cuanto a los patrones de respuestas fisiológicas (incrementos de la tasa cardíaca la respuesta
electrodérmica o la dilatación/contracción pupilar) que manifiestan ante el estrés. Si las medidas
psicofisiológicas de la activación del sistema nervioso no están altamente correlacionadas entre
sí, la dificultad para la obtención de resultados consistentes a nivel de investigación es obvia.
Un tercer argumento esgrimido tiene que ver con la validez de las medidas de neuroticismo.
Nos encontramos aquí con lo que podríamos denominar la falsa estabilidad emocional o el
problema de los represores. Varios estudios han sugerido que las personas que obtienen valores
bajos en neuroticismo o en las escalas de ansiedad pueden ser de dos tipos: individuos con
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ansiedad realmente baja y sujetos con ansiedad baja defensiva o represores. Se les denomina
de la forma indicada dada la sospecha de que sus bajas puntuaciones en neuroticismo no
responden a la deseabilidad social, sino que pueden deberse a mecanismos de defensa
inconscientes como la represión, que tienen su origen en una amenaza a la autoestima, en un
miedo a decepcionarse a sí mismas (Einberger, Schwartz y Davidson, 1979). La relevancia del
denominado problema de los represores para el tema que nos ocupa es que en ellos, los
autoinformes de estrés pueden disociarse de las medidas de la excitabilidad autonómica,
representando así un serio problema en el estudio de las correlaciones psicofisiológicas del
neuroticismo.
Dado que la ansiedad se asocia con muchos sistemas cerebrales distintos, la mayoría de los
cuales están conectados a la amígdala, Zuckerman (1991) plantea la necesidad de abandonar el
análisis de los componentes ‘‘más bajos’’ del sistema ---como las medidas periféricas de
excitabilidad autonómica--- y observar, en su lugar, los componentes ‘‘más altos’’, en concreto el
neocórtex.
Apelando de nuevo a la teoría de Gray, cabría evocar aquí el sistema de inhibición conductual
(BIS) vinculado con la sensibilidad a las señales de alarma, especialmente a las señales de
potenciales castigos ante los que nos hemos ido condicionando con la experiencia. En
respuesta a tales señales, el BIS dispara los mecanismos de inhibición de la conducta, ansiedad y
preocupación. Si el sistema BAS se vincula con la emocionalidad positiva, el BIS se relaciona con
la emocionalidad negativa.
Nos referiremos, por último al trabajo de R. Davidson, quien ha explorado la posibilidad de que
las diferencias individuales en lo que él llama ‘‘estilo afectivo’’ impliquen diferencias en la
asimetría electroencefalográfica. En concreto, los resultados de sus trabajos (Davidson et al.,
1990; Davidson, 1993) le han llevado a proponer que la tendencia a experimentar temor y otros
afectos negativos está relacionada con un sistema de evitación conductual que se localiza
parcialmente en la corteza frontal derecha. De modo similar, proponen que la tendencia a
experimentar felicidad y otros sentimientos positivos se relaciona con un sistema de
aproximación conductual que, en parte, se localiza en la corteza frontal izquierda. En general,
estas conclusiones son congruentes con las teorías previas.
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Aunque menos se sabe sobre la base neurobiológica del afecto o emocionalidad negativa, éste
parece guardar relación con la serotonina, neurotransmisor también envuelto en la regulación
del estado de ánimo (bajos niveles de serotonina se asocian con depresión, ansiedad y síntomas
obsesivo-compulsivos). Los nuevos psicofármacos conocidos como ISRSs (Inhibidor Selectivo de
la Recaptación de Serotonina) se piensa que alivian la depresión mediante la prolongación de la
acción de la serotonina en la sinapsis de las neuronas. Los ISRSs administrados a individuos
normales reducen la experiencia afectiva negativa e incrementan la conducta social, de
afiliación. Además, existe evidencia de relación entre lateralización hemisférica derecha y la
tendencia a experimentar emociones negativas. También hay evidencia, además, de que la
amígdala juega un papel importante en la tendencia a experimentar altos niveles de ansiedad y
distrés.
Finalmente, sabemos que la hormona cortisol está asociada con la respuesta de estrés y que la
testosterona está asociada con competitividad y agresividad (aspectos relacionados con el estilo
de regulación afectiva o impulsividad).
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Al valorar todos estos resultados y propuestas, uno debe recordar que no hay una
correspondencia biunívoca entre procesos biológicos y rasgos de personalidad. Más bien
parece ser el caso que cada componente biológico parece estar asociado con la expresión de
más de uno de los rasgos y la expresión de cada rasgo parece estar influida por más de un factor
biológico. Es difícil así integrar los resultados con los modelos teóricos, sin correr el riesgo de
sobresimplicar en exceso los resultados neurobiológicos que conocemos hasta el momento. Los
enlaces sugeridos entre biología y temperamento son mejor descritos como hipótesis iniciales y
como nuestra mejor estimación de cómo podrían entrelazarse las cosas, lo que ha de ser
comprobado en el futuro y revisado a medida que sean viables nuevos datos. Además, aunque
la localización cerebral de las funciones ha avanzado significativamente, es importante
considerar el cerebro como un sistema total. En suma, los rasgos de personalidad están
vinculados con el funcionamiento de patrones de elementos en el sistema biológico, no como
elementos simples. Como señala Zuckerman (1996), la psicobiología no es para los buscadores
de simplicidad.
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Tema 7
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En las líneas siguientes nos vamos a ocupar de algunos factores cognitivos que se relacionan
con el carácter inferencial del conocimiento y con la presencia habitual en el mismo de sesgos
cognitivos. Factores cognitivos que han sido extensamente estudiados, dada su implicación en
la determinación de nuestras conductas presentes y futuras y que contribuyen al sentimiento
de control sobre nuestras vidas. Sentimiento éste con importantes consecuencias a nivel
adaptativo, dado que proporciona seguridad sobre las consecuencias futuras y favorece la idea
de que uno es eficaz y puede cambiar el entorno.
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las desarrolladas para medir el locus de control en ámbitos como rendimiento, relaciones
interpersonales o salud.
Las personas continuamente basamos nuestras decisiones sobre el curso de nuestras acciones
en la estimación de nuestra autoeficacia. Generalmente, se llevaran a cabo conductas que
consideremos que podemos hacer y dejaremos de lado aquellas otras en las que el grado de
fracaso estimado sea alto. Estos juicios no sólo determinan la realización de una conducta, sino
también cuánto persistiremos, cuánto castigo observaremos al desarrollarla, en qué medida nos
prepararemos para las tareas y cuáles seleccionaremos. Más allá de todo esto, la autoeficacia
influye sobre nuestros patrones de pensamiento y sobre nuestras emociones.
ii. La experiencia vicaria (observación de los éxitos y fracasos experimentados por otras
personas en situaciones similares; conduce a expectativas menos sólidas y más
vulnerables al cambio que las obtenidas mediante el logro de ejecución).
iii. La persuasión verbal, (enunciación o sugestión verbal por parte de otros de si es capaz
o no de realizar una tarea particular; su poder para generar expectativas de
autoeficacia es muy débil).
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7.3. La atribución
El estudio de la atribución se ocupa de las inferencias causales que las personas utilizan para
explicar los resultados de sus conductas y/o las de los demás. En este sentido, hablamos de la
atribución como proceso posterior a la conducta. A continuación, se presentan dos de los
principales modelos teóricos: la teoría de Heider (1958), primera formulación teórica al respecto,
y la teoría de Weiner (1972,1982) en cuanto propuesta integradora.
Las fuerzas personales incluirían la motivación, en la que intervienen a su vez dos elementos:
intención (componente direccional de la motivación) y esfuerzo (componente cuantitativo) y la
capacidad (habilidad física o psíquica requerida para realizar una acción). Por otra parte, las
fuerzas ambientales pueden considerarse como estables, que incluiría la dificultad de la tarea
en la medida que se mantiene constante a lo largo de toda la acción, o inestables, dentro de la
cual se incluye el azar por estar sujeto a fluctuaciones incontrolables del ambiente. La
posibilidad de realizar una acción vendrá determinada por la capacidad y la dificultad de la
tarea, mientras que la finalización de la misma dependerá de la motivación (ver imagen 1).
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Estables Inestables
Tabla 1. Modelo bidimensional de las atribuciones causales. Adaptado de B. Weiner et al. (1971).
Posteriormente, Weiner (1974) añade una tercera dimensión atribucional, intencionalidad y/o
controlabilidad que vendría definida por el grado de control que una persona cree tener sobre
la causa; en concreto, si el factor causal está bajo el control de la voluntad (el esfuerzo o la
ayuda), o bien es independiente de ella (la suerte o la capacidad) (ver tabla 2).
INTERNA EXTERNA
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observa a alguien que experimenta la amenaza y, por similitud, también ve uno amenazada su
libertad (amenaza vicaria o amenaza por implicación social). La legitimidad de la fuente que
amenaza puede provocar un efecto contradictorio (aumentar la reacción motivacional o limitar
sus efectos). Por último, la reactancia es también una función da la implicación de otras
libertades; cuanto mayor número de libertades que se vean implicadas por una amenaza (ya
sea por tratarse de la misma situación o del mismo agente amenazador), mayor reactancia se
activará. El propio Brehm (1993) señala que el tipo más común de implicación concierne a la
repetición en el tiempo.
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cualquier respuesta ya sea suya o de otros) e indefensión personal (la persona cree que el
resultado es independiente de sus respuestas, pero no lo es de las respuestas de otras
personas), permite explicar la presencia de baja autoestima y de autoculpa como síntomas de la
depresión. Finalmente, la reformulación atribucional también recoge el hecho de que el
componente afectivo de la depresión por indefensión sólo se justifica si a la expectativa de
incontrolabilidad se le suma una expectativa de resultado negativo (expectativa de que los
resultados altamente deseados no es probable que ocurran o que resultados altamente
aversivos es probable que ocurran). Son al menos tres los factores que modulan la intensidad
del componente emocional de la depresión: valor (la deseabilidad del resultado inalcanzable o
la aversividad del resultado inevitable), expectativa (la fuerza o certidumbre de la expectativa de
incontrolabilidad) e internalidad (el carácter personal de la indefensión).
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Imagen 2. Modelo bifásico de Wortman y Brehm (1975). Adaptado de J. Bermudez et al. (2003).
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Taylor y sus colaboradores han identificado tres grandes tipos de ilusiones positivas. El sesgo de
benevolencia o visión positiva de uno mismo; la Ilusión de control o grado de control
personal percibido, de que el mundo es controlable y el optimismo no realista, ilusión
relacionada con el futuro y con la idea de que nada malo le pasará al sujeto.
Muchos de los sesgos consustanciales a la cognición humana (ya referidos al comienzo del
tema) confluirían en estas tres ilusiones positivas y permitirían su mantenimiento. Así, además
de lo evidente de la primera de las ilusiones, llamada sesgo de benevolencia, podríamos indicar
también que la ilusión de control es una manifestación del sesgo de egocentricidad; o que el
sesgo hedonista o los de falso consenso y falsa peculiaridad nos facilitan el mantenimiento de
una visión positiva de nosotros mismos.
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Tema 8
Motivos y metas
El estudio de la motivación busca identificar los motivos que están a la base de la conducta que
desarrollan los individuos y cuyo conocimiento nos permitiría explicar y predecir porqué una
determinada conducta se activa, mantiene y/o termina. No obstante, y a pesar de que la
búsqueda de aquello que motiva a las personas ha constituido una preocupación central en el
estudio de la personalidad, no contamos aún con una respuesta definitiva al respecto. Las
diferentes teorías motivacionales propuestas pueden ser clasificadas en dos grandes grupos
(Pervin, 1996):
1. Aquellas que consideran que el organismo se pone en acción porque está empujado
por una fuerza interna denominada según la teoría concreta: instinto, impulso, drive,
necesidad o motivo.
2. Las teorías del incentivo: conceden un papel determinante a algo externo, esto es, a
los objetivos o metas deseados.
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Una vez surge la necesidad, ésta tiende a persistir hasta que es satisfecha y la acción que la
satisface pasa a formar parte de un tema o línea de acción, que será almacenado en la memoria.
Cuando su satisfacción no es fácil (lo que ocurre frecuentemente en las necesidades
secundarias), la necesidad permanecerá latente, influyendo en la percepción, fantasía,
pensamiento, intención y comportamiento de la persona. Con el objetivo de evaluar tales
necesidades, Murray desarrolló una técnica proyectiva, el Test de Apercepción Temática (TAT)
(Morgan y Murray, 1935; Murray, 1943).
Tres de las necesidades propuestas inicialmente por Murray, logro, poder y afiliación, han
recibido posteriormente una especial atención. Un autor clave en este marco contemporáneo
de investigación, D.C. McClelland (1985) las conceptualizará como disposiciones
motivacionales y tratará de conferir sistematicidad y cierta objetividad a su evaluación
mediante el TAT.
Según McClelland (1953 p.228), la necesidad de logro hace referencia a la preocupación por
hacer las cosas mejor. Es el deseo de alcanzar una meta con cierto nivel de excelencia, en una
tarea que podemos considerar competitiva de algún modo (ver cuadro 1).
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Son emprendedores.
Son innovadores.
Son más eficaces en las tareas difíciles, no difiriendo cuando la tarea es fácil o rutinaria.
Rinden más que el resto de las personas ante tareas que suponen motivación intrínseca.
Cuadro 1. Características de las personas con alta motivación de logro. Adaptado de M. Chóliz (2004).
Uno de los principales acercamientos teóricos para la motivación de logro es el planteado por
J.W. Atkinson (1957). Este autor propuso un modelo teórico para explicar la relación entre
motivación de logro y preferencia por el riesgo, basado en las definiciones de necesidad de
logro dadas por Murray (1938) y McClelland (1953), utilizando el TAT, y en el marco de la
denominada teoría de la expectativa-valor (ver cuadro 2).
Según el modelo propuesto por Atkinson (1957), se distinguen dos tendencias contrapuestas, la
tendencia al éxito (TE; expectativa percibida de lograr el éxito en una tarea multiplicada por el
valor concedido a dicho éxito) y la tendencia a evitar el fracaso (TF; expectativa o
probabilidad percibida de fracaso multiplicada por el valor incentivo negativo del fracaso). En
términos generales, las personas estarían motivadas por ambas tendencias, aunque existen
importantes diferencias individuales. Cuando hablamos de personas con alta motivación de
logro, estamos indicando que su conducta estará principalmente guiada por el motivo de
aproximación al éxito; mientras que los bajos en motivación de logro estarán más orientados
por el motivo de evitación del fracaso. Atkinson (1964) utiliza el término motivación de logro
resultante (MLR) para expresar el balance entre el motivo de aproximación al éxito (TE) y el
motivo de evitación del fracaso (TF) (ver tabla 1).
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Tabla 1. Motivación de logro resultante (MLR) y motivo dominante. Adaptado de J. Bermudez, A.M. Pérez y P. Sanjuán
(2003).
Obsérvese que estamos manejando dos posibles explicaciones para la elección preferente de
tareas de dificultad media por parte de los sujetos altos en necesidad de logro. El riesgo
moderado sería una presión para la necesidad de logro porque permite a la persona maximizar
la probabilidad de experimentar el efecto positivo causado por el éxito; no obstante, la tarea de
dificultad intermedia también optimiza las oportunidades de evaluación de la actuación. En
efecto, cuando la tarea es muy fácil, el sujeto no aprende nada acerca de ella y cuando es muy
difícil tampoco obtiene información dada su dificultad para realizarla con éxito; así, la mayor
preferencia de las personas con necesidad de logro por el riesgo moderado podría ser debida al
deseo de obtener información sobre sus capacidades.
Dado que la elección de tareas de dificultad intermedia maximiza tanto la información como el
afecto, es posible que los individuos prefieran este tipo de tareas por su gran valor afectivo. En
este sentido, Trope (1986) señala que los incentivos podrían ser clasificados como incentivos de
autointensificación (intento de potenciar los sentimientos positivos sobre uno mismo ---orgullo---
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Dado que las atribuciones causales afectan el valor incentivo y la expectativa de éxito y fracaso,
hay datos que sugieren que los sujetos que difieren en necesidad de logro tienen sesgos
causales dispares o explicaciones diferentes para sus éxitos y fracasos.
Los sujetos altos y bajos en motivación de logro difieren respecto al locus de causalidad para el
éxito y en la estabilidad de sus atribuciones para el fracaso. En concreto, los sujetos con alta
motivación de logro adscriben el éxito a factores internos (habilidad y esfuerzo) mientras que el
fracaso lo atribuyen a la falta de esfuerzo. Los sujetos con baja necesidad de logro perciben el
éxito como fruto de factores externos y la falta de habilidad como causa principal de su fracaso.
Así, los sujetos altos en necesidad de logro poseen una mayor valoración de sus logros y
mantienen altas expectativas de éxito, aun después de un fracaso, dando como resultado un
aumento en la intensidad de la ejecución. Por el contrario, los sujetos con baja necesidad de
logro valoran menos sus éxitos y disminuyen sus expectativas de éxito tras un fracaso.
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Suelen ser asertivos, dominantes; discuten sus ideas pero siempre buscando posiciones de
poder y autoridad.
Suelen diferir en cuanto a sus patrones de amistad; buscan amigos entre las personas que
no son populares o conocidas, posiblemente para que no puedan competir con ellos en
estatus y poder.
Suelen ser más susceptibles a los estereotipos; el poder fomenta los estereotipos y estos, a
su vez, mantienen el poder.
Suelen elegir con más probabilidad profesiones que implican poder interpersonal legítimo
y directo.
Formación de coaliciones.
Cuadro 3. Características de las personas con alta motivación de poder. Adaptado de M. Chóliz (2004).
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Buscan conocer, relacionarse e interactuar con los demás, dedicando un porcentaje muy alto
de su tiempo a actividades sociales.
Se preocupan por agradar y ser aceptados, así pueden ser particularmente sensibles a las
consecuencias interpersonales de sus acciones.
Cuadro 4. Características de los sujetos con alta necesidad de afiliación. Adaptado de M. Chóliz (2004).
Una modalidad específica menos estudiada es el deseo de intimidad . McAdams (1980, 1992)
definió tal motivo como el deseo de establecer buenas relaciones interpersonales, en las que se
expresa cariño, intimidad e intercambio de comunicación (ver cuadro 5). Aunque la necesidad
de afiliación y el deseo de intimidad buscan establecer relaciones interpersonales, el deseo de
intimidad se asociaría más con la diversión del contacto y el deseo de mantenerlo mientras que
la necesidad de afiliación estaría relacionada con el miedo a la soledad.
Suelen ser personas que se sienten bien estableciendo relaciones personales, hablando de
ellas y manifestándolas a través de la sonrisa, la proximidad física y el contacto ocular.
Tienden a buscar más intercambios bipersonales cara a cara, con un tipo de conversación
orientada hacia la ventilación de sentimientos.
Existen datos de que estas personas tienden a relatar mayor grado de bienestar subjetivo.
Cuadro 5. Características de los sujetos con alta necesidad de intimidad. Adaptado de M. Chóliz (2004).
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98 Psicología de la Personalidad
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Sin embargo, y aunque otros teóricos también hicieron hincapié en la cualidad intencional de la
conducta, estos puntos de vista cayeron en decadencia por varios motivos. Por una parte, las
teorías del incentivo eran consideradas como mentalistas (destacaban lo que sucedía en la
mente más que la conducta visible); por otra, las teorías conductuales eran lo suficientemente
poderosas como para dominar el campo y relegar a otros planteamientos a un nivel inferior. Por
último, la revolución cognitiva, inicialmente, también propició que se perdiera el interés por los
temas motivacionales. Con el paso del tiempo, paradójicamente, la psicología cognitiva con sus
desarrollos en el campo de la cibernética y la computación fue la que allanó el camino para el
surgimiento de las teorías motivacionales contemporáneas, al mostrar un gran interés en la
conducta intencional, orientada al futuro, dirigida a metas.
Las metas tienen propiedades cognitivas, afectivas y conductuales (Pervin, 1983). El componente
cognitivo de una meta incluye representaciones o imágenes mentales de la meta, el
establecimiento de una jerarquía, y planes o estrategias que conduzcan al objetivo final; el
procesamiento cognitivo sería especialmente relevante a la hora de analizar la información
disponible antes de decidir si se debe activar o no un determinado plan para conseguir una
meta. Por otra parte, el componente afectivo incluye el grado en que las conductas vinculadas
con la meta se asocian con reacciones afectivas de aproximación, miedo, ira, etc. Finalmente, el
componente conductual incluye las acciones vinculadas con el plan diseñado para obtener una
meta. Estos tres elementos se relacionan entre sí y han de tener un determinado nivel de
significación para que podamos hablar de metas propiamente dichas. Si el componente
cognitivo es fuerte, pero el afectivo débil, hablamos más bien de actitud o un valor; si, por el
contrario, el componente afectivo es fuerte, pero el cognitivo es especialmente débil,
tendremos simplemente un deseo. Una meta con una estrategia bien desarrollada expresa más
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claramente una intención, mientras que una meta sin un plan elaborado puede ser más bien una
fantasía o ilusión.
Las metas son probablemente más que ningún otro elemento de la personalidad, idiográficas.
Desde luego, las personas nos diferenciamos en relación con nuestras metas. Ahora bien, no
sólo el contenido de las metas seleccionadas es diferente, sino que también nos diferenciamos
en la importancia diferencial que les concedemos o en la forma de alcanzarlas (Emmons, 1996;
1997).
La importancia de la meta deriva del valor que tiene para la persona y determinará la prioridad
de esa meta sobre otras y el grado de compromiso que mantenga el sujeto en su consecución. El
nivel de dificultad percibido en la consecución de una meta, es decir, su probabilidad de logro
afectará a su vez a su importancia-compromiso. De hecho, es más probable que las personas se
impliquen en la persecución de metas importantes y con probabilidad de logro elevada. Las
metas difieren también en su grado de abstracción o concreción de los criterios que deben ser
alcanzados y en su rango temporal. Los resultados obtenidos hasta el momento muestran que
las metas específicas y las próximas aumentan la motivación (motivo por el cual se recomienda
subdividir las metas lejanas en submetas más próximas y concretas). También se ha señalado
que mientras los motivos o necesidades de logro, poder y afiliación estarían por debajo de la
conciencia, las metas serían conscientes. El nivel de conectividad-complejidad se refiere al grado
de interdependencia entre las metas, así como a la cantidad de modos o planes diferentes a
través de los cuales pueden lograrse. Una última dimensión que ha sido objeto de investigación
se refiere al nivel de ambivalencia-conflicto existente entre las distintas metas; la ambivalencia
describe aquellas que despiertan sentimientos positivos y negativos y el conflicto se refiere a la
interferencia entre metas distintas.
Que la meta sea de poder o logro (frente a intimidad), que se perciba alejamiento de ella en
lugar de aproximación, que la meta esté caracterizada por un nivel bajo de especificidad, que
exista ambivalencia y/o conflicto o que se persigan metas de evitación (en lugar de procurar
metas de aproximación) son aspectos todos ellos que se asocian con sentimientos negativos,
con malestar emocional (Emmons, 1996; 1997; Elliot y Friedman, 2005).
El estudio de las metas ha sido analizado desde diferentes perspectivas o teorías. De ellas,
cuatro propuestas actuales han alcanzado un destacado desarrollo teórico y metodológico:
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a. Las tareas vitales: exigencias normales impuestas por cada periodo vital (Cantor,
1990). Este modelo se refiere a las metas conectadas con las transiciones durante la
vida, con las exigencias normales de cada período de la vida.
b. Los proyectos personales: organización de la conducta en el tiempo y en el espacio
de forma que se pueda alcanzar un determinado objetivo (Little, 1989). La idea básica
del modelo es que las personas tenemos continuamente una serie de proyectos o
tareas por hacer, que organizan nuestra vida. La jerarquía y el entrelazado que forman
todos ellos es lo que determina la dinámica de nuestra conducta.
c. Las preocupaciones actuales: conductas parcialmente impuestas por los
acontecimientos y sucesos que nos ocurren (Klinger, Barta y Maxeiner, 1981). Este
modelo recoge otro aspecto relevante de la conducta dirigida a meta: el hecho de que
la conducta no es completamente opcional y voluntaria; por contra, una buena parte
de la misma está determinada por los acontecimientos y por nuestra reacción a los
mismos.
d. Los afanes/aspiraciones personales (Emmons, 1989): el modelo de aspiraciones
personales se centra en lo que normalmente uno está intentando lograr con su
comportamiento diario. Las aspiraciones pueden ser positivas (algo que se intenta
realizar) o negativas (algo que se intenta evitar).
Las cuatro perspectivas arriba descritas reflejan aspectos diferentes y complementarios de la
conducta propositiva. Con frecuencia, la diferencia entre ellos no resulta clara y en la realidad se
entremezclan. Una posible interacción entre ellos aparece expuesta en la figura 1.
El elemento inicial serían las aspiraciones personales, los elementos de mayor elaboración y
desarrollo, el factor motivacional más global. Tanto los proyectos, como en gran parte las
preocupaciones derivan de las aspiraciones que las personas tienen, aunque estas últimas
pueden tener su relativa autonomía. Finalmente, unos y otros configuran la organización de las
tareas vitales que la persona se ve obligada a desarrollar normativamente en un determinado
momento de su vida. Las tareas vitales se configuran en función de las aspiraciones iniciales. No
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obstante, esta propuesta de síntesis teórica es probable que presente una organización
idiosincrásica, es decir, con modulaciones biográficas personales (Moreno, 2007).
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Se distinguen básicamente dos tipos de teorías implícitas: teoría implícita de entidad (el
atributo se posee en una determinada cantidad y no es posible su cambio) y teoría implícita
incremental (entienden los atributos como susceptibles de cambio). Mientras las teorías de
entidad orientan a metas de juicio (aquellas que pretenden validar el atributo y buscan la
obtención de juicios positivos y la evitación de los negativos), las teorías incrementales orientan
a metas de desarrollo (aquellas que buscan adquirir nuevas capacidades o desarrollar el
conocimiento). En el dominio del logro, por ejemplo, las metas de juicio se denominan metas de
rendimiento y las de desarrollo, metas de aprendizaje. Las metas de aprendizaje promueven el
mantenimiento de un patrón de respuesta ‘‘orientado al logro’’, en la medida en que las
dificultades y los fracasos son considerados como parte natural del proceso de aprendizaje, con
lo que se persiste más tras el fracaso y se afrontan mayores desafíos. Las metas de rendimiento,
por el contrario, se asociarían a un patrón de ‘‘indefensión’’ en la medida en que el fracaso
implica poca habilidad, y se tienden a evitar situaciones que pudieran revelar una inadecuada
capacidad.
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Tema 9
9.1. Introducción
El concepto de self (identidad personal, autoconcepto, yo) fue introducido por W. James en
1890. Sin embargo, históricamente el interés por el concepto no ha sido en absoluto constante;
más bien podemos decir que ha sufrido grandes altibajos, siendo destacado en unos momentos
e ignorado en otros. De hecho, el conductismo a principios del siglo XX supuso un declive del
interés por el self. Interés que se vio reavivado en los años 40, gracias a la aportación de autores
como Allport, quien destacó su papel central en la organización de la personalidad, y Rogers,
del que hablaremos en un apartado posterior. Los problemas existentes en los primeros
trabajos sobre el self (disparidad de definiciones, medidas diferentes y poca correlación entre
estas últimas, etc.) y los intentos de responder a las cuestiones elicitadas por el concepto de self
(sentimiento, pensamiento o percepción; uno o varios: público, privado, consciente,
inconsciente; si varios, cómo se relacionan entre sí; etc.) fueron tan deficientes que las
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perspectivas de progreso no acababan de vislumbrarse. Aunque no está claro por qué, a partir
de los años 70, quizá por la irrupción de la psicología cognitiva, el tema del self ha regresado con
toda su fuerza. Si bien se ha apelado a la irrupción de la psicología cognitiva, no parece que la
aplicación de los principios cognitivos a la personalidad constituya la única explicación, ya que
desde planteamientos psicoanalistas, por ejemplo, también se renueva el interés por el tema y
no son afectados en absoluto por la revolución cognitiva (Pervin, 1996).
El interés y la importancia del autoconcepto radican en su valor como elemento nuclear para el
entendimiento del individuo y para la comprensión y explicación de sus diversas
manifestaciones comportamentales. En el curso de su desarrollo y maduración personal, el
individuo va elaborando una imagen de sí mismo, como distinto de otras personas y organismos y,
en general, del mundo que le rodea. Cada persona desarrolla una percepción y vivencia de sí
mismo como poseedor de determinadas competencias y habilidades, con unas necesidades,
intereses y valores concretos, con unos proyectos e ilusiones que desearía lograr y satisfacer.
Además, esta percepción supone, sobre todo, la percepción de uno mismo como una totalidad
integrada y reconocible, pese a los cambios que se puedan producir en el comportamiento a lo
largo del tiempo y las diversas situaciones que nos depara la vida. Esta percepción como
realidad organizada y cohesionada es la que permite al individuo integrar las distintas
experiencias personales como elementos que encuentran su sentido dentro del proyecto vital
que lo define como persona.
Finalmente, en la medida en que el individuo se reconoce, posee una imagen segura y fiable de
sí mismo, puede anticipar su propio comportamiento en ocasiones futuras, así como las posibles
respuestas que va a recibir de los demás. No olvidemos, al respecto, que el sentido de la propia
identidad se desarrolla básicamente a partir de la confrontación de nuestras ideas, creencias,
sentimientos y conductas con las imágenes que hemos construido y mantenemos sobre
nosotros mismos y las reacciones que en cada caso nos devuelven los demás.
9.2. Concepto
En la psicología actual, el concepto de self, identidad personal, autoconcepto o yo hace
referencia a una doble realidad: la percepción del sí mismo como objeto y la percepción del sí
mismo como sujeto. Por un lado, el yo se define como el conjunto de actitudes y sentimientos de
una persona hacia sí misma; el yo es el modo en que el individuo se autopercibe y por tanto, es
objeto de ciertos procesos psicológicos. Por otro lado, el yo se entiende, más que como objeto
de ciertas experiencias, como el proceso mismo que las posibilita, de esta forma, el yo es un
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pasado (conocimiento que tiene una persona de cómo era en el pasado), un self actual (referido
al momento presente) y un self relativo al futuro denominado por Markus como los posibles
yoes. Estos últimos engloban las diferentes cualidades que a la persona le gustaría tener y
aquellas otras que no desearía tener. Los posibles yoes funcionan como un puente cognitivo
entre el yo presente y el yo futuro que facilita la construcción mental de escenarios y cursos de
acción apropiados; al tiempo que también proporcionan un estándar de referencia para evaluar
las conductas presentes o los resultados obtenidos en una situación particular. Dada su
proyección hacia el futuro, el anclaje en la experiencia de los posibles yoes es débil y, en
consecuencia, son especialmente sensibles a los cambios que se producen en las situaciones y a
la información que éstas proporcionan en relación al yo (Rueda, 2011).
El grado de independencia conceptual que exista entre los diferentes elementos será la clave
para determinar el nivel de diferenciación (mayor cuanta más independencia exista entre ellos).
La complejidad del self vendrá determinada por esa diferenciación: un autoconcepto complejo
será aquel que presente poca o ninguna solapación entre sus componentes. El contenido de
dichos componentes o la valoración que se haga de ellos, son aspectos totalmente irrelevantes
y ajenos a juicio sobre la complejidad del self.
La complejidad del self se adquiere a partir del aprendizaje y la experiencia social del sujeto;
cuanto mayor sea el número de roles desempeñado y mayor y más variada sea la experiencia de
una persona, mayor será la complejidad de su autoconcepto. Por otra parte, el modelo sugiere
que la complejidad en la organización del self, dadas la estabilidad y consistencia que le
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Junto al contenido, cada faceta del autoconcepto presenta una cualidad emocional y así
también es posible apelar a la independencia emocional. A mayor independecia emocional
entre las facetas del self, menor afectación del tono emocional de una de ellas en las demás. Por
el contrario, a mayor dependencia emocional entre las facetas del self, mayor facilidad para que
la activación de una de ellas se trasmita a todas las demás con las que esté conectada (efecto de
propagación emocional).
A partir de lo expuesto, el modelo postula que la baja complejidad del autoconcepto se asociará
con mayores cambios emocionales (estados de ánimo y autoevaluaciones) tras la ocurrencia de
un acontecimiento vital. Si como acontecimiento vial, entendemos un estresor, la complejidad
del autoconcepto actuaría como modulador de la relación entre el estrés y la salud física y
psicológica.
Por otra parte, las características descriptivas que componen el self van a diferir en el nivel de
accesibilidad o activación: el self presentará una compartimentalización positiva si los
compartimentos o categorías más accesibles son las positivas, mientras que presentará una
compartimentalización negativa cuando los compartimentos más activos sean los negativos. En
el caso de un self integrado, puede ocurrir que las descripciones positivas sean aquellas que
están más activas, en cuyo caso se habla de una organización del self integrada positiva, mientras
que si están más accesibles las descripciones negativas se habla de una organización del self
integrada negativa.
El modelo postula que el nivel de bienestar emocional del sujeto será el más alto cuando la
compartamentalización del self es positiva; alcanzará los niveles más bajos cuando la
compartamentalización del self sea negativa y los niveles de bienestar ocuparán un puesto
intermedio entre uno y otro, cuando la organización del self sea una organización integrada.
Dada la dificultad de mantener una compartamentalización positiva del self de forma estable y
consistente, se ha hipotetizado la posibilidad de que la organización integrada del
autoconcepto (que ofrece una visión más realista y equilibrada de uno mismo) esté cumpliendo
una función protectora, en la que, se premia o prioriza la estabilidad del bienestar emocional.
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108 Psicología de la Personalidad
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Por muy satisfecho que se encuentre uno con el tipo de persona que cree ser, las personas
evalúan periódicamente si así es como les gustaría ser y si están respondiendo adecuadamente
a las expectativas depositadas en ellos. Higgins postula que el grado de discrepancia entre (a)
cómo soy (self real) y cómo me gustaría ser (self ideal) y entre (b) cómo soy (self real) y cómo
debería ser o se espera de mí que sea (self del deber), provoca cambios en el estado de ánimo,
reacciones específicas de carácter emocional, que presionarán al individuo para introducir
cambios en su conducta e intentar así restablecer el equilibrio emocional alterado por la
percepción de discrepancia.
Cuando el individuo percibe la existencia de discrepancia entre el self real y el self ideal ---lo que
representa la ausencia de resultados positivos--- reaccionará con tristeza, abatimiento y
desánimo. Se producirá un deterioro en el nivel de autoestima y el individuo reaccionará con
conductas orientadas a la mejora de la imagen personal. No se descarta tampoco que,
alternativamente o en paralelo, el individuo introduzca cambios en el modelo ideal que desearía
llegar a ser, con el propósito de hacerlo algo más realista. En gran medida, estas dos estrategias
son las responsables de los cambios que se producen en el autoconcepto y de la reducción de la
discrepancia self real/self ideal que se produce en el curso del proceso madurativo de las
personas. En cambio, cuando se produce una discrepancia entre el self real y el self del deber ---lo
que representa la expectativa de resultados negativos, de castigos---, la reacción esperable es de
ansiedad y preocupación. Si uno percibe que con la capacidad y recursos de los que cree
disponer no está a la altura de las expectativas que los demás han depositado en él, o no puede
atender adecuadamente las obligaciones contraídas, se reaccionará con angustia ante el temor
de poder ser sancionado por el incumplimiento de las obligaciones, o por defraudar las
expectativas puestas en él.
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armonía entre las percepciones del self y la nueva información que llega sobre el self. Por otra
parte, el autoensalzamiento, la necesidad de la persona por encontrar información que
mantenga o eleve su autoestima.
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Por lo que respecta a los efectos cognitivos, la investigación realizada hasta el momento es
bastante consistente al señalar que la imagen que uno tiene de sí mismo, en cuanto estructura
cognitiva, elaborada a partir de las experiencias acumuladas relativas a uno mismo, condiciona
la calidad del procesamiento de la información que es congruente con dicha imagen:
Mayor sensibilidad.
Mejor discriminación y procesamiento.
Mejor recuerdo y reconocimiento.
Mayor resistencia a la información incongruente.
Por otra parte, la imagen que uno tiene sobre sí mismo y los procesos dinámicos asociados a su
mantenimiento, condicionan las manifestaciones interpersonales de un sujeto; esto es, el modo
en que categoriza y juzga a los demás, el tipo de personas con las que elige relacionarse, el tipo
de estrategia que emplea en sus relaciones sociales, así como el modo en que reacciona al
feedback recibido de aquellos con quienes se relaciona.
La investigación llevada a cabo en este contexto por Markus y su equipo ha confirmado que el
sujeto se fija en las variaciones de la conducta ajena en aquellos aspectos que son importantes
para el self (es decir, en áreas en las que el individuo tiene un esquema del self o ‘‘es
esquemático’’ sobre ellas). Así, una persona que ha desarrollado un esquema con respecto al
peso, percibirá rápidamente aspectos relacionados con el peso al evaluar a otros. Cuando el
individuo esquemático se fija en un área relevante para el esquema, elabora la información de
acuerdo con la propia estructura cognitiva, lo cual tiene sus consecuencias, en comparación con
el individuo no esquemático (Markus y Smith, 1981). Esto es, el proceso de emitir juicios sobre
áreas en las que el sujeto es esquemático es bastante distintivo dado que el propio estímulo no
se percibe de la misma manera por esquemáticos y no esquemáticos debido a la mayor
información que poseen los primeros y en base a la cual pueden realizar más inferencias y
elaboraciones sobre el estímulo. A partir de estos resultados básicos, se ha llegado a sugerir
algunos efectos más del autoconcepto en la percepción de otras personas. Se ha constatado,
vaya por caso, que el esquema del self se activa muy pronto en la secuencia de procesamiento y,
en ausencia de información, acentúa las semejanzas con los demás. Así, por ejemplo, cuando el
sujeto tiene escasa información sobre otros, los sujetos esquemáticos tienden a ver a los demás
de forma bastante automática como similares a ellos mismos. Ahora bien, si aumenta la
información, el esquema del yo acentúa y facilita las diferencias, encontrándose unas
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distinciones más acentuadas en los juicios de los sujetos esquemáticos que en los de los no
esquemáticos.
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Tema 10
10.1. Introducción
Una de las áreas de aplicación de la investigación en psicología de la personalidad más recientes
y de mayor auge en la actualidad es la que vincula la personalidad con el campo de la salud y
avala la influencia de los factores psicológicos en los procesos de enfermedad.
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114 Psicología de la Personalidad
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En este tema, abordamos exclusivamente el primero de los mecanismos comentados; esto es, la
influencia directa de la personalidad en la enfermedad a través del estrés.
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116 Psicología de la Personalidad
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enferma, por otra, apela a la reactividad fisiológica que caracteriza a los sujetos
hostiles cuando se enfrentan a situaciones que implican retos interpersonales,
crítica u hostigamiento. No obstante, otros elementos a tener en cuenta también,
incluyen el uso de estrategias de afrontamiento poco efectivas y la mayor
vulnerabilidad psicosocial de la persona hostil.
Muchos otros estudios se han centrado sobre constructos no tan amplios sino de
nivel medio; mencionamos aquí, por su relevancia, el optimismo. Los resultados de
investigación muestran de forma consistente el papel protector del optimismo
frente a la enfermedad y lo relaciona con una percepción de mayor control ante las
situaciones estresantes, así como con la tendencia a adecuar las estrategias de
afrontamiento a la situación ---activas en situaciones controlables y pasivas en caso
contrario--- (Vollrath, 2006).
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Glosario
Carácter
Complejo de Edipo
Atracción hacia el progenitor del sexo opuesto unido al temor a ser castigado por el del mismo
sexo.
Conservadurismo cognitivo
Sesgo cognitivo en el que el sujeto tiende a mantener las estructuras cognitivas a pesar de la
información que las contradice. Tiene dos manifestaciones principales: el sesgo de confirmación
(la tendencia a seleccionar la información que confirma las propias ideas) y la reescritura de la
memoria (tiene como función permitir el cambio mientras se mantiene la creencia de que el
cambio no se produce).
Consistencia transituacional
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118 Psicología de la Personalidad
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Deseo de intimidad
Desesperanza
La expectativa de que los resultados altamente deseados no es probable que ocurran o que
resultados altamente aversivos es probable que ocurran, y la expectativa de que ninguna
respuesta del repertorio de uno cambiará la probabilidad de ocurrencia de esos resultados.
Esfera de la personalidad
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119
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Estabilidad temporal
Por otra parte, la estabilidad temporal de las características de personalidad no ha sido una
cuestión ampliamente debatida. Suele haber acuerdo en la existencia de una estabilidad
notable en estas variables, aunque ello parece depender en alguna medida de las variables
evaluadas y se relaciona también con la estabilidad de la situación o del ambiente social (Block,
1977; Olweus, 1979).
Juicio que una persona hace respecto a su capacidad para afrontar situaciones específicas, en
base al cual organizará y ejecutará sus actos de modo que le permita alcanzar el rendimiento
deseado.
Expectativa de resultado
Grado en que una persona cree que una conducta determinada permitirá alcanzar o conseguirá
determinados resultados positivos.
Experimento
Estudio o investigación en el que al menos una variable es manipulada y las unidades son
aleatoriamente asignadas a los distintos niveles o categorías de las variables manipuladas.
Fiabilidad
Fijación
(De la libido a un objeto o modo de gratificación correspondiente a una determinada fase). Las
fijaciones se producen cuando el niño no recibe la adecuada gratificación en el curso de una
determinada etapa o, por el contrario, cuando ésta es demasiado grande y hace que el
individuo no se sienta motivado para avanzar a la siguiente etapa. En el caso de haberse
quedado fijado a una etapa, el individuo intentará obtener siempre la misma clase de
gratificación que había obtenido durante dicha etapa anterior.
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120 Psicología de la Personalidad
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Formación reticular
Red neuronal que se extiende a lo largo del tronco cerebral y recibe fibras procedentes de todas
las conducciones aferentes y envía colaterales a todas las funciones eferentes lo que permite
disponer de información sobre todas las entradas y salidas del cerebro. La actividad reticular, en
su proyección ascendente (SARA), se proyecta difusamente en el cortex. A su vez, desde la
propia corteza cerebral que ella dinamiza, puede ser estimulada. Desde la corteza cerebral se
imparte la orden voluntaria de activación reticular que permite proseguir despiertos y atentos
pese a la fatiga; desde la misma corteza cerebral pueden partir órdenes de apaciguamiento
reticular cuando el grado de excitación resulta excesivo. Esta formación constituye un sistema
de transmisión no específica previsto para las reacciones y regulaciones globales del
comportamiento en su conjunto y a la unidad del individuo, es el despertador de la corteza
cerebral. Aumenta la receptividad del cortex a las excitaciones y éste necesita la constante
activación por parte del sistema reticular. Por ello, la formación reticular (y en particular el SARA)
es la base de la vigilancia, de la alerta o atención y de la propia percepción. De hecho, la corteza
cerebral aislada de la formación reticular da lugar en el animal a la pérdida del estado
consciente. La formación reticular posee una función seleccionadora; controla los mensajes que
ingresan en el sistema nervioso central con el fin de permitir el enfoque de la atención;
Interviene en el reflejo de novedad o curiosidad.
Ilusiones positivas
Distorsión de la realidad en beneficio propio (Taylor, 1983, 1989). Estas ilusiones hacen
referencia al self y pueden ser de tres tipos: visión positiva de uno mismo o sesgo de
benevolencia, ilusión de control y optimismo no realista.
Indefensión aprendida
Estado psicológico en el que un sujeto se cree incapaz de modificar, mediante sus conductas, la
situación desagradable/aversiva en la que está inmerso. Esta condición refleja la convicción de
la falta de control sobre el ambiente.
Indefensión personal
Indefensión universal
La persona cree que el resultado es independiente de todas sus respuestas y de todas las
respuestas de otras personas; nadie puede controlarlo.
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121
Módulo Formación Psicológica Fundamental
Idea que se recoge en occidente y que tiene un significado similar a la ley de inhibición
transmarginal. El primer postulado de dicha ley sostiene que la relación entre nivel de
activación, tensión o emoción y la ejecución o rendimiento en una tarea es una relación
curvilínea, en forma de U invertida. De otra forma, existe un nivel óptimo de activación, por
encima del cual el rendimiento comienza a deteriorarse; este nivel óptimo viene a coincidir con
el umbral de inhibición transmarginal o protectora. Por otra parte, el segundo postulado de la
ley de Yerkes-Dodson mantiene que el nivel óptimo de activación es inversamente proporcional
al nivel de dificultad de la tarea; es decir, es más alto en las tareas fáciles que en las difíciles.
Meta o Necesidad
Necesidad de afiliación
Interés por establecer, mantener y restablecer relaciones positivas con otras personas.
Necesidad de autodeterminación
Necesidad que abarca el deseo de las personas de ser agentes de sus acciones. También
denominada necesidad de autonomía.
Necesidad de competencia
Necesidad que abarca los esfuerzos de las personas por controlar los resultados y experimentar
eficacia.
Necesidad de interrelación
Necesidad que abarcaría los esfuerzos de las personas por relacionarse con los demás, cuidar y
ser cuidado, y sentirse incluidos en la realidad social.
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122 Psicología de la Personalidad
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Necesidad de logro
Deseo de alcanzar una meta con cierto nivel de excelencia, en una tarea que podemos
considerar competitiva de algún modo.
Necesidad de poder
Preferencia o preocupación recurrente por causar impacto sobre los demás a través de la
influencia, persuasión, ayuda, discusión o agresión.
Principio de placer
Principio por el cual todo impulso debe ser gratificado inmediatamente con el fin de reducir el
estado de tensión que genera el organismo al margen de toda cuestión moral.
Principio de realidad
Principio por el cual los impulsos no son gratificados inmediatamente debido a la presión del
medio externo, produciéndose entonces una demora en la gratificación. Este principio
contradice hasta cierto punto el principio del placer ya que nace como modificación adaptativa
de este último.
Reactancia psicológica
Activación motivacional que se produce en un sujeto cuando su libertad para llevar a cabo una
determinada conducta (que el sujeto cree capaz de ejecutar) se limita. La activación emocional
le llevará a realizar esa conducta limitada para de esta forma restaurar su libertad.
Regresión
La persona vuelve a un estadio anterior de desarrollo, realizando la conducta que fue más
apropiada en ese estadio anterior.
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123
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Sesgo cognitivo
Es la tendencia a atribuir los éxitos personales a factores internos y los fracasos a factores
externos. Un aspecto interesante de este sesgo es que parece incluso ser predictor del éxito real.
Los sesgos directamente servidores de la autoestima no sólo los empleamos para juzgarnos a
nosotros mismos, sino también a todos aquellos con los que estamos afectivamente unidos.
Sesgo cognitivo producido por la tendencia a considerar al sujeto como efectivo y competente
en su conducta y a considerar los propios errores y limitaciones como factores secundarios o
accidentales. Las manifestaciones más frecuentes del mismo son la tendencia a recordar más
éxitos que fracasos, la aceptación de los éxitos pero no de los fracasos, la denegación de
responsabilidad en posibles daños a terceros, la tendencia a identificarse con los vencedores y a
desmarcarse de los perdedores y la proclividad a considerar el resultado del propio trabajo
como bueno.
Sesgo cognitivo que indica que la información referida al sujeto ocupa un lugar privilegiado en
la memoria. Recordamos mucho más aquello que nos afecta a nosotros que otros temas
neutros. La ilusión de control sería una manifestación de ello. Uno recuerda mejor su
contribución relativa a una tarea que la de los demás. El efecto del falso consenso también
puede considerarse como una manifestación del sesgo de egocentricidad; es una tendencia a
sobreestimar el porcentaje de personas que están de acuerdo con nuestra forma de pensar o de
actuar.
Junto al error fundamental de atribución, Jones y Nisbett (1971) notaron que se producía un
error inverso cuando se efectúa una atribución sobre la propia conducta. El error fundamental
se aprecia en observadores, no en actores. Los actores, por el contrario, tienden a subrayar la
importancia de los factores situacionales al interpretar la causa de su conducta actual,
despreciando los disposicionales. Jones y Nisbett denominaron a esta pareja de sesgos el
‘‘paradigma actor-observador’’.
Tendencia generalizada de un sujeto a atribuir a factores personales del actor las causas de los
hechos, incluso en presencia de factores externos claramente intervinientes y atenuantes.
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124 Psicología de la Personalidad
9ETCS
Sesgo de respuesta
Mecanismo que determina la sensibilidad del sujeto hacia las señales de recompensa o no
castigo. Este sistema también es responsable de la creación de emociones positivas (esperanza
y alegría), que reflejan la anticipación de cosas buenas. Diferentes autores han propuesto los
centros cerebrales que participan en el sistema de activación y hay una considerable diversidad
de opiniones al respecto.
Agrupa los centros de integración del SNA. Se le considera como el punto de origen de la
emoción y la motivación, a la par que ocupa una posición central en el desencadenamiento de
los comportamientos instintivos. Anatómicamente se representa como un anillo en la cara
interna de cada hemisferio cerebral y se compone de las estructuras del hipocampo, la
amígdala, el cíngulo, el septum y el hipotálamo. La palanca de cambio inmediata del sistema
límbico se asienta en el hipotálamo; esto es, constituye su parte efectora. El hipotálamo es pues
la encrucijada donde se entrecruzan el sistema nervioso de la vida vegetativa y el sistema
nervioso de la vida de relación.
También recibe el nombre de Sistema Nervioso Vegetativo (SNV). Es la parte del sistema
nervioso que se encarga de controlar la homeostasis a corto plazo o de regular las funciones
vegetativas, controlando y posibilitando el funcionamiento armónico de las vísceras y de las
glándulas, así como las actividades cardiocirculatorias, respiratorias, etc. El hipotálamo puede
considerarse como el centro nervioso principal del SNA y durante mucho tiempo se consideró
como la porción más craneal o superior del sistema vegetativo. Existen dos subsistemas o ramas
en el SNA: i) la rama simpática que prepara al cuerpo para afrontar situaciones de emergencia,
reduciendo las actividades que no contribuyen de modo directo al esfuerzo muscular
(incremento de los latidos del corazón, de la presión sanguínea, vasoconstricción periférica,
incremento de la sudoración, de la tensión muscular, dilatación pupilar, y reducción de las
secreciones salivar y gastroduodenal); ii) la rama parasimpática ejerce una labor de protección
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de los recursos corporales y facilita la eliminación de los residuos (produce constricción pupilar,
secreción lacrimal y salivar, broncoconstricción, bradicardia, acelera el tránsito digestivo y
favorece las evacuaciones gástrica y urinaria y la secreción gastroduodenal. Es la responsable de
la recuperación energética y del reposo.
Temperamento
Aquellas diferencias comportamentales que son relativamente estables, que ofrecen una
consistencia de respuestas en situaciones bastante distintas y que se encuentran ancladas en lo
biológico (Bates, 1987). Tiene unas connotaciones mucho más psicológicas o
comportamentales que el término constitución. Evoca los aspectos emocionales y denota las
características fisiológicas.
Sería igual a la expectativa percibida de lograr el éxito en una tarea (probabilidad de éxito),
multiplicada por el valor concedido a dicho éxito (valor incentivo del éxito).
Sería igual a la expectativa o probabilidad percibida de fracaso por el valor incentivo negativo
del fracaso.
Técnica proyectiva desarrollada por Murray (Morgan y Murray, 1935; Murray, 1943) en la que el
sujeto ha de elaborar historias a partir de láminas con dibujos o imágenes, cuyo carácter
ambiguo responde a la intención de neutralizar la influencia de la presión.
Validez
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126 Psicología de la Personalidad
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Agradecimientos
Coordinadora
Dª Mercedes Romero Rodrigo
Diseñadores
Dª Carmina Gabarda López
D. Jorge García Meneu
Dª Cristina Ruiz Jiménez
Dª Sara Segovia Martínez