Está en la página 1de 2

SIGNIFICADO DE LA MAGIA

La corrupción que ha sufrido el lenguaje en los últimos siglos es la causa más importante
de los contrastes que surgen en el contexto de un discurso o discusión.
Si quiere abordar un argumento, no sólo tiene que fijar los términos del problema, también
hay que darle un sentido preciso a las palabras que se van a utilizar.
Aquí no queremos referirnos a las formas literarias utilizadas por un político o un crítico
de arte, sino considerando en particular el discurso común, es la conversación mantenida
por dos o más personas, en el curso de la discusión sobre cualquier tema.
El lenguaje es el vínculo que puede unir intelectualmente a una persona con otra, pero su
corrupción ha llegado a tal punto que el mismo término puede ser empleado con diferentes
significados, desde el más sublime hasta el más despectivo, generando así incomprensión.
Este medio de expresión es la materialización de lo informal que se agita dentro de
nosotros: que se exterioriza en el mismo momento en que pronunciamos la palabra. Al
hablar creamos, porque damos cuerpo y forma a la idea, en sí misma aformal e inmaterial,
reina de otro reino; por tanto, desde un punto de vista hermético, la voz es el órgano
creador por excelencia, dado al hombre por la Naturaleza.
Con la palabra, al pronunciar el nombre que pertenece a lo que estamos evocando en ese
momento, tratamos de afianzar el ritmo oculto que está en la base de la cosa misma, la
armonía por medio de la cual la cosa llegó a existir, los medios matemáticos que la ponen
en armonía con todos los demás intervalos musicales que forman los seres existentes en
la naturaleza (I).
Deseamos poner en evidencia las consecuencias que pueden derivar el deterioro del
habla como expresión rítmica-matemática de la cosa por la que vibra.
Cuando entre la idea prima, que pulsa en su plano, en el mental y su expresión material,
traída a la manifestación a través de un soporte físico, como la emisión de la voz a través
de las cuerdas vocales, no hay una correspondencia biunívoca, hay una ruptura entre el
plano divino y el plano físico.
Esta ruptura se denomina comúnmente "mentira".
De este modo, se produce una separación tajante entre lo que está a la espera de
manifestarse y lo que ya se ha manifestado.
Por lo tanto, la mentira, mentir, siempre ha sido considerada por todos los misterios y
religiones como uno de los pecados más graves que el hombre puede cometer.
Las consecuencias derivadas de la mentira son intrínsecamente funestas, porque la voz
no llama a lo que está esperando venir a la manifestación, sino que promueve el traer a
la existencia en el campo astral, es decir en el campo intermedio, una entidad contraria
a la propia idea, impidiendo de esta manera que encuentre su camino natural hacia la
materialización.
En definitiva, existe una clara ruptura entre los dos campos de existencia que se
expresaron al principio de la creación de este rincón del cosmos: el campo mental, por un
lado, y el campo físico o de la materia, del otro.
Por lo tanto, el campo físico, ya no encuentra una conexión con el campo de la ideación,
su campo director, porque la mentira le impide la reciprocidad natural, recibirá sus
impulsos del campo astral, que está mucho más cerca que el campo mental. Esto provoca
una importante alteración en la secuencia de la las funciones naturales del cosmos,
trayendo una alteración deletérea en el organismo mismo del mundo
Es como un cáncer de enormes proporciones que corroe los delicados equilibrios que
mantienen unido el universo.
El campo físico, habiendo perdido el contacto con su campo mental racional y puro,
mantiene su vínculo con el campo astral o vital y este último, al mismo tiempo, comienza
a crear por sí mismo el suyo propio, sin el control de las entidades mentales, por tanto,
fuera de las directivas establecidas desde el inicio.
Esta es la principal causa metafísica del mal de nuestro siglo: el cáncer.
Este mal no sólo afecta al cuerpo humano, sino también todas las manifestaciones de la
naturaleza y todas aquellas cosas en las que predomina la intervención humana, como,
por ejemplo, las ciudades, que ya no se construyen de acuerdo con unos bien definidos
parámetros celestes, por tanto divinos o mentales, sino en modo absolutamente caótico.
Este desequilibrio repercute en el principio de equivalencia entre el hombre y la naturaleza,
también en los reinos inferiores. De hecho, vemos que la vegetación se va extinguiendo poco a
poco como consecuencia de una impresionante sucesión de enfermedades mortales que
afectan, de año en año, a determinadas categorías de árboles. También podemos ver la lenta
pero gradual desintegración del campo mineral, en el que la superficie del planeta se va
desmoronando poco a poco bajo la presión de los agentes endógenos y exógenos.

Ya en la más alta antigüedad se preconizaba la dicotomía entre el campo de los principios


rectores y el de las realizaciones. Asclepio, en el Corpus Hermeticum, ya ve nuestra época: en
la que los dioses abandonarán la tierra, y sólo los demonios se mezclaran con los hombres.

11 El lenguaje ha sido el elemento que en los últimos siglos ha puesto claramente de


manifiesto la trayectoria descendente del hombre, y con él, la de todo lo que le rodea.

Su corrupción ha sido su campana de alarma, sonando

a finales de los siglos XIII y XIV, anunciando una vertiente

ginosa

También podría gustarte