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5/2/23, 21:42 Capítulo 1: Nuestra necesidad de profetas vivientes

Capítulo 1

Nuestra necesidad de profetas


vivientes

Introducción
Desde los días de Adán, una manera en la que el Señor ha comunicado
Su voluntad a Sus hijos ha sido por medio de profetas (véase Amós 3:7).
Los profetas nos enseñan la voluntad de Dios y revelan Su carácter
divino; son predicadores de rectitud, denuncian el pecado y, cuando son
inspirados a hacerlo, predicen eventos futuros. Más importante aun, los
profetas testifican de Jesucristo. El Señor prometió que si “[damos]
oído” a las palabras del profeta, “las puertas del infierno no
prevalecerán contra [nosotros]; sí, y Dios el Señor dispersará los
poderes de las tinieblas de ante [nosotros], y hará sacudir los cielos para
[nuestro] bien y para la gloria de su nombre” (D. y C. 21:4, 6). Al tener
profetas para guiarnos, podemos estar seguros de la voluntad de Dios
concerniente a nosotros; podemos estar seguros de que cuando
seguimos el consejo de los profetas vivientes, navegaremos mejor a
través de los tiempos difíciles en los que vivimos.

Comentarios
1.1
El Señor revela Su voluntad a los profetas vivientes hoy así
como lo hizo en el pasado
El presidente Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles,
explicó que desde Adán hasta el Presidente de la Iglesia actual, los
profetas han sido una parte importante del plan del Señor:

“La primera dispensación [del Evangelio] tuvo lugar en la época de


Adán. Posteriormente, vinieron las dispensaciones de Enoc, Noé,
Abraham, Moisés y otras [véase la Guía para el Estudio de las
Escrituras, “Dispensaciones”]. Cada profeta tuvo el encargo divino de
enseñar acerca de la divinidad y de la doctrina del Señor Jesucristo.
En cada dispensación, esas enseñanzas tuvieron por objeto ayudar a las
personas, pero la desobediencia de estas tuvo como resultado la
apostasía…

“Así vemos que era necesaria una restauración total. Dios el Padre y Su
Hijo Jesucristo llamaron al profeta José Smith a ser el profeta de esta
dispensación. Todos los poderes divinos de las dispensaciones
anteriores debían restaurarse por conducto de él” (“El recogimiento del

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Israel disperso”, Liahona, noviembre de 2006, págs. 79–80; énfasis


agregado).

La dispensación final del Evangelio empezó con el llamado de un


profeta: José Smith. Al igual que en las dispensaciones pasadas, la
voluntad de Dios se da a conocer a Sus hijos mediante el proceso de la
revelación.

El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia,


habló sobre la necesidad de la revelación constante:

“Mucha de la revelación que se ha recibido, tanto en esta época como


en el pasado, ha sido doctrinal. Parte de ella ha sido acerca de cómo
dirigir la Iglesia y cómo solucionar problemas, y muy pocas han sido
espectaculares. El presidente John Taylor dijo: ‘La revelación que
recibió Adán no daba instrucciones a Noé para construir el arca, ni la
revelación que recibió Noé mandaba a Lot que abandonase Sodoma, ni
ninguna de ellas hablaba de que los hijos de Israel salieran de Egipto.
Cada uno de ellos recibió revelaciones individuales’ (Millennial Star,
1 de noviembre de 1847, pág. 323)”; (véase “La revelación continua”,
Liahona, agosto de 1996, pág. 5; énfasis agregado).

El presidente Hugh B. Brown (1883–1975), de la Primera Presidencia,


describió una conversación que tuvo con un miembro de la Cámara de
los Comunes del Reino Unido y exjuez de la Corte Suprema de
Inglaterra, que no era miembro de la Iglesia, acerca de la necesidad de
profetas vivientes y de la revelación que ellos reciben:

“[Dije:] ‘… le afirmo, de la manera más solemne, que en los tiempos de


la Biblia era costumbre que Dios hablara a los hombres’.

“[Él respondió:] ‘Creo que lo admitiré, pero eso llegó a su fin poco
después del primer siglo de la era cristiana’.

“‘¿Por qué piensa que llegó a su fin?’.

“‘No lo sé’.

“‘¿Piensa que Dios no ha vuelto a hablar desde entonces?’.

“‘Estoy seguro que no’.

“‘Si se me permite, voy a sugerir algunas posibles razones [por las


cuales no ha hablado]: Quizá Dios ya no hable a los hombres porque no
puede hacerlo; ya ha perdido Su poder para hacerlo’.

“Él respondió: ‘Desde luego que suponer eso equivaldría a blasfemar’.

“‘Bueno, en ese caso, si no acepta esa razón, entonces quizá ya no hable


a los hombres porque ya no nos ama. Ya no se interesa por los asuntos
de los hombres’.

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“‘No’, dijo, ‘Dios ama a todos los hombres, y no hace acepción de


personas’.

“‘En ese caso… la única respuesta posible, según lo veo yo, es que ya no
lo necesitamos. Hemos logrado avances tan rápidos en la ciencia, somos
tan cultos y educados, que ya no necesitamos a Dios’.

“Entonces él respondió con una voz temblorosa, mientras pensaba en la


guerra inminente [la Segunda Guerra Mundial]: ‘Señor Brown, nunca
ha habido un momento en la historia del mundo en que se haya
necesitado la voz de Dios de manera tan crítica como ahora. Quizá
pueda decirme usted por qué no habla’.

“Mi respuesta fue la siguiente: ‘Sí habla; Él ha hablado, pero los


hombres necesitan tener fe para oírlo’.

“Procedimos, entonces, a preparar lo que llamaré ‘el perfil de un


Profeta’…

“[El juez permaneció] sentado y escuchó con mucha atención; después


formuló ciertas preguntas muy agudas y perspicaces, y al final dijo:
‘Señor Brown, me pregunto si su gente se da cuenta de la trascendencia
de su mensaje. ¿Y usted?’. A lo que añadió: ‘Si lo que me ha dicho es
verdad, se trata del mensaje más grandioso que ha llegado a la tierra
desde que los ángeles anunciaron el nacimiento de Cristo’” (véase “El
perfil de un profeta”, Liahona, junio de 2006, págs. 13, 15; énfasis
agregado).

1.2
Los problemas de hoy se resuelven con soluciones divinas
El profeta José Smith (1805-1844) enseñó que necesitamos dirección
divina continua “adaptada a las circunstancias” de la gente de esta
dispensación (en History of the Church, tomo V, pág. 135). También
enseñó que “nos encontramos en una situación completamente
diferente de la de cualquier otro pueblo que haya existido sobre esta
tierra” y, por tanto, necesitamos revelación y dirección exclusivas (en
History of the Church, tomo II, pág.52; véase también Enseñanzas de los
Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 206). “Creemos todo lo que
Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún
revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino
de Dios” (Artículos de Fe 1:9).

En una revelación dada en 1883 por medio del presidente John Taylor
(1808–1887), el Señor prometió que continuaría bendiciendo a la Iglesia
con revelaciones:

“… y os revelaré, de vez en cuando, mediante los canales que he


señalado, todo lo que fuere necesario para el desarrollo futuro y la
perfección de mi Iglesia, para el ajuste y el despliegue de mi reino, y
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para la edificación y el establecimiento de mi Sion” (en James R. Clark,


comp., Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-
day Saints, 1965, tomo II, pág. 354).

El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce


Apóstoles, recordó a los Santos que la revelación dicta la constancia y el
cambio en la Iglesia:

“En el futuro habrá cambios tal como los hubo en el pasado. El que las
autoridades de la Iglesia [el Profeta y los Apóstoles] efectúen cambios o
los resistan dependerá totalmente de las instrucciones que reciban por
medio de los canales de la revelación, los cuales fueron establecidos
desde el principio.

“Las doctrinas permanecerán inamovibles, eternas; la organización, los


programas y los procedimientos se alterarán según lo indique Aquel
cuya Iglesia esta es” (“La revelación en un mundo inconstante”,
Liahona, enero de 1990, pág. 16).

El presidente John Taylor (1808–1887) habló de la necesidad de la


revelación en el presente como parte de la verdadera religión del Señor:

“Creemos que es necesario que haya comunicación entre el hombre y


Dios; que el hombre debe recibir revelación de Él y que, si no se
encuentra bajo la influencia de la inspiración del Espíritu Santo, no
puede saber nada referente a las cosas de Dios… ¿Quién ha oído
alguna vez de la religión verdadera sin comunicación con Dios? Para
mí, eso es lo más absurdo que la mente humana podría concebir. No me
extraña que, al rechazar la gente en general el principio de la revelación
actual, reinen el escepticismo y la infidelidad en grado tan alarmante.
No me extraña que tantos hombres traten la religión con desprecio y la
consideren como algo que no es digno de la atención de seres
inteligentes, puesto que la religión sin revelación es una burla y una
farsa…

“El principio de la revelación actual, entonces, constituye el


fundamento mismo de nuestra religión” (“Discourse by Elder John
Taylor,” Deseret News, 4 de marzo de 1874, pág. 68, énfasis agregado;
véase también Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: John Taylor, 2002,
págs. 175, 177, énfasis agregado).

1.3
La revelación es constante en esta dispensación
El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) testificó que la
revelación fluye constantemente en nuestra dispensación:

“Yo afirmo, con la más profunda humildad, pero también con el poder y
la fuerza del ardiente testimonio que hay en mi alma, que desde el
Profeta de la Restauración hasta el de nuestros días, la línea de
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comunicación permanece ininterrumpida, la autoridad es continua y la


luz sigue iluminándonos. La voz del Señor es una incesante melodía y
un atronador llamado” (“La palabra del Señor a Sus profetas”, Liahona,
octubre de 1977, pág. 65; véase también Enseñanzas de los Presidentes de la
Iglesia: Spencer W. Kimball, 2006, pág. 265).

El presidente George Q. Cannon (1827–1901), de la Primera


Presidencia, enseñó:

“Esta Iglesia, desde el día de su organización hasta el presente, jamás


ha tenido ni una hora, sí, podría decir, ni un momento, sin
revelación, sin tener a un hombre entre nosotros que nos pueda decir,
como pueblo, la intención y la voluntad de Dios; que nos pueda señalar
lo que debemos hacer, que nos pueda enseñar las doctrinas de Cristo,
que nos pueda señalar lo que es falso e incorrecto, y que pueda darnos
la instrucción y el consejo necesarios en todos los asuntos dentro de los
límites de nuestra experiencia y a los que necesitamos prestar atención.
Este siempre ha sido el caso” (“Discourse by President George Q.
Cannon”, Deseret News, 21 de enero de 1885, pág. 3, énfasis agregado).

1.4
La Iglesia del Señor está edificada sobre el fundamento de
profetas y apóstoles
El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) testificó:

“Esta es la Iglesia restaurada de Jesucristo. Nosotros somos Santos de


los Últimos Días. Testificamos que los cielos se han abierto, que se ha
partido el velo, que Dios ha hablado y que Jesucristo se ha manifestado
a Sí mismo, a lo que siguió el otorgamiento de la autoridad divina.

“Jesucristo es la piedra angular de esta obra, y está edificada sobre un


‘fundamento de… apóstoles y profetas’ (Efesios 2:20)” (“El maravilloso
fundamento de nuestra fe”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 81).

El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó


por qué es necesario en estos días el fundamento de apóstoles y
profetas:

“[El] fundamento apostólico y profético de la Iglesia era bendecir en


todo momento, pero especialmente en momentos de adversidad o
peligro, cuando quizás nos sintamos como niños, confusos y
desorientados, tal vez un poco temerosos; momentos en que la mano
engañosa del hombre o la malicia del diablo intentan inquietar o
desviar… En los tiempos del Nuevo Testamento, en los tiempos del
Libro de Mormón y en estos tiempos, esos oficiales son las piedras
fundamentales de la Iglesia verdadera, colocadas alrededor de la piedra
del ángulo, ‘la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de

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Dios’ [Helamán 5:12], y fortalecidos por ella” (véase “Profetas, Videntes


y Reveladores”, Liahona, noviembre de 2004, pág. 7).

1.5
Los miembros de la Primera Presidencia y el Cuórum de los
Doce Apóstoles son profetas, videntes y reveladores
El presidente Harold B. Lee (1899-1973) enseñó lo que significa el que
sostengamos a la Primera Presidencia y al Cuórum de los Doce
Apóstoles como profetas, videntes y reveladores:

“Todos los miembros de la Primera Presidencia y de los Doce son


regularmente sostenidos como ‘profetas, videntes y reveladores’…
Eso significa que cualquiera de los apóstoles, escogido y ordenado de
esa forma, podría presidir la Iglesia si fuese ‘escogido por el cuerpo
nombrado [que, según ha sido interpretado, significa todo el Cuórum
de los Doce] y ordenado a ese oficio, y sostenido por la confianza, fe y
oraciones de la Iglesia’ —para citar una revelación sobre este tema—,
con una condición, la cual es que sea el miembro más antiguo, es decir,
el Presidente de ese cuerpo (véase D. y C. 107:22)” (véase Enseñanzas de
los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee, 2001, pág. 89–90, énfasis
agregado).

El presidente J. Reuben Clark Jr., 1871–1961, de la Primera


Presidencia, explicó:

“A algunas de las Autoridades Generales [los Apóstoles] se les ha


asignado un llamamiento especial; poseen un don especial; se los
sostiene como profetas, videntes y reveladores, lo cual les confiere una
dotación espiritual especial en lo que se refiere a impartir enseñanzas a
los de este pueblo. Ellos tienen el derecho, el poder y la autoridad de
manifestar la intención y la voluntad de Dios a Su pueblo, sujetos al
poder y a la autoridad totales del Presidente de la Iglesia” (véase
Liahona, septiembre de 2001, pág. 35, énfasis agregado).

1.6
¿Qué son los profetas, videntes, y reveladores?
1.6.1
Profeta
Un profeta es “una persona llamada por Dios para que hable en Su
nombre. En calidad de mensajero de Dios, el profeta recibe
mandamientos, profecías y revelaciones de Él. La responsabilidad del
profeta consiste en hacer conocer a la humanidad la voluntad y la
verdadera naturaleza de Dios, y demostrar el significado que tienen Sus
tratos con ellos. El profeta denuncia el pecado y predice sus
consecuencias; es predicador de rectitud. En algunas ocasiones, puede
recibir inspiración para predecir el futuro en beneficio del ser humano;
no obstante, su responsabilidad primordial es la de dar testimonio de

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Cristo. El Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los


Últimos Días es el profeta de Dios sobre la tierra en la actualidad. A los
miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce
Apóstoles se los sostiene como profetas, videntes y reveladores” (véase
Guía para el estudio de las Escrituras, “Profeta”, scriptures.lds.org;
énfasis agregado).

1.6.2
Vidente
Un vidente es “una persona autorizada por Dios para ver con los ojos
espirituales las cosas que Dios ha escondido del mundo (Moisés 6:35-
38); es un revelador y un profeta (Mosíah 8:13–16). En el Libro de
Mormón, Ammón enseñó que solo un vidente podía usar los intérpretes
especiales, o sea, el Urim y el Tumim (Mosíah 8:13; 28:16). Un vidente
conoce el pasado, el presente y el futuro. En los tiempos antiguos, a los
profetas a menudo se los llamaba videntes (1 Samuel 9:9; 2 Samuel
24:11).

“José Smith es el gran vidente de los últimos días (D. y C. 21:1; 135:3).
Además, a la Primera Presidencia y al Consejo de los Doce se los
sostiene como profetas, videntes y reveladores” (véase Guía para el
Estudio de las Escrituras, “Vidente”, scriptures.lds.org; énfasis
agregado).

El élder John A. Widtsoe (1872–1952), del Cuórum de los Doce


Apóstoles, explicó:

“Un vidente es alguien que ve con ojos espirituales y percibe el


significado de lo que a otros les parece incomprensible; por tanto, es un
intérprete y aclara la verdad eterna… En resumen, es uno que ve, que
anda en la luz del Señor con los ojos abiertos [véase Mosíah 8:15–17]”
(Evidences and Reconciliations, editado por G. Homer Durham, 1960, pág.
258).

El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) describió a uno de


sus consejeros como alguien que poseía el don de la videncia:

“El presidente Harold B. Lee es un pilar de verdad y justicia, un


verdadero vidente que posee gran fortaleza, percepción y sabiduría
espiritual, y cuyo conocimiento y comprensión de la Iglesia y sus
necesidades no tienen par” (Liahona, octubre de 1970, pág. 1).

1.6.3
Revelador
Como reveladores, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce
Apóstoles dan a conocer la voluntad del Señor para la Iglesia y para la
humanidad en general. Revelan Su voluntad en asuntos tanto
espirituales como temporales, aunque para el Señor todas las cosas son

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espirituales (véase D. y C. 29:34). Ellos enseñan la doctrina, dirigen los


cuórumes del sacerdocio, guían a las organizaciones auxiliares,
supervisan la construcción de centros de reuniones y templos, y hacen
todo lo que sea necesario para que ruede “el evangelio hasta los
extremos de [la tierra], como la piedra cortada del monte, no con mano,
ha de rodar, hasta que llene toda la tierra” (D. y C. 65:2).

El élder John A. Widtsoe (1872–1952) enseñó:

“Un revelador da a conocer, con la ayuda del Señor, algo que no se


conocía anteriormente. Puede ser una verdad nueva o una verdad
olvidada, o la aplicación nueva u olvidada de una verdad conocida para
necesidad del hombre” (Evidences and Reconciliations, pág. 258).

1.7
Los profetas nos ayudan a fortalecer la fe en Jesucristo
El escuchar y seguir las palabras de los profetas vivientes fortalece
nuestra fe en Jesucristo (véase Romanos 10:17). El profeta José Smith
(1805–1844) enseñó: “La fe viene por oír la palabra de Dios, mediante
el testimonio de los siervos de Dios; ese testimonio siempre viene
acompañado del espíritu de profecía y revelación [véase Apocalipsis
19:10]” (Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág.
409; énfasis agregado). Los profetas declaran la palabra de Dios por el
espíritu de profecía para que los que escuchan puedan ejercer fe en
Jesucristo.

Porque Él ama a sus hijos, y “sabiendo las calamidades que


sobrevendrían a los habitantes de la tierra” (D. y C. 1:17), el Padre
Celestial proveyó una solución: Él restauró la plenitud del evangelio de
Jesucristo por medio del profeta José Smith. De ese modo, el Señor
preparó el camino “para que… la fe aumente en la tierra” (D. y C. 1:21).
Él prometió: “aunque pasaren los cielos y la tierra, mi palabra no
pasará, sino que toda será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz
de mis siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:38). Cuando escuchamos la
palabra del Señor mediante las enseñanzas de los profetas y vemos su
cumplimiento, nuestra fe crece. La fe nos trae paz, esperanza y regocijo,
aun en un mundo atormentado por la duda, la maldad y las
calamidades.

1.8
Los profetas enseñan para nuestro beneficio
A quienes estén tentados a resistir los consejos y advertencias de los
profetas, el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) aseguró:

“Pido a todos que entiendan que nuestros ruegos no son motivados por
deseos egoístas; ruego que entiendan que nuestras advertencias no
carecen de peso y razón; ruego que entiendan que no se llega a la

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decisión de hablar de ciertos asuntos sin [deliberación, análisis y


oración]; ruego que entiendan que nuestra única ambición es ayudar a
cada uno [de ustedes] con sus problemas, sus dificultades, su familia y
su vida…

“No tenemos [ningún] deseo egoísta… sino el deseo de que nuestros


hermanos sean felices, que en su hogar se encuentren la paz y el amor,
que sean bendecidos por el poder del Todopoderoso en todas las
actividades que emprendan con rectitud” (véase “La Iglesia sigue su
curso establecido”, Liahona, enero de 1993, pág. 66).

1.9
Encontramos seguridad al conocer y aplicar las enseñanzas
de los profetas vivientes
Los peligros temporales y espirituales que enfrenta el mundo hoy en día
son evidencia de lo mucho que necesitamos la guía profética. El
presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia,
describió cómo podemos mantenernos a salvo de esos peligros:

“Se nos ha prometido que el Presidente de la Iglesia, como revelador de


esta, recibirá guía para todos nosotros. Estaremos seguros si
obedecemos lo que él dice y seguimos su consejo” (“La revelación
continua”, Liahona, agosto de 1996, pág. 6; énfasis agregado).

El élder Quentin L. Cook, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dio un


ejemplo de cómo una enseñanza profética protegió a fieles miembros de
la Iglesia del peligro:

“Los profetas son inspirados a darnos prioridades proféticas para


protegernos de los peligros. Como ejemplo, el presidente Heber J.
Grant, profeta entre 1918 y 1945, recibió inspiración para recalcar la
obediencia a la Palabra de Sabiduría [véase Enseñanzas de los Presidentes
de la Iglesia: Heber J. Grant, 2003, págs. 203-213], el principio con
promesa que el Señor reveló al profeta José [véase D. y C. 89]. Él recalcó
la importancia de no fumar ni tomar bebidas alcohólicas y pidió a los
obispos que repasaran estos principios en las entrevistas para la
recomendación para el templo.

“En esa época, la sociedad aceptaba el fumar como una conducta


adecuada y glamorosa. La profesión médica aceptaba el fumar sin
preocupación ya que los estudios científicos que vincularían el humo
del cigarrillo con varios tipos de cáncer aparecerían en un futuro
distante. El presidente Grant aconsejó con gran vigor, y llegamos a ser
conocidos como un pueblo que se abstiene de beber y fumar…

“La obediencia a la Palabra de Sabiduría dio a nuestros miembros,


sobre todo a los jóvenes, una vacuna preventiva contra el uso de las
drogas, los problemas de salud y los peligros morales resultantes”

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(véase “Demos oído a las palabras del profeta”, Liahona, mayo de 2008,
pág. 48; énfasis agregado).

El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles,


advirtió que, debido a que encontramos seguridad al seguir las palabras
del profeta viviente, debemos evitar los obstáculos que han causado que
algunos no prestasen atención a las palabras del profeta:

“No es cosa insignificante, mis hermanos y hermanas, el tener un


profeta de Dios entre nosotros… Cuando escuchamos el consejo del
Señor expresado por medio de las palabras del Presidente de la Iglesia,
nuestra respuesta debe ser positiva y pronta. La historia ha demostrado
que hay seguridad, paz, prosperidad y felicidad cuando respondemos al
consejo profético tal como lo hizo Nefi de la antigüedad: “Iré y haré lo
que el Señor ha mandado” (1 Nefi 3:7).

“Sabemos en cuanto a la experiencia de Naamán, quien sufría de lepra y


que finalmente se puso en contacto con el profeta Eliseo y se le dijo: ‘Ve
y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará y serás
limpio’ (2 Reyes 5:10).

“Al principio, Naamán no deseaba seguir el consejo de Eliseo. No pudo


entender lo que se le había pedido hacer: Lavarse siete veces en el río
Jordán. En otras palabras, su orgullo y porfía evitaban que recibiera la
bendición del Señor a través de Su profeta. Afortunadamente, al final
bajó y ‘se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del
hombre de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó
limpio’ (2 Reyes 5:14).

“Qué humilde debe haberse sentido Naamán al darse cuenta de que


estaba a punto de dejar que su orgullo y su poco deseo de escuchar el
consejo del profeta le impidieran recibir tan gran bendición de
limpieza. Y cuánta humildad debe ocasionarnos el contemplar cuántos
de nosotros podríamos privarnos de las grandes y prometidas
bendiciones porque no escuchamos y luego no hacemos las cosas
relativamente simples que nuestro profeta nos dice que hagamos hoy
día…

“Hoy día les hago una promesa; es simple, pero es verdadera: Si


escuchan al profeta viviente y a los apóstoles, y obedecen nuestro
consejo, no se [desviarán] por mal camino” (véase “Recibiréis su
palabra”, Liahona, julio de 2001, págs. 80–81; énfasis agregado).

El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, nos


recordó que las bendiciones vienen cuando actuamos de acuerdo con
las respuestas inspiradas que nos da el profeta:

“Tenemos un profeta viviente sobre la faz de la tierra… Él conoce


nuestros retos y temores; él tiene las respuestas inspiradas…

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“Los profetas nos hablan en el nombre del Señor y con toda sencillez.
El Libro de Mormón lo ratifica de este modo: ‘Porque el Señor Dios
ilumina el entendimiento; pues él habla a los hombres de acuerdo con
el idioma de ellos, para que entiendan’ (2 Nefi 31:3).

“Tenemos la responsabilidad no solo de escuchar, sino de actuar de


acuerdo con Su palabra, a fin de que podamos obtener las bendiciones
de las ordenanzas y convenios del Evangelio restaurado. Él dijo: ‘Yo, el
Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no
hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis’ (D. y C. 82:10).

“Tal vez haya ocasiones en las que nos sintamos abrumados, heridos o
al borde del desánimo [al hacer un] gran esfuerzo por ser miembros
perfectos de la Iglesia. Pero tengan la seguridad de que sí hay bálsamo
en Galaad. Demos oídos a los profetas de nuestros días mientras nos
ayudan a fijar nuestra atención en las cosas que son fundamentales en el
plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos” (véase “La Iglesia
mundial es bendecida por la voz de los profetas”, Liahona, noviembre
de 2002, pág. 12; énfasis agregado).

1.10
Una de nuestras mayores necesidades es la de escuchar y
obedecer a los profetas
El presidente Harold B. Lee (1899–1973) explicó el valor de dar oído
al consejo del profeta, aun cuando nuestras propias opiniones difieran
de ese consejo:

“La única seguridad que tenemos los miembros de esta Iglesia es hacer
exactamente lo que el Señor dijo a la Iglesia el día en que esta fue
organizada. Debemos aprender a prestar oídos y obedecer las palabras y
los mandamientos que el Señor dará por conducto de Su profeta:
‘… según los reciba, andando delante de mí con toda santidad… con
toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca’ (D. y C. 21:4–5).
Habrá algunas cosas que requieran paciencia y fe. Es posible que no les
guste lo que dicen las Autoridades de la Iglesia. Puede que contradiga
sus opiniones políticas o sociales; puede que interfiera con su vida
social; pero si escuchan esas cosas como si viniesen de la propia boca
del Señor, con paciencia y fe, la promesa es que ‘las puertas del infierno
no prevalecerán contra vosotros; sí, y Dios el Señor dispersará los
poderes de las tinieblas de ante vosotros, y hará sacudir los cielos para
vuestro bien y para la gloria de su nombre’ (D. y C. 21:6)” (véase
Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee, pág. 92).

El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos


aseguró que estaremos libres de “innecesario dolor” si seguimos el
consejo profético:

https://www.churchofjesuschrist.org/study/manual/teachings-of-the-living-prophets-student-manual-2016/chapter-1?lang=spa 11/12
5/2/23, 21:42 Capítulo 1: Nuestra necesidad de profetas vivientes

“Si siguiéramos el consejo de los profetas, tendríamos una vida terrenal


libre de innecesario dolor y de autodestrucción. Eso no quiere decir que
no tendremos problemas, porque igual los tendremos; no quiere decir
que no seremos probados, porque lo seremos, pues eso es parte del
propósito de esta vida. Pero si escuchamos el consejo de nuestro
Profeta, tendremos más fortaleza y podremos sobrellevar las pruebas de
esta etapa mortal; tendremos, además, esperanza y gozo. Todas las
palabras de consejo de los profetas de todas las generaciones se nos han
dado para fortalecernos y ponernos en condiciones de fortalecer a los
demás” (véase “Escuchemos y obedezcamos la voz del Profeta”,
Liahona, julio de 1995, págs. 18–19; véanse también Mosíah 2:41; D.y C.
59:23).

Puntos para meditar


Según los comentarios de este capítulo, ¿por qué necesitamos las enseñanzas de
los profetas vivientes además de los escritos de los profetas en las Escrituras?

¿En qué forma tu vida sería diferente si no tuvieras las enseñanzas de los profetas
vivientes?

El élder M. Russell Ballard mencionó el orgullo como uno de los obstáculos que
impiden que las personas sigan al profeta. ¿Cuáles son algunos otros? ¿Qué
podemos hacer para superar esos obstáculos o protegernos de ellos?

Asignaciones sugeridas
Escribe tres párrafos cortos explicando en tus propias palabras los términos
profeta, vidente y revelador. ¿Cuáles son las diferencias entre estos títulos? ¿Por qué
son importantes esas diferencias?

Escribe en cuanto a tus sentimientos sobre la veracidad de la siguiente


declaración: Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días no pueden aceptar al Señor y rechazar a Su profeta.

https://www.churchofjesuschrist.org/study/manual/teachings-of-the-living-prophets-student-manual-2016/chapter-1?lang=spa 12/12

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