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“Yahvé me arranco Me dijo Ve, profetiza” (Am 7,15)

El Profeta Montano vs Los verdaderos profetas de Dios

Reflexión acerca de la Figura del Profeta y su importancia

1. Introducción
Es muy probable que la figura del profeta es esencial para toda la vida cristina, por
eso lo vemos en la Sagrada Escritura, tantos profetas que no tuvieron miedo al
proclamar la verdad y la justicia de Dios. Estos hombres fueron llamados por Dios
para enfrentar situaciones irregulares que estaban presentando el pueblo, o
denunciaban antes los gobernantes la opresión. Por este motivo vamos a profundizar
¿cómo ejerce un verdadero profeta esta llamada?; ¿qué diferencias podemos
encontramos entre el supuesto profeta Montano y un auténtico profeta impulsado
por Dios?
El objeto de estudio de este ensayo es hacer una aclaratoria entre el profeta llamado
por Dios y conducido por el Espíritu Santo y el profeta Montano. Para ello se
desglosará a partir de una introducción general, luego en el apartado 2 tocaremos la
biografía de Montano y las principales características del Montanismo, en el
apartado 3 tocaremos lo que es el profeta y su anuncio, en el 4 y el 5
desarrollaremos el Espíritu Santo como verdadero inspirador y el auténtico profeta.
Por eso tocaremos un texto importante de San Irineo de Lyon acerca del Espíritu
Santo como fuente del profetismo, para finalizar en las conclusiones.
2. Biografía de Montano y principales características del Montanismo
Esta herejía recibe su nombre de Montano, un sacerdote pagano de la diosa
Cibeles, quien, una vez convertido al cristianismo, se desvió muy pronto de la
verdadera fe cristiana. Se presenta por los años 155-160 predicando en Frigia; se
consideraba a sí mismo como un instrumento del Espíritu Santo, cuando no una
encarnación del mismo, para conducir la Iglesia a su perfección. En realidad era un
visionario que creía recibir inspiraciones de lo alto. Acompañado por dos mujeres,
Priscila y Maximila, recorrió el Asia Menor,
Dentro del Montanismo encontramos las siguientes características que son las
siguientes:
1) Inminente retorno de Cristo para establecer en la tierra el reino milenario, cuya
capital sería Pepuza (Frigia).
2) Rigorismo, que al principio consistía en la renuncia al matrimonio, y que
posteriormente se limitó a la prohibición de las segundas nupcias.
3) Prohibición de huir ante la posibilidad del martirio.
4) Ayuno riguroso tres días por semana.
5) Aunque admitía el poder de la Iglesia para perdonar los pecados, sin embargo, no
había que hacer uso de él a fin de no introducir la relajación en la Iglesia.
Por consiguiente, este movimiento rigorista y fanático, por sus austeras
costumbres, que impresionaban a la gente sencilla, encontró muy pronto seguidores,
especialmente en el Asia Menor. La comunidad de Tiatira, una de las siete iglesias, a
la que San Juan reprocha su tolerancia con «Jezabel», una profetisa que predicaba la
libertad sexual (Ap 2,20), se pasó en bloque a la nueva profecía de Montano.
También en Occidente encontró numerosos seguidores; en Roma fue muy
apreciada por la importancia que concedía a los carismas, hasta el punto de que el
propio papa Ceferino (197-217) simpatizó con él hasta que descubrió su verdadera
identidad, y lo condenó. También el norte de África se contaminó en gran medida
con el montanismo, siendo Tertuliano el más célebre e importante de sus seguidores
por la propaganda que hizo del mismo, pues él purificó la doctrina montañista de
aquel colorido local y personal que tenía en sus orígenes, confiriéndole así una
validez más universal.
3. El Profeta y el anuncio
Antes de desarrollar este tema tocaremos de manera rápida lo que es la
terminología, la palabra profeta proviene del término hebreo ‫«( איכנ‬nabí» o
«profeta»); de él se deriva el verbo ‫( אכנ‬nifal e hitpael; «conducir como profeta»,
«manifestarse como profeta»), relacionados frecuentemente con especiales
momentos de éxtasis. El vocablo está emparentado por su raíz con la palabra acádica
nabú («clamar», «llamar»); en consiguiente, la palabra ‫אכנ‬, desde el punto de vista
etimológico, significa «el que clama», «el predicador».
Es importante tomar algunas cuestiones básicas de la figura del profeta dentro de la
sagrada escritura. Podríamos decir que los profetas bíblicos se muestran a veces
curiosamente atrevidos. Se expresan sobre temas que superan las fuerzas humanas
con una seguridad que parecería vanidad infantil si no se desprendiera de una
convicción muy coherente. Así, por ejemplo, no tienen miedo de definir de
antemano un porvenir muy cercano, y no son las críticas provocadas por cierto
retraso en la realización del mismo (ls 5, 19; Ez 12, 21-23) lo que les aparta de
comprometerse seguros con ese porvenir y atribuirse una autoridad soberana. El
discurso de un profeta que habla del destino de un pueblo se nos presenta más
convincente y preciso por el hecho de que ha sido recogido y reformulado por los
sucesores que conocen el desenlace de los hechos. Tenían la posibilidad de hacer
más concretas todavía las frases del profeta los profetas se muestran discretos a
propósito de su evolución psicológica, si a veces se atreven a hacer alguna
confidencia, lo hacen en un lenguaje imaginado, casi impenetrable, a no ser que
utilicen esquemas convencionales, los «relatos de vocacional del profeta», como la
de afirmar y demostrar la verdad de la misión del profeta, la autenticidad de su
palabra como expresión de la palabra de Dios Amos declara «Yahvé me arranco Me
dijo Ve, profetiza» (7, 15) «Arrancan» es la misma palabra que se utiliza a propósito
de Abrahán (Gn 24, 7, Jos 24, 3), de Israel en Egipto (Dt 4, 20, Os 11, 3), de David
(2 Sm 7, 8, etc. ), de Zorobabel (Ag 2, 23), de los levitas (Nm 8, 16 18, 18, 6), etc.
Esta palabra afirma una misión divina, pero no revela nada de la manera con que se
comunicó dicha misión.
Esos hombres que, corriendo peligros evidentes (recordemos la suerte de Jeremías
durante los dos asedios de Jerusalén) o aceptando cumplir su misión en medio de
condiciones muy duras (Jr 16 o Am 7, 12-15), son testigos de Dios, de su proyecto,
de su palabra y se presentan como sus intermediarios autorizados, esos hombres
dicen que han tenido una experiencia decisiva que es para ellos una experiencia de
Dios. Esta experiencia es inexpresable y por eso no intentan expresarla, aunque se
esfuerzan en indicar su sentido. Un sentido muy simple, por otra parte y capaz de
encerrarse en fórmulas como ésta: el profeta ha tomado parte en el «consejo» de
Dios y ha sido informado de sus secretos Os 23, 18.22; etc.); o también: Dios ha
puesto sus palabras en sus labios (Nm 22, 38; Jr 1, 9) de modo que ellos ya no
pueden hablar. Amós lo resume en una sola reflexión: «No hace cosa el Señor sin
revelar su plan a sus siervos los profetas. Ruge el león, ¿quién no temerá? Habla el
Señor, ¿quién no profetizará?» (Am 3,7 s.).
Toda la vida de los profetas se caracterizó por un anuncio de Dios, sobre todo antes
los Reyes, los Sabios, entre otros. Estos hombres poseían la sabiduría divina. Esos
hombres y esas mujeres no ven en la tarea que se les ha confiado más que la
necesidad de «decir» esa palabra. «Vete..,di.. », ordena Dios cuando envía a los
profetas a una misión, tanto en el caso de Moisés, como en el de Amós, Isaías,
jeremías, etc... «Di» lo que expresan todas las cosas, pero que el pueblo no oye;
«Di» lo que hace que todo sea acontecimiento, palabra, ocasión de diálogo, pero que
el pueblo no comprende ni escucha. El Dios que anunciaba los profetas era ese Dios
cercano, que perdona a su pueblo de todas sus iniquidades, el Dios que recuerda
siempre su promesa y pone siempre vigente, el Dios que quiere santificar a sus hijos,
él es el tres veces santos, el Dios que llama hacía la plenitud de la vida, en fin el
Dios que acude a los cristianos como un padre.
4. El Espíritu Santo como verdadero inspirador
El la figura del profeta es fundamental la fuente que inspiraron a muchos hombres
a y mujeres para proclamar a Dios, este motor fue el espíritu Santo, ahora me valgo
de un texto de San Irineo de Lyon que habla de esta fuente de inspiración
“Los apóstoles dijeron la verdad, a saber que “el Espíritu Santo
en forma de paloma descendió sobre él” (Mt 3:16), el mismo
Espíritu del que dijo Isaías: “Y descansará sobre él el Espíritu de
Dios” (Is 11:2) así como: “El Espíritu del Señor sobre mí: por
esto me ha ungido” (Is 61:1). De este Espíritu dice el Señor: “No
sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre es
el que habla en vosotros” (Mt 10:20). Y asimismo, al dar a sus
discípulos el poder de regenerar para Dios les decía: “Id y
enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo.” Este Espíritu es el que por los
profetas prometió “que se derramaría en los tiempos postreros
sobre los siervos y las siervas para que profeticen” (Jr 3:1-2) y
por esto bajó sobre el Hijo de Dios, hecho Hijo del hombre, y así
con él se acostumbró a habitar en el género humano y a descansar
entre los hombres y a vivir en la obra modelada por Dios,
haciendo operativa en ellos la voluntad del Padre y renovándolos
de su, vetustez en la novedad de Cristo”(José Vives, p.254,
2012).
La obra del Espíritu Santo es clave, el Espíritu de Dios capacita a los hombres para
que actúen como Él quiere, de manera que se realicen sus planes. El Espíritu suscita
una experiencia de visión y de sabiduría en algunos elegidos. En algunos casos
provoca un discernimiento y sabiduría «naturales», aunque entregadas para que se
realice el proyecto salvador de Dios: El faraón, refiriéndose a la profunda sabiduría
de José, dice de él: « ¿Dónde encontraremos un hombre como éste, que tenga el
Espíritu de Dios?» (Gn 41, 38). Dios concede a Moisés una ayuda para que pueda
solucionar los conflictos que surgían entre el pueblo: «Llama a setenta ancianos de
Israel... Les trasmitiré del Espíritu que hay en ti para que puedan hacerse cargo del
pueblo y no tengas que llevar esa carga solo» (Nm 11, 16-30).

5- El Auténtico Profeta
El profeta no es, propiamente, un adivino, ni un hombre que predice el futuro, que
anuncia lo que va a suceder. Es éste un aspecto secundario de la vocación y de la
misión profética. Profeta, en sentido riguroso, es el que habla en nombre y en lugar
de otro, el que sirve a otro de mensajero de su voz o de portavoz de su mensaje. El
verdadero profeta habla en nombre de Dios, es voz de Dios, su boca (Ex 4, 15-16), e
instrumento de sus designios sobre los hombres. El profeta es confidente y
mensajero de Dios, elegido y enviado personalmente por él para una tarea de
salvación. El profeta es, a la vez, un hombre de Dios y un hombre de los hombres. Y
tiene que ser totalmente fiel a los dos. Por eso, frecuentemente experimenta la
soledad, la incomprensión, el desamparo. Está colocado en medio, entre dos fuegos:
para defender los derechos de Dios y transmitir sus órdenes; para interceder por el
pueblo; para leer los signos de los tiempos e interpretar los acontecimientos a la luz
de Dios, traduciéndolos en palabras humanas a fin de que el pueblo pueda responder
a las exigencias del mismo Dios.
El profeta es un centinela que da la voz de alarma; es un testigo y un agente de la
soberanía de Dios por encima de las mismas instituciones; es también un fiscal que
denuncia y un defensor de los pobres e inocentes. El profeta anuncia el mensaje
salvador de Dios a partir de las situaciones concretas del hombre, y denuncia toda
forma de idolatría y de injusticia. Vive, al mismo tiempo, la pasión de Dios por su
pueblo y el drama a veces, convertido en tragedia del pueblo que busca a Dios entre
anhelos, zozobras e infidelidades.
Profeta es el templo que escucha la vos de Dios y porque la escucha habla con
seguridad y convicción lo que Dios quiere hablar a su pueblo. El no predica, sino
profetisa en primera persona porque es un Dios hablando en vivo y en directo a su
pueblo. No habla con un lenguaje humano, sino más bien del cielo mismo. Habla
de lo desconocido y cuando habla de lo conocido lo hace ver pequeño. Un profeta
siempre representa a un Dios vivo y porque lo hace vivo en su acción, la mano de
Dios siempre estará con él. Siempre reconocerá la verdad y la defenderá a toda
costa como un guerrero. Pero también, estará en contra de la mentira y levantara su
vos en contra de ella y en contra del que las gobierna, el diablo. Es manso y
humilde con el que es manso y humilde, pero es fuerte y firme con el que es necio y
está equivocado, porque siempre el defenderá la verdad. También un profeta es
reconocido por su sabiduría infinita ya que él es fuente infinita de ella misma. No
hay nadie quien lo pueda culpar o callar pues siempre el Espíritu Santo le da
respuestas a todo sin pensar mucho. Es sabio y firme en sus palabras como si
tuviera dos espadas en su boca. Un profeta no es tan estudiado o sabio en las cosas
del mundo, pero si lo es en las cosas espirituales dadas y reveladas por el mismo
Espíritu. Por último, un profeta siempre es respaldado por Dios en todas sus
acciones. Todo lo que un profeta habla y declara es declarado por Dios, pues Dios
nunca lo dejara en ridículo delante de los hombres. Por esto mismo, los milagros
visibles son solo parte de ser fiel a su plan y voluntad, y de ser un portavoz de la vos
de Dios.
6- Conclusiones
En la historia, ya desde el tiempo de los Apóstoles aparecieron las herejías como
heridas a la unidad de la Iglesia, polarizando elementos de la doctrina cristiana y
negando otros o sosteniendo visiones que pretendían unir sincréticamente la doctrina
cristiana con otras religiones.
La herejía surge de un juicio erróneo de la inteligencia. Si el juicio erróneo no se
refiere a verdades de fe definidas como tales, sino a elementos de la misma sobre los
que no hay reglamentación o pronunciación oficial, el error no se convierte en
herejía
Por otro lado, la profecía de Montano se caracterizaba por unos alaridos y éxtasis
anormal, que incluso se convertía en frenético para comenzar en balbucir palabras
extrañas, por eso no se puede hablar de profecía movida por el Espíritu Santo.
Realmente, no puede decirse que Montano mantuviera posturas heréticas, pero su
falta de tacto y discernimiento al analizar sus experiencias personales quizá fruto de
algún desarreglo emocional y su desprecio por los que no compartían su punto de
vista, ligados a los extremismos de algunos seguidores, ocasionaron la ruptura de la
comunión con el cuerpo mayoritario del cristianismo de manera penosa e
injustificada
Las Profecías de Montano condenaban las segundas nupcias o imponían tres
cuaresmas de ayuno al año. Además profetizaban en éxtasis, al parecer provocado y
convulsionado, contra la sentencia paulina de que el espíritu del profeta está
sometido a éste. Su forma de vida parecía criticable. Chocaron, pues, contra la
tradición de la Iglesia y su praxis. El discernimiento de la profecía es bastante
complicado, y el montanismo no pasó la prueba, no fue recibido por la experiencia
cristiana. Hubo, por tanto, un declinar de la profecía cristiana en el s. II, después de
su comienzo primaveral. Era para ellos la voz absoluta de Dios. En el cristianismo,
en cambio, todos los cristianos reciben el Espíritu y son eventuales profetas, como
interpreta Pedro la efusión de Pentecostés según la profecía de Joel.
También se podría decir, que Montano presentaba algún desequilibrio psicológico
porque decía cosas incoherentes que no estaban reflejadas en la verdad cristiana,
conocidas para aquella época. El profeta montano asumía el espíritu Santo a su
modo por eso la finalidad de sus interpretaciones es muy poco claras.
DIOCESIS DE SAN CRISTOBAL
IUESTA
SAN CRISTOBAL – VENEZUELA
CATEDRA: HISTORIA DE LA TEOLOGIA

Ensayo

Alumno:
Dr. Pbro. Edgar Sánchez
San Cristóbal, 03 de diciembre del 2014

Resumen sobre el Montanismo

El Profeta Montano vs Los verdaderos profetas de Dios

Esta herejía recibe su nombre de Montano, un sacerdote pagano de la diosa Cibeles,


quien, una vez convertido al cristianismo, se desvió muy pronto de la verdadera fe
cristiana. Se presenta por los años 155-160 predicando en Frigia; se consideraba a sí
mismo como un instrumento del Espíritu Santo, cuando no una encarnación del
mismo, para conducir la Iglesia a su perfección. En realidad era un visionario que
creía recibir inspiraciones de lo alto. Por consiguiente, este movimiento rigorista y
fanático, por sus austeras costumbres, que impresionaban a la gente sencilla,
encontró muy pronto seguidores, especialmente en el Asia Menor. También el norte
de África se contaminó en gran medida con el montanismo, siendo Tertuliano el más
célebre e importante de sus seguidores por la propaganda que hizo del mismo, pues
él purificó la doctrina montanista de aquel colorido local y personal que tenía en sus
orígenes, confiriéndole así una validez más universal.
Montano se hacía pasar por un profeta con todas estas revelaciones que tenía, pero
hay un principio fundamental en la figura de un auténtico profeta
Primero: el profeta debe dejarse conducir por Dios poder anunciar así la justicia y la
bondad de Dios.
Segundo: el profeta es participe de una comunidad, por medio de ella puede sentirse
acompañado.
Tercero: El profeta anuncia el mensaje salvador de Dios a partir de las situaciones
concretas del hombre, y denuncia toda forma de idolatría y de injusticia.
Cuarto: El profeta está sujeto también a la soledad, la incomprensión y el
desamparo. Quinto: Dios mismo llama a los profetas para anunciar su mensaje.
Por lo tanto, Montano no poseía todos estos principios fundamentales para ejercer
como un verdadero profeta de Dios.
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