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10 Trabajo y Belleza en T. W. Adorno
10 Trabajo y Belleza en T. W. Adorno
Adorno señala cómo el obrero en la fábrica está obligado a funcionar como mero
músculo. Solo se le valora su capacidad para realizar movimientos repetitivos y anodinos. Pero,
dice Adorno, este proceso no es nuevo, sino tan antiguo como la civilización. Igual que los
obreros, en el pasaje de las sirenas los remeros del barco de Ulises no podían hablar ni
escucharse entre ellos, y debían concentrarse en una actividad rítmica y superficial.
De hecho, sigue reflexionando Adorno, no es casualidad que el ritmo que los guionistas y
directores de Hollywood imprimen a sus historias, o que el ritmo “casi militar” que hace bailable
al jazz o a la música pop, también sea repetitivo y predecible. Todas esas creaciones reflejan la
poca ambición y el conformismo del trabajador-consumidor en la era de las sociedades
industrializadas.
Los modernos estadounidenses, explica Adorno, sienten que el tiempo de ocio es para
descansar y “desconectar”. Por ejemplo, al trabajador-consumidor habitualmente no le interesan
las novelas o películas que amplíen nuestra comprensión de la historia humana, que nos
transporten a lugares y situaciones en las que es incómodo mirar, o que presenten personajes
complejos, interesantes o inteligentes.
Por eso, la mayoría de los productos que la ciudadanía fabrica y luego consume en los
países industrializados son productos que ofrecen un placer animal, hedonista, de baja
intensidad intelectual y carente de complejidad emocional. Poco elaborado, superficial, acrítico y
no emancipador en absoluto. Si analizamos al detalle el proceso civilizatorio, nos damos cuenta
de que cada vez se va asumiendo con más naturalidad que las personas se comporten como
animales salvajes o como niños pequeños, en vez de como humanos adultos. Estamos llamando
proceso civilizatorio a lo que en realidad es sumergirse en la barbarie, concluye Adorno.