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El Tratado de la Unión Europea, en vigor desde 1993, prevé la creación de una unión
económica y monetaria con la introducción de una moneda única (que por aquel
entonces se pensaba llamar ECU). De ella formarían parte los países que cumplieran
una serie de condiciones y se introduciría de forma gradual. La fecha inicialmente
prevista se fue retrasando hasta que, finalmente, los estados miembros de la Unión
Europea acordaron el 15 de diciembre de 1995 en Madrid la creación de una moneda
común europea —ya bajo la denominación de «euro»— con fecha de puesta en
circulación en enero del año 2002.1
Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) fue creado en 1998, de conformidad con
el TUE, para introducir y gestionar la nueva moneda, efectuar operaciones con
divisas y garantizar el buen funcionamiento de los sistemas de pago. Es también
responsable de fijar las grandes líneas y ejecutar la política económica y
monetaria de la UE. Una de las principales tareas del BCE es mantener la
estabilidad de precios en la zona euro, preservando el poder adquisitivo del euro.4
Historia
El deseo de formar una Unión Económica y Monetaria en el seno de la Unión Europea,
nace de forma oficial en el año 1988, con el objetivo último de la implantación de
una moneda única, el euro como continuación natural de la unión económica. El
Consejo Europeo en junio de 1989, partiendo del informe Delors fija el
establecimiento de la UEM como un proceso de carácter progresivo que debía nacer en
1990, y en el que se distinguen tres fases. En el informe Delors se atribuía a la
existencia de una moneda única una serie de ventajas en cuanto se preveía que la
nueva moneda llevaría consigo un incremento de la actividad económica derivado de
la eliminación de incertidumbres y costes de transacción por las operaciones de
cambio de divisas, así como una mayor transparencia a los precios en los mercados
comunitarios, facilitando así mayores intercambios.
Fases de la Unión
Primera fase (1 de julio de 1990-31 de diciembre de 1993)
En esta fase se suprimieron las limitaciones al movimiento de capitales entre los
Estados miembros y se reforzó la cooperación entre los bancos centrales de los
países. En 1992 se firmó el Tratado de Maastricht por el que se modificó el Tratado
Constitutivo de la Unión para recoger la UEM. Este tratado preveía la supresión de
las monedas nacionales por la moneda común y también fijaba una serie de
condiciones económicas de convergencia, denominadas criterios de convergencia,
relativas a la estabilidad de los precios dentro de unos parámetros marcados, al
déficit público, a la deuda pública y a los tipos de cambio, que eran de obligado
cumplimiento para los países que quisieran integrarse en la UEM.