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META DE COMPRENSIÓN
Los estudiantes desarrollarán comprensión acerca de
La necesidad de comprender el actuar humano bajo el canon de los principios éticos.
CONTENIDO
De acciones y éticas
Como cualquier otro ser vivo, en especial, de condición animal; somos seres de acción. En los
animales, por su diversidad y por sus extrañas formas de vida para nosotros, no detectamos abierta
y fácilmente sí sus acciones son motivo de juicio ajeno. A diferencia de la especie humana, existe
el análisis de los actos individuales y colectivos desde la perspectiva social y es acá donde se
conjuga la ética. No solo actos neutros, actos enmarcados en juego de las intencionalidades, por
cierto, no siempre conscientes. Con esto, el propósito de la presente reflexión será discriminar el
movimiento ético en relación con nuestro modo de ser como seres sociales, visto a través de algunos
de sus exponentes más prominentes.
E iniciamos con Platón, cuando, a través de su maestro Sócrates, se asume posición frente al
modo correcto de obrar. Puede decirse que la apología de Sócrates traduce lo que éticamente debe
hacerse: “Lo más honrado y lo más sencillo no es reprimir a los demás, sino prepararse para ser lo
mejor posible”1; libertad ante los demás, trabajo en sí mismo. No hacer daño a otros y concentrarse
en mejorarse para poder servir a otros. Una consigna que se ve en toda la obra de Platón, la
honestidad que refleja justicia, el autoexamen y su corrección que nos hace dignos. Más allá de la
muerte, “No se debe responder con la injusticia ni hacer mal a ningún hombre, cualquiera que sea
el daño que se reciba de él”2. Lógica de un acto que tiene en firme la humanidad social; y el implicado
trabajo de ser tanto para sí como para otros.
En Aristóteles la ética se encarna en la virtud (ἀρετή) que pretende alzarse con el resultado por
excelencia de la felicidad (εúδαιµονíα); ya no se trata de un diálogo, se trata de un filósofo que ofrece
sus consideraciones acerca del modo correcto de vivir. Ya que “la felicidad, por consiguiente, es lo
mejor, lo más hermoso y lo más agradable”3. No con poco esfuerzo, está supeditada al hecho de
una ética. “De ahí que las virtudes no se produzcan ni por naturaleza ni contra naturaleza, sino que
nuestro natural pueda recibirlas y perfeccionarlas mediante la costumbre” 4. De tal modo que hablar
de felicidad, es hablar de un ir y venir en la costumbre del bien, de lo bueno y la determinación de
ser virtuoso. Esto es, “un modo de ser selectivo, siendo un término medio relativo a nosotros,
determinado por la razón y por aquello por lo que decidiría el hombre prudente. Es un medio entre
dos vicios, uno por exceso y otro por defecto”5 dirá Aristóteles. Para cada uno, el compromiso es
afirmarse en sus procederes de acuerdo con lo que lo sitúa en un equilibrio señalador de lo que
significa un hombre feliz.
“La civilización es un estado corrupto y degenerado, a pesar de todos los oropeles que intentan disimularlo, y
hay que volver a la naturaleza, atender a los impulsos espontáneos y básicos del cuerpo, y llevar una vida sencilla,
libre de aspiraciones nocivas y frustrantes impuestas por una educación perversa y una fuerte presión social” 9.
Y a partir de este panorama filosófico con elevada carga individualista nos cruzamos muy de
cerca con la ética cristiana; toda una invitación a la renuncia en acuerdo a los mandatos divinos.
“Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”10. Preámbulo de una vida humana
que se bifurca en serias contradicciones; pues se nos ubica en dos mundos, donde el más bajo se
frecuenta vil y el más elevado, un mundo al que ha de aspirarse. Así se encuentra San Agustín,
cuando su ética puede abrirse paso a través del siguiente precepto:
“Pero una cosa es lo que el sentido carnal, flaco como es, rehúye por miedo, y otra distinta las victorias logradas
por el espíritu tras una reflexión profunda y minuciosa. La muerte no debe tenerse como un mal cuando le ha
precedido una vida honrada. En rigor, lo que convierte en mala la muerte es lo que sigue a la muerte. De aquí
que quienes necesariamente han de morir no deben tener grandes preocupaciones por las circunstancias de su
muerte, sino más bien adónde tendrán que ir sin remedio tras el paso de la muerte”11
Se vive con relación a unos preceptos que llevan en su seno ciertas ritualidades que nos acercan
a Dios, además, vital es, moralmente darse a unas acciones que se concretan en la rectitud. Todo
mal y todo bien pende de una necesidad implícita en lo individual, el otro y la trascendencia.
Siguiendo “las normas del buen vivir en esta vida temporal, para merecer, después de esta vida, la
felicidad sin término”12. Aquella (felicidad) de la que igualmente nos comparte San Abelardo,
claramente entrañando un modo de vida ético. “No es deshonra servir a un hombre, sino a un vicio.
Ni afea el alma la servidumbre del cuerpo, sino el sometimiento a los vicios” 13. Se sale de sí, con
respecto a lo que nos tiraniza, se vuelve a sí, con respecto a la necesidad de conversión;
reconociendo el mal causado y traducido como pecado. “La concupiscencia, por ejemplo, al igual
que la voluntad, radica exclusivamente en el alma, pues no podemos apetecer o desear algo sin
quererlo”14, acentúa Abelardo. Finalmente, nos libramos del pecado (mal moral), en el ser converso
como penitente, lo contrario, “si vuelve a caer en el mismo desprecio de Dios, no sólo retorna al
pecado, sino que también vuelve a incurrir en la pena”15.
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rufinointelectual@gmail.com
DESEMPEÑOS DE COMPRENSIÓN
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