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CAPITULO QUINTO

ORIGEN DE LA FILOSOFIA
En las múltiples respuestas que se dan a la pregunta de qué
es la filosofía no se escucha un criterio objetivo. Pues la filosofía
se crea en cada caso a sí misma su concepto ; no está subordinada
a una norma. Si sé lo que es filosofía es por razón de que vivo en
ella, pero no lo sé todavía por una definición. En el lugar de la
sistemática en que ahora estamos tiene sentido buscarla, medi­
tando sobre la filosofía en el mundo como realidad espiritual; en­
tonces, por los caminos que conducen a la filosofía (los de la
orientación intramundana) estamos dispuestos a entrar en su ves­
tíbulo (como aclaración de la «existencia» y metafísica), pues su
santuario está sólo en el hombre individual «existente», no como
producto objetivo de tal o cual obra.
La filosofía, la cual no puede terminarse en una orientación in­
tramundana completa, no es solamente el saber de los límites sino
la conciencia del ser a partir de otro origen distinto. El origen,
que, por su parte, no es saber sino que se aclara en los modos del
pensamiento filosófico, se hace sensible en el mundo en las mani­
festaciones de la vida espiritual. En la orientación intramundana
filosófica tratamos ya de encontrarnos con él, aunque no todavía
de penetrar en él aclarándolo. El origen es, por encima de todas
las rotundidades del saber, concepción del mundo. Se encuentra
más allá de la cognoscibilidad en la tensión entre creencia e incre­
dulidad. Por encima de las esferas de la realidad espiritual de la
existencia empírica es lo uno, en donde radica su incondiciona-,
lidad.

CONCEPCION DEL MUNDO

En el mundo espiritual, las filosofías se presentan como con­


cepciones expresas del mundo, que se convierten en objeto de es-
O rientación filosófica en el m undo

tudio para la ciencia del espíritu. Pero con ello se patentiza en O rig tn d e la filosofía 2TÍ
seguida que se sustraen en su médula a la posibilidad de ser in­
vestigadas por el hecho de que en el mundo son más que mundo.
1. S e n t i d o d e l a c o n c e p c i ó n d e l m u n d o . —El término «con­
9. C o n s i d e r a c i ó n y s e r d e l a c o n c e p c i ó n d e l m u n d o . — Las|
cepción del mundo» (intuición del mundo) tiene un sentido inde­ concepciones del mundo se pueden considerar desde fuera en la1
orientación intramundana; se puede bosquejar su multiplicidad eri
terminado y equívoco. La concepción del mundo parece referirse
al mundo como un todo, tal como se convierte en im agen; el in­ sus posibilidades, pueden deducirse sus luchas partiendo de los
conflictos implicados en sus consecuencias. Teóricamente se puede
tuir contiene también un momento activo en el sentido del modo
ív manera cómo yo intuyo. Así, pues, parece que existe la posibili­ confiar en abarcar con la mirada todas las posibles concepciones
dad de muchas imágenes del mundo y muchas maneras de intuir y del mundo en cuanto que se las puede presentar y dejar elegir al
concebir el mundo. O bien aparece como una o como la unidad, otro. Pero de ese modo no se enuncia una concepción del mundo,
en la cual todas ellas son como miembros que deben ser verdad o sino que tenemos una teoría de las concepciones del mundo. Pero
bien hay varias verdades. Si hubiera una multiplicidad de concep­ el hombre no es un ser que lo sabe todo y que en toda manifes­
tación o forma de concepción del mundo pudiera penetrar, a su
ciones del mundo que se excluyesen mutuamente, debiendo ser
verdad todas, entonces tendría que regir un concepto de verdad, vez, como existente; el hombre está ya, por fuerza, cuando lo
piensa seriamente, en una concepción del mundo, desde la cual lo
distinto del que pensamos en la verdad de validez general de
ve todo y que es para él la única verdadera; no puede abarcarla
las ciencias.
porque nunca está terminada y nadie puede contemplarla desde
Lo que se piensa bajo el nombre de «concepción del mundo» sig­
un punto de vista exterior, pues sólo es real donde ella se realiza
nifica, en efecto, más que saber. En ella estriba lo que también se
actualizándose a sí misma partiendo del propio origen. Por esta
contrapone a ella como concepción de la vida: la manera cómo
razón, las concepciones del mundo nunca son consideradas como
el individuo valora las cosas, aquello que le importa perentoria­
lo que son cuando el hombre vive y está en ellas. Concepciones del
mente, lo que para él sólo tiene una significación relativa y cómo,
mundo en plural ya no son verdadera concepción del mundo. Se
a consecuencia de todo esto, se comporta y obra. La concepción
las concibe como posibilidades pero se deja escapar su médula, que
del mundo es el principio expresado en forma general de esta va­
no se puede asir en la comprensión.
loración, de este comportarse, de este obrar.
En las palabras «concepción del mundo» se apunta, en defini­ Así, pues, o bien se está, contemplativamente sin una concep­
ción del mundo, tomando las concepciones del mundo y orientán­
tiva, también a la interior actitud hacia aquello que ya no es
dose en ellas com o productos espirituales, concediendo a todas y
mundo y que, en el pensamiento teorético, acaso es y acaso tam­
cada una de ellas su relativo derecho, y por falta de una propia
bién no es nada más que creído, pero que significa el ser en abso­
realización, no se sabe realmente lo que es concepción del m u n d o;
luto, el fundamento de todo aquello en que, lo que como ser-
o bien se está en un lugar, al cual no se le reconocería como uno
mundo desaparece, puede ser propiam ente: la trascendencia. Aquí
entre otros muchos posibles, salvo en el estado de tolerancia co­
parece de nuevo posible creer y pensar lo más diverso o no creer
municativa con el Otro.
en absoluto.
La teoría de las concepciones del mundo, que no puede pene­
La concepción del mundo («Weltanschauung», esta palabra es­
trar hasta el fondo de una verdadera concepción del mundo, no
pecíficamente alemana), embotada por el uso cotidiano, origina­
hace más que esbozar imágenes por virtud de la endopatía estéti­
riamente posee un contenido infinito, que abarcando indetermina­
ca o mediante construcciones lógicas. La concepción del mundo,
damente un todo, se sabe como lo incondicionado de una vida y,
que para sí es realmente la única, entra en comunicación con las
sin embargo, al mismo tiempo, se sabe con otros que por su parte
otras mediante lucha, comprensión o discusión; al aparecer in­
también tienen su propio origen.
completa en el tiempo se pone en movimiento y trata, al encon­
trarse con las otras, de buscarse a sí misma desde su propio fondo.
27 * Orientación filosófica en el m undo O rigen de la filosofía 2T 9

En cuanto la concepción del mundo es enunciada, necesaria­ fanático. Pero entonces tampoco soy yo mismo, sino que me aferró
mente lo es en la forma de lo general. Aunque «históricamente» su rígidaJmente a la identidad con mi punto de vista como un lugar
fundamento en esta situación pertenece incondicionadamente a un
que se puede fijar objetivamente en el m un do: por ejemplo, el
hombre, cobra una expresión objetiva por razón de que la situa­
punto de vista sociológico al absolutizar la clase y profesión; el
ción y el hombre se convierten en algo relativamente general,
lógico, al absolutizar una categoría; el psicológico, al absolutizar
puesto que los hombres son afines, viven en la misma situación,
un tipo caraeteriológico.
en un mundo común. Cuanto más amplio sea el mundo, cuanto
Pero si, en cambio, doy de lado el relativismo que lo fluidifica
más ilimitado sea el horizonte, cuanto más toda existencia empí­
rica humana, históricamente accesible, co-ingrese en este mun­ todo, así colmo esa rígida estrechez, para ser mí mismo desde el
do, tanto más — podría parecer— deberíamos acercarnos a la con­ propio origen, entonces pierdo, con aquellas formas de generali­
cepción del mundo única, verdadera y general, en la cual la ima­ dad, más que nunca todo ser. Pues entonces me encuentro en el
gen del m undo sería la única exacta, la incondicionalidad sería la vértigo del capricho y del azar: yo vivo, y o gozo, yo sufro, hoy
del hombre en general, la trascendencia la única verdadera. esto, mañana aquello. Sin término y siempre otro, me encuentro
hasta vitalmente cansado y ante el aburrido vacío de la falta de
Pero al ser enunciada en general, la concepción del mundo se
sensaciones, pues yo no llego a ser yo mismo cuando hago pedazos
convierte en seguida en objeto para la consideración, la cual la
lo que es general.
reconoce como una concepción posible. Reconocerla como una de
4. P u n t o d e v i s t a y m i s m i d a d . —Puesto que la concepción del
las concepciones posibles es lo mismo que relativizarla. Si ella es
posible, también otra lo es. Si yo la enuncio, entonces, desde el mundo, vista como objetiva, ya no es ella misma, no parece po­
punto de vista de una consideración, quedo, con lo expresado, sub- sible que yo, a pesar de considerar todas las concepciones del mun­
sumido en un tipo. La mera consideración se las da de dueña de do, llegue a ponerme en contacto nunca con una, porque yo nunca
la cosa, me pone una etiqueta; yo soy romántico, idealista, realis­ aprehendo la verdadera concepción, sino que torno por ella misma
ta, materialista... pesimista, optimista. Pero la mera considera­ la forma general con que se exterioriza. Cuando en tan amplio
ción no entra en comunicación conmigo. En cuanto que clasifica horizonte se me presentan las concepciones del mundo como po­
lo expresado no responde. sibilidades para elegir entre ellas, advierto que esta elección no es
precisamente una elección incondicionada. Pues si quiero atener­
Ahora bien, yo soy siempre las dos cosas: yo mismo, que desde
me a la objetividad de lo que es general en las concepciones del
su fondo se expresa buscando y pretendiendo claridad, y yo como
mundo, entonces quiero asimilármelas todas. La «teoría de las con­
contemplador que considera todo lo expresado como hecho y sen­
cepciones del mundo», que las relativiza, suministra una multi­
tido. A ninguno de los dos renuncio.
plicidad en la cual y o no quisiera prescindir de ningún miembro
3. R e l a t i v i s m o , f a n a t i s m o , i n s u s t a n c i a l i d a d . — H oy la con­
o bien proporciona una única concepción del mundo, desde la cual
sideración contemplativa ha cundido tanto que se la conoce como
todas las demás son caracterizadas colmo falsas desde un punto
relativismo universal: Todo tiene valor desde un punto de v is ta ; de vista sólo psicológico o sociológico. Sería engañarme que y o
éste se puede señalar ; yo puedo ocuparlo y c a m b ia r lo n o tengo pretendiera hacer una verdadera elección entre generalidades enun­
más que estar cómodamente en todos los puntos de vista compren­ ciadas objetivamente. Pues frente a lo general en su verdad sigo
diendo, pero sin quedarme en ninguno. La libertad está en la po­ confrontándome yo y experimento la exigencia de la síntesis en
sibilidad de cambiar a voluntad el punto de vista. una totalidad. Allí donde conozco un punto de vista como punto
El resultado de todo ello sería: yo ya no soy mi mismo. Si de vista, éste ya no es mi concepción del m u n d o ; cualquier otro
alguien me quiere aprehender, ya soy o t r o ; yo puedo defenderlo punto de vista, que yo conozca, es también en alguna manera
todo y refutarlo todo. O, por el contrario, me espanto ante la in­ posible para mí. Pero el profundo origen se sustrae a] conoci­
sustancialidad, me pongo en un solo punto de vista y me hago miento cuando se le conoce como punto de v is ta : La elección no
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es incondicionada más que como ahistórica* ; es una elección con­ puede ser algo estable y acabado. Pero esto no obsta para que
creta en ésta situación. Y o soy en la situación histórica cuando me una vez expresada pueda darse, en cada caso, por lo general como
identifico con una realidad y su insondable problema. Y o no puedo una totalidad. De este modo la concepción del mundo se hace
estar en todos los lugares, sino que yo tengo que estar por com­ producto espiritual, pero sólo como un paso. Pues, de hecho, es
pleto en alguna parte para estar en general. Pero este lugar no es algo que se busca a sí mismo y, por tanto, inquieto, que nunca
un punto de vista general. Y o no puedo pertenecer más que a un entra suficientemente en la consideración general de las posibili­
pueblo, yo tengo sólo un padre y una m adre; y o amo sólo a una dades y tipos de concepción del mundo.
mujer, pero en cada caso puedo hacerles traición. Al que conside­ Por esta razón tampoco es para sí misma una posibilidad cog­
ra estas circunstancias le parece que hay otras posibilidades: ¿Por noscible junto a otras posibilidades. Para ninguna consideración,
qué no había de pertenecer a otro pueblo, si el rostro de mi pue­ ni aun para la consideración propia, hay un punto de vista exte­
blo, desfigurado y falso, me parece extraño ? Y o no quiero re­ rior desde el cual sería visible. El mundo como realidad empírica
conocer a mis padres como míos, no es m i culpa que sean así. es, en verdad, abarcable desde un imaginario punto de vista ex­
Me he engañado en mi amor o su apasionalmiento se ha disipado : terior, la conciencia universal «en general». Pero el mundo, como
yo puedo todavía querer a otra mujer. La vida es tan rica, que la incondicionalidad del hombre que existe por sí mismo, no lo es.
siempre ofrece nuevas posibilidades, siempre crea otras nuevas Se está dentro, o no se ve. Pero si se está dentro se está frente a
realizaciones. Todo esto parece evidente. Pero así es como habla otro dotado de otras incondicionalidades, a las que no se aprehen­
la consideración que se convierte en tentación. Pero si bien posee den como sí mismas, y con las cuales, poniéndose en cuestión y
su verdad cuando se orienta en el álmbito de lo general, en cam­ puestas en cuestión, se lucha, comunicándose, hablando y siendo
bio me vacía el corazón del verdadero ser para que yo pueda, a hablado, pero sin considerar, explicar y clasificar.
mi vez, llegar a mi ser. Y o me traiciono a mí mismo cuando trai­ El límite de la orientación intramundana es la concepción del
ciono a los demás, cuando no estaba resuelto a aceptar sin con­ mundo, la cual ya no es investigable, aunque es real para sí mis­
diciones mi pueblo, mis padres, mi amor, puesto que yo, sin em­ ma ; ella es el origen del filosofar.
bargo, me debo a ellos.
La identificación de mí mismo con el lugar de la realidad en
que estoy, aunque es la expresión de m i ser, se falsea cuando se CREENCIA E INCREDULIDAD
la toma violentamente como una cosa meramente pensada en su
consecuencia externa. Si y o me decido a una tarea, y si estoy La médula de la concepción del mundo es la creencia. Incapaz
en desacuerdo con mi realidad cuando me sobreviene fatalmente de ser objeto de un saber adecuado a ella, es el origen, el cual se
lo que visto desde fuera parece que no realiza la propia identifica­ percibe en el límite de lo cognoscible como conciencia de la verdad
ción, entonces ésta acaso pudiera realizarse precisamente de ese Incondicionada.
modo, interiorlmente, sin objetividad, sin expresarse. En cuanto Es imposible encontrar la verdad únicamente por medio del
se expresa, es una concepción del mundo general; pero la propia pensamiento. El pensamiento, como tal falto de fundamento, cuan­
identificación como origen no se puede aprehender adecuadamente do aprehende la verdad está henchido de algo distinto del pen­
en esa generalidad. Es como concepción del mundo, por esencia samiento. Si esto es la realidad de la existencia empírica habla­
anónima, la fuente misma del filosofar. mos de la evidencia con la cual es reconocida, pero no de la creen­
La concepción del mundo com o la claridad del origen de mi cia, pues aquélla es una imposición vital. Si eso otro es el ser,
mismidad que se manifiesta por medio de lo general no queda que ni es palpable ni puede ser demostrado com o existente, sino
agotada con lo general. Por el hecho de que el ser-sí-mistmo rea­ que tiene que ser libremente experimentado por virtud del ser del
lizado «históricamente», no es sólo un caso especial de lo gene­ sujeto pensante, entonces se puede d e cir: lo que se hace claro en
ral, acaso puede también romperlo, la concepción del mundo no< el pensamiento, sin ser, a su vea, sólo pensado, es algo creído-
'S82 O rientación filo só fica en el m undo O rigen de la filosofía 283

¡La creencia no se puede conseguir mediante argumentos ni demos­ Donde los hombres han pensado sistemáticamente, se ha manifes­
trar por hechos ; sólo se puede pensar partiendo de ella misma o tado la incredulidad form ulada: en la India, en el judaismo anti­
jen dirección hacia ella. - guo, en la antigüedad griega, en el mundo moderno. El hecho de
Es posible entrar en contacto con el origen en la consideración que haya surgido la incredulidad reflexiva en épocas tan alejadas
jeontemplativa porque la creencia se expresa y la incredulidad se •entre sí muestra la verdad general, ahistórica que en ella existe.
opone a ella expresándose: ambas están en combate visible, en Es una situación tan general de la existencia empírica aquella
el cual son accesibles a la observación, cuyas constataciones, en desde la cual se ha pensado la incredulidad, que la particularidad
verdad, nunca atinan con la esencia, pero remiten a la fuente del histórica de sus manifestaciones no es .más que una vestidura oca­
filosofar. sional que se modifica.
No hay para la creencia, en tanto se comprende y expresa pen­ En la India, el escepticismo está vinculado al nombre de Car­
sando, nada en que no sea posible una duda. Por virtud de la teaba. Esta añosa teoría, conocida por los informes de sus contra­
duda queda puesta en cuestión la creencia, al principio evidente; rios y por un drama, ha sido, a través de los milenios, un produc­
únicamente la creencia que se afirma en ella es verdaderamente to de la cultura, y ha permanecido idéntica: nosotros sólo conoce­
creencia. Esta se hace consciente al ser puesta en cuestión, se ase­ mos mediante la percepción. Todo saber por virtud de la autoridad
gura en el combate y sólo entonces queda verdaderamente decidi­ y por deducción ha de ser rechazado. No hay más que la materia
da. La creencia que quedó sin decisión no era más que posibili­ en el sentido de los cuatro elementos visibles. El alma procede de
dad. Puesto que la creencia está ligada a la duda, pero ésta tam­ la combinación de los elementos materiales, como la fuerza embria­
bién pudiera decidirse por la incredulidad, así también existe gadora procede de la mixtura de ciertas sustancias. No hay un
'creencia cuando hay incredulidad. Así como la creencia tiene la alma separada del cuerpo, puesto que no es visible. No hay, en
incredulidad por condición, la incredulidad, a su vez, sólo existe absoluto, cosas suprasensibles. Con la muerte se ha terminado
en relación con la creencia que niega. Si en la creencia cesa la in­ todo. No hay más que el goce de este mundo ; solamente los necios
credulidad, entonces desaparece el acicate; la creencia, que ya pueden dejarse engañar por libros mentirosos y alimentarse de es­
no tiene que probarse, se adorm ece; sólo la creencia que puede peranzas. El placer en los brazos de una mujer hermosa es mejor
ver la incredulidad de forma que ésta sea para ella incluso una que la mortificación del cuerpo por la mendicidad, el ayuno, la
posibilidad, es una creencia real. Asimismo, la incredulidad que abstinencia y el fuego del sol. La cordura consiste en gozar las
y a no combate a ninguna creencia vuelve a sumirse en el letargo alegrías tan libres de dolor como nos sea posible. No hay que renun-
¡de la conciencia, donde dominan las evidencias incuestionables «iar al pescado porque tenga espinas. El ser supremo es el rey
de la existencia empírica y cesa la tensión de creencia e increduli­ al que se puede ver y oír. La política lo decide todo. En cambio,
dad. Estos son los polos del ser-sí-mismo. Donde cesa su contra­ los Vedas sólo contienen charlatanerías estúpidas. Los sacrificios
posición termina también el filosofar; y esto le acontece tanto no sirven más que para provecho de los brahmanes, que los rea­
a la creencia com o a la incredulidad. Las evidencias que predo­ lizan a cambio de dinero.
minan en la existencia empírica son ciegas por incuestionadas. Parangonable a este modo de pensar, aunque no idéntico, es el
Por virtud de la interrogación entran en el proceso de la auto- Bclesiastés : «¿Q ué gana el hombre con todos sus esfuerzos... ? No
comprensión. El filosofar crea la situación en la que es posible negué a mis ojos ninguna cosa que desearan... ; híceme de canto­
decidir con plena conciencia sobre aquello que s o y ; una decisión res y cantoras y los deleites de los hijos de los hom bres; mujeres
basada sólo en la creencia. «n gran número... Pero cuando miré luego todas mis obras... y allí
1. E jem plo s de in c r e d u l id a d e s f o r m u l a d a s .— Cuando se encontré que todo era correr tras el viento... en la mucha sabidu­
pone ante los ojos la incredulidad en la consecuencia de sus afir­ ría hay mucha desazón y quien añade ciencia añade dolor... Miré
maciones se hace visible por contraste la creencia que, inversa­ todas las cosas que acontecen...; no hay nada nuevo bajo el Sol... ;
mente, sólo por virtud de la incredulidad, posee su certidumbre. no hay memoria de lo que precedió... También morirá el sabio
O rigen de la filosofía 285

284 Orientación filosófica en el m undo


■se? lo que decide. La moral es la invención de los débiles (Escep­
ticismo).
como el necio. Aborrecí por tanto la vida... porque el suceso de
A' esta dogmática, que todavía persiste en ciertas afirmaciones,
los hijos de los hombres y el suceso del animal, el mismo suceso
es... ni tiene más el hombre que la bestia... ¿Quién sabe cuál es el el pensamiento antiguo opuso un escepticismo acabado, absoluto,
bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vani­ •que evita toda afirmación, incluso la afirmación de que no hay
dad, los cuales él pasa como una som bra?... No seas demasiado verdad. Este escepticismo reconoció, no sólo formalmente, que
justo... ¿Por qué quieres destruirte?... No hagas mucho mal ni una afirmación negativa sobre la verdad se incluye a sí misma, y
seas insensato. ¿P or qué quieres morir antes de tu tiem po?... Por por tanto, tampoco puede ser verdad ; por esto se limitó, no sólo
tanto alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del a persistir en el intento de abstenerse de juzgar, a oponerse a jui­
Sol sino que coma y beba y se alegre... Y vale más un perro vivo cios equivalentes como contradictorios y afirmar solamente que
que un león muerto.» esto me parece ahora así. Más bien concibió este modo de pensar
•como forma de vida: la completa abstención de juicio tiene, por
El Eclesiastés se diferencia del Carwaka por su cólera. Su ac­
consecuencia, la tranquilidad del alm a; conduce a la aceptación
titud es la indignación nacida de la creencia desengañada. No
de una vida, nacida de la coacción equivalente de las situaciones
se satisface con el placer. Conoce el dolor de saber y el tormento
y conforme a la constitución psicofísica de la propia existencia
del no-saber. Ve el mismo destino para el justo y el injusto. El
empírica. Estos escépticos se atienen a lo que aparece tal como
aguijón de esta incredulidad ya es creencia posible. La doctrina
aparece. Viven, puesto que confiesan no poder estar completa­
del Carwaka persistió largo tiempo en el goce tranquilo de un
mente inactivos, sin opiniones: la coacción de las circunstancias
epicureismo hindú. La incredulidad del Eclesiastés, sin embargo,
muestra el camino a la alimentación por virtud del ham bre; a
e? un elemento en el proceso de la creencia del Antiguo Testamen­
la bebida, por virtud de la s e d ; la tradición de la moral y de las
to. Esta posibilidad indujo a un creyente a adiciones que lo ate­
leyes obliga por costumbre a admitir la piedad en la vida como
nuaban, y en esta forma el texto pudo formar parte de la Biblia.
un bien y a la impiedad com o un mal.
La incredulidad filosófica griega desarrolló con la máxima cla­
Este escepticismo es de enorme consecuencia lógica y penetran­
ridad tres tem as:
te evidencia. No hay en él ya más punto fijo que la independencia
La verdadera realidad consiste en las últimas partículas mate­ en la abstención de toda afirmación y la tranquilidad de alma de
riales diferentes por su tamaño, forma, posición y movimiento. la completa indiferencia; todo lo sustancial es aceptado sin par­
Todo está formado por ellas y en ellas se descompone todo. Por ticipar en ello. Es una renuncia a la acción positiva como decisión,
tanto, todo no es más que manifestación aparencial de esta ver­ al tiempo y al fu tu ro: un mero existir de aquella manera punti-
dadera realidad, la cual desarrolla sus infinitas combinaciones por forme, una vida en este rico mundo circundante, pero al mismo
inexorable necesidad y azar (Materialismo). tiempo un no estar en él, puesto que todo es inesencial.
Lo que importa es el placer. Gozarlo el mayor tiempo posible Mediante la actualización de las afirmaciones y argumentos de
y con la mayor pureza exige reflexión. No todo placer es bueno. la incredulidad obtenemos ciertas percataciones de carácter ge­
Por esta razón, el valor del placer se calibra, primero, por su du­ neral.
ración : el placer sensible se embota rápidamente, trae consigo pe­ 2. E l in e v it a b l e r e s t o e n l a i n c r e d u l i d a d f o r m u l a d a . —La
riódicamente cansancio y hartura; por tanto, los placeres espiri­ conciencia humana no puede por menos que afirmar algo absoluto,
tuales son los preferibles; en segundo lugar, el placer se valora aun cuando no quiera. H ay, por así decir, un lugar inevitable de
teniendo en cuenta el mal que produce. Una teoría que evalúe lo absoluto para mí. Si suprimo algo que es absoluto para mí,
por cálculo el placer, es la reguladora de la vida (Hedonismo). automáticamente otro absoluto ocupa su puesto. La consecuencia
de la incredulidad formulada no es, evidentemente, expresar el
No hay verdad, o hay una verdad, sí, pero nosotros no pode­
«contenido caótico y cambiante de la incredulidad inconsistente,
mos conocerla ; o podemos conocerla, pero no comunicarla. No hay
derech o; derecho es lo que yo puedo ; la arbitrariedad del poder
28« O rientación filosófica en el m undo Q rigen de la filosofía

sino expresar ciertos absolutos reducidos a la más extrema indi­ guna verdad, pero entonces reconoce, por virtud de su juicio ex­
gencia : La actitud de la ataraxia es la tranquilidad impersonal presado de hecho, por lo menos la forma de verdad que contiene
como independencia puntifonme y sin contenido. La materia es- este juicio n egativo; está en un círculo que contradice racional-1
la afirmación dogmática de jlo sensible o del substrato de lo mente al que afirma racionalmente. O bien el escepticismo se abs­
sensible como un objeto absoluto. El placer es la mera forma del tiene de toda afirmación decisiva; entonces, comoquiera que no
sentimiento positivo, independiente de todo contenido o reducido' afirma nada, es irrefutable. Pero el que nada afirma se abstiene
al placer sensible. En todos estos casos, lo absoluto es la abstrac­ de la comunicación y es como si no existiera. Para la ataraxia de­
ción de algo formal que no puede existir como real en ninguna- ben ser indiferentes todos los contenidos; pero el que la sostiene
parte. La ataraxia es la formalización y , por tanto, la congela­ inmediatamente demuestra, sin embargo, por virtud de su acción
ción de la lib erta d; la materia es la desrealización de la existencia y en cualquier parte, lo contrario.
empírica despojada de toda la plenitud y riqueza de la facticidad, Estas refutaciones del resto positivo que hay en la increduli-f
y el placer, com o puramente sensual, no puede jamás realizarlo’ dad formulada no son, a su vez, más que negativas. Descubren
un ser humano por entero. las dificultades que existen en las afirmaciones de la incredulidad
La incredulidad formulada se convierte en un mínimo de creen­ y las refutan. No satisfacen; no hacen más que liberar de la pre­
cia. Pero es creencia dogmática. Sus tres direcciones forman, cada sión que aquellas afirmaciones pudieran crear, cuando se las tiene
una, un grupo sistem ático: éste formula dogmáticamente el mí­ por indefectiblemente exactas, puesto que estas refutaciones no
nimo pensable de la objetividad de las cosas (materia), el mínimo toman posición ninguna y se mueven sólo en el terreno de la ar­
de la subjetividad psicológica que es vitalmente necesario para la gumentación. La creencia tiene un origen distinto que las argu­
ejecución de las valoraciones (placer); por último, en el escepti­ mentaciones.
cismo, la relatividad de todo lo objetivo y subjetivo, para con­ 4. F e c u n d i d a d d e l a i n c r e d u l i d a d .— Pero la incredulidad
servar una «existencia» imperturbable en la paz sobre nada.
formulada no se liquida atacando sus afirmaciones absolutas. En
3. A r g u m e n t o s c o n t r a l a i n c r e d u l i d a d f o r m u l a d a . — Con­ todos los campos ha mostrado su fecundidad.
tra las formulaciones racionales pueden aducirse argumentos ra­ El materialismo ha creado, por virtud de sus teorías del ser, los
cionales que muestran, en cada caso, la imposibilidad de soste­
supuestos para el conocimiento de un mundo accesible al conoci­
ner la absolutización:
miento exacto de la investigación experimental y dominable téc­
Contra el m aterialism o: Partiendo de la materia no se puede nicamente en la medida en que es investigable. Aun cuando el co­
concebir la conciencia ni el a lm a ; la materia no es todo. nocimiento natural y el dominio de la naturaleza se han realizado:
Contra el hedonism o : N o hay placer en general. Y o aspiro de históricamente, en buena parte, partiendo de otros motivos de|
hecho al contenido que me produce placer. O bien el hedonismo creencia, el materialismo, sin embargo, es ámbito permanente ;í
responde a la pregunta por la clase de placer con algo material, el
el conocimiento de la realidad padece donde interviene cualquier
placer de los sentidos. Contra ello puede objetarse: ese placer
otro principio. La esencia de la incredulidad es tener por absoluto
es un mínimo, en cuya realidad inmediatamente hay más que el
él mundo, y precisamente por virtud de la incredulidad humana
placer sensible. O bien el hedonismo responde form alm ente: el pla*-
éste se ha hecho tributario del hombre.
cer que dura más, y que tiene por supuesto y por consecuencia el
mínimo de d o lo r ; es decir, que abre una cuenta o balance. Contra El hedonismo está justificado contra aquellas abstracciones de
esto se puede d e cir: No hay una medida para las diferencias de la vida que sustraen a ésta todo su presente. El placer del ins­
nivel del placer (satisfacción, felicidad, beatitud), pues la diferen­ tante vital es, ciertamente, un mínimo, pero aun así es infinita­
cia no es concebible coano placer, sino sólo como contenido; la mente más que la nada de lo imaginario, el cual, a fuer de simple­
cuantificación fracasa. mente pensado, no se convierte en presente y actual. No se puede
Contra el escepticismo. Este afirm a: O bien que no hay nin*- impugnar al hedonismo el derecho de restablecer la vida allí don­
288 O rientación filosófica en el mundo
O rigen d e la filosofía 260

de se ha olvidado que lo que es tiene que estar presente com o


Pero la creencia dentro de la incredulidad sólo puede dar una
dolor y satisfacción para ser en definitiva.
•vida tranquila, pero no hacer experimentar la vivencia de la «exis­
El escepticismo es fértil ya al convertirse en acicate crítico en tencia» ; permanece dentro de sí. A lo intemporal le falta acicate
toda investigación particular; entonces se convierte en escepticis­ e impulso. Históricamente infecunda, la incredulidad es el refugio,
mo metódico en el sentido de crítica que, por virtud de la duda, 'como actitud, si yo detengo el mínimo de creencia en el límite en
trata de encontrar lo justo y exacto. Pero como concepción del que ya se disipa. Es fecunda, porque conserva la posibilidad de
mundo no se hace fértil sino por virtud de la expresión racional volver a enardecerse, si la existencia temporal se me hace nueva­
de la racional desesperación: ninguna verdad en forma de juicio mente real para mí. Pero cuando la incredulidad se hace dogmá­
es absoluta. Esta tesis, como aguijón de la creencia, evita que se tica parece desvanecerse también la posibilidad. Escépticos, epi­
pudiera tener por verdad absoluta el conocimiento objetivamente cúreos y materialistas provocan nuestra estimación cuando los ve­
impositivo. El escepticismo suscita entonces la posibilidad de la mos en su esencia y sus cimas. Pero aún para ellos puede valer
creencia, ciertamente no la creencia misma todavía. Mientras la algo de la frase de Goethe cuando decía que, en el conflicto de la
duda metódica no era más que un camino para un conocimiento creencia y de la incredulidad, todas las épocas en las cuales pre­
particular, en este caso el escepticismo se convierte en una relati- domina la creencia son brillantes, exultantes y fértiles para los
vización nunca terminada de todo acabamiento y perfección en contemporáneos y la posteridad ; pero, por el contrario, todas las
la existencia temporal. De este modo se impide la deificación de épocas en las cuales la incredulidad sostiene una mezquina victo­
cualquier finito, dejando libre el espacio para la creencia como
ria desaparecen, porque nadie puede afanarse en conocer lo in­
principio de la posible «existencia». El escepticismo queda con­ fecundo.
servado en la conciencia al sublimarse en una «existencia» abier­
Ahora bien, parecen haberse originado las siguientes posiciones
ta a la trascendencia: ante ella todo es nada. contradictorias:
5. La c r e e n c i a d e n t r o d e l a i n c r e d u l i d a d y l a i n c r e d u l i ­
En la incredulidad existe la creencia como el residuo de positi­
d a d d e n t r o d e l a c r e e n c i a . —La incredulidad no sólo es fecunda.
vidad en la independencia puntiforme, dando con ello un sostén a
Incluso es, a su vez, una creencia: como fuerza de la independen­
la vida, aun cuando no pudiendo ya desarrollarse fértilmente. Pero
cia en la dignidad de poder prescindir de todo. La incredulidad
en la incredulidad hay todavía otra creencia en forma de negati-
formulada enuncia lo que ella era ; pero el que la expresa, si habla
vidad agresiva, la cual concurre a conquistar una creencia; la in­
sinceramente, está al mismo tiempo de m odo inconsciente más credulidad posee nueva fecundidad.
allá de ella.
En la creencia hay incredulidad. Pues sólo* es auténtica la
No sé puede negar que hay hombres que, con tranquila sereni­ creencia que conoce, experimenta y sufre la incredulidad. Como
dad, miran de frente a la muerte, que utilizan impasibles todas quiera que sólo la creencia que la incredulidad hace difícil es la
las formas de la incredulidad para vivir intangiblemente tras ella sincera, la creencia estimula las manifestaciones de la increduli­
una existencia originariamente noble. La creencia en aquella in­
dad para cerciorarse de sí misma al superar su propia increduli­
dependencia puntiforme permite desarrollar una vida que puede
dad. Por tanto, la creencia encierra en su seno la incredulidad
ser vista como una tranquila felicidad en toda necesidad y apu­ como una posibilidad.
ro. No es cierto, como se quiere afirmar, que el hombre que no
La fuerza de la creencia consiste en la polaridad, que sólo que­
admite la creencia esté endurecido; que quien no siente angus­
da aplazada, suspensa, cuando hablo unilateralmente de creencia
tia ante la muerte olvida la m uerte; que todo hombre en la
hora de la muerte vuelve medroso a la creencia. Tampoco es ver­ o de incredulidad. La reducción de la creencia a un mínimo con­
tenido o perímetro, sin embargo potente y vital, se llama incre­
dad que esta incredulidad haga inmoral al hombre, si bien sus­
dulidad. Pero la ampliación del contenido, la plenitud de la po­
trae a sus acciones todo patetismo y no les atribuye ningún valor
sitividad que, por virtud del acicate de la incredulidad, perma­
'de consideración. nece en movimiento, es lo que se llama creencia.
390 Orientación filosófica en el m undo Origen de la filosofia 2911

6. La a u t é n t ic a f a l t a d e c r e e n c ia . —Pero hay otra incre­ toma nada en serio y se anula lo que pudiera tener importancia
dulidad, la falta de creencia, que se origina cuando la polaridad' haciéndolo ridículo, conforme al principio «le ridicule tue» ,(el ri­
misma se hace más opaca o desaparece. Entonces no existe creen­ dículo mata). Esta actitud no puede por menos de tomar de hecho,
cia ni incredulidad, sino, en un caso, sólo un régimen inconsciente día por día, algo en serio por virtud de la preocupación por los in­
de existencia empírica por virtud de la costumbre y la regla, la co­ tereses vitales de la existencia. Así, pues, se convierte en teoría
acción psicológica, la objetividad sin problemas o, en otro, tam­ para aquellos que quieren obedecer sin responsabilidad al momen­
bién el cambio, el azar, el caos del alm a; en ambos casos, la. to y la conveniencia de sus intereses.
falta de creencia, la completa infecundidad para la cual la frase
Si la cuestión fundamental del hombre — a la cual no respon­
de Goethe vale sin limitación alguna. L o que aquí pudiera lla­ de con una simple opinión, sino con su realidad— parece ser si
marse, como orden, creencia, resulta, por virtud de la indefen­ entra en la tensión de creencia e incredulidad o si vegeta oscura­
sión contra el verdadero planteamiento de problemas, como falta
mente en la falta de creencia, entonces el hombre tiene en el filo­
de creencia, el caos como mero resultado del acontecer.
sofar la tensión para cerciorarse de su creencia partiendo de su
También se puede manifestar esta incredulidad en que no hay- apática inconsciencia.
la tensión de la polaridad, cuando considera racionalmente la creen­
cia expresada y la negación como contenidos dogmáticos uno al
lado del otro. Pues entonces, en lugar de la lucha, y en lugar de
LO UNO Y LA MULTIPLICIDAD DE LAS ESFERAS ESPIRITUALES
la decisión en un acto de creencia que crea al ser-sí-mismo, DE LA EXISTENCIA
puede llegar a un compromiso racional, cuya esencia es la insus-
tancialidad incomprometedora que se atiene al relumbrón de las Las esferas en las que se articula la existencia empírica del
valoraciones objetivas y la plausibilidad racional. r espíritu para la orientación intramundana están una junto a otra,
No se puede dar a las consecuencias de la verdadera falta de al mismo nivel, cuando se trata de considerarlas contemplativa­
creencia claridad consciente, porque entonces ya de nuevo una mente. Ciencia, moral, religión, arte, política, erótica, economía,
creencia da el impulso y las anula; para esta insuficiencia ha en­ etcétera, tienen en sí una legalidad autónoma, es decir, leyes pro­
contrado Renán una expresión adecuada: «Puede ser muy bien pias fundamentadas. Todas ellas tienen la tendencia a apoderarse
que el mundo no sea más que una mojiganga, de la que Dios no y someter lo que existe en las otras esferas. Cada una hace rela­
se preocupa. Por esta razón debemos arreglárnoslas de modo que tiva a la legalidad propia de las otras, mientras que toma la suya
en ningún caso estemos por. completo desprovistos de razón. De­ por absoluta. Según sea el punto de vista de esta absolutización
bemos escuchar las altas voces, pero de tal manera que no per­ se originan las posibles jerarquías de las esferas como el orden de
manezcamos com o los tontos, en el caso de que la otra hipótesis precedencia en el cual se las preferiría o pospondría en caso de
se debiera confirmar... Por tanto, «in utrumque paratus»... Si nos conflicto.
entregamos, según las circunstancias, a la confianza, la duda, la Pero la incondicionalidad relativiza esta consideración, deján­
alegría de la vida, el placer de la burla, podemos estar seguros de dola reducida a una construcción intelectual. La teoría de las es­
que, al menos en ciertos momentos, alcanzamos la verdad... Nos­ feras es medio auxiliar de la orientación intramundana; la lega­
otros debemos al Eterno el ser virtuoso, pero tenemos el derecho lidad propia de una esfera no es, en ella, la incondicionalidad de
de añadir a este tributo como una especie de represalia personal
la creencia. Mientras que aquella legalidad propia ha de concebir­
nuestra ironía... El Eterno debe s'aber que, cuando aceptamos el
se como general, esta creencia sólo se puede aclarar para sí mis­
engaño, lo aceptamos queriéndolo y sabiéndolo...»
ma. Estas esferas con leyes propias son muchas, pero la incondi­
La actitud filosófica originaria de la ironía se convierte autén­ cionalidad nunca puede ser más que una. Y o puedo obedecer a
ticamente en falta de creencia cuando ya no se quiere aceptar esta legalidad especial de cada esfera, pero también relativizarla.
nada difícil y penoso ni se quiere saber nada a derechas ; no se La incondicionalidad es para sí misma como algo absoluto. Las
292 O rientación filosófica en el mundo
O rigen de la filosofía 293

legalidades especiales se convierten, como cireaciones sensibles, contra la teología, no era la legalidad propia de la razón como tal
con sus consecuencias, en objeto. Pero la incondicionalidad de la quien combatía, sino una nueva creencia que se manifestaba en
creencia nunca puede ser aprehensible como tal. La autonomía de forma de ciencia. Las ciencias fueron de nuevo campo impotente
las legalidades especiales, clasificadas en esferas, no tiene en sí y discrecional de todas las creencias cuando quedaron desampara­
nada p a tético; la incondicionalidad es inclasificable, a no ser en
bas de la filosofía que las animaba. Si en las ciencias se reconoce
sus ¡medios y en sus formas de manifestarse necesariamente dis­ un contenido es porque son guiadas por ideas, las cuales tienen su
tintas y separadas, en las cuales ya no es ella misma ; en ella, incondicionalidad en la filosoifs existente. Por esta razón, ni la
el sentimiento de la autonomía emana de la presencia originaria
consecuencia racional como ley propia de la razón ni tampoco la
de la libertad. impositiva certidumbre empírica de un Galileo conduce a una lu­
La filosofía no es la legalidad autónoma de una esfera, sino la cha de creencias, sino la convicción filosófica de un Giordano Bru­
expresión de la incondicionalidad de una creencia. Las esferas con no o un Spinoza, en los cuales lo racional no es más que un instru­
sus leyes propias todavía carecen de contenido de creencia. Este mento, aun cuando Spinoza, con todos los filósofos, hasta Kant,
contenido sólo se lo confiere la «existencia». Todos los conflictos identifica el «médium» de la intelección impositiva con el conte­
entre las leyes propias de las esferas son relativos ; todas las lu­ nido de su filosofía.
chas verdaderas son luchas de creencias. Estas se pueden compren­ La contradicción es reproche e impulso para el saber; precisa­
der en el filosofar, así como éste sólo en ellas se enciende. Su ori­ mente allí donde la incondicionalidad se hace ciencia, quebranta
gen es lo uno sometido a las tensiones existentes entre la legalidad la legalidad propia en cuanto se arriesga a la contradicción. En la1
autónoma y la incondicionalidad en las múltiples esferas y se acla­ filosofía se han hecho los mayores esfuerzos para superar la con­
ra indirectamente mediante contrastes. tradición en el pensamiento acogiéndola, sin resolverla, por anu­
a) A la legalidad de lo racional pertenece la consecuencia ló­ lación y síntesis racional. En las ciencias empíricas la elusión de
gica del pensamiento. Mediante el principio de contradicción per­ la contradicción significa al mismo tiempo la improductividad de
mite extraer convincente, impositivamente, de proposiciones dar­ la investigación. Max Planck diferencia entre los físicos aquellos
das otras proposiciones. que inmediatamente se apresuran por verse libres en absoluto de
Donde yo pienso en general, incluso donde una creencia se ex­ contradicciones y, por esta razón no avanzan, de aquellos otros
presa en afirmaciones, lo expresado queda sometido, por el hecho que, para avanzar, empiezan por soportar una contradicción y
de estar pensado, a esta racionalidad. Una experiencia originaria sólo admiten por necesidad la corrección para más tarde. Pero no
de la libertad se formula como contenido de una creencia. Proba­ se consigue, no se alcanza el fin : la contradicción sigue clavada
blemente las consecuencias de la proposición así nacida no son pen­ como el aguijón. Pero por el hecho de arriesgarse a ella la idea
sadas al principio o son inmediatamente rechazadas por la creen­ pide conocimientos empíricos sustanciales, .mientras que el pen­
cia originaria ; pues, aunque las leyes propias de la razón tienen por samiento sin idea y, por tanto, sin sustancia, se somete sin con­
sí algo impositivo, están, a su vez, bajo el control de la creencia de diciones a la legalidad específica de la lógica para acumular sin
la que emergió la primera proposición. En la contienda entre la término pensamientos inanes. El impulso a satisfacer y cumplir
creencia y la consecuencia racional no combaten fuerzas de la mis­ las leyes propias de una esfera es, al mismo tiempo, lo que puede
ma clase y del mismo rango, sino que en el ámbito de las ar­ quebrantar esta legalidad.
gumentaciones lucha la creencia por su claridad y la creencia con­ b) La legalidad propia de lo erótico pide encanto, crear dis­
tra la creencia de modo que en las concepciones más acusadas se tancia y siempre nuevas maneras de anular la distancia, pide la ri­
comprendan más claramente o bien hasta que en el argumentar queza del ju e g o ; rechaza la mera repetición y anhela la sorpresa.
como tal y el afán de tener razón a toda costa termine por per­ No conoce nada existente sino sólo el momento irrepetible. Su exi­
derse la creencia. gencia está dirigida a la configuración de aquello que la vitali­
Si en la época moderna se combatió en nombre de la ciencia dad aporta com o saciedad y renovación en periódica alternancia.
294 O rientación filosófica en el mundo Origen de la filosofía

Nunca satisfecha, sino sólo ocasionalmente en la consumación de dual. Así Heloisa le concibe en su amor por Abelardo y sólo pu­
un momento que se desvanece sin dejar rastro, se afana por la mul­ diera comprenderse a sí misma mediante el filosofar.
tiplicidad, la variación, la conquista. Abandona, es infiel e in­ c) Por virtud de la legalidad -propia de la política existe el
saciable. Estado como la forma de soberanía de la sociedad humana, en la
Esta legalidad no es una creencia. Tiene una fuerza impositi­ «ual se hace posible la voluntad que decide para la totalidad. Esta
va, a la cual, sin embargo, se puede oponer y resistir una creencia. •soberanía que no se logra ciertamente nunca sin violencia o ame­
naza de violencia, únicamente por virtud de ella es posible, aun­
Esta creencia, si es religiosa, domina lo erótico mediante su radi­
que sólo <ic modo pasajero. El consenso interior de la mayoría se
cal anulación en el ascetismo, recela de éste considerándole una
adhiere a ella porque los más creen poder desarrollar propiamente
legalidad espiritual, que da a la mera sexualidad una disciplina y
su vida en esta forma de soberanía. De aquí que la voluntad po­
por su virtud entra en competencia con la creencia. Pero esta com­
lítica lo utilice todo, incluso las fuerzas espirituales de la vida,
petencia sería vana. E l erotismo com o esfera espiritual no vive de
como factores en el mecanismo del poder. Todo lo que existe que­
sí mismo, así como la ciencia no vive del entendimiento. Así, pues,
da sometido a una adecuada relativización respecto a los fines en
cuando en nombre del «eros» se lucha contra la creencia, en el
concepto de medio. Todo engaño y toda transformación de las co­
«eros» se expresa otra creencia. La emancipación del amor res­
sas en instrumento de dominio se justifica por el resultado, por eL
pecto al cristianismo no significa que una legalidad propia luche
éxito en la génesis y mantenimiento de una forma de soberanía y>
contra la creencia religiosa, sino una incondicionalidad contra una
del tipo de hombre que la sostiene. De hecho la acción política se!
incondicionalidad. No es el erotismo como esfera autónoma lo que
realiza conforme a la legalidad propia de esta esfera por virtudl
la Iglesia combate en Heloisa, sino su amor a este único hombre ;
de la sagacidad instintiva —la cual en la mayoría de los casos se
este amor destruye también la legalidad propia del erotismo ; el
oculta a sí misma sus propias reglas— , por el hecho de que aumen­
amor no queda abolido por la castración de Abelardo, la cual de­
ta su fuerza y su sentimiento de seguridad al acertar en cada mo­
bería quebrantar al erotismo en su raíz v ita l; ese amor es una
mento con lo que es importante y decisivo. El sentido sigue siendo
creencia porque Heloisa con Abelardo y sólo con Abelardo se sabe
el m ism o: asegurar el poder en la forma hiperestructurada de lai
con Dios ; no es su Dios el que la quiere separar de Abelardo ; en
soberanía negando los derechos propios de todo lo demás en cuan-1
el siglo x i i ella no podía extraer esta consecuencia eon su rigor
to se produce el conflicto.
racion al; Heloisa es d e v o ta ; su frase de que seguiría a Abelardo
Pero en la lucha política no es esta legalidad propia de la po­
hasta el mismo infierno no quiere decir que Abelardo sea su Dios,
lítica la que se pudiera oponer a la creencia como poder indepen­
que entre Dios y Abelardo escogería a Abelardo, sino que no puede
diente. En ella tiene que haber una creencia que le preste fuerza
ser un verdadero Dios quien quiere separarla de Abelardo a causa de convicción. La Iglesia ha cultivado una política tan inteligen­
del voto monástico ; no es precisamente una sensualidad salvaje, temente maquiavélica como los Estados temporales. Sólo la creen­
que por su naturaleza pasa rápidamente, tan poderosa que la apre­ cia contenida en una voluntad política es la que se puede encon­
mie a satisfacerla al momento. Tampoco es el erotismo espiritua­ trar en conflicto con otra creencia; por ejemplo, la voluntad de
lizado, sino un amor incondicionado, trascendente, traicionar al vivir en mi país, cuyo honor no admite condiciones. Esta incon-,
cual amenazaría la «existencia» misma, y atentaría a la trascen­ dicionalidad se ha sumido en lo histórico del propio se r; respe­
dencia. No es la obstinación de Heloisa, que incluso osaría elegir ta, a los otros pueblos y combate con ellos como contrarios a
el infierno, sino el reto al Dios de la Iglesia y de los monjes que los que quisiera respetar. Pero como incondicionalidad, que se ha
no es su Dios y cuyo infierno, por tanto, no vale para ella. Pues transformado en objetiva, es enemiga de aquella objetividad espe­
Dios no existe para los hombres como una objetividad que excluye cífica de la creencia religiosa, que en forma de Iglesia pretende el
todas las demás, y expresa sus exigencias y administra su gracia, dominio universal. Maquiavelo estaba dispuesto a renunciar a la
sino que Dios nunca es Dios más que para la «existencia» indivi­ «terna beatitud que da la Iglesia en favor de la unidad de Italia.
*296 Orientación filosófica en el mundo Origen de la filosofía Í9T

La guerra de la Academia platónica contra Siracusa fué una gue­ cuando habla de autonomía de una esfera, pero quiere decir su
rra de creencias en pro del verdadero Estado, sólo en el cual sería creencia.
posible el verdadero hombre. Si se concibe la legalidad propia de Aunque la autonomía de las legalidades propias de las esferas
la política incondicionadamente, es también partiendo de una no es absoluta, tampoco es indiferente. Sus leyes no son vulnera­
creencia, sea una creencia religiosa-eclesiástica o de otra clase. das nunca sin daño. Nuestro ser en la existencia empírica se en­
Por el contrario, en la lucha sin creencia nacida de la necesidad trega a tales violaciones, no sólo cuando las nonmas.que concurren
y el acaso, la incondicionalidad queda sustituida por la voluntad al caso desde las múltiples esferas entran en conflicto al mismo
vital de existir: estas luchas no crean ninguna forma de sobera­ nivel, sino en forma realmente flagrante respecto a la. primacía
nía, sino que todo lo deja oscilando sin término entre el capricho del origen de la legalidad especial. Pero si la violación impulsa a
indiferente y la coacción bru tal; no troquela a los hombres en su la salvación, no lo hace incondicionalmente: la tensión se hace
Estado, sino que en un mundo que se desmorona obliga a todo profundización del ser que en ella se aparece: La contradicción
ser-sí-mismo a que se recoja en sí. racional debe ser anulada, pero no con daño del contenido de la
La creencia que mueve a la legalidad propia de la política pue­ investigación de los hechos, a la cual más bien impulsa, ni tam­
de quebrantarla. La camaradería de la guerra se hace fidelidad in- poco paralizando la conciencia del ser, a la cual, por el contrario,
condicionada sin que medie una vinculación absoluta por virtud despierta. La pérdida de la existencia política debe ser remediada,
de la política que constituye el sentido y significación de la lu­ pero no cuando el honor del ser, que llega a sí mismo en la forma
cha. Esa legalidad propia de la política tiene otro límite en el ori­ de soberanía, fuese aniquilado, ya que, por el contrario, el honor,
gen que la anima, cuando frente a una existencia en condiciones- sólo en cuanto que somete lo necesario a sus condiciones, llega a
desesperadas se prefiere la ruina (Cartago) o cuando se rechaza su verdadero fondo. El mal gusto debe ser vencido, pero no de
¡un juego político, por sí mismo ventajoso, por indigno de la pro­ ¡manera que el genio se perdiera por esta corrección, la cual, por
pia nación. !el contrario, como Icnsión le impulsa a la expresión más revelado­
En todos los casos, la legalidad propia de una esfera es válida- ra posible. La violación de las leyes propias de la erótica debe ser
objetivamente, pero existenciakmente es relativa. Así como la le­ evitada, pero no cuando el amor perezca en e llo ; por el contra­
galidad propia de las esferas racional, erótica, política son autó­ rio, también ha de soportar la falta de belleza atractiva cuando
nomas desde el punto de vista de una orientación intramundana,. el erotismo, bajo las condiciones de un incondicionado, sea expre­
pero al mismo tiempo vacías, lo mismo pasa con todas las demás sión del amor, el cual alcanza su profundidad posible en la ten-
jsión.
esferas espirituales. En el arte, la legalidad estética queda destro­
La creencia, que se desliza en las leyes propias de las esferas
zada por el genio existencial. Este desea más que corrección esté­
del espíritu, no es visible por mucho que se consideren estas esfe­
tica ; el genio revela el ser trascendente.
ras. En la ordenación de las esferas no se presenta la creencia. La
Parece como si cada legalidad propia de una esfera espiritual legalidad propia de la vida filosófica sería la incondicionalidad de
luchase por ser absoluta. Luchas de tal clase se han producido en la creencia que nunca llega a ser objetiva en una figura sensible
nombre de la ciencia, del arte, de la política, de la erótica. Pero cerrada, sino que, en su movimiento, se opone a todas las esferas
de la autonomía de estas legalidades propias no surge ninguna como aquello en donde se aparece porque las necesita para reali­
fuerza existencial. Pueden ser ámbito, instrumento de toda creen­ zarse, pues su legalidad propia objetiva ya no es la de la creencia,
cia. En el caso de que la lucha sea auténtica no combate una le­ sino la consecuencia lógica, la imagen artística, la ley moral, el
galidad especial contra la creencia, sino creencia contra creencia. orden de la existencia social, etc.
La incredulidad, como falta absoluta de creencia o el vacío de la Pero si la filosofía, como la propia aclaración de la incondicio­
«existencia» pueden apoyarse muy bien sobre una mera legalidad nalidad se concibe, a su vez, como esfera, entonces se la concibe
especial; la «existencias puede malentenderse filosóficamente^ ya en forma desviada. El origen, que es la fuente de vida para
298 O rientación filo tó fiea en el m ando

todas las esferas como formas sensibles, no puede ser esfera a sui
vez. Ni siquiera lo es cuando parece estar directamente a la vista
en la conciencia. El origen siempre queda, por así decir, a la es­
palda.
Lo incondicionado es, en cada caso, u n o; por tanto, no todo.
En cambio, las esferas espirituales son múltiples y pueden abarcar
todo lo que como espíritu se ha convertido en producto sensible
comprensible. La «existencia», que comienza a manifestarse en su
primera decisión, relaciona su existir empírico en el mundo con su
verdad. No reconoce la legalidad propia en su multiplicidad más
que com o relativa y en el caso de conflicto quebranta todas las
formas de lo general. Sólo lo Uno, que no puede ser expresado de­
finitivamente, es lo que conoce la «existencia» como lo absoluta­
mente serio. No es real en ésta o en la otra esfera, sino que sirve
a su único Dios, al cual no conoce de otro m odo que al realizar lo
que es incondicionado para ella. No haciéndose objetiva, sino exis­
CAPITULO SEXTO
tiendo, busca y pregunta ; sus respuestas sólo a medias y en el
secreto son comprendidas desde la existencia empírica. Pero tam ­
X A FORMA DE LA EXISTENCIA EMPIRICA
poco este criterio de la incondicionalidad es realizable como defi­
nitivo ; es, más bien, lo último, como se nos aparece en la «histo­ DE LA FILOSOFIA
ricidad» de nuestra «existencia», porque en el tiempo no hay ter­
minación en lo que es lo único.
La filosofía como auto-cercioración de lo Uno en la 'existencia
empírica se convierte en pensamiento enunciado y, por tanto, so­
metido a la racionalidad. Pero entonces ya no es o todavía no es
ella misma, porque para existir tiene que adoptar la forma de lo
general. Pero com o verdad es la única verdad, la incondicionada,
en la cual la «existencia» aprehende su ser desde el origen.
La filosofía no puede servir de m,edio para otra cosa, sin pe­
recer. Cuando se pregunta por la utilidad de la filosofía no se pien­
sa ya en la filosofía, sino que se la despoja de su esencia ya al
plantear la pregunta. La filosofía es origen. O bien estoy en ella,
o bien, extraño a ella, sólo la veo desde fuera. Partiendo de ella
puedo preguntarlo t o d o ; pero ella, abierta ya e inacabada como
proceso que es, es la auto-cercioración de la posible «existencia»
que se manifiesta en la existencia empírica. Sin fundamentarse por
nada, sin justificarse por ninguna finalidad, la filosofía es lo Uno,
que sin embargo no es todo, aunque se dirija al verdadero ser co -|
mo su sustancia incondicionada.

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