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Avicena comienza su obra “De ánima” mostrando que resulta evidente por la experiencia
que existen ciertos seres que no tienen movimientos propios, mientras que hay otros que
sí los tienen: “Y decimos que nosotros vemos algunos cuerpos que no se nutren ni
similares a sí, pero no tienen esto por su corporeidad; resta luego que esté en la esencia
de ellos un principio más allá de esta corporeidad. Y aquello desde lo cual emanan estas
acciones se dice alma, y en verdad cualquiera que sea el principio de emanación de sus
acciones que no son de una misma especie y son voluntarios, le imponemos el nombre de
‘alma’”.
forma la que produce la perfección o actualización en el conjunto del ser humano natural
(su rol es activo). Pese a esta alineación inicial con la doctrina de Aristóteles, Avicena no
identifica de manera unívoca la noción de alma con la forma. Nuestro autor, en el
la física, se refiere a ella como “su quasi forma o quasi perfección”. Con esta distinción
hay una forma mas elevada, más perfecta, por encima de la quasi forma física o biológica
Así pues, Avicena distingue las nociones de perfección y de forma: “Luego decimos que
toda forma es perfección, pero no toda perfección es forma”. De este modo, al afirmar que
existe una noción de perfección que va más allá de la forma física, se está abriendo la
separadas (como había señalado Platón: la sustancia, la forma o eidos es una realidad
A partir de esta distinción, Avicena, en el caso del hombre, podrá desarrollar una noción
de alma más amplia que aquella referida al alma como forma del cuerpo (como acto de la
materia o el cuerpo). El alma como perfección –al ser toda forma perfección pero no toda
perfección forma– se podrá aplicar tanto a los seres simples, que no están unidos a un
cuerpo, como a los seres compuestos, que se encuentran unidos a un cuerpo. La formula
aviceniana hace referencia, pues, a una perfección que debe ser comprendida como
sustancia y no como co-principio de una sustancia. Por otro lado, el cuerpo tampoco se
presenta como otro co-principio sino como un instrumento para las obras de la vida.
Vemos claramente que el Jeque Supremo sigue al Estagirita en las particularidades que
debe tener el cuerpo al cual se una el alma. Sin embargo, se separa en el modo en el cual
se une al cuerpo. Para Aristóteles la unión es sustancial mientras que para Avicena el
cuerpo es un medio o instrumento para el alma (su unión es, como en Platón, accidental).
Esta instrumentalización radical del cuerpo conlleva una consecuencia radical, a saber, la
Como hemos visto, Avicena inicia su investigación acerca del alma desde una explicación
mostrado hasta aquí no encontramos ninguna prueba que le permita afirmar la naturaleza
espiritual del alma y por ende, la independencia de ésta con respecto al cuerpo. Para
llevar a cabo esta demostración, Avicena partirá del argumento de la introspección del yo.
que se enmarca dentro de la tradición helénica en general. Las palabras del templo de
verdad por medio de una reflexión sobre el yo. Avicena recurrirá a este argumento en tres
ocasiones. Veamos el que se desarrolla al final del primer capítulo del “De ánima”.
cuanto tal. Por ello, una vez que define el alma como perfección, y la distingue del cuerpo,
plantea la necesidad de reafirmar que la esencia del alma es otra que su relación con el
cuerpo. Para ello plantea el siguiente razonamiento: “Podemos decir, luego, que alguno
de nosotros pensara si él fuera creado súbita y perfectamente, pero con su vista velada
sin ver lo exterior, y fuera creado como moviéndose en el aire o el vacío, de tal manera
que la condensación del aire no pueda tocarlo y él mismo no pueda sentirlo. Y como si
sus miembros estuvieran separados de tal manera que no puedan chocarse entre sí ni
tocarse a sí. Veamos, luego, si afirma el ser de su esencia: no dudará en afirmar su ser,
no obstante, no afirmará sus miembros exteriores, ni su interior oculto ni el alma ni el
cerebro, y ninguna otra (cosa) extrínseca, pero afirmará su ser, del cual no afirmará
longitud ni latitud ni densidad. Si, pues, en aquel momento, le fuera posible imaginar la
esencia. Tú sabes que aquello que se afirma, es distinto a aquello que no se afirma, y lo
de él, esto que ella es propiamente, y está más allá de su cuerpo y sus miembros que no
afirma, por esta razón, consciente tiene el camino para meditar por la ciencia, que el ser
del alma es otro que el ser del cuerpo; por cierto, no necesita aquí el cuerpo para conocer
el alma y percibirla; aunque si fuera estúpido, sus obras tendrán que convertirse a ese
propia alma ya no desde la experiencia venida de los sentidos externos, sino desde la
propia interioridad del sujeto. Así, a partir de una evidencia del yo, logra hablar de una
naturaleza distinta a la del cuerpo y la materia. El alma se muestra de una manera clara
como una sustancia inmaterial; se logra, con esta elaboración, despegar el alma de su
Junto con esto, aparece una segunda consecuencia que ya se analizó anteriormente: el
como una sustancia (el ser humano es un compuesto de dos sustancias). Ahora, la
materialidad del cuerpo se presenta como una característica accidental frente a la realidad
modo, se reduce la definición del alma a su propio ser, mientras que su relación con
respecto al cuerpo parece secundaria. El alma se describe como una sustancia que tiene
en sí su propio sustrato y su propio ser en acto (no es la perfección o el acto del cuerpo).