Está en la página 1de 34

La existencia de cada persona es un evento único, exclusivo.

El cuerpo juega un papel constitutivo en la


individuación de la persona. La diversidad de los rostros es la expresión de la individualidad de todo ser
humano que, por este mismo motivo, quiere ser llamado por su nombre propio

CUERPO Y CORPOREIDAD

A) KÖRPER (cuerpo) Y LEIB (cuerpo viviente)

El hombre pertenece al mundo visible, es cuerpo entre los cuerpos, pero no es un


cuerpo como los otros cuerpos. El cuerpo por medio del cual el hombre participa del
mundo visible, es un cuerpo humano.
En el ambiente de la fenomenología husserliana, se acuño la distinción entre Körper y
Leib, que permite expresar la diferencia entre el cuerpo concebido como un simple
objeto y el cuerpo entendido como presencia subjetiva.
Körper (cuerpo) indica una visión objetiva puramente externa, que corresponde al
campo de las ciencias físicas y biológicas. Leib (cuerpo viviente) se refiere al cuerpo real
ya que es el mismo sujeto que lo experimenta como una expresión directa de la propia
identidad.
MAX SCHELER
Desarrolla ampliamente esta distinción porque quiere poner de relieve la originalidad del
Leib como forma unitaria de todas las sensaciones orgánicas, que lo hace diferente tanto
del mundo del espíritu como del mundo psíquico, como del cuerpo físico. La originalidad
del Leib radica en el hecho de que todo hombre es consciente internamente de la
presencia del propio cuerpo y, al mismo tiempo, lo percibe externamente. El Leib es la
forma que une todas las sensaciones orgánicas y hace que sean sensaciones de tal
cuerpo humano y no de otro.

Lo que se logra del estudio del cuerpo, es la conquista para antropología de un territorio
del que s tenia noticia, pero casi inexplorado, valorando así el cuerpo como campo
expresivo y como realización de la persona. El cuerpo participa plenamente en la
realización del sujeto espiritual.
B) CUERPO Y CORPOREIDAD

Para indicar esta peculiaridad del cuerpo humano , se ha venido afirmando, hasta
consolidarse, la distinción entre cuerpo y corporeidad. El cuerpo indica, el cuerpo-objeto
y corresponde a la realidad objetiva, considerada desde el exterior como un objeto
entre los demás. La corporeidad se refiere, en cambio, al cuerpo-sujeto, a la realidad
humana corpórea considerada como sujeto espiritual-corpóreo. La corporeidad es una
noción más amplia que cuerpo, e indica la completa subjetividad humana bajo el
aspecto de su realidad material.
El hombre pertenece, como la planta o la piedra, a las realidades corpóreas; como ellas
ocupa un espacio, está en el tiempo, es visible y tangible. Pero el hombre no es un cuerpo
como lo es el vegetal o el mineral. El cuerpo del hombre, aunque pertenece al género
“cuerpo”, difiere de los demás de modo radical y esencial. Se trata de subrayar que el
complejo fenómeno “cuerpo humano” es esencialmente diverso al cuerpo no-humano, y
por eso hay que llamarlo «corporeidad humana»
El hombre es cuerpo sin reducirse a lo corpóreo biológico. La distinción terminológica
cuerpo y corporeidad remite, por tanto, a una distinción conceptual. El cuerpo indica la
expresión concreta, extrínseca y objetiva. La corporeidad es el modo de ser del hombre,
su dimensión metafísica.
C) CUERPO Y ESPÍRITU
Cuando vemos el cuerpo de un hombre no vemos un cuerpo, sino un hombre,
porque el hombre no es sólo el cuerpo sino que, más allá del cuerpo, hay un alma,
una psique, un espíritu, que hacen la unidad de la persona.
Ortega y Gasset decían « El hombre exterior está habitado por un hombre interior.
Tras el cuerpo está emboscada el alma». El hombre es por esencia intimidad, a
diferencia de todas las realidades del universo, lo humano es un arcano secreto que
se desvela a través de la corporeidad. La intimidad humana no tiene espacio.

La corporeidad es al mismo tiempo exterioridad e interioridad. No vemos nunca el


cuerpo de un hombre como simple cuerpo físico, sino siempre como cuerpo
humano; es decir, como una forma espacial cargada de referencias a una intimidad.
En el cuerpo mineral la percepción termina en su figura exterior. En el cuerpo
humano, el aspecto exterior no es un limite donde acaba nuestra percepción, sino
que nos impulsa más allá, hacia algo que el manifiesta, porque lleva en si mismo la
vitalidad interior: el alma o espíritu humano
El cuerpo humano es humano en cuanto que está animado internamente; por tanto es
erróneo decir que del hombre vemos primero sólo un cuerpo igual a los demás seres
materiales, y después, en virtud de ciertas reflexiones, infundidos en él mágicamente
un alma. La verdad es exactamente lo contrario: representa para nosotros un grande
esfuerzo de abstracción ver en el hombre sólo un cuerpo material, opaco,
mineralizado. La corporeidad humana nos presenta de golpe el cuerpo y el alma, en
indivisible unidad. Esta unidad no consiste simplemente en ver juntos cuerpo y alma,
sino en el hecho de que cuerpo y alma forman una peculiar estructura: el hombre.
Cuando veo al otro hombre, la presencia sensible me ofrece de él un cuerpo que
manifiesta una forma particular, que se mueve, que tiene actitudes externas y visibles,
que ocupa un espacio y se desarrolla en el tiempo. Pero lo extraño y misterioso es que
viendo sólo la figura externa en su espacio-temporalidad, vemos en él algo que por
esencia es invisible, algo que es pura intimidad: su subjetividad.
Esto quiere decir que la «la biología humana no es simplemente biología animal; que el
cuerpo humano desde el punto de vista puramente biológico es un cuerpo altamente
atípico, que e escapa a la solas leyes de la biología».
La definición del hombre como cuerpo y alma, de la que la tradición filosófica se ha
valido ampliamente, no es bien aceptada por los filósofos contemporáneos. Porque no
hay modo de determinar donde termina nuestro cuerpo y donde empieza nuestra
alma.
La definición tradicional, expresada con la terminología «alma» y «cuerpo»,
permanece válida con dos condiciones: ante todo con ella se indica una distinción real
de dos principios sustanciales, pero no una separación, como si se tratase de dos
sustancias compuestas yuxtapuestas; segundo: «cuerpo» y «alma», al ser principios
sustanciales, no deben considerarse de modo objetivo, porque el cuerpo no es un
objeto y el alma no es una realidad genérica
d) La unión alma y cuerpo en la unidad de la persona: dualidad pero no dualismo.

La unión del alma y del cuerpo no se da en abstracto, sino siempre en un sujeto


determinado y concreto (la expresión «cuerpo humano» implica ya el alma espiritual).
Este ser humano concreto es persona, o sea, sujeto individual de naturaleza espiritual,
en cuanto sinolo o compuesto de cuerpo y alma espiritual, donde el alma espiritual es la
forma sustancial del cuerpo humano. El ser humano competo e independiente, es lo
que se llama persona humana. Por eso, la unión del alma y del cuerpo no es sólo
natural, sino también personal.
El espíritu en el hombre es el alma, es decir, espíritu informador de la materia; la
materia, a su vez, es cuerpo humano, es decir, materia informada por el espíritu.
El binomio alma-cuerpo no define la contraposición de dos realidades completas y
distintas, sino la mutua compenetración de una en la otra en la composición de la única
realidad-hombre, que es la persona.

Es necesario insistir en que “dualidad” no es sinónimo de “dualismo”. Es una grave


simplificación confundir ambos términos y acusar de platonismos a toda antropología
de la “dualidad”. El dualismo implica una antropología en la que el cuerpo es extrínseco
al alma; la situación de unión se considera humillante y el ideal se pone en la liberación
del alma del cuerpo. La antropología unitaria de la dualidad, por el contrario, afirma
fuertemente la unidad del hombre; la separación del alma del cuerpo sería
ontológicamente deficiente e in-natural.
La espacialidad humana
El cuerpo hace al hombre un personaje espacial, y por eso tiene un sentido orientativo
y referencial. Husserl observa que el «propio cuerpo» me coloca siempre aquí y me
impide alejarme del propio cuerpo o de alejar el propio cuerpo de mí mismo: «el
cuerpo tiene para su yo el distintivo peculiar de que porta en sí el punto cero de todas
estas orientaciones (arriba, abajo, ala derecha, a la izquierda».

Los diversos términos lingüísticos con los que indico mi situación: aquí, allí, cerca,
lejos, dentro, fuera, arriba, abajo, etc. Hacen referencia a mi posición espacial de mi
cuerpo; las cosas del mundo son espaciales porque son corpóreas, y las advierto
porque también yo soy un cuerpo espacial.
La existencia corpórea me confronta con lo que no soy yo y que experimento por
medio de mi cuerpo. Como decía ortega, es quizás por medio del tacto como mejor
toco esta experiencia mía de las otras cosas. Ser cuerpo significa poseer notas que
me permiten el tacto y el contacto; lo que es otro, que no soy yo, choca conmigo y
yo con él. El mundo se me presenta como real porque lo puedo ver y tocar; porque
me ofrece pruebas tangibles de su presencia oponiéndose a mi cuerpo.
El ejemplo de Cristo resucitado. Los discípulos creyeron porque vieron y tocaron.
En el lenguaje común decimos: lo vi con mis propios ojos y lo toqué con mis propias
manos. Un cuerpo visible y no tangible nos parece un fantasma irreal, como parecía
irreal para los apóstoles el cuerpo de Cristo que traspasaba paredes. La razón de
esto es la existencia del hombre como espíritu encarnado. Inmerso en el mundo por
medio de la corporeidad.
El espacio humano no es, sin embargo, esta realidad físico-geométrica, «recipiente inmenso» como lo llamaba
Newton, que contiene los objetos. Se trata más bien del espacio antropológico que representan el dato original de
nuestro ser-en-el-mundo. No es un aspecto «categorial» sino más bien «existencial porque forma parte de la
estructura del ser del hombre»
La temporalidad humana y la esperanza.

La corporeidad no me hace sólo espacial, sino que también me hace temporal. La


primera realidad de mi temporalidad es el «ahora» ante el cual se constituyen el
antes y el después, lo rápido y lo lento. La dinámica de la temporalidad se
armoniza en el pasado, presente y futuro. Re-sentir el pasado como pasado y pre-
sentir el futuro como futuro son tareas del presente, que se realizan mediante la
memoria y la conjetura. Ante el pasado, recuerdo u olvido, ante el futuro espero o
desconfió.

Scheler: el «mundo» del animal es la sensación presente y la respuesta del


instinto; en realidad no percibe «mundo», sino solamente las sensaciones
actuales. El hombre procede inversamente, percibe la cosa por lo que es y forma
«el mundo». Sólo el hombre puede considerar la posición del propio cuerpo y
construir la totalidad.
La temporalidad, como también la espacialidad, tiene un significado objetivo, entendido
como la medida extrínseca de la duración de la existencia de un ente y de su posición en el
espacio. (es decir, como lo vivimos presente, hoy, estamos en el salón. «los seres materiales
se encuentran en un espacio y en un tiempo, viven capturados por el presente y para ellos
no existe ni pasado ni futuro» ).
Pero la temporalidad y la espacialidad es mas en aspecto subjetivo, personal, antropológico,
es decir, el desarrollo intrínseco del hombre hacia su realización de todas sus posibilidades,
las cuales no son en si mismas transitorias, ordenadas las unas a las otras, y destinadas a ser
sustituidas unas por otras.
El hombre es espíritu encarnado y su espiritualidad caracteriza específicamente su
temporalidad.( el presente humano está sujeto al pasado y orientado al futuro)
Sobre todo lo que hemos dicho, el hombre se caracteriza como abierto al futuro. El
futuro es una condición constitutiva del hombre, y el hombre es constitutivamente un
ser del futuro.
El punto gravitacional de la temporalidad no se encuentra en el pasado, sino en el
futuro. Temporalidad significa: tener un futuro. Precisamente porque hay un futuro
lleno de nuevas posibilidades, el pasado puede aparecer en su figura de pasado, es
decir, como lo que es solamente una realización parcial e indeterminada, que debe ser
superada y recuperada en niveles superiores.
Habrán cosas que el hombre no pueda lograr, por esto el hombre , puede mirar con
esperanza hacia el futuro. Si el espíritu es trascendente, el hombre tiene derecho de
impulsar su esperanza también más allá de la muerte.
Möler dice: el hombre está por tanto, estructuralmente orientado hacia el futuro; es un
ser estructuralmente abierto a la esperanza.
Tácito dice: es justo y bello mirar al pasado, pero es necesario saber vivir el presente
mirando hacia el futuro.

El hombre es un ser de futuro y esperanza. Todo mira hacia adelante (nuestros ojos.
Manos, pies), ninguna obra humana por más pequeña que sea se emprende sin
esperanza.

Diferencia entre la espera y la esperanza.


Ser-en-el-mundo
Hemos visto que la espacialidad y la temporalidad son dimensiones constitutivas de la
existencia humana en este mundo.
La filosofía existencialista ha calificado la existencia humana como «ser-en-el-mundo».

El mundo no es un contenedor en el que se encuentra el hombre como una cosa más,


no es sólo el lugar donde vive, no es principalmente una realidad espacial objetiva. El
«mundo antropológico» va más allá del mundo físico y es el conjunto de realidades
físicas, espirituales, morales, religiosas, personales, etc. Que dan forma y figura a mi
existencia personal.
El hombre vive en relación intrínseca con el mundo, no sólo porque su cuerpo está sujeto a los procesos materiales
de tipo físico, químico y biológico, sino sus actividades más espirituales y personales se desarrollan en una unidad
psico-física.
ESPÍRITU ENCARNADO.

El hombre como ser-en-el-mundo se nos presenta como espíritu encarnado, no un


espíritu que habita en un cuerpo, sino «un espíritu cuya naturaleza tiene como
rasgo distintivo la corporeidad, es decir, la exigencia de un “conjunto” material que
forma con él un único ser y gracias al cual se inserta, a título de elemento, en el
cosmos»
a) La identidad corpórea del sujeto y la multiplicidad de los individuos.
Encontramos esta situación: «yo soy yo y mis circunstancias»
Yo soy yo: es decir, tener la conciencia de mi propio existir y de mi identidad en el
tiempo; el yo que era ayer, el sujeto de mi existir continua siendo también hoy a pesar
de posibles cambios… la realidad de mi cuerpo se hace patente en la conciencia de mi
existir que aquí y ahora es la experiencia de mi corporeidad. ( esta realidad se hace
presente en la identidad que tengo en medio de los demás individuos, me hace saber
que el hombre al ser un espíritu encarnado, está abierto a un horizonte ilimitado, por
ser encarnado el hombre es uno entre juchos; el hombre singular es “uno dentro de
un género.
b) El lenguaje del cuerpo: cuerpo y persona
Lucas Lucas dirá, el cuerpo no es sólo algo que yo poseo; el cuerpo que vivo en
primera persona soy yo mismo. Mi cuerpo no es solamente un modo de
relacionarme con el mundo, sino la condición indispensable para poder habitar
y vivir mi propia vida en el mundo.
Toma el Gen 2, 23, para mostrar la expresión del hombre al ver a la mujer “
Ahora si, esto es hueso de mis huesos, carne de mi carne”.
El cuerpo caracteriza al individuo y cada uno se reconoce en este mundo como
individuo porque posee un cuerpo.
Todas las partes del cuerpo intervienen en el lenguaje corporal, pero entre
todas las culturas, el rostro y la mano han adquirido un papel privilegiado.
El rostro es la identidad visible de la persona y cada uno se reconoce por el
propio rostro.
Levinas dirá: « el rostro es la identidad misma de un ser. Manifiesta la persona sin concepto.
La presencia sensible de este casto pedazo de piel con frente, nariz, ojos, boca, no es un
signo que permite llegar a la realidad significada, ni una máscara que esconde la realidad. La
presencia sensible aquí se desensibiliza para dejar aparecer directamente a aquel que se
refiere solo a sí mismo, a aquel que es idéntico a sí mismo»

c) ¿tengo un «cuerpo » o «soy mi cuerpo » ?

También podría gustarte