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CAP1 Planasetal
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La relación entre educación y trabajo es, desde hace tiempo, un componente cen-
tral de la planificación educativa y del mercado laboral, de la relación entre la
oferta —las personas formadas disponibles y dispuestas a trabajar— y la deman-
da de trabajo expresada por los empleadores mediante sus comportamientos en
la contratación y por el autoempleo.
La gestión de los procesos educativos en su relación con el trabajo, está
sometida a una discronía asociada a los diferentes ritmos en la evolución de la
1
Este texto es fruto de la colaboración entre los autores del capítulo para elaborar una visión mexicana
del futuro de la relación entre educación y empleo a partir de un texto previo de Planas (2018).
2
Catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Correo electrónico: jordi.planas@uab.cat
3
Profesor-investigador del Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico (ICGDE) de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) en México.
Correo electrónico: wietsedevries4@gmail.com
4
Profesor-investigador del Departamento de Políticas Públicas en el CUCEA-Universidad de Guadalajara.
Correo electrónico: jnavarro78@gmail.com
5
Como se ha intentado hacer con poco éxito durante las últimas décadas para adecuar la oferta de
educación a la demanda de trabajo (Planas, 2014).
6
Entenderemos como “itinerarios educativos complejos” el conjunto de experiencias escolares y for-
mativas que las personas han realizado a lo largo (consecutivamente) y a lo ancho (simultáneamente)
de su vida y de las que se pueden inferir las “competencias laborales” de las que disponen en un mo-
mento dado.
7
Por supuesto que la educación también proporciona competencias para la vida de las personas en to-
dos sus ámbitos y no sólo laborales, pero en este texto nos centraremos en las competencias laborales.
8
Conjunto de ciclos bajo la reglamentación del ministerio de educación y las leyes de educación.
porque lo que había que aprender aún no existía. . Las vías para adqui-
rir estas formas de educación complementarias son múltiples, desde la
autoformación (con la ayuda de fuentes virtuales), hasta la escolar pa-
sando por el learning by doing del aprendizaje en el puesto de trabajo.
Para hablar de las transformaciones que nos tocará vivir, a pesar de que cuali-
ficamos el futuro de imprevisible, ya disponemos de algunos indicios, que no
certezas, desde hace décadas.
9
Que no se dan separadamente de los otras componentes de los “itinerarios vitales” (trabajo y formas de
vida y de cuidado) e interaccionan con ellas (ver Planas y Rivas, 2017).
Los datos de la Tabla 1 nos muestran que, siguiendo la clasificación por ni-
veles propuesta por la Unión Europea (ue), la distribución en México está no-
tablemente más polarizada que la media europea, sobre todo si observamos
la proporción del nivel más bajo de aquellos que apenas alcanzan el nivel de
educación considerado como obligatorio (estamos hablando de poblaciones
escolarizadas con anterioridad a la actual prolongación de la etapa obligatoria
hasta la preparatoria). Su peso en la población mexicana adulta es casi el triple
que en la UE, mientras que el peso del nivel intermedio no alcanza la mitad.
El nivel superior está menos representado en México pero los temas centrales
para alcanzar niveles de educación homologables al nivel europeo son reducir
drásticamente el peso de los niveles más bajos aumentando los niveles medio y
superior; es decir, elevar el nivel de estudios de aquellos que se encuentran en el
nivel más bajo.
Mujeres
De 55 a 64
De 45 a 54
De 35 a 44
De 25 a 34
0,0 10,0 20,0 30,0 40,0 50,0 60,0 70,0 80,0 90,0 100,0
Hombres
De 55 a 64
De 45 a 54
De 35 a 44
De 25 a 34
0,0 10,0 20,0 30,0 40,0 50,0 60,0 70,0 80,0 90,0 100,0
10
Llamamos “expansión educativa” al fenómeno que ha afectado a los países de la OCDE por el cual,
durante la segunda mitad del siglo XX cada generación tenía un nivel de escolaridad mayor al de su
precedente.
“abandono escolar temprano”. 11 En ese sentido, las cifras nos muestran que, a
pesar de la evidente expansión educativa, existe un número importante de per-
sonas en cada generación que no supera el nivel fijado como “obligatorio” por
los distintos sistemas escolares (García 2017). Añadamos a esto la diversidad
que existe entre ciclos escolares, formalmente equivalentes, derivada de las mo-
dalidades de escolarización y del tipo de instituciones en que estos se estudian. 12
26.3
23.8
21.2
11.9
9.8 10.8
7.3
5.4
6.4 5.6 6.1 6.6
4.4 4.7 5.0 4.1
3.4 2.8
1.5 2.1 3.3
1º 2º 3º Total 1º 2º 3º
Secundaria EMS
11
Recuperado de: http://www.mecd.gob.es/dctm/inee/documentos-de-trabajo/abandono-educativo-
temprano-2.pdf?documentId=0901e72b818e38f4
12
No disponemos de datos contrastables sobre esta diferencia. de que existe y la intuición científica de
que los mecanismos disponibles para diferenciar o certificar los resultados no proporcionan datos
confiables.
13
Recuperado de: http://noticias.universia.es/en-portada/noticia/2013/10/18/1056869/aumenta-edad-
media-universitarios-espanoles.html
Valorar los itinerarios híbridos significa tambien reconocer el papel que jue-
gan las actividades no mercantiles y la riqueza que contienen, en términos
de aprendizaje y de creación de valor, para un gran número de individuos
(Conseil National du Numerique 2016: 11).
14
Mijail Figueroa (2018). ¿Por qué trabajan los universitarios durante sus estudios? (tesis doctoral en fase
terminal) Departament Sociologia UAB.
15
Información más amplia y detallada sobre la demanda de trabajo y su evolución en España, en relación
con las tendencias globales señaladas precedentemente, se encuentran desarrolladas en otros textos
del proyecto Fausto Miguelez (coord.) (2018). La revolución digital en España. Impacto y retos sobre
el mercado de trabajo y el bienestar https://ddd.uab.cat/record/190329. Ver en particular los textos de:
Jordi Lopez Sintras, Josep Lladós y Ramon Alós
16
Recordemos que el excedente de renta generado por la primera y la segunda revoluciones industriales,
permitió crear (financiar) los sistemas escolares de masas que hoy tenemos.
ser desarrollados mediante un “modelo” único para todos los estudiantes. Evi-
tando interpretaciones simplistas, considerar esta escolaridad obligatoria como
base para procesos educativos ulteriores, no implica que los contenidos sean
única ni principalmente “generales”, ni que éstos excluyan la especialización. Sin
duda también habrá que incorporar en la formación de base aspectos derivados
del cambio tecnológico y social; ¿cómo hacerlo? Habrá que ver la manera más
eficaz de alcanzar el objetivo fijado, lo que, probablemente, implicará la aplicación
simultánea de modalidades y métodos distintos de educación, que se adapten a
la diversidad de estudiantes y sus entornos, abandonando los “modelos” únicos
a generalizar que han dado resultados muy discutibles y discutidos desde hace
tiempo (recordemos la “Nueva Jerusalén” de la que hablaba Blaug 1978). Pero
éste no es un tema que queramos profundizar en este texto: “doctores tiene la ley”
y experiencias disponibles con esta orientación son abundantes.
Más allá de la educación escolar inicial, satisfacer las mayores necesidades
de competencias de las empresas y las administraciones, que, además, en buena
parte son imprevisibles, requerirá que éstas desplacen su fuente de abasteci-
miento en competencias a otras fuentes que no sean únicamente la escolaridad.
Aunque ello no excluye que la educación escolar inicial seguirá desempeñando
un papel esencial en la renovación de las capacidades productivas de la pobla-
ción activa e imprescindible, como base para ulteriores aprendizajes, sobre todo
si consideramos la creciente presencia de la educación escolar en la ELV, me-
diante el reingreso de los adultos a los ciclos formales de educación, lo cual queda
reflejado en el incremento de la edad promedio de los estudiantes universitarios.
Desde el punto de vista cuantitativo, debido a los cambios demográficos
(disminución del tamaño de las generaciones jóvenes y aumento de la población
de mayor edad aún activa), se ha apreciado que la oferta de titulados corre el
riesgo de ser más limitada que antes, salvo si se contemplan cambios socio-
institucionales importantes o evoluciones de comportamiento de los jóvenes y
de los menos jóvenes aún activos con el fin de elevar el nivel educativo, pero
también escolar, de la población activa en su conjunto. Estas evoluciones, en
el comportamiento de la población activa y las instituciones escolares, no son
improbables, pero suponen profundas evoluciones de los sistemas escolares para
facilitar arbitrajes temporales en la misma (reingresos fuera de edad, reorien-
taciones no previstas, compaginación con otras actividades de trabajo y cuida-
dos). La emergencia de la necesidad de tales arbitrajes se observa en todas par-
tes. Los cambios de comportamiento en materia de elección de orientación y de
estos títulos y/o a adaptar los que tengan en formación inicial a las
competencias que exigen los cambios en las empresas o el cambio de
empresa/trabajo.
Congruente con esta lógica de los procesos educativos y con los cambios
en la demanda de trabajo, el “encaje” (embeddedness), que necesariamente debe
producirse, entre la heterogeneidad de personas educadas y la heterogeneidad
de trabajos demandados se establecería con base a las competencias que deten-
tan las personas, adquiridas por vías diversas a través de sus itinerarios educa-
tivos complejos, y las competencias requeridas por una determinada ocupación
(trabajo) en un momento dado. Este enfoque invita a partir de la observación
de la realidad sin suponer correspondencias a priori: los individuos son aptos
(en mayor o menor grado) para desempeñarse en distintos tipos de trabajo y,
simétricamente, los trabajos pueden ser ocupados (con mayor o menor éxito) por
individuos que han seguido trayectorias escolares distintas. Los emparejamien-
tos más eficaces resultan del estado del mercado de trabajo en un momento
dado y las personas laboralmente activas en este mismo momento. Ello da lu-
gar a una modelización por competencias del mercado laboral que se basaría en
que las personas que ofertan sus competencias para el acceso al trabajo o para la
movilidad laboral, 17 son personas que se encuentran en una fase determinada
de su itinerario educativo durante el que han ido acumulando competencias e
intentan responder (encajar) con unas demandas cambiantes de los empleado-
res a partir de ciertas compensaciones (salariales y otras), de manera que, den-
tro de lo posible, se consideren también los mecanismos de regulación de los
mercados: menos costes implican su acceso a un trabajo determinado y mayores
ganancias (para todos).
Tratar de profundizar en el análisis de las relaciones entre educación y tra-
bajo, a partir de constatar la relativa autonomía de la producción de saberes
profesionales con respecto a su demanda en el mercado de trabajo, conduce a
analizar los emparejamientos entre tipos de escolaridad y trabajos sin presu-
poner correspondencia en términos normativos sino positivos, aunque existen
algunos casos, globalmente minoritarios, en que dichas correspondencias son
normativas, como es el caso en el área de la salud. Semejante aproximación
teórico-metodológica permite dar cuenta de las lógicas subyacentes en la asig-
nación de los niveles y las especialidades escolares a las categorías de empleo
más allá de las definiciones oficiales de ciclos escolares y de ofertas laborales
17
No confundir con las “intenciones de competencias” propios de la Enseñanza Basada en Competencias
(Planas 2013).
Desde las políticas educativas, mejorar el encaje entre oferta y demanda desde
esta perspectiva dependerá en muy buena parte de cuatro factores:
Por último, hay que subrayar la necesidad de disponer de los sistemas de in-
formación adecuados para conocer y reconocer la diversidad de los itinerarios
formativos complejos; la gobernabilidad de las instituciones implicadas en la
oferta de las distintas modalidades de educación, tiene como un requisito pre-
vio la disponibilidad de estos sistemas integrados y estables de información hoy
inexistentes en México.
escenario incierto donde algunas de las interrogantes que se plantean son las
que se anuncian a continuación, principalmente respecto a la escolaridad, pro-
poniendo, de manera abierta, algunas respuestas que se presentan como posi-
bles y distintas pero no necesariamente ciertas, excluyentes ni exhaustivas.
Puede parecer una exageración establecer una relación entre la llamada educa-
ción preescolar y el trabajo, si la relación que establecemos es directa y mecáni-
ca, pero si lo hacemos en la lógica de que acceder y mantenerse (a futuro) en el
trabajo dependerá en gran medida la cantidad y la calidad de la escolaridad de
base, podemos verlo bajo otra perspectiva. Un informe reciente de la OCDE (OECD
2017) señala que los primeros años de una persona son los más formativos y que
una escolarización pronta proporciona ventajas significativas para aprendizajes
posteriores. Es en este sentido, en la medida que favorece la educación de base de
las personas, que hay que plantearse la relación entre educación preescolar y el
acceso y el mantenimiento en el trabajo. Todo aquello que refuerce la educación
de base de las personas, y la escolaridad llamada preescolar contribuye a ello y
debería ser potenciado con el fin de mejorar la relación entre educación y tra-
bajo en el futuro.
En el contexto actual, pero aún más en el futuro, no contar con una escolaridad
de base implicará un importante riesgo de exclusión laboral al no disponer de las
capacidades necesarias para acceder a un trabajo y, al mismo tiempo, en caso de
acceder a uno tener muchas dificultades para actualizarse y mantenerlo. Si los
mínimos estudios de escolaridad de base no se consiguen a una edad tempra-
na, resultará difícil alcanzarlos posteriormente, de acuerdo a los resultados de
las políticas de “escolaridad de la segunda oportunidad” (Planas; García; Casal
1998), y ello se debe, en carácter irreversible, por muchas razones de la primera
escolaridad (Planas, Plassard 2000).
Los datos disponibles nos señalan que en México (de manera continua du-
rante las últimas décadas) una parte importante de cada generación fracasa en
su intento por estudiar la escolaridad obligatoria (INEE, 2016). Esta dependencia
también indica que únicamente 55% de la población de 17 años y 38% de aqué-
lla con una edad de 18 años continúa estudiando (véase Gráfica 3).
Desde una posición conservadora, podríamos pensar que la escolaridad
inicial actual ha desempeñado un buen papel, por lo que quizás no sería necesa-
rio modificarla radicalmente, bastaría que se cumplieran las normas establecidas.
Sabemos también que siempre existirán aquellos estudiantes que no superarán
la escolaridad inicial, lo único que se puede hacer es intentar reducirla. Pero si
pensamos que los estudiantes de hoy continuarán activos durante 40 o 50 años
más, difícilmente se podrán enfrentar a los cambios que presente la demanda de
trabajo sin el acceso a la ELV a la que, como hemos constatado, difícilmente se
accede sin una escolaridad de base sólida.
Por otra parte, los reportes señalan que una proporción mayoritaria de
los escolares actuales superan satisfactoriamente la escolaridad inicial, lo que
convendría repensar, es el modelo de escolaridad inicial para aquellos que no
la superan, porque probablemente esto indica que no todos pueden seguir un
modelo de escolaridad idéntica; probablemente lo más eficaz sería fijar unos
objetivos comunes mínimos sin imponer un modelo único de escolaridad, co-
mo de hecho ya sucede ahora entre el bachillerato y la formación profesional
escolar.
73.5
66.5
55.2
42.8
38
3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18
Años
Pero parece que se va abriendo camino la idea de que hay que repensar el mo-
delo de formación inicial: su función, sus contenidos y sus métodos con el fin
de que todos los niños y jóvenes “quepan”, se sientan cómodos. Probablemen-
te aquél que habrá que aplicar será menos “modelo” en la medida que la expe-
riencia de un modelo único ha implicado “incomodidad” para casi todos; tal vez
convenga enfocar más la atención en los resultados y su evaluación que en los
procesos, que probablemente deberán ser diversos.
En la actualidad existen experiencias de innovación, (ver por ejemplo la
iniciativa Educación 360 18-Fundación Bofill 2018), algunas bastante amplias,
que han mejorado los rendimientos académicos de la escolaridad obligatoria.
A partir de la experiencia habría que analizar y potenciar cada caso en lugar de
buscar un modelo único y homogéneo que fuera una nueva versión de “La nueva
Jerusalén”, de la que ya hablaban Blaug & Mace (1976). “Nuevas Jerusalén” como
modelos escolares únicos consecutivos pero que hemos continuado proponien-
do periódicamente desde hace décadas, con resultados poco satisfactorios.
18
Recuperado de: https://www.educacio360.cat
19
Simplificando: se trata de una propuesta en las políticas públicas, en la que éstas facilitarían las ine-
vitables transiciones laborales de la población activa, en un contexto de cambios frecuentes y poco
previsibles (Toharia 2006).
Partimos del hecho de que actualmente una parte importante de cada genera-
ción no supera la escolaridad obligatoria y otra no accede a los ciclos académi-
cos posteriores (García 2017).
Ésta es una tarea muy compleja ya que hablamos de educar a personas
adultas que no cuentan con la escolaridad obligatoria, y que además una buena
parte de ellos puede considerar este esfuerzo innecesario porque saben que si se
quedan sin empleo, podrán disponer de una renta básica o porque consideran
que, aunque en menor medida seguirán existiendo trabajos para personas con
baja calificación.
Se han desarrollado intentos por construir dispositivos educativos para
recuperar los déficits escolares, como de aquéllos propuestos por la UE bajo la
etiqueta “La escuela de la segunda oportunidad”, pero los datos disponibles
cuestionan seriamente su eficacia (Planas, García y Casal 1998). Existen me-
canismos análogos en México como el Instituto Nacional de Educación para
Adultos (INEA), que junto con otros organismos públicos y privados, organiza
cursos a través del Consejo Nacional de Educación para la Vida y el Trabajo
(Conevyt). Estos cursos están destinados a la población mayor de 15 años y van
desde la alfabetización, la certificación de la educación primaria y secundaria,
hasta cursos de educación para “la vida y el trabajo”. En 2016, el organismo aten-
dió a una población de 3.98 millones, sin embargo, y de acuerdo con reportes del
Coneval (2013), la cantidad de personas mayores de 15 años que no sabían leer
y escribir, o que no habían terminado la escuela primaria o secundaria, ascendía
a 29.3 millones en el año 2016. De esta forma, los principales esfuerzos se han
orientado a remediar el rezago educativo desde la escuela primaria, y existen muy
pocas iniciativas para atender a la educación media superior.
Se podría proponer que el sistema escolar, sobre todo a nivel superior,
incorporara mecanismos basados en el reconocimiento de las capacidades ad-
quiridas fuera de las aulas, principalmente en el trabajo y desde otras experien-
cias formativas, lo que a nivel internacional se denomina prior learning (Werquin
2010, 2012), que valoricen los itinerarios educativos reales y diversos de aque-
llos que no alcanzaron en la edad prevista el nivel de escolaridad obligatoria.
como para los posgrados; parece que la escolaridad disponible ha sido capaz
de dar una sólida educación científica de base, el problema se sitúa en el lado
de la escasez de empleo a su nivel que permita retenerlos una vez ya formados.
España ha sido uno de los casos de “exportación” de científicos, particularmente
durante la crisis económica, con el recorte de fondos para la investigación que
aún permanece y sus efectos negativos en el empleo para los egresados altamente
cualificados. Ante ello, habría que señalar lo siguiente:
¿Quién organiza? Hay que decidir: ¿Quién decide sobre el contenido? ¿Quién
paga? ¿Quién aporta el tiempo?
Conclusiones
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