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Pbro. José Ignacio Martínez Aurioles. T. B. L.

DOMINGO IV DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO


“BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU”

Lee detenidamente los textos,


siguiendo el orden en que se presentan,
“déjalos que resonar en tu corazón” ...
y después,
profundízalos con los comentarios...

Aclamación antes del Evangelio


Mt 5,12a: Alegraos y saltad de gozo porque vuestro premio
será grande en los cielos
Evangelio
Mt 5,1-12: Bienaventurados los pobres de Espíritu
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Pbro. José Ignacio Martínez Aurioles. T. B. L.

1ª Lectura
Sof 2,3;3,12-13: Dejaré en medio de ti,
un pueblo pobre y humilde
Salmo responsorial
Sal 145,7.8-9a.9bc-10
Estribillo: Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos
2ª Lectura
1 Co1,26-31: Dios ha elegido a los débiles del mundo
Antífona de la comunión Mt 5,3-4: Bienaventurados los pobres
de espíritu porque suyo es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos por que
poseerán la tierra, dice el Señor.
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Contexto celebrativo
Nuestro encuentro dominical con el Señor, al que somos
convocados para escuchar su Palabra, nutrirnos con su Eucaristía, y
asumir los caminos de nuestra salvación, nuevamente nos reúne en
este Domingo IV del Tiempo durante el Año.
En los domingos anteriores celebramos la Epifanía = Manifestación
de Jesús, que es reconocido por los magú como verdadero Dios, en su
realidad humana, y que llama a todos los pueblos y naciones a aceptar
al Salvador que se ha hecho carne: humano como nosotros. Así da inicio
la revelación definitiva de Dios, que nos envía a su propio Hijo hecho
carne para salvarnos, y hacernos herederos de su Reinado.
Jesús inicia su vida pública al ser bautizado por Juan Bautista, y
ungido por el Espíritu Santo, y el Padre lo revela como su Hijo, su
Amado, en quien se complace. Títulos que, como sabemos, encierran su
tarea y misión salvadora, y que Él hace realidad con su vida, pasión,
muerte, y resurrección.
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El domingo pasado fuimos testigos del inicio de su ministerio,


dejando la Judea, y retirándose a la Galilea de los gentiles, y llamando a
sus primeros discípulos.
En este domingo, ya en torno a Cafarnaúm, y desde un monte,
marca el programa de vida para todo discípulo: la Bienaventuranzas.

Aclamación antes del Evangelio


La Aclamación a Jesús vivo, presente y actuante en nuestra
celebración, nos motiva al encuentro íntimo, personal y comunitario
con la persona de Jesús, que se manifiesta de una manera especial y
concreta en esta Eucaristía, y que nos da la clave de Lectura para el
Evangelio, y las demás lecturas, generando en nosotros una disposición
o actitud concreta, pues Él está vivo en medio de nosotros, que
celebramos su amor y salvación en nuestra Eucaristía.
Nuestra exclamación de Alabanza al Señor, que nos congrega en
torno a su mesa: ¡Aleluya!, tiene un sentido especial en cada
celebración, y que hoy es de alegría, fruto de la acción del Espíritu Santo
en nosotros, pues valoramos y pregustamos, el premio y la recompensa
inmerecida, pero cierta y gozosa en el Reino de los Cielos:
“Alegraos y saltad de gozo porque vuestro premio será grande en
los cielos”.
La referencia a los “cielos”, es una referencia al Señor YHWH, pues
en el Evangelio de Mateo, se evita pronunciar el nombre de Dios,
siguiendo la tradición judía, y además porque este Evangelio está
dirigido primariamente a los israelitas.
Al reconocer y aclamar a Jesús, reconocemos en Él a Dios mismo,
así como nuestra disposición para seguir con fidelidad la Buena Noticia
que es Jesús mismo, y quien está en el centro de nuestra celebración. Él
es la fuente de nuestra salvación.
¿Estás dispuesto a seguir a Jesús y asumir el camino del Reinado
de los Cielos, el camino de las Bienaventuranzas?

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Evangelio
Jesús, en una montaña cercana a Cafarnaúm, manifiesta el
proyecto del Reinado de Dios, que esta marcado por la “justicia”, pero
no como la entendemos generalmente, sino con el sentido que tiene en
la Palabra de Dios: Justo es el que agrada a Dios con su vida, sus
acciones, su comportamiento familiar, social y religioso.
Justo es un equivalente de “santo”, del que es fiel a Dios, y cumple
su voluntad, cfr. Mt 4,17.
El Sermón de la Montaña, más allá de ser una exposición de las
exigencias cristianas, es una llamada a la santidad y la fidelidad al
camino de Jesús, como fuente de felicidad plena, dóciles a la acción
Espíritu Santo que nos fortalece, sostiene y santifica.
Los pobres son quienes están abiertos y disponibles para vivir el
Reinado de Jesús, Mt 4,17; So 2,3; Sal 22,27; 1 Co 1,26 s. Como también
los pequeños, Mt 11,25; 18,2-4; 19,13, o los últimos: 19,30; Mc 9,35.
Mateo insiste en la pobreza de “espíritu” que no tiene nada que
ver con la mediocridad, inestabilidad, superficialidad, etc. Pobre es el
que se entrega incondicional, dócil y generosamente al Señor y a su
voluntad. Sabe usar los bienes que el Señor pone en sus manos, pero no
se apega a ellos, no se siente dueño sino administrador para el bien
común. La pobreza de espíritu es una actitud interna que se manifiesta
en una pobreza efectiva, en palabras y acciones, cfr. Mt 6,19 s. 10,9-10;
19,21-24; Hch 4,32; Sal 37,11.
La mansedumbre, actitud tranquila y pacificadora, que nos hace
heredar el Reinado de los cielos. Es lo opuesto a las actitudes de
agresividad y violencia.
Los que lloran, signo del sufrimiento, victimización, violencia, y
ataques, que encontrarán en el Señor la fortaleza y el consuelo.
Tener Hambre y sed de justicia, no humana, sino de la santidad,
fidelidad y comunión con Dios, encontrará su respuesta, pues serán
saciados, por y en el encuentro con Jesús.

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Los misericordiosos: compasivos y comprensivos con los hermanos


en sus problemas y adversidades, y quienes, también alcanzarán
misericordia a los ojos de Dios
Los de corazón limpio, entendiendo el corazón como el centro y
fuente de las opciones y decisiones personales, lo más hondo del ser y
de donde brotan las resoluciones, y acciones, acordes con la voluntad
de Dios, y que verán, experimentarán, y compartirán la bondad de Dios.
Los constructores de la Paz: armonía con Dios, con los hermanos,
con la creación y consigo mismos, estos serán llamados hijos de Dios.
Los perseguidos por la justicia, es decir por su fidelidad y
constancia en el seguimiento de la voluntad y los designios de Dios, por
su búsqueda generosa de la santidad, ya que de ellos es el Reinado de
los cielos, la vida eterna en comunión con Dios.
La primera y la última bienaventuranza están en presente, son
realidad ya. Las demás están en futuro, su cumplimiento es posterior.
Aquellos que son perseguidos, injuriados, y maldecidos por causa
de Jesús, ellos gozarán, se alegrarán y regocijarán, porque grande será
su recompensa en los cielos, pues así fueron tratados los profetas
anteriores a ustedes.
Este planteamiento programático del seguimiento de Jesús, y que
nosotros como seguidores suyos, tenemos que asumir, aunque puede
parecernos gravoso y difícil, y frecuentemente lo es, pero si nos
mantenemos unidos y fieles a Jesús, Él mismo vendrá en nuestro
auxilio, y nos concederá las gracias necesarias para seguirlo con
fidelidad, pues también a Él lo trataron de esa manera. En Jesús está
nuestra fuerza.

1ª Lectura
El profeta Sofonías vive su ministerio, cuando Juda lleva un siglo
sometida al dominio asirio, desde el 734 a.C. El seguimiento del Señor
ha ido perdiéndose, y crecen las costumbres paganas y extranjeras. En
tiempo de Manasés, 693-639 a.C. esta pérdida de la fidelidad a YHWH,
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llega a los más hondo, cfr. 2 R 21,3-9.16. Pero en el reinado de Josías,


640-609, se lleva a cabo una profunda reforma, y se retoman las
práctica y tradiciones religiosas del pueblo. En los primeros años de su
gobierno, contó con la presencia y colaboración de Sofonías. El apogeo
de esta reforma llegará con el descubrimiento del Libro de la Toráh, de
la ley, en 622 a.C. Sofonías ya había muerto, pero su labor profética
preparó el terreno para esta restauración religiosa, y también las
bienaventuranzas proclamadas por Jesús.
Llama a los humildes de la tierra a que cumplan los preceptos del
Señor, busquen la justicia = fidelidad a la Palabra del Señor, para que
quizá, con su humildad, puedan encontrar refugio el día de la ira del
Señor, que dejará en medio de su pueblo un resto sencillo y humilde,
que buscará su refugio en el Nombre = el ser mismo del Señor. El resto
de Israel, no cometerá más iniquidad, no mentira más, ni hablará con
falsedad. Se alimentarán y reposarán sin que nadie los perturbe.
El término humilde equivale a pobre, y los profetas exigen justicia
para ellos. Pobre, más que una situación económica, es una disposición
moral y escatológica, So 3,11-13, cfr. Is 49,13; 66,2; Sal 22,27; 34,3-4;
37,11-12; 69,3-4; 74,19; 149,4 ; Lc 1,52; 6,20; 7,22.
Por la voluntad de Dios, será enviado Jesús, el Mesías, Is 61,1; cfr.
Lc 4,18, humilde y dulce, Za 9,9, y también oprimido: Is 53,4; Sal 22,25.

Salmo responsorial
La Palabra escuchada, que obra y actúa en nosotros si la dejamos
resonar y transformarnos interiormente, encuentra en el Salmo
Responsorial nuestra respuesta a la Palabra, con la misma Palabra.
En este domingo está tomada del Sal 145, que es el principio de la
doxología final del Salterio: Sal 145-150, conocido como Tercer Hallel,
Alabanza al Señor. Los Sal 113- 118, forman el pequeño Hallel, cantado
o recitado en las fiestas, especialmente en la cena Pascual. El Sal 136,
llamado Gran Hallel, que igualmente se recitaba o cantaba en la Pascua,
después del Pequeño Hallel.
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El Sal 145, en la Vulgata, y 146 en nuestras Biblias actuales, es un


Himno – Alabanza a Dios creador, y defensor de los oprimidos. Está
estructurado en tres secciones: a) Una introducción hímnica, vv. 1-2; b)
señala lo estéril de confiar en el hombre, vv. 3-4; y c) Glorificación al
Señor, vv. 5-10.
La alabanza al Señor contrasta con la inutilidad de confiar en el
hombre, que puede parecer dominante y potente. En consecuencia
pongamos nuestra confianza en el Señor, que es el creador del
universo, y se ocupa a los pequeños, oprimidos y desfavorecidos. Así
manifiesta como su grandeza, sobrepasa los criterios humanos.
Usaremos los vv.7 al 10, que subrayan la bienaventuranza =
felicidad del que se apoya en el Dios de Jacob, y pone su esperanza en
el Señor YHWH, creador de cielo, tierra, mar y cuanto hay en ellos. Que
mantiene su lealtad, ěmét, por siempre. Hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos, y libera a los prisioneros. Abre los ojos de los
ciegos, y endereza a los jorobados. Protege y sostiene a los necesitados:
forasteros, viudas, huérfanos. Ama a los justos, pero tuerce el camino
del impío. El Señor YHWH, reina por siempre, tu Dios Sión, de edad en
edad. Esto es lo que el Señor sigue realizando en nuestro favor,
dejémoslo actuar en nosotros, y experimentemos su amor y solidaridad
con nosotros, su Iglesia.
Por eso nuestra respuesta con el estribillo, nos conecta con el
Evangelio, las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de
espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
Seremos felices, dichosos, si nos vaciamos de nuestros egoísmos,
ambiciones, prepotencias… y asumimos en lo hondo de nuestro ser el
ser pobres, poner nuestra confianza plena en el Señor, vaciarnos de
egoísmos y ambiciones para compartir la “riqueza” del Reinado de los
cielos, en la participación y comunión plena con el Padre, por y con
Cristo, con y en la comunión con el Espíritu Santo.

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2ª Lectura
En la Segunda Lectura continuamos con la Primera carta del
Apóstol Pablo a los Corintios, hoy con lo vv. 26-31, con los que finaliza el
c. 1, subrayando que la elección de Dios no está dirigida a los sabios,
nobles y poderosos, sino a quienes el mundo considera insensatos, para
confundir a los sabios; a lo débil para confundir a los fuertes; lo vil y
despreciable, lo que no vale nada según el mundo, para confundir a
quienes piensan y se sienten importantes. En consecuencia: nadie
puede presumir delante Dios.
Debemos nuestra vida cristiana y nuestra salvación a Cristo, que es
para nosotros la sabiduría, protección, santificación y redención, que
viene de Dios. Si quieres presumir de algo, entonces presume de Jesús,
que es tu Señor y salvador.
Pablo y su comunidad se convierten en el argumento para probar
la teología de la Cruz, pues de nada sirven títulos, capacidades,
distinciones, méritos, estatus sociales…, frente al camino del amor
hasta el extremo que Jesús asumió, hasta morir en la cruz.
El v. 31, cita de manera libre a Jr 9,22-23: El que gloríe, que se
gloríe en el Señor, cfr. Rm 3,27 y Ga 6,14.
Asumes en tu vida cotidiana este camino: la sabiduría de la Cruz.

Antífona de la comunión
La Palabra escuchada y sacramentalizada, se hace nuestro
alimento para que experimentemos, en el hoy de nuestra historia la
presencia salvadora de Jesús, y al recibirla dejemos que actúe en
nosotros, nos fortalezca para asumir con alegría y generosidad el
camino de las Bienaventuranzas, ya desde ahora, pero con la esperanza
puesta en el Banquete del Reinado de Jesús, en la casa del Padre.
La Antífona de la Comunión hace resonar en nosotros el camino de
las Bienaventuranzas, de la verdadera y plena felicidad, ya en nuestro
presente, lo que nos motiva para seguir el camino de Jesús hasta la
meta en el Reinado que nos tiene preparado: “Bienaventurados los
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pobres de espíritu, poque suyo es el Reino de los Cielos.


Bienaventurados los mansos, porque poseerán la tierra, dice el Señor.”
Al tomar como Antífona dos Bienaventuranzas, reconocemos en la
primera, no un don para el futuro, sino una realidad para nuestro hoy,
si nos dejamos fortalecer con la Palabra hecha carne. Con la tercera nos
marca la mansedumbre, opuesta a la violencia, la injusticia, el abuso del
hermano, la agresividad y la venganza.
Tenemos que ser promotores de armonía, enseñando, y
manifestando con hechos, la actitud compasiva y misericordiosa de
Jesús, de manera especial en su Pasión y Muerte en la Cruz.
Participar en esta Eucaristía, ser fortalecidos con su Pan de Vida y
la fuerza del Espíritu Santo, tiene una especial significación para
nosotros, en la realidad que estamos viviendo. Nuestra sociedad está
marcada por el odio, la violencia, la injusticia, y tantos desórdenes
familiares y sociales, que nos cuestionan y nos motivan para asumir con
fidelidad y generosidad el camino de la auténtica felicidad, el de las
Bienaventuranzas, poniendo nuestro esfuerzo y energía para hacer
brillar el amor salvador de Jesús, que recibimos en la Comunión.

Respuesta en tu vida
Fortalecidos y nutridos con la Palabra hecha carne, nos alegramos
en el Señor, pues estamos llamados a ser felices, no con la felicidad
hueca y vacía, del vicio y los falsos placeres, sino a la felicidad honda y
profunda del encuentro y comunión con Dios y con nuestros prójimos.
En la medida en que nuestros apegos, y ambiciones materialistas
nos seducen, y esclavizan, en esa misma medida perdemos la verdadera
felicidad, que no depende del poder, del tener, del dominar y oprimir;
del cuánto y el cómo llenarnos de cosas, perdiendo el sentido del amor,
solidaridad, fraternidad y servicio al prójimo. ¡Hay más alegría en dar
que en recibir!
Hoy el Señor nos llama a definirnos, a purificarnos, a reubicarnos
en nuestras situaciones y realidades, pero no en función del tener, sino
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del don y la entrega de nosotros mismos, usando los bienes que Él pone
en nuestras manos, para el servicio y la solidaridad fraterna.
+ ¿Eres consciente de cuál es tu destino final? ¿Lo construyes
acaparando bienes, o compartiendo tus bienes y valores?
+ ¿Valoras la pobreza, aceptada y asumida voluntariamente?
¿Entiendes la pobreza como don de ti mismo?
+ ¿Sabes escuchar, alabar y bendecir al Señor, con hechos
concretos?, o ¿estás más preocupado por el tener, que por el ser?
+ Si Dios elige a los pobres y débiles según el mundo, ¿Tu
perteneces a esos elegidos? ¿Lo manifiestas en tu sencillez y pobreza
efectiva y voluntaria?
+ ¿Reconoces y valoras que el destino del hombre es la Felicidad –
Bienaventuranza, y la buscas con los criterios de Jesús?

Jesús nos propone en este Domingo un camino de felicidad y


bienaventuranza, pero muy distinto al que propone el mundo en que
vivimos. No nos dejemos arrastrar por él, y busquemos con alegría y
fidelidad, el camino de la auténtica felicidad que Jesús nos propone.

Oración colecta:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, venerarte con toda el alma y
amar a todos los hombres con afecto espiritual.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, quien vive y reina contigo, en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

A. M. D. G. Mq.

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