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Tiempo de Pascua 2020

Sexto domingo de Pascua


17 de mayo de 2020
«Yo pediré al Padre que les dé otro Defensor»

«El Espíritu Santo actúa de la misma manera que


en los otros tiempos de la economía de la
salvación: prepara la Iglesia para el encuentro con
su Señor, recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de
la asamblea; hace presente y actualiza el misterio
de Cristo por su poder transformador; finalmente,
el Espíritu de comunión une la Iglesia a la vida y a
la misión de Cristo».

Catecismo de la Iglesia Católica, 1092.


Sexto domingo de Pascua
17 de mayo de 2020
«Yo pediré al Padre que les dé otro Defensor»

Claves sobre los textos litúrgicos 1

Antífona de
(cf. Is 48,20) ¡Gritos de alegría!
entrada
Oración colecta Corresponda nuestra vida a los misterios que celebramos.
(Hch 8,5-8.14-17) Difusión de la Iglesia en Samaría y don
del Espíritu. Dios escribe recto con líneas torcidas: con el
episodio de Esteban, un buen número de cristianos tienen
que huir de Jerusalén. Son ellos quienes difunden la fe en
Samaría y en Siria. La persecución se convierte en
Primera lectura instrumento de difusión. Uno del grupo de Esteban, el

Sexto domingo de Pascua 2020


diácono Felipe, se vuelve apóstol de Samaría (8,5). Su
predicación se confirma con los milagros y causa grande
alegría (8,8). Los apóstoles Pedro y Juan vienen de Jerusalén
para invocar el Espíritu Santo sobre los recién convertidos de
Samaría; signo de la unidad de las iglesias.
Salmo (Sal 65, l-3ª.16-20) Alabanza universal a Dios por su amor.
(1Pe 3,15-18) La muerte y vivificación de Cristo y de
nosotros, en el Espíritu. El cristiano se distingue del pagano
por su esperanza, dice Pedro (3,5; cf. Ef 2,12). En Cristo él
Segunda lectura ve la fuerza de la vida y del amor. Por eso, él puede
responder por su fe, con seguridad, delante de Dios y de los
hombres. Y no rechaza el sufrimiento: también Cristo lo
conoció (3,18).
Versículo del
(Jn 14,23) La inhabitación de Cristo y de Dios en nosotros.
Aleluya
(Jn 14, 15-21) La venida del Paráclito. Amar a Jesús no es
Evangelio agarrarse a su presencia sensible, sino “guardar” su palabra.
Pero, aun en la ausencia física, el Señor exaltado sigue
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Johan KONINGS, Espíritu y mensaje de la liturgia dominical año A, Bogotá: San Pablo 1993, 142.
presente en el otro “Paráclito”, el Espíritu, abogado en el
proceso con el mundo (cf. Mt 10,19-20). Y Jesús mismo
también volverá, y no solo Él, sino el Padre con Él (14,18-
21). Este acontecimiento no tiene fecha. Se realiza para
quien cree y ama.
Oración sobre las
Corresponder a los sacramentos del amor de Dios.
ofrendas
Prefacio (Pascua IV) “El hizo de nosotros una nueva creación”.
Antífona de
(Jn 14, 15-16) Amar a Jesús es cumplir su palabra.
comunión
Oración
El fruto del sacramento pascual en nosotros.
poscomunión

Comentario litúrgico al evangelio dominical


«No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo no
me verá, pero ustedes me verán y vivirán, porque yo sigo viviendo». Estas palabras
de Jesús, pronunciadas antes de su pasión, se han convertido en promesa realmente
cumplida con la resurrección y, para comprenderlas, debemos examinarlas con
detalle, contextualizándolas en el tiempo litúrgico de la Pascua que estamos
viviendo.
Tiempo de Pascua 2020

En primer lugar, podemos afirmar que Jesús ha vuelto a la vida para que
nosotros, sus discípulos, no andemos por ahí como desamparados. Con la
presencia del Resucitado no hay espacio para la soledad, sino para sentirnos
acompañados. Acompañar es consecuencia de amar. El amor hasta el extremo de
Jesús lo lleva hasta el punto de romper las cadenas de la muerte y levantarse del
sepulcro para permanecer a nuestro lado. En verdad Jesucristo Vivo quiere ser
«Dios con nosotros» (Mt 1,23) y además quiere que superemos cualquier
sensación de orfandad; y esto por la razón de que en Jesús se ha manifestado el
rostro del Padre (cf. domingo anterior) y ha llegado incluso a llamar a sus
discípulos: «Hijitos míos» (Jn 13,33).

En segundo lugar, el evangelio de este domingo expresa que Jesús volverá y


2 seguirá viviendo para llevar a cabo el proyecto salvífico de Dio s; aunque pasará por
un cierto “desaparecer” que impedirá que el mundo lo vea. Lo que no le permitirá
al mundo ver a Jesús, luego de su muerte y resurrección, será la falta de fe. Sin
embargo, esto no será obstáculo para que Jesús se manifieste como el Viviente,
aquel que ha hecho trizas el poder de la muerte. Por eso Jesús dice: «Yo sigo
viviendo». En ese contexto es que Jesús les puede prometer a sus discípulos con
toda seguridad: «Me verán y vivirán».

Un ejemplo muy concreto del cumplimiento de estas palabras lo podemos


encontrar en los relatos evangélicos de las apariciones del Resucitado: la
Magdalena, que estaba invadida por el dolor hasta las lágrimas, volvió a la vida
cuando vio al Maestro y lo reconoció; los discípulos de Emaús, que al comienzo
sentían frustración y desconsuelo, comenzaron a experimentar cómo les ardía el
corazón cuando el Señor les explica las Escrituras y luego, cuando lo reconocen al
partir el pan, se llenan de vida y de vigor. En estos dos pasajes podemos notar que
ver al Resucitado es vivir; reconocer a Cristo es resucitar, es pasar de la tristeza de
la muerte a la alegría de la vida. En definitiva, ver a Jesús resucitado y vivir
constituyen un único don.

Esta realidad vale para nosotros hoy: la gracia de la fe nos debe ayudar a
reconocer al resucitado entre nosotros, principalmente en la Eucaristía, en la

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liturgia, pero también en nuestras familias, en nuestras comunidades y en nuestro
prójimo. Cuando nuestro ser llega a reconocer al resucitado pasando por nuestra
existencia nacemos a la vida nueva, es decir, llegamos a resucitar. Encontrar al
resucitado es vivir. Contemplar al Resucitado es llegar a la vida. Así se realiza la
resurrección en nosotros, la presencia vital de Cristo en nosotros, de tal modo que
seamos Cristo en el mundo de hoy.

Hemos comentado los versículos 18-19 del Evangelio de este domingo


porque en ellos está plasmado el misterio de la resurrección y glorificación del
Señor y esto nos permite ser conscientes de que el Misterio Pascual nunca
desaparece, sino que permanece fulgurante y radiante durante la Pascua e incluso
durante todo el ciclo del año litúrgico. Así es que tiene sentido que en la oración
colecta de hoy, por ejemplo, manifestemos que debemos continuar «celebrando
con fervor, estos días de alegría en honor a Cristo resucitado».

Para concluir este comentario, no podemos dejar de lado los primeros


versículos de la perícopa que se nos ofrece para este domingo: «Y yo le pediré al
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Padre que les dé otro Paráclito, que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la
verdad». Jesús está expresando que se marcha a la casa del Padre, aunque no se va a
marchar del lado de los discípulos. En este caso Jesús señala que será el Padre
mismo quien envíe un defensor, un protector, un consuelo para nuestro día a día.
Se trata del Espíritu de la Verdad.

Aquí Jesús nos deja claras varias ideas con respecto a la esencia y la misión
del Espíritu: primero, la gran realidad de que el Espíritu es don del Padre, que, por
amor, nos quiere infundir su vida; segundo, el mismo hecho de ser definido como
abogado; tercero, la incapacidad del mundo para recibirlo y reconocerlo (en la
compresión de Juan, el mundo se refiere a todo lo totalmente opuesto a la fe de
los discípulos); cuarto, la afirmación de que el Espíritu ya puede ser conocido por
los discípulos y ya está empezando a actuar porque su destino final es inhabitar en
los creyentes (cf. primera lectura de hoy); y quinto, el apelativo de ser Espíritu de
la Verdad, porque es el portador de la Verdad de Dios y del hombre y es Él único
que nos podrá llevar a la verdad completa (Jn 16,13).

Cuando el Espíritu Santo aparece de una manera tan protagónica en la


liturgia de la palabra del Tiempo de Pascua, es inevitable comenzar a pensar en
Pentecostés, el cumplimiento concreto de la promesa del Señor y el evento que
lleva a plenitud el Misterio Pascual. También hay que aprovechar para contemplar
la acción vital del Espíritu en la vida de la Iglesia y, particularmente, en las
acciones litúrgicas: El Paráclito es quien nos infunde la vida del Resucitado
cuando participamos de la celebración, cuando escuchamos la Palabra de Vida y
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cuando comulgamos con el Cuerpo y al Sangre de Cristo.

Algunas indicaciones litúrgico-pastorales


† El viernes 22 de mayo inicia la novena de preparación a Pentecostés.
† El domingo 24 de mayo es la solemnidad de la Ascensión del Señor y tiene
Misa de vigilia y Misa del día.
† Acojamos la invitación del Papa Francisco a celebrar la semana Laudato si’
del 16 al 24 de mayo, campaña global para conmemorar el 5º aniversario
de la encíclica del Santo Padre sobre el cuidado de nuestra casa común. El
mismo Papa nos motiva en un video: https://youtu.be/cn18yPZOcCw.
4 † En este domingo se celebra el día mundial del reciclaje.
Vida litúrgica
Diócesis de Zipaquirá
Sexto domingo de Pascua
17 de mayo de 2020

Moniciones
Entrada
Celebrar el domingo, día del Resucitado, significa renovar nuestra confianza
pues Cristo mismo nos garantiza que no nos abandonará y enviará a su
Iglesia el Espíritu Santo Paráclito. Permanezcamos en la alegría de la Pascua
y no dejemos de orar por la superación de estos tiempos difíciles.

Liturgia de la Palabra

Sexto domingo de Pascua 2020


El Espíritu de la Verdad que habita en nosotros, abre nuestro entendimiento
para comprender las Escrituras. Cooperemos nosotros con el Espíritu y
seamos dóciles a la Palabra de Dios que será proclamada.

Presentación de los dones


La Iglesia prepara ahora la mesa del altar pues una vez más podemos celebrar
el Banquete Pascual del Resucitado. Mientras que la Iglesia siga celebrando la
Eucaristía podremos permanecer vivificados por el Espíritu.

Comunión
El Espíritu defensor, prometido por el Padre, es quien hace posible que
ahora podamos hacer nuestra comunión espiritual. A nosotros nos
corresponde acoger al Señor en nuestro interior para que permanezca para
siempre.

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Vida litúrgica
Diócesis de Zipaquirá
Sexto domingo de Pascua
17 de mayo de 2020

Oración universal
Oremos, hermanos, al Padre, que ha manifestado su amor al mundo
dándonos a su propio Hijo y enviándonos el Espíritu de Verdad. Por eso
digamos juntos:

R/. Envíanos, Señor, tu Espíritu Santo

† Oremos para que la Virgen María, madre de la Iglesia, la ayude a


conservarse en la paz y en el amor, y sea congregada en la unidad.
† Oremos para que los gobernantes y todos los políticos ejerzan su
función con auténtico espíritu de servicio.
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† Oremos para que toda la humanidad siga siendo protegida en estos


tiempos de pandemia, para que los enfermos se sientan consolados y
para que los familiares, médicos y personal sanitario renueve cada día
sus fuerzas, sostenidos por la fe.
† Oremos para que aquellos que han fallecido puedan gozar del
descanso eterno y sus familias sean reconfortadas en la esperanza.
† Oremos para que el mundo entero siga dando pasos concretos de
progreso en el cuidado de nuestro planeta, nuestra casa común.
† Oremos para que todos nosotros mantengamos el amor que Dios ha
derramado en nuestros corazones, y así descubramos su presencia a los
hombres.

6 Dios nuestro, Padre de todos los hombres, derrama sobre nosotros la fuerza
de tu Espíritu para que seamos ante el mundo testigos de tu amor. Te lo
pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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