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LEGISLACION Y CONDUCTA PROFESIONAL

2.3 IDENTIFICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS ÉTICOS DE SU PROFESIÓN EN


EL ÁREA DE LA SALUD

2.3.1 RESPONSABILIDAD ETICO JURÍDICO DE LOS PROFESIONALES DE


LA SALUD

BIBLIOGRAFIA

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LEGISLACION Y CONDUCTA PROFESIONAL

2.3 IDENTIFICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS ÉTICOS DE SU PROFESIÓN EN


EL ÁREA DE LA SALUD

Si comparamos la ética con la edi cación de una casa, los principios son los
pilares que sostienen la ética.

Los pilares son invisibles, no se perciben a simple vista, pero soportan el peso
de todo el edi cio y, si son sólidos y compactos, podrán soportar fuertes
vientos y movimientos. Si, en cambio, son frágiles o están carcomidos, el
edi cio se derrumbará a la primera inclemencia. Lo más relevante de un
edi cio es, precisamente, lo que no se ve: los pilares que lo sostienen y la vida
que tiene lugar en su interior.

existen ciertos principios contemplados en la Declaración Universal de los


Derechos Del Hombre (1948). Son principios que emergen del consenso y
son reconocidos como fundamentos de las sociedades abiertas y
democráticas. Se pueden de nir como aquellas bases prepolíticas que
facilitan la existencia de un tipo de sociedades en las que las personas son
tratadas como sujetos de derechos y no como objetos.

Señalaremos cuatro: el principio de vulnerabilidad, el de dignidad, el de


autonomía y el de integridad.

La vulnerabilidad
Vulnerabilidad signi ca fragilidad. Un ser vulnerable es un ser débil, cuya
integridad está amenazada constantemente por razones externas e internas.
Un ser vulnerable no es autosu ciente, sino dependiente y limitado,
radicalmente determinado por su nitud. El ser humano es una unidad, goza
de integridad, pero esta unidad no es absoluta ni inalterable, sino que está
constantemente amenazada por elementos propios y ajenos: enfermedad,
sufrimiento, vejez y muerte.

El ser humano es más vulnerable que otros seres vivos, pero más hábil para
defenderse de la vulnerabilidad de su ser. No tan solo es vulnerable; tiene
consciencia de su vulnerabilidad, se da cuenta de que es frágil, que está
sujeto al dolor y al sufrimiento. El enfermo vive especialmente el carácter

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vulnerable de la persona y la enfermedad es una manifestación de su extrema


vulnerabilidad.

La tesis de que el ser humano es vulnerable constituye una realidad


indudable, no de carácter intelectual, sino existencial. Se trata de una
experiencia de la que no podemos escapar.

No tan solo el cuerpo es vulnerable, sino todo lo que afecta a la condición


humana. El dolor físico es la expresión de la vulnerabilidad corpórea, pero hay
que considerar otras formas de vulnerabilidad humana, ya que no solo se
deteriora nuestra imagen exterior, sino también la dimensión social,
psicológica e, incluso, interior de nuestro ser. Precisamente porque todo en el
ser humano es vulnerable, es fundamental e ineludible el ejercicio de cuidarlo,
de atenderlo.

La dignidad
La dignidad pertenece a toda persona por el mero hecho de serlo y se
encuentra incondicionalmente ligada a su naturaleza racional y libre. Desde
este punto de vista, la persona es digna de un amor y respeto fundamentales,
con independencia de sus condiciones singulares y de su particular actuación.
Hay seres que por su forma de obrar y de participar en el seno de la
comunidad se hacen dignos de una dignidad moral, mientras que los hay que,
por su forma de vivir, son indignos desde un punto de vista moral. No
obstante, tienen estricto derecho a ser tratados como personas.

El respeto y la dignidad son conceptos mutuamente relacionados. La dignidad


comporta el respeto y el respeto es el sentimiento adecuado frente a una
realidad digna. El hecho de a rmar la dignidad de la persona signi ca que no
se puede atentar contra ella, ni tratarla de una forma inferior a su categoría.
En este sentido, se podría decir con razón que la dignidad es un
trascendental de la condición humana. Esto no implica que los otros seres del
universo no tengan dignidad, más bien lo que signi ca es que la persona
humana la tiene en grado sublime dentro del universo.

Es lícito hablar de una dignidad añadida, complementaria o, si se quiere


utilizar un término más correcto, moral; una nobleza ulterior, derivada del

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propio carácter libre del hombre, de su índole de realidad incompleta, pero


dotada de la capacidad de conducirse a sí mismo a la perfección de nitiva.

La autonomía
La autonomía es la capacidad de regularse por uno mismo, de programar la
propia existencia y de actuar a partir de los propios criterios y principios. Una
persona actúa de modo autónomo cuando se rige por la ley que emerge de
su yo re exivo, mientras que una persona es heterónoma cuando obedece a
normas y consignas que otro dicta desde fuera de su consciencia.
Entendemos que la autonomía es un signo de madurez y la condición de la
plena libertad de la persona.

En sentido estricto, se deberían distinguir distintos tipos y grados de


autonomía. Más allá de las simples distinciones entre seres autónomos y
seres no autónomos, parece más adecuado distinguir grados de autonomía.
La nalidad última del cuidar es desarrollar la máxima autonomía de la
persona, pero ello solo será posible con su contribución, con su voluntad y
esfuerzo.

La autonomía funcional es la capacidad de desarrollar las funciones básicas


de la vida por uno mismo, sin necesidad de una ayuda exterior. La autonomía
moral, en cambio, se re ere a la capacidad de tomar decisiones libres y
responsables por uno mismo, lo cual comprende la capacidad de deliberar y
de anticipar posibles riesgos y bene cios de tales decisiones.

No siempre van parejas la autonomía funcional con la autonomía moral, pues


hay personas que son capaces de desarrollar las funciones básicas de la vida,
pero, en cambio, no pueden tomar decisiones libres y responsables con
respecto a su futuro.

La autonomía moral exige competencia ética, esto es, capacidad de pensar


por uno mismo, de actuar coherentemente con los propios criterios y
jerarquía de valores. Luego está, además de lo dicho, la autonomía social/
económica, que se re ere a la capacidad de asumir, por uno mismo, las
cargas económicas que supone desarrollar

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la vida humana. Ser autónomo, en este sentido, signi ca poder costearse las
exigencias que supone existir y no depender de otra persona o institución
para poder desarrollar la propia vida. Por razones obvias, es fácil observar
que esta forma de autonomía no siempre va unida a la funcional, ni a la moral.

Es esencial recordar que el principio de autonomía exige respetar las


decisiones libres y responsables del usuario, y no solo eso, sino velar, en todo
momento, para que pueda desarrollar al máximo nivel su autonomía.

La integridad
La integridad es uno de los principios básicos que caracterizan la ética del
cuidar. Por integridad de la persona entendemos la correcta ordenación de las
partes del todo: el equilibrio y la armonía entre las diversas dimensiones de la
existencia humana necesarios para el buen funcionamiento de todo el
organismo humano. La integridad de una persona se expresa en una relación
equilibrada entre los elementos corporales, psicológicos, sociales e
intelectuales de su vida.

Para reparar la desintegración producida por la enfermedad, hay que vulnerar,


hasta cierto punto, la integridad de la persona. El médico explora al paciente y
evalúa sus capacidades. Esta es una invasión lícita de la integridad a la que el
paciente consiente. A pesar de ello, esta anuencia no puede evitar la
exposición de la integridad al grave riesgo que supone el tratamiento médico.
El médico está obligado a ejercer el derecho a las invasiones necesarias de la
integridad con el máximo cuidado y sensibilidad.

En de nitiva, el principio de integridad se basa en la unidad total, y propone


que es lícito intervenir sobre el cuerpo de una persona si ha dado su
consentimiento solamente cuando hay justi cación terapéutica, es decir, si la
intervención es bene ciosa para la persona.

2.3.1 RESPONSABILIDAD ETICO JURÍDICO DE LOS PROFESIONALES DE


LA SALUD
En términos practico el profesional de la salud esta constantemente en un
debate moral por la importancia de su ejercicio y al mismo tiempo tiene, en
muchos casos, consecuencias jurídicas. A continuación veremos dos ejemplos

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que en la actualidad son temas de debate político social en cuanto a su


alcance legal y ético por parte del profesional de la salud y de la sociedad en
general los cuales son el aborto y la eutanasia.

Es por ello que la ética en el profesionista de la salud es tan relevante y de


suma importancia desde su formación académica.

Aborto
Se conceptualiza el aborto como: Interrupción voluntaria o involuntaria del
embarazo antes de que el embrión o el feto estén en condiciones de vivir
fuera del vientre materno.

Fines éticos del Aborto: El aborto sigue siendo una cuestión controvertida
entre los juristas. La discusión sobre la legitimidad o ilegitimidad del aborto
voluntario se suele condensar en cuatro argumentos o tópicos del debate. En
primer lugar, el argumento de quien a rma que resulta imposible prohibir el
aborto con e cacia o lo que es lo mismo que las normas jurídicas a este
respecto no son capaces de controlar o limitar la realidad.

En segundo lugar, el argumento central de los llamados antiabortistas, la tesis


de la personalidad del feto (embrión o preembrión). En tercer lugar, la
justi cación del aborto voluntario a través de su presentación como estado
de necesidad y nalmente, la a rmación de la legitimidad del aborto apoyada
en la idea de libertad o autonomía de las mujeres.

El examen de estos argumentos necesariamente debe detenerse en


consideraciones de carácter moral de las que resulta extremadamente
relevante conocer sus consecuencias o su posible o imposible traducción en
normas jurídicas. Algunos juristas y no pocos actores de la vida política
a rman que la realidad del aborto difícilmente se puede contener con las
normas jurídicas.

Apoyándose en datos estadísticos se sostiene que el aborto es una realidad


en todos los países y en todas las culturas y que su legalización, antes de
disuadir las mujeres de su práctica, sólo consigue convertirlo en hecho
clandestino, en un problema de salud pública. Obviamente, un ordenamiento

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jurídico no puede exigir lo imposible y tampoco parece razonable emitir una


prohibición válida pero que se sabe va a resultar ampliamente ine caz. Si pese
a su prohibición el número de abortos se mantiene constante en las
sociedades contemporáneos habrá que concluir en la futilidad de la norma
prohibitiva. Ciertamente, el derecho no lo puede todo y en relación a la
interrupción del embarazo, o, por ejemplo, al consumo de drogas, el ejercicio
de la libertad parece imponerse, a menudo, por encima de prohibiciones. Este
tipo de constatación, sirve, en el marco del debate sobre la relación del
derecho con el aborto, para exigir que la discusión se traslade de lo moral o
jurídicamente justi cado a la valoración de lo jurídicamente posible. La
realidad se convierte, así, en el mejor argumento a favor de la legalización del
aborto.

Responsabilidad ética
El aborto como método de control de la natalidad tenía un sentido como
derecho a disposición de las mujeres en los años 70 -80 , en el contexto de
que no había desarrollos en innovación médica y fármaco-química para tener
productos a bajo costo que pudieran ser provistos por el Estado, o ser
costeados por el bolsillo personal. Dejemos en claro algo: si se quiere tener
relaciones sexuales por mero placer (totalmente legítimo y relevante en la
sociedad), hay que ser responsable y cumplir con un mínimo de prevención,
no tan solo por las mujeres, sino que también por los hombres. Hoy existe una
gama increíblemente amplia, con distintos grados de intervención, certeza y
satisfacción, para prevenir embarazos no deseados. Y no me cabe duda de
que el Estado debe tener un rol más relevante y activo en educación sexual,
en proveer a toda la población femenina de medios anti-conceptivos que
deseen, y en extender la tarea que hace sobre la población masculina.

No se trata de obligar a las mujeres a tener hijos, intervenido el Estado


mediante la regulación en los úteros, sino de que se sea serio en la vida en la
sociedad cuando uno toma la opción de iniciar la vida sexual (que no está
asociado necesariamente a la mayoría de edad). Toda libertad tiene aparejada
una responsabilidad. Y la vida sexual y afectiva debe tener una preocupación
por parte de quienes lo ejercen. Por la misma consideración de que un aborto
no es una intervención rutinaria que no traiga consecuencias de cualquier tipo
en las personas que lo realizan y las que la rodean, es necesario ponerle

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atención ex ante y ex post, o sea, para que no se llegue a esa situación


extrema, y que ella, cuando sea necesaria de realizar, sea bajo causales que
ameriten tomar esa decisión, y no sea una bagatela, como proponen algunas
organizaciones.

Regulación jurídica
El aborto en la Legislación Mexicana ha presentado avances muy notorios,
desde cómo se estableció en el Código Penal de 1871 y 1929 hasta llegar al
de 1931 (vigente todavía), en los cuales el Congreso de la Unión tenía la
facultad constitucional de legislar en la materia. Como antecedentes resulta
importante tomar en consideración los Anteproyectos del Código Penal para
el Distrito Federal de 1949 y 1958; así como también el Anteproyecto de
Código Penal Tipo para la República Mexicana de 1963. Por ello y retomando
lo que enuncia Olga Islas de González Mariscal, 41 a continuación se
establecen las disposiciones de los Códigos y anteproyectos mencionados:

Código Penal de 1871 El aborto se ubicó en el Capítulo IX del Título Segundo,


Delitos contra las personas, cometidos por particulares. La regulación del
aborto se insertó en los artículos 569 a 580. En primer lugar se de nía el
aborto, para efectos penales, como "la extracción del producto de la
concepción, y a su expulsión provocada por cualquier medio, sea cual fuere la
época de la preñez; siempre que esto se haga sin necesidad" (artículo 569), y
se puntualiza que cuando hubiere comenzado el octavo mes del embarazo, se
le daría también el nombre de "parto prematuro arti cial"; de cualquier
manera, ambos casos merecerían la misma sanción (artículo 569). Sólo era
penado el aborto consumado (artículo 571), lo cual signi ca que la tentativa
quedaba impune en todos los supuestos. Se estipulaban como abortos
punibles: a) El cometido sin violencia física ni moral, aunque se llevare a cabo
con el consentimiento de la mujer, mismo que tenía punibilidad de cuatro años
de prisión (artículo 575); b) El causado por medio de violencia física o moral
que tenía asociada pena de prisión de seis años, si se había previsto o se
debía haber previsto el resultado; en caso contrario, la prisión sería de cuatro
años (artículo 576); c) El ocasionado por culpa grave de cualquier persona
que no fuere la mujer embarazada, sancionado con penas atenuadas; d) El
realizado intencionalmente por médico, cirujano, comadrón, partera o
boticario, considerado como aborto cali cado que se castigaba con penas

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agravadas: las penas previstas en los artículos 575 y 576 se incrementaban


en una cuarta parte, y, además, procedía la inhabilitación para ejercer la
profesión (artículo 579); e) El procurado voluntariamente por la propia mujer
y el simple consentimiento de aborto (por móviles de honor), sancionado con
prisión de dos años si concurrían las siguientes circunstancias: "I. Que no
tenga mala fama; II. Que haya logrado ocultar su embarazo; III. Que éste sea
fruto de una unión ilegítima" (artículo 573). La falta de alguna de las dos
primeras circunstancias, o de ambas, ameritaba el aumento de un año de
prisión por cada una, y para la ausencia de la tercera, por ser el embarazo
fruto del matrimonio, la pena era de

cinco años de prisión (artículo 574). Se consignaba que cuando los medios
que se emplearen para hacer abortar a una mujer causaren la muerte de ésta,
se castigaría al culpable según las reglas de acumulación, si hubiere tenido
intención de cometer los dos delitos, o previó o debió prever ese resultado
(artículo 578). Si faltare la intención o no se previó o el resultado no era
previsible, se tendrá como atenuante de cuarta clase, conforme a la fracción
10 del artículo 42, por "haberse propuesto hacer un mal menor que el
causado" (artículo 578). Se determinó, asimismo, que si la persona que
ocasionó la muerte de la mujer, de acuerdo a lo previsto en el primer
supuesto del artículo 578, fuere médico, cirujano, comadrón, partera o
boticario se le impondría la pena capital, único supuesto que merece esta
irreparable pena. En el segundo supuesto, del mismo artículo, la pena sería de
diez años de prisión.

Título Decimo Noveno Delitos Contra la Vida y la Integridad Corporal Capítulo


VI
ARTICULO 329.- Aborto es la muerte del producto de la concepción en
cualquier momento de la preñez. ARTÍCULO 330.- Al que hiciere abortar a una
mujer, se le aplicarán de uno a tres años de prisión, sea cual fuere el medio
que empleare, siempre que lo haga con consentimiento de ella. Cuando falte
el consentimiento, la prisión será de tres a seis años y si mediare violencia
física o moral, se impondrá al delincuente de seis a ocho años de prisión.
ARTICULO 331.- Si el aborto lo causare un médico, cirujano, comadrón o
partera, además de las sanciones que le correspondan conforme al anterior
artículo, se le suspenderá de dos a cinco años en el ejercicio de su profesión.

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ARTICULO 332. Se impondrán de seis meses a un año de prisión, a la madre


que voluntariamente procure su aborto o consienta en que otro la haga
abortar, si concurren estas tres circunstancias: I. Que no tenga mala fama; II.
Que haya logrado ocultar su embarazo, y III. Que éste sea fruto de unión
ilegítima. Faltando alguna de las circunstancias mencionadas, se le aplicarán
de uno a cinco años de prisión. ARTICULO 333. No es punible el aborto
causado sólo por imprudencia de la mujer embarazada, o cuando el embarazo
sea resultado de una violación. ARTICULO 334.- No se aplicará sanción:
cuando de no provocarse el aborto, la mujer embarazada o el producto
corran peligro de muerte, a juicio del médico que la asista, oyendo éste el
dictamen de otro médico, siempre que esto fuere posible y no sea peligrosa la
demora.

Como puede observarse, en este Código, el cual sigue vigente a nivel Federal
sin cambio alguno en cuanto al tipo penal del aborto, se hace alusión por
primera vez y de manera concreta a la muerte del producto de la concepción.
Además, prevalece lo que se puede considerar el aborto cometido por
móviles de honor ya contemplados en el Código de 1871, al señalarse en el
artículo 332 los supuestos que sirven de atenuantes para la aplicación de la
sanción como no tener mala fama, haber logrado ocultar el embarazo y que
este fuera fruto de una unión

ilegítima, sin embargo, destaca que se prevé que si alguna de estas


circunstancias falta, la pena se agrava. Un avance en materia de aborto con
relación al Código que regía en 1929, fue la adición del supuesto de aborto
no punible, cuando el embarazo resultara de una violación, pues como bien lo
señala Islas de González Mariscal, bajo este supuesto se atiende y protege a
una mujer ultrajada. Cabe señalar que si bien fue un gran avance que dentro
de los supuestos de aborto no punible en el artículo 334 se contempla el que
debe de practicarse cuando corra peligro de muerte la mujer embarazada,
por cuestiones de técnica legislativa destaca una confusión cuando señala
que también, de no provocarse el aborto el producto corra peligro de
muerte , tal pareciere que al provocarse el producto vivirá, sin embargo, en
estricto sensu bajo este supuesto y atendiendo a la de nición que de aborto
se da en el mismo Código, resulta una subjetividad, pues corre peligro de

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muerte pero también las posibilidades de salvarse, y por lo tanto nalmente al


provocarse, lo que se ocasionará será la muerte del producto.

BIBLIOGRAFIA

GILLIGAN, C., IN A DIFFERENT VOICE. PSYCHOLOGICAL THEORY AND


WOMEN S DEVELOPMENT, HARVARD UNIVESITY, HARVARD, 1982.

GRAHAM, H., A LABOUR OF LOVE: WOMEN, WORK AND CARING,


ROUTLEDGE, LONDRES, 1983.

RAFAEL GUERRA ZAGARZAZU, O., BRACHO DE LÓPEZ, C., LAS VIRTUDES


DE LA DILIGENCIA, SERVICIO Y RESPONSABILIDAD EN EL ACTUAR ÉTICO DE
LA ATENCIÓN Y DEL CUIDADO MÉDICO. UNA PROPUESTA PARA LA
EDUCACIÓN EN VALORES EN LOS PROGRAMAS DE FORMACIÓN DE LOS
PROFESIONALES DE LA SALUD, EN SALUD. REVISTA DE LA FACULTAD DE
CIENCIAS DE LA SALUD. UNIVERSIDAD DEL CARABOBO 12 (2008) 22-27.

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