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03 Introduccion de La Perspectiva de Genero en Los Servicios Sociales
03 Introduccion de La Perspectiva de Genero en Los Servicios Sociales
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
“No debemos extrañarnos de la falta de reconocimiento de la economía hacia la economía feminista, ya que
el desafío planteado no es ninguna tontería. Se está cuestionando el sesgo androcéntrico de la economía
que se evidencia en las representaciones abstractas del mundo centradas en el mercado, donde se omite y
excluye la actividad no remunerada o sin valoración mercantil, orientada fundamentalmente al cuidado de la
vida humana y realizada mayoritariamente por las mujeres. Se está deconstruyendo los conceptos, los
modelos y paradigmas utilizados tradicionalmente por la economía y elaborando nuevas categorías y
marcos teóricos que tienden hacia un paradigma alternativo”.
Carrasco Bengoa, Cristina (2006) “La Economía Feminista: Una apuesta por otra economía”.
Cristina Carrasco Bengoa es economista y ha sido profesora de Teoría Económica de la Universidad
Autónoma de Barcelona.
Para reflexionar…
Así la pobreza, siendo una constante en muchas situaciones de exclusión, actúa como un factor de vulnerabilidad
social que, unido a otras dificultades como por ejemplo la enfermedad, la sobrecarga doméstica y familiar o el
desempleo de larga duración, puede conducir a las personas hacia una situación de exclusión social de difícil
solución.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
El concepto de “exclusión social” surgió en los años 70 en Francia y su creación se atribuye a René Lenoir,
por aquel entonces Secretario de Estado de Acción Social en el gobierno de Chirac, quien en su libro “ Les
exclus: un Français sur Dix” (1974) se refería a ese 10% de la población francesa que vivía al margen de la
red de seguridad social pública, cuyo eje de inclusión principal era el empleo.
El concepto se popularizó en Francia durante los años ochenta, tanto en el plano académico como en el
político y social, para referirse a los sectores desfavorecidos y afectados por los nuevos problemas sociales
(desempleo, guetos, desestructuración familiar), a los cuales las viejas políticas del Estado del bienestar no
daban una respuesta adecuada. Así, surgieron nuevas políticas y programas sociales orientados a la
“inserción” de las personas, familias y grupos afectados por estas problemáticas. Entre las actuaciones de
estas iniciativas públicas destacaron: la creación del Ingreso Mínimo de Inserción, orientado a proporcionar
formación y trabajo a personas en desempleo de larga duración; la creación de escuelas en áreas
marginales; la puesta en marcha de centros para jóvenes; y otra serie de actuaciones para fomentar el
desarrollo social en los barrios, como la construcción de viviendas, la promoción del trabajo comunitario, la
introducción y mejora de servicios, etc.
Tal y como indica la investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Ana Arriba
González de Durana, en los inicios de la década de los noventa se produce un cambio visible en la
conceptualización de la pobreza y el término de la exclusión social monopoliza los debates (“El concepto de
exclusión social en política social”, 2002). De hecho, en el ámbito comunitario, las primeras alusiones al
concepto de exclusión social se recogieron en el Segundo Programa de Pobreza (1988), en el preámbulo de
la Carta Social Europea (1989) y en la Resolución del Consejo y de los Ministros de Asuntos Sociales
(Consejo de 29 de septiembre de 1989) relativa a la lucha contra la exclusión social (89/C 277/01).
Unión Europea: Resolución del Consejo y de los Ministros de Asuntos Sociales, reunidos
en el seno del Consejo de 29 de septiembre de 1989 relativa a la lucha contra la
exclusión social (89/C 277/01). Fuente: Eur-lex
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Según el Informe de la Comisión de las Comunidades Europeas “Hacía una Europa de la solidaridad.
Intensificación de la lucha contra la exclusión social y la promoción de la integración” (1992), la exclusión
social es definida como "La imposibilidad de gozar de los derechos sociales sin ayuda, en la imagen
desvalorizada que las personas pueden tener de sí mismas y de la capacidad personal de hacer frente a las
obligaciones propias, en el riesgo de verse relegadas de forma duradera al estatus de personas asistidas y
en la estigmatización que todo ello conlleva para ellas". (pag.10).
Un año más tarde, en la conferencia de clausura del Seminario “Luchar contra la Exclusión Social”, celebrado
en Copenhague en 1993, Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1995, señalaba
que “aunque exclusión incluye pobreza, pobreza no incluye exclusión” y añadía que la exclusión no era un
fenómeno marginal sino un fenómeno social que cuestiona y amenaza los valores de la sociedad.
En ese mismo año, la Comisión de las Comunidades Europeas en su Informe Complementario Exclusión
Social - Pobreza y Otros Problemas Sociales en la Comunidad Europea (ISEC/B/11/93), indicó lo siguiente:
“La exclusión social se refiere a los factores múltiples y cambiantes que provocan que determinadas
personas queden excluidas de los intercambios normales, de las prácticas y derechos de la sociedad
moderna. La pobreza es uno de los factores más obvios, pero la exclusión social también hace referencia a
la vulneración de derechos en la vivienda, la educación, la salud y el acceso a los servicios. Afecta a
individuos y a grupos, especialmente en áreas urbanas y rurales, a aquellos que están de algún modo sujetos
a discriminación o a segregación; y enfatiza la debilidad de la infraestructura social y el riesgo de permitir
que se establezca por defecto una sociedad de doble ciudadanía”.
Por su parte, en 1994, el Observatorio Europeo sobre las Políticas Nacionales para combatir la exclusión
social indicaba que la exclusión social viene dada por la negación o inobservancia de los derechos sociales
mientras que, además, incide en el deterioro de los derechos políticos y económicos:
“el término de exclusión social se centra en el carácter multidimensional de los mecanismos a través
de los cuales se niega a los individuos y a los grupos a participar en los intercambios, las prácticas y
los derechos sociales, que son imprescindibles para la integración social y, por lo tanto, para su
identidad” (Observatorio Europeo sobre las Políticas Nacionales para Combatir la Exclusión Social
“Towards an Europe of the solidarities. Intensifying the fight against social exclusion and promoting the
integration”. 1994).
Arriba González de Durana, Ana (2002) “El concepto de exclusión social en política
social”.
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Fuente: CSIC
En España, en respuesta a las recomendaciones del Consejo Europeo y del modelo propuesto para la Unión
Europea, se han puesto en marcha seis Planes Nacionales de Acción para la Inclusión Social en los que se
ha definido la exclusión social como “Un fenómeno multidimensional y dinámico que implica fracturas en el
tejido social que afectan de forma cambiante a personas y colectivos, que se expresa como un fenómeno
poliédrico formado por la acumulación de circunstancias desfavorables a menudo fuertemente
interrelacionadas y que es susceptible de ser abordado desde la acción colectiva, desde el tejido social y
desde las políticas públicas.
Frente a esta definición, la inclusión social se concibe como una respuesta de los poderes públicos ante
tales necesidades sociales, como un proceso que asegura que aquellas personas en riesgo de pobreza y de
exclusión social aumenten las oportunidades y los recursos necesarios para participar completamente en la
vida económica, social y cultural, y para gozar de unas condiciones de vida y de bienestar que se consideren
normales en la sociedad en la que viven”. (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad “Los 10 años
de los Planes Nacionales para la Inclusión Social en el Reino de España”, 2010).
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2010) “Los 10 años de los Planes
Nacionales para la Inclusión Social en el Reino de España”. Fuente: Ministerio de Sanid
ad. Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Ministerio de Consumo
Por tanto, la exclusión social se define como un proceso que va más allá de la pobreza y que
implica una visión completa a partir de la multidimensionalidad y de la complejidad de los
problemas sociales de los sectores de población más desfavorecida. Esta definición de
exclusión social supera la concepción economicista basada exclusivamente en la falta de
ingresos o en la desigual distribución de la renta.
En este sentido, a partir del término exclusión, se explican las situaciones de las personas que viven en una
situación de pobreza pero que, además, acumulan otra serie de problemáticas en ámbitos como el empleo, las
relaciones sociales, la educación, la salud o la vivienda, y que tienen pocas probabilidades de salir de esta
situación por sí mismas.
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Características
José Felix Tezanos Tortajada, Catedrático de Sociología en la Universidad de Educación a Distancia (UNED),
en “Tendencias de dualización y exclusión social en las sociedades tecnológicas avanzadas. Un marco para el
análisis” (1999), recoge las siguientes características del concepto de exclusión social:
A la luz de todas estas características, puede decirse que existe un consenso generalizado sobre la existencia
de determinadas situaciones (desempleo, precariedad laboral, desigualdad de oportunidades en el acceso a
recursos como la vivienda, la educación, etc.) que afectan de manera desigual a toda la población y que
tienen una mayor incidencia en determinados grupos sociales, como pueden ser: la población joven, las
personas con discapacidad, la población migrante, o todos aquellos grupos caracterizados por un determinado
factor de vulnerabilidad en relación con el contexto. Se constata que, de manera transversal a todos estos
grupos, los indicadores demuestran que las mujeres se enfrentan a un mayor riesgo de exclusión social, tal y
como se pondrá de manifiesto en la siguiente unidad de estudio.
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Factores exclusión-integración
La tabla incluida a continuación refleja el conjunto de factores de inclusión e integración que tienen un impacto
en el desarrollo de las situaciones de exclusión, en tanto que proceso progresivo de pérdida de vínculos con la
sociedad. Se enumeran, además, los diferentes ejes de desigualdad social que pueden agravar las situaciones
de exclusión.
Pero además de estos ámbitos y factores de exclusión-integración, la comprensión del fenómeno pasa por
considerar la incidencia de seis grandes ejes transversales:
1. género,
2. edad,
3. orientación sexual,
4. religión/ creencia,
5. origen y/ o etnia y
6. discapacidad.
Es precisamente el cruce entre estos ejes de desigualdad con los factores de exclusión-integración lo que da
lugar a una multiplicidad de situaciones de mayor o menor vulnerabilidad y mayor o menor exclusión social.
Tabla: Factores del equilibrio “exclusión –integración” y ejes transversales de desigualdad social
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Fuente: Elaboración propia a partir de “Cuaderno de Trabajo Sendotu: Intervención Social desde el enfoque
de género” (2011) de la Fundación Peñascal y Federación Sartu. Pág 7. Federación SARTU
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“toda una serie de situaciones que se hallan presididas por un equilibrio social precario que puede verse
transformado en exclusión social mediante un proceso de intensificación o aparición de nuevos factores de
exclusión social que pueden o no estar relacionados con el resto de los factores preexistentes”. (Subirats,
Joan y otros “Pobreza y exclusión social: Un análisis de la realidad española y europea”. (2004) Barcelona:
Fundación “La Caixa”. Nº 16. Página 23).
Robert Castel, filósofo y sociólogo francés, elaboró una propuesta teórica (1997) en la que establecía cuatro
zonas en relación con la vulnerabilidad social, partiendo de su inexistencia hasta su máxima expresión. Para
ello, se basó en la interrelación de tres variables: el trabajo, las redes familiares y la sociabilidad. La característica
principal de cada una de estas zonas se enuncia a continuación:
Zona de integración
En ella se encuentran las personas que tienen un trabajo estable y también una inscripción relacional sólida,
familiar y de vecindad.
Zona de vulnerabilidad
Es una zona inestable, relacionada con la precariedad en el empleo, los trabajos intermitentes y el paro. En los
aspectos relacionales, se caracteriza por la fragilidad en los soportes familiares y sociales.
Zona de asistencia
Situada entre la vulnerabilidad y la exclusión social, generalmente caracterizada por situaciones de desempleo y
carencias relacionales, en este caso compensadas por los servicios de la red de asistencia.
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Esta zona presenta el polo más agravado de exclusión y se caracterizada por la ausencia de empleo y el
aislamiento social.
En la siguiente tabla, se recogen las zonas mencionadas y la interrelación entre las diferentes variables señaladas:
Fuente: Castel, Robert “La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del asalariado”, Barcelona, 1997, pág.
371
Según este autor, estamos en una situación social caracterizada por lo que él denomina la ascensión de la
vulnerabilidad: la precariedad en el empleo, así como determinadas formas de debilitamiento del vínculo social
son constantes históricas que han existido durante largos períodos de tiempo y que caracterizan la coyuntura actual.
Hoy en día, por ejemplo, el empleo no evita en sí mismo el riesgo de exclusión social ya que buena parte del
mercado laboral está actualmente precarizado. Así, mientras que disminuye la suscripción de contratos indefinidos,
se incrementan los contratos a tiempo parcial, se reducen los salarios, aumenta la inestabilidad y se consolidan las
situaciones de desempleo de larga duración.
Para el autor, en la medida que la protección social está fuertemente ligada al empleo, la desestabilización de la
organización del mercado laboral implica socavar las raíces de las políticas sociales, aunque la inseguridad ante la
precariedad laboral conlleva, en muchos casos, cierta certeza previa de la existencia de una protección.
Esta precarización laboral ha llevado a la desestructuración de los ciclos de vida de las personas, normalmente
secuenciados por la sucesión de los tiempos de aprendizaje, de actividad, y del tiempo ganado y asegurado
finalmente por la jubilación. Una desestructuración que tiene un impacto, a su vez, en los modos de vida y en las
redes relacionales de las personas, siendo como son un factor clave para el mantenimiento de las situaciones de
integración social.
En definitiva, la vulnerabilidad no hace referencia exclusivamente a la precarización del empleo, sino que supone
una consecuente fragilización de los soportes relacionales que aseguran la inserción social (estructuración de la
sociabilidad a través de las condiciones del hábitat, la solidez y la importancia de las protecciones familiares, la
inscripción en redes concretas de solidaridad , etc.).
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Como conclusión, frente a situaciones de vulnerabilidad y exclusión, el autor distingue dos tipos
de intervenciones sociales: las intervenciones en la zona de la exclusión y las intervenciones en
la zona de la vulnerabilidad: ”El reto de las primeras es la recuperación del vínculo social, ya que
afectan esencialmente a las personas que ya han pasado del otro lado y habitan en la zona de
marginalidad o desafiliación. Su objetivo general es la reinserción. Insertar es intentar repescar
a quien ha sufrido los embates cuando el mal ya está hecho. Existe otra categoría de
intervención que, por eso, remonta la corriente hacia la zona de vulnerabilidad, en la zona de
precarización del trabajo y fragilización de los pilares de la sociabilidad. Su estrategia general
es la formación”.
Noticia (25 de enero de 2021) “La pandemia empuja a 800.000 españoles a la pobreza severa,
según Oxfam”. El País. Fuente: El País
Para Joan Subirats, Catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, “ con el término de
exclusión social se quiere describir una situación concreta, resultado de un proceso creciente de desconexión, de
pérdida de vínculos personales y sociales, que hacen que le sea muy difícil a una persona o a un colectivo el acceso
a las oportunidades y recursos de que dispone la propia sociedad. Un conjunto de factores, de combinaciones y
solapamiento de causas, de pequeños y grandes fracasos, de conflictos y carencias que han podido conducir a
ello” (2004).
Subirat, Joan (dir) (2004) “Pobreza y exclusión social: Un análisis de la realidad española y
europea”. Barcelona: Fundación “La Caixa”. Fuente: Obra Social La Caixa
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En definitiva, se plantea la exclusión social como un proceso de descualificación y descalificación social que va
desde el subempleo (de personas todavía conectadas al mercado laboral), a la dependencia de la ayuda social
(se simultanea la búsqueda de empleo y la dependencia de ayudas oficiales), para terminar con la ruptura total de
los lazos sociales. Es decir, supone la confluencia de dos vectores fundamentales: el primero tiene que ver con el
empleo, y se sitúa entre la estabilidad y la precariedad con periodos intermitentes más o menos largos que resultan
en una situación de desempleo. El segundo vector, tal y como se ha visto también en las propuestas anteriores,
tiene que ver con las relaciones y redes sociales, y transcurre desde la inserción dentro de redes de relaciones
sociales y familiares de carácter estable hacia un aislamiento creciente.
La confluencia de estos dos vectores hacia situaciones de desempleo o aislamiento va mermando los recursos
personales para la supervivencia (las creencias en las propias posibilidades, el aprecio personal propio y a la
capacidad para seguir el ritmo de la vida, de afrontar las exigencias sociales para poder sobrevivir en esta
sociedad) y supone un deterioro creciente en cuanto a la salud, las dependencias, el aspecto físico y la
autoestima.
En este sentido, el informe de la Fundación Foessa y Caritas (2019): “VIII Informe FOESA sobre Exclusión y
Desarrollo Social” concluye que “la exclusión social se enquista en la estructura social del país” e identifica tres
bloques principales de riesgos sociales, “que afectan con más fuerza a la sociedad insegura y a la sociedad
estancada”.
Las personas con bajos ingresos y en exclusión social participan menos en los procesos electorales y si no
votan, no entrarán en la agenda política, y si a la agenda política no le interesa fomentar su voto, esto
ahondará más en su situación de exclusión social.
En primer lugar, la vivienda es un motor elemental de la desigualdad y un factor clave en las dinámicas de
exclusión social. El acceso a una vivienda digna se ha convertido en un derecho inaccesible para muchas
familias, que sufren la inseguridad y la inadecuación de su hogar, y tiene una influencia notable sobre los
recursos económicos, sobre el estado de salud y sobre los proyectos vitales de la población más joven.
En tercer lugar, las familias. La Encuesta FOESSA constata que cuando se nace y se cría en un hogar con
escasos bienes materiales y con ingresos reducidos aumentan las probabilidades de instalarse en el
pantano de la vulnerabilidad.
En cuarto lugar, las desventajas de las mujeres para vivir de forma integrada afectan a todas las
dimensiones de la exclusión social. Destaca la brecha de ingresos en el empleo y en las prestaciones, su
mayor riesgo de empobrecimiento, su acceso más precario a la vivienda, las diferencias en el estado de
salud y la mayor exposición a situaciones de aislamiento social.
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Una mujer necesita trabajar 1,5 horas más al día para ganar lo mismo que un hombre. Si esa mujer es
inmigrante, 2 horas más.
Cuando una mujer es la sustentadora principal del hogar tiene más problemas económicos para
acudir a ciertos servicios médicos especializados no cubiertos por el sistema pública de salud
(odontología, tratamiento psicológico, podología).
Los hogares sustentados por mujeres tienen que reducir con más intensidad los gastos de
suministros de la casa y los gastos en comunicaciones. Y tienen más retrasos en los pagos de
recibos o en los pagos de alquiler de la vivienda.
Soportan, además, mayor volumen de amenazas de pérdida de vivienda, mayores cambios de
residencia, mayores estrategias de tener que compartir casa con gente que no conocen, o tener que
alquilar una habitación a otros, o mayores retornos a la casa paterna.
La exclusión social y no la pobreza monetaria tiende a duplicarse en las personas con discapacidad.
El 30% de ellas se encuentran en situación de exclusión social y un 16% en exclusión social severa, el
doble que las personas sin discapacidad.
El 8,8% de la población ha dejado de comprar medicinas, seguir tratamientos o dietas por problemas
económicos.
El 15% de la población no puede acceder a un tratamiento bucodental porque no se lo puede
permitir.
Estos fenómenos, que se producen en el largo plazo y que no han sido abordados de forma adecuada en
nuestros sistemas de protección social, originan un incremento progresivo de la necesidad de cuidados. En
España, a fecha de hoy, la familia, y especialmente las mujeres, es el eje del que se sostienen los cuidados y
la sostenibilidad de la vida.
El aumento de la esperanza de vida y de la longevidad, los cambios en las pautas reproductivas y las
modificaciones en las estructuras de los hogares y en la organización de las familias han conllevado cambios
significativos en el modelo de sociedad:
1 de cada 3 hogares necesita cuidados bien por crianza, por edad avanzada, por dependencia o por
enfermedad.
En el caso de edad avanzada, enfermedad crónica o discapacidad, el 27% de los cuidadores
principales son hombres de la familia, el 64% son mujeres de la familia, el 7,8% son personas
remuneradas o contratadas y el 1,2 es la Administración.
El familismo está encontrando nuevas formas de expresión a través de la mercantilización de los
cuidados. Si esta es la respuesta a los cuidados, aquellos que no se los puedan pagar caerán en la
exclusión social.
Fundación Foessa y Caritas (2019): “VIII Informe FIESA sobre Exclusión y Desarrollo
Social”
Fuente: Fundación Foessa
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1ª. Tres de cada 10 personas en la exclusión grave carecen de cualquier tipo de ingreso.
3º Tras el primer impacto del coronavirus, la mitad de los hogares en situación de grave
precariedad no pueden hacer frente a los pagos de hipoteca o alquiler de la vivienda
(49,2%) y no disponen de dinero suficiente para pagar gastos de suministros (51,2%).
4º El 60% de los hogares en exclusión grave ha visto cómo empeoraba su estado psico-
emocional durante el confinamiento, mientras que el 26% consideran que ha empeorado
su estado físico.
5º Uno de cada tres hogares en exclusión grave (34%) está disminuyendo el rendimiento
escolar de sus hijos e hijas al no poder seguir el ritmo marcado.
6ª Un 18% de los hogares en exclusión grave con menores de edad a cargo admite
haber tenido que renunciar a una ocupación o puesto de trabajo para hacerse cargo de
ellos.
7º Las redes de apoyo, debilitadas tras la última crisis, pierden aún más capacidad de
ayuda. La novedad quizá de esta crisis es que está introduciendo una nueva variable de
estratificación social entre nosotros vinculada al riesgo de confinamiento. Este nos ha
estructurado en tres grandes grupos: los confinados seguros, los confinados de riesgo y
los desarraigados.
De acuerdo con la “Encuesta de Condiciones de Vida 2020” (2021), en ese año (teniendo en cuenta los
ingresos de 2019) el porcentaje de población por debajo del umbral de riesgo de pobreza (la llamada tasa
de riesgo de pobreza) se situó en el 21,0 % de la población residente en España, frente al 20,7% del año
anterior.
En relación con el indicador agregado AROPE de riesgo de pobreza o exclusión social se situó en el 26,4%
de la población residente en España, frente al 25,3% registrado el año anterior.
El aumento de la tasa AROPE se produjo en dos de sus tres componentes. Así, el porcentaje de población
en situación de carencia material severa subió del 4,7% al 7,0% y el que se situaba en riesgo de pobreza
pasó del 20,7% al 21,0%. Por el contrario, la baja intensidad en el empleo se redujo nueve décimas y se
situó en el 9,9 %.
Así, en 2020 (con datos de renta de 2019), un 1,4% de la población estaba a la vez en situación de riesgo de
pobreza, con carencia material severa y con baja intensidad en el empleo.
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Ingresos del 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019
año
Baja intensidad 15,7 17,1 15,4 14,9 12,8 10,7 10,8 9,9
en el empleo (2)
Tabla: Indicador AROPE. Población incluida en al menos uno de los tres criterios del riesgo de
pobreza o exclusión social por componentes. (Expresado en porcentajes)
(1) Ingresos del año anterior a la entrevista
(2) Año anterior a la entrevista
Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Nota de prensa (15 de julio de 2021). Encuesta de Condiciones de
Vida (ECV). Año 2020. Resultados definitivos. Página 2. Instituto Nacional de Estadística
Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Nota de prensa (15 de julio de 2021). Encuesta de Condiciones de
Vida (ECV). Año 2020. Resultados definitivos. Página 2. Instituto Nacional de Estadística
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Por otro lado, basándonos en la misma fuente, la población femenina en riesgo de pobreza alcanza el 21,7 %
y, en el caso de la población masculina el 20,2%. Por rangos de edad, el valor más alto corresponde a la
población menor de 16 años que alcanza un 27,6 % (27,7% para las mujeres y 27,4% para los hombres) y,
en relación con el más bajo, la población de 65 y más (20,6% para las mujeres y 16,4 % para los hombres).
Respecto a la carencia material severa (entendiéndose esta como la proporción de población que vive en
hogares que carecen al menos de cuatro de los nueve ítems establecidos en la tasa AROPE) en las mujeres
se sitúa en el 7,0% y en el 6,9% para los hombres. Por rangos de edad, el valor más alto para los hombres
corresponde a la población de menos de 16, con el 9,0%, y para las mujeres en un 9,1%. El valor más bajo
en ambos sexos corresponde a la población de 65 y más años, con un valor de 3,0% para las mujeres y 3,5%
para los hombres.
INE (15 de julio de 2021): Encuesta de Condiciones de Vida (ECV). Año 2020. El
Porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social (tasa AROPE) aumentó al
26,4%, desde el 25,3% del 2019. Fuente: INE
Plataforma Europea contra la exclusión social. Fuente: EAPN Europa y EAPN España.
EAPN España (2020): 10º Informe anual sobre el estado de la pobreza y la exclusión social
en España. Fuente: EAPN
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Además de los factores individuales que dificultan o facilitan los procesos de exclusión, de los entornos
residenciales y familiares en los que la persona vive o de la ausencia o presencia de decisiones políticas e
institucionales para el fomento de la inclusión, hay, como ya se ha referido anteriormente, factores estructurales
que explican el riesgo de exclusión social.
En España, por ejemplo, en comparación con el resto de lo países de la Unión Europea, hay ciertas
características socio-económicas que incrementan el riesgo de exclusión social de la población:
Los cambios rápidos en la estructura social por causas sociales y demográficas (envejecimiento de la
población, disminución de la natalidad, llegada de personas inmigrantes...).
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El bajo nivel de protección social, que también es menor que en la media europea.
De acuerdo con los últimos datos de Eurostat, la protección social representó el ámbito más importante del
gasto de las administraciones públicas en 2018 en todos los miembros de la UE.
La relación entre el gasto público en protección social y el PIB varió entre los Estados miembros de la UE
desde menos del 9% en Irlanda (8,9%) a casi una cuarta parte en Finlandia (24,0%) y Francia (23,9%). Cinco
Estados miembros de la UE: Finlandia, Francia, Dinamarca, Italia y Austria - dedicaron al menos el 20% del
PIB a la protección social, mientras que Irlanda, Malta, Bulgaria y Rumania gastaron cada uno menos del
12% del PIB o menos en protección social. España dedica el 17,4%.
El gasto en protección social puede desglosarse en varios grupos. El grupo "vejez", que incluye las
pensiones, representó el 10,5% del PIB de la UE en 2019. Constituyó la mayor parte el gasto en protección
en todos los Estados miembros de la UE, con la mayor proporción registrada en Grecia (13,8 %) seguida por
Finlandia (13,7%), Italia 13,6 y Francia (13,1%), Austria (12,6%), Portugal (11,4%) y España (9,5%). Por el
contrario, Irlanda (3,0%) registró la proporción más baja, seguida de Chipre (6,1%), Lituania (6,2%) y los
Países Bajos (6,5%).
En cuanto al gasto público en salud destaca Dinamarca (8,2%), Austria (8,3%) y Francia (8,0%) registraron
las mayores ratios sobre el PIB dedicados a la salud entre los Estados miembros de la UE. España alcanza
el 6,1% del gasto.
En educación, los porcentajes más altos se registraron en Suecia (6,9%), Dinamarca (6,3%), así como
Bélgica (6,2%) y Estonia (6,0%). España registra el 4%.
Eurostat (27 de febrero de 2021): “Gasto de las administraciones públicas por función en
la UE en 2019. Fuente: Eurostat
Banco de España (25 de agosto de 2020): “El Semestre Europeo 2020 y las
recomendaciones específicas para España”. Fuente: Banco de España
Artículo (2 de junio de 2021): “11 fechas clave del segundo semestre que marcarán la
recuperación económica, desde la llegada de los fondos europeos a la evolución del
paro o el turismo”. Business Insider. Fuente: Business Insider
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El incremento del nivel de endeudamiento de las familias debido fundamentalmente al aumento sostenido del
precio de la vivienda, de las crisis económicas y las situaciones de precariedad laboral y desempleo.
Artículo. Navarro, Vicenç (6 de abril de 2021): “El abandono de las familias: el escaso
desarrollo del cuarto pilar del bienestar”. Diario Público. Fuente: Diario Público
Artículo. Álvarez, Pilar (6 de marzo de 2021): “Mujeres: el año de las mil plagas”. El País
Semanal. Fuente: El País
Raya Diez, Esther y Montenegro Leza, Sofía (2020): “Principio de igualdad, perspectiva
de género e intervención en trabajo social” en “Investigación, práctica y trabajo social”
coordinado por Cecilia Serrano Martínez, Domingo Carbonero Muñoz, Esther Raya Díez.
Universidad de La Rioja. págs. 169-182. Fuente: Universidad de La Rioja
La creciente fuerza que están adquiriendo los mercados va en detrimento de los mecanismos de intervención en
el plano estatal, debido a que el Estado-nación se ha debilitado ante la creciente importancia que han adquirido
los poderes económicos y financieros.
En este contexto, se habla de la crisis del Estado de Bienestar lo que en definitiva significa una mayor
desprotección para las personas.
En relación con la exclusión social, puede ser útil referirse al Índice de Desarrollo Humano (IDH) para tener, al
menos, una visión global de la calidad de vida en los diferentes países. Este es un indicador de referencia
internacional, de carácter sintético y naturaleza social, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD) que trata de medir el nivel de condiciones de vida de una sociedad a través de tres ítems
concretos: la salud, la educación y la riqueza. Aunque no sirve para conocer el grado de exclusión social
intra-países en los términos en los que se está definiendo la exclusión social en estas páginas, sí aporta una
visión de conjunto a nivel mundial en donde España, así como otros países del entorno europeo, ocupan los
puestos más elevados de desarrollo humano.
Según este índice pueden identificarse cuatro grandes categorías de desarrollo humano: muy alto, alto, medio y
bajo. En la conjugación de los diferentes factores que se estudian a partir de los tres grandes bloques
mencionados, en cada país puede variar el IDH de un año a otro, modificándose, como consecuencia, el puesto
que ocupan en la clasificación.
El último Informe Sobre Desarrollo Humano (publicado en 2020 con datos referidos a 2019) España obtuvo un
valor de 0.0904 en el IDH —lo que sitúa a este país dentro de la categoría de desarrollo humano muy alto—,
posicionándose así en 25 lugar de 189 países y territorios.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Entre 1990 y 2019, el valor del IDH de España aumentó de 0.754 a 0.904, un incremento del 18,5%. En esta
etapa, la esperanza de vida al nacer en España aumentó en 6.2 años, los años promedio de escolaridad
aumentaron en 3.8 años y los años esperados de escolaridad aumentaron en 3.9 años. El Ingreso Nacional
Bruto per cápita de España (anteriormente referido al Producto Interior Bruto) creció en torno a un 48.5% entre
1990 y 2019.
Reconociendo la validez de este indicador, lo cierto es que no sirve para indagar en la realidad de género del
desarrollo humano. Para ello, es útil emplear otra serie de indicadores internacionales que, como el Índice de
Desigualdad de Género (IDG), permiten realizar una aproximación al estado de desarrollo humano desde una
perspectiva consciente de la desigualdad de género estructural. El índice de Desigualdad de Género es
también un indicador sintético que mide las desigualdades de género en torno a tres dimensiones vinculadas
con el desarrollo humano: la salud reproductiva, el empoderamiento y la situación económica.
Cada una de estas dimensiones incluye distintos indicadores respecto a áreas de medición social
diferenciadas. La salud reproductiva se mide por la tasa de mortalidad materna y la tasa de fecundidad entre las
adolescentes; el empoderamiento se mide por la proporción de escaños parlamentarios ocupados por mujeres
y la proporción de mujeres y hombres adultos de 25 años o más que han cursado como mínimo la enseñanza
secundaria; y la situación económica se mide a partir de la tasa de participación en la fuerza de trabajo de
mujeres y hombres de 15 años o más.
Siguiendo una escala de agrupación por bloques similar a la del anterior índice (muy alto, alto, medio y bajo)
pero situando en el “0” el valor de mayor igualdad –y no en el 1 como en el caso anterior-, el valor del IDH (Índice
de Desarrollo Humano) de las mujeres correspondiente a España en 2018 es de 0.882, mientras que para los
hombres es de 0.899.
Cualquier interpretación posible del desarrollo humano y, por extensión, de la exclusión social, debe incorporar
la perspectiva de género si no quiere reproducir el sesgo androcéntrico que invisibiliza la realidad de las
mujeres, sus necesidades específicas y que impide, de forma consecuente, generar propuestas integradoras y
acordes al principio de equidad. Tal y como la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, filósofa y profesora
en la Universidad de Chicago, nos recuerda, es preciso que tengamos en cuenta las desiguales circunstancias
sociales y políticas que sitúan a las mujeres en una clara posición de desventaja en su desarrollo humano: el
pensamiento política internacional debe ser feminista, atento, entre otras cosas, a los problemas especiales que
enfrentan las mujeres, a causa de su sexo en más o menos todas las naciones del mundo, problemas sin suya
comprensión no pueden enfrentarse correctamente los temas de la pobreza y el desarrollo (Las mujeres y el
desarrollo humano, 2002: 32).
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
PNUD (2020): Panorama general. Informe sobre Desarrollo Humano 2020. Fuente: PNUD
PNUD (2020) Comunicado para los países acerca del Informe sobre Desarrollo Humano
2020. USA. Fuente: PNUD
Como conclusión de este punto, y teniendo en cuenta lo expuesto hasta ahora, se puede afirmar que la realidad
de la exclusión es muy heterogénea, ya que los factores vinculados al proceso de inclusión-exclusión son muy
diversos y no están presentes en todos los casos ni se dan con la misma intensidad. Hay grupos más excluidos
que otros, ya sea por las formas de exclusión que experimentan, los motivos que explican dichas formas de
exclusión, la interpretación que en algunas situaciones se hace de las normas y las leyes, o la denegación del
acceso a los derechos básicos necesarios para enfrentarse a la exclusión.
Entre los grupos de personas que presentan mayor riesgo de exclusión social se pueden señalar los siguientes:
Estos grupos comparten factores comunes. Por ejemplo, la población inmigrante se concentra en mayor medida
en ocupaciones de más baja cualificación, sufre una mayor temporalidad en el empleo y cuenta con una menor
red familiar y social que pueda apoyar situaciones de pérdida de empleo. Por otro lado, quienes no han
accedido a la nacionalidad española también se encuentran excluidas del ámbito de la participación social.
Pero esto no quiere decir que todas las personas inmigrantes extracomunitarias estén en riesgo o en exclusión
o que, cuando lo están, compartan los mismos itinerarios de exclusión.
Hay muchos factores que entran en juego, como se ha visto anteriormente, pero se introduce una de las
variables relevantes para entender el riesgo de exclusión, que cruza a todos los colectivos y sobre el que
profundizaremos en el punto dos de esta unidad: el sexo/género. Desde la perspectiva de género, se verá
entonces cómo hay factores de exclusión que operan con mayor o menor intensidad cuando se trata de mujeres
o cuando se trata de hombres.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
En el apartado anterior se han señalado los tres ámbitos (económico, político y social) en los que interactúan
diferentes factores de exclusión social que, operan, a su vez, agravados por diferentes ejes de exclusión (el
sexo/género, la edad, el lugar de nacimiento, etc.).
Fuente: Elaboración propia a partir de “Cuaderno de Trabajo Sendotu: Intervención Social desde el enfoque de
género” de la Fundación Peñascal y Federación Sartu (2011 Pág 7.)
En este último punto del apartado sobre el concepto de exclusión social, se va a resumir brevemente cómo es la
exclusión de cada uno de estos ejes a través de la exclusión del mercado, la exclusión de la ciudadanía y la
exclusión de las relaciones sociales.
Cruz Roja interviene con personas en situación de vulnerabilidad y/o en riesgo de exclusión. El
boletín analiza, con una frecuencia cuatrimestral, la evolución de la situación, las perspectivas y
expectativas de los sectores de población que están siendo más impactados por la actual
coyuntura socioeconómica del país a partir de una muestra de las personas que participan en
programas de Intervención Social de Cruz Roja de todo el país y que han cumplimentado el
Cuestionario Social. Fuente: Portal sobre la vulnerabilidad social. Cruz Roja
El empleo es el principal vector de inclusión social y, por ello, la integración laboral es uno de los principales
objetivos que persiguen las intervenciones relacionadas con las políticas y actuaciones de integración social.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Es preciso tener en cuenta que, además del salario, las personas con empleo obtienen también otra serie de
recursos o beneficios en base al mismo, como el estatus social, la autorrealización profesional o el fortalecimiento
de la autoestima que, sin duda, contribuyen a contrarrestar los factores perniciosos de la exclusión social.
Tal y como está estructurado nuestro sistema económico y social, la participación en el mercado laboral es una
fuente de ingresos y, además, una vía de acceso a los derechos y a las prestaciones sociales mejor equipadas de
nuestro Estado de Bienestar (las prestaciones contributivas). A lo largo del siglo XX, los estados europeos han
desarrollado sistemas de bienestar orientados a hacer frente a los principales riesgos sociales constituyendo
sistemas de provisión de bienes y recursos para los principales riesgos sociales. Pero las prestaciones
asistenciales cubren diferentes niveles de protección y el criterio fundamental que siguen para poder acceder a
ellos es la relación que las personas mantienen o han mantenido con el mercado de trabajo formal. En este sentido
la población que ha mantenido una trayectoria estable en el mercado de trabajo formal es quien cuenta con
mayores garantías de protección. Quienes, por el contrario, han mantenido una relación inestable con el mercado
laboral o trabajan en la economía sumergida quedan sin la protección necesaria con la pérdida de derechos que
ello implica.
Sin embargo, no se puede obviar que no todas las personas tienen las mismas posibilidades para acceder o
mantener un empleo, ni todo empleo tiene la misma capacidad protectora. Hay personas que están trabajando,
pero la precariedad en la que lo hacen también está suponiendo un factor de vulnerabilidad y de riesgo de
exclusión social. Los bajos salarios y la inseguridad en el empleo mantienen, por ejemplo, la situación de
vulnerabilidad para muchas personas.
A pesar de que el desempleo no necesariamente deviene en exclusión, en muchas ocasiones se puede reconocer
que el origen de este fenómeno se encuentra en el ámbito laboral, ya que la principal fuente de renta de las
familias es la derivada de esa participación y la ausencia de empleo o la precariedad laboral pueden llegar a
generar situaciones de vulnerabilidad o inestabilidad.
Así, por ejemplo, uno de los ejes de incidencia de la Estrategia Europa 2020 perseguía generar en toda la Unión
Europea niveles más altos de empleo, productividad y cohesión social, convirtiendo estas tres dimensiones en un
mismo eje de la intervención estratégica de los países europeos.
Además, en el marco de esta Estrategia y centrándonos en nuestro país, se comprometía a reducir en 1,5 millones
las personas en riesgo de pobreza y exclusión respecto a los niveles de 2008. Así, en 2008 había unos 10,87
millones de personas en situación de pobreza y en 2019, último año con datos oficiales cerrados al respecto, hay
11,87 millones de personas.
Por otra parte y de acuerdo con el último informe anual de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la
Exclusión Social en España (2020) con datos de 2019, el aumento del PIB, el empleo y la reducción del
desempleo, por sí solos, no acaban con la pobreza y, por tanto, es necesario la puesta en marcha de políticas
públicas de protección social como el Ingreso Mínimo Vital, focalizado en la pobreza más aguda.
Además, este informe señala la existencia de determinados grupos sociales que afrontan una situación mucho más
precaria que la que tenían antes de la crisis. Un ejemplo claro son las personas desempleadas, con una tasa de
pobreza monetaria del 31,3% en 2008 y del 43,3% en 2019. También en las familias
monomarentales/monoparentales, en las que una persona adulta (normalmente una mujer) se hace cargo de uno o
más menores, con una tasa de pobreza que en 2008 era del 36,8% y en 2019 alcanzaba el 41,1%.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
EAPN (2020): “10º Informe sobre el Estado de la Pobreza 2020”. Fuente: EAPN
EAPN España (2021): “Valoración de las nuevas medidas del ingreso mínimo vital”. Fuente: EA
PN
Real Decreto-ley 20/2020, de 29 de mayo, por el que se establece el ingreso mínimo vital (BOE
nº 154, de 1 de junio de 2020). Fuente: BOE
Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones: Ingreso Mínimo Vital. Fuente: Segurid
ad Social
Noticia. Pérez Cristina (18 de marzo de 2021): “Ingreso mínimo vital: qué es, cómo se solicita y
quién puede cobrarlo”. RTVE. Fuente: RTVE
En este sentido, también el último informe publicado de la Fundación FOESSA “Vulneración de derechos: Trabajo
decente” (2020) alerta sobre las amenazas que supone el aumento de la precariedad laboral en España.
El trabajo indefinido y a tiempo completo es una quimera para cerca de cuatro de cada diez personas que
trabajan (34,6%), un amplio porcentaje de población que no se encuentra dentro de la norma social de
empleo, es decir; que no trabaja las horas que le gustaría ni durante los periodos de tiempo que querría,
viendo claramente vulnerado su derecho a un trabajo digno.
El 13,5% de la población tiene una jornada laboral a tiempo parcial y casi la mitad, el 48,1%, sufren la
parcialidad indeseada; es decir, se mantienen en esa situación contractual porque no han podido encontrar
un trabajo a jornada completa o conseguir la ampliación horaria en su actual empleo, con lo que eso
significa en cuanto a merma de nivel de ingresos y el bienestar y comodidad asociadas a ellos.
La temporalidad en las contrataciones y la corta duración de éstas es otra de las realidades que azota a
nuestro mercado laboral. Según el “Informe del mercado de trabajo 2021. Estatal. Datos 2020” del Servicio
Público de Empleo (2021), los contratos indefinidos representan un 64,6% del total y la diferencia a favor de
los hombres es muy notoria, un 54,02 %, frente al 45,98 % de mujeres. Entre quienes tienen contratos
temporales la distribución es de 48,18 % hombres y el 51,82 % mujeres; respecto a los contratos
indefinidos. Es importante destacar también el tipo de jornada laboral, en los contratos a jornada completa
hay una proporción mayor de hombres con un 58,63 %, mientras a jornada parcial son las mujeres las que
representan el 66,89 %.
La inestabilidad laboral grave alcanza a 7,8 millones de personas que viven en hogares donde quienes la
sustentan mantiene una relación muy insegura con el empleo. Esta realidad afecta al 16,4% de las familias.
Destacan especialmente la situación de inestabilidad de aquellas personas que subsisten a base de
empleos informales. Hablamos de 615.000 personas que, en la mayoría de los casos, sufren la máxima
expresión de la precariedad laboral al ver pisoteados sus derechos sin poder agarrarse al arbitraje de la
justicia ni a coberturas sociales en los periodos menos favorables.
Las familias en inestabilidad laboral grave sufren serias dificultades económicas, que se reflejan en no
disponer de dinero para afrontar gastos imprevistos (52%) o haberse visto en la obligación de pedir ayuda
económica a parientes o amigos (42%). La realidad de trabajar y ser pobres, a pesar de madrugar a diario
y dedicar gran parte de su tiempo y energías a cumplir en su empleo, afecta a casi 2,5 millones de personas
(13% de la población ocupada), quienes, a pesar de tener un empleo, no logran abandonar situaciones de
pobreza relativa.
La fragilidad del espacio básico de seguridad, la vivienda, es otra consecuencia de este panorama: 3 de
cada 10 familias en inestabilidad laboral grave carecen de dinero suficiente para afrontar gastos
relacionados con la vivienda (hipoteca, alquiler, suministros, etc.). Asimismo, 2 de cada 10 familias han
recibido avisos de cortes de suministros por no disponer de dinero suficiente para pagarlos.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
La privación de un empleo decente afecta más a aquellos sectores y grupos humanos muy expuestos a la
estacionalidad y a las coyunturas socio-económicas (hostelería, turismo, servicios auxiliares…). Al
comparar la base de cotización media de la hostelería con la media del mercado laboral, el resultado es
que esos sueldos son un 40% más bajos. Y, si dentro de este sector, ponemos el foco en el servicio de
comidas y bebidas, y observamos la diferencia entre hombres y mujeres, se comprueba que los salarios de
los camareros son un 43% más bajos y los de las camareras un 50%.
Con relación al trabajo en el ámbito doméstico, lo primero que destaca es que solo hay registradas 38.274
personas como cotizantes en este sector profesional, lo que indica que buena parte de las trabajadoras
(sector altamente feminizado) realizan su labor sin los derechos y la protección que deberían tener. Por otro
lado, el salario del personal doméstico es hasta un 52% inferior a la media entre las mujeres.
Las dificultades para acceder a un trabajo decente son especialmente significativas entre las mujeres y la
población de origen extranjero. En el caso de las mujeres cabe destacar la importante desigualdad salarial
con respecto a los hombres que, medida en términos de brecha salarial, alcanza una ganancia media
inferior del 21%.
La población de origen extranjero sufre de forma especialmente grave la vulneración del derecho al trabajo
decente al ser personas a quienes el marco legal empuja a una situación administrativa irregular y se ven
obligadas a cubrir puestos de trabajo en la economía informal. Incluso cuando la situación administrativa es
regular, la desigualdad salarial medida en términos de brecha salarial alcanza una ganancia media inferior
del 24% entre los trabajadores extranjeros respecto a la media de los nacionales.
Los sistemas de protección pública al desempleo no han sabido adaptarse a la mutación que ha tenido
lugar en el mercado laboral ya que el trabajo ha perdido su relevante rol de garantizador de la inclusión
social: contar con un empleo, más aún si éste es precario, no protege ante situaciones de exclusión o
pobreza, lo que se debe asumir y comprender desde los sistemas de protección pública para abordar ese
problema.
Este desajuste se muestra en el hecho de que solo uno de cada cuatro (el 24,8%) hogares sustentados por
una persona en situación de inestabilidad laboral grave reciben algún tipo de prestación por desempleo o
renta mínima de inserción.
SEPE (2021): “Informe del Mercado de trabajo. Estatal, Datos 2020”. Fuente: SEPE
En conclusión, desde la perspectiva de género, las diferencias mostradas por estos datos dan cuenta de la
pervivencia del modelo familiar afianzado a mediados del siglo XX en el que los hombres desempeñan el papel de
proveedor de ingresos y las mujeres el rol de cuidadoras principales. División sexual del trabajo que otorga a
mujeres y hombres distintas responsabilidades económicas y les sitúa en una relación diferencial con respecto al
empleo. Así, las mujeres registran en general mayores índices de pobreza y exclusión que los hombres, y las sitúa
en una mayor vulnerabilidad como consecuencia de una mayor precariedad en el mercado de trabajo y una mayor
responsabilidad en los cuidados familiares.
La exclusión de la ciudadanía
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Otra manera de aproximarse al proceso de exclusión es mediante el concepto de ciudadanía, un concepto que ha
cambiado a lo largo de la historia, haciéndose cada vez más incluyente. En las democracias más antiguas, incluida
la famosa democracia ateniense, solo eran considerados ciudadanos los hombres, mientras que las mujeres tenían
privada todo tipo de participación en la vida política. A veces, era también necesario disponer de un determinado
nivel de renta económica para ser considerado ciudadano.
En la actualidad, las democracias contemporáneas son las mujeres y hombres mayores de edad quienes tienen la
condición de ciudadanía.
Una aproximación bastante influyente –hoy todavía- del concepto de ciudadanía fue aportada por Thomas H.
Marshall, sociólogo, a comienzos de los años cincuenta del pasado siglo, cuando se estaban asentando los
Estados de Bienestar tras la II Guerra Mundial. En su definición, el autor se centraba en los derechos garantizados
al individuo por parte del Estado, y los clasificaba en tres grandes grupos:
Los derechos civiles, o derechos a las libertades, que implican en última instancia la igualdad de trato
ante la ley.
Los derechos políticos, que confieren la posibilidad de participar en la vida política de un país.
Los derechos sociales, que aseguran el derecho a obtener un mínimo de bienestar material.
Es la evolución histórica de la comunidad política occidental la que termina incluyendo los derechos sociales en una
particular fórmula estatal: el Estado de Bienestar. Esta forma de Estado, aparecida como se decía anteriormente
después de la II Guerra Mundial, se desarrolla con el reconocimiento de los derechos de la ciudadanía social (o
derechos sociales) a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Así, mientras que en un principio el concepto de ciudadanía se entendía como un derecho civil y político, fue
evolucionando hasta una idea de ciudadanía social que incluía los derechos sociales, los económicos y los
culturales. Es decir, contemplaba además del derecho a la propiedad y el voto, las condiciones materiales para
poder gozar de una vida “digna” (empleo, coberturas sociales, servicios públicos, etc.).
Marshall Thomas H. y Bottomore Tom (1998) “ Ciudadanía y Clase social”. Alianza Editorial,
Pág. 37.
“… Finalmente está la ciudadanía social, que tiene que ver con los derechos al bienestar económico y a la
seguridad, a la educación, a determinados niveles de salud, etc., y se desarrollaría en el siglo XX de forma
paralela a los estados del bienestar. Esta ciudadanía social estaba concebida como un factor de integración
social, de reducción de las desigualdades, de legitimación de una socialdemocracia que, a la vez que
garantizaba unos derechos económicos y sociales, mantenía las diferencias ideológicas y de clases
sociales”.
Cristina Carrasco Bengoa (1997) “Mujeres, trabajos y políticas sociales en España. Una nueva
dimensión del Estado del Bienestar”. Duoda Revista d’Estudis Feministes nº 13. Fuente: Unive
rsidad Autónoma de Barcelona
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
L a ciudadanía, en su dimensión social, se relaciona por tanto con el acceso y el disfrute de las prestaciones
proporcionadas por el Estado del Bienestar. Dicho esto, es necesario enfatizar que el concepto de ciudadanía
tiene una compleja historia y ha sido siempre motivo de largos debates, particularmente en nuestros días. Desde la
perspectiva de género, la catedrática de Teoría Política Judith Squires ( Gender in Political Theory, 1999) , nos
recuerda que las revisiones feministas sobre la ciudadanía han sido numerosas y se han centrado tanto en una
crítica al contrato social en el que se apoya la relación del individuo con el Estado, como en una revisión de la
propia noción de estado-nación en la que se adscriben los derechos sin tener en cuenta las fuerzas globalizadoras
y neoliberales actuales, que hacen que el modelo de ciudadanía tradicional sea incompatible con un ideal de
derechos más allá del empleo y más allá de las fronteras territoriales.
De hecho, una mirada detenida sobre el concepto de ciudadanía que tenga en cuenta las desigualdades
estructurales permite identificar un amplio conjunto de población que es, tratada en desigualdad en el acceso a los
derechos: personas migrantes, personas en precariedad o con dificultades de acceso al mercado laboral,
personas con bajos niveles de renta, cuidadoras informales, etc.
Así, esta desigualdad en la ciudadanía genera situaciones de exclusión en el acceso a determinados derechos
como la educación, la vivienda, la salud o el alimento. Y es precisamente aquí donde las propuestas feministas
reclaman la construcción de una ciudadanía global que desvincule los derechos de situaciones o experiencias
vitales como la situación laboral, el estado civil, la procedencia, la edad, la orientación sexual o la diversidad
funcional.
La exclusión en este ámbito habla de un debilitamiento de las relaciones con el entorno familiar, vecinal, los
servicios e instituciones estatales, o con la sociedad a la que la persona pertenece, pudiendo llegar hasta el
aislamiento. Las redes familiares y sociales, de hecho, cumplen una función de apoyo y solidaridad muy valiosa que
reduce el impacto de muchos problemas con los que se pueden encontrarse las personas a lo largo de la vida.
Subirats y otros/as (Pobreza y exclusión social. Un análisis de la realidad española y europea, Barcelona:
Fundación “La Caixa”, 2004) señalan a este respecto que “Tanto la familia como los vínculos comunitarios
ejercen de soportes para hacer frente a las situaciones de riesgo y/o vulnerabilidad. En este sentido, el
deterioro o la escasez de redes familiares y sociales puede constituir en sí mismo una forma de exclusión
que trascienda la dimensión afectiva, convirtiéndose, en ocasiones, en un mecanismo de edificación de
barreras objetivas y subjetivas para la inclusión social de las personas”.
Meil Gerardo (2011) Algunas conclusiones del estudio “Individualización y solidaridad familiar”
(Volumen 32 de la Colección de Estudios Sociales de la Fundación “La Caixa”). Fuente: Fund
ación La Caixa
En la medida en que el amplio espectro de redes sociales es inexistente o frágil, la vulnerabilidad de las personas
se incrementa. El alejamiento o el deterioro de las relaciones familiares, así como la escasez o la falta de
relaciones sociales puede llegar a provocar entre las personas que lo padecen dificultades en la integración,
inseguridad o inestabilidad. Este tipo de situaciones podemos encontrarlas con facilidad en las personas privadas
de libertad, personas con consumos de drogas problemáticos o personas sin hogar. Pero existe también hoy un
nuevo tipo de situación de exclusión social vinculada a la falta de relaciones sociales: la soledad no escogida.
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Un estudio publicado en el año 2015 (La soledad en España, de Díez Nicolás, Juan y Morenos Páez, María)
remarca la idea que la exclusión social ligada a la soledad o la falta de redes puede afectar a toda clase de
personas, independientemente de su sexo/género, edad, condición socioeconómica, origen o funcionalidad. Ahora
bien, señala que determinados grupos sociales, atravesados por la serie de ejes de desigualdad que se están
mencionando en estas páginas, padecen una situación acentuada, como por ejemplo las mujeres mayores de 65
años, las personas migrantes, las que sufren algún tipo de diversidad funcional o las que se encuentran en situación
de pobreza.
Asímismo el estudio “Soledad y riesgo de aislamiento social en las personas mayores” (2019) de la Fundación La
Caixa destaca la importancia de la soledad como problema social y de salud pública de primera magnitud que
además de afectar al bienestar psicológico de las personas se relaciona con unos niveles de salud peores y un
aumento del riesgo de mortalidad.
En el informe se resalta la dificultad en el análisis del fenómeno de la soledad ya que se deben diferenciar
percepciones de hechos objetivos. Es decir, se debe diferenciar la sensación de soledad, comúnmente descrita
como “sentirse solo”, de la realidad objetiva de falta de contactos sociales o aislamiento social. Puede darse el
caso, bastante común, de que una persona pueda vivir acompañada y sentirse sola, o vivir sola pero no sentirse
así.
Además, la percepción de soledad también puede hacer referencia a echar en falta la compañía de otros (soledad
social) o a no contar con personas en las que confiar y acudir en caso de necesidad (soledad emocional). Así
mismo, el aislamiento social puede referirse a la red de amigos o a la red familiar.
Según el estudio, tanto la percepción de soledad (en su dimensión emocional) como el riesgo de aislamiento social
(la falta de amistades) afectan a una de cada cuatro personas adultas en España.
Además, el riesgo de aislamiento por pérdida de la red social de amistades es superior en los hombres que en las
mujeres. En los hombres empieza a aumentar a partir de los 40 años, antes que en las mujeres, en las que el riesgo
es más elevado a partir de los 65 años.
Y, en relación con la red familiar, se observa mayor riesgo de aislamiento en el caso de las mujeres sin estudios
(21,1 %) que en los hombres (18,7 %). Por el contrario, las mujeres con estudios primarios, secundarios y
superiores tienen menor riesgo de aislamiento familiar que los hombres.
Estas diferencias conllevan que las mujeres tienen una red social más amplia y de más calidad (cercanía emocional
y confianza) que los hombres y, esas diferencias son especialmente relevantes e intensas a partir de la entrada de
las personas en los escenarios del envejecimiento (a partir de los 65 años). Además, la soledad emocional es un
5% mayor en los hombres que en las mujeres.
Fundación La Caixa (2019): “Soledad y riesgo de aislamiento social en las personas mayores”.
Fuente: La Caixa
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Las dos principales soluciones que ofrece el Plan Me Cuida eran: por un lado, la adaptación de
la jornada laboral, que no supone la pérdida de salario al mantenerse la jornada (distribución
del tiempo o cambio de centro de trabajo, por ejemplo). Y, por otro, la reducción de jornada, que
supone una pérdida de ingresos que puede llegar al 100% si se reduce la totalidad de la
jornada.
El Plan Me Cuida fue prorrogado por segunda vez y hasta el 31 de mayo de 2021 por el Real
Decreto-ley 2/2021, de 26 de enero, de refuerzo y consolidación de medidas sociales en
defensa del empleo, en su Disposición adicional tercera.
Según el “Informe sobre la visibilidad de las mujeres en Europa 2020 de la Red Europea contra la Pobreza”
(2020), la pobreza lleva aumentando en la UE desde 2007 y la renta familiar continúa disminuyendo. El 24,2%
de la población de la Unión Europea se encuentra actualmente en riesgo de pobreza o exclusión social y, de ese
total, el 26% son mujeres y el 23,9% hombres. El trabajo reproductivo y de cuidados recae mayormente en las
mujeres, las cuales se enfrentan a un mayor riesgo de pobreza y exclusión. En este sentido, las mujeres
autónomas, en paro o desempleadas, mayores o con necesidades especiales, racializadas, migrantes o con
poca o ninguna formación, representan uno de los grupos de mayor vulnerabilidad.
Fuente: Diario 16
Según los últimos datos disponibles de la “Encuesta de Condiciones de Vida de 2020” (2021) del INE, la tasa
de pobreza en España afecta a una de cada cuatro personas, el 26,4% del total. Por sexo, un 27,2% de mujeres
se encuentran en riesgo de pobreza, con carencia material o con baja intensidad en el empleo frente a un 25,6%
de hombres en esta misma situación.
Fuente: INE
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Según recoge el estudio “Género y Pobreza: determinantes sociales de la salud y el acceso a servicios
sociosanitarios de las mujeres” (2021), elaborado por EAPN, el 81,1% de los casi dos millones de hogares
monoparentales están encabezados por una mujer. Según se concluye en este informe “Las madres con
hogares monoparentales tienen muchas más dificultades a la hora de conciliar y acceder al mercado laboral, lo
que las lleva a acabar con salarios mucho más bajos que los hombres y a estar mucho más expuestas a la
pobreza. La pandemia ha provocado una crisis diferencial: el 87% vio empeorar su situación personal debido a
su situación laboral y el 27% aseguraba, ya desde ese primer momento, no poder hacer frente a los gastos de
alimentación. Las tasas de estrés y fatiga mental de las madres se dispararon, con las consecuencias
psicoafectivas que esto tiene en los y las menores a medio y largo plazo”
Fuente: El País
Para reflexionar…
Para ello partirá de los presupuestos de la teoría feminista y de algunas aportaciones específicas relacionadas
con el análisis social y la estrategia de la transversalidad de género. En las páginas anteriores se han realizado
unas primeras aproximaciones que en este segundo apartado de contenidos se van a desarrollar más a fondo.
La primera premisa que hay que considerar es que el sistema sexo-género es un sistema de desequivalencia,
en el que lo femenino está subordinado a lo masculino. El orden social que conocemos es, pues, un orden social
sexista. En el orden social patriarcal se socializa de manera diferente a mujeres y hombres, y se reproducen
modelos de mujer y de hombre que responden a distintas normas, funciones, expectativas, capacidades, etc. A
este proceso se le conoce como el proceso de socialización diferenciada en base al sexo/género.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Los entramados femenino y masculino no tienen asignado el mismo valor, lo que, en última instancia, provoca
desigualdades de partida en el orden material y simbólico de la sociedad.
En la construcción social, el modelo masculino es tomado como la norma, es decir, es lo que define la
experiencia vital de la humanidad. Esta centralidad del sujeto varón y de su experiencia se define en las teorías
del género como “androcentrismo”.
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (edición del Tricentenario,
actualización 2020), androcentrismo se define como “visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en
el punto de vista masculino”.
Una de las consecuencias más evidentes del androcentrismo en la construcción social es la de presuponer que
toda persona es hombre y, por tanto, que encarna sus experiencias vitales, a no ser que se demuestre lo
contrario. Así, hasta que la perspectiva de género no ha permitido indagar en el entendimiento y construcción
social desde la perspectiva de las mujeres, los análisis sociales han tendido a universalizar las prácticas
masculinas y a elaborar interpretaciones de la realidad basadas en las vivencias de un determinado sujeto. El
peligro, por tanto, siempre ha sido el de convertir lo concreto en lo universal.
Uno de los retos más acuciantes, por tanto, a la hora de realizar aproximaciones a la exclusión social y al
desarrollo de intervenciones con perspectiva de género, es el de poner en entredicho el sistema de
desequivalencia que universaliza la experiencia del sujeto masculino e invisibiliza la del femenino.
Así, sexismo y androcentrismo definen el orden social y lo reproducen por medio de un complejo entramado
de estructuras, herramientas y mecanismos de funcionamiento social que abarcan los procesos de socialización
diferenciada, las prácticas discursivas, las relaciones de poder, las normas sociales y las leyes y la organización
de los vínculos sociales.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
L a división sexual del trabajo centraliza en el sujeto masculino las actividades ligadas a la producción,
realizadas en el ámbito de lo público, y a las mujeres las actividades relacionadas con la reproducción
desempeñadas en los contextos doméstico y comunitario.
La división sexual del trabajo es relevante para el entendimiento de la exclusión social porque fuerza situaciones
en las que, dados los procesos de socialización diferenciada, las normas de género y la construcción de la
propia subjetividad de género, las mujeres, probablemente, estarán más dispuestas a renunciar al empleo
remunerado o a aceptar contratos con menor compromiso laboral para cuidar de las personas dependientes.
Por su parte, los hombres estarán predispuestos a renunciar a su participación en el mundo doméstico. Así, la
división sexual del trabajo sienta las bases de un acuerdo implícito entre hombres y mujeres que establece quién
renuncia a qué espacios o actividades según las necesidades que vayan surgiendo.
En un sistema social y económico en el que el empleo es el principal vector de inclusión y de acceso a los
recursos materiales y los derechos sociales, el resultado de esta situación es obvia.
Estrechamente ligado con lo anterior, el concepto de trabajo se sigue limitando a aquellas actividades que,
dentro de una lógica mercantil, y a la luz de las bases primigenias del contrato social, son intercambiadas por un
salario ente sujetos que se reconocen recíprocamente su capacidad y su estatus. Así, el concepto de empleo
es equiparado al de trabajo, y los conceptos se utilizan de forma indiferente cuando, en realidad, el trabajo
refiere a un conjunto de actividades económicas mucho más amplio que trasciende el mercado laboral (trabajos
de cuidados, trabajo doméstico, voluntariado, etc.).
En otras palabras, a las actividades vinculadas a la producción, se les adjudica un valor económico, una
contraprestación en forma de derechos y un reconocimiento social, mientras que las actividades vinculadas con
la reproducción no cuentan con remuneración, contraprestaciones sociales o valor social.
Que los trabajos de cuidados desarrollados en el ámbito privado y comunitario no obtengan prestaciones
sociales o monetarias asociadas es, sin duda, también producto de la desequivalencia de género que define el
orden social y económico.
La dinámica y organización social y laboral se desarrolla a partir de una clara división de espacios y
actividades. Así, la estructura del mercado laboral está diseñada con total independencia de los ámbitos
familiar y comunitario y de las responsabilices que de ellos se derivan.
En este sentido, por ejemplo, los turnos y horarios laborales que estructuran generalmente el mercado laboral
resultan incompatibles con otras actividades como el cuidado de las personas dependientes o el desarrollo de
la vida personal y familiar.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
La incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, esto es, la normalización de su rol productivo no ha
conllevado el reparto de los trabajos de cuidados. En otras palabras, mientras que las mujeres han visto
modificado su rol y papel social tradicionalmente asignado en el sistema de género, el papel de los hombres
sigue anclado al desempeño del rol productivo sin haber asumido masivamente las responsabilidades de
cuidados.
La doble asunción de roles por parte de las mujeres (o, incluso, triple, si se tiene en cuenta el rol comunitario) se
conoce como la doble jornada. Los estudios de usos del tiempo, así como las aportaciones que vierten
estudios de género en el ámbito de la salud o la calidad de vida, revelan las enormes consecuencias que la
doble jornada tiene sobre las mujeres, su estado de salud física y mental, sus decisiones profesionales y su
disponibilidad de tiempo propio.
La compatibilidad entre empleo y trabajo doméstico y de cuidados sigue siendo considerada, en gran medida,
como un problema individual. En un orden social fuertemente individualizado, en el que se naturalizan las
responsabilidades de cuidados en las mujeres y en el que las políticas de conciliación y corresponsabilidad
son insuficientes, las dificultades para compatibilizar los diferentes tipos de responsabilidades y las decisiones
que han de tomarse para ello colocan a las mujeres en situaciones de mayor vulnerabilidad.
La socialización diferencial que incide en el proceso de construcción de la subjetividad de las mujeres y los
hombres, así como las normas y estereotipos de género que perviven en el mercado laboral, afectan a sus
elecciones profesionales. El análisis de género de los indicadores laborales permite definir un mercado laboral
caracterizado por dos situaciones complementarias: la segregación horizontal y la segregación vertical.
Por un lado, se observa cómo las mujeres y los hombres tienden a desempeñar aquellas actividades
profesionales que más se asemejan al rol de género tradicional (segregación horizontal), mientras que al mismo
tiempo dibujan una situación en la que la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad y decisión es
escasa (segregación vertical).
Las consecuencias económicas y sociales de esta situación laboral se expresan en formas como la brecha
salarial, la ausencia de mujeres en las Juntas Directivas u órganos de toma de decisiones o la mayor
precariedad femenina.
Los efectos de todos estos conceptos y situaciones son expuestos en el siguiente punto de
contenidos.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Algunas cifras que reflejan las consecuencias de la división sexual del trabajo y de la falta de corresponsabilidad en
la conciliación de la vida personal, familiar y laboral se traducen en:
La evolución histórica de la tasa de población activa aporta datos en cada periodo que señalan una menor
actividad femenina.
Los datos del segundo trimestre de 2021 señalan una tasa de actividad global del 58,58%; una tasa de
actividad de mujeres del 53,83% y una tasa de actividad masculina del 63,59%.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Encuesta de Población Activa. Tasas de actividad por sexo y grupos d
e edad, segundo trimestre de 2021.
Los datos de personas inactivas muestran, complementariamente a las anteriores, un mayor número de mujeres
que, en edad laboral, no mantienen una relación directa y registrada con el mercado laboral.
De los 16.417.600 millones de personas inactivas contabilizadas en el segundo trimestre de 2021, el 57,29%
son mujeres y el 42,71% son hombres.
Una clasificación de la población inactiva según la clase principal de inactividad, muestra la siguiente
distribución por sexo:
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE), Encuesta de Población Activa. Personas inactivas por clase
principal de inactividad, sexo y grupo de edad. Segundo trimestre de 2021.
Noticia. Redacción (30 de julio de 2020): “Más mujeres que hombres en España dejan el
trabajo en verano por los hijos, según un estudio”. Europa Press. Fuente: Europa Press
Artículo. Nieto, Silvia (8 de marzo de 2021) “10 datos que ponen los pelos de punta y
demuestran por qué el 8M sigue siendo necesario”. El Mundo. Fuente: El Mundo
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Los últimos datos publicados por la Oficina de Estadística Europea (Eurostat) señala que la tasa de desempleo
media en la Unión Europea es del 7,1% en junio de 2021 y la española se situaba en el 15,1%
Por sexo, el desempleo entre las mujeres de la Unión cayó dos décimas desde el 7,8 % de abril al 7,6 % de
mayo, mientras que entre los varones pasó del 7,1 % al 7 %.
En la eurozona, la tasa de paro de las mujeres se redujo desde el 8,5 % de abril hasta el 8,3 % en mayo, en
tanto que entre los hombres decreció del 7,8 % al 7,6 %.
España continuó como uno de los países con una mayor brecha de género en el paro, ya que la tasa entre los
hombres descendió del 13,6 % al 13,5 % y la de las mujeres retrocedió del 17,6 % al 17,4 %. Fuente: Eurostat
(julio 2021), Estadísticas de desempleo de junio de 2021. EFE
El paro de larga duración afecta también más a las mujeres, tanto en la Unión Europea como en España.
Así, se nos basamos en el siguiente indicador: porcentaje de personas que llevan más de doce meses como
mínimo buscando empleo y no han trabajado en ese período respecto al total de la población desempleada, en
la UE-28 en 2020, el 36,1% de las mujeres paradas de 15 a 64 años son paradas de larga duración y el 35,4%
en el caso de los hombres. En España, estos porcentajes son del 34,6% y del 29,1% respectivamente.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE), Mujeres y hombres. Población desempleada de larga duración
(mayor o igual a 12 meses) según grupos de edad Actualizado a 28 de mayo de 2021
Un vistazo a las últimas tasas de empleo registradas muestra cómo son menos mujeres las que se encuentran
actualmente con empleo.
Mientras que la media nacional se sitúa en el 48,52%, la tasa de empleo femenina es del 43,14% (9.063.100) y
la masculina del 54,20% (10.608.500).
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE), Encuesta de Población Activa. Tasa de empleo , Media de los
cuatro trimestres de 2020.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
En 2020 la contratación femenina alcanzó la cifra de 6.860.600 nuevos contratos, El 43% de la contratación
registrada en 2020 ha sido con mujeres.
Por otro lado, en relación con los contratos de corta duración (inferior a siete días) el 41,3% de la contratación
temporal femenina fue de este tipo frente al 36,8% entre los hombres.
Fuente: Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, “La situación de las mujeres en el mercado de
trabajo 2020”. 2021
Fuente: INE Mujeres y hombres. Población ocupada a tiempo parcial y población ocupada con contrato tempor
al Actualizado a 30 de julio 2021
En cuanto a los motivos, para ambos sexos, el principal está relacionado con la ausencia de ofertas de empleos
a jornada completa: 73,5% de las mujeres y el 26,4% de los hombres lo han manifestado así.
Ahora bien, en cuanto al resto de causas que pueden explicar esta situación, se observan diferencias entre
mujeres y hombres. Así, para las mujeres, la segunda explicación vendría determinada por simultanear el
empleo con el cuidado de personas dependientes, así como otras obligaciones familiares (el 94,42 % de las
mujeres frente al 5,57% de los hombres).
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE), Encuesta de Población Activa. Segundo trimestre de 2021.
El sector servicios agrupa, en general, a la mayor parte de las personas ocupadas actualmente, el 75,6% (el
88,6% de las mujeres y el 64,4% de los hombres).
En el resto de los sectores, la presencia de las mujeres es menor a la de los hombres. En agricultura, el 5,7% de
los hombres y el 2,3% de las mujeres trabajan en este sector, en industria, el 18,5% de los hombres y el 7,7% de
las mujeres y en construcción, el 11,3% y 1,3% respectivamente.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE), Encuesta de Población Activa. Personas ocupadas por tipo de c
ontrato, sexo y sector económico, Segundo trimestre de 2021.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
En función de la rama de actividad, los datos de mujeres y hombres también ofrecen diferentes indicaciones de
segregación. De las 9.063.100 ocupadas en el segundo trimestre de 2021, están presentes principalmente en
Comercio (15,86%), en actividades sanitarias y de servicios sociales (15,55%), en Educación (11,01%) y en
Hostelería (8,40%). Los 10.608.500 ocupados, por su parte, se concentran mayoritariamente en las siguientes 4
ramas de actividad: en la Industria manufacturera (16,53%), en comercio (14,01%), construcción (11,34%) y
Hostelería (6,43%).
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE), Encuesta de Población Activa. Personas ocupadas por sexo y r
ama de actividad, Tercer trimestre de 2021.
Una mención aparte merece la concentración de mujeres ocupadas en el empleo doméstico, dada su evidente
vinculación con las normas de género y el escaso valor social y monetario atribuido a dicha actividad. Según los
datos de la Encuesta de Población Activa, el 5,66% de las mujeres y el 0,68% de los hombres se dedican al
empleo doméstico.
Quienes trabajan en el empleo doméstico, siempre se han enfrentado en España a un menor reconocimiento
de derechos laborales en comparación con el Régimen General de Seguridad Social y los otros regímenes
especiales (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos y Régimen Especial Agrario, otros…). Hasta el año
2011 el empleo doméstico era regulado por el RD 1424/1985 que situaba a estas trabajadoras y trabajadores
en una clara situación de desventaja. A partir de este momento, el RD 1620/2011 implica una clara mejora de
sus condiciones, laborales aunque sigue manteniendo un desfase entre los salarios y las cotizaciones.
Esta situación de discriminación es global. Ante ella, organizaciones como la Organización Internacional del
Trabajo se ha posicionado en la defensa de los derechos de las trabajadoras y trabajadores del hogar.
Noticia. Redacción (15 de junio de 2021) “Diez años de la adopción del Convenio 189 de la
OIT: un tercio de trabajadoras del hogar en España no tienen contrato” Europa Press
Social. Fuente: Europa Press Social
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Indicadores salariales de todos los niveles y lugares corroboran que las mujeres cobran menos que los hombres.
La desigualdad salarial habla de la distancia en la retribución media entre mujeres y hombres y es permanente
en el tiempo. Así lo demuestra la Encuesta Anual de Estructura Salarial (EAES) realizada por el INE cada año
con la intención específica de disponer de información salarial anual clasificada por sexo. Los últimos datos
actualizados corresponden al 2019 (publicados el 22 de junio de 2021) y recogen que la ganancia media anual
global es de 24.395,98€. Este dato general sirve como referencia para valorar la ganancia media de las
mujeres, que disminuye hasta los 21.682,02€ mientras que la ganancia media anual de los hombres en España
asciende hasta los 26.934,38€. En otros términos, el salario medio anual femenino representó el 80,5% del
masculino.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE) (22 de junio de 2021): Encuesta de Estructura Salarial (EES)
2019. INE
Las mujeres dedican más tiempo al hogar y a la familia y menos al trabajo remunerado
Según la información que proporciona la Encuesta de Población Activa relativa a 2020, los hombres
trabajaron 38,6 horas semanales de media y las mujeres 33,8 horas semanales.
Según la situación profesional de los hombres, los trabajadores por cuenta propia que han trabajado en la
semana, en particular los empleadores y los empresarios sin asalariados o trabajadores independientes son los
que trabajaron más horas semanales (45,4 y 42,2 respectivamente). Los asalariados trabajaron un número
medio de 37,7 horas semanales.
Las empleadoras y las empresarias sin asalariados o trabajadoras independientes son las que trabajan, según
la Encuesta de Población Activa, un mayor número de horas semanales (41,5 y 37,5 respectivamente). Las
asalariadas trabajaron un número medio de 33,3 horas semanales.
Si se considera el total de la población ocupada, el número medio de horas efectivas semanales trabajadas por
todos los hombres desciende a 32,8 horas semanales de media y en el caso de las mujeres a 27,7 horas
semanales de media.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE), Mujeres y Hombres. Número medio de horas semanales trabaja
das. Trabajo remunerado y no remunerado. Horas al día que las personas que trabajan dedican a otras actividad
es Actualizado a 28 de mayo de 2021
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De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo 2015 (2017) del Instituto Nacional de
Estadística proporciona el número de horas a la semana que las personas empleadas dedican al trabajo
principal, a un segundo empleo, a las actividades de trabajo no remunerado (cuidado y educación de sus hijos o
nietos, cocinar y realizar tareas domésticas, cuidado de familiares ancianos o con alguna discapacidad, hacer
un curso o formación, actividades deportivas, culturales o de ocio, políticas o sindicales, actividades de
voluntariado o caritativas) y al desplazamiento desde casa al trabajo y del trabajo a casa.
Según esta Encuesta, las mujeres dedican 63,6 horas semanales a (trabajo remunerado + trabajo no
remunerado + desplazamientos) mientras que los hombres 56,7 horas semanales.
Además, los hombres dedican habitualmente el mismo número de horas al trabajo no remunerado (14 horas a la
semana) independientemente de que trabajen a tiempo parcial o a jornada completa. Sin embargo, las mujeres
incrementan el tiempo dedicado a trabajo no remunerado (30 horas a la semana) cuando tienen jornada a
tiempo parcial.
Por otro lado, en cuanto al tiempo máximo dedicado a las tareas de cuidado, según la citada encuesta, el 33,9%
de las mujeres trabajadoras que dedican les cuatro horas diarias al cuidado y educación de menores mientras
que el 36,7% que trabajan dedican dos horas diarias.
Por otra parte, el 43,3% de las mujeres realizan tareas domésticas y de cocina dedican dos horas diarias a
estas tareas, mientras que el 42,5% de los trabajadores dedican una hora diaria a estas mismas tareas.
En relación con las tareas de cuidado y domésticas a pesar de que son actividades esenciales para el
mantenimiento de la vida, hay que señalar que se observa cierto rechazo en gran medida por los estereotipos
transmitidos por el entorno (familia, medios de comunicación, publicidad, etc.), que las identifica como pesadas
y sin ningún atractivo, lo que implica su desvaloración. Además, se puede destacar otros factores:
La jornada laboral propia o de su pareja determina en gran parte la cantidad de horas disponibles para
dedicar tanto al ocio como a las diferentes tareas domésticas.
La energía que uno puede dedicar a estos quehaceres ya que la edad y el estado de salud pueden influir
en gran medida.
La posibilidad de externalizar estas tareas mediante una persona que reciba remuneración por ello.
Instituto Nacional de Estadística INE (26 de julio de 2021): Mujeres y Hombres. Conciliación,
trabajo y familia. Fuente: INE
Artículo. Palomares, Eduard (4 de marzo de 2021): “La brecha salarial comienza en casa”.
El Periódico. Fuente: El Períodico
Otro indicador relevante que permite este análisis del mercado laboral con perspectiva de género, y
complementario e todos los anteriores, es el que se refiere a las excedencias y permisos por cuidado de
personas dependientes. También aquí los datos muestran una realidad en la que son las mujeres las que
mayoritariamente atienden a las responsabilidades de cuidados, aunque ello suponga una renuncia a los
beneficios del empleo.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Según la información del módulo de la EPA sobre conciliación entre la vida familiar y la laboral 2020 (publicado
el 29 de julio de 2021), el porcentaje más alto de mujeres que han dejado el trabajo para cuidar a personas
dependientes corresponde al grupo de edad de 35 a 44 años con un 26,6% y el porcentaje más alto de hombres
que han dejado el trabajo para cuidar a personas dependientes corresponde al grupo de edad de 25 a 34 años
con un 25,0%.
En cuanto a las personas inactivas, en el año 2020 el porcentaje más alto de mujeres y hombres que no buscan
empleo porque cuidan a personas dependientes corresponde al grupo de edad de 35 a 44 años con un 31,4%
de mujeres y un 30,0% de hombres.
Según los datos de la EPA de 2018, el 3,5 % de las personas con al menos una hija o hijo (propio o de la
pareja) que dejaron de trabajar en algún momento desde que terminaron los estudios, lo hizo por tomar una
excedencia por cuidado de menores.
Por sexo, el 86,9% de los hombres lo interrumpieron en un período de seis meses como máximo. En el caso de
las mujeres los períodos de interrupción estuvieron más repartidos. Así, un 49,9% lo interrumpieron seis meses,
un 20,9% entre seis meses y un año y un 9,4% entre un año y dos.
El porcentaje de mujeres que lo interrumpieron más de dos años fue del 17,7%, frente al 2,8% de los hombres.
Instituto Nacional de Estadística (29 de julio de 2021): Encuesta de Población Activa (EPA).
Módulo sobre conciliación entre la vida laboral y la familiar. Año 2020. Fuente: INE
Entrevista a Mª Ángeles Durán (socióloga e investigadora del CSIC) por César Roca (20 de
junio de 2021):” Entrar y salir de trabajar todos a la misma hora ya no tiene sentido”. Diario
Sur. Fuente: Diario Sur
Todos los indicadores laborales mostrados, tienen un impacto directo en la desigualdad entre mujeres y hombres.
Aunque se volverá a las consecuencias de una forma más detallada en el siguiente punto, aquí se muestra su
relación directa con las pensiones y prestaciones percibidas.
En términos generales, puede apreciarse que la población femenina sigue estando más desprotegida que la
masculina a un nivel económico y como consecuencia de las características de su propia experiencia laboral
que, en última instancia, genera menos derechos sociales y menores contraprestaciones. Como consecuencia
de las trayectorias laborales, las mujeres cuentan con un menor tiempo de cotización y con bases de cotización
más bajas que las de los hombres, lo que las sitúa en una posición de desigualdad en relación con las
pensiones contributivas. Así lo muestra la siguiente tabla que recoge el número de pensiones medio anual y el
porcentaje que respecto al total representan las mujeres:
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Tal y como puede observarse, la presencia de mujeres es más alta en el tipo de pensiones contributivas que no
derivan de un vínculo directo propio e individual con el mercado laboral (viudedad, a favor de familiares y
orfandad). Por el contrario, la presencia de hombres es mayor en aquellas prestaciones que sí derivan de este
vínculo laboral directo (jubilación e incapacidad permanente).
Respecto a los importes medios de las pensiones contributivas, es necesario observar que la brecha de género
que existen tanto a nivel de titularidad –y que se recogen en la tabla anterior- se manifiestan también a nivel de
cuantía. Los dos ítems más característicos son los referidos a los importes de viudedad (en los que las mujeres
obtienen un importe medio notoriamente mayor que el de los hombres) y a los de jubilación, en los que las
mujeres obtienen una proporción considerablemente menor. En ambos casos, así como en el resto de ítems, las
normas de género realizan un impacto directo a través de la experiencia laboral de mujeres y hombres, los
modelos de familia y la configuración estructural del sistema de seguridad social.
El reflejo más evidente de dicho impacto, materializado en términos de desigualdad en el reparto monetario de
las pensiones contributivas, lo encontramos en el porcentaje total que recae en mujeres: el porcentaje medio
anual que reciben las mujeres de las pensiones contributivas en relación con el importe medio anual que reciben
los hombres es del 65,21%.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Tabla: Importe medio de las pensiones contributivas según tipo de pensión (2019). Expresado en Euros.
Fuente: Instituto de las Mujeres. Pensiones contributivas en vigor según tipo de pensión. Los datos están
actualizados a 29 marzo 2021. Instituto de las mujeres
En relación con la pensión de jubilación, además de que los hombres duplican prácticamente a las mujeres
como titulares de estas pensiones (salvo, por ejemplo, en el Régimen de Empleadas y Empleados de Hogar), si
se tiene en cuenta el importe medio de estas prestaciones según sexo, los hombres cobran más que las
mujeres cuando llegan a la jubilación. En concreto la pensión media de las mujeres es un 34,60% inferior a la de
los hombres ya que su importe medio es de 858,21 euros frente a los 1.312,42 euros de la de los hombres. Esta
brecha refleja la situación de desigualdad que arrastran las mujeres respecto de los hombres en la vida activa,
como ya se ha señalado anteriormente.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Respecto a las pensiones de incapacidad, además de la influencia que igualmente tienen los factores de
integración de las mujeres en el ámbito laboral, el listado de enfermedades profesionales vigente contiene
patologías asociadas a la utilización de agentes en desuso, mientras que otras patologías, muchas de ellas
específicas de las mujeres, no se contemplan. Una adaptación a la realidad actual en este sentido podría
eliminar parte de las diferencias de protección social existentes entre mujeres y hombres en esta prestación. En
la tabla siguiente se puede observar que, de todas las prestaciones de incapacidad permanente que se
perciben, solo las cobran mujeres en un 36,34%.
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Tabla: Pensiones de incapacidad permanente según régimen (2019). Expresado en miles y porcentaje.
Fuente: Instituto de las mujeres (2020) “Las Mujeres en Cifras”. Los datos están actualizados a fecha de 29 de
marzo de 2021. Instituto de las Mujeres
Una atención especial merece la pensión de viudedad. En tanto que prestación cuya naturaleza no deriva de
un vínculo directo e individual con el mercado laboral, sino que es un derecho derivado de las cotizaciones que
el o la cónyuge realizó a lo largo de su trayectoria laboral, la pensión de viudedad no se considera un derecho
directo de las personas. Su análisis debe realizarse desde una perspectiva que abogue por la individualización
de los derechos fiscales y derivados de la seguridad social, así como desde una lectura que cuestione la
centralidad de determinados modelos de familia que privilegian algunas situaciones familiares y discriminan
otras.
Tal y como se recogía en una de las anteriores tablas, el 92,26% de las personas que reciben una pensión de
viudedad son mujeres. No obstante, el importe medio de las pensiones de viudedad (646,44€ de media,
678,88€ las mujeres y 492,30€ los hombres) es considerablemente menor que el de las de jubilación (1.090,70€
de media, 811,46€ las mujeres y 1.261,56€ los hombres ).
Tal y como se recogía en una de las anteriores tablas, el 92,16% de las personas que reciben una pensión de
viudedad son mujeres. No obstante, el importe medio de las pensiones de viudedad (711,83€ de media las
mujeres y 508,56€ los hombres) es considerablemente menor que el de las de jubilación (1.137,81€ de media,
858,21€ las mujeres y 1.312,42€ los hombres).
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En cuanto a las pensiones no contributivas, las mujeres las perciben en un porcentaje mayor que los
hombres, en consonancia con su menor participación en el devengo de prestaciones contributivas, tal y como se
recoge en la siguiente tabla:
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Vejez 59 56 4 93,80%
Tabla: Personas beneficiarias de pensiones no contributivas 2019 (Anuario 219). Expresado en miles y
porcentaje. Fuente: Ministerio de Trabajo y Economía Social (2020): Anuario 2019. Ministerio de Trabajo y Eco
nomía Social
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Hay que tener en cuenta que algunas de las reformas legislativas de los últimos años han afectado al sistema de
pensiones. Las premisas demográficas en que se apoya, como la caída de la natalidad a 1,18 hijos por mujer
(en 2020, según el Informe de Indicadores Demográficos del INE publicados el 17 de junio de 2021) y el
aumento de la longevidad (la esperanza de vida al nacimiento en 2020 en las mujeres es de 85,07 años y en los
hombres de 79,60 años, según, según el Informe de Indicadores Demográficos del INE publicados el 17 de junio
de 2021), tienen un sesgo de género: son producidas más por un modelo socioeconómico de desigualdad entre
mujeres y hombres e incompatibilidad entre empleo y cuidados, que por una causa biológica. La baja natalidad
responde a la carencia de tiempos y servicios para la conciliación.
Fuente: INE (17 de junio de 2021). Movimiento Natural de la Población. Indicadores Demográficos Básicos.
Año 2020. Datos provisionales. INE
En ese sentido, existen voces críticas que alertan acerca de la insuficiente evaluación del impacto de género
hecha sobre algunas reformas como la Ley 27/2011, de 1 de agosto, sobre actualización, adecuación y
modernización del sistema de Seguridad Social, (BOE del 2 de agosto). Así, en ésta, por ejemplo, el aumento
de la edad de jubilación puede elevar la discriminación de las mujeres, ya que, como señala la “Resolución del
Parlamento Europeo, de 7 de julio de 2021, sobre el envejecimiento del viejo continente: posibilidades y
desafíos relacionados con la política de envejecimiento después de 2020”, las mujeres son las más afectadas
por los elevados costes de los cuidados de larga duración dado que su esperanza de vida es mayor y su salud
está más degradada al final de la vida.
También recuerda que las mujeres constituyen la gran mayoría de los cuidadores informales, lo que les deja
menos oportunidades para acceder al mercado laboral y consolidar sus propios derechos de pensión.
Así, insta a los Estados miembros a tener en cuenta la dimensión de género en la reforma de sus sistemas de
pensiones, y que adapten la edad de jubilación considerando las diferencias entre mujeres y hombres en cuanto
a modelos de trabajo y el mayor riesgo de discriminación de las mujeres de edad avanzada en el mercado
laboral.
Por otro lado, hay que destacar la Sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 12 de diciembre de
2019, que proclamaba que el art. 60 Ley General de la Seguridad Social (en adelante LGSS), sobre el
complemento por maternidad en las pensiones contributivas del sistema, era contrario a la Directiva 79/7/CEE
del Consejo, de 19 de diciembre de 1978, relativa a la aplicación progresiva del principio de igualdad de trato
entre hombres y mujeres en materia de Seguridad Social.
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Esta Sentencia implicó la aprobación del Real Decreto-Ley 3/2021. Este Decreto adopta importantes medidas
sociales, para la reducción de la brecha de género, entre las que se puede destacar la conversión del
complemento por maternidad en las pensiones contributivas en el llamado “complemento de pensiones
contributivas para la reducción de la brecha de género”.
El alcance temporal del nuevo complemento económico (378 €/año, por hija/o, hasta un máximo de 4) se vincula
a la consecución del objetivo de reducir la brecha de género en las pensiones contributivas de jubilación por
debajo del 5% (nueva disp. adic. 37ª LGSS) y está dirigido a quienes se hayan visto perjudicados por periodos
sin cotizar o por reducción de jornada laboral por cuidado.
El propio texto añade que estas medidas exigen establecer el sistema de financiación (transferencia del Estado
al presupuesto de la Seguridad Social), así como precisar qué alcance tendrá el nuevo complemento para los
pensionistas que vienen percibiendo el complemento por maternidad y para ello añade una nueva disposición
adicional, 36ª a la LGSS.
Es importante añadir que el art. 2 RDL 3/2021 introduce el complemento para la reducción de la brecha de
género en el Régimen de Clases Pasivas. Se modifica la disp. adic. 18ª TRLCP y se incorpora una disposición
transitoria 14ª para regular el mantenimiento transitorio del complemento por maternidad en las pensiones de
Clases Pasivas.
En relación con quienes han percibido este complemento, hasta el 1 de junio de 2021, lo han recibido 27.553
mujeres y 943 hombres (en marzo, abril y mayo se produjeron un total de 152.620 altas de pensiones en el
conjunto de sistemas de la Seguridad Social). De las pensiones complementadas, el 18,4% corresponde a
pensionistas con un hijo/a (27 euros mensuales añadidas a su pensión)-
La mayoría de las concesiones han beneficiado a progenitores de dos menores, el 47,7%, mientras que el
21,1% tenía tres y, por último, el 12,8% tiene cuatro hijos.
En cuanto a la cuantía media del complemento, hasta junio las asignaciones concedidas suponen un añadido
medio mensual en la pensión de 61,26 euros.
Noticia. Redacción (8 de julio de 2021): “La Eurocámara avisa de que ampliar la edad de
jubilación puede dañar derechos”. Euroefe. Fuente: Euroefe
Artículo. Argüelles, Aida (10 de mayo de 2021): “¿A qué edad nos jubilamos los europeos?”
La Vanguardia.Fuente: La Vanguardia
Real Decreto-Ley 3/2021, de 2 de febrero, por el por el que se adoptan medidas para la
reducción de la brecha de género y otras materias en los ámbitos de la Seguridad Social y
económico (BOE nº 29, de 3 de febrero de 2021). Fuente: BOE
Noticias. Olías, Laur (28 de julio de 2021) “El nuevo complemento contra la brecha de
género en las pensiones alcanza ya a 27.553 mujeres y 943 hombres”. El Diario. Fuente: El
Diario
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
De forma similar a lo que ocurre con las prestaciones por jubilación, las desigualdades observadas en las tasas
de cobertura de las prestaciones por desempleo entre mujeres y hombres se deben también a la desigual
situación de las mujeres y los hombres en el mercado de trabajo.
La presencia de mujeres entre quienes se benefician del Programa de Activación para el empleo (programa
específico y extraordinario de carácter temporal dirigido a personas desempleadas de larga duración) es
especialmente destacable.
Tabla: Personas beneficiarias de prestación por según tipo de prestación (2020). Fuente: Instituto de las
mujeres (2021) “Las Mujeres en Cifras”. Instituto de las Mujeres
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Por otro lado, para las personas desempleadas mayores de 45 años que lleven en paro más
de un año, existe otra ayuda de carácter extraordinario, llamada Renta Activa de Inserción
(RAI), que dura 11 meses y es posible solicitar hasta tres anualidades, con una ayuda
económica de 430 euros al mes.
Por último, tras la aprobación del Real Decreto Ley 8/2019, las personas mayores de 52
años que cumplan ya con los requisitos para jubilarse (excepto la edad) puede acceder a un
subsidio especial de 451 euros al mes mientras buscan empleo y hasta que cumplan la
edad de jubilación exigida, cuando ya tendría derecho a recibir la pensión contributiva
correspondiente a la cotización laboral llevada a cabo durante su vida.
Fuente: SEPE
En cuanto a la reflexión general sobre la igualdad de género en materia de protección social se puede concluir
que el 53,83% de las 23.215.500 personas cotizantes a la Seguridad Social y el 52,17% de las 9.868.153
personas pensionistas son mujeres.
Así mismo, y resumiendo, hay que destacar que la menor tasa de ocupación femenina, la desigualdad salarial,
las lagunas de cotización derivadas de la asunción de las responsabilidades familiares, tienen consecuencias,
tal y como se ha indicado en este apartado, en la pensión media de jubilación que perciben las mujeres y que es
inferior en un 38,44% a la de los hombres.
Artículo. Grau Pineda, Carmen (16 de agosto de 2020) “Por qué las mujeres cobran menos y
tienen peores pensiones: ¿brecha o ceguera de género?”. Theconversation.com. Fuente: T
he Conversation
Carmen Grau Pineda es Profesora Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social,
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Según los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida del año 2020 (2021) del INE, la población en
riesgo de pobreza relativa (tasa de riesgo de pobreza), calculada con los ingresos percibidos por los hogares
en 2019, es mayor en el caso de las mujeres (21,7%) que en el de los hombres (20,2%). Los grupos de edad
más afectados por el riesgo de pobreza relativa, tanto en hombres como en mujeres, son los menores de 16
años, (27,4%) en los hombres y (27,7%) en las mujeres.
En relación con la situación laboral, la mayor tasa de riesgo de pobreza corresponde a las personas en
desempleo, tanto en hombres como en mujeres, y en un nivel europeo como estatal. El 54,7% de quienes
estaban en desempleo se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social, frente al 15,0% de quienes
tienen un empleo y el 16,7% de quienes se han jubilado.
En definitiva, a partir de los datos mostrados anteriormente, se puede concluir que –en un contexto socioeconómico
como el actual- la división sexual del trabajo así como la asunción y funcionamiento del conjunto de mandatos de
género, coloca a las mujeres en una situación de mayor vulnerabilidad que a los hombres, lo que la autora
anteriormente referida nombra como lo que supone una “sobrerrepresentación femenina en el espacio de la
exclusión”, particularmente cuando se dan determinadas circunstancias como, por ejemplo, falta de oportunidades
de empleo o carencia de un vínculo estable y no precario con el mercado laboral o encabezamiento de familias
monomarentales. La falta de independencia económica y el menor acceso a las prestaciones sociales sitúan a las
mujeres ante un mayor riesgo de exclusión social.
EAPN (25 de noviembre de 2020): “La pobreza y la exclusión social están directamente
relacionadas con la violencia de género”. Fuente: EAPN
Damonti, Paola (2021). “Factores que dificultan el alejamiento de una relación violenta.
Variaciones en función de la situación de integración y exclusión social”. Cuadernos de Trabajo
Social. Ediciones Complutense. Fuente: Universidad Complutense de Madrid
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Según la Fundación Adecco, 4.255.564 mujeres entre 16 y 64 años -el 28% del total- se encuentran en riesgo de
pobreza y/o exclusión social, siendo el desempleo uno de los principales desencadenantes. Entre los hombres
en edad de trabajar, el riesgo de pobreza y/o exclusión es inferior, afectando a un 20% de ellos (3,1 millones).
Una diferencia de ocho puntos porcentuales que da cuenta de la mayor vulnerabilidad de las mujeres, así como
de las dificultades añadidas que encuentran en su búsqueda de empleo.
Save the Children ha publicado el informe “Aniversario Covid-19: ¿Qué nos cuentan las familias?” (2021) en el
que ha entrevistado a 1.290 familias vulnerables a las que apoya en diferentes comunidades autónomas para
conocer de qué manera les ha impactado la pandemia en el último año. Uno de los principales resultados del
estudio es que el 46% de los padres y las madres a los que atiende la organización ha perdido el empleo por la
crisis económica.
La organización alerta de que actualmente un 12,2% de las familias no tiene ningún ingreso frente al 7,5% de
hace un año y, por otro lado, han descendido del 23,3% al 15,9% familias que ingresaban más de 1.200 euros al
mes. Todo ello ha provocado que 6 de cada 10 familias a las que atiende Save the Children tenga dificultades
para hacer frente a la hipoteca o el alquiler o que casi 7 de cada 10 tenga problemas para pagar los suministros
básicos.
Y concluye ““Si no actuamos, el 80% de los niños y las niñas que viven en situación de pobreza hoy serán adultos
pobres”
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Para reflexionar…
Los derechos económicos, sociales y culturales son intrínsecos a los derechos humanos y, como tales, se
consideran universales, inalienables, indivisibles e interdependientes. Estos derechos deben posibilitar un nivel de
vida adecuado para todas las personas desde un punto de vista universalista, ya que los derechos pueden tener un
enfoque subjetivo dependiendo de las rentas económicas de cada zona geográfica.
Naciones Unidas, en la Carta Internacional de Derechos Humanos, promueve y protege los derechos humanos y
las libertades fundamentales a partir de cuatro instrumentos:
La lucha contra la pobreza y la exclusión social constituye uno de los objetivos específicos de la Unión y de los
Estados miembros en materia de política social. Así, el artículo 19 del Tratado Fundacional de la Unión Europea
faculta a la Unión para actuar en la lucha contra la discriminación facilitando protección jurídica a las posibles
víctimas y estableciendo incentivos.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
1. Sin perjuicio de las demás disposiciones de los Tratados y dentro de los límites
de las competencias atribuidas a la Unión por los mismos, el Consejo, por
unanimidad con arreglo a un procedimiento legislativo especial, y previa
aprobación del Parlamento Europeo, podrá adoptar acciones adecuadas para
luchar contra la discriminación por motivos de sexo, de origen racial o étnico,
religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual.
2. No obstante lo dispuesto en el apartado 1, el Parlamento Europeo y el Consejo
podrán adoptar, con arreglo al procedimiento legislativo ordinario, los principios
básicos de las medidas de la Unión de estímulo, con exclusión de toda
armonización de las disposiciones legales y reglamentarias de los Estados
miembros, para apoyar las acciones de los Estados miembros emprendidas con
el fin de contribuir a la consecución de los objetivos enunciados en el apartado 1.
Fuente: BOE
Recorrido histórico
Respecto a la evolución de la lucha contra la pobreza y la exclusión social en la Unión Europea, hay que comenzar
señalando que, entre 1975 y 1994 la Comunidad Económica Europea llevó a cabo una serie de proyectos y
programas piloto concebidos para combatir la pobreza y la exclusión. Sin embargo, la ausencia de un fundamento
jurídico que respaldase la acción comunitaria en este ámbito propició su continuo cuestionamiento. En este sentido,
hay que tener en cuenta que en el Tratado de Roma (1957) se establecía que la política social era una competencia
de los Estados y que el papel de la Comunidad se limitaba al apoyo y el complemento de la acción de los Estados
miembros en materia de lucha contra la exclusión social.
Pero, en 1987, el Tratado del Acta Única se reconoce explícitamente la necesidad de garantizar que el
crecimiento económico y la mejora de las condiciones sociales vayan de la mano. Este Tratado introduce el
principio de la cohesión económica y social en beneficio de las regiones y sectores menos favorecidos;
emprende la armonización de las legislaciones de seguridad y salud en el trabajo (armonización de "mínimos");
y, finalmente, fomenta el diálogo y la cooperación entre los agentes sociales, tanto a nivel nacional como
comunitario.
En definitiva, antes del Tratado del Acta Única, las distintas instituciones de la Comunidad Europea priorizaban
los avances en el área económica frente al área social - área en la que solo merecen destacarse la constitución
del Fondo Social Europeo (para mejorar las oportunidades de empleo y el nivel de vida de las personas
trabajadoras) y las disposiciones sobre igualdad de trato para ambos sexos sobre la libertad de circulación de
las trabajadoras y los trabajadores y sobre la formación profesional.
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Dos años después, en 1989, el Consejo Europeo (con la exclusión del Reino Unido) adopta la Carta
Comunitaria de los Derechos Sociales Fundamentales de los Trabajadores. Supone el desarrollo del
artículo 117 del Tratado CEE para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las trabajadoras y
trabajadores, favoreciendo su equiparación. Desgraciadamente, constituye un marco de principios sin carácter
jurídico vinculante, entre otros motivos, porque el Reino Unido, uno de los doce Estados miembros que
componían la Comunidad Económica Europea en 1989, no lo suscribió.
Por último, en 1992, ante la oposición del Reino Unido a introducir, mediante el Tratado de Maastricht, una
política social comunitaria (que no se limitase, en la práctica, a la temática de seguridad y salud en el trabajo),
se aprueba un "Protocolo", anexo al Tratado, que permitirá desarrollar y aplicar tal política en los países
comunitarios, a exclusión del Reino Unido.
Así, el segundo artículo del Tratado de la Unión Europea de 1992, se cita como objetivo de la Unión Europea el
“promover un progreso económico y social equilibrado y sostenible, principalmente mediante la creación de un
espacio sin fronteras interiores, el fortalecimiento de la cohesión económica y social, y el establecimiento de una
unión económica y monetaria...”.
Habrá que esperar a la entrada en vigor del Tratado de Ámsterdam (firmado el 2 de octubre de 1997 y entrada
en vigor el 1 de mayo de 1999), en el que se recoge la erradicación de la exclusión social como objetivo de la
política social comunitaria.
Por otra parte, en junio de 1999 se firmó la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, con un
contenido más completo que las otras dos: Carta Social Europea y Carta Comunitaria de los Derechos
Fundamentales de los Trabajadores, ya que no se limita a los derechos sociales, sino que regula conjuntamente
los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales y culturales.
Pero será en el año 2000, cuando en el Consejo Europeo especial celebrado en Lisboa en marzo de ese
año, establezca la necesidad de plantear una agenda social a nivel europeo ya que, en dicho Consejo, se fija
para la Unión Europea el objetivo estratégico de "convertirse en la economía basada en el conocimiento más
competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores
empleos y con mayor cohesión social". Asimismo, señalaba para Europa el objetivo del pleno empleo y
proponía elevar el índice de empleo del 61% a un nivel lo más próximo al 70% en 2010 y, al mismo tiempo,
lograr que la proporción de mujeres activas, que era del 51%, superase el 60% en 2010.
En este sentido, el Consejo apostó, como ya se ha visto, por el Método Abierto de Coordinación, en el que se
combinan los planes de acción nacionales y una iniciativa de la Comisión para la cooperación en este ámbito
En definitiva, la Estrategia de Lisboa descarta que se vaya a ir estableciendo una política comunitaria de lucha
contra la pobreza reafirmando el carácter subsidiario y complementario de todas las iniciativas comunitarias al
respecto. Por su parte, el Consejo se limita a realizar un conjunto de recomendaciones para las políticas de los
estados:
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Fomento de la participación en el empleo y del acceso a los recursos, derechos, bienes y servicios
por parte de todos
a. Favorecer el acceso a un empleo duradero y de calidad para todas las mujeres y todos los hombres
en situación de trabajar, especialmente:
estableciendo para las personas que pertenezcan a los grupos de población más vulnerables
planes de acompañamiento hacia el empleo y movilizando a tal efecto las políticas de
formación,
desarrollando políticas que favorezcan la articulación entre la vida profesional y la familiar, sin
olvidar las referentes a las guarderías y al cuidado de las personas dependientes,
utilizando las oportunidades de inserción y de empleo de la economía social;
b. Prevenir las rupturas profesionales desarrollando la capacidad de inserción profesional mediante la
gestión de recursos humanos, la organización del trabajo y la formación permanente.
1.2. Fomento del acceso de todos a los recursos, derechos, bienes y servicios
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
a. Favorecer la integración social de las mujeres y los hombres que, especialmente debido a su
diversidad funcional o de su pertenencia a un grupo social con particulares dificultades de inserción,
corran el riesgo de encontrarse en situaciones de pobreza persistente.
b. Actuar con miras a la eliminación de las situaciones de exclusión social que afecten a las niñas y
niños y darles todas las oportunidades de una buena inserción social.
c. Desarrollar acciones globales destinadas a los territorios en los que exista exclusión.
Estos objetivos podrán ponerse en práctica integrándolos en el conjunto de los demás objetivos o mediante
políticas y acciones específicas.
a. Promover, según las prácticas nacionales, la participación y la expresión de las personas en situación
de exclusión, particularmente en lo tocante a su situación, a las políticas y a las acciones de las que
son destinatarias.
b. Velar por la integración de la lucha contra las exclusiones en el conjunto de las políticas,
especialmente:
movilizando conjuntamente a las autoridades a nivel nacional, regional y local, cada una dentro
de sus competencias respectivas,
desarrollando procedimientos y estructuras de coordinación apropiados,
adaptando los servicios administrativos y sociales a las necesidades de las personas en
situación de exclusión y asegurándose de que los y las agentes sobre el terreno sean
sensibles a dichas necesidades.
c. Promover el diálogo y la colaboración entre el conjunto de agentes del sector público y privado,
especialmente:
implicando a quienes ejercen una labor de interlocución social, las organizaciones no
gubernamentales y las organizaciones de servicios sociales, cada cual, en el marco de sus
competencias respectivas en materia de lucha contra las exclusiones,
fomentando la responsabilidad y la actuación de la ciudadanía en la lucha contra la pobreza y
la exclusión social,
propiciando la responsabilidad social de las empresas.
Pese a lo complejo y ambicioso de los objetivos enumerados, no se preveía ningún compromiso explícito ni
ningún mecanismo comunitario de seguimiento de estos objetivos, cuya consecución quedó al arbitrio de las
autoridades Nacionales y la Comisión queda relegada a la coordinación.
En diciembre de 2000, el Consejo Europeo de Niza aprobó la Agenda Social Europea, en la que se
definieron las prioridades de actuación para los siguientes cinco años, en torno a seis orientaciones
estratégicas, en todos los ámbitos de la política social.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
A este respecto señala la Agenda que "la perspectiva de la realización del pleno empleo debe verse
acompañada de un decidido esfuerzo para facilitar la participación del mayor número posible de personas
en el mercado laboral", lo que implica que se refuercen las políticas tendentes a:
De otra parte, subraya que "la opción por una sociedad del conocimiento requiere que se invierta en
recursos humanos, lo que supone":
Necesidad de "anticiparse a los cambios del entorno laboral y sacar partido de los mismos,
desarrollando un nuevo equilibrio entre flexibilidad y seguridad"
Ante los cambios que se están produciendo en la economía a partir de la globalización y extensión de las
TICS, se considera necesario intensificar el dialogo social y la concertación como instrumentos que "deben
crear las condiciones necesarias para una participación de los asalariados en los cambios que se
produzcan, mediante una anticipación de los cambios en las empresas, los sectores industriales y los
territorios".
A pesar de una economía de crecimiento sostenido que se aproxima el objetivo del pleno empleo, se hace
referencia a la existencia de situaciones de pobreza y exclusión social en la Unión Europea, siendo dichas
situaciones si cabe, más inaceptables en la época de bonanza en la que se encontraban los países de la
Unión Europea en ese momento. Para ello, se señala que se ha de dar "un impulso decisivo a la eliminación
de la pobreza" lo cual se traduce en la movilización del conjunto de todos los agentes locales, en particular
las ONG y los servicios sociales.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
En la redacción de la Agenda Social se tiene en cuenta que los sistemas de protección social son
competencia de los Estados miembros, pero, como dichos Estados se enfrenta a problemas comunes, se
recomienda que se refuerce la cooperación a partir del Comité de Protección Social, para resolverlos de
manera más eficaz. Además, se considera necesario desarrollar una modernización de los sistemas de
protección social dirigida a satisfacer las exigencias de solidaridad, de manera que las acciones que se
vayan a llevar a cabo tanto en materia de pensiones y de sanidad para alcanzar un Estado social activo
impliquen una mayor participación en el mercado laboral.
La igualdad entre mujeres y hombres constituye un principio transversal. Es decir, se ha de tener en cuenta
en todas y cada una de las políticas y, en el ámbito de la Agenda Social implica la puesta en marcha de
medidas para:
Integrar el concepto de igualdad entre mujeres y hombres en todos los ámbitos pertinentes.
Ampliar el acceso de las mujeres a la toma de decisiones.
Fomentar la igualdad de trato entre mujeres y hombres en ámbitos distintos del empleo y de la
actividad profesional.
Fomentar la igualdad profesional entre mujeres y hombres, especialmente en materia de
remuneración.
Garantizar una mejor articulación entre la vida familiar y la vida profesional.
Deteniéndonos en la tercera orientación “lucha contra cualquier forma de exclusión y de discriminación para
favorecer la integración social” se debe tener en cuenta que cuando se hace referencia al término exclusión, se
entiende la situación en que se encuentran las personas que no pueden participar plenamente en la vida
económica, social y civil, y cuyos ingresos o recursos (personales, familiares, sociales o culturales) no son
suficientes para disfrutar de un nivel y una calidad de vida considerados aceptables por la sociedad en que
viven, y que, por lo tanto, no pueden ejercer plenamente sus derechos fundamentales.
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En este sentido, en el propio Consejo Europeo de Niza se decidió que la cooperación en relación con las
políticas de lucha contra la exclusión social se basaría, como ya se ha indicado, en el método abierto de
coordinación (MAC) a través del cual, se combinan los planes de acción nacionales y las iniciativas de la
Comisión destinadas a promover la cooperación. Así, los Estados miembros acordaron presentar
periódicamente planes nacionales de acción contra la pobreza y la exclusión social a partir de junio de 2001. (El
MAC también fue aplicado en paralelo a otros sectores de la protección social, por ejemplo, pensiones
adecuadas y sostenibles y atención sanitaria accesible, de calidad y sostenible, así como cuidados de larga
duración.)
Para la coordinación en el MAC y al amparo de lo dispuesto en el artículo 160 del TUE, en el año 2000 se creó
un Comité de Protección Social de manera que se fomentase la cooperación entre los Estados miembros y
con la Comisión.
Además, para la realización de dichos Planes se hizo necesaria la definición de indicadores de cohesión social.
Así, en el Consejo Europeo de Laeken en diciembre de 2001 se adoptaron un listado de 18 indicadores que
cubrían cuatro áreas temáticas centrales: ingreso, empleo, educación y salud, y que permitían hacer el
seguimiento de los objetivos de la Agenda Social Europea Estos indicadores fueron aumentados a 21 en el año
2006.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Dos años más tarde de la puesta en marcha de los Planes en los distintos Estados Miembros, el Consejo
Europeo hizo hincapié en la necesidad “de que los estados miembros estableciesen objetivos para reducir de
forma significativa el número de personas en riesgo de pobreza y exclusión social antes del 2010” y enfatizó la
importancia de la transversalización de la perspectiva de género en los planes, sobre todo, en las fases
de implementación y seguimiento, prestando especial atención a los problemas de pobreza y exclusión social
entre la población inmigrante.
Ahora bien, en 2004-2005, se llevó a cabo la revisión intermedia del proceso de Lisboa y los planes de inclusión
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se redujeron a una sección dentro de la Agenda Social 2006-2010 ya que la ampliación de la Unión Europea
se hizo a estados, como los bálticos, con graves problemas de pobreza y desigualdad, problemas que se
encontraban en otros países como España, Portugal o Reino Unido.
Así, en el informe Kok (noviembre de 2004) se concluyó que los retos de los objetivos marcados en Consejo de
Lisboa exigían prioridad absoluta, poniendo el crecimiento económico y la creación de empleo por delante de
los objetivos sociales. En marzo de 2005, el Consejo Europeo, en base al informe Kok, consideró necesario
relanzar la estrategia de Lisboa y focalizar las prioridades en el crecimiento y el empleo. En este marco, se
relanzó la Agenda Social 2005-2010 como “pilar esencial de la nueva estrategia de crecimiento y empleo” y las
prioridades se situaban en el empleo y la lucha contra la pobreza y la promoción de la igualdad de
oportunidades.
En cuanto a los Estados Miembros, en lugar de tener un Plan Nacional de Inclusión Social, éstos debían
elaborar un Informe Nacional sobre Estrategias para la Protección e Inclusión Social. En este sentido, de
acuerdo con la guía para su elaboración, los objetivos globales de protección e inclusión social no incluían
explícitamente la reducción de la pobreza, a pesar de los datos: En 2005, aproximadamente, 69 millones de
personas se encontraban en “riesgo de pobreza” al no tener unos ingresos que equivaliesen al 60% de la media
de sus países de residencia ( la mayoría no procedían de los países de nueva adhesión sino de Alemania,
Francia, Italia, España y Reino Unido). (Atkinson et al., 2005:58 citado en Ruth Levitas “Los límites de la Agenda
Social Europea: Revisión de las políticas de Inclusión Social”. Revista Española del Tercer Sector/nº5, enero
abril 2007).
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En cuanto a los objetivos específicos de la sección de inclusión social se definieron tras la Cumbre de
Barcelona (2006) en la que se recogía como compromiso de la Unión Europea “la reducción significativa del
número de personas en riesgo de pobreza y exclusión social para 2010” además de señalar el carácter
multidimensional de la pobreza y la exclusión social. En este sentido, se señalan, además de objetivos, una
serie de ámbitos: empleo, ingresos adecuados vivienda, salud y educación.
“El acceso por parte de todos a los recursos, derechos y servicios necesarios para la participación en la
sociedad, previniendo y afrontando la exclusión así como luchando contra todas las formas de
discriminación que desemboquen en la exclusión
La inclusión social activa para todos, promocionando la participación en el mercado laboral y luchando
contra la pobreza y la exclusión social.
Que las políticas de inclusión social estén bien coordinadas y que impliquen a todos los niveles de
gobierno y a los actores relevantes, incluidas las personas que experimentan la pobreza, asegurándose
de que sean eficientes y efectivas y a través de las cuales se canalicen las políticas públicas
correspondientes (económica, presupuestaria, educativa, formativa y de los programas de los fondos
estructurales)”. (Consejo Europeo, 2006)
Por último, coincidiendo con el fin de la primera década de cooperación de la Unión Europea en materia de
pobreza y exclusión social, se designó el año 2010 como el Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la
Exclusión Social. (Consejo Europeo, 2008). Los objetivos de este Año eran:
Reconocimiento de los derechos. El reconocimiento del derecho de las personas que se encuentran
en una situación de pobreza y exclusión social a vivir con dignidad y a desempeñar un papel pleno en la
sociedad.
Responsabilidad compartida y participación. Aumentar la participación de la población en las
políticas y acciones de inclusión social, haciendo hincapié en las responsabilidades colectiva e individual
de la lucha contra la pobreza y la exclusión social.
Cohesión. Promover una sociedad más cohesionada, sensibilizando sobre las ventajas para todos de
una sociedad en la que se haya erradicado la pobreza, que procure un reparto justo de los recursos y
que no margine a nadie.
Compromiso y acciones concretas. Reiterar el firme compromiso político de la UE respecto a la lucha
contra la pobreza y la exclusión social, y promover dicho compromiso y la acción a todos los niveles.
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El Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social sirvió para avanzar en el compromiso y
la sensibilización de la población, y ofreció oportunidades de participación a mujeres y hombres que se
encontraban en situación de pobreza. También puso de manifiesto que Europa puede fomentar nuevos modelos
de gobernanza, y destacó la necesidad de crear más puentes entre los actores fundamentales. Sin embargo, la
situación de crisis y sus efectos en cuanto al incremento de personas que se encuentran en situación de
pobreza y exclusión social propició la movilización y contribuyó a situar la pobreza y la exclusión social en un
lugar central de la agenda de la Estrategia Europa 2020: “La Comisión Europea ha hecho de la lucha contra la
pobreza un elemento clave de su agenda económica, laboral y social: la Estrategia Europa 2020. Los Jefes de
Estado o de Gobierno han acordado un gran paso adelante: la meta común de que la Unión Europea saque por
lo menos a 20 millones de personas de la pobreza y la exclusión social en la próxima década. Vendrán a
continuación objetivos nacionales complementarios para los veintisiete Estados miembros. Reducir hasta el año
2020 en al menos 20 millones las personas que se encuentran en riesgo de pobreza en Europa.” (Comisión
Europea, 2010a, pag.2)
A tal fin, la Comisión decidió establecer una Plataforma Europea contra la Pobreza y la Exclusión Social
como una de sus siete iniciativas emblemáticas de actuación de la Estrategia Europa 2020 (Comunicación
de la Comisión titulada “La Plataforma Europea contra la Pobreza y la Exclusión Social: Un marco europeo
para la cohesión social y territorial” (COM(2010) 758)).
La Estrategia reconoce una gran diversidad de factores que generan pobreza y exclusión social en Europa:
el 44% de la población en desempleo se sitúa en riesgo de pobreza, también el empleo precario afecta a un
8% de trabajadoras y trabajadores ocupados/as que, a pesar de estar trabajando, son pobres. Se cita
también los bajos niveles de renta de la población jubilada (19% de pobres), las situaciones de privación
material que afectan a carencias dentro del hogar, la pobreza energética, la exclusión financiera y el
endeudamiento elevado de las personas y familias. Se focaliza hacia sectores con mayores tasas de riesgo
de pobreza y exclusión, como la población inmigrante, las minorías étnicas como la población gitana, las
personas con discapacidad y personas con enfermedades crónicas graves (6,5 millones de personas en
riesgo de pobreza tienen algún tipo de discapacidad).
L a Estrategia 2020 insiste en que para atajar el problema se requieren “...planteamientos que engloben
todos los ámbitos de actuación, y ello requiere que el reto de combatir la pobreza se integre en el diseño de
todas las políticas. Exige asimismo una coordinación mejor entre las políticas macroeconómicas y
microeconómicas y pone de relieve el papel fundamental de una serie de ámbitos de actuación que rebasan
los límites tradicionales de las políticas de inclusión y protección social: será esencial establecer sinergias
eficaces con otras iniciativas emblemáticas de Europa 2020”. (Comisión Europea 2010a, pág. 6)
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En concreto, la Estrategia 2020 propone las siguientes actuaciones de inclusión activa dirigidas a las
personas en riesgo de pobreza:
acceso al empleo.
protección social y acceso a los servicios esenciales con enfoque preventivo y de intervención
temprana.
reducir las desigualdades sanitarias y servicios sociales más eficientes.
generalizar el acceso a la educación infantil y reducir el fracaso escolar.
nuevas políticas de apoyo a la juventud.
mejorar la integración de inmigrantes.
políticas contra la discriminación sexual, étnica o contra personas con distintas funcionalidades.
acceso a viviendas dignas.
acceso a las tecnologías de la información y de las comunicaciones
soluciones de eficiencia energética.
acceso a los servicios financieros.
Por otro lado, debido a la crisis económica, la Comisión Europea resultante de las últimas elecciones de mayo
de 2014 (Comisión Juncker), ha reconocido la importancia de la dimensión social para el crecimiento sostenido
en el largo plazo, en línea con otros organismos internacionales, como la OIT o la OCDE. De hecho, los efectos
acumulativos del aumento del desempleo, la exclusión social y la desigualdad se ven como un lastre para
superar de manera exitosa la crisis económica y financiera más reciente.
Así, la Comisión propone actuar en varios frentes, entre los que destacan en primer lugar, reincorporar la
flexiseguridad en la agenda política a fin de combinar flexibilidad laboral con sistemas de protección social y de
derechos de las trabajadoras y de los trabajadores. De esta manera, además, se pretende combatir la dualidad
surgida en muchas ocasiones por reformas laborales que han ido dirigidas a fomentar la flexibilidad en los
márgenes de los mercados laborales. También la Comisión propone poner en marcha políticas fiscales y de
gasto que fomenten la creación de empleo y aumenten la renta disponible de los hogares.
Estas orientaciones políticas han ido acompañadas, a su vez, de herramientas dirigidas a favorecer su
aplicación y seguimiento en los Estados miembros. Para ello se propone otorgar un mayor peso a los ámbitos
sociales y de empleo en el Semestre Europeo, prestando especial atención a su encaje en los programas de
ajuste macroeconómico, como se ha hecho en el informe de impacto social con el programa de estabilidad para
Grecia. Es decir, se trata de analizar las políticas sociales y económicas, no de forma aislada, sino
interrelacionadas, adoptando así un enfoque más holístico respecto a periodos anteriores.
10
Asimismo, el Informe sobre el Mecanismo de Alerta (IMA) de 2016 incorpora al cuadro de indicadores
principales tres nuevos referidos al empleo, hasta ahora recogidos entre los indicadores auxiliares, a saber: la
tasa de actividad, la tasa de desempleo juvenil y la tasa de desempleo de larga duración.
Con ello, la Comisión pretende reforzar su análisis de los desequilibrios macroeconómicos y, en especial, de las
consecuencias sociales de la crisis y de su posible impacto negativo en el crecimiento.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Noviembre de 2017
En noviembre de 2017 las tres principales instituciones de la Unión expresaron su compromiso con el Pilar
Europeo de Derechos Sociales en una Proclamación conjunta. Una de las tres categorías principales que
se establecen en el pilar es la protección e inclusión sociales. El pilar se ha utilizado para emprender una
serie de iniciativas legislativas y políticas, como la Directiva (UE) 2019/1152, relativa a unas condiciones
laborales transparentes y previsibles, y el paquete de equidad, que incluye el Reglamento (UE) 2019/1149,
por el que se crea la Autoridad Laboral Europea, y la Recomendación del Consejo, de 8 de noviembre de
2019, relativa al acceso a la protección social para los trabajadores por cuenta ajena y por cuenta propia.
Octubre de 2020
En octubre de 2020 la Comisión publicó una propuesta de Directiva sobre unos salarios mínimos adecuados
en la Unión Europea [COM(2020)0682] con el objetivo de luchar contra la pobreza de los ocupados.
Marzo de 2021
En marzo de 2021 se presentaron dos iniciativas en el marco del Plan de Acción del Pilar Europeo de
Derechos Sociales: la Estrategia de la UE sobre los Derechos del Niño y la propuesta de Recomendación
del Consejo relativa al Establecimiento de una Garantía Infantil Europea. En el plan de acción se anunciaron
también otras iniciativas para el futuro, entre ellas: una Plataforma Europea para Combatir la Situación de
Carencia de Hogar y una iniciativa para una vivienda asequible (2021), una Recomendación del Consejo
sobre renta mínima (2022) y una iniciativa sobre los cuidados de larga duración (2022), así como un grupo de
expertos de alto nivel sobre el futuro del estado del bienestar, que presentará su informe a finales de 2022.
La Comisión también propuso una versión revisada del cuadro de indicadores sociales que se acordaría con
los Estados miembros en 2021 a fin de reflejar mejor las prioridades políticas del plan de acción.
Comisión Europea. Comunicado de prensa (26 de abril de 2017) “La Comisión presenta el
pilar europeo de derechos sociales”. Fuente: Comisión Europea
Fuente: Eurolex
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
EAPN. Redacción (4 de marzo de 2021): “La Comisión Europea establece una nueva meta de
reducción de la pobreza para 2030”. Fuente: EAPN
En los últimos años, la pobreza y la exclusión social han disminuido, sin embargo, la meta social
de Europa 2020 (reducción del número de personas en riesgo de pobreza en 20 millones) no
se cumplió, por lo que las autoridades europeas han establecido nuevos objetivos sociales de
cara a los próximos años.
Legislación antidiscriminación
Como se ha señalado anteriormente, desde el Tratado de Roma en 1957 hasta el Tratado del Acta Única en 1987,
las distintas instituciones de la Comunidad Europea estaban centradas en el avance en la integración de los
distintos estados en el área económica, quedando el área social relegada a un segundo plano.
En el epígrafe anterior, ya se ha comentado que han sido escasas las referencias en materia social en el ámbito
legislativo: disposiciones sobre igualdad de trato para ambos sexos (vistas en el epígrafe anterior), disposiciones
sobre la libertad de circulación de las trabajadoras y los trabajadores y sobre la formación profesional.
A mediados de la década de 1990 y sobre la base de la experiencia en la lucha contra la discriminación por razón
de género, se llegó a un acuerdo sobre la necesidad de que la Comunidad Europea combatiera también la
discriminación por otros motivos. El resultado de este proceso fue la inclusión de un nuevo artículo 13 en el Tratado
constitutivo de la Comunidad Europea o Tratado CE (actual artículo 19 del Tratado de Funcionamiento de la Unión
Europea), tras la entrada en vigor del Tratado de Ámsterdam en 1997.
1. Sin perjuicio de las demás disposiciones de los Tratados y dentro de los límites
de las competencias atribuidas a la Unión por los mismos, el Consejo, por
unanimidad con arreglo a un procedimiento legislativo especial, y previa
aprobación del Parlamento Europeo, podrá adoptar acciones adecuadas para
luchar contra la discriminación por motivos de sexo, de origen racial o étnico,
religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual.
2. No obstante lo dispuesto en el apartado 1, el Parlamento Europeo y el Consejo
podrán adoptar, con arreglo al procedimiento legislativo ordinario, los principios
básicos de las medidas de la Unión de estímulo, con exclusión de toda
armonización de las disposiciones legales y reglamentarias de los Estados
miembros, para apoyar las acciones de los Estados miembros emprendidas con
el fin de contribuir a la consecución de los objetivos enunciados en el apartado 1.
Fuente: Eur-Lex
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Este artículo fue posteriormente modificado por el Tratado de Niza para hacer posible la adopción de medidas
incentivadoras por codecisión y mayoría cualificada en el Consejo.
En 1999, la Comisión Europea adoptó las medidas necesarias para poner en práctica el artículo 13, dando lugar a
la aprobación de diferentes directivas que forman un importante corpus normativo de protección frente a la
discriminación.
Así , destacan la Directiva 2000/43/CE, relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato de las
personas independientemente de su origen racial o étnico, que “tiene por objeto establecer un marco para
luchar contra la discriminación por motivos de origen racial o étnico, con el fin de que se aplique en los Estados
miembros el principio de igualdad de trato”; y la Directiva 2000/78/CE, relativa al establecimiento de un marco
general para la igualdad de trato en el empleo y la ocupación, que “tiene por objeto establecer un marco
general para luchar contra la discriminación por motivos de religión o convicciones, de discapacidad, de edad o de
orientación sexual en el ámbito del empleo y la ocupación, con el fin de que en los Estados miembros se aplique el
principio de igualdad de trato”, ambas son muy similares y presentan novedades dignas de mención como la
inclusión del concepto de discriminación directa junto a los de discriminación indirecta y acción positiva, además
de recoger expresamente el acoso como discriminación.
En junio de 2019 se adoptó la Directiva (UE) 2019/1158 relativa a la conciliación de la vida familiar y la vida
profesional de los progenitores y los cuidadores como uno de los objetivos del pilar europeo de derechos sociales.
Esta Directiva adopta una perspectiva más amplia sobre la distribución de las responsabilidades en materia de
cuidados entre mujeres y hombres.
Directiva (UE) 2019/1158 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de junio de 2019,
relativa a la conciliación de la vida familiar y la vida profesional de los progenitores y los
cuidadores, y por la que se deroga la Directiva 2010/18/UE del Consejo (Diario Oficial de la
Unión Europea. L 188/79. 12 de julio de 2019)
Fuente: Eurolex
Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2021) “Informe sobre los
derechos fundamentales 2021. Dictámenes FRA”. Fuente: FRA
Medidas incentivadoras
El instrumento de financiación más importante es el Fondo Social Europeo (FSE), que proporciona también
fondos de la Unión para cofinanciar acciones destinadas a luchar contra la discriminación y a ayudar a los más
desfavorecidos a acceder al mercado laboral.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
El Programa de la Unión Europea para el Empleo y la Innovación Social (EaSI) proporciona financiación
de la Unión para modernizar las políticas de empleo y las políticas sociales con el objetivo de garantizar una
protección social adecuada y digna, promover el empleo de calidad y sostenible, y luchar contra la
discriminación, la exclusión social y la pobreza. Uno de sus tres ejes, el eje «Progress», proporciona
financiación para ensayar innovaciones de las políticas sociales y del mercado de trabajo.
En mayo de 2018, la Comisión presentó su propuesta de FSE+ (2021-2027) y, en enero de 2021, se alcanzó un
acuerdo interinstitucional sobre un presupuesto total de 88.000 millones EUR.
En el acuerdo se establece que el 25% de los fondos se destinará a la inclusión social, al menos el 3% del
presupuesto se destinará a ayuda alimentaria y asistencia material básica para las personas más
desfavorecidas y, en los Estados miembros en los que el número de niños con alto riesgo de pobreza sea
superior a la media de la Unión, un 5% de los recursos del FSE+ se destinará a medidas que contribuyan a que
los niños tengan el mismo acceso a asistencia sanitaria, educación y atención infantil gratuitas, así como a
vivienda digna y a una alimentación adecuada.
En abril de 2020, el Fondo de Ayuda Europea para las Personas Más Desfavorecidas (Reglamento (UE) n.o
223/2014) se modificó en el marco del paquete de la Iniciativa de Inversión en Respuesta al Coronavirus Plus
(IIRC+) con el fin de facilitar recursos adicionales para los años 2020, 2021 y 2022.
En septiembre de 2020 se creó el Instrumento Europeo de Apoyo Temporal para Atenuar los Riesgos de
Desempleo en una Emergencia (SURE), con el fin de apoyar a los Estados miembros en sus esfuerzos por
hacer frente a la pandemia de COVID-19 y preservar los puestos de trabajo y los ingresos, en especial mediante
regímenes de reducción del tiempo de trabajo. El instrumento puede proporcionar préstamos de la Unión por
valor de hasta 100.000 millones EUR en total a los Estados miembros afectados para hacer frente al aumento
repentino del gasto público.
Comisión Europea (2020): Instrumento Europeo de Apoyo Temporal para Mitigar los Riesgos
de Desempleo en una Emergencia (SURE). Fuente: Comisión Europea
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
En marzo de 2020, la Comisión presentó una nueva Estrategia para la Igualdad de Género 2020-2025 que
se derivaba del Compromiso estratégico para la igualdad de género 2016-2019.
En septiembre de 2020, se propuso un nuevo Plan de Acción de la UE Antirracismo para 2020-2025, que
incluye el compromiso de informar sobre la aplicación de la Directiva sobre igualdad racial. En el marco del Plan
de Acción, la Comisión presentó un nuevo Marco estratégico de la UE para la igualdad, la inclusión y la
participación de los gitanos y propuso una Recomendación del Consejo sobre la igualdad, la inclusión y la
participación de los gitanos.
En noviembre de 2020, la Comisión presentó la primera Estrategia de la UE para la Igualdad de las mujeres
lesbianas, los hombres gais y las personas bisexuales, trans, no binarias, intersexuales y queer
(LGBTIQ), que incluye el compromiso de publicar un informe sobre la aplicación de la Directiva relativa a la
igualdad de trato en el empleo a más tardar en 2022.
En este mismo mes, la Comisión también adoptó un Plan de Acción en materia de Integración e Inclusión
para 2021-2027, en el que se formulan propuestas en cuatro ámbitos: la educación, el empleo, la vivienda y la
asistencia sanitaria, con el fin de promover la integración y la inclusión social de los migrantes y las personas de
origen inmigrante.
En marzo de 2021, la Comisión presentó una propuesta de Directiva sobre transparencia retributiva y
mecanismos para su efectivo cumplimiento a fin de reforzar la aplicación del principio de igualdad de retribución
entre hombres y mujeres por un mismo trabajo.
Además, la Comisión presentó una nueva Estrategia de la UE sobre los derechos de las personas con
discapacidad para 2021-2030 que contiene propuestas para poner en marcha una nueva tarjeta europea de
discapacidad para finales de 2023, iniciativas para seguir mejorando la accesibilidad tras la adopción del Acta
de Accesibilidad de la Red [Directiva (UE) 2016/2102] y el Acta Europea de Accesibilidad [Directiva (UE)
2019/882], y acciones para garantizar que las personas con discapacidad puedan participar plenamente en la
educación, el trabajo y la vida democrática y disfrutar de unas condiciones de vida dignas.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Comisión Europea (2020): Instrumento Europeo de Apoyo Temporal para Mitigar los Riesgos
de Desempleo en una Emergencia (SURE). Fuente: Comisión Europea
En octubre de 2011, la Comisión, dentro de la política regional en materia de empleo y asuntos sociales para el
período 2014-2020, propuso el Programa de Cambio Social e Innovación Social. Este programa agrupaba tres
de los Programas existentes en ese momento: el Progress (empleo y solidaridad social), EURES (servicios
europeos de empleo) y el Instrumento Europeo de Microfinanciación Progress. La combinación de estos tres
instrumentos supone incrementar su efectividad y permite a la Comisión mejorar la coherencia de las políticas en
todos los ámbitos. Adicionalmente refuerza el papel que las políticas sociales y de empleo en la consecución de los
objetivos recogidos en la Estrategia Europa 2020, especialmente, en la lucha contra la pobreza y la exclusión
social.
Comisión Europea “Guía Europea para la innovación social, Política Regional y Urbana de la
Comisión Europea” (2013). Fuente: Comisión Europea
Comisión Europea “Guía práctica para la innovación social en 10 pasos” (04/04/2013). Fuente:
E-voluntas
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Posteriormente, en 2013 el Parlamento y el Consejo alcanzaron un acuerdo político en este ámbito, modificando la
denominación anterior ya que, a partir de entonces, se recogió como Programa de la Unión Europea para el
Empleo y la Innovación Social (EaSI) (2014-2020).
EaSI reúne, como se ha comentado, tres programas comunitarios gestionados por separado entre 2007 y 2013:
PROGRESS (Programa para el Empleo y la Solidaridad Social), que apoya el desarrollo y la coordinación
de la política de la UE para el empleo, la inclusión social, la protección social, las condiciones de trabajo, la
no discriminación y la igualdad de género.
EURES (Servicios Europeos de Empleo), una red de cooperación entre la Comisión Europea y los
servicios públicos de empleo de los Estados miembros que fomenta la movilidad de trabajadores y
trabajadoras.
Microfinanciación y Emprendimiento Social, cuyo objetivo es aumentar la disponibilidad de
microcréditos a personas físicas para la creación o el desarrollo de una pequeña empresa.
A partir de enero de 2014, estos programas se articulan a través de los tres ejes del EaSI, de manera que se
espera aprovechar los buenos resultados obtenidos y lograr objetivos comunes para las políticas de la UE sobre el
empleo y las políticas sociales. También se busca la mejora de la coordinación entre programas, una mayor
coherencia de las políticas, así como una mayor eficiencia en su desarrollo.
EaSI, además, se coordina con el Fondo Social Europeo (FSE) y el Fondo Europeo de Adaptación a la
Globalización (FEAG), dirigido a financiar programas de la UE destinados a promover el empleo, la protección
social y la inclusión social, así como las condiciones de trabajo para el período 2014-220.
En cuanto a los objetivos de este Programa de la Unión Europea para el Empleo y la Innovación Social
(EaSI) (2014-2020) se pueden destacar los siguientes:
Apoyar el desarrollo de sistemas de protección social adecuados y las políticas del mercado de trabajo
mediante la promoción de la buena gobernanza, el aprendizaje mutuo y la innovación social.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
A continuación, se recogen los programas operativos de ámbito estatal del período de programación 2014-2020
dentro del Fondo de Ayuda Europea para las personas más desfavorecidas y del Fondo Social Europeo:
Programa operativo del fondo de ayuda europea para las personas más desfavorecidas (FEAD) (2014-
2020)
El 11 de marzo de 2014 la Unión Europea, a través del Reglamento (UE) Nº 223/2014 del Parlamento Europeo y
del Consejo, aprobó el Fondo de Ayuda Europea para las personas más desfavorecidas (2014-2020). Este
Fondo se constituye como el instrumento financiero diseñado para aliviar las formas más graves de pobreza
(privación alimentaria y material).
Este fondo complementa al FSE y a los Fondos Estructurales, contribuyendo a lograr el objetivo específico de
paliar las peores formas de pobreza, suministrando ayuda no financiera a las personas más desfavorecidas en
forma de alimentos y/o asistencia material básica y de actividades de inclusión social dirigidas a la integración
social de las personas más desfavorecidas, entre ellas, las actuaciones irán dirigidas a las personas jóvenes
desfavorecidas.
En cuanto a las acciones contempladas en el Fondo de Ayuda Europea para las personas más desfavorecidas
se encuentran:
En el caso de España, se ha puesto en marcha el Programa Operativo del Fondo Europeo de Ayuda a los más
desfavorecidos (FEAD). Este programa abarca el período comprendido entre 2014 y 2020 y continua con lo
realizado en el Programa Europeo de Distribución de Comida para los más desfavorecidos (MDP) junto a la
puesta en marcha de ayudas complementarias para mejorar la integración sociolaboral de las personas más
desfavorecidas.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
El Fondo Social Europeo es el instrumento financiero básico del modelo social europeo y
está previsto ya en los Arts. 3 y 146 del Tratado de Roma, y presente en el Título XI del
Tratado de Lisboa. El FSE se creó en 1960 y su objetivo es: “apoyar las medidas de
prevención y lucha contra el desempleo, desarrollar los recursos humanos e impulsar la
integración social en el mercado laboral con objeto de fomentar un elevado nivel de empleo,
la igualdad entre hombres y mujeres, un desarrollo sostenible y la cohesión económica y
social.” El FSE ha ido adaptando su estructura y objetivos a la evolución de la Comunidad
Europea, como muestra su integración con los Fondos Estructurales tras la profunda reforma
propuesta por el Acta Única Europea (1987).
De conformidad con el Reglamento nº 1304/2013, el FSE tiene por objeto mejorar las
oportunidades de empleo, reforzar la inclusión social, luchar contra la pobreza, promover la
educación, la adquisición de capacidades y el aprendizaje permanente y llevar a cabo
políticas de inclusión activas, sostenibles y exhaustivas.
En el período 2014-2020 se ha reforzado la importancia del FSE con una asignación global
de 74 000 millones de euros y se centrará en los siguientes objetivos temáticos:
Así, el papel principal del FSE ha pasado de la ayuda a las trabajadoras y los trabajadores
para adaptarse a los cambios del mercado laboral y a su reestructuración, a la financiación
de proyectos concretos que ayudan a personas con dificultades a reintegrarse en el
mercado laboral. De forma parecida, la ayuda que se brindaba anteriormente a las personas
ha ido sustituyéndose cada vez más por el apoyo a la adaptación de los sistemas de
educación y formación a las necesidades cambiantes del mercado laboral.
Fuente: Fondo Social Europeo
La ejecución del Fondo Social Europeo en España para el periodo 2014- 2020 está relacionada con lo
establecido en el Plan Nacional de Reformas y con la Estrategia Europea 2020 en la consecución de:
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Dar respuesta a los principales desafíos de los próximos años: globalización, cambio demográfico,
cambio climático y aprovisionamiento energético.
Una tasa de empleo del 74% para el conjunto de la población de 20 a 64 años (un 68,5% en el caso de
la población femenina). Teniendo en cuenta que la tasa de empleo española ascendía al 58,2% en 2013.
Una tasa de abandono escolar inferior al 15%. Teniendo en cuenta que la tasa de abandono escolar en
España era de 23,5% en 2013.
Un 44% de la población entre 30 y 34 años con estudios superiores terminados. Teniendo en cuenta que
el porcentaje de población entre 30 y 34 años con estudios superiores terminados era del 40,7% en
2013.
Una reducción de 1,5 millones en el número personas en riesgo de pobreza o exclusión social.
En cuanto a los ejes prioritarios del FSE, se corresponden con los cuatro objetivos temáticos, tal y como se
recomienda en el “Position Paper para España FSE” de la Comisión Europea y, además, se establecen otros 4
ejes prioritarios para dar cumplimiento a las necesidades específicas en el territorio español:
Eje 2: Promover la inclusión social, luchar contra la pobreza y cualquier forma de discriminación.
Eje 5: Integración sostenible en el mercado de trabajo de las personas jóvenes que no se encuentran
empleadas, ni participan en actividades de educación ni formación, en particular en el contexto de la Garantía
Juvenil.
Para la consecución de los objetivos marcados en los diferentes ejes, la programación del FSE para España se
compone de los siguientes Programas Operativos:
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Los tres Programas Operativos obedecen a la necesidad de garantizar una actuación uniforme y homogénea en
el territorio estatal, sin perjuicio de la obligada adaptación a las peculiaridades de las Comunidades
Autónomas, con el objeto de permitir un mejor equilibrio territorial, así como la cohesión social, pretendiendo
garantizar los objetivos de enfoque temático, así como la complementariedad con los programas operativos
regionales.
Para ello, se pretende revertir tendencias históricas y limar deficiencias existentes en el mercado laboral y en los
sistemas de formación y educación que permitan abordar los siguientes objetivos estratégicos:
Para alcanzar sus objetivos estratégicos, el Programa Operativo de Empleo, Formación y Educación (2014 -
2020) se articula en torno a los siguientes Ejes:
Eje prioritario 2: Promover la inclusión social, luchar contra la pobreza y cualquier forma de
discriminación.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
En cuanto a la metodología de trabajo se continúa con una estrategia dual que combina la aplicación transversal
de estos principios con la ejecución de acciones específicas.
Por otro lado, hay que destacar que las actuaciones planteadas en este programa estaban enmarcadas, entre
otras, en el Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades 2014-2016, tendentes a conseguir:
La mejora de la formación y desarrollo de las capacidades de las mujeres, en particular las más
vulnerables, que aumente sus opciones de empleo y la calidad del mismo, en especial en el ámbito rural.
El aumento del emprendimiento y de la creación de empresas por mujeres, con servicios específicos
acordes a sus necesidades.
La promoción de la igualdad de oportunidades y de la igualdad de trato y no discriminación.
El Programa Operativo de Inclusión Social y de la Economía Social tiene como propósito fundamental contribuir
al logro de los objetivos marcados por la Estrategia Europa 2020 de crecimiento inteligente, sostenible e
integrador y, en particular, de este último. Así, por “crecimiento integrador” se alude a la búsqueda de una
economía con un alto nivel de empleo que promueva la cohesión económica, social y territorial. El crecimiento
integrador pasa, entre otros elementos, por reforzar la lucha contra la pobreza, la exclusión social y la
discriminación, por garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso al mercado laboral y por aprovechar el
potencial de la economía social para la recuperación económica.
Teniendo en cuenta estos elementos, el presente Programa Operativo nace con la aspiración de abordar los
siguientes retos:
1. Reducir las tasas de pobreza y exclusión social a través del fomento de mercados laborales
inclusivos;
2. Abordar las necesidades de los grupos más vulnerables para facilitar su participación en el
mercado laboral en condiciones de igualdad;
3. Mejorar y fortalecer las políticas de inclusión activa con estrategias de intervención integrales;
4. Aprovechar el potencial de la economía social en aras de la recuperación económica.
Por tanto, el Programa Operativo de Inclusión Social y de la Economía Social actúa en los siguientes cinco Ejes
prioritarios del Fondo Social Europeo, indicados anteriormente:
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
El “eje prioritario 2: Fomento de la inclusión social y la lucha contra la pobreza y la discriminación” es uno de los
ejes con mayor peso social y se programa a través de las siguientes cinco prioridades:
1. Inclusión activa, en particular con vistas a fomentar la igualdad de oportunidades, la participación activa y
la mejora de la empleabilidad.
2. Integración socioeconómica de comunidades marginadas tales como la población romaní.
3. La lucha contra toda forma de discriminación y el fomento de la igualdad de oportunidades.
4. El acceso a servicios asequibles, sostenibles y de calidad, incluidos los servicios sanitarios y sociales
de interés general.
5. El fomento del emprendimiento social y de la integración profesional en las empresas sociales, así como
de la economía social y solidaria, a fin de facilitar el acceso al empleo.
El Programa Operativo de Empleo Juvenil tiene como fin último apoyar la reducción de la tasa de desempleo
juvenil en España a través de la mejora de las cualificaciones y el fomento de la contratación y del autoempleo
de la población joven, todo ello orientado al cumplimiento de los objetivos y prioridades establecidas en la
Estrategia UE 2020.
En cuanto a los objetivos del Programa Operativo de Empleo Juvenil hay que señalar los siguientes:
Canalización de los recursos financieros de la Iniciativa de Empleo Juvenil, lo que permitirá la puesta en
marcha y el desarrollo del Sistema Nacional de Garantía Juvenil;
Desarrollo de medidas dirigidas a luchar contra el desempleo juvenil y las consecuencias sociales de la
crisis: nueva estrategia orientada a mejorar la capacidad de inserción profesional, en particular de las
personas más jóvenes y fomento de la inserción laboral a través de la formación, teniendo en cuenta la
perspectiva de género
Cumplimiento de la Recomendación nº5 del Consejo para España 2013: desarrollo de las medidas
expuestas en la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven 2013 - 2016; implantación de la garantía
juvenil; reforzar la pertinencia de la educación y la formación para el mercado de trabajo y potenciar la
formación profesional dual;
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Cumplimiento de la Recomendación nº 6 del Consejo para España 2013: adoptar y aplicar las medidas
necesarias para reducir el número de personas con riesgo de pobreza o exclusión social, reforzando las
políticas activas de empleo con el fin de aumentar la empleabilidad de las personas con menor acceso al
mercado de trabajo. El Programa Operativo debe promover la igualdad de oportunidades para toda la
población joven en relación con su participación (acceso y permanencia) en el mercado laboral,
prestando una atención especial a la población perteneciente a los grupos más vulnerables (inmigrantes,
personas con discapacidad, personas de etnia romaní de otras minorías étnicas, entre otros), y
aplicando en todas sus actuaciones la perspectiva de género.
Fomento de la mejora del mercado de trabajo y de las perspectivas de empleo de las personas jóvenes.
Más concretamente, apoyo a las medidas de mejora del mercado laboral, la educación y la formación
para facilitar la transición de las personas jóvenes desde el sistema educativo hacia el sector productivo,
teniendo en cuenta las necesidades de este, y con especial atención a los nuevos nichos de empleo a
las competencias que estos requieren y las desigualdades existentes entre mujeres y hombres.
Teniendo en cuenta los objetivos del Programa Operativo de Empleo Juvenil, dicho programa actuará en los
siguientes ejes prioritarios del Fondo Social Europeo:
Eje prioritario 5: Integración sostenible en el mercado de trabajo de las personas jóvenes que no se
encuentran empleadas, ni participan en actividades de educación ni formación, en particular en el
contexto de la Garantía Juvenil.
El colectivo objeto de las actuaciones desarrolladas en el marco del Programa Operativo de Empleo Juvenil es
la población joven mayor de 15 y menor de 25 años que no esté ocupada y que no esté integrada en los
sistemas de educación y formación, con independencia de su nivel formativo.
Ámbito estatal
De acuerdo con lo comentado en el apartado anterior, la evolución de las políticas a nivel estatal relacionadas con
la exclusión social viene determinada por la sucesión de los distintos Planes Nacionales para la Inclusión
Social.
A través de estos planes, como se ha visto, se trata de dar cumplimiento a los objetivos comunes establecidos en
la Estrategia de Lisboa que establecía convertir a la Unión Europea “en la economía basada en el conocimiento
más competitiva y dinámica del mundo, capaz de conseguir un crecimiento económico sostenible con más y
mejores puestos de trabajo y una mayor cohesión social”.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
De esta forma, se incorporó la promoción de la integración social a los compromisos de la Unión Europea. De
hecho con la perspectiva de 2010, se planteó “dar un impulso decisivo en la erradicación de la pobreza” a partir de
“la lucha contra la exclusión social y la pobreza como uno de los elementos centrales de la modernización del
modelo social europeo” y, para asegurar su consecución a nivel europeo, se puso en marcha como método que
asegurase la cooperación de los Estados de la Unión: el Método Abierto de Coordinación (MAC).
Este método ya se había puesto en marcha en otras áreas como empleo y suponía acabar con la mera
yuxtaposición de políticas nacionales en materia social para dar paso a sinergias y procesos de aprendizajes
mutuos junto a un avance mucho más profundo en la definición de medidas comunes. En este sentido, se ha de
tener en cuenta que se trata de un área donde solo los Estados tienen competencia y, por tanto, no existe
legislación a nivel europeo.
Para el análisis de los distintos Planes se va a recurrir, por un lado, al informe del Ministerio de Sanidad, Servicios
Sociales e Igualdad “10 años de los Planes Nacionales de Acción para la Inclusión Social” (2010), al Plan Nacional
de Acción para la Inclusión Social 2013-2016 y a la Estrategia nacional de prevención y lucha contra la pobreza y la
exclusión social 2019-2023.
Recorrido histórico
Desde 2001 se han puesto en marcha 6 planes que, brevemente, se analizarán a continuación. Además, se ha
consolidado la implantación de Planes Territoriales de Inclusión tanto en las Comunidades Autónomas como en
algunas de las Corporaciones Locales.
Respecto a los Planes Territoriales de Inclusión se ha de destacar la convergencia en áreas como: empleo,
servicios sociales, salud, salud, vivienda, educación y rentas mínimas, que se configuran como el eje central de la
inclusión social en España y posibilita desarrollos inter-territoriales (cooperación y aprendizaje mutuos) y la
configuración de protocolos comunes de actuación.
El Plan Nacional de Acción para la Inclusión Social en el Reino de España (2001- 2003) daba respuesta a los
compromisos adquiridos por España en la lucha contra la exclusión social de acuerdo a la Estrategia de Lisboa.
El Plan suponía la convergencia de distintas vías de actuación en el campo de exclusión social a nivel global
junto a un compromiso compartido, tanto en lo que respecta a los objetivos como al período de ejecución.
Este segundo Plan es continuación del anterior (2001-2003) y lo destacable era el esfuerzo que se hizo por
implicar a la sociedad civil y al conjunto de los agentes sociales en la lucha contra la exclusión social. De hecho,
una de las prioridades del Plan fue: asegurar la participación del conjunto de agentes, el establecimiento de
foros de debate con las ONG’s y el fomento del intercambio de buenas prácticas en el ámbito de la
Administración.
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El objetivo de este Plan fue actualizar los objetivos y contenidos del segundo Plan y coordinar el ritmo de los
trabajos con el resto de los países de la Unión Europea.
Los objetivos de este Plan se centraron en combinar crecimiento económico y bienestar social, sin olvidar la
reducción de las desigualdades y la prevención de la exclusión social.
Además, se continuó contemplando medidas para consolidar el progreso conseguido en otras áreas sensibles
a la exclusión social como la vivienda, salud, inclusión en la sociedad de la información, así como una serie de
acciones directas destinadas a los grupos más vulnerables de la población.
El Planteamiento estratégico de este Plan respondía al objetivo de progresar en la adecuación del crecimiento
económico con el crecimiento del bienestar social y, de esta manera, reducir progresivamente las
desigualdades sociales y prevenir la exclusión social, garantizando la igualdad entre mujeres y hombres, la
igualdad de trato y la igualdad de oportunidades para toda la población.
El Plan parte de una radiografía completa y actualizada de las situaciones de pobreza y exclusión en España y,
teniendo en cuenta el impacto de la crisis en la capacidad económica de las familias, recoge 240 medidas,
divididas en tres ejes estratégicos (empleo, la garantía de rentas mínimas y unos servicios básicos de calidad,
especialmente para las personas con dificultades económicas) y un apartado específico dirigido a los grupos de
población más vulnerables.
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L a Estrategia Española de Activación para el Empleo 2017-2020, aprobada por el gobierno en 2017,
recoge entre los retos principales del mercado laboral: “mejorar la activación y la inserción del colectivo de
mujeres, así como sus posibilidades de acceso, mantenimiento y promoción profesional en el empleo, de forma
que las condiciones de trabajo sean efectivamente iguales”.
Además, entre sus principios de actuación, dentro de la calidad en la prestación de servicios, se incluye
garantizar “la efectiva igualdad de oportunidades, la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, la no
discriminación en el acceso al empleo y la unidad del mercado laboral, prestando especial atención a los
colectivos que más la precisen”.
A continuación, se destacan los dos ejes que se consideran vinculados a la temática de esta unidad:
El Eje 3 “Igualdad de oportunidades” en el que se incluyen las actuaciones que tienen por objeto incentivar la
contratación, la creación de empleo o el mantenimiento de los puestos de trabajo, especialmente para aquellos
colectivos que tienen mayor dificultad en el acceso o permanencia en el empleo, con especial consideración a la
situación de las personas con discapacidad, de las personas en situación de exclusión social, de las víctimas
del terrorismo y de las mujeres víctimas de violencia de género. Este eje comprende los siguientes objetivos
estructurales:
3.1 Fomentar y sostener la contratación de colectivos con especiales dificultades de acceso al empleo.
3.2 Fomentar y sostener la contratación y la promoción del empleo en la dimensión local.
3.3 Promover la activación de perceptores de prestaciones y la vinculación de políticas activas y pasivas.
Y el eje 4 “Igualdad de oportunidades en el acceso al empleo” que comprende las actuaciones dirigidas a
promover la conciliación de la vida personal, familiar y laboral, así como la igualdad entre mujeres y hombres en
el acceso, permanencia y promoción en el empleo. También incluye las dirigidas a facilitar la movilidad
geográfica o promover la contratación en sectores de actividad diferentes de aquellos en los que se hubiera
trabajado habitualmente. Este eje comprende los siguientes objetivos estructurales:
4.1 Promover la activación a través de medidas de conciliación de la vida personal, familiar y laboral.
4.2 Promover la activación de las mujeres y la igualdad efectiva de oportunidades de mujeres y hombres
para acceder al empleo.
Artículo. Rojo Torrecilla, Eduardo (20 de diciembre de 2017): “Notas sobre la Estrategia
española de activación para el empleo 2017-2020”
Fuente: Blog de Eduardo Rojo Torrecilla
En cuanto a la Estrategia nacional de prevención y lucha contra la pobreza y la exclusión social 2019-
2023 busca la cohesión y el progreso social, y trata de dar cobertura adecuada a las necesidades de la
ciudadanía y especialmente a los colectivos vulnerables en situación de pobreza o exclusión. También da
cumplimiento a los objetivos de la Estrategia Europa 2020, al tiempo que contribuye a impulsar en España los
principios del Pilar Europeo de Derechos Sociales, así como los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda
2030.
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El documento se construye en torno a cuatro metas estratégicas. Estas líneas de actuación se desarrollarán
mediante la elaboración de planes operativos anuales, que fijarán medidas concretas, la asignación
presupuestaria y las entidades responsables de cada una de las tareas descritas en la estrategia.
La primera de las metas estratégicas se centra en combatir la pobreza, especialmente de las personas más
vulnerables, como niños, niñas y adolescentes. Para ello tiene como objetivo crear un sistema de ingresos
mínimos que permita vivir con dignidad y favorecer el incremento de la renta neta disponible de los hogares.
La segunda meta se refiere a la inversión social en las personas y se desglosa en dos objetivos: educación
equitativa e inclusiva y atención prioritaria en formación y empleo a grupos vulnerables.
L a tercera meta apuesta por consolidar un sistema de servicios públicos sanitarios, educativos y sociales,
universales y de calidad, que acompañen y protejan a las personas a lo largo de su ciclo vital y profundicen en
combatir las desigualdades. En particular, uno de los objetivos de la estrategia es que las personas puedan
hacer frente al coste de la vivienda sin que este condicione su vida y la satisfacción de sus necesidades más
básicas.
Se contribuirá a mejorar la situación de familias como las monomarentales, las personas que hayan sufrido una
ejecución hipotecaria, que estén en situación de desempleo o que hayan agotado todas las prestaciones, así
como las personas sin hogar.
La cuarta meta, relativa a la eficacia y eficiencia de las políticas, establece cinco objetivos. En primer lugar, la
ordenación del sistema y la coordinación de los servicios, políticas y prestaciones, en favor de personas en
situación de pobreza y exclusión social. También contiene la coordinación y cooperación territorial y eficiencia
del conjunto del sistema, así como con la UE. Además, comprenden la colaboración y participación todos los
actores implicados en las políticas de prevención y lucha contra la pobreza y la exclusión social. Finalmente,
tiene como objetivo crear sistemas coordinados y transparentes de gestión de la información y el conocimiento,
que den respuestas innovadoras a las necesidades sociales.
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En el caso de las mujeres esta iniciativa es muy relevante ya que, , como reconoce la Ley en el segundo punto
de su exposición de motivos: “no hay que olvidar que hasta ahora han sido las familias, y en especial las mujeres
en solitario (84%), las que tradicionalmente han asumido el cuidado de las personas dependientes,
constituyendo lo que ha dado en llamarse el apoyo informal”, y sigue diciendo “los cambios en el modelo de
familia y la incorporación progresiva de casi tres millones de mujeres en la última década al mercado de trabajo,
introducen nuevos factores que hacen imprescindible una revisión del sistema tradicional”.
Ahora bien, la Ley de Dependencia nació con muchas expectativas puestas en ella y un amplio consenso
político y social (presentada como el “cuarto pilar del Estado de Bienestar”) pero años después, -con 400.000
dependientes atendidos más de los inicialmente previstos, un sobrecoste a las arcas públicas de 2.700 millones
de euros y una lista de espera que contabilizaba alrededor de 305.000 personas, además de notables
problemas de financiación por parte de las administraciones y de gestión, estaba lejos de contribuir a mejorar la
situación para la que fue creada y, menos aún, si tenemos en cuenta los efectos en las mujeres, como
dependientes y también como cuidadoras.
Esta situación llevó a la reforma del Sistema de Dependencia a través del Real Decreto Ley 20/2012, de 13
de julio, de medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad.
Dar un dar un nuevo tratamiento al sistema de la Seguridad Social de las cuidadoras y los cuidadores
no profesionales de las personas en situación de dependencia.
Determinar que el reconocimiento de los servicios relacionados con las necesidades domésticas
solo puedan serlo conjuntamente con los de atención personal dentro del servicio de atención a
domicilio.
Establecer una nueva estructura manteniendo los tres grados en los que se clasifica la situación de
dependencia, pero sin niveles, lo que simplifica la gestión, permitiendo atender de forma prioritaria a
las personas con un mayor grado de dependencia que estén pendientes de recibir atención y
mejorando el proceso de valoración de la dependencia y el procedimiento para el acceso a las
prestaciones.
Regular un contenido común mínimo de intensidad y compatibilidad de las prestaciones para todas
las administraciones actuantes, con el fin de evitar que exista un desigual nivel de desarrollo y
contenido en las distintas Comunidades Autónomas.
Reducir las cuantías máximas de las prestaciones económicas para cuidados en el entorno familiar.
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Reducir las cuantías del nivel mínimo de financiación del Sistema para la Autonomía y Atención a la
Dependencia. Estas medidas de carácter económico persiguen un reequilibrio sostenible del
Sistema, garantizando el derecho a la promoción de la autonomía personal y atención a la situación
de dependencia.
Refundir el Consejo Territorial del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia y la
Conferencia Sectorial de Asuntos Sociales en un solo órgano: el Consejo Territorial de Servicios
Sociales y del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia. De esta manera se trata de
simplificar las relaciones de coordinación entre la Administración General del Estado y las
Comunidades Autónomas.
La Ley 43/2006, de 29 de diciembre, para la mejora del crecimiento y del empleo establece que la situación de
exclusión social se acreditará por la pertenencia a alguno de los colectivos relacionados a continuación:
Personas que perciben rentas mínimas de inserción, o cualquier otra prestación de igual o similar
naturaleza, según la denominación adoptada en cada Comunidad Autónoma.
Personas que no puedan acceder a las prestaciones a las que se hace referencia en el párrafo anterior,
por alguna de las siguientes causas:
Falta de periodo exigido de residencia o empadronamiento, o para la constitución de la unidad
perceptora.
Haber agotado el periodo máximo de percepción legalmente establecido.
Jóvenes mayores de dieciocho años y menores de treinta, procedentes de instituciones de protección
de menores.
Personas con problemas de drogadicción o alcoholismo que se encuentren en procesos de
rehabilitación o reinserción social.
Personas que se encuentran en centros penitenciarios cuya situación penitenciaria les permita acceder
a un empleo, así como personas en situación de libertad condicional y población exreclusa.
Menores internas o internos incluidos en el que cuya situación responda al ámbito de aplicación de la
Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, y que
puedan acceder a un empleo, se encuentren en situación de libertad vigilada y o ya no estén en centros
de menores.
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La mayor novedad de esta Ley radica en la prevención de las conductas discriminatorias y en la previsión de
políticas activas para hacer efectivo el principio de igualdad. Tal opción implica necesariamente una proyección
del principio de igualdad sobre los diversos ámbitos del ordenamiento de la realidad social, cultural y artística en
que pueda generarse o perpetuarse la desigualdad. De ahí la consideración de la dimensión transversal de la
igualdad, seña de identidad del moderno derecho antidiscriminatorio, como principio fundamental del presente
texto.
En el tema que nos encontramos, esta Ley recoge de manera especial los supuestos de doble discriminación y
las singulares dificultades en que se encuentran las mujeres que presentan especial vulnerabilidad, como son
las que pertenecen a minorías, las mujeres migrantes y las mujeres con discapacidad.
Así, en el artículo 14, se recoge entre los criterios generales de las actuaciones de los poderes públicos el
siguiente:
Además, en el artículo 42, se recogen los Programas de mejora de empleabilidad de las mujeres cuyo objetivo
principal será aumentar su participación en el mercado de trabajo y avanzar en la igualdad efectiva entre
mujeres y hombres.
“1. Las políticas de empleo tendrán como uno de sus objetivos prioritarios aumentar la participación de
las mujeres en el mercado de trabajo y avanzar en la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Para
ello, se mejorará la empleabilidad y la permanencia en el empleo de las mujeres, potenciando su nivel
formativo y su adaptabilidad a los requerimientos del mercado de trabajo.
2. Los Programas de inserción laboral activa comprenderán todos los niveles educativos y edad de las
mujeres, incluyendo los de Formación Profesional, Escuelas Taller y Casas de Oficios, dirigidos a
personas en desempleo, se podrán destinar prioritariamente a colectivos específicos de mujeres o
contemplar una determinada proporción de mujeres.”
A continuación, se van a recoger diferentes medidas que contemplan objetivos relacionadas con la inclusión social.
Se expondrán en orden cronológico con el fin de constatar la incorporación progresiva de medidas y accione en
este ámbito.
Plan Integral de lucha contra la trata de seres humanos con fines de explotación sexual (2009-2011)
Este Plan tiene como fin erradicar este delito y propiciar la protección e integración de las víctimas de trata con
fines de explotación sexual.
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El Plan abordaba el problema desde cuatro puntos de vista, que se convertían en principios rectores de todas
las medidas incluidas:
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Plan Integral de lucha contra la trata
de mujeres y niñas con fines de explotación sexual 2015-2018. Fuente: Ministerio de Iguald
ad
En 2011, tras la evaluación del Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración 2007-2010, se aprobó el Plan
Estratégico de Ciudadanía e Integración 2011-2014. Este segundo Plan tiene como principal objetivo el
fortalecimiento de la cohesión. Y para ello, se basa en la integración como un proceso de adaptación mutua. Así
mismo, se diseña una política basada en acciones que se dirigen a toda la ciudadanía, tanto inmigrante como
autóctona.
En cuanto a la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, este Plan aborda la cuestión de la igualdad
de género como un área transversal, deteniéndose en la particular situación respecto al empleo de las mujeres
inmigrantes, que tienen una tasa de actividad mayor que las mujeres de origen español y un perfil a lo largo de
su ciclo vital más parecido al de los hombres, pero acumulando los problemas y tareas derivadas de la crianza
de las hijas e/o hijos, los cuidados familiares y la conciliación. Todo ello, unido a las condiciones de desventaja
respecto al empleo de las personas de origen extranjero que se acentúan especialmente entre las mujeres ya
que gran parte de esos trabajos se desarrollan en la economía sumergida y, por tanto, sin derecho a
prestaciones. En el marco de este Plan, se incluyen líneas de actuación y medidas en las que se ha de integrar
la perspectiva de género como principio transversal.
Noticia. Redacción (20 de mayo de 2021) “Plan 'España 2050': el Gobierno prevé la llegada
de 255.000 inmigrantes al año para compensar el envejecimiento. Heraldo de
Aragón. Fuente: Heraldo de Aragón
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
En 2014 entró en vigor para los países firmantes a nivel internacional y también para España, el Convenio del
Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia
doméstica -Convenio de Estambul-, que reconoce la violencia contra las mujeres como una violación de los
derechos humanos y como una forma de discriminación, considerando responsables a los Estados si no
responden de manera adecuada.
Instrumento de ratificación del Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha
contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica, hecho en Estambul el 11 de mayo
de 2011 (BOE nº 137, de 6 de junio de 2014). Fuente: BOE
Artículo. Redacción (11 de mayo de 2021): “Décimo aniversario del Convenio de Estambul:
a España le queda mucho por hacer”. Consejo General de Abogacía Española. Fuente: Co
nsejo General Abogacía Española
La Estrategia para la Erradicación de la Violencia contra la mujer tiene como finalidad: “contribuir a la
eliminación de la violencia contra la mujer entendida en ese sentido amplio y, de forma particular, abordar la
violencia de género en sentido estricto, dada su magnitud e incidencia social” e incluye medidas dirigidas
fundamentalmente a visibilizar las distintas manifestaciones de la violencia, concienciar sobre ellas, intensificar
el conocimiento sobre su incidencia y contribuir, progresivamente, a su atención y eliminación.
Y, por último, se establece el desarrollo de planes y actuaciones específicas, como el caso de la trata de
mujeres y niñas con fines de explotación sexual.
Naciones Unidas (11 de noviembre de 2020) “La trata de mujeres y niñas se extiende al
ciberespacio por medio de las redes sociales”
Fuente: Naciones Unidas
La Estrategia Española sobre Discapacidad 2012-2020 tiene como objetivo: servir de marco de referencia y
directriz de todas las políticas públicas que se desarrollen en nuestro país en materia de discapacidad con una
visión integral de las mismas.
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Los principios inspiradores de esta Estrategia Española sobre Discapacidad 2012-2020 son:
Artículo. Morcillo Moreno, Juana (10 de febrero de 2020) “Mujer y discapacidad: la doble (o
múltiple) discriminación. Fuente: Mujeres en el Sector Público
Noticia. Redacción (17 de junio de 2021) “Las mujeres con discapacidad, el colectivo peor
remunerado, cobran un 33% menos que los hombres”. Diario Público. Fuente: Diario Públic
o
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Junto al refuerzo de la inserción laboral, recogido en la normativa anteriormente indicada, cabe destacar otro
conjunto de actuaciones que incorporan medidas específicas para garantizar el acceso a otros servicios
básicos:
La Estrategia Integral Nacional para Personas sin Hogar 2015-2020 constituye la respuesta a la
situación de las personas sin hogar y crear un marco integral de actuación con este colectivo, con el
horizonte final de la erradicación del sinhogarismo en nuestro país, mediante el objetivo a medio plazo
de la reducción del número de personas que tienen que estar sin hogar, así como mediante su
prevención.
Esta Estrategia se ha elaborado con todos los agentes implicados en su puesta en marcha:
Administración General del Estado, Comunidades Autónomas y Entidades Locales, así como el Tercer
Sector de acción social y las propias personas sin hogar.
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad: Plan Integral de Lucha contra la trata
de mujeres y niñas con fines de explotación sexual 2015-2018
Fuente: Ministerio de Igualdad
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Hay que recordar que el Plan de Recuperación reconoce como prioritario atajar las brechas sociales y
territoriales del país, así como brindar soluciones a las personas en riesgo de pobreza exclusión social y entre
dichas políticas palancas destaca la VIII “Nueva economía de cuidados y políticas de empleo” y el desarrollo de
dos componentes:
Componente 22: Plan de choque para la economía de los cuidados y refuerzo de las políticas de
inclusión
Componente 23: Nuevas políticas públicas para un mercado de trabajo dinámico, resiliente e inclusivo
Así, el componente comprende varias reformas y programas de inversión, entre las que se encuentra un Plan de
Modernización de los Servicios Sociales, así como una ley marco estatal para los servicios sociales públicos.
También incluye una mejora del sistema de prestaciones no contributivas. Uno de los objetivos es, partiendo del
ingreso mínimo vital, impulsar una atención integral a las personas más vulnerables, a través de itinerarios
personalizados que fomenten su activación laboral.
Por otro lado, la mejora de los sistemas de datos e información del sector público, junto con la Administración
Digital, deberían facilitar el acceso al sistema de servicios sociales y lo harán más adaptado a las
circunstancias de cada segmento de población. Adicionalmente, el Plan de Recuperación prevé la extensión de
la educación infantil y el impulso de la educación temprana, especialmente para familias con bajo nivel educativo
y de renta, familias monoparentales, minorías, población gitana o familias migrantes.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
La Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, por sus siglas en inglés) y la fundación Bertelsmann
Stiftung han publicado el “Informe sobre Desarrollo Sostenible 2021”. El informe toma como base la Agenda
2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por los Estados miembros de las Naciones
Unidas en 2015.
Por primera vez desde la adopción de los ODS en 2015, la puntuación media mundial del Índice de ODS para
2020 ha disminuido con respecto al año anterior: un descenso impulsado en gran medida por el aumento de las
tasas de pobreza y el desempleo tras el estallido del coronavirus.
En este contexto adverso, y a pesar de la crisis sistémica que se desató en nuestro país tras la pandemia, se
puede observar que España ha tenido un excelente cumplimiento de la Agenda 2030, ocupando el puesto 20 de
un total de 165 países. De este modo, hemos avanzado varios puestos desde el informe de 2018, situándose
por delante de otros países europeos como Portugal, Italia, Grecia, Malta o Hungría, pero detrás de Francia,
Croacia o Reino Unido. Un año más, el ranking está encabezado por tres países nórdicos: Finlandia, Suecia y
Dinamarca.
A nueve años de alcanzar el tiempo planteado para cumplir los Objetivos del Desarrollo Sostenible (Agenda
2030), Ipsos, la tercera compañía de investigación de mercados y de opinión más grande mundo, ha realizado
una encuesta en colaboración con el Foro Económico Mundial para conocer cuáles son los que la opinión
pública considera más prioritarios. La igualdad de género no es uno de ellos.
Para su investigación, Ipsos entrevistó a casi 20.000 personas de 28 países distintos. Y la media de todos ellos
dice que el ODS de la igualdad de género, el quinto entre los 17, queda en el penúltimo puesto del ranking. Por
detrás solo queda el de industria, innovación e infraestructura. Algo mejor valorado está entre las personas
encuestadas solo en España, que sitúan este ODS en el puesto 11 entre sus prioridades. Nuestro país es,
además, uno de los siete países que más importancia le da a este tema, junto a Australia, Canada, Francia,
Italia, Suecia e India.
Fuente: Forbes
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Para reflexionar…
¿Qué papel crees que tienen los servicios sociales en la prevención de las situaciones
de pobreza, vulnerabilidad y/o exclusión social? ¿Y en la erradicación de dichas
situaciones?
Teniendo en cuenta las diferencias entre mujeres y hombres ¿consideras que el
personal de servicios sociales cuenta con la suficiente formación en perspectiva de
género?
Los Servicios Sociales en España vienen regulados en la Constitución Española en sus artículos 41, 139.1 y
149.1.1, donde se garantiza un "régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos y ciudadanas y
la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad"; así como “los mismos
derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado" y la "igualdad de todos los españoles y
españolas en el ejercicio de los derechos y en el cumplimiento de los deberes constitucionales".
Además, se atribuye la competencia exclusiva en esta materia, a través del art. 148.1.20, a las Comunidades
Autónomas, lo que ha supuesto el desarrollo e implantación de los Servicios Sociales en todo el territorio del
Estado junto a la disposición de la Ley 7/85 de 2 de abril, reguladora de las Bases de Régimen Local, que
establece en su artículo 27 que, tanto el Estado como las Comunidades Autónomas, en el ejercicio de sus
respectivas competencias podrán delegar en los Municipios el ejercicio de sus competencias. En este sentido,
el artículo 27.3 c recoge como competencia de la Administración del Estado y de las Comunidades Autónomas
que puede ser susceptible de ser delegación a los Municipios la “prestación de los servicios sociales,
promoción de la igualdad de oportunidades y la prevención de la violencia contra la mujer”.
Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local. (Texto consolidado).
Fuente: BOE
Con la aprobación de las leyes de Servicios Sociales por las Comunidades Autónomas, se establece un
régimen público de Servicios Sociales y se garantiza la correspondiente coordinación de los recursos e
iniciativas de carácter público o de iniciativa social.
Familia.
Infancia y Juventud.
Personas mayores.
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Introducción de la perspectiva de género en los servicios sociales
Mujer.
Personas con discapacidad.
Personas reclusas y ex reclusas.
Personas drogodependientes.
Minorías étnicas.
Personas transeúntes y marginadas sin hogar.
Inmigrantes.
Otras personas en situación de necesidad, marginación o exclusión social.
La promoción y desarrollo pleno de todas las personas y grupos dentro de la sociedad, para la obtención
de un mayor bienestar social y mejor calidad de vida, en el entorno de la convivencia.
Prevenir y eliminar las causas que conducen a la exclusión y marginación social.
Todo ello, a través de las estructuras y servicios públicos de la Administración del Estado, de las Comunidades
Autónomas y de las Corporaciones Locales.
Dicho de otra manera, los objetivos fundamentales de los Servicios Sociales son:
Desarrollo pleno y libre de los derechos de las personas y los grupos, garantizando su igualdad en la
sociedad.
Garantía en la cobertura de las necesidades sociales, adecuándola, en su caso, a los procesos de
cambio de la realidad social.
Prevención de las circunstancias que originan la marginación, así como la promoción de la plena
inserción de las personas y los grupos en la vida comunitaria.
Para cumplir con estos objetivos la atención que se presta desde los Servicios sociales, se divide en dos
niveles de atención:
Primer nivel de atención a través de la Atención Primaria. Se trata de actuaciones específicas y/o
sectoriales, siempre en el ámbito de una comunidad determinada. Salvo excepciones, esta atención
corresponde a la Administración Local.
Segundo nivel de atención. Son actuaciones específicas y, generalmente, sectoriales y/o
especializadas, donde el ámbito de actuación suele ser más amplio que el municipal. Corresponde a la
Administración Autonómica y Local, conformando un segundo nivel de atención en el que se
circunscriben los planes integrales de atención.
La Atención Primaria de los Servicios Sociales se ofrece en base a cuatro prestaciones básicas:
Información y Orientación sobre el acceso y utilización de los recursos sociales con la finalidad de
prevenir desigualdades. (Registro y toma de datos, información, valoración, orientación y asesoramiento
social, tramitación, derivación e información y concienciación social).
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Ayuda a Domicilio y otros apoyos a la unidad convivencial, como respuesta a una necesidad en un
entorno de convivencia donde se presta atención individualizada y/o familiar en su domicilio.
Alojamiento alternativo, satisface la necesidad de todas las personas de disponer de un espacio
digno donde alojarse y en el que desarrollar los aspectos más elementales de la convivencia social,
como medida temporal o permanente, para las personas que carecen de un ambiente familiar
adecuado.
Prevención e Inserción Social, tiene como objeto dar respuesta a las necesidades de una persona o
colectivo en situación de riesgo o marginación social con el fin de promover su adecuación e integración
al medio social para prevenir su exclusión y, en su caso, lograr la reinserción familiar y social.
Fomento de la Solidaridad y la Cooperación Social. Además de las prestaciones mencionadas
se llevan a cabo actuaciones destinadas al "fomento de la solidaridad y cooperación social",
como complemento necesario para la efectividad social de las prestaciones anteriores. Incluye
actuaciones para promover la convivencia ciudadana de personas o colectivos con características
distintas o especiales, además de promocionar el "voluntariado social".
Todas estas actuaciones llevadas a cabo por el personal de los servicios sociales quedan recogidas en el
Sistema de Información de Usuarios de Servicios Sociales (S.I.U.S.S.), que es el programa informático de
desarrollo de la Ficha Social donde se hace la recogida de los datos básicos de la persona usuaria de los
servicios sociales. Asimismo, se recopila la información necesaria para realizar una intervención profesional
como respuesta a una demanda social, que permite una mejor gestión del expediente por parte de los equipos
profesionales.
El S.I.U.S.S. está estructurado en cuatro niveles independientes pero interrelacionados entre sí para el
intercambio de información:
Unidad de Trabajo Social (UTS): en este nivel se encuentra el contenido y desarrollo de la Ficha
Social y, en el conjunto del programa, sería el nivel de toma de datos.
Centro de Servicios Sociales: recibe los datos de la UTS para sus propias explotaciones.
Comunidad Autónoma : recibe los datos del Centro de Servicios Sociales para sus propias
explotaciones.
Ministerio Sanidad, Consumo y Agenda 2030 : recibe los datos de las Comunidades Autónomas y
realiza las explotaciones de todo el territorio.
Los Servicios Sociales deben garantizar a toda la población un acceso adecuado a los recursos sociales,
ofreciéndole información, orientación y asesoramiento para detectar y/o identificar las necesidades sociales y
problemáticas que afectan a ésta. Estas actuaciones deben desarrollarse de forma individual, grupal y
comunitaria encaminadas a procurar bienestar, autonomía y participación social, al mismo tiempo que amparan
sus derechos sociales.
Por último, es importante destacar que, durante la pandemia, los servicios sociales de las administraciones
públicas han estado dando respuesta a la crisis social originada por la COVID-19 junto con las entidades del
tercer sector. De hecho, la crisis de la COVID-19 ha puesto de manifiesto que los servicios sociales son el
soporte de millones de familias necesitadas y, por tanto, constituyen un pilar fundamental del estado de
bienestar en la lucha contra la pobreza y la exclusión social.
En relación con el futuro próximo, los retos de los servicios sociales están marcados por los procesos de
innovación en los Servicios Sociales, la coordinación entre los servicios sociales autonómicos, así como la
coordinación con las entidades del tercer sector para avanzar hacía un enfoque integral, la colaboración público-
privada, el impacto de las medidas incluidas en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la
Economía y la entrada en vigor de la Carta Social Europea revisada.
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Noticia. Redacción (17 de mayo de 2021): “España ratifica la Carta Social Europea
Revisada”. Fuente: Gobierno de España
Según el estudio “Visibilidad de las Mujeres en Europa 2020” (2020) de la Red Europea contra
la Pobreza, el 24,2% de la población de la Unión Europea se encuentra actualmente en riesgo
de pobreza o exclusión social y, de ese total, el 26% son mujeres y el 23,9% hombres. El
trabajo reproductivo y de cuidados recae mayormente en las mujeres, las cuales se enfrentan a
un mayor riesgo de pobreza y exclusión. En este sentido, las mujeres autónomas, en paro o
desempleadas, mayores o con necesidades especiales, racializadas, migrantes o con poca o
ninguna formación, representan uno de los grupos de mayor vulnerabilidad.
Fuente: Diario 16
“El progreso social puede ser medido por la posición social del sexo femenino”.
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Recursos
Enlaces de Interés
Ministerio de Sanidad. Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Ministerio de Consumo
https://www.mscbs.gob.es/ssi/familiasInfancia/inclusionSocial/inclusionSocialEspana/informesyEstudios/diezAnos.pdf
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2010) ?Los 10 años de los Planes Nacionales
para la Inclusión Social en el Reino de España? Fuente: Ministerio de Sanidad. Ministerio de Derechos
Sociales y Agenda 2030. Ministerio de Consumo
Plataforma Voluntariado
https://plataformavoluntariado.org/wp-content/uploads/2020/01/1577708336_estudio-genero-y-derechos.pdf
Malgesini Rey, Graciela y Oviedo Mendiola, María (2020): ?Género y desigualdad: Empoderamiento y
defensa de derechos de la mujer en España?. Red Europea de Lucha contra la Pobreza Fuente:
Plataforma Voluntariado
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deroga la Directiva 2010/18/UE del Consejo (Diario Oficial de la Unión Europea. L 188/79. 12 de julio de
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Diario Responsable
https://diarioresponsable.com/noticias/28628-crecimiento-sostenible-si-se-incide-en-igualdad-de-genero-economia-
circular-lucha-contra-cambio-climatico-y-corrupcion
La Red Española del Pacto Mundial ha publicado el informe ?ODS Año 4. El liderazgo empresarial en la
Agenda 2030: de la teoría a la acción? Fuente: Diario Responsable
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La pandemia de coronavirus y, más concretamente, su impacto socieconómico a largo plazo podría
empujar a la pobreza extrema a 207 millones de personas más, según un estudio del Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Fuente: Europa Press
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Según el estudio ?Visibilidad de las Mujeres en Europa 2020? (2020) de la Red Europea contra la
Pobreza, el 24,2% de la población de la Unión Europea se encuentra actualmente en riesgo de pobreza o
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