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Diapositiva 1.

En El valor de la ciencia, Poincaré, a colación de la relación entre lógica e intuición en matemáticas,


distingue dos “espíritus” matemáticos: el espíritu lógico (propio de los analistas) y el espíritu
intuitivo (propio de los geómetras). Esta diferenciación servirá meramente para ilustrar la
necesidad de ambas, lógica e intuición, para el hacer matemático. Adoptando un punto de vista
histórico, el matemático francés defiende que la rigorización de la matemática es un movimiento
reciente (propio de los analistas), y que anteriormente, entre los matemáticos eran más comunes
los espíritus intuitivos. Este movimiento se dio porque “la intuición no puede darnos rigor”
(Poincaré, 1918, pág. 17) y era necesario hacer de la matemática una disciplina rigurosa. Sin
embargo, critica que esta novedosa inclinación hacia la lógica llegue a establecerla como única
base de las matemáticas, como, de hecho, pretendían los logicistas. Es desde este punto de vista
desde donde Poincaré realiza su defensa de la necesidad de la intuición en las matemáticas. Según
este autor, los analistas solo pueden demostrar que la teoría es rigurosa, pero no pueden inventar
nada, ya que, Poincaré defiende que solo usan juicios analíticos que no son fecundos
(profundizaremos acerca de esta cuestión 30 en 6.1). Es la intuición la facultad que tiene la
capacidad de crear. De hecho, comentará que:

La intuición según Fischbein Fischbein considera a la “intuición” como un equivalente del


conocimiento intuitivo, no como fuente ni como método sino como un tipo de conocimiento. Se
admite intuitivamente que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta, que cada
número tiene un sucesor, que el todo es mayor que la parte, que un cuerpo se cae si no está
sostenido por algo, todas estas afirmaciones son aceptadas sin sentir la necesidad de una prueba
formal o empírica. Se caracterizan por ser autoevidentes, en cambio la afirmación “La suma de los
ángulos interiores de un triángulo es igual a dos rectos”, no se acepta intuitivamente porque no es
evidente por sí misma.

Diapositiva 2.

Esto contradice la tesis de Kant acerca de las matemáticas, que las entiende como verdades
sintéticas a priori, y si son sintéticas necesitan de la experiencia o de la intuición para formarse17 .
Frege, uno de los primeros logicistas, quería demostrar que las verdades matemáticas eran
analíticas y que podían ser demostradas sin necesidad de recurrir a la intuición18, es decir, podían
ser derivadas de los principios de la lógica. Además, si la lógica era consistente y la matemática se
reducía a la lógica, la matemática también lo sería (Giaquinto, 2002; Kline, 1982).

Diapositiva 3.

A la vez que el pensamiento logicista se estaba gestando, surgieron diversas voces disonantes. En
primer lugar, la tesis principal del logicismo no convencía a todos los autores, algunos de ellos
pensaban que la matemática tenía sus principios característicos que no podían ser reducidos a la
lógica. Además de esto, la utilización de ciertos axiomas como el de elección, el de reducibilidad, el
de infinitud… no era bien visto por muchos matemáticos. De hecho, se puede ver en la
correspondencia de Lebesgue, Baire y Borel la crítica al uso del axioma de elección y a numerosos
presupuestos logicistas; se les considera, efectivamente, semi-intuicionistas (Kline, 1982). También
se le llama intuicionista al matemático Kronecker, ya que no aceptaba el infinito actual, ni
tampoco las pruebas de existencia no constructivas, es decir, las demostraciones de que existe
alguna entidad porque su no-existencia sería contradictoria, pero no porque sean capaz de
construir un ejemplo (Kline, 1982). Además, el autor que vamos a trabajar, Henri Poincaré,
también se incluye en este grupo. No nos demoraremos explicándolo aquí porque lo haremos más
adelante. Lo que tienen en común estos autores es lo que posteriormente, la figura principal del
intuicionismo, L.E.J. Brouwer, intentó sistematizar a lo largo de su vida. No solo criticó los
presupuestos de la escuela logicista, sino que propuso una lógica intuicionista de acuerdo con esas
objeciones. El argumento principal de este autor es que las matemáticas son construcciones de la
mente y accedemos a ellas a través de una facultad 17 humana llamada intuición. En palabras del
intuicionista, y alumno de Brouwer, Heyting (1983): “los objetos matemáticos dependen, por su
propia naturaleza, del pensamiento humano. Su existencia está garantizada solo en la medida en
que pueden ser determinados por el pensamiento. Solo tienen propiedades en la medida en que
éstas pueden ser discernidas en ellos por el pensamiento24 ” (pág. 53). De esta manera, los
objetos matemáticos son solo aquellos que pueden ser pensados. Es por esto por lo que, al ser
nosotros seres finitos, consideran que no somos capaces de pensar en un conjunto con un número
de entidades infinito. Pensaban que los conjuntos infinitos de Cantor, al no poder ser concebidos
por la mente (no ser intuitivos), no es que fueran verdaderos o falsos, sino que (ya que no pueden
ser pensados), no son ni verdaderos ni falsos. Por esto, piensan que hay una tercera opción en el
valor de verdad, ya no solo verdadero ni falso. Es decir, no aceptan el principio de tercio excluso
para conjuntos infinitos, porque es imposible para una mente humana comprobarlo caso por caso
(Putnam & Benacerraf, 1983; Giaquinto, 2002; Kline, 1982). Además, los intuicionistas pensaban
que solo eran aceptables las definiciones constructivas, es decir, que “hay que dar un método para
exponer la entidad o entidades en un número finito de pasos, o un método para calcularlas con
cualquier grado de precisión deseado” (Kline, 1982, pág. 238). Así, axiomas como el de elección o
la hipótesis del continuo son rechazados a la hora de demostrar la existencia. En base a estas
restricciones que ponen a las matemáticas, los intuicionistas crean una nueva lógica: la lógica
intuicionista. El problema es que no se desarrolló debidamente hasta más adelante, era muy
complicada y, lo más relevante; por el camino tuvieron que renunciar a una parte importante de la
matemática (Kline, 1982).

Diapositiva 4:

1. El señor Méray quiere probar que una ecuación binomial siempre tiene una raíz o, en
palabras ordinarias, que un ángulo siempre puede ser subdividido. Si existe alguna verdad
que pensamos conocer a partir de la intuición directa, es ésta. ¿Quién podría dudar que un
ángulo siempre puede dividirse en cualquier número de partes iguales? El señor Méray no
lo ve de esta forma; para sus ojos, esta proposición no es en absoluto evidente y para
probarla necesita varias páginas. Por otro lado, veamos al profesor Klein: está estudiando
una de las cuestiones más abstractas de la teoría de funciones para determinar si, sobre
una superficie de Riemann dada, siempre existe una función que admita singularidades
dadas. ¿Qué hace el célebre geómetra alemán? Reemplaza la superficie de Riemann por
una superficie metálica cuya conductividad eléctrica varía de acuerdo con ciertas leyes.
Conecta dos de sus puntos con los dos polos de una batería. La corriente, dice, debe pasar,
y la distribución de esta corriente sobre la superficie definirá una función cuyas
singularidades serán precisamente aquellas pedidas por la enunciación. Sin duda, el
profesor Klein sabe bien que aquí ha dado sólo un bosquejo: no obstante, no ha dudado
en publicarlo; y probablemente crea que ha encontrado, si no una demostración rigurosa,
por lo menos una especie de certeza moral. Un lógico hubiera rechazado con horror tal
concepción, o quizá no hubiera tenido que rechazarla, porque en su mente nunca se
hubiera originado.
2. De nuevo, permítanme comparar a dos hombres, el honor de la ciencia francesa, que
recientemente nos han abandonado, pero que entraron desde hace tiempo en la
inmortalidad. Hablo del señor Bertrand y del señor Hermite. Fueron estudiantes de la
misma escuela al mismo tiempo; tuvieron la misma educación y estuvieron bajo las
mismas influencias. Aún con todo esto, ¡qué gran diferencia hay entre ambos! No sólo esta
diferencia resplandece en sus escritos, sino en sus enseñanzas, en su manera de hablar, en
su misma mirada. En la memoria de todos sus pupilos están presentes estas dos caras.
Para todos aquellos que tuvieron el placer de seguir sus enseñanzas, este recuerdo es
todavía fresco: para nosotros es fácil evocarlo. Mientras hablaba, el señor Bertrand
siempre estaba moviéndose; a veces parecía estar en combate con algún enemigo
externo, a veces esbozaba, con un gesto manual, las figuras que estudiaba. Apenas podía
ver y era muy viejo para trazar figuras, y por eso acudía a la gesticulación. Con el señor
Hermite, sucede justamente lo opuesto; sus ojos parecen huir del contacto con el mundo;
no es fuera, sino dentro donde busca la visión de la verdad.
3. Dentro de los geómetras alemanes de este siglo, dos nombres son ilustres sobre todos los
demás, aquellos de los dos científicos que han fundado la teoría general de funciones:
Weierstrass y Riemann. Weierstrass lleva todo de vuelta a la consideración de las series y
de sus transformaciones analíticas; para expresarlo mejor, reduce el análisis a una especie
de prolongación de la aritmética: se pueden recorrer todos sus libros sin encontrar una
sola figura. Riemann, por el contrario, recurre a la geometría inmediatamente: cada una
de sus concepciones es una imagen que nunca puede olvidarse, una vez capturado su
significado.
4. Más recientemente, Lie fue un intuicionista. De esto podría dudarse al leer sus libros, pero
no después de hablar con él: inmediatamente se ve que piensa en imágenes.
5. La señora Kovalevski, por el contrario, fue una lógica. Entre nuestros estudiantes
encontramos las mismas diferencias: algunos prefieren tratar sus problemas “por análisis”,
otros “por geometría”. Los primeros son incapaces de “ver en el espacio”, los segundos se
cansan rápidamente de grandes cálculos y se vuelven perplejos.
Conclusion de lo anterior: Los dos tipos de mentes son igualmente necesarios para el
progreso científico. Tanto los lógicos como los intuicionistas han logrado grandes cosas
que otros no pudieron haber hecho. ¿Quién se aventuraría a decir que sería preferible que
Weierstrass nunca hubiese escrito o que Riemann nunca hubiese existido? El análisis y la
síntesis tienen sus legítimos papeles. Pero es interesante estudiar de manera más cercana,
en la historia de la ciencia, la parte que pertenece a cada cual.
Diapositiva 5:

1. Sabemos que existen funciones continuas carentes de derivadas. Nada es más


chocante a la intuición que esta proposición impuesta sobre nosotros por la lógica.
Nuestros padres no hubieran tenido reparo en decir: “Es evidente que cada función
continua tiene una derivada, porque cada curva tiene una tangente”. ¿Cómo puede
ser que la intuición nos engañe sobre este punto? Es porque, cuando intentamos
imaginar una curva, no podemos representárnosla sin anchura; justo así, cuando nos
representamos una línea recta, la vemos bajo la forma de una tira rectilínea de una
cierta amplitud. Sabemos muy bien que estas líneas no tienen anchura; intentamos
imaginarlas cada vez más estrechas para así aproximarnos al límite, de tal forma que
hacemos una cierta medida, pero nunca alcanzaremos este límite. Y después es claro
que siempre podemos representar estas dos tiras estrechas, una recta, otra curva, en
una posición tal que se invadan ligeramente una sobre la otra sin cruzarse. De esta
forma llegaríamos a concluir, a menos que nos prevenga un análisis riguroso, que una
curva siempre tiene una tangente.

2. Como segundo ejemplo, tomaré el principio de Dirichlet sobre el cual descansan


tantos teoremas de la física matemática. Hoy lo establecemos por razonamientos muy
rigurosos pero muy largos; hasta antes, por el contrario, nos contentábamos con un
resumen de la prueba. Una cierta integral, dependiente de una función arbitraria,
nunca puede desaparecer. Por tanto, se concluye que debe tener un mínimo. La falla
de este razonamiento nos llama la atención inmediatamente, debido a que usamos el
término abstracta función y estamos familiarizados con todas las singularidades que
las funciones pueden presentar cuando la palabra es entendida en el sentido más
general.

3. Así fue con los números inconmensurables. La vaga idea de la continuidad, que
debemos a la intuición, se resolvió en un complicado sistema de desigualdades
referentes a números enteros. Por tales medios, las dificultades derivadas de pasar al
límite, o de la consideración de los infinitesimales, fueron finalmente removidas. Hoy
en día, en el análisis, sólo quedan números enteros o sistemas de números enteros
(finitos o infinitos) unidos por una red de relaciones de igualdad o desigualdad. Las
matemáticas, como se diría, están aritmetizadas.
Diapositiva 6:
Creemos que en nuestros razonamientos ya no apelamos a la intuición; los filósofos dirán
que esto es una ilusión. La lógica pura no nos conduciría a nada excepto a tautologías; no
puede crear nada nuevo, ni a partir de ella lo puede hacer la ciencia. En un sentido, estos
filósofos tienen razón: para hacer aritmética, así como para hacer geometría, o cualquier
ciencia, es necesario algo más que la lógica pura. Para designar este algo más no tenemos
otra palabra que la de intuición. ¿Pero cuántas ideas distintas se esconden bajo esta
misma palabra?
Todos estos cuatro axiomas se atribuyen a la intuición, aun cuando el primero es la
enunciación de una de las reglas de la lógica formal; el segundo es un juicio sintético a
priori real, el fundamento de la inducción matemática rigurosa; el tercero sea una
apelación a la imaginación; y el cuarto sea una definición disfrazada. La intuición no
necesariamente se basa sobre la evidencia de los sentidos; los sentidos, de ser esto así,
pronto perderían su poder. Por ejemplo, no nos podemos representar un chiliágono, aun
cuando razonemos, por intuición, sobre los polígonos en general, que incluyen al
chiliágono como un caso particular.
Diapositiva 7:
Fischebein (1987), con el fin de introducir claridad en el complejo dominio de la
intuición, propuso la siguiente clasificación, en la que se considera la intuición en
relación a soluciones:
Intuiciones afirmatorias: son representaciones o interpretaciones de varios hechos
aceptados como ciertos, autoevidentes y auto-consistentes.
Una intuición afirmatoria se puede referir: - al significado de un concepto, por
ejemplo, el significado intuitivo de nociones como fuerza, punto, línea recta, etc. - al
significado de relaciones o a una afirmación, por ejemplo, la fuerza como algo
necesario en orden a mantener un cuerpo en movimiento. - a la aceptación de una
inferencia, la cual puede ser inductiva o deductiva; por ejemplo, de A=B y B=C uno
deduce intuitivamente que A = C.
Intuiciones conjeturales: son hipotesis asociadas con los sentimientos de certeza. Por
ejemplo «estoy seguro que llegarás a ser un excelente matemático.
Intuiciones anticipatorias: son también conjeturas, pero han sido clasificadas
separadamente, dado que pertenecen más explícitamente a la actividad de resolución
de problemas. Una intuición anticipatoria es la perspectiva preliminar, global, de una
solución de un problema, y precede al análisis y al desarrollo de una solución. No toda
hipótesis es una solución; únicamente esas hipótesis que van asociadas, al comienzo,
con el sentimiento de certeza y de evidencia, son intuiciones anticipatorias. La
naturaleza contradictoria de la intuición anticipatoria (y la intuición en general) se
expresa en las revelaciones introspectivas del matemático: en su forma inicial, la
solución se percibe simultaneamente como cierta e imperativa y también como tenue,
sutil, transitoria y pasajera.
Intuiciones conclusivas: resumen en una conclusión, en una visión global, las ideas
esenciales de una solución de un problema que ha sido previamente elaborado. Esta
perspectiva total, global, añade a la construcción formal y analítica un sentimiento de
intrínseca y directa certidumbre (certeza).
Diapositiva 8:

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