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PERDIDA DEL DERECHO DE PROPIEDAD

1. TRANSFERRENCIA DE DERECHO

Como se tiene dicho, la posesión será la que marque el inicio de la propiedad (art.
152 infine) y éste, claro está (aunque las excepciones serán estudiadas luego),
comenzará en el momento en que efectivamente se configure la posesión; es
decir, desde el instante en que se tenga el poder físico efectivo sobre el bien y con
la intención de comportarse como su propietario (o, por extensión, de acuerdo al
p.II del art. 101, como su usufructuario, usuario o acreedor prendario).

Y, así como en ese momento se adquiere la propiedad y posesión, también (y


como efecto simultáneo inexpugnable) el propietario (ahora anterior) encuentra
extintas las suyas (aunque desconozca de tales eventos y crea mantener posesión
mediata o ideal).

Este inicio de la titularidad real, concedida por el art. 152, es efecto próximo e
inmediato del contacto físico intencional (posesión) del sujeto con el bien. Es
intrascendente que posteriormente éste pierda o entregue (involuntariamente o no)
la posesión a otro: el poseedor de buena fe es ya propietario. Tanto es así que,
según Messineo, este poseedor de buena fe en realidad ejercerá con rigurosidad
las facultades de su derecho al transmitirlo o entregarlo en detentación a otro.

En la adquisición de la posesión (y en consecuencia de la titularidad real) sólo


hará falta la buena fe subjetiva inicial, pues el descubrimiento posterior de la
calidad de non domino del transmitente y otorgante, no afectará la posesión (ergo,
titularidad) ya adquirida (malafides superveniens non nocet).

El art. 101 del CC exige en su primera fracción una causa jurídica instrumental que
tenga la suficiencia y potencia de transmitir la titularidad del derecho real; y, en su
segunda fracción, ya que debe ser entendida no como una transmisión sino como
una constitución de derechos reales, el instrumento necesario será un justo título
para ello.
Se colige, entonces, que si el principio es el contrato con efectos reales
consensual, bastará el simple acuerdo de voluntades entre el tradens y el tercero
de buena fe (respecto de un bien determinado) para que este presupuesto del
justo título sea cumplido. Sin embargo, la posesión de buena fe (como modo
autónomo de adquirir la titularidad de un derecho real) también puede devenir de
un contrato formal concluido mediante escritura pública ante notario de fe pública
(piénsese, al amparo del art. 491 citado, en una donación no manual de un bien
mueble que cumpla con los presupuestos exigidos por ley).

Dependerá del título (causante) la posición o situación jurídica que el tercer


adquirente pueda fundar frente al bien. Posición o situación que se traduce
precisamente en la cualidad de posesión efectiva que éste adquiera y que, en
concreto, será la que determine su animus (y el contenido -alcance- de la
constitución efectiva del derecho real). Si el título tiene la potencialidad de otorgar
la propiedad, el animus del tercer adquirente será (o podrá ser) el possidendi (la
intención de comportarse como propietario) y si, en cambio, el título sólo alcanza
para la constitución de un derecho real sobre cosa ajena o de garantía, su animus
será el detinendi (cualidad de mero detentador que reconoce un derecho real de
grado superior al suyo y que, en definitiva, le exige la devolución del bien a quien
cree que es su verdadero propietario). Esto último será en los casos en que el
título constituya el usufructo, el uso o la prenda (art. 101 p.II).

"Una situación diversa es aquella por la cual el bien mueble llegue a manos de un
tercero adquirente teniendo una procedencia ilegítima. Tales son los casos en que
el bien se haya perdido para el propietario como consecuencia de extravío, hurto,
hurto impropio (estafa, apropiación indebida y similar). Son todos ellos casos de
pérdida llamada involuntaria; y difieren de los casos de que el propietario del bien
lo confíe a otro" (Messineo, T.III-352).

Sin embargo, puede suceder que quien encuentre el bien no lo devuelva a su


propietario o no practique la denuncia de su hallazgo a la autoridad competente y,
por el contrario, decida (ilegítimamente) poseerlo como verus domini (fundado en

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su mala fe). Este caso es, ciertamente, muy similar al hurto. Es aplicable lo dicho
también al caso en que ilegítimamente alguien se apropie de un bien con violencia
(lo robe).

Aunque, en estricto derecho, este poseedor ilegítimo no adquiera la propiedad del


bien, lo cierto es que tendrá a su favor la presunción de ser el verdadero
propietario (art. 100 del CC) y, aprovechando de ella, podrá hacer caer en error
(buena fe) a un tercero transmitiéndole su propiedad (o constituyendo a su favor
un derecho real menor). Ante estas hipótesis ilegítimas (y otras que válidamente
pueden ser aplicadas analógicamente) es que es de aplicación la excepción
prevista por este art. 102, con la puntualización (indispensable) que esta
excepción no proviene del actuar ilegítimo del tradens (que tanto en esta
excepción como en el principio previsto en el art. 101 del CC actúa ilegítimamente
-aunque podría no hacerlo si fuere propietario aparente-), sino de la desposesión
involuntaria del bien del verus domini.

Por este mismo razonamiento es que, en el caso previsto por el p.II del art. 102, el
verdadero propietario del bien puede reivindicar el bien de quien hubiera
pretendido adquirir su propiedad (y no otros derechos reales menores) de una
feria, venta pública o de un comerciante. Claro que, por un principio de equidad,
este tercero de buena fe debe ser reembolsado (por el reivindicante) en el precio
que hubiera erogado en la compra (si realmente quiere recuperar el bien).

G. Presunción de propiedad. El art. 100 del CC funda la presunción (que admite


prueba en contrario al amparo de su redacción y del art. 1318 del CC) de título de
propiedad a favor del poseedor de buena fe de bienes muebles corporales. Esta
presunción, de acuerdo al texto legal, es sólo respecto del derecho real de
propiedad (y no de derechos reales menores).

Esta presunción es, en todo caso, sólo un medio de prueba y no es, en definitiva,
el título mismo de la propiedad (o causa originaria de la calidad de propietario), ya
que, como se analizó previamente, el título de propiedad emerge del cumplimiento
del presupuesto complejo previsto por los arts. 101, 152.

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Esta presunción, por el hecho de ser juris tantum, es la que permite que el
verdadero propietario pueda reivindicar su propiedad demostrando que no existe
la buena fe del tercero adquirente o que no se ha cumplido el presupuesto
complejo de los arts. 101 y 152 del CC o, incluso, la vigencia de la excepción del
art. 102. Pues si fuere de jure, claro, la sola posesión sería el título de propiedad
(sin necesidad que mediara otros requisitos), tal como sucede en el CC francés.

Es más, esta presunción del art. 100 es un efecto ineludible del instituto de la
posesión que genera, respecto del poseedor de cualquier bien, una presunción
también de su propiedad (confrontar con el art. 87 del CC, aunque este art. es
extensivo a denotar también otros derechos reales). Así Diez-Picazo manifiesta
que "... la posesión cumple una función de legitimación, en virtud de la cual
determinados comportamientos sobe las cosas permiten que una persona sea
considerada como titular de un derecho sobre ella y pueda ejercitar en el tráfico
jurídico las facultades derivadas de aquél, así como que los terceros puedan
confiar en dicha apariencia... En consecuencia, bajo el prisma de la función
legitimadora, diríamos que la posesión es la situación jurídica que legitima a una
persona en virtud de la apariencia para ejercitar el derecho que dicha apariencia
manifiesta o publica, o permite a los terceros confiar en ella" (Diez-Picazo, 88).

2. CESIÓN INVOLUNTARIA

El pago por cesión de bienes tiene sus orígenes en la ley de las XII tablas
(derecho romano clásico), esta ley facultaba al acreedor aprehender en prisión al
deudor mediante la manus injectio, lo que permitió que muchos sujetos sean
convertidos en esclavos de por vida.

Por ello que en la época del imperio y de la republica mediante la Lex Vallia, Lex
Poetelia Papiria  y Lex Bonorum dio lugar a la Cesio Bonorum, donde el deudor
insolvente entregaba la totalidad de sus bienes al acreedor librándose de esta
forma de la esclavitud y de la prisión, era esencialmente un procedimiento
formulario donde el juez podía hacer el deposito total de los bienes, sin embargo,
es el Corpus Juris Civile de Justiniano quien regula adecuadamente la cesión de

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bienes y la prisión por deudas la que es recogida en la edad media y plasmada en
el Código Civil Francés de 1804.

Las legislaciones posteriores a la Francesa como la Alemana, Italiana y la Suiza,


de un contenido eminentemente objetivista no toma en cuenta en su código civil el
pago por cesión de Bienes, la que estuvo vigente mientras exista la figura de
prisión por deudas, desaparecida esta figura, la cesión de bienes también pierde
fuerza, sin embargo, en nuestra legislación aún sigue vigente por el uso constante
que se ha realizado de ella.

Para que el pago sea considerado perfecto este debe respetar los principios de
integridad e identidad de obligaciones y por lo tanto satisfacer plenamente al
acreedor, por tanto, dentro de las diferentes instituciones y formas de pago que ya
vimos en anteriores exposiciones.

En esta ocasión nos toca ver el pago por cesión de bienes, privilegio legal
concedido al deudor para abandonar todos sus bienes, con la finalidad de que así
se hagan pago sus acreedores

La cesión de bienes no es más que la dejación que un deudor hace de todo sus
bienes a sus acreedores, cuando se encuentra en la imposibilidad de pagar sus
deudas, por tanto el Pago por Cesión de bienes no es sino el que realiza un
deudor, incapaz económicamente de pagar sus deudas, cuando entrega a sus
acreedores cuanto tiene, para que se haga pago con ello, hasta donde alcancen
los bienes cedidos.

3. EXPROPIACIÓN

La expropiación es una figura ambivalente a partir de la cual el Estado limita el


derecho de propiedad pero que, simultáneamente, sirve como garantía del mismo
derecho. La expropiación sirve como garantía del derecho de propiedad porque
establece que las autoridades sólo pueden llevar a cabo una adquisición forzosa

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en ciertos casos y cumpliendo condiciones específicas. La Primera Sala de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación ha confirmado recientemente esta
interpretación al afirmar:

[…] En dichos términos, la afectación a la propiedad privada, por parte del


Estado, es constitucionalmente posible al reconocerse la figura de la
expropiación. No obstante, dicho acto implica la afectación del derecho de
propiedad, el cual no puede ser arbitrario porque, en el caso contrario, el
derecho de propiedad no tendría vigencia real. Es decir, el titular de la
propiedad no puede considerar protegido su bien si el Estado tuviera la
posibilidad de afectarlo sin estar sujeto a restricciones que autoricen su
actuación. Por ello, si la propiedad privada se encuentra protegida frente al
interés de expropiación por parte del Estado, se debe a que la actuación de
este último está sujeta a dos elementos que le exigen ejercer la afectación
sólo cuando existe justificación y se realice una reparación al titular de la
propiedad privada. Es decir, la causa de utilidad pública y la indemnización
no son derechos humanos sino garantías de protección del derecho
humano a la propiedad privada, frente al interés de expropiación por parte
del Estado.

Estos elementos delimitan el derecho de propiedad y corresponde al Poder


Judicial definir con precisión el contenido de las limitaciones y por lo tanto del
derecho de propiedad. El Poder Judicial en México, y en particular la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, ha interpretado estos dos elementos en su
jurisprudencia desde 1917.

En este artículo nos concentraremos en analizar la evolución histórica de la


interpretación de la Suprema Corte de Justicia del concepto de indemnización en
casos de expropiación. Esto nos permitirá entender la forma en que el derecho de
propiedad se delimita en el orden jurídico mexicano. Para llevar a cabo este
análisis hemos recurrido a una base de datos que incluye todas las tesis aisladas
y tesis de jurisprudencia sobre expropiación, publicadas por la Suprema Corte de
Justicia entre 1917 y 2009.

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Para llevar a cabo un análisis más completo, también nos auxiliamos de una base
de datos creada a partir de una solicitud de información mediante la cual se
obtuvieron todas las sentencias de la Corte sobre decretos expropiatorios. Se creó
una base de datos de sentencia y se analizaron exclusivamente aquellas
sentencias en las que la Suprema Corte se pronunció sobre la indemnización en el
procedimiento expropiatorio.

Entre 1917 y 1968 la Suprema Corte de Justicia desarrolló una interpretación


sustantiva de la indemnización como una garantía constitucional que permitía que,
incluso, en aquellos casos en que la expropiación se encontraba justificada, los
propietarios no se vieran forzados a soportar una carga excesiva en aras del
interés público.

La indemnización en procedimientos expropiatorios consiste en la obligación de


pagar una compensación justa cuando la propiedad es adquirida forzosamente por
el Estado. Existen dos elementos de esta definición que pueden generar conflictos
y dar lugar a la intervención del Poder Judicial. El primero es cómo calcular el
valor de la propiedad que adquiere el gobierno. Esta categoría incluye aspectos
como el cálculo del valor de construcciones dentro del terreno expropiado o
unidades productivas como minas, tierras agrícolas o fábricas. En esta categoría
también se pueden incluir problemas con respecto a lo que se debe incluir en el
cálculo de la indemnización; el uso actual del predio expropiado, el uso permitido
por la ley o el precio promedio de predios adyacentes.

El segundo elemento de la definición propuesta, que puede resultar problemático,


es el momento en el que se debe pagar la indemnización y la forma en que ésta
debe cubrirse. Por ejemplo, si la indemnización tiene que pagarse antes de
adquirir la propiedad o si la indemnización puede ser cubierta posteriormente; si
puede cubrirse posteriormente: ¿cuánto tiempo puede demorarse el pago de la
indemnización? ¿Tiene que pagarse la indemnización con dinero en efectivo o se
puede utilizar otra forma de pago?

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La Suprema Corte prácticamente no discutió el primer elemento, pero existe un
cuerpo importante de decisiones interpretando la indemnización como una
garantía constitucional, que se extienden hasta 1968. En la siguiente sección
presentaremos el marco constitucional y legal de la expropiación.

4. BIBLIOGRAFÍA
 OSORIO, MANUEL.
Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales. Editorial Heliasta.
Buenos Aires - Argentina, 1981.
 MORALES GUILLEN, CARLOS. Código Civil Concordado y Anotado. 2da.
Edición, Editorial Gisbert & Cia., La Paz - Bolivia, 1982.
 REPÚBLICA DE BOLIVIA. Constitución Política del Estado. Editorial s.r.l.,
La Paz - Bolivia, 2004.

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