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www.ommeditorial.com
ommeditorial@ommred.com
isbn 978-84-941606-2-2
Depósito Legal m-36041-2013
Índice
Prólogo | 11
Introducción | 15
1. Las Ordenes Militares. Un estado de la cuestión | 21
2. La función de la nobleza en la sociedad del Barroco | 31
2.1. Nobleza y caballería | 31
2.2. ¿El estamento nobiliario cuestionado? Críticas a su papel en la sociedad
de los Austrias | 41
3. La política de Olivares y la nobleza | 47
4. El Conde Duque y las Órdenes Militares | 65
5. La Junta de Caballería y el Batallón de las Órdenes | 77
5.1. Los orígenes del llamamiento del año 1640 | 77
5.2. La resistencia a la movilización | 89
5.3. El establecimiento del Batallón de las Órdenes. Intervención en la guerra
de Cataluña | 99
5.4. Composición de la unidad | 118
5.4.1. La tropa: caballeros y sustitutos | 118
5.4.2. La oicialidad | 125
5.4.3. La plana mayor | 129
5.5. La participación de la nobleza titulada | 133
5.6. Consideraciones inales | 141
Conclusiones | 157
Abreviaturas utilizadas | 161
Fuentes | 163
Fuentes manuscritas | 163
Fuentes impresas | 163
Bibliografía | 167
11
Prólogo
14 las que la autoridad regia —visible aquí en la actuación del privado— tuvo que
pactar con distintas instancias e individuos porque carecía de capacidad efecti-
va para materializar sus máximas pretensiones.
Por tanto, gracias a este buen trabajo de investigación centrado en la iniciati-
va de crear el Batallón de las Órdenes en 1640, no solo contamos con una visión
bien informada de la génesis y actuación de esta unidad militar, sino que dispo-
nemos de más luz sobre una cuestión central en el estudio de la Monarquía de
España bajo los reyes Habsburgo, que es el de la distancia entre la autoridad y el
poder, es decir, la consideración que los súbditos, en este caso nobles y caballeros
de hábito, tenían de su papel dentro de la Monarquía y la capacidad de manio-
bra de ésta cuando pretendía movilizar recursos humanos y económicos y mo-
diicar la escala de valores socialmente aceptada.
Introducción
1. Dos excelentes repasos historiográicos sobre esta materia en: M. A. Ladero Quesada: “La
decadencia española como argumento historiográico”, en: Hispania Sacra, nº 97 (1996).
pp. 6-50. L. Salas Almela: “Del Felipe iv de Cánovas a la teoría del consejo”, en: Torre de los
Lujanes, nº 39 (1999). pp. 177-191.
LAS ÓRDENES MILITARES DURANTE EL MINISTERIO DEL CONDE DUQUE DE OLIVARES
16 con las prácticas vigentes a la hora de ejercer el poder, cuyo objetivo era revi-
talizar y devolver su pasado esplendor a la monarquía de España2.
Respecto al tema que da pie a este trabajo, uno de los temas recurrentes a lo
largo de su ministerio fue la, en su criterio, falta de compromiso de la nobleza
con la defensa de la monarquía. Olivares se lamentaba de que los privilegiados
tenían cada vez menos interés en cumplir con sus obligaciones, máxime cuando
eran éstas las que justiicaban su preeminencia en la sociedad. En cuanto a las
Órdenes Militares, Olivares denunció su apatía y el cada vez mayor abismo que
las separaba del ámbito castrense. Se trata de una cuestión que ocupó su pensa-
miento político desde antes de ocupar puestos de gobierno, y una vez lo hizo se
propuso que los miembros de estas instituciones retomaran la ocupación para la
que fueron creadas, si bien adaptadas a las necesidades surgidas como consecuen-
cia del estallido de la guerra con Francia, lo que inalmente logró en el año 1640.
Pese a tratarse de una materia que tiene una gran importancia a la hora de es-
tudiar las relaciones entre la Corona, la nobleza, el servicio militar y la remune-
ración de los servicios prestados, ha permanecido prácticamente inédita en los
estudios sobre las Órdenes Militares3. A pesar de los considerables avances que
ha experimentado el conocimiento sobre estas milicias, aspectos como sus im-
plicaciones propiamente castrenses y los intentos de movilización de los caballe-
ros de hábito durante el ministerio de D. Gaspar de Guzmán no han sido abor-
dados en profundidad, carencias que con este trabajo me propongo aminorar.
En cuanto al punto de partida, resulta muy difícil aislarse de los planteamien-
tos heredados de la historiografía tradicional, para quienes la ruptura del nexo
que unía a la nobleza y a las Órdenes Militares era algo incuestionable. Pero es-
tas tesis tan categóricas están dejando paso a otras mucho más equilibradas, que
valoran en su justa medida la compleja realidad a la que se tuvo que enfrentar
la monarquía española durante las décadas de los 30 y los 40. De este modo se-
ría correcto hablar de una adaptación a los nuevos tiempos, donde otras moda-
lidades de servicio que no implicaban la asistencia personal eran muy apreciadas
por el monarca, en lugar de una decadencia de los valores militares. Finalmente
debe subrayarse la importancia de conceptos como negociación, acuerdo o pac-
to a la hora de analizar las relaciones entre la Corona y sus primeros súbditos.
Respecto a la estructura de la obra, comienzo con una valoración de la produc-
ción historiográica sobre las Órdenes Militares, con especial atención a los traba-
jos aparecidos desde la segunda mitad del siglo xx, momento a partir del cual se
produjo una verdadera revolución en los estudios sobre estas milicias, y los publi- 17
cados en los últimos años, que atestiguan el interés de los especialistas por ellas.
Le sigue un segundo capítulo en el que abordo el debate existente en la so-
ciedad de la época sobre la función de la nobleza en ella, así como la naturaleza
del servicio nobiliario. Se trata de una cuestión que hunde sus raíces en época
medieval, y que permite encuadrarla en un contexto histórico, pues los defen-
sores de la vertiente más tradicional de la función nobiliaria siempre invocarán
ese periodo como el modelo a seguir.
En el tercer epígrafe me centro en la concepción que tenía el Conde Duque
de la nobleza (entendida en sentido amplio), así como de los planes que había
esbozado para moldear al segundo estamento en función de su programa polí-
tico-social. El origen de todo era la, según su criterio, cada vez mayor distancia
entre los privilegiados y la actividad que legitimaba su posición en la sociedad.
En su opinión, uno de los problemas cuya solución debía acometerse inmedia-
tamente era las deiciencias educativas de los vástagos de las principales familias
de la monarquía, pues sin un claro programa educativo destinado a la próxima
generación de altos cargos (tanto civiles como militares) todo esfuerzo en esa di-
rección sería inútil. Paralelamente trató de llevar a cabo una nueva política de
gratiicación de los servicios prestados, destinada a conseguir el servicio de indi-
viduos deseosos de demostrar su valía para ascender en la sociedad, pero que la
falta de incentivos les retraía de hacerlo.
Aquí es donde Olivares obtuvo algunos éxitos, limitados si se tiene en cuenta
el tamaño de la estructura militar y administrativa de la monarquía de España,
pues luchó contra viento y marea para eliminar las malas prácticas heredadas.
Por el contrario, y a pesar de que obtuvo de ellos grandes asistencias en forma de
levas y dinero, fracasó en su intento de doblegar a grandes y títulos para que se
plegaran a sus deseos y sirvieran incondicionalmente a la Corona. A este respec-
to, cuando la administración real recurrió al acuerdo y se pactó una asistencia
entre ambas partes, los resultados obtenidos fueron mucho más cuantiosos que
cuando se amenazaba con la imposición de castigos a los nobles desobedientes.
Seguidamente intento acercarme a la idea que Olivares tenía sobre las Órdenes
Militares, y el modo en que podían ser útiles a la defensa de la monarquía. En
cuanto a este particular, cabe destacar que el primer ministro fue capaz de con-
densar toda la producción intelectual de los autores encuadrados dentro de la co-
rriente arbitrista, quienes dieron a conocer nuevas ideas (si bien en su mayor par-
te, al igual que gran parte de las innovaciones que trató de introducir D. Gaspar
en sus años de gobierno, volvían sus miras hacia un tiempo pretérito) para que
estas congregaciones recuperaran su esplendor. Pero la importancia del Conde
Duque no radica en que fuera capaz de asimilar esta herencia y adaptarla a su
pensamiento político-social sino que, desde su privilegiada posición, fue capaz de
llevarla a la práctica, convirtiéndose en el primer (y único) arbitrista con poder.
Para concluir, me centro en los acontecimientos que desembocaron en la deci-
sión, adoptada en enero de 1640, de formar una unidad de caballería compuesta
por caballeros de hábito, comendadores y sus sustitutos. Como podrá comprobar-
se más adelante, se trató de una resolución largamente meditada en los años ante-
riores, y que supuso la culminación de una política cuya inalidad era aumentar,
aún más, el grado de participación de los privilegiados en las labores defensivas.
LAS ÓRDENES MILITARES DURANTE EL MINISTERIO DEL CONDE DUQUE DE OLIVARES
18 Una vez conocidas las circunstancias en las que se decidió formar el Batallón
de las Órdenes, paso a tratar todo lo relacionado con las tareas de reclutamien-
to de caballeros y sustitutos, las personas encargadas de llevarlo a cabo, las loca-
lidades donde más resistencia encontraron las órdenes reales y aquellas donde se
obtuvieron los mejores resultados. Cabe destacar el papel que en todo ello juga-
ron los poderes locales pues, en deinitiva, serían ellos los responsables de llevar
a la práctica los mandatos remitidos desde la Corte. Respecto a este particular,
tendrá ocasión de comprobarse las grandes limitaciones del poder real para ha-
cer cumplir sus disposiciones pues, en general, aquellos miraron más por sus in-
tereses que por los de la Corona. De modo que fueron habituales los retrasos, las
dilaciones e incluso la omisión deliberada de las resoluciones reales. Pese a todos
los problemas a los que debió hacer frente la Junta de la Milicia de las Órdenes,
organismo encargado de organizar esta unidad, se alcanzó el objetivo propues-
to y el Batallón tomó parte en los combates durante las compañas de los años
1640, 1641 y siguientes. No obstante, he decidido marcar como límite cronoló-
gico del trabajo ese año, pues a partir de 1642 se introdujeron importantes nove-
dades en todo lo relacionado con esta fuerza montada, que acarrearon una mo-
diicación de las condiciones iniciales.
Respecto a las fuentes utilizadas, tienen un triple origen: el Archivo Histórico
Nacional, la Biblioteca Nacional y el Archivo General de Simancas. En el prime-
ro de ellos destaca la sección de Órdenes Militares, donde he accedido a la docu-
mentación conservada bajo el epígrafe “Junta de Caballería” (el organismo diri-
gido por el Conde Duque que se encargó de la movilización y reclutamiento de
los caballeros de hábito para formar el Batallón de las Órdenes), que me ha pro-
porcionado información de primera mano sobre las tareas de formación de la
unidad, la resistencia ofrecida por los poderes locales y el modo en que se lleva-
ron a cabo los alistamientos en las diferentes circunscripciones.
Los ricos fondos, tanto impresos como manuscritos, procedentes de la
Biblioteca Nacional me han ofrecido una visión general sobre el contexto inte-
lectual existente, en los siglos xvi y xvii, en cuanto al papel de estas milicias en
la España de los Austrias, así como de los diferentes programas dados a cono-
cer para devolverlas su esplendor. Igualmente me ha resultado útil para recons-
truir el periplo del Batallón de las Órdenes en el frente catalán, y su papel en las
operaciones militares.
En el Archivo General de Simancas, y más concretamente en su sección de
Guerra Antigua, gracias a la información recogida en las consultas del Consejo
de Guerra, y también otras entidades administrativas con competencias en ma-
teria militar, he podido acercarme a los intentos de movilización del estamento
privilegiado, desde antes del inicio de la guerra con Francia y hasta el año 1640,
momento en el que se ordenó la formación del Batallón de las Órdenes. Aunque
también me ha aportado información relativa a la constitución de la unidad y su
estado en los meses posteriores.
Otros centros documentales en los que he trabajado han sido la Real Academia
de la Historia y la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, si bien su peso
dentro de este capítulo es mucho menor en comparación con los tres ya referidos.
INTRODUCCIÓN
Dedico esta obra a la memoria de mis dos abuelas, fallecidas el año pasado. Y 19
me gustaría agradecer a mi familia (en sentido amplio) su colaboración y apoyo
incuestionable, pues sin ellos no hubiera podido llevar a buen puerto esta em-
presa. No se trata de una frase hecha, pues con el nacimiento de mi primer hijo
los momentos de trabajo se han reducido considerablemente, y gracias a su ayu-
da he disfrutado del tiempo necesario para continuar desarrollando mi tarea de
historiador.
También estoy en deuda con el Dr. Adolfo Carrasco Martínez, tanto por sus
acertadas sugerencias como por su amabilidad a la hora de prologar estas páginas.