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6.

MÉTODOS DE VALORACIÓN MONETARIA DE


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LOS BIENES MEDIOAMBIENTALES Y DE LOS


EFECTOS DE LA CONTAMINACIÓN

Los métodos de valoración monetaria pretenden estimar las variaciones del


bienestar derivadas de cambios en la calidad medioambiental. Pueden clasificarse en
directos e indirectos. Los primeros obtienen el valor monetario de la disposición a
pagar (o petición de indemnización) directamente, sin cuantificaciones físicas pre-
vias. La observación del comportamiento puede realizarse en mercados existentes o
en mercados hipotéticos, gracias a simulaciones de mercados o con encuestas direc-
tas a los afectados. Los métodos indirectos precisan de una estructura en la que se
establezca la relación dosis-efecto y se determinen valores físicos de la contamina-
ción antes de hacer una valoración monetaria. A partir de esa estructura se intenta
valorar monetariamente los valores físicos anteriormente obtenidos.
La clasificación aquí expuesta no es, por supuesto, la única válida y tiene, como
toda clasificación, componentes arbitrarios. La considero, sin embargo, adecuada
para facilitar al lector la comprensión de la conveniencia de valorar separadamente
los costes según sus características (dificultad de percepción del efecto medioam-
biental, nivel de información de quien valora, ¿quién soporta los costes externos?...),
una cuestión que expondré al final del capítulo1.
Conviene no confundir los términos valoración y evaluación del impacto am-
biental. La valoración expresa el valor monetario de las magnitudes físicas y psíqui-
cas; se considera, generalmente, como una parte de la evaluación. En el pasado,
debido, primero al desconocimiento de los relativamente recientes métodos de valo-

1 Aunque con finalidad distinta, ese mismo criterio de clasificación es el utilizado por una reciente
publicación de la OECD sobre valoración monetaria de política medioambiental (OECD, 1989). Otros
Copyright 1996. Digitalia.

autores como Pommerehne, mantienen la clasificación de métodos directos e indirectos, aunque con un
criterio distinto: según se pretenda estimar las preferencias antes (directos) o después (indirectos) de
aplicar las medidas. Por ello, Pommerehne (1987) considera el método hedónico y el del coste del
desplazamiento como métodos indirectos.

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ración y más tarde al alto coste de aplicación de estos métodos (al no disponer casi
de material estadístico utilizable), los métodos de valoración han sido poco utiliza-
dos. La valoración tendrá un carácter complementario a la evaluación, si se trata de
un intento de homogeneizar efectos heterogéneos y si los resultados de la primera se
utilizan como base de una política de protección ambiental (para tasas, impuestos,
diseño de modelos de internalización de externalidades, por ejemplo).
Sin embargo, para poder defender políticamente al medio natural ante alternati-
vas de producción que se miden con unidades monetarias y efectos macroeconómi-
cos (puestos de trabajo, divisas...), son necesarias, además de buenos argumentos,
magnitudes físicamente cuantificables, que éstas hayan sido agregadas y homoge-
neizadas en términos monetarios y que permitan también mostrar los efectos ma-
croeconómicos.
La acusación de arbitrariedad a los economistas, por sus esfuerzos de homoge-
neización de bienes y efectos medioambientales heterogéneos, no parece tener en
cuenta que, en el proceso político de toma de decisiones, se están homogeneizando
bienes heterogéneos en cada presupuesto y en cada selección de medidas a tomar. A
diferencia de la forma explícita y transparente con que se investiga los métodos de
valoración (y homogeneización) por parte de la economía, hasta ahora era frecuente
hacerlo sin utilizar criterios explícitos. Por ello, considero que los métodos de
valoración obligan —a quienes tienen responsabilidades en la materia— a valorar,
siguiendo unas pautas más transparentes y más fácilmente controlables por otras
instancias políticas.
A continuación expresaré cuáles serán o no, los objetivos de este capítulo:

1° En contraposición a los existentes recelos éticos respecto de la evaluación


monetaria de algunos bienes (por ejemplo, la vida humana), se intentará
demostrar la conveniencia social de valorar todos los bienes de forma explí-
cita, como alternativa a la valoración implícita que la decisión política suele
conllevar.
2° Este capítulo no debe considerarse un manual de procedimiento de valora-
ción de efectos externos. Sí una introducción al conocimiento de los diferen-
tes métodos y de los problemas que pueden derivarse de su aplicación.
También una base que facilite la comprensión y utilización correcta de un
manual de procedimiento.
3° Por ello, no pretende ser una exposición completa, ni en lo que respecta a los
métodos de valoración existentes, ni en lo referente a los aspectos de los
problemas de aplicación. Más bien se intentará hacer comprensible (e intere-
sante) lo considerado esencial de los métodos seleccionados. De este modo,
cuando el lector se encuentre ante un informe de valoración, podrá reconocer
los supuestos metodológicos implícitos, los inconvenientes del procedimien-
to empleado, y comprobar la existencia o no de mecanismos de corrección.
4° Se intentará que el lector perciba el carácter instrumental de los mismos y la
necesidad de conocer primero las características de los bienes o efectos a
valorar, antes de elegir el método.

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6.1. REFLEXIONES SOBRE LAS PREMISAS DE LA EVALUACIÓN MO-


NETARIA. EL ANÁLISIS COSTE-BENEFICIO Y EL ANÁLISIS COS-
TE-EFECTIVIDAD

Elijo el problema de la evaluación monetaria de la vida humana y de la salud,


debido a la importancia que éstas tienen en el campo ambiental, para todos los
agentes económicos y por lo controvertida que resulta su valoración monetaria.
Son frecuentes las reflexiones al respecto en trabajos de otras ciencias, o de
miembros de otras ramas de la Economía, que se limitan a «denunciar» la arbitrarie-
dad con que, supuestamente, en Economía se trata la valoración monetaria. Por otra
parte, quienes estudian la valoración monetaria se centran en problemas específicos
de la valoración, dando por sobreentendida la legitimidad de su proceder y por
conocidas las premisas de la evaluación monetaria.
En este apartado, tras la introducción a los conceptos «coste-beneficio» y «coste-
efectividad», se pretende cuestionar la legitimidad de la valoración monetaria prime-
ro y exponer los argumentos considerados implícitamente por quienes valoran mo-
netariamente los efectos medioambientales para legitimar su proceder. Con ello se
intenta construir una especie de puente entre dos posturas que, aun teniendo una
meta común (fundamentalmente la mejora de la calidad ambiental), parece que
utilicen caminos distintos.
El análisis coste-beneficio puede considerarse como la principal herramienta
analítica de los economistas para evaluar la política ambiental. En este análisis, los
costes y los beneficios de una determinada política ambiental se miden y se expresan
en términos comparables: en unidades monetarias.
Para entender la utilidad de esta herramienta analítica, debemos compararla con
el cálculo que realiza una empresa cuando debe decidir la comercialización de un
nuevo producto. La empresa calcula, por una parte, todos los costes de producción,
de comercialización y de financiación. Por otra, mediante un análisis de mercado,
calcula los ingresos. Dependiendo de los resultados del análisis, decide si debe
comercializar el producto, o selecciona una entre varias opciones. En la política
ambiental se utiliza el análisis coste-beneficio de un modo equivalente: en la toma
de decisiones públicas, se decide la conveniencia de una determinada política am-
biental, o se facilita la selección de una entre varias.
El análisis coste-beneficio es muy útil para la regulación ambiental, al expresar
en términos comparables las ventajas e inconvenientes de una o varias opciones
ambientales. También por mostrar explícitamente los criterios de homogeneización
utilizados, posibilitando la corrección de los mismos. La ausencia de criterios de
homogeneización explícitos, o de expresión en términos comparables, dificulta el
control político de las decisiones tomadas. Si no se presenta un análisis en términos
comparables, los responsables políticos decidirán según criterios subjetivos, y el
control político tendrá muy difícil su labor. Por ello resulta sorprendente que, toda-
vía, en muchos países, este método analítico no sea legalmente preceptivo para todo
programa regulador del medio ambiente.
Actualmente, el análisis coste-beneficio es utilizado tanto por quienes se intere-

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san más por los costes de una medida ambiental (los que deben soportarlos), como
por quienes les preocupa más los beneficios que se deriven de la misma (los que
abogan por ella). Hace pocos años la situación era diferente: los grupos que estaban
interesados en una mejora ambiental veían con recelo este método analítico, debido
a que era utilizado mayormente por quienes intentaban justificar la desproporción de
una medida legislativa ambiental y, frecuentemente, por falta de análisis alternati-
vos, solían bloquear las propuestas de mejora ambiental.
Hoy, especialmente en los países con más tradición en Economía Ambiental,
como son Alemania y Países Escandinavos en Europa, además de Japón y EE.UU.,
los enfrentamientos políticos que caracterizan los problemas ambientales han forza-
do una mejora del análisis coste-beneficio. Este método es considerado útil, tanto
por quienes desean conservar la calidad ambiental, como por quienes les preocupa
más mantener el «statu quo» de su empresa, y ven éste amenazado por medidas
ambientales.
En el análisis coste-efectividad, dado un objetivo de calidad ambiental, se busca
el modo menos costoso de conseguirlo; o dado un presupuesto para gastar en la
mejora ambiental, se expresa la medida que más eficazmente lleva a la meta desea-
da.
El análisis coste-beneficio y el análisis coste-efectividad no pueden ser alternati-
vos; son complementarios. Una empresa utilizará el primer análisis para decidir si la
medida legislativa de mejora ambiental es socialmente apropiada; el segundo análi-
sis, una vez decidido el nivel de calidad que debe cumplir, será útil para minimizar
el coste o para maximizar la reducción de la contaminación, si ello le permite
obtener beneficios fiscales.

6.1.1. Argumentos éticos en contra y a favor de la valoración monetaria de la


vida humana

«La vida humana es el mayor bien y, como tal, no puede asignársele un valor
monetario»; es una afirmación muy común, incluso entre economistas. El economis-
ta que valora la vida humana se expone a que la sociedad piense de él que «conoce
el precio de todo y el valor de nada», y que su proceder se considere como éticamen-
te repudiable.
La crítica se plantea desde dos posturas diferentes, principalmente: aquellos que
consideran el hecho de valorar la vida humana como falta de ética y los que
consideran ineludible la valoración de medidas alternativas en política económica,
pero que opinan (aunque no lo hagan explícitamente ni, en muchos casos, cons-
cientemente), que el valor de la variable vida humana en una ecuación sólo puede ser
infinito. Se pretende tratar en este punto la conveniencia de la valoración monetaria de
la vida humana y en el siguiente los argumentos contra la finitud del valor de la vida.
Hay quienes piensan que sus convicciones religiosas les impiden comparar el
valor de algo tan sublime, como la vida del ser humano, con algo tan profano, como
es el dinero que, a su vez, se asocia a toda una serie de maldades. También hay
quienes creen que su ética profesional, a semejanza del juramento hipocrático me-

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dieval, les impide aceptar la valoración de la vida humana, ya que con ello parece
legitimarse la muerte, debido a motivos económicos.
La argumentación contraria, a favor de la valoración monetaria de la vida huma-
na, considera la finitud de ésta y, en consecuencia, que no se valora la vida propia-
mente dicha, sino la duración de la misma. Se parte además de la premisa de la
escasez de medios y, por ello, de la necesidad de elegir entre medidas alternativas
tendentes a prolongar la vida, ya que todas no pueden ser satisfechas.
A modo de ejemplo, observemos la elección entre dos medidas que requieren
hacer uso del erario público: la compra de cierta máquina para la unidad de cuidados
intensivos en un hospital comarcal que ayude a salvar vidas o la remodelación de la
calzada y de la señalización de zonas conflictivas en la misma comarca. ¿Cuál de las
dos medidas elegir? Si el criterio para la elección es la prolongación del mayor
número de vidas humanas, la elección óptima puede ser tanto la mejora técnica
hospitalaria como la mejora vial. Dependerá de cuál de las dos medidas evitará el
mayor número de pérdidas de vidas. Si al criterio «alargar la duración de la vida»
añadimos el criterio de «maximizar su calidad», puede variar la elección, si una de
las dos medidas (en este caso podría ser la remodelación de la calzada) tiene
cualidades preventivas superiores que posibiliten una «mejor vida» de quienes se ha
conseguido, además de alargársela, reducir los daños derivados del accidente o,
incluso, evitarlo.
Si se pretende alargar la vida de los seres humanos y la calidad de la misma es
conveniente, en mi opinión, tratar de desdramatizar la cuestión y considerar que la
Administración Pública y los políticos en los que hemos delegado su gobierno,
tienen que tomar, y de hecho toman diariamente, decisiones que afectan a la prolon-
gación de la vida (nos guste o no). La Economía debe pretender facilitar la compa-
ración de bienes heterogéneos. Sin la valoración monetaria, es decir, sin llevar a
cabo la homogeneización de bienes heterogéneos para poderlos comparar, se toma-
rán más decisiones políticas inconsistentes. Cabe pensar en una involuntaria infrava-
loración de medidas que parecen menos directamente relacionadas con el manteni-
miento de la vida; pero que, de hecho, pueden ser más efectivas por unidad moneta-
ria gastada. Esto conllevará una menor defensa de la vida, paradójicamente lo
contrario que se proponen los detractores de la valoración.

6.1.2. Argumentos en contra y a favor de la finitud del valor de la vida humana

Quienes consideran necesaria la valoración monetaria de la vida humana, pero


defienden al mismo tiempo que el valor de la variable vida humana en una ecuación
sólo puede ser infinito, consideran exclusivamente dos alternativas para evaluar la
vida humana (Broome, 1982a/pp. 91-100 y 1982b/pp. 201-216):

1° La cuantía que estaría dispuesto a pagar para evitar una muerte segura e
inmediata (variante equivalente).
2° La cuantía que exigiría para aceptar la propia muerte inmediata (variante
compensadora).

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La primera cuantía estará relacionada con la renta y patrimonio del individuo, ya


que se supone que, en general, para evitar este peligro inmediato, la cantidad que
estaría dispuesto a pagar dependerá de su renta y capacidad de endeudamiento.
En el segundo caso, se supone que la mayoría de los seres humanos exigirá una
cantidad infinita, aunque sólo sea porque, una vez muerto, de poco sirve el dinero, si
se descartan motivaciones relacionadas con los herederos, edad y salud del encues-
tado.
Las dos definiciones de la cuantía de la valoración de la vida se diferencian en la
repercusión distributiva: en el primer caso, el perjudicado tiene que pagar; en el
segundo, recibe una compensación.
El valor asignado cambia radicalmente en ambos casos, si damos entrada a la
incertidumbre relativa al riesgo para todo individuo de perder la vida. Si se trata de
valorar el riesgo de perder la vida con una probabilidad baja, la cuantía asignada
para asumir ese riesgo suele ser pequeña. Encontramos diariamente innumerables
casos de exposición a riesgos por motivos laborales, ocio o incluso por el deseo
expreso de riesgo. Todas los días, se estiman decenas de pérdidas de vidas humanas
por accidentes de tráfico y a pesar de cumplirse las previsiones, no por ello nos
quedamos en casa, sino que formamos parte de ese tráfico, por motivos laborales o
de ocio.
El comportamiento de los agentes económicos indica la asunción por ellos del
riesgo de perder su propia vida, siempre que el individuo no disponga de informa-
ción previa que le permita identificar si él va a ser, o no, quien pierda la vida.
Precisamente debido a la inexistencia de esa información previa, los agentes econó-
micos no valoran el riesgo de perder su propia vida con una cuantía infinita.
Si el estado asignara un valor infinito, nos encontraríamos con el dilema de
decidir qué vida hay que salvar, de las muchas que se prevé se perderán. Además, al
tratarse de la administración de recursos escasos, en el supuesto de una valoración
finita, pero que sólo permita atender las medidas destinadas a la prolongación de la
vida, no cabría ningún gasto público relacionado con la calidad de la misma.
Ello supondría la imposibilidad de realizar un presupuesto de gasto público
aceptable para los administrados y, en una democracia parlamentaria, no sería desea-
do ni aceptado por los electores.
La conclusión a que conducen las anteriores reflexiones es la de la necesidad de
mantener en los presupuestos públicos la finitud de la cuantía de la vida humana; en
los privados es, como veíamos, obvia. Si se aceptan, tanto la conveniencia de la
valoración como la finitud de la cuantía de la misma, la siguiente cuestión será la
relacionada con los métodos de valoración utilizados. Este tema será objeto de
estudio en los próximos puntos. Previamente y a continuación, se presentan dos
conceptos teóricos básicos sobre los métodos de valoración monetaria.

6.1.3. El principio de la pérdida de capital humano

Según este concepto, expuesto del modo más simple posible, para medir el valor
de la vida hay que sumar los rendimientos del trabajo que hubiera podido tener, ya

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que con la muerte se pierde su capital humano. Éste sería el capital humano bruto. El
capital humano neto resultaría de restar del capital humano bruto la estimación de lo
que hubiera podido consumir, en caso de no fallecer. El resultado señala la pérdida
material que terceros sufren con el fallecimiento y su cálculo tiene aplicación para la
estimación de la indemnización que deban percibir los herederos. En casos de
sobrevivir y padecer una incapacidad laboral, el cálculo de indemnización se aplica-
rá a quien sufre los daños.
Implícitamente este concepto se basa en dos postulados:

1° El PNB es el mejor indicador del bienestar de la sociedad.


2° El valor de un ser humano viene dado por su participación en el bienestar de
terceros.

Son muchas las objeciones que pueden hacerse al PNB como indicador del
bienestar de la sociedad. Al respecto, me remito al punto que trata sobre las insufi-
ciencias de la contabilidad nacional, en el capítulo sobre las causas de la contamina-
ción urbana.
Respecto del segundo postulado hay que objetar que, al restar su propio consumo
en la valoración de la pérdida de su vida, supone implícitamente la no inclusión del
goce que hubiera podido tener el fallecido.
La aplicación generalizada de este principio nos muestra resultados todavía más
preocupantes y difícilmente aceptables por la sociedad: según este concepto, la vida
de los jubilados e incapacitados laborales tendría siempre valor cero. Según el
capital humano neto, incluso un valor negativo.
La aplicación de este principio se puede encontrar en valoraciones realizadas por
expertos, en algunos métodos de valoración clasificados como indirectos. Cierta-
mente la valoración por expertos no supone necesariamente aplicar el principio de
pérdida de capital humano neto. La exposición se realiza premeditadamente para
alertar de los problemas que su frecuente aplicación conllevan. Los motivos son: su
fácil operatividad y, en mi opinión, el desconocimiento de las implicaciones.

6.1.4. El principio de la soberanía individual

La valoración, con métodos clasificados aquí como directos, se realiza partiendo


del supuesto del principio de la soberanía del individuo, especialmente en lo que
respecta a los métodos en los que el afectado valora el bien colectivo ambiental,
como es el caso de la valoración contingente y del referéndum polivalente (ver 6.5).
Una limitación importante de este principio, como de cualquier otro, proviene
del hecho de que el individuo puede carecer, en muchos casos, de información
completa y gratuita sobre los factores en los que se pretende influir. En materia
medioambiental hay que considerar esa misma carencia respecto de los efectos
medioambientales de la producción y del consumo.
En este contexto se analizarán los efectos de las limitaciones de la comprobación
del nivel de información, y se intentará corregir los sesgos derivados de carencias de

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información. Pero el problema de información no acaba con las carencias por parte
del encuestado, entrevistado o votante, que podemos considerar «errores involunta-
rios». Debemos también tener en cuenta los incentivos para no revelar sinceramente
las preferencias, debidos a posiciones estratégicas de quien responde a las preguntas
formuladas en una encuesta o elige una opción determinada en un referéndum. La
explicación de la racionalidad del comportamiento estratégico se ha descrito ya al
explicar los bienes colectivos, «el dilema de prisionero», el comportamiento como
free rider y la cuestión de la reciprocidad planteada por Coase.
Si contemplamos los problemas derivados de aplicar principios objetivos de
valoración, como el de pérdida de capital humano y los emanados de la aplicación de
métodos basados en principios subjetivos, como el de la soberanía del individuo, nos
encontramos ante el dilema de elegir entre dos grupos de métodos problemáticos.
Precisamente, los restantes puntos de este capítulo son un intento de resolver este
dilema.

6.2. MÉTODOS DIRECTOS DE VALORACIÓN MONETARIA DE PREFE-


RENCIAS

Los procedimientos usuales de apoyo para toma de decisiones políticas, como


pueden ser los presupuestos públicos, se apoyan en conceptos ex ante. En los casos
de tomas de decisiones innovadoras (lo que es previsible, en las próximas décadas,
en materia medioambiental) o cuando se prevean cambios estructurales significati-
vos, no cabe la utilización de información ex post, recabada con métodos de obser-
vación del comportamiento de los agentes económicos. En estos casos hay que
recurrir a métodos directos ex ante de valoración de preferencias, como son encues-
tas, entrevistas y también simulación y creación de mercados medioambientales.
Podemos observar también muchos casos en los que ni el mercado ni el proceso
democrático —las dos fuentes principales de observación del comportamiento de los
agentes económicos— ofrecen información adecuada que permita deducir las prefe-
rencias. Ciertas características de la contaminación medioambiental, como la ubicui-
dad de sus efectos, impiden utilizar el mercado como fuente de información, siendo
necesario preguntar a los implicados por el cambio de bienestar esperado (ex ante) o
por el acontecido (ex post).
Los resultados de métodos directos de valoración pueden ser utilizados, además,
en los casos en que se disponga de información proveniente de métodos indirectos,
para su verificación metodológica.
Los métodos que se basan en las preferencias de los agentes económicos, lo
hacen desde la óptica del principio de soberanía del individuo. Al presentar este
principio en el punto anterior, se han expuesto las limitaciones derivadas de la
carencia de una información completa y gratuita sobre los factores, sobre los que se
desea influir. En este contexto se analizarán (en el método de valoración contingen-
te) las posibilidades y limitaciones de comprobar el nivel de información del agente
económico y de corregir los sesgos derivados de carencias de información.
Como ya se avanzaba, el problema de información no acaba con las carencias

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por parte del encuestado, entrevistado o votante, que podemos considerar errores
involuntarios. Debemos también tener en cuenta las posiciones estratégicas de quien
responde a las preguntas formuladas o elige una opción determinada en referéndum.
Por ello, en este apartado se estudiará la búsqueda de factores que puedan influir en
incrementar o disminuir el interés en el comportamiento estratégico, y en la correc-
ción de sesgos derivados del efecto renta, entre otros; es decir, en cómo conseguir
información sobre las verdaderas preferencias, más que sobre las preferencias decla-
radas.
Conviene señalar que no parece que en el problema entre generaciones —los
efectos de las decisiones y del comportamiento de los actuales agentes económicos
en futuras generaciones—, los métodos de valoración que parten de la obtención de
las preferencias del consumidor, puedan aportar directamente algo a la solución del
conflicto intergeneracional. Será necesario arbitrar medidas complementarias. Sin
embargo, conviene no despreciar el previsible efecto positivo indirecto para genera-
ciones futuras, resultante de la disminución de la contaminación actual.
Existen métodos directos de investigación de preferencias que permiten obtener
datos cuantitativos y otros que facilitan manifestaciones cualitativas, como puede ser
la interpretación de encuestas de opinión. En esta introducción, el análisis se limitará
a los métodos para la obtención de información cuantitativa2, tratándose primero el
método del coste del desplazamiento, seguido del método hedónico de los procedi-
mientos demoscópicos (la valoración contingente) y de la simulación de mercados
para bienes colectivos.

6.2.1. Método del coste del desplazamiento

Este método, también llamado del «coste del viaje», parte de una relación com-
plementaria parcial entre un bien público y otro privado. Se supone que, cuanto más
costes privados esté dispuesto a soportar un agente económico para disfrutar de un
bien público, más valor tendrá para él el mencionado bien.
Ya en lo años '50 Clawson publicó un método que posteriormente ha sido
frecuentemente aplicado para evaluar el efecto de variaciones de la calidad medio-

2 Quien esté interesado en la manifestación cualitativa de preferencias, puede consultar Katona


(1975). Referente a encuestas realizadas en varios países, ver Bennet, James M. y DiLorenzo, Thomas
(1982), Off-Budget Activides of Local Government: The Bañe of the Tax Revolt, en: Public Choice 39,
pp. 333-342. También Bennet, James M. y DiLorenzo, Thomas (1983), Underground Government: The
Off-Budget Public Sector, Washington DC. Ver también Citrin, Jack y Creen, Donald P. (1985), Gretsch-
mann, K. y Mackscheidt, K. (1984) Bürgerpráferenzen und Staatshaushalt. En: Wirtschaftsdienst 64,
pp. 145-152; Ferris, J. M. (1983) Demands for Public Spending: An Attitudinal Approach. En: Public
choice 40, pp. 135-154; Ferris, J. M. (1985) Interrelationship among Public Spending Préférences: A
Micro Analysis. En: Public Choice 45, pp. 139-153; Gilbert y Pommerehne (1984) Préférences fiscales et
politique d'imposition. En: Public Finance 39, pp. 25-69; Ladd, H.F. y Wilson, J.B. (1982) Why Voters
Support Tax Limitations: Evidence from Massachusetts' Proposition 2 1/2. En: National Tax Journal 35,
pp. 121-148; May, P.J. (1982) Local Tax Burdens, Benefit Levéis and Fiscal Illusions. En: National Tax
Journal 35, pp. 465-475; Ott, A.J. (1985) Will People Vote on Fiscal Programs the Way They Say? An
Analysis of Public Altitudes Revealed Through Questionnaires. Clark University, Warchester, Mass.

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ambiental en la demanda de espacios públicos de ocio. También se suele utilizar


para la valoración de la ubicación de ambulatorios y hospitales (Christianson, 1976,
pp. 299-313).
Si sucediera, como suele ser habitual, que el disfrute del bien público fuera
gratuito, en este caso sólo se deberán tener en cuenta los costes privados para poder
acceder al bien público. De esta forma, como precio sombra se toma el coste de
bienes y servicios privados, que el agente económico está dispuesto a pagar para
acceder al bien público. Los precios del desplazamiento forman parte de los mismos.
También los del hospedaje, manutención y los del tiempo necesitado para el despla-
zamiento.
En relación con los costes de desplazamiento derivados de la contaminación del
lugar de residencia, Ruppert y Maier constataron ya en los años '60 (con mucha
menor motorización que hoy), que las familias de la ciudad de Munich utilizaban en
un 10% más que las familias de poblaciones cercanas los espacios de ocio al aire
libre de los alrededores de la ciudad (Ruppert y Maier, 1969, pp. 38 y 42). Los costes
resultantes para un país son, en algunos casos, importantes, aun realizando estima-
ciones precavidas (valores mínimos)3.
Ese mismo método se utiliza también para valorar cambios de calidad del agua
en un lago de recreo4. En la investigación de Stevens en los '60 (Stevens, 1966,
pp. 195-207) y la posterior de Bouwes y Schneider (1979, pp. 535-539), el coefi-
ciente obtenido para el índice de calidad del agua confirma la hipótesis de trabajo,
según la cual, con la disminución de la calidad del agua percibida por el ciudadano,
disminuyen ceteris paribus las visitas al lago. Con métodos econométricos se calcula
la elasticidad-precio de la demanda y la renta del consumidor, antes y después de la
mejora.
Los problemas de este método estriban, además de los usuales de recopilación,
elaboración y análisis de datos y de especificación econométrica de funciones, en lo
siguiente:

1° Este método requiere un gran número de datos y de su acopio y codificación


se deriva un coste alto.
2° Se supone que los costes emanan exclusivamente de la contaminación, con lo
que se establece una vinculación causal unilateral coste-beneficio. Sin embar-
go, el desplazamiento mismo puede ser objeto de satisfacción, en el mismo
viaje se pueden visitar varios lugares y éste puede tener otros objetivos,

3 La estimación realizada por ese autor para la R.F. Alemana (antes de la unificación), para los
desplazamientos derivados de la contaminación acústica, y sólo la resultante de la emisión del tráfico, era
de 27 DM por persona y año. Multiplicada por los 25,56 millones de personas afectadas en este país por
recepciones acústicas del tráfico igual o superiores a 45 dB(A), resulta un importe anual de 690,12
millones de DM (precios de 1980); se utilizó la metodología de estimación de Koppen y Krasser (1972);
ver Perelló (1994, pp. 211-212).
4 El agua distribuida a los usuarios no tiene la consideración de bien colectivo; la mejora realizada
en un lago para un amplio colectivo sí que reúne las características de esos bienes, al no poder (o ser muy
costoso) discriminar a los usuarios, de la mejora.

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considerados por el agente económico incluso más importantes que el disfru-


te del bien público estimado.
3° Los costes de oportunidad del tiempo empleado son de difícil cálculo y la
simplificación de cuantificarlos con el precio del salario es cuestionable.
Según el concepto de coste utilizado, los resultados varían significativamente
(Wilman, 1980, pp. 272-286).
4° Las variables seleccionadas no satisfacen plenamente la ecuación planteada.
Se suele elegir la cantidad de usuarios como variable dependiente y se omite
la duración de la estancia. Los procedimientos correctivos incrementan los
costes de valoración considerablemente (Hagemann, 1981, pp. 225-234).
5° Con este método no se puede evaluar el valor de opción, el de herencia y el de
existencia. Estas objeciones son, sin embargo, comunes a otros métodos de
valoración.

6.2.2. Método de los precios hedónicos. Análisis de las variaciones del precio de
inmuebles

Este método se basa en el supuesto de una relación causal entre los precios de
bienes de mercado como, por ejemplo, inmuebles, y la calidad ambiental del lugar
donde se encuentran. La valoración del medio ambiente (calidad del agua, aire,
ruidos, etc.) que realizan los agentes económicos, induce a reacciones de adaptación
en el mercado, incrementándose la demanda y los precios "ceteris paribus" de
inmuebles en zonas con menor contaminación y disminuyendo en zonas más conta-
minadas: si dos inmuebles son iguales en todas sus características, excepto en una
ambiental, la diferencia de precio expresará la valoración monetaria de esta propie-
dad.
La función de demanda de bienes colectivos, como la calidad ambiental, se
obtiene con este procedimiento en dos etapas. En primer lugar, se calculan los
precios implícitos de las distintas calidades del medio ambiente. Los precios implí-
citos indican el incremento de precio del inmueble "ceteris paribus" en una zona con
mejor calidad ambiental. Para un estudio del concepto de precio implícito en rela-
ción con el problema de la contaminación ambiental ver Freemann (1979) y Harris
(1981, pp. 31-49).
Posteriormente, se relacionan los precios implícitos obtenidos con una variable
medioambiental (calidad del aire, por ejemplo) y se estima la demanda de ese bien.
En relación con un programa federal en los EE.UU., con la finalidad de reducir la
contaminación atmosférica de la comarca de Boston, Harrison y Rubinfeld obtienen
un beneficio anual medio por unidad familiar de 83 dólares. En unidades familiares
con una renta anual superior a 13.000 dólares (precio de 1970), se obtiene tan sólo
71 dólares, mientras que para unidades familiares con una renta anual inferior a
9.500 dólares se obtiene una cuantía de 93 dólares. Según este estudio, las rentas
más bajas obtienen un beneficio superior, de las medidas de mejora de la calidad del
aire, tanto en términos relativos (a la renta), como en términos absolutos. Los
resultados son sorprendentes si se tiene en cuenta que, unidades familiares con

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140 Juan Perelló Sivera

menor renta, suelen conocer y valorar menos, generalmente, los efectos patológicos
de la contaminación. Una explicación plausible de los resultados sería la mayor
contaminación atmosférica que, de forma manifiesta, perciben las unidades familia-
res con menos renta (Ash y Séneca, 1978, pp. 278-297) y que puede haber inducido
a valorar más las medidas de reducción, ya que se supone que éstas se centrarán en
zonas más contaminadas, donde viven más unidades familiares de rentas inferiores5.
Este método tiene aplicación para la valoración de la calidad del agua. En una
investigación sobre la influencia de la calidad del agua de ríos de Pennsylvania en el
precio del suelo urbanizable, Epp y Al-Ani obtienen, que el incremento del 1% del
valor medio del pH, aumenta el valor del acre (40,47 áreas) en 650 dólares, lo que
significa aproximadamente un 0,5% del valor medio. La influencia no es continua; si
se parte de calidades del agua que imposibilitan la vida de peces en los ríos,
pequeñas variaciones de la calidad del agua apenas influyen en los precios del suelo
(Epp y Al-Ani, 1979, pp. 529-534).
Referente a la contaminación acústica, gran parte de las investigaciones que
utilizan este método analizan la valoración de medidas de reducción del ruido en
zonas residenciales cercanas a los aeropuertos. En trece investigaciones de ciudades
de Europa, Australia y los EE.UU, el porcentaje de disminución del valor de los
inmuebles en áreas cercanas a aeropuertos, al incrementarse en una unidad el NNI
(Noise and Number Index), se sitúa entre el 0,18 (Sydney-Marrickville) y el 0,55
(Minneapolis). Ver Pearce (1978, p. 40) y Nelson (1978, capítulo 6°).
En este caso podemos observar, a diferencia de la anterior investigación de la
contaminación atmosférica, una mayor sensibilidad general a variaciones de la cali-
dad ambiental de las rentas más altas. Las casas valoradas entre 20.000 y 25.000
dólares disminuyen de valor por unidad de energía acústica en un 0,22% en Was-
hington (Nelson, 1978; la investigación se realizó en 1970), y en un 0,35% en
Amsterdam (Opschoor, 1974; la investigación se realizó en 1972), mientras que en
casas valoradas entre 27.000 y 31.000 dólares, el valor disminuye en las mismas
investigaciones un 0,48% y un 0,50% respectivamente.
No obstante las interesantes evaluaciones que se pueden realizar de la pérdida de
calidad ambiental por este procedimiento, el método hedónico acusa una serie de
problemas metodológicos:

1° Se parte de una movilidad geográfica total de las unidades familiares, lo que


evidentemente es irreal. A la intención de evitar los efectos de la contamina-
ción se contrapone los costes cuantificables de la mudanza (información,
negociación, transporte de muebles, etc.) y los de difícil cuantificación (rela-
ciones con la vecindad y amistades cercanas al domicilio). Se supone que el
sesgo derivado de la no inclusión de estos costes de los ciudadanos es de

5 Además de la situación de la vivienda, también las medidas concretas de reducción de la


contaminación pueden influir en la valoración. Si se pretende facilitar el transporte colectivo y dificultar
el transporte en turismo, se supone que las rentas inferiores estarán más interesadas en el programa de
mejora ambiental que las clases con rentas más altas y mayor nivel de motorización.

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Economía ambiental 141

difícil y costosa corrección por parte de terceros (los técnicos que aplican el
método de valoración). Como se ve, tiene el inconveniente de cualquier
evaluación económica cuando se utiliza la cláusula «ceteris paribus».
2° Este instrumento presenta una mayor utilidad en contaminaciones que tienen
efectos locales (el ruido, por ejemplo). Aquellos otros que se caracterizan por
su difusión en una amplia zona (mala calidad del agua potable en toda la
comarca, por ejemplo) son de dudosa utilidad, porque imposibilita a los
agentes económicos mejorar su situación con un cambio de domicilio en esa
zona.
3° La actuación de los agentes económicos depende de la percepción subjetiva
de los efectos de la contaminación. Sin embargo, una parte importante de los
efectos de las distintas contaminaciones (los efectos patológicos orgánicos,
por ejemplo) no son percibidos ni a corto, ni a medio plazo por los afectados.
Más tarde difícilmente se asocian a la causa medioambiental que fue parte del
origen del problema. Por tanto, las evaluaciones realizadas por este procedi-
miento no pueden considerar los costes derivados de los problemas medio-
ambientales sobre los que el agente económico carece de información.
4° Este método sólo cuantifica una parte de los costes. Aparte de lo anteriormen-
te expuesto, esta técnica de valoración no incluye los valores de opción,
herencia y de existencia, ni el efecto renta, ni tampoco las preferencias de
agentes económicos que se ven afectados por la contaminación, sin tener allí
la residencia (empleados en edificios de la zona, transeúntes, etc.).

6.2.3. Procedimientos demoscópicos. El método de valoración contingente

6.2.3.1. Descripción del procedimiento

En este método se pregunta a los encuestados por el precio máximo que están
dispuestos a pagar por una mejora de su medio ambiente, o por el precio mínimo que
aceptan como compensación para soportar una determinada situación. El proceso se
realiza con un cuestionario, utilizado en entrevistas personales, telefónicas o encues-
tas por correo. También se emplean técnicas experimentales más pormenorizadas,
con el fin de que los entrevistados respondan en condiciones de laboratorio. Al
encuestado se le informa, tanto sobre el objeto de valoración como del contexto
institucional que posibilita la oferta y el medio de financiación previsto. El agente
económico se encuentra en una situación similar a la que diariamente se enfrenta en
el mercado, aunque con una serie de diferencias que se explicarán posteriormente.
El cálculo de la disposición a pagar se realiza en función de indicadores objetivos
del impacto ambiental, por lo que se determinarán los niveles de recepción de la
contaminación de los afectados, antes de la encuesta. Se eligen los niveles de
recepción y no los de emisión, pues son los primeros los que afectan al encuestado y
se supone que la valoración que haga del medio ambiente se referirá también a los
niveles de contaminación de la recepción.
Según la teoría estadística del muestreo, deben tomarse muestras aleatorias de la

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142 Juan Perello Sivera

totalidad de la población. Con el fin de mejorar la representatividad, si se conocen


algunas características del universo, se procede a agrupar las unidades homogéneas
entre sí, realizando dentro de cada uno de los estratos una selección al azar. El
reparto de la muestra en cada estrato, la afijación, suele realizarse de tal modo que la
muestra sea proporcional al número de elementos de cada estrato y, en algunos
casos, a la desviación estándar. También pueden realizarse muestras de áreas o de
superficie.
Para evitar el alto coste y reducir el tiempo que requieren muéstreos aleatorios,
se puede recurrir a sacar muestras, al azar, de zonas para las que ya hayan sido
calculados los niveles de contaminación para, así, determinar la disposición a pagar
en función de la contaminación objetiva por habitante. Mediante un modelo de la
contaminación investigada, que indique el número de afectados por cada nivel de
contaminación, se obtiene la disposición a pagar de todo el conjunto6.
Weinberger (1991, pp. 139-140) determinó la disposición a pagar individual de
los afectados por el ruido de tráfico en distintas situaciones acústicas para la Repú-
blica Federal Alemana (ver gráficos 6.2.3.1-1 y -2). Según este estudio, la disposi-
ción a pagar marginal aumenta por dB(A) y mes, con el aumento de la contamina-
ción acústica sufrida por los afectados, entre 1,60 y 2,40 marcos alemanes. La media
de la disposición a pagar máxima, para evitar los perjuicios (especialmente de la
salud) ocasionados por el ruido, se sitúa en 262 DM por año. Se supone que los
costes que cada afectado incluye por el ruido en su cálculo, son casi exclusivamente
aquellos resultantes de los efectos psíquicos. Los resultantes de enfermedades orgá-
nicas, no los conoce el afectado y suele correr con ellos el Estado. Sin embargo, en
este estudio, no se distingue entre quienes soportan los costes, ni tampoco entre
efectos orgánicos y psíquicos, por lo que estos resultados sólo expresan una parte de
los costes derivados del ruido.
El método se basa en las preferencias de los beneficiados/perjudicados, por lo
que se apoya en el principio de soberanía del individuo. Este procedimiento tiene
una serie de limitaciones, además de los problemas derivados de la influencia que
productores y otros consumidores puedan ejercer en el individuo. En principio, cabe
suponer que nadie mejor que el propio implicado conoce sus preferencias sobre lo
que le afecta; por ejemplo, sobre elegir entre distintos tipos de calidad de un medio
y los costes que los cambios comporten. Ahora bien, ¿cabe esperar que el consumi-
dor conozca suficientemente los efectos que le pedimos que valore? ¿Aunque se
trate de valorar sólo el efecto para él mismo, aquí y ahora? ¿Podemos averiguar el
nivel de información del encuestado durante el test y corregir el sesgo resultante del
insuficiente nivel de información detectado? ¿Debemos considerar relevante el pre-
visible comportamiento estratégico del encuestado, si consideramos los estudios
empíricos que parecen demostrar lo contrario?

6 Weinberger utiliza el último procedimiento explicado para su encuesta en Alemania, sobre la


disposición a pagar para reducir la contaminación acústica derivada del tráfico. Referente a información
detallada sobre el procedimiento de muestreo, y la elaboración, análisis e interpretación de datos: Wein-
berger (1991, pp. 91-151).

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Gráfico 6.2.3.1-1
VALORACIÓN CONTINGENTE MEDIA DE LA CONTAMINACIÓN
ACÚSTICA DEL TRÁFICO

Fuente: Weinberger, M. Die Messung sozialer Kosten des Lárms am Beispiel der Bundesrepublik
Deutschland..., p. 139.

Gráfico 6.2.3.1-2
VALORACIÓN CONTINGENTE DE LA CONTAMINACIÓN ACÚSTICA DEL
TRÁFICO DEPENDIENDO DEL NIVEL ACÚSTICO

Fuente: Weinberger, M. Die Messung sozialer Kosten des Lárms am Beispiel der Bundesrepublik
Deutschland..., p. 124.

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144 Juan Perelló Sivera,

6.2.3.2. Ventajas e inconvenientes del procedimiento

El método de valoración contingente se puede utilizar en la mayoría de los casos


siendo, en ocasiones, el único método aplicable, mientras que en los procedimientos
explicados anteriormente —el hedónico y el del coste del desplazamiento— no se
dispone frecuentemente de la información necesaria.
A diferencia de los procedimientos indirectos, en los que se elabora primero una
estructura para cuantificar las unidades físicas de cada componente de los daños,
antes de valorarlos, los métodos demoscópicos valoran directamente las preferencias
de los afectados. Esto es una ventaja importante para la valoración de contaminacio-
nes, en las que los efectos psíquicos jueguen un papel importante, como la contami-
nación acústica y aquellas otras en las que los riesgos patológicos sean perceptibles
por los afectados. Además, este procedimiento facilita la consideración de diferen-
cias locales en la contaminación, la ocupación que tienen los afectados en ese lugar,
la aceptación social del foco que origina la contaminación, etc.7.
En relación con los problemas de aplicación de este método, el análisis se
centrará en los sesgos más significativos, agrupándolos en sesgos de diseño de la
investigación, los derivados del planteamiento teórico, el sesgo estratégico y el
derivado del carácter hipotético de la cuestión planteada. Hay otros sesgos derivados
de problemas, habituales en procedimientos demoscópicos, que no considero nece-
sario tratar. Al respecto me remito a tratados de técnicas de investigación social.
En relación con el sesgo del diseño de la investigación, destaca la influencia del
entrevistador sobre el entrevistado, al proponer una primera cantidad inicial de
calidad ambiental (para compensar la falta de información del encuestado)8. Tam-
bién destaca la influencia en la respuesta del medio de financiación elegido (inclu-
yendo la dificultad de encontrar un medio de financiación «neutral»), la del nivel de
información del encuestado (que por su importancia se analizará a continuación) y la
dependencia de los resultados del nivel de calidad ambiental elegido como objetivo,
influyendo considerablemente esta elección en las preferencias manifestadas por el
encuestado. En la investigación de Weinberger (1991, p. 90) queda patente que el
nivel de calidad elegido como objetivo, en este caso 45 dB(A), influye considerable-
mente en la preferencia expuesta. En el caso de la contaminación acústica del
tráfico, la disposición máxima a pagar cae de 16.800 millones de marcos a menos
6 mil millones de marcos por año, si el nivel de energía acústica elegido es 10 dB(A)
más alto, es decir, de 55 dB(A). Así pues, la selección del nivel de contaminación
tuvo una influencia bastante mayor sobre la disposición máxima a pagar que la tasa
de depreciación por decibelio.

7 La aceptación social del foco que origina la contaminación influye significativamente en la


psique del afectado, y el efecto psíquico suele conllevar reacciones orgánicas que pueden incrementar
también el riesgo de fisiopatologías. Ver Perelló (1994, pp. 20-23), referente a efectos fisiológicos de
origen psíquico y pp. 80-94, sobre factores de contaminación acústica independientes de magnitudes
físicas.
8 Boyle et al. (1985, pp. 188-194) contrastaron en su investigación la hipótesis de la existencia de
un sesgo derivado de la cuantía de partida.

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Economía ambiental 145

Gráfico 6.2.3.2-1
INFLUENCIA RELATIVA DE LA ESCALA EN LA VALORACIÓN
CONTINGENTE MEDIA

Fuente: Weinberger, M. Die Messung sozialer Kosten des Lárms am Beispiel der Bundesrepublik
Deutschland..., p. 121.

También la selección de la escala influye sobre los resultados (ver gráfico


6.2.3.2-1). Pero cabe suponer que estas influencias también distorsionan los
resultados de la mayoría de los restantes procedimientos de valoración.
Si la información es determinante para un comportamiento económico racional,
podemos suponer que una mejor información conducirá a mejores decisiones econó-
micas. En este caso la información tiene un carácter instrumental: es condición para
una buena valoración, para conocer las propias preferencias por parte de los encues-
tados.
Un buen número de los riesgos sanitarios, especialmente los referentes a enfer-
medades orgánicas, ni son fácilmente comprensibles para el lego, ni se manifiestan
en seguida, sino que, en muchos casos, pueden transcurrir varios años desde el inicio
del estímulo hasta la aparición de los síntomas. Por eso se presume que la formación
e información de quien valora influirá significativamente en el resultado de la
valoración.
Weinberger (1991, pp. 131-133) obtuvo una influencia significativa del nivel de
información del encuestado en su disposición a pagar, al realizar una valoración
contingente de los efectos de la contaminación acústica en el ser humano. En su
encuesta, la disposición media a pagar de los bien informados era un 11% mayor. En
la encuesta realizada por Schulz (1985, pp. 221-212), debido a las mayores dificul-

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146 Juan Perdió Sivera

tades de valorar el ámbito del medio ambiente «aire», sin conocimientos específicos
e instrumentos técnicos adecuados, las disposiciones a pagar corregidas por el déficit
de información estaban entre el 65 y 75% por encima de las no corregidas.
Si la influencia del nivel de información puede cuantificarse, cabría esperar
que el problema podría eliminarse si pudiéramos corregir el déficit informacio-
nal. Un análisis de las preguntas de control en el trabajo de Weinberger muestra
que las premisas en las que se sustenta esa conclusión no se cumplen necesaria-
mente.
En su test, Weinberger (1991, pp. 131 y 192) intenta controlar el nivel de
información de los encuestados con una pregunta cuya respuesta sólo tiene dos
posibilidades: «si» o «no». Solicita que se marquen con una cruz aquellos fenóme-
nos, de los siete enumerados, que el encuestado conoce como una consecuencia del
ruido. Los fenómenos, por los que pregunta, son: daños auditivos, dolores de cabeza,
subida del nivel de colesterol, enfermedades cardio-vasculares, disminución de la
capacidad de concentración, enfermedades gastro-intestinales, trastornos del sueño y
otros desajustes.
Si tenemos en cuenta las dificultades de detectar los síntomas, el tiempo que
puede transcurrir desde el inicio del estímulo hasta la manifestación de los primeros
indicios y la dificultad, incluso para un científico especializado en Fisiología, de
establecer una relación causal entre el ruido de tráfico y el desarrollo de enfermeda-
des orgánicas, no se puede descartar la posibilidad de que el estado informativo de
los encuestados, que contestan correctamente a la mayoría de las preguntas y que
están marcados en el índice de información del estudio con la calificación «bien»,
sea insuficiente para garantizar una medición acertada de los costes de las enferme-
dades orgánicas, causadas por la contaminación estudiada.
No se trata de la búsqueda de mejores preguntas de control, ya que con una
cuestión más precisa, aunque se consiga una idea mejor de la situación cognitiva de
los individuos, no se mejorará el estado informativo en sí. El estado informativo
puede ser mejorado (antes de la valoración) mediante la información correspondien-
te, pero no tiene sentido cuando se trata de valorar problemas muy complejos, como
es el caso de los costes de las enfermedades orgánicas, por parte de individuos
seleccionados al azar. Además, se puede prever que habrá poco interés, por parte de
los afectados, para asimilar conscientemente la información.
En el problema derivado del sesgo procedente del planteamiento teórico, se trata
la influencia de los dos factores siguientes: la determinación previa y aceptación del
derecho de propiedad y las diferencias entre la disposición individual a pagar por un
bien y la compensación mínima exigida para renunciar a él.
En casos en los que el derecho de propiedad no esté claramente definido y en los
que, no «de jure» pero sí «de facto», quien padece la contaminación tenga que cargar
con los costes de la de un tercero, no pueden descartarse frecuentes contestaciones
en blanco, de valor cero (disponibilidad a pagar) o desproporcionadamente altas
(disponibilidad a aceptar una compensación).
Estudios empíricos muestran diferencias significativas entre la disposición
individual a pagar (willingness to pay) por un bien y la compensación mínima

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Economía ambiental 147

exigida para renunciar a él (willingness to accept)9. Estas dos magnitudes siem-


pre serán diferentes para un mismo individuo, excepto si sus preferencias son
cuasilineales porque, en este caso, el efecto renta es nulo. Pero no es plausible
pensar que los encuestados tengan preferencias cuasilineales. Para Kahnemann
et al. (1990, p. 1.326) las diferencias en los resultados de valoración de sus tests
son demasiado grandes para encontrar una explicación plausible mediante el
efecto renta. Para Tversky y Kahnemann (1991, p. 1.048) la constatada aversión
a una pérdida (loss aversión)10 explica la distinta valoración de un bien por
parte de compradores y vendedores.
Los resultados de varios estudios muestran, aparte de una mayor resistencia a
vender que a comprar, que para el comprador, el cambio de dinero contra mercancía,
en el acto de la compra, no es percibido como una pérdida.
Estos argumentos muestran que una encuesta, sólo sobre la disposición a pagar,
puede estar significativamente sesgada. La inclusión de la pregunta sobre la com-
pensación para renunciar hará todavía más compleja y costosa la encuesta.
El problema del control del sesgo resultante del comportamiento estratégico de
los encuestados es importante, cuando se utilizan las preferencias individuales como
criterio de asignación de bienes. En estas circunstancias cabe esperar que el encues-
tado expresará su disposición a pagar, según la modalidad de pago prevista o, dicho
de otro modo, que su preferencia la expresará con una superior o inferior intensidad,
según sea mayor o menor su participación en el sufragio del coste derivado de la
disponibilidad del bien.
Sin embargo, encontramos en la literatura señales de una sobrevaloración del
problema del polizón (free rider). En el estudio de Bohm (1971, pp. 119 ss.)
participaron 212, de los 605 seleccionados al azar, en el experimento; se formaron
cinco grupos con la misma estructura y separados localmente. Sólo se les ofrecería
un programa de televisión previsto, cuando los importes indicados por los partici-
pantes de todos los grupos cubrieran una determinada cantidad de los costes totales.
A cada grupo se le dio una modalidad de pago diferente y con ello un estímulo
distinto para infravalorar su disposición individual a pagar. El resultado mostraba
que en ninguno de los grupos la disposición media máxima a pagar difería de
manera significativa de la de los otros grupos.
En contra de una conclusión precipitada de sobrevaloración del problema del
polizón (free rider) tenemos, que la tarea no ofrecía suficientes estímulos a los
participantes para comportarse como un polizón, sino más bien como demandantes

9 Kahnemann et al. (1990, pp. 1.336-1.338) obtienen como resultado de sus tests valores medios
de $ 5,78 y un median de $ 5,75 de los encuestados a los que se les adjudica la propiedad de un bien y
$ 2,21 y $ 2,25 de los que pueden adquirirlo. Knetsch y Sinden (1984, pp. 507-521) han observado una
postura conservadora de los participantes del mercado en relación con cambios en la situación actual
(statu quo bias), aunque los costes de transacción eran insignificantes. Knetsch (1989, pp. 1.277-1.984)
observa resultados parecidos.
10 En el caso de diferencias de valores iguales de dos opciones alternativas, la diferencia negativa
se considera más importante que la positiva. Ver los trabajos empíricos de Tversky y Kahnemann (1991,
pp. 1.044-1.048).

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148 Juan Perelló Sivera

que buscan un servicio barato. El comportamiento free rider está estrechamente


vinculado al número de agentes económicos que son demandantes de un bien colec-
tivo: cuanto mayor sea el número, más intenso será el comportamiento free rider,
pero si el número es reducido, es plausible que surja la conducta de cooperación.
Como en el estudio de Bohm los grupos eran pequeños y sus decisiones públicas, no
se puede descartar una presión, en el sentido de un comportamiento cooperativo.
Aparte de eso, el hecho de que sólo el 35% de las personas a las que se les pidió su
participación en el experimento participaran en el mismo, induce a pensar que entre
ellas se hallarán personas más predispuestas a cooperar, y, con ello, nos encontremos
ante una muestra no representativa.
Otros estudios en laboratorios han analizado la influencia del tamaño de los
grupos en el comportamiento estratégico. Los resultados muestran la presencia de
estímulos en la dirección esperada (el tamaño de los grupos), pero en ninguno de los
experimentos se observaron diferencias estadísticas significativas en la disposición a
participar. Para un mejor conocimiento de la cuestión se pueden ver los trabajos de
Sweeny (1973, pp. 277-292) y de Marwell y Ames (1979, pp. 1.335-1.360).
Estos resultados parecen contradecir una versión restrictiva del problema del
polizón. Sin embargo, la objeción contra esta conclusión es que en la mayoría de los
experimentos no se han realizado repeticiones con las mismas personas, y no se
puede descartar, que las personas entrevistadas se percaten de las posibilidades y
ventajas del comportamiento estratégico, al repetir el proceso experimental, espe-
cialmente en situaciones reales, en las que esté en juego el interés del entrevistado.
En una serie de experimentos de laboratorio, Isaac, McCue y Plott (1982, p. 153)
observaron efectos de aprendizaje en este sentido. En la primera encuesta los parti-
cipantes indicaron de media un importe equivalente al 40% de la disposición a pagar
real estimada. Este porcentaje decreció con cada repetición. Después de la cuarta
ronda, el porcentaje de la disposición a pagar real estimada, había descendido a un
10%. En un principio, sólo el 15% de los participantes habían ofrecido cero dolares;
después de la cuarta ronda era ya un 37%. Estos resultados muestran, a mi juicio, la
necesidad de seguir teniendo en cuenta el «problema del polizón» en el análisis del
cálculo de preferencias.
Por último, es conveniente citar los problemas derivados de la actitud de los
encuestados en una situación de decisión hipotética. Deben entender bien la tarea y
deben estar lo suficientemente interesados, para que tomen decisiones meditadas.
Debido a una infravaloración de las restricciones presupuestarias y una sobrevalora-
ción de la preferencia por un bien público, por el que los encuestados no tengan que
aportar nada directamente, no se puede descartar un sesgo de los resultados. Estu-
dios, que incluyen como medio de financiación restricciones presupuestarias del
estado, constatan que el apoyo de un incremento de ciertos servicios públicos,
según los encuestados, debe ser financiado mediante ahorros en los presupuestos,
que obligarían a que la totalidad del bien o servicio público del que hay que obtener
los medios, desapareciera y que, aparte de la inviabilidad política, sería insuficiente
para financiar el incremento de la oferta del bien público deseado (Mueller, 1963,
pp. 210-235, especialmente pp. 212-213).

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Economía ambiental 149

Conviene tener también en cuenta que, si se tiene que estimar una magnitud muy
agregada, como la renta, junto con otras magnitudes parcialmente agregadas, como
p. ej. una cualidad medioambiental, la magnitud menos agregada puede ser fácil-
mente sobrevalorada. Las relaciones marginales de la sustitución están sesgadas a
favor de variables individuales parciales (calidad del medio ambiente en nuestro
caso) (Dagenais, 1977, pp. 123-149).
A pesar de los inconvenientes señalados, los métodos demoscópicos, como se
expone anteriormente, tienen una serie de ventajas que, en algunos casos, los harán
preferibles a los métodos indirectos, preferentemente si los costes que hay que
estimar están relacionados con efectos psíquicos, ya que se supone que el propio
afectado conocerá mejor que nadie los mismos y los costes derivados.
La situación de decisión hipotética, la resultante infravaloración de las restriccio-
nes presupuestarias y la sobrevaloración de las preferencias por una determinada
calidad del medio ambiente muestra, en mi opinión, la necesidad de continuar en la
búsqueda de métodos de valoración, que intentan resolver los problemas señalados.
En este sentido quiero referirme, a continuación, a la simulación de mercado y,
posteriormente, al método del referéndum polivalente.

6.2.4. Otras simulaciones de mercados para bienes colectivos

Implícitamente los anteriores métodos de valoración son simulaciones de merca-


do, en cuanto que se pretende crear condiciones parecidas a las de este mercado. Por
ello considero conveniente clasificar los siguientes procedimientos como variacio-
nes de los métodos de valoración directa anteriormente expuestos, similares a los
métodos demoscópicos. A semejanza de estos últimos, aunque más explícitamente, a
los participantes en la simulación se les ofrece un presupuesto hipotético que deben
utilizar para «adquirir» los derechos de una reducción de la contaminación. Se
muestra el nivel de contaminación desde el cual se parte (nivel acústico, contamina-
ción del suelo y de las aguas, etc.) por medio de grabadora, fotos, entre otros medios.
Con los mismos medios se muestra las mejoras a las que pueden optar con el pago de
una cantidad. Se les permite elegir la asignación de los recursos, debiendo agotar
todo el presupuesto.
Tales simulaciones de mercado se han realizado con distintos fines; por ejemplo,
para evaluar intercambios de servicios urbanos, diferenciando calidades (Hoinville
1971, Mclver y Ostrom 1976, Engelhardt et al. 1985). Han sido aplicados también
en el campo de la protección medioambiental, habiéndose realizado diversas inves-
tigaciones (Pendse y Wyckoff 1974).
En algunos procedimientos, los participantes efectúan una evaluación relativa de
los distintos medios. Al facilitarles un presupuesto y variar éste, se puede obtener la
valoración absoluta (marginal) de las distintas calidades ambientales. La realización
de la investigación en laboratorio y el poder considerar las características de los
participantes, permite estimar econométricamente funciones de demanda de bienes
ambientales. Gracias a este método se corrige un defecto de la mayoría de procedi-

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150 Juan Perello Sivera

míenlos: la consideración aislada de un bien colectivo. Además, este procedimiento


es compatible con la teoría del comportamiento del consumidor.
Como contrapartida, la simulación de mercados tiene una serie de inconvenien-
tes. Para poder valorar bienes colectivos, se utilizan diversos supuestos restrictivos.
Entre otros, se supone que el cambio de calidad de un grupo de bienes ambientales
no influye en otros bienes colectivos y no produce externalidades. También convie-
ne señalar que, como toda investigación experimental, hay que cuestionar hasta qué
punto se pueden extrapolar los resultados a la sociedad real; si quienes valoran,
consideran la situación hipotética, no podemos descartar que, por ejemplo, en lugar
de sus propias preferencias, contesten lo que creen que desagrada menos al entrevis-
tador o lo que transmita la imagen que el entrevistado desee que otros tengan de él.
Se supone que aparecerán también sesgos derivados de los problemas analizados en
el punto anterior.
Otro método frecuentemente citado en la bibliografía, y que cabe señalar en este
punto, es el conocido como el impuesto Clark-Groves (Clarke, 1971, pp. 17-33 y
Groves, 1973, pp. 617-631), para un mejor conocimiento de las preferencias de
quienes realizan la valoración. En este método los participantes indican el importe
que estarían dispuestos a pagar, si en las elecciones saliera elegida la cantidad
demandada por ellos del bien. Si suponemos que la gran mayoría de los ciudadanos
no estarán dispuestos a ceder su derecho a tener un medio ambiente sano, a favor de
quienes contaminan, este condicionante dificultará la aplicabilidad de este método
y conllevará problemas de aceptación política, parecidos a los métodos demoscópi-
cos anteriormente expuestos, ya que la aplicación del impuesto propuesto es consi-
derado, por buena parte de los participantes, como una pérdida del derecho a un
medio ambiente sano. Encontraremos también problemas de diseño de la muestra,
como en los anteriormente analizados. A pesar de ello, el modelo y sus derivacio-
nes son de interés en Economía Ambiental, por tratar de asignar eficientemente el
bien colectivo, y de incentivar a los agentes económicos a revelar su verdadera
preferencia.

6.3. MÉTODOS INDIRECTOS DE VALORACIÓN

Los procedimientos de cálculo indirecto del coste de las externalidades, tal cual
se han definido al principio del capítulo estiman, primero, la relación dosis-efecto
entre la contaminación y un efecto determinado. Posteriormente se intenta estimar
monetariamente los valores físicos anteriormente obtenidos.
Son de aplicación general, pudiéndose valorar con ellos los efectos de la conta-
minación ambiental en la salud humana, en la vegetación, los ecosistemas acuáticos,
la depreciación de bienes materiales transformados por el ser humano, etc.
En este apartado se pretende describir brevemente dos de los métodos indirectos
más conocidos y exponer las ventajas e inconvenientes de su aplicación. Se prescin-
de de profundizar en el análisis de los aspectos comunes del problema, remitiéndo-
me al tratado de métodos directos de valoración.

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Economía ambiental 151

6.3.1. Método de los costes de prevención o costes evitados

Este procedimiento parte del supuesto de que los costes de prevención de daños
ambientales son asumidos por la sociedad. Por ello, representan un indicador del
valor del bien en cuestión.
Este método tiene el atractivo de utilizar el término «prevención», término que se
asocia con evitar los daños. ¿Pero a qué costes de prevención nos referimos? Si se
trata de los costes de prevención referidos a anteriores periodos, estamos hablando
de una situación considerada como insatisfactoria por la sociedad. Si de los costes
necesarios para prevenir todos los efectos que impliquen daños importantes, aunque
sólo tengamos en cuenta los directamente relacionados con enfermedades humanas y
despreciemos los restantes, nos encontraremos, en mi opinión, ante la situación
tecnológica y de hábitos de producción y consumo actuales, ante una empresa
imposible. Por ello, cuando se utiliza este método, debemos suponer que se trata
siempre de la búsqueda de una solución intermedia, como en los restantes métodos,
y no permitir que nos deslumbre una denominación tan atractiva. Se suele elegir
primero un nivel de calidad ambiental determinado, calculándose posteriormente los
costes derivados para conseguir esa meta.
Las hipótesis en que se sustenta este método son de dudosa validez, pues los
costes de prevención de daños ambientales dependen, además de valoraciones indi-
viduales o sociales de los mismos (como la percepción y concienciación de la
sociedad), también de la capacidad negociadora de grupos de presión y de cuestiones
presupuestarias, en general.
Para simplificar, podríamos suponer un coste marginal creciente, al intentar
alcanzar un nivel de calidad determinado, y un beneficio marginal decreciente, que
reporta la última unidad de mejora de la calidad ambiental. La validez de este
supuesto implica una infravaloración del beneficio, si el nivel de mejora ambiental
propuesto es bajo, y una infravaloración del coste, cuando la meta sea alta.
A pesar de los sesgos derivados de su aplicación, este método ha sido frecuente-
mente utilizado, internacionalmente, debido a su bajo coste".

6.3.2. Método de función de daños

Este método utiliza funciones físicas para valorar los componentes del daño
medioambiental causado. Parten de los resultados de la investigación de Ciencias
Naturales y Ciencias Humanas, que facilitan a la Economía la relación dosis-efecto.
A la construcción de una estructura física cuantificada, primero, sigue la poste-
rior utilización de métodos de valoración adecuados para obtener una estructura con
valores monetarios. La «función de daños» indica el perjuicio físico causado por un
determinado nivel de contaminación. La «función monetaria de daños» resulta de

11 En relación a este método, ver el análisis de la valoración de diversos medios en Willeke y


Kentner(1975, pp. 36 ss.).

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152 Juan Perdió Sivera

multiplicar la función física de daños por el valor monetario de la unidad física,


cuando se trata de funciones lineales.
La valoración monetaria de la estructura física se realiza con precios de mercado,
costes de oportunidad y encuestas, entre otros. Por ejemplo, en el caso de los costes
de patologías humanas, se utilizan:

— Costes de tratamiento, que se pueden subdividir en costes de tratamiento


ambulante, de tratamiento hospitalario y de medicamentos.
— Costes de pérdidas de recursos humanos, en los que se incluirán los de
enfermedad temporal, incapacidad laboral, parcial o absoluta, y los derivados
del fallecimiento.

La transformación de la estructura física en valores monetarios precisa de dife-


rentes métodos, según el tipo de daños de que se trate. En el caso de daños en bienes
materiales transformados por el ser humano (en edificios por ejemplo), se suelen
utilizar precios de mercado. En el caso de patologías humanas, la valoración de
costes y las pérdidas de ingresos, entre otros12.

6.4. VENTAJAS E INCONVENIENTES DE LA APLICACIÓN DE MÉTO-


DOS DIRECTOS Y MÉTODOS INDIRECTOS DE VALORACIÓN

A diferencia del método de valoración contingente, los métodos indirectos de


valoración se basan en costes reales —y no hipotéticos—. Los sesgos estratégicos de
quienes realizan la valoración (los técnicos) pueden ser más fácilmente detectados,
si hay una transparencia informativa sobre la metodología empleada.
En mi opinión, la mayor y mejor información que se puede requerir a quienes
valoran (y a los que controlan), es la característica más importante que determina
que sea conveniente la utilización de métodos indirectos en ciertas externalidades
negativas. Como vimos, al tratar el sesgo derivado de la insuficiente información del
encuestado en el método de valoración contingente, éste puede ser significativo en
relaciones causales difícilmente apreciables a corto plazo y en las que se necesite un
conocimiento específico profundo para identificar la relación causal. Esto ocurre,
por ejemplo, con costes derivados de patologías orgánicas. En estos casos, como
vimos antes, ni el encuestado disponía de suficiente información, ni el entrevistador
podía suplir el déficit de conocimientos específicos del entrevistado, ni tampoco se
podía corregir este sesgo con procedimientos estadísticos.
Hay que tener, sin embargo, en cuenta, que la cuantificación física de los méto-
dos de valoración que utilizan funciones de daños, es condición necesaria para la
aplicación de métodos indirectos. Tanto el cálculo de la dosis-efecto de daños
orgánicos, como la de daños psíquicos, son de difícil cuantificación. Aunque este
método presente las ventajas indicadas en casos como los de la valoración de los

12 Referente a la medición de la emisión ver Siebert (1981, pp. 28-53, especialmente pp. 34-36).

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Economía ambiental 153

costes de daños orgánicos, respecto de la valoración contingente, no hay que despre-


ciar, ni las dificultades, ni los costes derivados de la aplicación de este método.
En lo que respecta a los costes de efectos psíquicos de la contaminación y los de
las adaptaciones que individualmente tienen que realizar los agentes económicos,
difícilmente podrán ser obtenidos por terceros, sin preguntar directamente a los
afectados, con los métodos demoscópicos anteriormente analizados.
Podemos encontrar en el mismo tipo de contaminación, costes que sea conve-
niente valorar con métodos indirectos y costes en los que convenga una valoración
con métodos directos. Así ocurre con los costes patológicos externos derivados de la
contaminación. Mientras que para con los costes relacionados con las patologías
orgánicas es preferible utilizar el método de función de daños, con los relacionados
con patologías psíquicas y de la mayoría de adaptaciones de los agentes económicos
derivados de la contaminación, se recomienda el uso del método contingente de
valoración13.
Por consiguiente, al menos tan importante es diferenciar la característica del
coste por valorar, como el tipo de contaminación de que se trate. Recomiendo la
posterior selección del método de valoración, considerando la adecuación al tipo de
costes externos.

6.5. EL MÉTODO DEL REFERÉNDUM POLIVALENTE. CREACIÓN DEL


MARCO NECESARIO PARA UN MERCADO AMBIENTAL CON EL
OBJETO DE COORDINAR LA OFERTA Y DEMANDA DE USOS DEL
MEDIO AMBIENTE EN LOS QUE EL CONSUMO IMPLIQUE UNA
CONTAMINACIÓN SIGNIFICATIVA

A los consumidores parece satisfacernos la relación productor-consumidor en


términos de causantes-damnificados y de malos-buenos. Si esa relación fuera siem-
pre válida y los causantes fueran pocos respecto de los damnificados, cabe pregun-
tarnos por qué en una democracia parlamentaria la mayoría de electores no consigue
el apoyo de ningún partido que desee ganar las elecciones y esté dispuesto a acabar
con la relación de dominio de una minoría.
Aparte de utilizar argumentos que tienen que ver con la capacidad negociadora
de grupos de presión, pero que, en mi opinión, no explican suficientemente la
situación actual, conviene que nos preguntemos por el papel del consumidor, como
parte interesada en el freno de medidas que, si bien mejorarían la calidad del medio
ambiente (por ejemplo, la utilización del aire para respirar), limitarían otros usos del
mismo por él deseados (la utilización de ese mismo aire para expandir los gases
resultantes de la combustión de una máquina que está produciendo un bien material
o servicio a ese mismo consumidor, por ejemplo).

13 En lo referente a un tratado más amplio de los problemas de valoración de los efectos de la


contaminación en la salud humana ver Perelló, Juan (1994). En cuanto a los problemas de cuantificación
de la dosis-efecto de patologías orgánicas ver pp. 19-75. En cuanto a los problemas de cuantificación de
patologías psíquicas ver pp. 76-125. En lo referente a problemas específicos de la valoración monetaria de
estos daños ver pp. 200-255.

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154 Juan Perello Sivera

Ciertamente el coste y el desfase cronológico de la información que recibe el


consumidor juega un papel importante en este ambivalente interés de los agentes
económicos; pero considero que tampoco explica suficientemente el comportamien-
to del consumidor14.
A continuación se describe y analiza un esbozo de un «mercado medioambiental
regulado», en situaciones en las que el consumidor, además de damnificado, es el
causante de la contaminación (no necesariamente en el mismo grado), intentando
«desvelar» la «racional ambivalencia» de los agentes económicos. Como se parte de
una situación socialmente insatisfactoria, la meta no es meramente una descripción
del círculo vicioso en el que se encuentra el agente económico sino, más bien, la
aplicación del instrumento del análisis económico para romper y salir de ese círculo.
Se parte de la conveniencia de internalizar los costes externos para conseguir una
asignación eficiente. Debido a las carencias metodológicas de los métodos directos e
indirectos, se propone una aplicación complementaria de métodos directos e indirectos
de valoración. Se utilizarán ejemplos de la valoración de los costes externos derivados
del tráfico, para facilitar la comprensión15. En este contexto, la cuantificación y estima-
ción de los costes derivados de patologías orgánicas se realizarán con la ayuda del
método de funciones de daños. La de los derivados de patologías psíquicas, con un
método que tenga en cuenta directamente las preferencias de los afectados, pero inten-
tando evitar una parte de los problemas del método de valoración contingente.
Como el procedimiento que se describirá incluye métodos directos e indirectos,
se cree conveniente exponerlo aparte y posteriormente a la descripción y análisis de
los mismos.

6.5.1. Descripción del método

Objetivo: tras analizar si hay alguna duplicidad en la cuantificación, y corregirla,


en su caso, sumar los costes que soportan directamente el damnificado y el Estado.
Se obtiene la cuantía de la tasa ambiental que deberá soportar el causante de la
contaminación. El presente análisis tratará sólo de la valoración de los costes que
soporta el damnificado directamente, por considerarla más compleja y por existir
menos bibliografía al respecto.
Con el pago de esta tasa se pretende internalizar los costes externos, en el mayor
grado posible, conseguir una asignación de medios más eficiente y evitar la distribu-
ción de renta derivada de las externalidades. Con todo ello, conseguir también un
incremento del bienestar social.
Para obtener resultados fiables con un tamaño amplio del universo y un bajo
coste, se propone la valoración de las externalidades con un procedimiento electoral.

14 Sería, por ello, un error, a pesar de la necesidad de ofrecer una mayor y mejor información de los
efectos negativos de la contaminación al consumidor, centrar los esfuerzos en una política informativa y
menospreciar los restantes factores que condicionan el comportamiento de los agentes económicos y que
inducen a un comportamiento aparentemente irracional.
15 Este método fue desarrollado y propuesto por el autor del presente libro para la regulación e
internalización de los costes externos derivados del tráfico. Ver Perelló, Juan (1994).

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Economía ambiental 155

Análogo a la democracia de referéndum en los Estados Unidos y en Suiza, desde el


punto de vista local y cantonal respectivamente, se pretende obtener el orden indivi-
dual de preferencias por la calidad del medio ambiente y por la variación de usos del
mismo.
Los votantes pueden elegir un valor monetario para la unidad de contaminación
de la actividad de consumo que la origina (la emisión), producida por la fuente de la
contaminación (el vehículo, por ejemplo), por unidad de tiempo. El resultado de la
elección será el importe de la tasa que pagar para internalizar la parte de externalida-
des que soporta el propio agente económico directamente.
Esta misma tasa «individualizada» (aunque tenga el mismo valor por unidad de
emisión, cada agente económico hará un mejor o peor uso, en su actividad de
consumo) puede servir de referencia para la indemnización que se (puede) asignar a
quienes padecen los efectos. En el punto siguiente, en el análisis del comportamiento
estratégico, se tratará la conveniencia y la problemática del conocimiento, por parte
de los votantes, de la utilización de los resultados de la valoración para las indemni-
zaciones.
Con el fin de evitar costes innecesarios, el referéndum puede hacerse coincidir
con las elecciones municipales. El tamaño bruto del universo será igual al número de
personas con derecho a votar. El tamaño neto del mismo dependerá del número de
electores que rellenen el cuestionario.
Para conseguir una cuota alta de respuestas, el test debe ser fácil de comprender
y de rellenar. Imaginable sería una hoja, en la cual el elector señalara con una cruz
uno de los valores posibles y la entregara junto con la papeleta de la elección
política. Con la lectura magnética de las papeletas del referéndum se puede conse-
guir un rápido, diferenciado (por zonas, calles, etc.) y poco costoso proceso de datos.
En este modelo no es necesaria que los votantes que valoran la unidad de daño,
tengan conocimientos específicos sobre los efectos patológicos causados por la
contaminación o que resuelvan complicadas operaciones matemáticas. Las personas
que valoran tienen que actuar según el procedimiento de prueba y error («trial and
error»). Los grupos de intereses serán puntos de referencia para los electores, tanto
los que defiendan una mejora ambiental, como los que aboguen por el desarrollo de
una actividad de consumo excluyente de la mejora ambiental (facilitar el tráfico, por
ejemplo).
Las valoraciones sucesivas serán más importantes que la primera valoración,
cuyo efecto sobre la disminución de la recepción de la contaminación y sobre el
grado de impedimento de la actividad que compite (la circulación con vehículos a
motor de explosión), no podrá predecirse, ni siquiera por expertos.
Las siguientes elecciones ofrecen a los agentes económicos la posibilidad de
adaptarse al estado ambiental y de uso alternativo del medio, eligiendo una cuantía
superior o inferior al resultado de la última votación. Para disminuir la inseguridad
de los ciudadanos respecto de los efectos de las primeras elecciones, los electores
deberían tener la oportunidad de unas segundas elecciones únicas, después de un corto
periodo de tiempo. Posteriormente, la valoración se puede realizar conjuntamente con
las elecciones municipales, con el fin de minimizar los gastos administrativos.

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156 Juan Pe relió Si vera

En un proceso iterativo se determina, mediante sucesivas elecciones, la cuantía


de la tasa para cada zona, que indicará la relación deseada entre la calidad ambiental
y el uso alternativo del medio ambiente.
La tasa dependerá del estado tecnológico (tecnología reductora de emisiones) y
de la libre (aunque monetariamente incentivada) u obligada (por ley) aplicación del
mismo por parte de los agentes económicos. Es previsible que el impulso en pro de
la aplicación de tecnología menos contaminante que origina la internalización de
externalidades, favorezca el proceso de adaptación y reduzca las tasas e indemniza-
ciones.

6.5.2. El problema del comportamiento estratégico

Es conveniente que la valoración se realice mediante una pregunta cerrada. La


respuesta a una pregunta abierta, además de dificultar la aplicación de procedimien-
tos automáticos de lectura, tiene en común con otras técnicas problemas de fiabili-
dad de los resultados; conviene evitar que un grupo pequeño desfigure la preferencia
media del grupo, mediante respuestas extremas. Esto es imaginable en una zona
donde haya un grupo radical a favor o en contra de la mejora ambiental o de la tasa,
y no sea compensado por otro grupo con la posición contraria. En una encuesta
abierta o con una pregunta con un margen muy amplio de respuesta, la preferencia
de todo el grupo puede ser desfigurada fácilmente. Tomemos como ejemplo a dos
grupos con 100 personas en cada uno; en ambos casos 90 de ellos indican su
verdadera preferencia, que está entre 1,5 y 4 unidades monetarias (por unidad de
contaminación) y que tiene un valor medio de 3 unidades monetarias. El resto de los
dos grupos (10%) elige un valor de -30 y 50 unidades respectivamente, en lugar de
su verdadera preferencia, que es de O unidades (los contrarios a la tasa) o de 10 (los
radicalmente a favor de la misma). El resultado, sin comportamiento estratégico,
sería de 2,7 (grupo con 10% radicalmente a favor de la tasa) o de 3,7 (grupo con
10% radicalmente en contra de la misma); con comportamiento estratégico y con
una pregunta abierta, los valores resultantes son - 0,3 y + 7,7.
Ciertamente, con preguntas cerradas se puede producir el efecto anclaje en
personas indecisas y con preferencias poco definidas, al convertirse el precio indica-
tivo en el precio respuesta (Kahneman, Slovic y Tversky, 1982). Este sesgo parece,
sin embargo, que sea menos importante, ya que en el proceso de elección iterativo
propuesto, además de ofrecerse varias propuestas y hacerlo impersonalmente en una
papeleta, se supone que el elector no se guiará en las posteriores votaciones por
ciertos valores del cuestionario (los medios, por ejemplo), sino que su referencia
será el resultado de la última elección, que intentará incrementar o disminuir, si
considera insatisfactoria la situación actual.
Una interesante tarea para psicólogos, sociólogos y politólogos será la de desa-
rrollar cuestionarios buscando la adecuada amplitud de la respuesta cerrada, permi-
tiendo manifestar a grupos marginales preferencias distintas a las de la mayoría, pero
que minimicen el comportamiento estratégico.
¿Cabe esperar una menor tendencia al comportamiento estratégico con este

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Economía ambiental 157

método que con la valoración contingente, por parte de quienes valoran los efectos
psíquicos y los costes de adaptación derivados de la contaminación?
El método del referéndum polivalente, a diferencia de la valoración contingente,
vincula la tasa que pagar (y la compensación que recibir) al resultado de la elección
de los agentes económicos. Los resultados de aplicar la tasa (la suficiente mejora o
no del medio ambiente y de las adaptaciones del tráfico derivadas de la tasa) son
apreciados por quienes valoran; no se trata de una cuestión hipotética y artificial.
Se analizará la hipótesis de trabajo, sobre si la diferencia aparecida en estudios
empíricos entre la disposición a pagar por un cambio determinado y la compensa-
ción exigida para renunciar a él, se prevé sea menor al tratarse de una situación real
(de pago y cobro) y porque los mismos que valoran, repiten la valoración al cabo de
un tiempo determinado (Coursey, Brookshire, Gerkin, Anderson, Schulze, Fisher,
1985). En el análisis que sigue, los resultados del referéndum se aplican como
baremo, tanto para las tasas, como para las indemnizaciones de los afectados.
Para mostrar la previsible tendencia al comportamiento estratégico de los agen-
tes económicos, a pesar de las características del método del referéndum polivalen-
te, tomemos como ejemplo la contaminación del tráfico y una comunidad situada al
lado de una autopista que transcurre de norte a sur. Los habitantes de esta comuni-
dad utilizan la entrada situada a 4 kilómetros en el norte cuando van en dirección
norte y la entrada situada a 10 kilómetros en el sur, cuando van en esa dirección.
Casi nunca circulan por el trayecto intermedio. En este caso se puede esperar una
mayor tendencia hacia el comportamiento estratégico, que si estos mismos habitan-
tes valoran su tráfico interior, ya que ni ellos mismos ni sus amigos o suministrado-
res (de camino hacia ellos) circularán por ese trayecto. Si valoran la contaminación
procedente de la autopista y eligen meditadamente, lo harán con el máximo valor
posible. Incluso en el caso de que no recibieran una indemnización en relación con
las tasas que pagan los automovilistas que por allí circulan, persistiría su interés en
gravar el tráfico de tránsito lo máximo posible, con el fin de que los conductores
que conocen la tasa de ese trayecto lo eviten16 y que quienes circulen por allí, lo
hagan muy despacio17.
¿Cómo se puede evitar la resultante ineficiente asignación de recursos? Supo-
niendo que la tendencia de sobrevalorar sea una excepción, cabría pensar en excluir
del proceso electoral las zonas donde se prevea un comportamiento estratégico de
los agentes económicos. La valoración de la recepción de la contaminación de
esas zonas se puede realizar mediante el valor medio de la comunidad, del país,
etc. Ahora bien, ¿es el comportamiento estratégico una excepción o es la regla
general?

16 En mi propuesta de modelo de internalización de los efectos derivados del tráfico, se informa con
señales de tráfico al conductor, tanto de la velocidad máxima permitida, como de la tasa por unidad de
contaminación.
17 Se puede esperar este comportamiento del conductor, si ve una señal que indique la valoración
máxima de su emisión y que, tal cual se prevé en el modelo de internalización de externalidades
propuesto, pagará automáticamente.

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158 Juan Perdió Sivera

Incluso en zonas exclusivamente residenciales, las calles son utilizadas, no sola-


mente por los vecinos de una calle en cuestión, sino también por otros conductores.
Los conductores de muchas calles no tienen más remedio que circular por otras para
dirigirse a la carretera o autopista, mientras que los vecinos de las calles de paso no
necesitan circular por las de quienes viven más alejados de las principales arterias de
tráfico.
Mediante un ejemplo aritmético sencillo, se mostrará el interés de comporta-
miento estratégico, por parte de los electores, incluso tratándose de una zona resi-
dencial pura y eliminando todo tráfico de paso que no corresponda a los propios
vecinos. También se pretende mostrar las variaciones del saldo resultante de restar
las tasas a pagar de las indemnizaciones a recibir. Conviene tener en mente que se
trata de un proceso iterativo, en el que los electores tienen la posibilidad de aprender
las ventajas de comportarse estratégicamente.
Supongamos que los vecinos de la calle A tienen que conducir por la calle B. Los
vecinos de la calle B sin embargo, no tienen que utilizar la calle A para alcanzar su
domicilio. En cada una de las calles hay 100 unidades familiares con un vehículo en
cada una. Cada vehículo causa 10 unidades de contaminación en la calle B. Las
unidades familiares A están como ejemplo de agentes económicos que causan más
costes medioambientales que la media, debido a un mayor consumo medioambien-
talmente perjudicial o a una forma desconsiderada de utilizar los bienes. Las unida-
des familiares de la calle B están como representantes de aquellas que causan costes
medioambientales inferiores a la media. El significado de los términos es el siguien-
te:

I = Ingresos de la tasa ambiental por unidad familiar y unidad de tiempo.


G = Gastos por la tasa medioambiental por unidad familiar y unidad de
tiempo.
Ue = Unidades de emisión.
Ut = Unidad de tiempo.
V = Número de vehículos. Para los gastos de las unidades familiares de la
calle B un vehículo; dos para los ingresos dos (el vehículo propio, más el
número de vehículos de la calle A, dividido por el número de unidades
familiares en la calle B).
Uf = Unidad familiar.
Um = Unidades monetarias.
S = Saldo de la resta ingresos menos gastos.
0,9= Coeficiente, que tiene en cuenta el coste administrativo (10%) de la
internalización y que se supone autofinanciado por los participantes en
el mercado ambiental.

Consideremos, en un principio, sólo el comportamiento electoral de las unidades


familiares de la calle B, respecto del tráfico de su calle.
Supongamos que la preferencia media real de las unidades familiares de las
calles A y B sea de 4 y 6 unidades monetarias por unidad de contaminación

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Economía ambiental 159

respectivamente. Teniendo en cuenta solamente la elección de las unidades


familiares de la calle B, su saldo será el siguiente18:

Las unidades familiares de la calle B elegirán el máximo valor posible para


maximizar su saldo. Si este valor es un 50% mayor que su verdadera preferencia, es
decir 9 Um/Ue , estas unidades familiares también recibirán un saldo de un 50%
mayor:

Con la ecuación expuesta, el tráfico total a partir de cual es rentable la sobreva-


loración depende del porcentaje de los costes administrativos. Cuanto más bajos
sean éstos, menos % de tráfico de otras calles será necesario para que sea rentable la
sobrevaloración.

Considerando las elecciones de A y B juntas:

Considerando también el comportamiento electivo de las unidades familiares A,


se mantiene el estímulo para la sobrevaloración. Si el valor mínimo elegible es de 1,
las unidades familiares B maximizan su saldo votando 9, aunque las unidades
familiares A se decidan defensivamente por 1.

En este caso, la sobrevaloración de B es parcialmente compensada por la infrava-


loración de A, reduciéndose la diferencia del saldo de la elección del de la preferen-
cia real de los agentes económicos.
Supongamos que, en ciertos casos, gracias al comportamiento estratégico, se
reduzca la contaminación más que con la elección de la preferencia real. ¿Debe
preocuparnos? En primer lugar, el mercado recibe una señal/precio equivocada, lo
que implica una asignación ineficiente: al sobrevalorar, el beneficio marginal de la

18 Según las premisas del modelo de internalización propuesto, los costes externos que no son
soportados directamente por los afectados son valorados con otro método; no influyen en esta valoración
y viceversa. En un posterior desarrollo del ejemplo expuesto convendría explicitar la influencia del
tamaño bruto del universo en el tamaño neto del mismo.

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160 Juan Perelló Sivera

reducción de la contaminación es inferior al coste marginal de la misma, lo que


conducirá a una reducción del bienestar social.
¿Será la solución al problema estratégico el prescindir de indemnizaciones? A
continuación se pretende mostrar que, en este caso, nos encontraremos con un claro
impulso, por parte de todas las partes implicadas, para infravalorar.
Sin indemnización y eligiendo las unidades familiares de la calle B su verdadera
preferencia (6 Ge/Se) e infravalorando las de la calle A (1 Ge/Se), las unidades
familiares de la calle B recibirán el saldo siguiente:

Sin indemnización e infravaloración de las unidades familiares de las calles A y


B (1 Ge/Se), las casas de la calle B minimizan su saldo negativo (para las unidades
familiares de la calle A se supone que siempre elegirán el valor mínimo, para poder
minimizar su saldo negativo):

Se puede esperar un importe bastante inferior a la verdadera preferencia media de


todos los electores como resultado del referéndum, sin los efectos compensatorios de
las estrategias contrarias en el caso de incluir una indemnización en el proceso.
Por eso parece más oportuno, en principio, conservar las indemnizaciones19.
Además, es de suponer que, sin indemnizaciones, la resistencia política de la pobla-
ción dificultará más la internalización. En el caso de una solución únicamente con
tasas, ésta (la tasa) es segura, pero la reducción de la contaminación en el grado
deseado está por ver.
Si se indemniza a los afectados (más o menos todos) con los ingresos de la
internalización, el saldo de restar la indemnización de la tasa medioambiental será
para muchos un importe insignificante y para alguno supondrá unos ingresos extra.
El resultado monetario para el agente económico dependerá de comparar los efectos
medioambientales soportados y su comportamiento medioambiental en el consumo,
con el de sus conciudadanos (restando el coste administrativo de la internalización):
dónde vive, cuánto y cómo consume (estado tecnológico de su vehículo y forma de
conducir, por ejemplo). Es decir, de cómo se comporta él medioambientalmente,
respecto de la contaminación media que produce toda la población en el periodo de
referencia.
Ciertamente, el efecto del saldo monetario no será la única pauta de comporta-
miento del agente económico. En la anterior reflexión sólo se pretende resaltar el
incentivo o desincentivo monetario de indemnizar o no.

19 El problema de la autoprotección insuficiente por parte de los afectados que puede resultar
debido al pago de una indemnización, se tratará en el punto siguiente.

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Economía ambiental 161

¿Se puede suponer que los electores reconozcan que tanto la sobrevaloración
como la infravaloración son dañinas para el bienestar social y prescindan de com-
portarse estratégicamente? Los electores se benefician distintamente de la sobrevalo-
ración y de la infravaloración, por lo que difícilmente llegarán a un consenso.
Incluso beneficiándose todos por igual, ¿cómo puede estar seguro el elector de que
otros no se comportarán de manera estratégica en unas elecciones secretas, si él
prescinde de un comportamiento estratégico? Por lo que se refiere a la valoración de
efectos mediambientales externos negativos del consumo, los electores se encuen-
tran en una situación similar al «dilema del prisionero», que explica la existencia de
una demanda insatisfecha de bienes colectivos.
Los resultados aritméticos de los ejemplos basándose en ecuaciones determina-
das, pueden ser ajustados según las variables y valores de las mismas que se elijan.
En todo caso, ilustran que no se puede descartar que en este método de valoración se
inicie un proceso de aprendizaje que conduzca a un comportamiento estratégico20.
Pero también ilustran que, utilizando el resultado del referéndum como baremo,
tanto para la valoración de las tasas como para las indemnizaciones, se compensa
parcialmente la infravaloración con la sobrevaloración. Además, se comprueba la
posibilidad de corregir el efecto del comportamiento estratégico en el resultado de la
elección, p. ej. mediante una limitación de la validez de los valores elegidos, depen-
diendo de una divergencia máxima del valor medio de esa zona y de otros valores
agregados.

6.5.3. Valoración provisional del método del referéndum polivalente

Al analizar el método del referéndum, se partía de la hipótesis de trabajo de un


menor comportamiento estratégico que en la valoración contingente, gracias a vin-
cular la tasa que se debía pagar (y la compensación que se debía recibir) al resultado
de la elección, también al no tratarse de una cuestión hipotética y artificial. La
hipótesis de trabajo debe ser parcialmente rechazada:

1. El esperado menor comportamiento estratégico por tratarse de una cuestión


real y no hipotética se abandona, debido a la influencia esperada del «apren-
dizaje», al repetir la elección.
2. Un estudio sobre si las tendencias de sobrevaloración e infravaloración se
compensan mejor en un referéndum o en encuestas sobre la disposición a
pagar, y si se consigue una determinada mejora de la asignación más rápida-
mente en el transcurso de varias votaciones con el procedimiento de trial-
error, excede del marco del presente análisis. Habrá que esperar a los resul-
tados de estudios teóricos y empíricos, posteriores estos últimos, a la aplica-
ción de los modelos.

20 Ver en 6.2.3.2 el «proceso de aprendizaje» del comportamiento estratégico al repetir las eleccio-
nes.

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162 Juan Perelló Sivera

3. La valoración medioambiental de bienes y servicios de consumo, mediante


un referéndum, tiene una ventaja importante frente a las encuestas de la
valoración contingente: gracias al mayor tamaño de muestras del universo,
sin grandes costes de encuestas primarias propias, se puede obtener resulta-
dos más fiables, con costes considerablemente inferiores a la valoración
contingente.
4. La cuestión de utilizar los resultados de la elección sólo para el cálculo de la
tasa medioambiental o también para el cálculo (y pago) de una indemniza-
ción, es de gran importancia. En el primer caso se prevé que se produzca una
infravaloración general del bien medioambiental, que será compensada par-
cialmente si el resultado sirve al mismo tiempo como baremo para la indem-
nización. Si no hay indemnización, o sólo supone una parte pequeña de la
tasa medioambiental a pagar, se puede prever una infravaloración general,
incluso por parte de agentes económicos más concienciados y que, de hecho,
contaminan menos que la media de sus conciudadanos.
5. Según Coase21, es deseable considerar si la reducción de la contaminación se
puede conseguir más económicamente mediante medidas pasivas de protec-
ción o con medidas en la fuente de la contaminación. Con el modelo propues-
to, los consumidores pueden evitar los costes de la tasa y los derivados de la
contaminación eligiendo, según su estructura individual de costes, hasta qué
punto les interesa evitar o reducir ciertos tipos de consumo contaminantes
(autorizados), o emplear medidas para reducir la recepción de la contamina-
ción22. Por ello, considero que el modelo de referéndum analizado tiene en
cuenta el criterio de eficiencia de Coase, ya que los costes medioambientales
pueden ser introducidos, tanto en el cálculo de costes del causante como en el
del afectado.
6. Si el modelo de internalización propuesto facilita que los agentes económicos
disminuyan su emisión y su recepción, teniendo en cuenta los diferentes
beneficios y costes marginales de cada uno, pagando (en buena parte) lo que
cada uno ocasiona y siendo compensados por la contaminación que les afec-
ta, se conseguirá una mayor eficiencia económica.
7. La participación de los afectados se produce sin cambios de uso o de propie-
dad inaceptables socialmente; es decir, sin que tengan que renunciar a su
derecho a un medio ambiente sano en beneficio del causante. El afectado no
tiene que pagar al causante para mejorar la calidad ambiental, como ocurre en
ciertos supuestos; al contrario, puede financiar su protección con la indemni-
zación que recibe de la tasa que paga el causante.

21 Ver 4.5. Especialmente su propuesta de responsabilizar también al afectado en la toma de


medidas para disminuir los efectos externos negativos.
22 Es previsible que sin (o con poca) autoprotección por parte de los afectados, a partir de una
reducción determinada de la emisión, las medidas pasivas de protección (contra el ruido, p. ej.) sean más
eficaces por unidad de coste que otras medidas activas aplicadas en el foco de la contaminación.

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Economía ambiental 163

8. Finalmente, como se demuestra en estudios relacionados con efectos psíqui-


cos medioambientales23, la participación de los afectados en la valoración de
la contaminación hace esperar una reducción de los efectos psíquicos (y de
las patologías orgánicas derivadas de aquéllos), si el afectado tiene «acceso»
a la fuente de la contaminación y puede influir en ella, gracias a su valoración
monetaria (disminución de la sensación de impotencia).

La valoración provisional de comparar la valoración contingente con el método


del referéndum polivalente me hace pensar que con el modelo del referéndum —en
situaciones de contaminación medioambiental como en la que ha sido analizado y
con las limitaciones expuestas— se prevé obtener mejor las preferencias de los
agentes económicos implicados e inducir una asignación más eficiente de bienes
escasos.

6.6. EL PRINCIPIO DE SOBERANÍA DEL CONSUMIDOR VERSUS DE-


TERMINACIÓN ESTATAL DE BIENES PREFERENTES. EL PROBLE-
MA DE LA PREVISIBLE INSUFICIENTE AUTOPROTECCIÓN DEL
AFECTADO AL SER INDEMNIZADO

Como se deduce del trabajo de Coase, una internalización de los costes externos
no garantiza una asignación eficiente. Traducido a nuestro caso, esta situación de
ineficiencia se dará si los afectados no toman, ellos mismos, medidas para proteger-
se. Ello es previsible si éstos reciben una indemnización en proporción a la contami-
nación que padecen. No debemos descartar la existencia de agentes económicos que
no tomen medidas de autoprotección deliberadamente, si desconocen los efectos
negativos para su salud a medio y largo plazo y pretenden evitar la pérdida de la
indemnización. Este comportamiento, inducido por la indemnización, puede ocasio-
nar ineficiencias en la política medioambiental, al empeorar de la salud pública e
incrementarse los costes para poder contrarrestarlo.
La cuestión de estimular la autoprotección de los afectados es de relevancia
económica, pero un análisis amplio de esta cuestión se saldría del marco de este
punto, anexo a la problemática general de un método de valoración. Por eso sólo se
tratará brevemente el problema de la indemnización de los afectados anteriormente
enunciado.
Indemnizar a quienes soportan directamente los costes externos de la contamina-
ción no significa que una parte de los ingresos de la internalización no deban ser
para el estado (ya que éste corre con ellos). Por su parte, el Estado puede financiar
los costes que soporta, derivados de la contaminación, según el principio de causali-
dad, y que hasta el momento se financian vía presupuesto general, sin una relación
entre quien causa el gasto y quien soporta el coste. También deberá tomar la
iniciativa en las medidas que revistan un carácter de bien colectivo, para lo que

23 Ver el tratado de los factores de la contaminación acústica independientes de valores físicos, en


Perelló (1994, pp. 80-93).

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164 Juan Perelló Sivera

habrá que destinar una parte de los ingresos de la internalización, si se quiere


cumplir el principio de causalidad (el que contamina, que pague).
La cuestión que propongo a discusión no es si el estado puede o debe (en el caso
de las medidas con carácter de bien colectivo) intervenir en las medidas de protección
medioambiental y participar en los ingresos de las tasa medioambientales. Esto, por
obvio, lo considero intrascendente. De más interés considero la cuestión de si el
Estado también debe disponer de los restantes ingresos de la internalización de los
costes externos, que son soportados por los propios afectados, lo que significaría una
renuncia a la indemnización de los mismos.
La cuestión es importante, ya que sin la indemnización de los afectados se prevé,
entre otros problemas, una infravaloración de la contaminación producida (y sufrida)
por el consumidor que, como veíamos en el punto anterior, además de sesgos en los
análisis de las preferencias de los agentes económicos, influirá negativamente en la
practicabilidad política de las medidas. Por otra parte, con la indemnización de los
afectados, puede disminuir el incentivo a protegerse de la contaminación (mediante
un cambio de domicilio a zonas menos contaminadas o mediante medidas individua-
les de protección pasiva), para no perder el derecho a la indemnización.
Por consiguiente, propongo considerar mantener la indemnización a las unidades
familiares, pero condicionándola a que los beneficiarios tomen medidas de protección
ambiental. En este supuesto, los importes de la indemnización pueden transferirse a
una cuenta, bloqueada, de las unidades familiares correspondientes, hasta que se
hayan trasladado a una zona menos contaminada —cuando el coste para los afectados
sea mucho menor que la actuación sobre la emisión se podrían, p. ej., efectuar pagos
a cuenta, hasta el importe de los gastos de mudanza— o hasta que realicen inversiones
individuales de autoprotección ambiental, efectuándose libramientos hasta el importe
de los costes de las medidas de protección. A aquellas unidades familiares que se
trasladen a zonas con más contaminación no se les incentivaría la mudanza, pero si
podrían recibir transferencias de su «cuenta medioambiental» para inversiones
individuales de autoprotección.
De este modo cabe la posibilidad de mantener los incentivos económicos para
disminuir la contaminación, evitando efectos involuntarios de búsqueda de la mis-
ma.
Finaliza, con ello, la introducción a los métodos de valoración. En el siguiente
capítulo se mostrarán algunas de sus posibles aplicaciones.

6.7. PREGUNTAS Y EJERCICIOS

1. Defina los métodos de valoración directos e indirectos. Diferencie entre los


términos evaluación medioambiental y valoración monetaria.
2. Exponga argumentos en contra y a favor de la valoración monetaria de la
vida humana. Exponga argumentos en contra y a favor de la finitud del valor
de la vida humana. Explique el principio de pérdida de capital humano,
relacionándolo con la discusión de la finitud del valor de la vida humana.
Haga lo mismo con el principio de la soberanía individual.

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Economía ambiental 165

3. Defina los métodos directos de valoración monetaria de preferencias. Defina


el método del coste del desplazamiento; ponga ejemplos de aplicación y
exponga los problemas que se derivan de la utilización de este método. Haga
lo mismo con el método hedónico.
4. Describa el método de valoración contingente y el procedimiento de mues-
treo. Explique su relación con el principio de soberanía del individuo y los
problemas derivados de ello. Ventajas e inconvenientes de este método de
valoración. Ponga un ejemplo en el que no sea previsible poder corregir el
déficit informacional; razone el supuesto. ¿Pueden suponerse diferencias sig-
nificativas entre la disposición individual a pagar por un bien (willigness to
pay) y la compensación mínima exigida para renunciar a él (willigness to
accept)? Razone la respuesta. A pesar de las señales de sobrevaloración del
«problema del polizón» (free rider) que encontramos en determinados estu-
dios empíricos publicados, ¿es conveniente seguir teniendo en cuenta el
«problema del polizón» en el análisis del cálculo de preferencias? ¿Por qué?
5. Describa la simulación de mercado para bienes colectivos aplicada a la pro-
tección ambiental, los objetivos de la misma; las ventajas y los inconvenien-
tes. Describa el impuesto Clark-Groves y exponga algunas ventajas e incon-
venientes de este método de valoración.
6. Explique la aplicación de los métodos indirectos de valoración. Descripción,
ventajas e inconvenientes del método de los costes de prevención. Descrip-
ción, ventajas e inconvenientes del método de función de daños.
7. Ventajas e inconvenientes de la aplicación de métodos directos e indirectos
de valoración de las enfermedades derivadas de la contaminación ambiental.
8. Descripción y objetivos del método del referéndum polivalente. Descripción
del problema del comportamiento estratégico al utilizar este procedimiento;
compárelo con la aplicación del método de valoración contingente.
9. Explique el problema de la previsible insuficiente autoprotección del afectado al
ser indemnizado; ponga un ejemplo. Proponga una solución a ese caso concreto.
10. Compare las ventajas e inconvenientes del método del referéndum polivalen-
te con las del método de valoración contingente.

6.8. ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA

En los trabajos de Abelson (1979) y de Sugden y Williams (1978) se encuentra


una buena introducción al análisis coste-beneficio. Un magnífico libro que puede dar
una visión global sobre los métodos de valoración del medio ambiente es el de
Pommerehne (1987). Se puede profundizar en la demanda de calidad ambiental en
Braden y Kolstad (1991); en la estimación del beneficio de una mejora de la calidad
ambiental con la lectura de los trabajos de Freeman (1979), Kneese (1984), Pearce y
Markandya (1989), U.S. Environmental Protection Agency (1990) y OECD (1992).
Ver también las referencias bibliográficas de la nota n° 2 y la lista bibliográfica de
este capítulo. En la bibliografía en castellano cabe destacar el libro de Azqueta
(1994) sobre la valoración económica de la calidad ambiental.

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166 Juan Perelló Sivera

6.9. BIBLIOGRAFÍA DEL CAPÍTULO

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