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Los vecinos

1.

Pulmón de manzana, podría pensar que es donde respira el mundo.

En las ciudades las calles tienen construcciones que dan hacia la acera pero

los fondos deben permanecer sin edificaciones para que "respire" el espacio. Por lo

tanto todos los edificios de la manzana constituida por las calles Eva Perón, Alcorta,

Avellaneda y Costa tenían unas hermosas fachadas y varios pisos sin embargo los

contrafrentes eran un poco grisáceos, convergían todos en ese gran patio público

llamado pulmón que en realidad era el fondo arbolado de la única casa de la cuadra

de la calle Eva Perón que mantenía su construcción de la década del cincuenta. Los

balcones internos eran más íntimos y menos ornamentados, los lavaderos también.

Yo vivo en el piso sexto G de uno de los edificios que está sobre Alcorta.

Tengo una vista que me favorece para esa costumbre que acuño desde pequeña:

mirar por las ventanas de los demás. Siempre tuve esa manía inventiva, ponerle

marco a la vida de los otros e inventar el resto. Por eso las ventanas me son

propicias. Veo retazos, imagino el alrededor. Me gustan las metonimias.

Me despierto casi siempre entre las ocho y las nueve pero no me levanto

hasta que llega Delia, cuando escucho su llave en la puerta me siento en la cama y

espero el desayuno. Soy monótona para comer: tres tostadas con queso crema y

jalea de membrillo, un mate cocido con leche y una banana, hace años.

Trabajo desde mi casa, eso es algo que tengo a mi favor, coso cuellos y

puños de camisa para una empresa que fabrica ropa para obreros y para escuelas.

Las traen los lunes y las entrego y cobro los viernes. Además tengo la pensión. Así
que una vez que desayuno y para aprovechar la luz, Delia me acomoda la máquina

y la mesa cerca de la ventana y me ubico ahí para pasar, a veces, hasta seis horas

cosiendo.

Una vez que estoy en mi silla frente a la Singer me hago un rodete, me pongo

los anteojos y mientras Delia hace mandados o limpieza en la casa yo me dispongo

a mis dos tareas favoritas: coser y mirar por la ventana.

Confieso que a veces me distraigo mucho con la televisión o con el teléfono

celular, las redes, los mensajes, eso hace que los jueves tenga que trabajar más

tiempo para tener el pedido preparado el viernes a primera hora. Delia lo entrega a

las once puntual en el local de la fábrica.

- Grisel, cuidá el cuello, te va a doler la cervical- me dice mi querida ayudanta

cada vez que me ve ensimismada en algún enhebrado complejo que hace que me

acerque mucho a la máquina. Ahí me doy cuenta que la cervical ya me está

doliendo, entonces me estiro, giro hacia un lado y hacia otro, abro los brazos, miro

al techo y luego una vez más no puedo evitar mirar por la ventana.

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