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Diario de Campo
Diario de Campo
ANEXOS:
DIARIO DE CAMPO
Domingo 21 de octubre
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muy tradicional, la misa dio comienzo a las 4 en punto mientras en la plaza
centrar se llevaba a cabo un mercado que aparentemente se realiza todos los
domingos, las personas aparentemente llevan un ritmo de vida muy tranquilo y
conservador.
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Parroquia principal del Retiro.
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cocina por lo que él y otras personas estaban haciendo, que se sentía reconocido
y no solo eso que su trabajo tenía un sentido. Como un ex estudiante de ciencias
políticas narró sus inquietudes con lo humano y afirmo su decisión de estudiar
cocina. Recuerda que Luz Marina Vélez un referente muy marcado en él, le
expreso en un día de incertidumbre por su decisión de cambio de carrera ante el
carácter humano de la cocina le dijo: “bienvenido a la carrera más humana de
todas”. Emmanuel hizo continuas referencias a su desencuentro con las ciencias
políticas, al punto de decir: “eso no es viable el día de hoy”, sin embargo, siento
que sus desencuentros con esta rama del conocimiento nacen del desencuentro
con su presente y dicha carrera, así como su realidad profesional. Parto de esto
por las acotaciones o el resaltar que dio a mis cuestionamientos de la cocina
desde la política que resaltaba como “que bacano que alguien esté haciendo
eso”, supongo que encontró o se dio cuenta no desde las ciencias políticas sino
desde la cocina la reticencia existente que hay en el trabajar conjuntamente,
seguramente más desde este lado que desde el suyo.
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Lunes 22 de octubre
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Luego del trayecto del Retiro a Medellín llegamos a donde Victoria a eso de las
2 de la tarde. Su casa tiene una distribución peculiar, denota múltiples
construcciones en diferentes tiempos y con diferentes intencionalidades, sin
embargo, lo más notorio son sus diferentes afiches del festival, que ha realizado
en diferentes partes de Latinoamérica. Victoria nos acogió con un festín, sopa
con ingredientes colombo españoles que muestran su ir y venir entre su tierra
natal y adoptiva, frutos secos que trajo desde España y coloca en el centro de la
mesa, un vino que dice estar reservando para esa precisa ocasión y un café que
tras regarlo por la presión no expulsada de la prensa se convirtió en escusa de
risa y confianza. Es raro sentirse con tal confianza y más para alguien como yo,
para estas personas reunidas (Victoria, Emmanuel, Diana y Carlos) a quienes
soy un completo desconocido, no les aleja de su amabilidad y servicio en la
mesa. Si lo pienso detenidamente, la mayoría de las veces que me han recibido
en una casa desconocida siempre es en la cocina donde se denota un mayor
cuidado y atención.
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carrera, fue después de ese día y de esa sopa que su padre lo reconoció y que
él disculpo a su padre. Sin embargo, alude también a que el cocinero cuida en
solitario, pocos lo cuidan, el cocinar como muestra de afecto y cuidado, la mama
como ese primer y posible único cuidar se presenta entonces.
Martes 23 de octubre
El despertar de hoy fue un tanto distinto, fue entre el afán y la calma. La calma
de Alejandra y el afán de Emmanuel por encontrarnos con Julián. En realidad,
no sabía quién era Julián, pero Emmanuel me recordó algo muy importante y es
el averiguar con quien se va a hablar. Fue inesperado ver que Julián es un
antropólogo entregado a la investigación sobre las cocinas tradicionales en
Colombia, la artesanía culinaria es su especialidad y ha sido escritor en
periódicos también de ello. Creo que empiezo a ver porque Emmanuel tiene
estas discusiones, el mundo que lo rodea las tiene y las trabaja. Los trabajos
sociales de Emmanuel con la cocina de por medio no son gratis, su contenido
parte de aquellas bases antropológica de los alimentos que tiene y es gracias en
gran parte por sus mentores.
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Sé que no lo dijo de mala forma, pero ciertamente fue como una prueba de
admisión. Claramente a eso de las 2 de la tarde, en la mesa con 5 personas a
parte de mí y cocinándoles a completos extraños me encuentro un tanto raro,
nunca había cocinado para alguien que no fuera un amigo o familiar. A pesar de
eso, los rápidos comentarios de gusto a mi pasta roja me hicieron sentir cómodo.
El ver como disfrutaban de su comida y como hablaban de lo satisfechos que
estaban, me hizo sentir rápidamente como si le cocinara a mis amigos o familia.
Recuerda mucho a esa alusión del gusto y el goce al comer del que Diana hablo
en la entrevista. Eso puede ser un conector con el afecto en la cocina.
A las 5 pm Emmanuel llega con el curso de pan a hornear, primera clase con el
curso, todos alrededor del mesón esperando que el pan eleve, se hacen bromas
sobre la hechura de los panes (quien hizo que, y como lo hizo, que está más
grande y eso que indica) sale el pan y el olor recuerda pone a todos a hablar de
lo delicioso, del disfrute, del goce del olor y con ello algunos cuentan cuando
pasaban por calles y ese olor se vuelve irresistible y tienen que comprar. El calor
en un día lluvioso los congrega a todos en la cocina y en el horno a pesar de lo
grande de la casa. Sale el pan y provoca felicidad el trabajo hecho y representado
en ese pan, todos comparten sobre sus formas, texturas, tamaños y juegan entre
ellos y con el profesor (aun cuando era su primera clase y muchos no se habían
visto)
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Pan recién horneado, curso de panadería en el Retiro.
Integrantes curso de panadería, reunidos al calor de las masas en un día de lluvia en el Retiro.
Sin lugar a duda la experiencia del curso de panadería muestra como la cocina
permite conversar, el placer por ver el pan crecer, la impaciencia por las
diferentes tandas de horneado, el sabor y el color de los panes, todo se presentó
como excusa de charla. Al igual, el olor a parva como lo llaman los antioqueños
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hace que muchos hablen de cómo extrañan esos olores característicos de la
mañana en su tiempo, casi que denotando y añorando un pasado. Los recuerdos
entonces pueden estar relacionados con la nostalgia y esta asimismo con el
afecto, hay una interesante relación que plantear allí y que sin lugar a duda pasa
por los sentidos. En este caso el olor a parva, a pan recién horneado, fue el
detonante de un recuerdo ligado a una añoranza también.
Miércoles 24 de octubre
Nos levantamos temprano, teníamos cita en casa de la señora Dolly, una mujer
de unos 80 años que desde siempre acostumbraba a consentir a su familia con
unas arepas de maíz molido por ella todos los días. Nos cuenta cómo son sus
días, se despierta a eso de las 4 o 5 de la mañana y en la época en que su
cuerpo tenía toda la fuerza física porque su fuerza vital sigue intacta, molía el
maíz cada mañana, ahora lo hace con ayuda de alguien y sobre todo en estos
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días que recién se recupera de romperse unas costillas. Eso, sin embargo, no es
impedimento para que hoy después de tan solo un par de semanas de estar
alentada y aun con un poco de restricción en sus movimientos se levante a
cocinar, es que en palabras de ella “mi cocina es mi vida”. Aquí tengo todo lo que
necesito, una ventana junto a mi estufa de leña para mirar mientras estoy
calientica y cocinando, si me aburro prendo el televisor que tengo allí arriba, si
me da sueño solo me coloco aquí (señalando un rincón entre el mesón de la
cocina y la estufa) con eso quedo arrunchadita por el calor y cómoda, allí está la
mesa entonces vienen mis hijos y vecinos y me conversan mientras se comen
su arepita y si llega más gente para eso está esa butaca de ahí (señalando donde
estaba sentada Alejandra). Además, este calorcito es todo amañador, no me dan
ganas de salir. Cuando estuve mala me daba tristeza no poder estar acá, yo
pienso que a todos les hacía falta mis arepitas recién molidas y a mi compartir
con ellos. Nos contaba como los vecinos se acercaron a ella por sus arepas,
incluso se quejaba entre risas y gustos de ese vecino que todos los días venia
para su desayuno y pedía llevarse varias arepas. Decía “yo tengo muy buenos
vecinos y familia también, por eso me gusta consentirlos, que no les falte su
arepita bien hecha con sabor de leña porque es que eso que venden en las
tiendas si es muy maluco cierto”
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Dolly es la personificación y por qué aparentemente los antioqueños tienen muy
fijada la figura materna con la cocina. En mi caso también es mi mamá, pero si
me pusiera a pensar en las personas que tengo a mi alrededor probablemente
para mi primo sea mi abuela, quien lo alimento y cuido desde siempre. Entonces,
realmente esa referencia viene desde el rol y el papel del cuidado del otro, papel
que suele ser desempeñado por las madres o abuelas, quienes transmiten
conocimientos y cuidados a través de sus platos. Y, quienes centran las
dinámicas familiares y propias en sus cocinas. Como el caso de Doña Dolly,
quien tiene sus mesas, butacas y sillas dispuestos para quien visite se reúna en
el espacio de la cocina; y no solo es este el caso, recuerdo de las veces que me
quede en salidas de campo en casas de campesinos, sus cocinas estaban
dispuestas de la misma forma, eran espacios para la compañía, para el descanso
y la recuperación después de una jornada de trabajo, en donde el cuidado era
representado en la comida y los pechiches a través de esta.
Quizá uno de los puntos a investigar es como esas relaciones afectivas se están
perdiendo por las distribuciones de tiempo en torno no solo a la separación de la
cocina y del cuidado del hogar con el individuo y generalmente enlazado con la
mujer, también por la distribución del tiempo y el trabajo dentro del orden familiar.
De igual forma el uso de los sentidos en la cocina es vital, su primer uso es como
medio de constatación de los procesos culinarios y transformación de los
alimentos, a partir de ello se sabe cuándo algo ya está o “ya tiene ojo” como se
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refirió una participante del curso al ver el arroz; o, “eso ya debe estar, huele a
rico” otra participante del curso de cocina al sentir el aroma de la sopa de
tomates. Así mismo, los sentidos también son generadores y escusas para
conversar, olores “rico, “ya está” o “aún no huele”, así como observación como
“tiene pinta” y “ya cogió color”, generan debate, diálogos, cuestionamientos por
el cumplimiento de funciones y procesos culinarios.
Aun así, una de las cosas más interesantes de la clase, fue el hablar con Martha
Luz, una participante del curso de cocina navideña que denota claramente la
conexión que hay entre el afecto, el recuerdo y la mamá, sobre todo para los
antioqueños. “para los paisas la cocina es como amor. A mí me encanta cuando
cocino para alguien y me dicen: uy esto quedo muy rico, me recuerda a mi mama.
Y es que tú te das cuenta de que nosotros mostramos el amor así también y eso
a uno lo hace memorar esos momentos para que después sean recuerdos. Mira
que es muy curioso, yo me iba de la casa porque peleaba con mi mama y cuando
ella quería que volviera siempre me decía que fuera que me preparo mi plato
favorito. Y es que mi mama como mujer antioqueña era muy seca y poco
demostraba su afecto por un abrazo o un beso, el día en que yo sabía que me
quería y me lo mostraba era aquel en que me llamaba a la mesa y había
preparado algo rico para mí, algo que a mi más que a nadie le gustaba.”
Otro punto importante y que resalto durante la clase fue sin duda el momento de
servir. Todos adultos revoloteaban y jugaban con sus recipientes, en búsqueda
de las diferentes porciones y sus tamaños, de poder probar lo que habían hecho
entre todos y tener un buen aperitivo de ello. Pero, sin dejar al lado al profesor y
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a mí, pues nos sirvieron de primeras y porciones amplias, quizá más de lo que
ellos mismos se sirvieron. Eso es muestra de un punto importante, el servicio. El
cómo se debe atender a alguien con una “jerarquía” mayor o a un “invitado”,
prevaleciendo la satisfacción de estos individuos sobre la suya.
Jueves 25 de octubre
Mi entrevista con luz Marina que inició las 4 pm en la colegiatura, donde ella es
directora de posgrados, da inicio con el cuestionamiento entre cómo abordar la
cocina desde la ciencia política y la sociología. Allí, se alude al carácter holístico
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de esta y la necesidad de su comprensión desde una mirada integradora de las
ciencias y las disciplinas. De igual forma, se resaltan factores importantes que
ya he visto y que debo tener en cuenta como lo son la provocación, la evocación
y la convocatoria que se da a partir de la cocina. Habría que mirar cual es la
relación de estos elementos con los afectos y los sentidos, y que incidencia
puede tener en tanto a la conversación y el recuerdo.
Viernes 26 de octubre
Hablando con Dora quien es una mujer de ascendencia costeña de más o menos
unos 40 años resalta entre risas que: “ lo más lindo de las clases es que nos
volvimos todas amigas, nosotras no nos conocíamos y ahora no nos callamos”,
también recuerda como en espacios como el de amasando pan recordaban
muchas cosas y hablaban de ello mientras amasaban, a veces lloraban porque
comían muy rico o porque se desahogaban entre el pan y sus compañeras, de
sus dificultades diarias, siempre estaba la escucha. Resalta el cómo se recuerda
en la cocina pues dijo: “en la cocina uno siempre recuerda, y si no recuerda
termina contando poco a poco, es que esto da mucho para eso.”
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La muestra de confianza generada y de lazos de afecto se encarna en
expresiones y juegos alrededor de los ingredientes: “le pelo el plátano profe” con
tono pícaro y jocoso ocasionando una risa en toda la sala; “usted tiene que probar
un camarón (refiriéndose a Dora), usted que tanto sabe de uva curuba uva
(expresión utilizada en el espacio para hacer referencia al cortejo) tiene que ver
cómo se pone con esto.”; “lo que hace la cocina” refiriéndose al momento
“romántico” de la cogida de mano de Emmanuel y una integrante del curso
mientras todas molestan y el momento lleva a decir: “entre el amor y el odio hay
una cuchara”.
El cuidado del fuego y la convocatoria que obliga este cuidado se vio evidenciado
en el robalo asado a las brasas que se hizo en la calle. Quienes manejamos las
brasas fuimos los hombres, como si de una labor definida por lo masculino se
tratara, sin embargo, de traer y facilitar los envueltos de robalo en hoja de plátano
y demás ingredientes se encargaron las mujeres. Se dividió el trabajo en torno
al fuego que debía hacerse y la comida que con él se haría. Así mismo, se
dividieron tareas en cuanto una vespertina lluvia cayó sobre nosotros, las
mujeres corrieron a sus casas por las sombrillas para no dejar apagar el fuego y
proteger también a aquellos que lo manipulábamos; siempre con un objetivo en
mente, cuidar el medio y la comida que allí se preparaba. Sin importar los
esfuerzos de desplazamiento, o el tiempo que debían tener la mano extendida e
incluso cuando en ocasiones significo mojarse ellas mismas.
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Robalo cocinado en hoja de plátano, sobre las brasas.
A eso de las 7 de la noche, en una clase de rio y mar del Colegio Mayor de
Antioquia, debíamos preparar un sancocho de pescado, un arroz de coco, una
trucha en mantequilla de huasca y un acompañante. Durante la preparación del
arroz de coco que realicé con varios estudiantes de cuarto semestre
pertenecientes a la clase y cuadrando como lo íbamos a realizar, recordé de mis
primeros 7 años de vida en la costa que una de tantas maneras y quizá la que
más me gustaba de hacer el arroz con coco era con Coca Cola, una receta de
Alba la ex esposa de un compañero de trabajo de mi papa. Propuse hacerlo de
tal forma pues había escuchado ya en varias partes que era una forma
“tradicional” de endulzarlo, a lo que me respondieron dos estudiantes: si, también
lo hemos escuchado, sin embargo, acá nos enseñaron a no hacerlo con ese tipo
de productos, es más una cuestión del ingrediente que del resultado, también es
una cuestión de salud. Tan solo pienso como las formas tradicionales de hacer
las comidas se ven cambiadas dependiendo desde donde se realicen. No pensé
que volviera a suceder algo así durante la clase, pero sofriendo el arroz en la
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leche de coco pregunte por una cuchara de palo, tan solo me respondieron casi
que sorprendidos y algunos un poco escandalizados “eso acá no existe, es poco
salubre”, luego se me acercó otro estudiante y me dijo: “tranquilo, yo sé que es
un poco desconcertante y no lo tome a mal, yo creo que queda más rico con
cuchara de palo, yo suelo cocinar así en casa aunque acá no dejan y la
universidad nos enseña que no debemos usar esos utensilios quizá por eso fue
la reacción”. No sé hasta qué punto la reacción fue personal, haciendo una
distinción entre conocimientos avalados y otros cotidianos (lo universitario y
aséptico, frente a lo empírico y tradicional). Pero si pude ver en la expresión del
estudiante que se me acercó una connotación de ligera tristeza y desacuerdo
ante no poder hacer uso de los implementos como una cuchara de palo.
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