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El tipo de cambio es flexible (de libre flotación) si el banco central no interviene en el mercado
cambiario, permitiendo que el nivel del tipo de cambio se establezca a consecuencia del libre juego entre
la oferta y la demanda de divisas.
Antes de la devaluación de 1994, el régimen cambiario en México se definía como flota- ción dentro de
una banda con un deslizamiento diario programado. A pesar de la flotación y el deslizamiento, ese tipo
de arreglo monetario se considera como tipo de cambio fijo.
Lo esencial del tipo de cambio fijo es la intervención obligatoria del banco central para lograr su nivel
deseado. El tipo de cambio de libre flotación no excluye la posibilidad de in- tervención del banco central.
Sin embargo, ésta no es obligatoria y el instituto central no tiene ningún compromiso con algún nivel
específico del tipo de cambio. La autoridad monetaria deja que las fuerzas del mercado determinen el tipo
de cambio a largo plazo, pero interviene de ma- nera esporádica para evitar fluctuaciones excesivas a
corto plazo.
La discusión sobre el régimen más adecuado para la economía del país y para la econo- mía mundial en
su conjunto está lejos de concluir. El funcionamiento práctico de un régimen cambiario puede ser muy
diferente de las intenciones de sus creadores. Los tipos de cambio fijos pueden tener fuertes variaciones y
los tipos de cambio flexibles pueden ser relativamente estables en el tiempo.
México tiene el régimen de flotación libre, pero el Banco de México interviene en el mer- cado cambiario
de manera transparente, de acuerdo con las reglas publicadas con anticipación. El objetivo no es llegar a
un cierto nivel del tipo de cambio, sino mantener la acumulación de las reservas internacionales dentro de
los parámetros establecidos. Los países en vías de desarrollo pobres y pequeños pueden optar por la
dolarización (opción 1) o el tipo de cambio fijo. La prin- cipal ventaja de la primera es la estabilidad (baja
inflación, bajas tasas de interés) y la confianza. Un alto nivel de ésta, aunado a las bajas tasas de interés,
fomenta la inversión y el crecimiento económico. La principal desventaja es la renuncia a una política
monetaria independiente y un menor margen de maniobra frente a los choques externos. Un superávit en
la balanza de pagos
o la entrada de capitales generan presiones inflacionarias, mientras que un déficit o la salida de capitales
provocan una recesión.