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VESTIDO PARA SUICIDARSE

Por: WENCITH GUZMÁN G.

Cualquier traje podría ser útil, solo que el que deseaba ponerse no lo tenía a su disposición
ni a su medida; ¡tamaño problema! La gente se suicida por varios motivos: los psicólogos
tienen las propias; yo escribiré que los pobres casi siempre se suicidan por amor y lo hacen
borrachos; los ricos lo hacen por pérdidas millonarias; los japoneses por fracasos personales
o profesionales y los jóvenes por falta de ideales, no saben qué quieren y tampoco quieren
hacer nada, entonces se suicidan. En todos los casos ocurre lo mismo: la persona se quita
la vida y eso cambia la de quienes siguen en apariencia vivos porque caminan, así continúen
cargando con los fracasos de los anteriores, si eran cercanos.

Me contó su historia para que la escribiera, si algún día me atrevía a hacerlo, tal vez; me
dijo: -“cuando ya le pase el susto de saber la noticia”-. No era pobre, no era japonés, no
estaba borracho y no eran tan joven; había reunido de todos, una parte suficiente para
quitarse la vida. Le fue mal en el amor, pues nunca encontró a la persona con la que hubiese
querido pasar el resto de sus días y cuando creyó haberla encontrado, se volvió ciego, se
casó con ella pero al poco tiempo eran enemigos mortales. Para mantener el amor de su
vida, montó una venta de todo lo que consideraba necesitaban los demás y le iban a
comprar: vendía minutos, agua en bolsa, arepas rellenas, chicles, bon ice, cerveza todo de
contrabando hasta que la Policía le quitó el puesto y quebró económicamente.

Se quedó parado viendo cómo le subían sus bienes a un camión; no lloró porque mucha
gente chismosa estaba viendo cómo le quitaban todo sin poder hacer nada; se fue para la
casa a ver un partido del rentado colombiano porque era sábado pero su equipo perdió 4 a
0. Quien hasta el momento era su esposa, lo remató diciéndole que por inepto había perdido
el plante de la venta y a parte de eso, no tenía vergüenza para quedarse dos horas acostado
viendo un partido que no le daría para comer.

La pérdida no había sido millonaria, pero valía todo lo que valen las cosas que valoramos,
era su sustento, el de su esposa y con ello pensaba criar al hijo del que habían hablado en
los momentos cuando el amor no había salido por la ventana, pero gracias a que Dios
existe, ese niño no vino al mundo. Ganaba para pagar el arriendo de una casa prefabricada
que era como vivir en una casa de mentira, pero la plata no alcanzaba para pagar otro lugar.
Nunca gozaba de vacaciones, y menos de la prima de Diciembre, así que mientras todos
viajaban y estrenaban a él le tocaba ir donde la familia, que vivía en otro barrio y esperar que
algún tío, le regalara una muda de ropa de las que ya no se ponían, para poder estrenar en
Navidad.

El fracaso ya lo llevaba en su historial. La primaria la pasó como uno de los mejores


estudiantes de su Colegio, que quedaba en la loma, donde quedan todos los colegios de los
pobres, donde no se tiene derecho a tener libros porque si leen se rebelan contra los
políticos corruptos y donde frecuentemente los ladrones se roban lo poquito que da el
gobierno porque no hay quién cuide nada. Allá estudiaba, allá conoció a una Profesora con
corazón de monja buena que lo ayudó para que no se retirara, pero a la profe la transladaron
de colegio y a él le tocó retirarse en séptimo grado, con las ganas de seguir estudiando, de
ser algo en la vida; pero en ese momento la educación no era tan gratis y la plata que sus
padres le daban no alcanzaba para ir y volver al Colegio.

Su esposa se fue de la casa el primer domingo de Diciembre, por eso odia las luces de
navidad y los villancicos, la natilla, los buñuelos, y no odia al pavo relleno porque no sabe
que existe. Se fue porque de lo contrario, estaba condenada a una vida sin salida, sin futuro,
sin ilusiones, sin sueños, o con muchos sueños pero ninguno posible de hacer realidad.
Cuando estaba en la puerta para marcharse, le dijo que ella vendría de vez en cuando, para
saludarlo, pero 9 años después, no ha sabido nada de ella. Me dijo con voz entrecortada: -“a
esa mujer, se la tragó la tierra”-. Ese día, no se levantó de la cama, ni prendió el televisor
para la ver fútbol, no comió en todo el día. Me dijo que no había llorado porque ya no le
quedaban lágrimas de tantas veces que lo había hecho, como por ejemplo, cuando se
enteró de que sus padres habían muerto un 31 de octubre mientras viajaban a un pueblo,
cuando él tenía 14 años, pero no asistió al sepelio porque nadie le contó el suceso. Quince
días después del accidente, un vecino le dio el sentido pésame de manera inocente.

Había fracasado en el amor, había quebrado económicamente, ni siquiera era bachiller y ya


tenía 26 años. Con todo eso encima solo le quedaba buscar la ropa con la que se vestiría el
día del suicidio; tenía las razones suficientes para hacerlo. Viviendo como en la antesala del
infierno, sin encontrar ayuda alguna, a la intemperie del destino, ese que nos juega sucio
cuando menos lo esperamos, pensó en vestirse de negro, porque creía que no valía la pena
seguir viviendo en esta vida a la que se viene sin pedirlo, se sufre y finalmente se muere. No
quería prolongar la desdicha o mejor no quería esperar otro fracaso, pensaba que no lo
aguantaría.

Fue donde su mejor amigo y le dijo que le prestara un pantalón negro y una camisa negra
para empezar a buscar trabajo. Allí pasó la tarde hablando de los problemas que tiene la
gente. Escuchó cientos de historia peores, más tristes y lo peor sin remedio y empezó a
pensar que la de él, era una vida de Rey. Su amigo le enseñó un libro que estaba leyendo
sobre Filosofía, el título era algo así, como ¿Para qué sirve la Filosofía? Y lo primero que
pensó fue: “para nada”, para qué puede servirle la Filosofía a alguien que tiene todos los
problemas encima y solo quiere el traje indicado para suicidarse. En este libro, le contó su
amigo, había testimonios de personas que hacían de la Filosofía su razón de vida y habían
superado todos los problemas y habían salido adelante. -¿Cómo?- le preguntó, si no había
terminado el Bachillerato, ahora cómo le iba a servir la Filosofía, de la que no sabía nada. Su
amigo le dijo que la Filosofía era una actitud de vida hacia todo lo que nos pasaba y que
dependiendo de eso, o fracasábamos o salíamos adelante. –“¡Salir adelante!”- pensó. Pero
si lo he intentado muchas veces y siempre he fracasado. Mejor es acabar con todo de una
vez por todas. Le dijo que muchas personas, a las que se les llamaba filósofos habían dado
pautas de vida para pensar mejor las cosas. También le contó que la Filosofía era una
manera de ponerle razones a todo lo que nos pasaba y a partir de ahí, buscar una solución.
Y remató diciéndole que por culpa de Filosofía, no había ocurrido una sola muerte en la
historia de la humanidad, pues esta no aceptaba la violencia.

-“Pero si yo vine fue a buscar un traje para suicidarme”-, pensó. Cuando su amigo guardó
silencio por un momento, había pensado cambiar de idea. Si otros tienen problemas cien
veces más complejos que los míos y además, nunca han escuchado nada sobre lo que
puede servir la Filosofía para la vida, por qué me voy a suicidar. Mejor es darme la
oportunidad, si al cabo de un tiempo esto no mejora, busco otra alternativa de vida.
“Cualquier cosa hago, menos suicidarme”.

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